ANÁLISIS DEL SELLO DE SALOMÓN POR RAFAEL URBANO



El teósofo español Rafael Urbano-García hizo el siguiente estudio acerca de los talismanes que se conocen como “el sello de Salomón”:
 
« Por regla general, siempre que se habla del sello de Salomón se le dibuja o representa como dos triángulos enlazados. Aunque algunos autores, ya sean ocultistas o profanos (designémosles así) lo ofrecen como una estrella de cinco puntas.
 
¿Cuál de las dos figuras es la más exacta, la más auténtica y la más autorizada?
 
Esta pregunta la responderemos a continuación:
 
 
 
 
1.  La estrella de cinco puntas
 
También es llamada pentalfa porque se puede construir con cinco letras A alrededor de un punto, y esta figura se ha tomado como el verdadero sello de Salomón por diferentes autores, entre los cuales mencionaré principalmente á dos.
 
Uno de ellos es Goethe, como se puede ver en el siguiente texto de su celebrado poema Fausto:
 
-         “Desde ahora vas á pertenecerme” le dice Fausto al Diablo quien bajo la apariencia de un perro entra en el gabinete del estudio, “porque la clave de Salomón es infalible para semejante aborto infernal.”
 
Y un poco más adelante cuando Mefistófeles ya se le ha revelado y quiere salir, éste le dice al doctor:
 
-         “Le confesaré que hay un pequeño obstáculo que impide mi salida y es el pie mágico en vuestro umbral.”
 
A lo que Fausto le responde:
 
-         “¿Tanto le inquieta el pentágono? Dígame creatura del infierno, si tanto le incomoda ¿por qué has entrado aquí? ¿Es posible que una entidad como tú se haya dejado atrapar de este modo?”
 
Y Mefistófeles le contesta:
 
-         “Luego lo comprenderá, pero se debe porque está mal colocado ya que el ángulo vuelto hacia la calle se presenta, como lo puede ver, algo abierto.”
 
Y efectivamente, la estrella de cinco puntas es un mal signo cuando está invertido con dos puntas hacia arriba, ya que como dice Madame Blavatsky: “todo ocultista lo reconocerá como un símbolo de la mano izquierda” (DSI, p.30)
 
Y esto se debe porque en el esoterismo, la estrella de cinco puntas cuando está parada representa al hombre y cuando está invertida representa al diablo:

 
 
Pero Goethe se equivocó al nombra al pentalfa como sello de Salomón debido que la misma Blavatsky en su obra “Isis Develada” precisó:
 
« No comprendemos como el escritor Charles William King en su obra “Piedras Gnósticas” representa al sello d e Salomón como una estrella de cinco puntas, cuando tiene seis, y en la India es el sello de Visnú. »
(Vol. 2, cap. 6)
 
Y el señor King no sólo manifiesta esa opinión en la obra citada, sino que se inclina abiertamente hacia ella en diferentes pasajes de otra obra aún más meditada que es “Los gnósticos y sus restos” en donde escribió:
 
« La figura de cinco puntas, hecha bisectando los lados de un triangulo equilátero con una línea tan larga como un lado y trazando líneas hacia los extremos de la línea de cada base del triangulo, es el símbolo de Shiva y Brahma (este último dios tenía cinco cabezas) y llega luego a ser el famosos sello de Salomón. »
(London, 1887, 2a edition, David Nutt, p.388)
 
Y en otra parte añade:
 
« El famosos pentaclo (sello de Salomón) de los templarios, era piensa Nicolai con mucha razón, el poderoso símbolo prescrito en el diagrama de los ofitas, ofrecido para la ascendiente alma al genio de cada esfera para abrir libre paso a la luz celestial:
 
 - “¡Oh, Primero y Séptimo Uno (Ildabaoth con Saturno) engendrado para dirigir un poder, primera Palabra de la Inteligencia pura! Obra sobre el signo del Padre y del Hijo. Presentándote en este sello el signo de la vida, abro la puerta que tu poder cerró al mundo y libremente atravieso tus dominios. »
(Idem, p.423)
 
Y en otras partes de su obra hace iguales indicaciones, y siempre toma á la estrella de cinco puntas como la expresión exacta del sello de Salomón. Pero la corrección de Blavatsky mencionada arriba y que desenvolveremos mas delante, es suficiente por ahora para notar la inexactitud de Goethe y King, que después de todo, no se propusieron estudiar detenidamente este asunto.
 
 
¿Hay además alguna razón para haber diputado a la estrella de cinco puntas como el sello de Salomón? ¿Ha sido esta, acaso, su propia estructura, cuidadosamente analizada, aunque no tanto como debía serlo para una afirmación semejante?
 
La posición de la estrella de cinco puntas varía así y significa las cosas más opuestas según tenga una o dos puntas hacia arriba o hacia abajo, dando de esta manera más plasticidad a esos símbolos que representa de un modo más gráfico inscribiendo por ejemplo, en el pentágono cuando tiene una punta hacia abajo, la cabeza de un macho cabrío o la de un toro, de manera que en las dos puntas hacia arriba se inscriban los cuernos.
 
Pero invirtiendo la figura se la considera como inscribiendo la figura humana, y como lo remarcaron en su tiempo los cabalistas y lo consignó Enrique Cornelio Agripa en su obra “De Oculta Philosophia, libro II, y lo han observado también desde tiempos inmemoriales los orientales y modernamente entre nosotros el Sr. Soria y Mata en su libro “Origen poliédrico de las especies”.
 
Y tal es también el sentido que tiene en nuestra superstición popular, y así nuestro vulgo, desde tiempos antiguos dispone de dos pentágonos, uno bueno y uno malo, para conjurar las desgracias. La higa, que también es conocida en Italia, es el pentágono del bien, y así se usa ejecutado en coral para preservar del mal de ojo. Mientras que el pentágono del mal es lo que se conoce como “los cuernos”, o sea la mano con los dedos índice y pequero extendidos para maleficiar al enemigo, y que hoy, trasladando ese sentido, se hace invocando al lagarto (!) para preservarse del daño.
 

 
 
 
 
2.  La naturaleza nudal de la estrella de cinco puntas
 
En último término, al cabo de un análisis sobre la figura misma, un pentágono, una pentalfa ó una estrella de cinco puntas, no es ni más ni menos que un nudo. El trazado geométrico de ella ya ofrece la curiosa particularidad que puede trazarse sin levantar la mano, sin dejar el lápiz ó la pluma.
 
Y el carácter nudal es lo más significativo de esta misteriosa figura, ya que fijándose bien en ella se ve perfectamente que es un nudo flojo, sin apretar, lo que puede comprobarse haciendo un nudo sencillo con una cuerda, con una cinta o una tira de papel. Pues bien, dando a estos objetos las vueltas necesarias se engendra un pentágono, lo que no puede hacerse con tanta perfección con otro medio mecánico.

 
Si en un tiempo remoto se quiso representar un nudo en la pentalfa, no es cosa ciertamente averiguada, pero si se puede conjeturarse con alguna probabilidad. Desde luego, como todo laberinto lineal, representa un camino trazado que si no debe seguirse, si se puede seguir; y en este último caso, si en verdad no se dibujó en principio para ser un símbolo, sí pudo serlo después por la posibilidad de serlo.
 
Estamos rodeados constantemente de signos que pueden ser símbolos y emblemas perfectos. Es más, estamos envueltos y circundados por símbolos dormidos y no parece, en efecto, cuando se repara en ello, sino que todo nuestro saber consiste en despertar esa simbólica que yace en el Espíritu y en la Naturaleza,
 
Es curioso recordar en este caso que el enigma, el obstáculo y el misterio se suelen representar en el mundo antiguo en la forma de un nudo que se debe desatar; y también lo que debe proseguir, lo que ha de continuar y lo que necesita renovarse pide siempre una soldadura ó un nudo.
 
Este doble carácter que posee el nudo lo presenta como bueno y como malo, y de ahí la necesidad de ofrecerlo en posiciones distintas y diametrales para simbolizar el bien y el mal.
 
 
Como representación del enigma, el pentágono o la pentalfa transformándose en un nudo, juega un papel importante en la religión antigua, y para ilústralo bueno será recordar el caso el propio ovillo de Ariana, y mejor aún la leyenda del nudo gordiano, y los autores que la refieren la cuentan como pudiera hacerse a quien supiese algo más de lo que ellos dicen.
 
Un labrador de Frigia llamado Gordio, mientras araba su campo se vio rodeado de pájaros. Este hecho lo sorprendió por lo raro, pues no era natural la presencia de las aves en aquella estación. ¿Qué querían aquellos animalitos? ¿No dejarle sembrar o es que esperaban con antelación los frutos de las semillas?
 
Gordio resolvió averiguarlo y fue en busca de un adivino que le aclarase el suceso, pero halló en su camino a una joven que le auguró buena suerte y lo escogió como esposo.
 
En aquellos momentos los frigios que habían resuelto elegir un rey al azar para resolver así una serie de competencias, cercaron a la pareja proclamándola soberana, pues Gordio reunía casualmente la primera condición de los vaticinios y que era la de dirigirse hacia el templo de Zeus llevando un carro, carro que Gordio juntamente con su arado iba á consagrar al dios por su feliz matrimonio.
 
El nudo que Gordio hizo en su yugo adquirió así, por la solemnidad, una poderosa importancia, y con el paso del tiempo se volvió una constitución, un enigma, una seguridad.
 
Cuando Alejandro el Grande llego a Asia Menor y pasó por la ciudad de Gordio, eta se encontraba en su apogeo. La desmoralización del país trabajaba, por decirlo así, tanto por apretarlo como por deshacerlo. Era un tiempo en que se decía que quien desatase el nudo gordiano conseguiría el dominio del Asia.
 
El nudo estaba hecho de corteza de cornejo y tan primorosamente, que era imposible ver donde empezaban los cabos y donde concluían, por lo que Alejandro no halló medio de desatarlo, pero no queriendo tampoco dejarlo sin soltar (no fuera que este fracaso produjera alguna impresión desfavorable en la multitud) lo cortó con la espada, declarando que ya estaba desatado.
 
Y Arriano, el narrador de esta historia añadió:
 
« Pero Aristóbulo afirma que lo que hizo en realidad fue separar el yugo de la lanza, quitando una clavija de madera que la atravesaba de por medio y á la cual estaba atado el nudo. »
(Las expediciones de Alejandro, libro II, cap. 8)
 
De todos modos, después del suceso fuera como fuese, y no debió ser muy fácil, lo cierto es que se celebraron fiestas y que Alejandro se posesionó del reino. Pero esta leyenda, si bien es famosísima y la que mejor expresa la importancia y el valor del nudo, no agota, por decirlo así, toda la significación del simbolismo del nudo.
 
El nudo pentagonal, el nudo sencillo, yo creo que subsiste con todo su valor oculto en las varias supersticiones en que se emplea como acción, ó como cosa imprescindible para la ejecución del hecho que ha de dar un resultado que se espera.
 
Entre otras supersticiones españolas, yo recuerdo las siguientes que no dejan de ser interesantes, y en las que aparece el doble significado de bien y de mal.
 
Cuando un niño se quiebra un hueso se conjura ese accidente en algunos pueblos de Extremadura de la siguiente manera: una pareja que forzosamente han de llamarse Juan y María hienden un mimbre formando con ambas ramas un arco por donde pasar al niño, diciendo tres veces:
 
— Toma María.
— ¿Qué me entregas Juan?
— Un niño quebrado.
— ¿Quién lo sanará?
— La Virgen María
     y el señor San Juan.
 
Luego se ata el mimbre como en los ingertos a escudo y si sueldan los extremos, el niño se cura.
 
Y hay muchas otras supersticiones que si bien no hacen una referencia directa al nudo, si lo abordan en cierto modo, por ejemplo:
 
La mala sombra (mala suerte) que proporciona, según dicen las mujeres de la clase baja, tropezar con un cura, se conjura tocando un hierro ó agarrándose el moño, que es un nudo en último término.
 
Una mujer en cinta no debe devanar una madeja, porque el fruto de sus entrañas se enredará tantas veces con el cordón umbilical como vueltas dé al hilo.
 
A los perros se les combate el moquillo poniéndoles un collar con siete nudos o siete corchos.
 
Un regalo muy estimado por los mozos gallegos y asturianos es la cinta con que sus novias se anudan el corpiño.
 
Al regresar de las romerías en Galicia, las jóvenes atan con nudos las espadañas que encuentran en el camino, y después de pegar con ellas en broma a los jóvenes, si se conservan sin deshacerse creen que se casan durante el año.
 
Una mujer en cinta debe abstenerse de peinar a cualquiera para no perjudicar a la criatura, que ha de dar a luz, al desenredar el pelo a la persona a quien peina.
 
Y al lado de las innúmerables supersticiones sobre el nudo, que desde la India se extienden por todo el mundo, pueden ponerse todas aquellas que indican sujeción o liberación. La India es riquísima en ellas. Por ejemplo, cuando una mujer da a luz entre los indios, el brahmán desata todos los nudos que encuentra en la casa. Y en Alemania del Norte el mismo rito se encuentra adaptado a la actualidad, y cuando la madre llega a su término se abren todas las cerraduras de las puertas, de los cofres, de los armarios, etc., etc.
 
 
En el mundo del crimen y del maleficio la superstición nudal llega á su mayor expresión y sufre todas las transformaciones que ha sufrido en la magia blanca. El nudo se asimila á las nueces, á las habas, á las tijeras, al signo de la cruz, y los signos expresivos ejecutados con los dedos. Hay nudos así buenos y malos.
 
Una vez es la nuez la guardadora de la dicha, como vemos en muchísimos cuentos, y otras veces lo es de la desgracia y del mal. Aunque hoy que las supersticiones van perdiendo la minuciosidad en sus reglas, se confunden esos nudos, pero seguramente en otra época no era indiferente hacerlos hacia arriba o hacia abajo, como no lo fue ni lo es, el poner de esta o de la otra manera el pentágono.
 
Y si toda esta aclaración pareciera fuera de lugar en el estudio que estamos llevando a cabo, para disculpa nuestra recuérdese que en la antigüedad el pueblo peruano al inventar sus famosos quipos que son unas cuerdas anudadas de diferentes colores y de diversa manera para escribir sus mensajes y sus crónicas, hizo el más sublime de los elogios del misterio nudal.
 
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No creo que pueda ser el supuesto y legendario sello de Salomón el pentágono, á pesar de los misterios y las enseñanzas que puedan hallarse en él, y a pesar de ser diputado como tal por algunas autoridades en el asunto.
 
Si realmente ha poseído Salomón un sello, o ha existido un dibujo que simbolizase como grande y definitiva expresión toda la sabiduría humana de un pasado remoto, tal vez, pero de llegar hasta nuestro presente, ese sello debía ser susceptible de mil interpretaciones, debía de tener un sinnúmero de claves, debía en fin, compendiar, cifrar y recordar a la manera de un memorialin, de una habilidad mnemotécnica, una gran parte de los conocimientos humanos y de las revelaciones divinas.
 
El pentágono, la pentalfa o la estrella de cinco puntas debía de ser así una clave social, astronómica, física, química, teológica, etcétera, una clave reducida, sí, pero grande y total de todo el saber. Pero el pentágono claramente no simboliza más que la mano, el hombre y el nudo del misterio.
 
 
 
 
 
3.  La estrella de seis puntas
 
En cambio con más fortuna se puede reflexionar sobre el hexágono a la hexalfa que contiene en sí, desde luego, una clave más universal y eterna. Y si atendemos por ejemplo a la antigüedad o primordialidad de ese signo, observaremos que el hexágono es más universal y más antiguo en su representación.
 
El orden natural de los números es, en efecto, el de su seriación y el orden natural de los polígonos, así como el de los poliedros lo mismo, aunque el de éstos últimos pudiera discutirse. Pero con todo el hexágono puede considerarse como anterior al pentágono en cuanto alas figuras generadoras de la pentalfa y de la hexalfa.
 
Así, si prolongando los lados del pentágono se genera la pentalfa y es el primer polígono engendrado por la prolongación de los lados, en cambio la hexalfa es el primero que sé ofrece por la duplicación del triángulo, el primero de todos los polígonos, y en una ordenación lógica y rigurosa de las variaciones que puede sufrir el triángulo aparecerá antes la hexalfa que la pentalfa.
 
Esta simparidad de la pentalfa, consecuencia de la masculinidad del pentágono, un polígono primo, ha podido ser acaso una razón oculta de las varias que han podido aducirse para la exaltación de la estrella de cinco puntas como el gran símbolo salomónico, pero a ella puede oponerse la feminidad del hexágono consecuencia de su maternidad y de la dualidad que preside a su polígono generador, basado sobre la idea par.
 
(Observación de Cid: no estoy de acuerdo con Rafael Urbano de asociar al hexágono con la feminidad, porque por lo que yo he leído, el triangulo con la punta hacia arriba representa a la masculinidad y el triangulo con la punta hacia abajo representa a la feminidad, y por consiguiente el triangulo de seis puntas representa la unión de los dos. En cuanto al triangulo de cinco puntas, no sabría decirles.)
 
 
El doble triángulo ó hexágono fue conocido en la antigüedad como la estrella de David, y así lo reproduce admirablemente trazado con una especie de lises Juan Alberto Fabricio en la página 1007 de su Codex Pseudoepigraphos, tomándolo de una obra más antigua en la que se recomienda utilizarlo como un protección contra los incendios.
 
 
Los esenios parece que conocieron esta figura pero como el sello de Salomón, y únicamente los demás judíos le atribuían su paternidad al rey David. En la visión de San Juan en Palmos, el señor le dice que “tiene la clave de David”, lo que abre y cierra todo. (Apocalipsis 3:5)
 
En la India es conocida, como ya se ha dicho, esta figura como el sello de Visnú, o igualmente es celebrada en muchos pueblos antiguos como un símbolo o una representación sagrada.
 
Madame Blavatsky dice en su obra “Isis Develada” que:
 
« El Reverendo Samuel Mateer en un libro titulado “El Campo de Caridad” dio con un facsímil de los amuletos que él vio en un antiquísimo texto que tuvo en su posesión sobre encantos y fórmulas mágicas en el lenguaje malayalín, el siguiente símbolo que se dice es eficaz para calmar el temblor causado por la posesión diabólica, y que ha de dibujarse para el efecto sobre una planta que tiene el jugo lechoso y a la que se ha de traspasar con un clavo. »
(Vol. I, p.212)

 
Entre los egipcios era un símbolo de la generación y representaba la unión del agua con el fuego.
 
En la cornisa del templo del Sol en Uxmal (Yucatán) campea de trecho en trecho el hexágono como un signo intermedio entre el sello salomónico y el horus egipcio. Y bueno será recordar que lord Kingsborough atribuye a una emigración judía toda la civilización de la antigua América Central.
 
En el único templo que tienen los yesidís, en Sheikh-Adi (Kurdistan), y que probablemente fue, según se cree, una iglesia cristiana consagrada a San Tadeo, campea el sello salomónico en la clave de su puerta, y es probable también que este signo como tantos otros que allí se ven, haya servido para que la ignorancia extendiese que esa tribu agonizante rinde culto al Demonio, lo que no es cierto en absoluto.
 
Piensoque podrían hallarse muchas representaciones del sello salomónico en diversos países y todas ellas de la mayor y más remota antigüedad. Por ejemplo, el doble triángulo no cabe duda que también es un símbolo hindú que corresponde al doble triángulo de los brahmanes ó el Shvi-Antara.
 
Madame Blavatsky dice:
 
« El triángulo con el vértice hacia abajo es el símbolo de Visnú, el Dios del Principio húmedo y del Agua, siendo Naráyana el Principio moviente en el Nara, ó las aguas; mientras que el triángulo con el vértice hacia arriba es Shiva, el Principio del Fuego simbolizado por la triple llama en su mano. Y estos dos triángulos enlazados, llamados erróneamente el “sello de Salomón” — y los cuales forman también el emblema de nuestra Sociedad Teosófica— son los que producen á la vez el Septenario y la Triada y constituyen la Década. »
(DS II, p.547)

 
No debemos, en verdad, denominar a la hexalfa o hexágono “sello de Salomón” porque es un error hacerlo así debido a que como dice Madame Blavatsky, no fue Salomón su inventor, sino acaso uno de los que más fervientemente lo adoptaron.
 
Pero en este artículo lo seguiremos denominando así para hacernos entender de la mayoría de los lectores debido a que por ese nombre lo conocen. En los antiguos Misterios fue un símbolo físico de la naturaleza, y en la India védica lo vemos exaltado en este sentido.

Por ejemplo, en la magia india después de cada oblación no debe olvidar el creyente en conceder a cada región celeste (dicas) la parte que le corresponde; así los seis dioses que personifican los seis puntos del espacio reciben su porción, pues la ofrenda ha de extenderse en seis partes, invocando por este orden las direcciones: este, sur, oeste, norte, nadir y zenit.
 
Y el Atharva Veda tiene un himno especial para esta ceremonia, en la que alguien ha querido ver más bien una imposición de la liturgia que una práctica de la auténtica y primitiva magia.
 
Esta misma idea de los seis sostenes, de los seis constructores del espacio, la vemos también recogida por los primeros cristianos, por los gnósticos, mejor dicho. En una de las visiones de San Hermas aparecen los seis ángeles de Dios que fueron creados primeramente, y á los cuales entregó el Señor todas las criaturas para que construyesen y dominasen en todas ellas, construyendo la gran Torre de la Iglesia; la Iglesia, el mundo entero, como si dijéramos (ver “El Pastor”, libro I, visión III, cap. 4).
 
Y esta hexada (composición de seis miembros), que hoy puede formar cualquier cristiano con los cuatro evangelistas, el Señor y el Diablo, ha salido de la conjunción de los dos triángulos indios que como el agua y el fuego se ofrecen en una época muy inmediata, y que antes fueron la representación de Agni, del mismo calor, las madres de Agni, los dos trozos de madera, los Aranis, macho y hembra, quienes engendran á su divino hijo.
 
Y Pramatha y Arany, simplificados, se han visto luego como la cruz protohistórica, precristiana, y con más razón como la esvástica.
 
El tránsito del tres ígneo al seis ígneo, y de éste al seis angélico, lo consigna Heráclito (500 años a. de C.). Este filósofo es el primero que nos habla en Occidente del fuego, al que considera como el Primer Principio del que se derivan Seis Radicales. Fue el primero en lanzar esta hermosa frase que ha quedado para la gran mayoría como una mera metáfora: “Nuestra alma es una chispa divina”, y cuyo alcance podemos vislumbrar ahora.
 
Luego Empedocles (460 a. de C.) reconoció también en su época la existencia de Seis Radicales y éstos fueron los cuatro elementos, más el Amor y el Odio. Pero antes que ellos, Pitágoras (580 años a. de C.) había pensado también en el seis, en la hexada, pero no tan precisamente como sus continuadores.
 
Y cuando la conquista del saber dejó de ser entre los griegos la construcción de una enciclopedia, después de Empedocles y á fines de los días de Sócrates (469-399 años a. de C.), cuando el saber y la filosofía perdieron su condición sagrada, prostituyéndose en los diálogos públicos, el pensamiento se apartó de los grandes símbolos, y se hizo humano, torpemente humano contra todo lo verdaderamente divino.
 
Pero al aparecer otra época, los días de la gnosis, cuando la enciclopedia vuelve á ser una necesidad, vuelve á surgir el símbolo, y es claro, es cierto. Simón de Giton, Simón el Mago (37 años d. de C.), como observa Hipólito, recoge de los teósofos helenos el fuego y los Seis Radicales. No podía ser de otro modo.
 
Simón reconoce en el fuego, el ilimitado poder, el Demiurgo, la raíz de todas las cosas, y restablece los Seis Radicales, y en apoyo de su tesis recuerda aquellas palabras antiguas que como un eco de la Doctrina Secreta conociera en otro tiempo Israel. “Y se le apareció el Señor en llama de fuego en medio de una zarza; y veía que la zarza ardía sin consumirse”.
 
Valentín (160 años d. de C.), el autor de Pistis Sophia, sigue a su vez las huellas de Simón Mago, y la Mente, la Verdad, el Mundo, la Vida, la Iglesia y el hombre, son claramente los Seis Radicales de aquel calumniado gnóstico, la Mente, la Inteligencia, la Voz, el Nombre, la Razón y el Pensamiento.
 
Esta hexada palpitará luego en toda la cábala; y Miguel, Gabriel, Suvid, Rafael, Thantabaoth y Erataoth, correspondiendo á las seis constelaciones que se les asignan: la Osa, el Dragón, el Águila, el León, el Can y el Toro llegan á Judea, ¿qué digo? á todo el mundo hebreo, procedentes esta vez de Persia. Es la hexada caldea ajustada y traducida para el pueblo de la cábala.
 
« Es probable —dice King— que los primeros dioses de la raza aria, antes de surgir el indo y el zend, fuesen los poderes de la naturaleza: Indra, el trueno; Mithra, el relámpago; Vayu, el viento; Agni, el fuego; Armaiti, la tierra y Soma, la embriaguez. »
(Ibid p.31)
 
Es curioso que King, tan refractario  a la exada, ofrezca ésta y la presente como una de las más antiguas.
 
Por lo que se refiere a la hexada angélica que como he dicho puede constituirse hoy con los cuatro evangelistas, el Señor y el Demonio, ya qué los primeros no son sino un remedo de los cuatro guardianes del globo, y los dos últimos otros dos ángeles: el primero el del bien, conocido en otro tiempo como el Ángel del gran consejo (ver el libro “La jerarquía celeste” de Dionisio Abeopagita, cap. IV), y el segundo como El Rebelde.
 
Pero esta hexada desaparece cuando el papa Zacarías (741 años d. de C.) acuerda reducirla á la trinidad arcangélica que actualmente conocen los católicos romanos.
 
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La estrella de cinco puntas no puede exaltarse tanto, mientras que en cambio la estrella de seis puntas viene á ser como una clave físico-mística, una perfecta clave matemática, ya que en la hexalfa está contenido, además, todo el simbolismo de la estrella de cinco puntas.
 
Y Madame Blavatsky dice á este propósito refiriéndose al hexágono estrellado:
 
« Todos los diez números están contenidos en él. Pues con un punto en el medio ó en el centro es un signo séptuple ó septenario; sus triángulos denotan el número tres ó la Triada; los dos triángulos muestran la presencia del Binario; los triángulos con el punto central común á ambos producen el Cuaternario; las seis puntas hacen el Senario, y el punto central la Unidad; el Quinario está trazado por combinación, como un compuesto de dos triángulos, el número  par y de  tres lados en cada triángulo, el primer número impar. »
(DS II, p.548)
 
 
Pero hay más. El hexágono puede considerarse como un símbolo o una clave de la construcción o constitución social. Alrededor de un círculo sólo pueden trazarse seis círculos que tengan el mismo radio, círculos que estrechándose más y más, aplanando sus puntos de tangencia se deforman hasta construir un sistema celular, como aquel en el que viven las abejas. Y esta es la razón y no otra de la forma de sus celdas.
 

Y un aplastamiento mayor resulta de todo punto imposible entre cuerpos del mismo diámetro. Un estrechamiento máximo haría saltar al cuerpo del centro y sólo podrían luchar cinco sitiadores que poseyesen idéntico radio.
 
Así, sólo pueden construirse cinco círculos tangentes entre sí y secantes á un sexto, que irán destrozándole á medida que se aproximen, desfigurándose hasta engendrar un sistema pentagonal.
 
En esta primera comparación entre la hexalfa y la pentalfa no se hace más que apuntar la supremacía sobre la segunda, y espero que esto quedará en definitiva establecido más adelante.
 
 
 
 
 
La naturaleza nudal de la estrella de seis puntas
 
El carácter nudal de la estrella de cinco puntas se ofrece como una de las notas más interesantes de esta misteriosa figura, y es de sospechar que la adivinación del mismo ha contribuido no poco á la exaltación de la misma. Pero la hexalfa es también á su vez una representación nudal, y puede verse fácilmente que así es, ya haciendo un nudo con dos cuerdas o dos cintas, o ya sea con una sola.


En el primer caso se engendra el nudo sencillo, el que hace por la generalidad para unir dos cuerdas, dos cables que se quieren enlazar. En el segundo, cuando se utiliza para el caso una sola cuerda, se genera el nudo masónico, un nudo que, como el anterior, puede dibujarse esquemáticamente trazando un hexágono.
 
Examinando, además, con algún detenimiento, algunos de los enlaces más corrientes de la exalta, considerada por lo general como dos triángulos enlazados, éstos nos los podemos figurar ya como cayendo uno de ellos sobre el otro por la parte delantera y cayendo hacia atrás, recordando en ambos casos un broche que se cerrase tomando alternativamente á uno de ellos como abrochador o como hembrilla.

 
Se les representa también enlazados recíprocamente, y entonces vienen á ser algo así como un esquema del nudo recto, del nudo marino o del nudo chato, que sirve para unir más fuertemente, con una mayor seguridad. Y en este último caso el nudo puede considerarse como un símbolo de la asociación. Pero de cualquier modo que considere el nudo hexagonal (llamémosle así) es infinitamente más sano, más robusto, más fuerte que el nudo pentagonal, que ya hemos visto y examinado anteriormente.
 
 
El nudo pentagonal es un nudo que carece de significación, y que no sería ciertamente una imagen verdadera del nudo gordiano, si realmente aquel nudo existió. Es un nudo que no puede hacerse con otro sentido, fuera del de acortar una cuerda, que con el fin de que sea término y remate de línea, de una cinta o de un hilo, ni más ni menos que como lo utilizan aún las mujeres que cosen á mano, ó los chinos que pasan sus monedas por una cuerda anudada en un extremo.
 
Pentagonalmente puede construirse un nudo, pero es un nudo fatal, un nudo malo, el nudo corredizo, y así se ha dibujado muchas veces la pentalfa, ofreciéndola como un esquema de un nudo semejante, aunque no hubiera acaso intención de ello al dibujarla de tal modo, como la hubo de representar una unión en los mencionados dibujos de la hexalfa.
 
 
 
 
 
5.  Observaciones suplementarias
 
Ahora bien; cuando se ha querido representar el sello de Salomón con la pentalfa o con la hexalfa, el dibujo que se ha hecho casi siempre ha sido una representación más complicada y extraña que cualquiera de las analizadas hasta ahora. Por lo general, háyase adoptado la estrella de cinco puntas o la de seis, el dibujo las ha representado como una línea sin fin enlazándose sobre sí misma, y este carácter de eternidad, es símbolo de lo sin fin, sin principio ni término.
 
Ambas representaciones son ocultistas y las más aceptadas, y así vemos la estrella de seis puntas en el sello de la Sociedad Teosófica, y se presenta como hemos visto en el Templo del Sol de Uxmal (en Yucatán).
 
Aun así subsiste el nudo y es un nudo, mejor aún, son dos nudos, que no pueden trazarse sino en un cuarto espacio que no nos es conocido en lo ordinario y corriente de esta existencia.
 
Hasta aquí las representaciones inscribibles del sello de Salomón, las que pueden colocarse dentro de un círculo, tocándole con sus cinco o con sus seis puntas. Hay otras representaciones, otros gráficos que afectan una forma más plana, si se me permite la palabra.
 
Una de ellas, la más corriente y principal, por no decir la única, es la que se ve con frecuencia en muchísimos grimorios, y entre otros en nuestro famoso Libro de San Cipriano, unas veces como dos triángulos que se cruzan sin sobrepasarse, y otras como dos puntas de flecha entrelazadas —en los grimorios portugueses— que recuerdan el enlace de los triángulos del pentágono.
 
La primera posición, que llamaremos española para distinguirla de la segunda, presenta una interesante cuestión sobre la forma del sello salomónico, que ha sido apuntada ya, pero sin solucionarla. ¿Cómo deben enlazárselos triángulos?; y también esta otra de no menor interés ¿cómo deben ser?

 
Si hubiéramos de asentir al testimonio de los que atribuyen a Pitágoras el trazado del sello salomónico (aunque también atribuido a Tales de Mileto) creeríamos intuitivamente que los triángulos deberían enlazarse entrando el uno en el otro y que debían de ser rectangulares, ya que también, por los que le asignan tal invención, se dice que aquél veía en ellos la conjunción del cielo y de la tierra.
 
Pero el sello de Salomón, mejor dicho, el llamado luego así, es muy anterior á Pitágoras porque es, como se ha dicho, el sello de Visnú, una representación del Nirvana.
 
Una sentencia de Hermes Trismegisto dice “Como es arriba es abajo”, y sobro estas palabras, tomándolas en un sentido muy restringido, se ha tomado pie para ofrecer una representación de los triángulos sin sobrepasarse un ápice en su enlace, sin que sobresalgan los ángulos opuestos.
 
Una representación tal del sello salomónico es en verdad admirable, y puede utilizarse en cierto modo para una demostración del famoso teorema de Pitágoras: “el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual á la suma de los cuadrados de los catetos”. Y es más, el gráfico de semejante demostración es tan bello como el que se ofrece en algunos tratados de geometría.
 

 
Pero aun en este supuesto no hay razón suficiente para adoptar semejante representación del perdido sello. Y la razón de tal gráfico yo creo que estriba más bien en que semejante trazado se fijó y extendió por el pueblo árabe. El sello de Zahel o talismán de Saturno es efectivamente cuadrado y así lo trazan indistintamente los hebreos y los árabes, bajo la forma de un cuadrado mágico compuesto con las nueve primeras letras o números, dispuestos de tal modo que suman siempre quince en todas las direcciones.

 
Este talismán tuvo en otro tiempo un gran valor para facilitar el alumbramiento y se suponía que era la transcripción de un nombre de Dios, nombre que no debía ser muy frecuente ó que no debía entregarse á una profanación posible, y que para recordarlo había de saberse la clave.
 
El Beduh, o sea el cuadro, se traza en efecto rápidamente una vez que se sabe que puede inscribirse en él el pretendido sello de Salomón. Ahora bien; perdido el significado judío o árabe de la palabra que revela el cuadrado, lo único que vuelve á subsistir en los pueblos que no hablan el hebreo o el árabe, o que si lo hablan no pueden pronunciar la palabra divina, es sencillamente el memorialín, la clave, el sello de Salomón, mediante el cual puede llegarse a la construcción del gran nombre.
 
Pero más adelante surge un memorialín para el memorialín, y el mejor memorialín para el caso son dos ángulos que se cruzan dentro de un cuadrado. Esto remediaba a los ignorantes del idioma original y a los desmemoriados. Y hay quizás una razón para que fuese adoptada esta forma por el mundo cristiano: es que representa el monograma de María, madre de Jesús; razón análoga a la que, acaso, hizo adoptar á los primeros cristianos afines al gnosticismo, el sello salomónico circular, el hexágono desplegado, porque en él pudieron ver tres veces el nombre de Cristo.
 
 
La preferencia de la hexalfa sobre la pentalfa en el sello salomónico se ha querido explicar haciendo del seis el número predilecto de Salomón; pero si así fuera en las medidas que conservamos del templo y que nos ha transmitido la Biblia, veríamos la exaltación de ese número, y no sucede así, sino todo lo contrario.
 
Por ejemplo, el número de obreros empleados en la construcción del templo, según el texto bíblico (en III Reyes 5:15-16) fue de: 70’000 acarreadores, 80’000 canteros y 3’300 sobrestantes, lo cual son una exaltación del cinco.
 
En las dimensiones del edificio observamos el mismo elogio hacia el cinco ya que leemos que era de 60 codos de largo, 20 de ancho y 30 de alto (III Reyes 6:2).
 
Y la misma preferencia que en el detalle se repite en las habitaciones superiores de 5 codos de altura (III Reyes 5:10).
 
En el sacrificio que se efectuó después de la terminación del templo, el número de las víctimas fueron: 22’000 bueyes y 120’000 (III Reyes 8:63), lo cual es un múltiplo de cinco.
 
Y únicamente la duración de la obra: 7 años (III Reyes 6:38) y algunos otros detalles de la construcción, son elogios de otros números distintos del 5.
 
Podría suponerse, sin embargo, que el elogio del seis por Salomón fue posterior á la erección del templo, o que el sello salomónico no existiera aún, pero es difícil imaginarlo cuando la edificación de aquella obra supone una gran exaltación religiosa, y por lo tanto, alguna iluminación divina.
 
Y en la construcción de su propio palacio Salomón tardó casi el doble que en la construcción del templo, pues invirtió trece años (III Reyes 7:1), y no vemos en este número sino una nueva fuente de desconcierto para esta cábala inocente y degenerada.
 
(Observación de Cid: no concuerdo en esta parte con Rafael Urbano porque se pueden asociar los números como uno quiera, por ejemplo con el tamaño del templo puedo decir que 60 es diez veces seis, 30 es cinco veces seis, y 20 es la tercera parte de sesenta, y de esta forma ya estoy haciendo sobresalir el número seis en el texto bíblico. Pero la realidad es que no sabemos qué tanto de la historia del rey Salomón es verdadero y por lo tanto mi consejo es que no se enfrasquen con este asunto.)
 
 
Pero a pesar de esto, el seis también se ve elogiado y es en El cantar de los cantares, que si bien no es una obra de Salomón, tradicionalmente se le ha referido a él, y en la traducción que hizo Cipriano de Valera puso:
 
« Ved aquí que el lecho de Salomón lo rodean sesenta valientes de los más fuertes de Israel. Que todos tienen espadas, y muy diestros para la guerra. La espada de cada uno sobre su muslo por los temblores nocturnos. »
(III, 7-8)
 
O como dice nuestro Fray Luis de León en su traducción literal y declaración del libro de los cantares de Salomón:
 
« Veis el lecho de Salomón, sesenta de los más valientes de Israel están en su cerco. Todos ellos tienen sus espadas y son guerreadores sabios; la espada de cada uno sobre su muslo por temor de las noches. »
 
Ya se ha referido antes el origen de esta guardia, que se dice por tradición fue instituida para que el rey no volviese á perder su anillo.
 
Y aunque sea muy débil esta nota para fundar sobre ella la hipótesis de la exaltación de la hexalfa como figura exacta del sello de Salomón, no deja empero de tener en sí algo aprovechable en otros aspectos, y sirve efectivamente para confirmar una vez más, dentro de la tradición de esa joya perdida, el carácter generador, vital, que la anima en su más intimo sentido.
 
 
El enlace de ambos triángulos se considera por algunos ocultistas árabes como un signo de generación, y mejor aún, como una representación fúlica. Se cree por esos escritores que es la forma perfecta de la generación humana, pues ven en el enlace de los dos triángulos los órganos reproductores masculinos y femeninos tal como han de disponerse para el mejor resultado.
 
En el texto citado hay, pues, como una ráfaga, como un recuerdo y como una confirmación de ese falicismo que se observa frecuentemente en los grandes símbolos. Y esta idea de generación más sana, más moral, es la que existe en el sherkun indio: la unión de Shiva y de Visnú. El triángulo superior simboliza á Mahadeva y el inferior á Visnú mismo.
 
Resumiendo ahora no vacilo en creer que la verdadera forma del sello salomónico, de Visnú debíamos decir con más propiedad, como observa Madame Blavatsky, es la figura hexagonal, la hexalfa, los dos triángulos equiláteros enlazados tal como aparecen en el sello de la Sociedad Teosófica, donde por cierto aparece también el famoso bastón de Moisés bajo la forma de la serpiente.
 
Sobre este particular me será permitido todavía una digresión más. En la leyenda alcoránica de Salomón se hace una interesante referencia al sello del rey y al bastón del Legislador.
 
Refiriéndose Mahoma al fin del mundo, dice así:
 
« Cuando la sentencia se pronuncie contra ellos (los malos) y esté próxima á ejecutarse haremos salir un monstruo de la tierra que les gritará: “En verdad, los hombres no han creído firmemente en nuestros milagros”. »
(Corán, XXVII, 84)
 
Esta bestia apocalíptica dice la tradición que saldrá de una gran mezquita y que tendrá sesenta codos de largo, cabeza de toro, ojos de cerdo, orejas de elefante, cuernos de ciervo, cuello de avestruz, pelo de león, cola de carnero y pies de camello; que llevará la vara de Moisés y el sello de Salomón, y que tocará con aquella a los buenos y con éste á los malos, iluminando a los unos y cegando a los otros.
 
Únicamente ha de añadirse que no es precisamente la vara de Moisés la serpiente del sello de la Sociedad Teosófica, sino algo que podría entender ligeramente un occidental recordando la representación de Esculapio y de la Vida.
 
 
 
 
 
6.  Conclusión
 
Si Salomón hubo de adoptar un sello que simbolizase todo el saber, es de suponer que adoptara un símbolo, a la vez el más extensivo e intensivo que pudiera imaginarse. Pero Salomón, empero, no es más que un mito semita exaltado por igual por el semita sedentario y escritor y por el semita nómada, creador de las leyendas.
 
Es probable, sin embargo, que los nómadas recogiendo la leyenda en la India la transmitiesen a los sedentarios de Israel y de Judá, llevando como botín de su peregrinación, como resto del saber que se les iba olvidando, el gran símbolo que se ofrece en la India como el más espléndido regalo y donación de los dioses.
 
Sobre el hinduismo de este símbolo creo inútil insistir un momento. Como nota final recordaré que el sello salomónico se prescribía en la antigüedad hebraica confeccionarlo con pasta de harina. Y este recuerdo del soma que aún podemos vislumbrar en algunas formas del pan, tradicionalmente conservadas en algunas naciones latinas como España, Italia y Francia, andando el tiempo se desvía y transforma, y así se prescribe para la formación de tan precioso talismán el ejecutarlo sobre un pergamino virgen.
 
Y por lo que se refiere á la multiplicidad representativa o ideológica de este símbolo, poco tengo que añadir, sino el hecho que es uno de los más completos e integrales que pueden recordarse, y sería el más integral y definitivo si no existiese el de la Sociedad Teosófica, compendio y resumen de toda la ciencia olvidada y de la Doctrina Secreta.
 
Un recuerdo del sello salomónico, quizás una de las múltiples formas que ha podido tener en el pasado, está en la representación gráfica de los dos grandes soplos Yan y Yin que representando el Thai-ki (o sea el Principio Absoluto) no falta nunca en la casa de un buen taoísta. Y toda una ciencia se ha desarrollado alrededor de tan magnífico y espléndido símbolo, como se ve repasando las cuarenta y ocho transformaciones que puede afectar en uno de los libros más antiguos del ocultismo: El Yi King ó Libro de las transformaciones.
 

 
El misterio del nudo, la exaltación de la unión, la manifestación de la dualidad, la expresión de la Justicia, todo está en el Thai-ki, en el sello de Salomón, todo eso se halla en el dragón que guarda los tesoros de todos los cuentos, desde la caja que contiene el libro de Thot hasta la última princesa que espera desencantarse.
 
Tiene el hexágono o la hexalfa sobre la estrella de cinco puntas el ser un triple trazado, un trazado oculto, del rombo que dibujaban los ofitas como símbolo del huevo del universo. Expresa el hexágono una unión perfectísima (y no incompleta como la pentalfa) donde puede verse también la conjunción de dos triángulos en la que únicamente uno sobrepasa al otro, provocando con ello un mal signo ya que hay una desigualdad.
 
Mientras que el hexágono siendo más uniforme ya que generado por triángulos equiláteros muestra un perfecto equilibrio.
 
Y es remarcable que esta figura se encuentra en el lirio, en la azucena, en el loto, e el divino loto, un superlativo místico de toda una época humana; en los dibujos que trazan las placas vibrantes, en los copos de nieve, en la estructura del átomo de hidrógeno.
 
Y también es una clave dimensional ya que expresa las direcciones en el espacio, indica un orden social y señala, en fin, los límites de actividad del hombre hacia arriba, hacia abajo, hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia adelante y hacia atrás.
 
De cualquier modo, es un símbolo perfecto, el más grande y el más intenso; en él puede inscribirse el hombre como el mismo universo. Más sencillamente, la débil realidad que se nos alcanza, el Espíritu liberándose de la gravedad.
 
¿Fue así el sello de Salomón?
 
¡Y qué nos importa ahora!
 
Pudo ser así. Lo que es cierto, lo que es indudable es que esta mística figura es un don, un regalo de los dioses. Pero lastimosamente el símbolo se ha prostituido hasta transformarlo en el sello de un valor positivo, metálico: Pero de ahí, desde su apariencia menguada ha de elevarse por nosotros como una expresión sublime, y haciendo con él esa evolución nos elevaremos nosotros y elevaremos de nuevo al símbolo también»
(Sophia, abril a junio de 1907, p.102-109,150-156,170-179)
 
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIÓN
 
No sabría decirles qué tan cierto sea la correlación que Rafael Urbano hizo de las estrellas de cinco y seis puntas con los nudos, y aunque siento que le faltó detallar más en su explicación esotérica, pienso que su artículo ayuda para profundizar en la comprensión de esos símbolos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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