(Este artículo se publicó en el periódico The Philadelphia Inquirer, del 16 de mayo de 1891, en la página 12; una semana después de la muerte de Blavatsky.)
La vida de Blavatsky
Un breve relato de su carrera en este país [Los Estados Unidos]
Una mujer muy notable
Descripción de su persona, sus hábitos y su hogar
Algo sobre sus asociados y lo que pensaban de ella.
El secretario general de la sección estadounidense de la Sociedad Teosófica, en una carta fechada en Nueva York el 9 de mayo, afirma:
« Han aparecido tantos rumores y declaraciones en los periódicos neoyorquinos sobre el fallecimiento de la Sra. Blavatsky hace tres semanas, que el fallecimiento se mantuvo en secreto hasta ayer, que me permito informar que acabo de recibir un cable del secretario privado de la Sra. Blavatsky que dice lo siguiente: "Falleció el viernes 8 de mayo a las 2:25 de la tarde". Esta hora en Londres sería alrededor de las 9 de la mañana aquí, y el telegrama con el anuncio se recibió aquí entre la 1 y las 2 de la tarde. »
La Sra. Helen P. Blavatsky, cuyo fallecimiento en Londres se anunció ayer en el Times, y sobre cuya carrera se publicaron ayer algunos datos interesantes en estas columnas, nació en el seno de la corte de San Petersburgo.
Su apellido de soltera era Hahn; el de su esposo, Blavatsky. Se casó con Blavatsky siendo colegiala y lo abandonó pocas semanas después. Sobre la separación y sus motivos, se cuentan historias en el círculo íntimo de la corte que sorprenderían a quienes han hablado de ella en los últimos años. Estas historias nunca se han publicado, según el New York Times.
La Sra. Blavatsky llegó a Nueva York a principios de los años setenta, y desde entonces, el escándalo y la tergiversación han circulado libremente con su nombre.
Cuando apareció en Nueva York, sin duda había aprendido mucho de la filosofía de la escuela oriental de religiosos. Si este conocimiento era genuino o no, no es relevante en este contexto.
Se sabe, sin embargo, que viajó por países orientales. Afirma haber viajado entre 1850 y 1870 aproximadamente, entre sacerdotes de Oriente que profesaban el secreto de la religión mágica. No se ha llevado a Nueva York ninguna prueba que lo corrobore. Tampoco se ha discutido.
Por lo que se sabe en Nueva York, apareció aquí alrededor de 1873. Se ha dicho que era una mujer inmoral. Se ha dicho que era una espía rusa. Se ha dicho que organizó la Sociedad Teosófica y la dirigió con el fin de ganarse la vida para ella y el coronel Olcott, con quien se decía que tenía vínculos innobles.
La Sociedad Teosófica, de la que fue fundadora, se fundó en Nueva York unos dos años después de su llegada. Poco después de la fundación de esta sociedad, conoció al coronel Henry S. Olcott.
(Nota de Cid: en realidad Blavatsky conoció a Olcott un año antes de que fundaran la Sociedad Teosófica en noviembre de 1875.)
Olcott era entonces un ferviente espiritista. Madame Blavatsky nunca fue espiritista.
(Nota de Cid: Blavatsky inicialmente fue espiritista pero posteriormente repudió el espiritismo.)
Olcott, sin embargo, se vio envuelto en ciertas dificultades personales, que lo llevaron a romper sus relaciones domésticas y a unir fuerzas con Madame Blavatsky en la formación de una sociedad que pretendía encarnar el estudio de una religión intelectual. Ese fue el inicio de la Sociedad Teosófica.
(Nota de Cid: La Sociedad Teosófica no fomenta "el estudio de una religión intelectual", sino que busca fomentar la fraternidad universal y el estudio del esoterismo y las antiguas enseñanzas sagradas orientales.)
Se hizo necesario atraer la atención pública hacia ella. La muerte del barón de Palm, quien era un auténtico barón y ostentaba numerosos títulos nobiliarios, a pesar de ser un vagabundo y depender de la caridad de Olcott para su alimentación y vestimenta, brindó a la Sociedad Teosófica la oportunidad de explotarse a sí misma.
El funeral, la cremación, y finalmente la dispersión de los restos incinerados del desafortunado barón siguieron, y todo sirvió para atraer la atención del público hacia la Sociedad Teosófica. Todo esto era nuevo para el público estadounidense en aquel entonces.
Hacia 1877, la Sra. Blavatsky alquiló un apartamento en la esquina suroeste de la Octava Avenida y la calle Cuarenta y siete. Este fue el lugar que posteriormente se hizo famoso con el nombre de Lamasería.
El coronel Olcott, separado legalmente de su familia, compartía el apartamento. William Q. Judge, quien había sido místico durante años antes, se unió a los dos socios y comenzó así la carrera pública de la Sociedad Teosófica.
Sobre esto hay mucho que decir, más de lo que cabe en un artículo periodístico. El apartamento en sí era un modesto apartamento de siete u ocho habitaciones en un tercer piso.
El alquiler rondaba los 35 dólares al mes. Los gastos de funcionamiento, incluyendo la cuenta de la mesa y el alquiler de un sirviente, además de la abundante hospitalidad que la Sra. Blavatsky ofreció a algunos amigos personales, podrían haber sido de 30 dólares a la semana, tal vez 40 dólares.
Esta fue la base de todas las historias que han circulado sobre que ella hizo que la teosofía fuera rentable mientras estuvo en Nueva York. Contrarresta esto el hecho indiscutible de que fue corresponsal de periódicos en Rusia y París durante todo ese tiempo.
En ese piso ocurrieron cosas maravillosas, o al menos se decía que eran maravillosas. Donovan, el escultor; Chase, Wimbredge, Harrisse y otros, entre los artistas; Linda Dietz, su hermana y su padre; Sara Cowell; el Sr. y la Sra. Le Moyne; y la Sra. Schevitsch, entre los actores; y el general Abner A. Doubleday, del Ejército de los Estados Unidos; Charles Lotheran, el periodista; Mitchell del Sun; Curtis del World; media docena de sacerdotes católicos; el profesor Alexander Wilder, el famoso antropólogo; y una veintena de otros observadores, más o menos conocidos, están listos hoy para dar testimonio de ciertos sucesos en ese piso que trascendieron las leyes reconocidas de los acontecimientos.
Se exhibieron ante los críticos más agudos que se pudieron seleccionar ciertos fenómenos que ninguno de los presentes pudo explicar. Entrar en una discusión sobre ellos sería abrir una serie de cuentos de hadas.
La Sra. Blavatsky, si bien estaba dispuesta a obrar estas maravillas en presencia de sus amigos, siempre se negaba a hacer algo similar cuando se enfrentaba a un escéptico hostil.
Sus amigos podían burlarse y cuestionar con buen humor todos sus poderes, y ella nunca se enojaba, sino que reía y se divertía con las supuestas maravillas sin una sola palabra de controversia. Sin embargo, en el momento en que aparecía alguien que se le oponía, cerraba su caparazón.
En 1878, fue entrevistada por un hombre que veía las dos caras de la moneda. Si ella era realmente quien decía ser, el mundo estaba destinado a escucharla. Si no lo era, era seguro que había aparecido un digno sucesor de Cagliostro.
(Nota de Cid: Cagliostro fue acusado de ser un embustero.)
En consecuencia, escribió una serie de artículos que atrajeron la atención de todo el país. A partir de ese momento, la Sociedad Teosófica se convirtió en una realidad.
Se ha dicho que la Sociedad Teosófica ha sido utilizada como fuente de ingresos por los dos o tres que se han encargado de todos sus asuntos.
Si acaso eso es cierto, estas personas se conforman con poco, pues la sociedad no ha ingresado suficiente dinero, de forma regular, para alquilar un pequeño salón en Nueva York, y mucho menos para cubrir los gastos de los principales funcionarios que viajan por medio mundo.
Una caracterización personal de Madame Blavatsky, hecha por alguien que la conoció tan íntimamente como cualquiera podría, y que no era su discípulo jurado, es la siguiente:
« Ella era una mujer de al parecer sesenta años cuando se hizo prominente como líder de la Sociedad Teosófica. Algo muy curioso en ella era que un día parecía vieja y al día siguiente parecía joven.
Supongo que fui tan íntimo como cualquiera en mis visitas al apartamento de la calle Cuarenta y Siete, y la he encontrado a las diez de la mañana cuando parecía tener setenta años. La he visto por la noche cuando habría jurado que no tenía treinta y cinco.
Puede tomar esto como la evidencia de un hombre que no sabe de fisonomía, pero WM Chase, Donovan y Wimbredge le dirán lo mismo, y puedo encontrar media docena de otros artistas en Nueva York que hacen lo mismo. Son personas que se dedican a estudiar rostros, y eso es lo que me dijeron después de estudiar su rostro semana tras semana.
Era curiosa en sus hábitos, al igual que en su apariencia. Se ha dicho en la prensa que era muy obesa, pesando más de 136 kilos. De hecho, era una mujer de complexión robusta, y probablemente pesaba 90 kilos.
(Nota de Cid: el coronel Olcott menciona que tras una enfermedad Blavatsky en Nueva York subió mucho de peso, pero por medio de una técnica oculta bajo de peso; y posteriormente en la India, de nuevo tras una grave enfermedad ella volvió a subir de peso y ya no pudo volver a bajarlo.)
Ella era activa y ágil, y nunca se oponía a salir de noche o de día si había algo afuera que considerara digno de ver.
La llevé al circo para ver a ciertas personas que Barnum había anunciado como magos indios. La llevé a la orilla del East River para rastrear a un fantasma que según se decía, remaba río arriba y río abajo en una pequeña barca todas las noches. La llevé a la casa de una supuesta médium, a cinco kilómetros de distancia, donde le dije que probablemente vería algunos trucos ingeniosos del espiritismo.
Todo esto ocurrió mientras ella escribía su gran obra, "Isis Develada" que ha sido considerada uno de los mayores logros intelectuales del siglo XIX.
Y nunca la vi quejarse de problemas físicos. ni de esfuerzo. Solo menciono esto para mostrar cuán infundadas son las historias sobre su letargo físico.
Podría decir que esto indica una curiosa tendencia mental. Se enfurecía cuando alguien cuestionaba la veracidad de una historia que la gente común consideraría sobrenatural.
Por ejemplo, cuando le dije que el fantasma del viejo Shep, al que había ido a ver al East River, probablemente no era más que la imaginación de un borracho, casi ella me echó de casa. Sin embargo no tenía ninguna prueba de la existencia del viejo Shep más allá de lo que yo le había contado.
La característica que inculcaba en todos aquellos que la trataban amistosamente era, sin lugar a dudas, la sinceridad.
Por supuesto, no puedo decir nada sobre la supuesta revelación de su engaño en la India. Y tampoco me propongo cuestionar las declaraciones del profesor Coues, de Washington, sobre si era una impostora.
Solo puedo decir que, suponiendo que lo fuera, ella era más astuta que todas las demás que han aparecido en Nueva York en mis veinticinco años de memoria. »
Al apartamento que ocupó Madame Blavatsky durante la última parte de su estancia en Nueva York acudía una procesión constante de personas cuya importancia se reconocería fácilmente si fuera posible dar una lista completa de sus nombres.
De todo el mundo, personas distinguidas acudían para aprender lo que ella ofrecía bajo el nombre de Teosofía. Y se puede afirmar con seguridad que nadie se marchaba con la menor idea del verdadero significado de lo que enseñaba.
Se ha dicho que era la única persona que sabía qué era la Teosofía. También se ha dicho que Judge lo sabía y que Olcott también. Pero incluso los más avanzados de la sociedad cuestionarán esta afirmación.
Se dice que la Sociedad Teosófica cuenta con unos 2'000 miembros en Estados Unidos. También se dice que estos miembros son admitidos a cambio de dinero y que la Sociedad Teosófica se mantiene mediante cuotas y suscripciones obligatorias.
Además, se dice que al ser admitidos, los miembros se comprometen a obedecer implícitamente los mandatos de la Sra. Blavatsky y a prestarle toda la ayuda moral y pecuniaria posible. Pero eso no es cierto, y lo que la sociedad pueda hacer en el futuro y lo que la Sra. Blavatsky haya dicho en el pasado son dos cosas.
Que la Sociedad Teosófica continúe o no es irrelevante. Lo que la Sra. Blavatsky ha hecho es todo lo que hay que considerar aquí.
Tras cuatro o cinco años de trabajo en Nueva York, ella decidió abandonar el país e ir a la India, donde ya contaba con un amplio apoyo para su plan, que tal como lo había formulado no era nada más ni menos que un renacimiento de lo que los eruditos ingleses han llamado la «Religión de la Sabiduría de Oriente».
Antes de ir a la India, contó con la ayuda de un tal Dya-Nand-Saraswati, un reformador que había viajado por gran parte de la India predicando el renacimiento del budismo original, tal como lo enseñó Gautama-Buda, de forma muy similar a como Martín Lutero predicó el cristianismo original siglos atrás.
También recibió cartas llenas de aliento de un hombre llamado Hurrychund-Chintamon, un erudito pandit que había traducido el Bhagavad-Gild y que posteriormente resultó ser un estafador de renombre.
Creía que la sociedad prosperaría mejor en la India que en América, y tras asegurar su perpetuación aquí, la fundó, en compañía de tres o cuatro seguidores personales, en 1879.
El fin de la Lamasería fue un motivo de tristeza para sus amigos. Se celebró una subasta en la que las pocas bagatelas de objetos orientales que había reunido se vendieron a precio de ganga.
Las descripciones que se han escrito de sus habitaciones en la calle Cuarenta y siete parecen haber sido acuñadas por los autores a partir de recuerdos muy vagos. Lo cierto es que apenas tenía allí objetos de valor intrínseco, y con frecuencia se veía en apuros para cubrir sus gastos corrientes, incluso con la ayuda de Olcott, quien por entonces ejercía la abogacía.
Tras su partida de Nueva York, la Sociedad Teosófica languideció en lo que a Nueva York se refería. Pero se recibieron cartas de la India, algunas de las cuales se publicaron aquí, lo que demostraba que se había logrado un gran avance en la teosofía entre los hindúes.
Por aquella época, se hizo patente la existencia de numerosas publicaciones en la prensa estadounidense y europea que afirmaban que Madame Blavatsky era una espía rusa.
Esta historia se ha contado sobre ella en cada etapa de su carrera desde 1865. Pero ninguno de los escritores que la han repetido ha aportado una sola declaración que la corrobore. Sin embargo, se le ha quedado grabada, y durante su estancia en la India, sin duda, ella se sintió profundamente avergonzada por la reiteración de esta reflexión sobre su personalidad.
En cuanto a su carrera en la India, han llegado a este país muchas historias contradictorias. Es cierto que fue acusada de impostura por personas muy respetables.
El Dr. Hodgson fue enviado hace unos seis años por la Sociedad de Investigación Psíquica de Londres, y pasó dos o tres meses en la India con el objetivo declarado de averiguar si era o no una farsante.
Una tal Sra. Coulomb, quien había sido empleada de la Sra. Blavatsky como ama de llaves, y de quien se dice que tuvo algunas diferencias personales con ella antes de la llegada del Dr. Hodgson, le hizo una declaración a este caballero sobre imposturas de las que declaró que la Sra. Blavatsky era culpable.
El informe del Dr. Hodgson fue, sin duda, el golpe más duro que la Sociedad Teosófica haya recibido jamás. Puso en una posición de antagonismo a muchas personas que antes mantenían una actitud de duda. Y también alienó a muchos que hasta entonces se habían inclinado a creer en las afirmaciones de la sociedad.
La Sra. Blavatsky poco después abandonó la India y tras un viaje por Europa se instaló en Londres donde había permanecido durante los últimos tres o cuatro años.
Desde su salida de la India, se ha producido un notable resurgimiento de la teosofía en Inglaterra. Sin duda, esto se debe a su influencia personal sobre cierto grupo de pensadores ingleses.
No se puede citar un ejemplo más notable que el de Annie Besant, quien ahora es una teósofa declarada, y hasta su encuentro con la Sra. Blavatsky, había sido una de las líderes del pensamiento ateo y una firme seguidora de Charles Bradlaugh.
Madame Blavatsky fue o no la profetisa de una nueva religión. Decía que era antigua, pero era nueva en este país, donde la introdujo. Fue o no una de las pensadoras más avanzadas del siglo XIX. Estaba o no dotada de ciertos poderes que afirmaba haber adquirido mediante el estudio de la religión oriental, poderes que manifestaba libremente a quienes estuvieran dispuestos a verla o escucharla.
No era una farsante común. No exhibió sus supuestos poderes por dinero. No se prestó —al menos mientras estuvo en Estados Unidos— a ninguna exhibición por la que se cobrara un centavo a nadie. No exigió dinero a ningún miembro de su sociedad, y no se benefició ni un centavo de los escasos dólares que ingresó en la sociedad mientras estuvo aquí. Obtuvo sus escasos ingresos del extranjero y trabajó duro para conseguirlos.
Fue una mujer de una educación excepcional, con una mente capaz de confundir a algunos de los más brillantes intelectos de la época. Logró convencer a quienes no creían en el espiritismo ni en lo sobrenatural de que poseía poderes inexplicables.
Denostó las religiones aceptadas en esta parte del mundo, y en su lugar ofreció la teosofía. A este nuevo o antiguo credo, creencia, teoría o filosofía, sea cual sea, al menos 2'000 estadounidenses se han adherido.
Ya fuera una Cagliostro o una Juana Bautista, ha dejado huella.
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