Alexander Wilder fue un
médico estadounidense, un erudito neoplatónico, y uno de los primeros miembros
prominentes de la Sociedad Teosófica. Y en una entrevista que le hizo Harold Waldwin
Percival (el editor de la revista
The Word), el señor Wilder contó sus
recuerdos sobre Blavatsky y la manera como se elaboró Isis
Develada:
« La autoría de "Isis
Develada" a veces ha sido cuestionada e incluso algunos individuos la
han reclamado para sí mismos, pero la persona que mejor puede dar testimonio
entre todos aquellos que tuvieron un conocimiento personal acerca de esta obra,
es Alexander Wilder quien hoy a sus ochenta y cinco años sigue teniendo la
vitalidad de la juventud, una gran habilidad mental y todo su entusiasmo
platónico. Y a continuación les transcribo lo que él dijo sobre la elaboración de
Isis Develada. — H.W.P.
~ * ~
Una mañana de otoño de 1876 vi en el
periódico The Tribune de Nueva York la mención de una obra que estaba en proceso
de publicación titulada "Art-Magic" la cual trataría sobre temas
recónditos, y yo habiendo estado interesado en estos asuntos desde años
anteriores, escribí a la dirección que se encontraba dada allí para obtener más
información, y poco después recibí una respuesta de la Sra. Hardinge-Britton.
Ella además de responder a mi
pregunta, me habló de la reciente formación de una Sociedad Teosófica, pero en
ese momento no me interesó ese aspecto porque me disgustaban las pretensiones
individuales de disponer de poderes superiores, y los nombres inusuales no me
atraían. Sin embargo algunas semanas después al enterarme de que el libro había
sido impreso, llamé a la Sra. Britton y recibí una copia.
Ella me comentó que el autor no dio
su nombre y no me exigiría el pago que normalmente yo debía realizar, regalándomelo
en cumplido por mis calificaciones intelectuales inusuales en ese campo. El
libro fue muy interesante para mí y contenía muchas pepitas valiosas con
relación a los asuntos arcanos. Desafortunadamente, no tenía índice y la
omisión de un índice quita la mitad de la utilidad de un libro para un investigador.
En ese momento yo había estado
editando varias publicaciones para el Sr. J.W. Bouton, quien era un vendedor de
libros de Nueva York, y también estaba dando conferencias y contribuyendo con
artículos para una o dos publicaciones periódicas, más otros compromisos y
asociaciones que no tiene caso mencionar.
Apenas había oído hablar de Madame
Blavatsky, pero no con relación a algo asociado con la teosofía u otro tema del
que yo supiera. Ella me había sido descrita por un conocido mío como una
"rusa apresurada", y sus modales habían llamado su atención, pero no
supe más de ella en ese momento.
Alexander Wilder evalúa el manuscrito de Isis Develada
Algunos meses después durante una
tarde agradable a principios de otoño, yo estaba solo en la casa cuando sonó el
timbre y fui a abrir la puerta. El coronel Henry Olcott estaba allí con un
recado para mí. No lo reconocí ya que nunca había tenido la oportunidad de
conocerlo, pero en cambio él habiendo tenido algunos asuntos gubernamentales
con uno de mis empleadores varios años antes, ya me conocía.
Sin embargo nunca él había
sospechado que yo me interesara por temas inusuales debido a que yo había tenido
mucho éxito en mantenerme desconocido, incluso para aquellos que por asociación
diaria imaginaban que me conocían muy a fondo. Y un largo servicio en el
periodismo, las relaciones amicales con los hombres públicos y la participación
activa en los asuntos políticos, parecían haber dejado fuera de atención del
ojo público mi ardiente pasión por la investigación mística y la filosofía
trascendental, por lo que el propio coronel Olcott había sido tomado por
sorpresa al descubrir mi lado oculto.
El Sr. Bouton me había recomendado.
Madame Blavatsky había compilado un trabajo sobre temas ocultos y filosóficos, y
le preguntó al Sr. Bouton con relación a su publicación. Y nunca pude entender
bien por qué él me había referido a mí para revisar ese trabajo literario.
El señor Bouton había tomado un viaje
para Inglaterra unos días antes y yo lo había visitado varias veces, incluso fui
a Newark para despedirme de él la mañana en que partió. Sin embargo él no me dijo
ni una sola palabra sobre ese manuscrito.
¿Realmente esperaba que yo lo leyera, o simplemente se
esforzaba por evitar tener algo que ver pero sin negarse de plano?
Ahora me inclino a la opinión de que
me remitió al coronel Olcott para evadir tener que decir "No". En ese
momento sin embargo supuse que aunque el modo de proceder no era el más
adecuado, el Sr. Bouton realmente consideraba que yo debía examinar el trabajo
y acepté emprender esa tarea.
Fue realmente un documento pesado que
mostró una investigación muy extensa, por lo que requería de la diligencia y una
familiaridad con los diversos temas que abordaba, así como el propósito de ser
justo con el escritor.
Considerándome moralmente obligado a
actuar en beneficio del Sr. Bouton, no mostré ningún favor más allá de lo que
creía que la justicia exigía y consideré que era mi deber ser severo. En mi
informe le dije al Sr. Bouton que el manuscrito era el producto de una gran
investigación y que era muy revolucionario en lo que respecta al pensamiento que
había en ese momento en la sociedad, pero agregué que lo consideraba demasiado
largo para una publicación remunerada.
Sin embargo el Sr. Bouton accedió a
publicar el trabajo. Nunca supe los términos, pero sucesos posteriores me
llevaron a suponer que no se consideraron cuidadosamente. Él obtuvo los
derechos de autor a su propio nombre, lo que le permitió controlar el precio, y
luego rechazó todas las propuestas para transferir la propiedad al autor o para
abaratar el costo.
Posteriormente él volvió a poner el
manuscrito en mis manos con instrucciones de reducirlo tanto como fuera
posible. Esto se trataba de un poder discrecional que distaba mucho de me ser
agradable ya que difícilmente puede ser justo que una persona que actúa
únicamente en nombre del editor tenga tal autoridad sobre la obra de un autor.
Sin embargo asumí la tarea y al
resumir el trabajo, me esforcé en cada caso por preservar el pensamiento del
autor en un lenguaje sencillo, eliminando solo los términos y la materia que
pudieran considerarse superfluos y no necesarios para el propósito principal.
De esta manera quité lo suficiente
para llenar un volumen de dimensiones respetables, y al hacer todo esto, consideré
solo lo que supuse que era la ventaja del Sr. Bouton, y creí que él lo
consideraba así ya que solo tenía sus instrucciones. Pero resultó ser un
"trabajo de amor".
Su experiencia con Blavatsky
El coronel Olcott estaba muy deseoso
de que yo conociera a Madame Blavatsky. Él parecía tenerla en alta estima,
acercándose a la veneración, y consideraba la oportunidad de conocerla como un
raro favor para cualquiera.
Pero apenas pude compartir su
entusiasmo ya que yo tenía una desconfianza natural por hacer nuevas amistades
y además actuando en ese momento como crítico de su manuscrito no me parecía lo
más adecuado. Así que hesité durante mucho tiempo, pero al final la curiosidad
fue mayor que estas preocupaciones y lo acompañé al lugar donde ellos vivían en
la calle 47.
Dibujo del Sr. Knapp de ese edificio
Ellos ocupaban una suite de
apartamentos en un piso superior y su hogar estaba formado por varias personas,
con empleos separados. Generalmente se reunían a la hora de comer, junto con
los invitados de otros lugares que pudieran estar de visita.
El comedor estaba amueblado con un estilo
sencillo sin nada inusual o extraordinario, aunque quizás debería agregar que esta
condición se modificó considerablemente en el año siguiente debido a que el
otoño de 1878 en Nueva York se caracterizó (como nunca lo he vuelto a observar desde
entonces) por una gran riqueza en el color del follaje, por lo que numerosas personas
visitaron los bosques de los alrededores para recoger las hojas teñidas para
hacer con ella decoraciones ornamentales.
Y una de las habitantes del piso,
una extranjera que estaba relacionada con la fraternidad teosófica, acumuló una
gran cantidad de hojas y se dispuso a utilizarlas para decorar el comedor. Ella
realizó varias figuras emblemáticas, siendo el doble triángulo la principal de
ellas, y luego siguió con un paisaje oriental que se extendía a lo largo del
apartamento. Y también se veían las figuras de un elefante, un mono y otras
criaturas, y un hombre de pie como si contemplara la escena.
Esta decoración permaneció durante
el invierno hasta que la comunidad se disolvió. Luego llevé esta decoración a
Newark y la instalé en un pasillo, y ahí permaneció varios años. Fue allí
cuando el Sr. George Mead me visitó, y se la envié después a la señorita
Caroline Hancock en Sacramento, y ella a su vez la presentó a la Sociedad
Teosófica de San Francisco.
Sin duda, hace tiempo que se
encontró con el destino de los muebles gastados. Pero tuvo gran notoriedad en
sus primeros días debido a la admiración de los visitantes por su ingenio y
rareza de concepción, y se publicaron descripciones del mismo en varios
periódicos.
Dibujo de William Judge mostrando esa decoración
El estudio en donde la señora
Blavatsky vivió y trabajó durante ese tiempo se organizó de una manera
pintoresca y rudimentaria. Era un salón grande que al estar en el lado contiguo
a la calle, estaba bien iluminado.
En medio de esto estaba su
"guarida", un lugar cercado en tres lados por particiones temporales,
escritorio y estantes para libros. Y ella lo tenía muy conveniente organizado
ya que solo tenía que estirar un brazo para conseguir un libro, un papel u otro
artículo que pudiera desear y que se encontrara dentro del recinto.
El lugar no podría estar de acuerdo
con un vívido sentido de la belleza, excepto en base a la antigua concepción griega
de que la belleza es adecuada para su propósito, y todo es ciertamente
conveniente y práctico.
En este lugar reinaba la señora
Blavatsky y de ahí ella daba sus recomendaciones, emitía sus sentencias, atendía
su correspondencia, recibía a sus visitantes y produjo el manuscrito de su
libro.
Dibujo de William Judge mostrando a Blavatsky trabajando en
su estudio y el coronel Olcott sentado en un sillón.
Madame Blavatsky no se parecía en
sus modales ni correspondía con lo que yo me imaginaba de ella. Era una mujer alta
pero no corpulenta, su semblante exhibía las características de quien ha visto
mucho, pensado mucho, viajado mucho y experimentado mucho. Su figura me recordó
la descripción que Hipócrates hizo de los escitas, la raza de la que probablemente
desciende.
No me siento competente para
describir su vestido, y de hecho nunca me di cuenta para poder recordar. Soy un
hombre y rara vez observo el atuendo de una mujer. Mi atención se centra en la
persona y a menos que la ropa sea notablemente diferente del estilo convencional,
no le presto atención, así que todo lo que tengo que decir al respecto es que ella
estaba completamente vestida.
Su apariencia era ciertamente
impresionante, pero de ningún modo era tosca, torpe o de mala educación. Sino
que por el contrario ella exhibía cultura y familiaridad con los modales de la
sociedad más cortesana y la cortesía genuina misma. Ella expresaba sus
opiniones con audacia y decisión, pero sin entrometerse. Y era fácil darse
cuenta de que no se la había mantenido dentro de las limitaciones circunscritas
de una educación femenina común, ya que conocía una amplia variedad de temas y
podía hablar libremente sobre ellos.
En varios aspectos supongo que nunca
la entendí justa o completamente, y quizás esto se haya extendido más allá de
lo que yo estoy dispuesto a admitir. He oído hablar de su posesión de poderes
sobrenaturales y de sucesos extraordinarios que ella efectuó. Y es posible que
eso sea cierto ya que como Hamlet, yo también creo que hay más cosas en el
cielo y en la tierra de las que nuestros sabios de esta época están dispuestos
a aceptar.
Pero Madame Blavatsky nunca me hizo
tal afirmación. Siempre hablábamos de temas que eran familiares para ambos,
como individuos en un plano común. Y el coronel Olcott me mencionaba a menudo de
sus grandes dotes, pero ella misma no mostraba ninguna afectación de
superioridad hacia mi persona, ni tampoco vi ni supe que ella tuviera esa
actitud con los demás.
Ella profesó haberse comunicado con
personajes a quienes llamó "los Hermanos", e insinuó que esto a veces
era por medio de lo que se denomina "telepatía", pero no es necesario
mostrar o insistir en que este modo de comunicación no tiene nada de
sobrenatural ya que ha sido conocido y llevado a cabo desde la antigüedad.
El Khabar es muy conocido en el Oriente,
y supuse que una condición importante para mantener tales facultades era la
abstinencia de la estimulación artificial, como la que proviene del uso de comer
carne, o las bebidas alcohólicas y otras sustancias narcóticas. No atribuyo
ninguna inmoralidad específica a estas cosas, pero he conjeturado que tal
abstinencia era esencial para dar pleno juego a las facultades mentales y para
que la facultad noética transcurriera libremente sin impedimentos o contaminación
de influencias inferiores.
Pero Madame Blavatsky no mostró tal
ascetismo. Su mesa estaba bien surtida aunque sin profusión y de una manera que
no difería de las otras personas. Además ella se permitía fumar libremente cigarrillos
que ella misma enrollaba cuando tenía la ocasión. Y nunca vi ninguna evidencia
de que estas cosas perturbaran o de alguna manera interfirieran con su agudeza
o actividad mental.
(Observación de Cid: puede que la
carne y las bebidas alcohólicas estuvieran ahí para los otros residentes y los
invitados, pero no pienso que Blavatsky las tomara ya que los maestros dicen
que esos alimentos perjudican mucho la utilización de las facultades
paranormales, mientras que con el tabaco no hay problema.)
En mi primera visita, su recepción
fue cortés e incluso amistosa. Ella pareció conocerme de inmediato. Habló de
los resúmenes que yo había hecho de su manuscrito, ensalzando mi trabajo mucho
más de lo que yo merecía.
- "Lo que usted retiró del
manuscrito era pura chorrada",
ella me declaró.
Pero no estoy de acuerdo ya que
ciertamente mi trabajo había sido sobrio puesto que no busqué defectos, ni los
encontré, sino que sólo busqué reducir el manuscrito sin afectar el propósito
general.
En otros casos mi regla ha sido escudriñar
el manuscrito no impreso en busca de fallas, y de observar cuando ha sido
impreso para averiguar su significado y méritos. Pero en este caso solo busqué
acortar sin modificar el trabajo ya que no era necesario.
Sin embargo debe precisarse como un
hecho que Madame Blavatsky continuó agregando material después de que el Sr.
Bouton comenzó el proyecto de publicarlo, y pienso que gran parte del segundo
volumen fue escrito en ese entonces. No recuerdo mucho de él, excepto algunas
hojas de prueba de un período posterior.
No fue fácil darle a la publicación
un título apropiado. No recuerdo que me pidieran mi opinión sobre ese asunto, y
ciertamente no hubiera valido la pena pedírmelo debido a que es una materia en la
que yo soy particularmente débil. Pero tampoco me parece irreprochable el
nombre que se le puso y el Sr. Bouton tiene derecho a esa distinción.
Él era un hábil proveedor de
servicios de catering en el mundo de la venta de libros, pero tenía más la capacidad
para los negocios que un sentido de comprensión de lo que vendía. Por ejemplo
en una ocasión publicó el tratado de R. Payne Knight sobre el arte antiguo y
agregó imágenes relacionadas únicamente con la mitología hindú, lo cual es
ajeno al tema que había en ese libro.
Y en esta ocasión sucedió algo
parecido ya que la obra de Madame Blavatsky se centra en gran medida en la
hipótesis de un período prehistórico del pueblo ario en la India, y en ese
período difícilmente se puede decir que el velo o la revelación de Isis
constituyan una parte de la temática, ya que esta es una representación
dramática peculiar de la religión y la sabiduría de Egipto, y tal vez se
encuentre ligada a las atrocidades de los hicsos sirios. Por lo que ciertamente,
los problemas de la tradición egipcia deben considerarse con otras plumas
distintas de aquellas con las que se escribió "Isis Develada".
Dudas sobre la autoría de Blavatsky
Una vez impresa la obra y puesta a
la venta, se debatió sobre la autoría real debido a que muchos no estaban
dispuestos a reconocer que Madame Blavatsky pudiera estar tan bien informada o
ser intelectualmente capaz de tal producción. Es cierto que mujeres tales como
Frances Burney ya habían compuesto obras de gran mérito. Por ejemplo la
señorita Farley había realizado con éxito "La Ofrenda Lowell", Mary Somerville había escrito sobre
ciencias físicas y Harriet Martineau había escrito sobre economía política.
Pero las mujeres todavía eran en gran medida rechazadas por el mundo editorial.
Así que muchos dudaban que Madame Blavatsky fuera la autora real de Isis Develada.
Por ejemplo un clérigo de Nueva
York, miembro de la Iglesia Griega Rusa, aseguró que yo era el autor real. Sin embargo
esa declaración difícilmente puede haber ido muy lejos, ya que sería refutada de
la misma manera en que el difunto Henry Ward Beecher puso fin a una afirmación similar.
Él comentó que cuando se publicó el
libro “La Cabaña del tío Tom” hubo muchos que insistieron en que él era,
y no la Sra. Stowe, el autor de ese libro. "Entonces", dice el Sr.
Beecher, "escribí mi libro Norwood, lo que resolvió por completo el
asunto". Y de la misma manera cualquiera que esté familiarizado con mi
estilo de escritura sabrá que este no corresponde a la manera como está escrita
Isis Develada.
Y dudaría igualmente en ser
considerado en un sentido digno de mención como el editor de Isis Develada,
ya que aunque es cierto que después de que el Sr. Bouton aceptó publicar esta
obra, él me pidió que leyera las hojas de prueba y que me asegurara de que el
impresor pusiera correctamente las palabras hebreas y los términos que
pertenecen a otros idiomas, y así lo hice pero no agregué nada.
Mientras estaba ocupada en elaborar
su manuscrito, Madame Blavatsky tenía muchos libros relacionados con los
diversos temas que se abordaban, y evidentemente para consulta. Estaban el libro
de Jacolliot sobre la India, el libro de Bunsen sobre Egipto, el libro “la Historia
de la Magia” de Ennemoser y otros. Yo mismo había escrito artículos sobre
una variedad de temas para el Phrenological Journal y otras
publicaciones periódicas, y Madame Blavatsky había conseguido muchos de mis
artículos.
A menudo discutíamos sobre estos
temas y sus diversas características, y era un gran disfrute debido a que
Madame Blavastky era una excelente conversadora y ella se sentía cómoda en
todos los temas sobre los que discutíamos. Ella hablaba el inglés con la
fluidez de alguien perfectamente familiarizado con ese idioma al grado que pudiera
pensar directamente en inglés sin la necesidad de traducirlo de su lengua
natal. Y para mí dialogar con ella era lo mismo que si estuviera hablando con cualquier
hombre muy erudito que conociera.
Ella estaba dispuesta a tomar la
idea tal como estaba expuesta y luego la expresaba con sus propios pensamientos
de manera clara, concisa y a menudo con mucha consistencia. Algunas de las
palabras que empleó tenían características que indicaban su origen. Cualquier
cosa que ella no aprobara o respetara, la descartaba rápidamente con su usual
palabra familiar "chorrada". Era el único momento en donde ella
empleaba ese término popular, ya que nunca escuché o encontré el término en
otro lugar.
Ni siquiera los actos o proyectos
del coronel Olcott escapaban a su mordacidad, y de hecho no era raro que él fuese
objeto de sus abrasadoras críticas. El coronel se retorcía en su interior, pero
salvo por hacer una breve expresión en ese momento, no parecía albergar
resentimiento.
En cuanto a la autenticidad de la
autoría de Isis Develada, una vez me
contaron una historia que algunos han imaginado que tiene una relación directa
con el asunto. Y supongo que esta será la ocasión de varias cartas que me han dirigido
sobre el tema.
Mi informante fue la difunta Sra.
Elizabeth Thompson de Boston.
La Sra. Thompson era una mujer
adinerada, llena de propósitos benévolos, y ansiosa por traer novedades que
fueran más o menos visionarias. Pero también era voluble y muy sensible a los
halagos, por lo que ella apoyaba a una actividad y luego la abandonaba para
pasar a otra.
Por ejemplo, ella dio el dinero que le
permitió a una facultad de medicina celebrar varios períodos de conferencias y
luego dejó que la empresa se extinguiera. Luego pagó la construcción de una
capilla para las sesiones de la Escuela de Verano de Filosofía en Concord, pero
luego se cansó de esa organización. Luego ayudó al Dr. Newbrough para imprimir
su nueva Biblia Oahspe, e incluso contrató a un artista, el Sr. Frank
Carpenter, para pintar la imagen del presidente Lincoln y su gabinete, que
presentó al Congreso. Y así sucesivamente.
La riqueza que su esposo le había
legado se convirtió en un cebo para que todo tipo de parásitos la buscaran, y
los halagos que ingeniosamente le daban eran a menudo como las palabras mágicas
"ábrete sésamo" que permitían que ella los financiara, pero
rápidamente ella dejaba caer uno y lo cambiaba por otro.
Durante un tiempo se sintió atraída
por Madame Blavatsky y esto era algo sorprendente, ya que es difícil imaginar a
Madame Blavatsky halagado a alguien, debido a que Madame Blavatsky era todo lo
contrario. Por ejemplo ella no dudó en decirle a Henry Ward Beecher cuando este
se encontraba en la cima de su popularidad, que él no era un maestro público
honesto.
Por lo que cabe preguntarse si la
propia Sra. Thompson fue bastante sincera. Recuerdo haberla conocido un día durante
una cena en el piso, y una declaración que hice fue imputada por el coronel
Olcott a la "luz astral".
Unos días después vi a la Sra.
Thompson en sus propias instalaciones, y ella me pidió mi opinión de una manera
que me impresionó y que me mostró que no era franca en sus relaciones con la organización
teosófica.
Aproximadamente un año después, Madame
Blavatsky y el Coronel Olcott se habían marchado de Nueva York hacia la India,
y la Sra. Thompson se había convertido en reclusa de la familia del Dr.
Newbrough en West 34th Street. Ahí ella se estaba esforzando por impulsar la
circulación de la "Nueva Biblia".
Llamé allí un día por invitación y
al saber uno de sus miembros había fallecido le presenté mis respetos. En
nuestra conversación se mencionó a Madame Blavatsky y la Sra. Thompson habló de
ella en estos términos:
- "Si Madame Blavatsky entrara por esta puerta, la
besaría con afecto, pero al mismo tiempo creo que es una perfecta
farsante".
Y luego relató la siguiente
historia:
- "El Barón de Palm, un caballero alemán que pasó algún
tiempo en este país, había muerto en el Hospital Roosevelt. Él había dedicado
mucha atención a los temas arcanos y había escrito sobre ellos. Tenía una
estrecha relación con los miembros teosóficos de la calle 47 y los hizo
beneficiarios de sus bienes, pero a cambio con la petición de que su cuerpo
sería incinerado."
Pues bien, había una mujer en ese
lugar que parece se había vuelto antagónica y dispuesta a revelar los trapos
sucios, ya que ella le dijo a la Sra. Thompson que después de la muerte del
Barón, ella junto con Madame Blavatsky habían estado examinando el contenido de
los baúles del Barón y uno de estos estaba lleno de manuscritos. La señora
Blavatsky miró algunas de las páginas y luego cerró apresuradamente el baúl,
haciendo un esfuerzo por desviar la atención en otra dirección.
La Sra. Thompson aparentemente creía
que ese manuscrito que estaba en el baúl era el material de la obra Isis
Develada. Ciertamente se esforzó en darme esa impresión, pero yo no soy
apto para aceptar indirectas y no me gusta que otros supongan que insinúo lo
que no digo explícitamente.
Dar pistas no es una práctica
honorable, es una evasión y a menudo simplemente la afectación de saber algo
más allá de lo que se comunica directamente. Por lo que nunca difundí esta
historia y solo se la comuniqué al Dr. R.B. Westbrook de Filadelfia, y al
coronel Olcott cuando lo volví a ver en Nueva York.
Varias personas han escrito cartas
como si supieran algo que desacreditaría la sinceridad de Madame Blavatsky y la
autenticidad de la originalidad de Isis Develada. Y mi respuesta es que
ella siempre me trató con justicia y que yo no estoy dispuesto a hablar mal de
ella. Siempre quiero evitar ser adulador o crédulo, pero no recompensaré el
trato justo por medio de malas acciones o malas palabras.
Y en este caso que les acabo de
mencionar se percibirá fácilmente que realmente no había pruebas suficientes
para justificar la imputación de la autoría de Isis Develada al Barón de
Palm.
No sé si él al ser de origen
extranjero podía escribir con fluidez en el idioma inglés. No se sabe si el
manuscrito en el baúl fue escrito para su publicación, o estaba en forma de un
libro encuadernado. Y de hecho nunca me han informado si él contemplaba hacer tal
trabajo, o incluso si tenía la suficiente capacidad. Todo esto tendría que ser
considerado antes de que se pudiera presumir cualquier impostura en la autoría
de Madame Blavatsky.
Por mi parte yo estoy muy seguro de
que el manuscrito que manejé estaba escrito a mano por la propia Madame
Blavatsky, y cualquiera que estuviera familiarizado con ella, al leer el primer
volumen de Isis Develada, no tendría ninguna dificultad en reconocerla
como su autora. Y el manuscrito, por muy voluminoso que fuera, tampoco era lo
suficientemente extenso como para llenar un gran baúl.
Además, una tercera parte o incluso
más de lo que se publicó, fue escrito por Madame Blavatsky después de que el
Sr. Bouton se dispuso a publicar el trabajo. Ella no era experta en la
preparación de su material y es por eso que ella siguió cambiando y
perfeccionando el texto, provocando una factura muy grande por
"alteraciones", hasta que el editor le dijo que debía detenerse.
Se me había pedido que leyera las
pruebas. No era mi competencia dictar o siquiera sugerir lo que debería
incluirse en el trabajo, y no recuerdo haberlo hecho excepto en una sola
ocasión. Ella había descrito cierto tratamiento médico, con aparente aprobación
en el que el mercurio era un factor. Pero a esta substancia yo le tengo una
antipatía de por vida, ya que he visto a personas "arrebatadas" de la
vida por su uso como medicina y a otras personas lisiadas sin remedio. Así que
en esa ocasión se lo comenté y mis protestas pueden haberla inducido a
calificar su panegírico.
Ella siempre me trató con mucha cortesía.
Por ejemplo, cuando su trabajo se volvió más urgente, o tal vez ya se había
cansado de recibir visitas, ella le ordenó a la recepcionista que les informara
a todas las personas que la querían visitar que ella estaba muy ocupada y por
lo tanto no podía atenderlas. Y esa prohibición me fue también informada, pero
cuando ella escuchó mi voz, le gritó a la señora que me dejara pasar.
Y esto ocurrió a pesar que no fui
por un asunto de negocios sino simplemente para visitarla, y aún así ella estuvo
dispuesta a conversar conmigo y se sentía cómoda en cualquier tema por abstruso
que fuera. Pocas personas en cualquier ámbito de la vida están tan bien
provistas de tanto material para el discurso. Incluso el coronel Olcott quien era
un hombre muy capacitado, no tenía tanto conocimiento como ella, excepto en su
propia profesión.
Considerando que el cuerpo principal
de la obra no sería lo suficientemente atractivo para el público, la insté a
incluir relatos de las cosas maravillosas que había observado en la India. Pero
ella invariablemente se negó a hacerlo, diciendo que "los Hermanos"
no lo permitían.
Ese fue el único tribunal al que yo no
pude cuestionar, pero fuera de eso, ella siempre estaba dispuesta a escuchar lo
que yo tenía que decir, ya fuera en relación con su trabajo, o con cuestiones
filosóficas, o con temas de la vida cotidiana.
Cuando el impresor colocó todo a
máquina, me contrataron para preparar el índice, y en esto otros deben juzgar
si lo hice bien o no, pero si quiero precisar que fue Madame Blavatsky quien
pagó por esto, ya el editor se abstuvo de adelantar un centavo por todo lo que yo
había hecho en este asunto, con el propósito de asegurarse de todos los
ingresos de las ventas, y esto lo informo solo para rendir un reconocimiento a
quien se debe.
Partida hacia la India
El trabajo finalmente se completó e Isis
Develada se publicó debidamente, y Madame Blavatsky y el Coronel Olcott
comenzaron de inmediato a hacer arreglos para ir a la India, pero antes Madame
Blavatsky visitó la Oficina de Naturalización para obtener la ciudadanía
estadounidense. Esto me asombró, en parte porque yo sabía que ella estaba
pensando en dejar el país definitivamente, y en parte porque ella había
criticado libremente nuestras formas de hacer y nuestra política.
Ella explicó esta acción aseverando que
la nación estadounidense tenía el mejor gobierno. Aunque probablemente había
cuestiones de derecho involucradas que yo no conocía. El coronel Olcott era un
abogado habilidoso y había sido contratado por la administración en Washington
para descubrir presuntas violaciones de la ley, así que él sabía lo que sería
necesario en el extranjero como salvaguardia. Y como Madame Blavatsky después
de su llegada a la India se convirtió en objeto de sospecha como una posible
espía del gobierno ruso, no es improbable que la precaución fuera acertada.
Madame Blavatsky me escribió varias
veces después de su llegada a Bombay. Ella me relató de muchos asuntos de
interés para un investigador de las religiones como yo, y sus cartas eran
entretenidas e instructivas. Pero a medida que pasó el tiempo, nuevos deberes
ocuparon el lugar de los viejos recuerdos.
Tales hechos ocurrieron como la
ruptura con Dayananda, el líder de Arya Samaj, una alianza antinatural para los
estadounidenses de antecedentes protestantes, a quienes no les gusta que nadie
ejerza dominio sobre sus creencias religiosas.
Sin embargo la revista que
publicaron allá, The Theosophist, me
llegaba con regularidad y esto me permitió hacer un seguimiento de sus
actividades hasta el final de su vida. »
(The
Word, mayo de 1908, v.7, p.77-87)
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