LAS EXPERIENCIAS QUE TUVO HANNAH WOLFF CON BLAVATSKY

 
(El siguiente artículo se publicó en el periódico Two Worlds de Manchester, Inglaterra, el 11 de diciembre de 1891, p.671-672.)
 
 
 
MADAME BLAVATSKY
 
Por Hannah M. Wolff
 
Hay tal diversidad de opiniones con respecto a esta notable y notoria mujer, y el resultado combinado de los artículos publicados sobre ella es de un carácter tan extrañamente caleidoscópico que me siento tentada a agregar mi toque de color a la masa de evidencia que eventualmente determinará el veredicto con respecto a ella.
 
No se puede negar que fue una mujer de gran capacidad intelectual y gran diversidad de talentos. Ella había sido sólidamente educada; había viajado mucho; era casi obsesionadamente aficionada a la aventura; no tenía miedo físico ni moral; era una observadora cercana de las escenas por las que pasaba y de las circunstancias que la rodeaban. Tenía una prontitud maravillosa de adaptabilidad a su entorno y sabía "abundar y sufrir necesidad". Le encantaba ganar cualquier tipo de ascendencia intelectual sobre los que la rodeaban, y particularmente dominar a hombres de reconocido calibre mental. Ella haría todo lo posible para engañarlos, despreciarlos y burlarse mentalmente de ellos cuando era manipulada.
 
(Esto es falso porque yo no he visto en ninguna anécdota sobre Blavatsky que ella haya actuado de esa manera.)
 
La vi por primera vez a principios de 1874 en el Hogar de la Mujer Trabajadora ubicada en la calle Elizabeth en Nueva York, donde llamé para contratar a una mujer para el periódico en el que entonces yo laboraba. Al entrar en la habitación de la señora a la que iba a entrevistar (la habitación la compartían otras cuatro reclusas) vi medio sentada, medio recostada en el suelo sin alfombra, a una mujer escasamente vestida, y según pensé entonces, muy estúpida y poco atractiva, era una señora que me fue presentada como Madame Blavatsky.
 
En ese momento ella era bastante robusta, aunque no tan difícil de moverse como se volvió posteriormente. Su tez, que debió de ser blanca en su juventud, era aletargada, pastosa y mugrienta; sus ojos eran magnéticos y peculiares, con una fascinación extraña e irresistible en sus profundidades azul grisáceo, pero en ningún sentido eran hermosos, como algunos los han descrito. Su nariz era una catástrofe, como la de Petrea, un apéndice de uso y no de adorno, y su boca carecía de fuerza y era animal. La forma de su cabeza era finamente intelectual, y su cabello era el más peculiar que he visto en mi vida. Era muy grueso y no largo, recogido en un nudo en la parte posterior de su cabeza. Su peculiaridad consistía en que si bien era de color rubio, su textura era como la del negro. Era suave, fino y de color claro, pero lanudo.
 
Cuando concluyó mi entrevista con la señorita M., Madame Blavatsky, que conservaba su posición y su actitud extremadamente descuidada en el suelo, y mientras escuchaba atentamente nuestra conversación, liaba y fumaba cigarrillos con la rapidez más maravillosa, entabló una conversación conmigo.
 
Ella se mostró deseosa de informarse sobre la posición de la mujer en la prensa de este país, y mi rol de entrevistadora fue cambiado al de entrevistada en la conversación que se inició entre nosotras. Le di toda la información que pude pero salí de esa habitación con la nueva sensación de haber conocido a una mujer culta, intelectual, con maravillosas facultades de conversación, que no tenía más sentido del decoro ni sentimiento de modestia natural que el gato o el perro que se revuelca por el suelo a su antojo. Durante esa conversación ella me informó que se detenía en el Hogar de la Mujer Trabajadora por razones económicas.
 
Un mes o seis semanas después me la encontré en la antesala de una de las convenciones de mujeres. Luego me dijo que había recibido una gran suma de dinero de Rusia y que se alojaba en un hotel caro en la Cuarta avenida, cerca de la calle 23. En esa ocasión invitó a media docena de damas a almorzar con ella y, posteriormente, me dijo que su cuenta ascendía a 5 dólares cada una. Creo que esta prodigalidad en los gastos era habitual en ella cuando tenía recursos. Pero cuando su bolsa se derrumbó, se retiró a una vivienda humilde y se contentó con una comida frugal.
 
Ella era pródiga, pero no generosa; lujosa, pero no benévola. En ningún momento tuvo la necesidad de estar apretada por los medios de comodidad ya que tenía un lápiz listo y podía, cada vez que se presentaba el incentivo, hacer rápidamente la mayoría de los bocetos gráficos y vendibles de la vida rusa o de otro tipo, con los que estaba familiarizada. No era raro que ella recibiera 30, 40 o 50 dólares por bocetos dibujados en unos minutos cuando estaba de humor.
 
Dos o tres meses después de que la conocí, expresó el deseo a un amigo mío, que era un espiritista ferviente, de asistir a algunas de las conferencias espiritistas y estudiar sus fenómenos y filosofía, de los cuales ella decía ignorar. El Sr. W. la llevó a una conferencia dada por E.V. Wilson, un destacado orador de trance y médium de prueba. Al final de la conferencia, ella recibió de él lo que consideró una prueba muy notable, y le dijo al Sr. Wilson que era la primera experiencia de ese tipo que ella había tenido.
 
(Esto es falso porque Blavatsky tenía mucho conocimiento y experiencia con el espiritismo y ella era muy crítica hacia los médiums, ver link.)
 
Desde entonces, ella ha afirmado, y otros lo han hecho por ella, que años antes de esto, no solo había investigado fenómenos espiritistas, sino que había intentado establecer algún tipo de organización espiritista en Constantinopla. No sé cuál de sus afirmaciones era cierta, sólo sé lo que nos dijo.
 
Ella nos dijo, sin embargo, que durante muchos años había sido consciente de extraños y peculiares dones psíquicos y experiencias que probablemente podrían explicarse mejor con la hipótesis espiritista de la mediumnidad. En esa época se acostumbró a pasarse por mis habitaciones y conversar conmigo sobre sus viajes, fenómenos ocultos, etc.
 
Hablaba de haber estado con Garibaldi en su lucha, pero nunca pude sujetarla a ese tema tanto como para obtener algún relato sucinto o lúcido de sus aventuras como soldada. Ella me mostró la cicatriz de lo que dijo que era una herida de sable. Un conocido suyo ruso me dijo que era la marca del knout, una de las tantas que le marcaron el cuerpo, recibida por complicidad con los nihilistas. Si esto fuera cierto, no puedo imaginar por qué ella no me lo dijo ya que ella sabía que yo simpatizaba sinceramente con esta clase en Rusia, aunque desaprobaba algunos de sus métodos.
 
Al relatar sus experiencias en Oriente, nunca se refirió a haber hecho algún estudio del budismo.
 
(Esto es falso porque Blavatsky tenía un conocimiento muy profundo del budismo y cada vez que podía ella les introducía a los occidentales conceptos del budismo tales como el karma y la reencarnación, ver link.)
 
Era evidente desde el principio que fumaba tabaco en exceso, frecuentemente, según me dijo, usando una libra por día. Pronto supe que también ella era adicta al consumo de hachís. Varias veces trató de persuadirme para que probara el efecto en mí misma. Dijo que había fumado opio, visto sus visiones y soñado sus sueños, pero que las bienaventuranzas disfrutadas en el uso del hachís eran como el cielo para su infierno. Dijo que no encontró nada comparable con sus efectos para despertar y estimular la imaginación.
 
(La afirmación de que Blavatsky había fumado opio es una mentira inventada por la señora Wolff, y que Blavatsky fumaba hachís fue otra mentira inventada por Albert Leighton Rawson, ver link.)
 
En todas las entrevistas que tuve con ella, y fueron muchas, durante los cuatro o más meses de mi relación con ella, nunca mencionó la teosofía. Siempre creí que era una ocurrencia tardía surgida de alguna semilla sembrada en su fértil cerebro por algunas de sus experiencias en el espiritismo y sus incursiones en una mediumnidad al menos semi espuria.
 
(Esto es falso porque Blavatsky se la pasaba hablando de teosofía, lean por ejemplo la entrevista que le hizo Charles Johnston, link.)
 
Muy poco tiempo después de su asistencia a la conferencia de EV Wilson a la que se aludió anteriormente, declaró al Sr. W. haber tenido un nuevo y singular desarrollo del poder oculto. Afirmó que las fotografías que se dejaban en su poder y se guardaban en una caja o cajón, sin la ayuda de la intervención humana, se coloreaban como con pigmentos de acuarela.
 
Le pidió al Sr. W. que fuera a su alojamiento y viera algunos de estos especímenes de arte espiritual, y también me invitó. Fuimos. En ese momento había gastado la gran suma de dinero que recibió de Rusia y se había mudado a un barrio barato en el centro de la ciudad.
 
El apartamento que ella ocupaba lo compartía en plan cooperativo con un grupo de periodistas de tendencias más bien bohemias, dos caballeros y una dama. Había una habitación de buen tamaño que servía como una especie de sala al que se abrían los dormitorios. El mobiliario de la habitación consistía en una pequeña mesa de comedor, algunas sillas y una cómoda antigua que también servía de aparador. Este escritorio estaba justo enfrente de la puerta de un pequeño dormitorio ocupado por Madame Blavatsky.
 
Las fotografías estaban en uno de los tres cajoncitos en la parte superior de la cómoda. Nos las mostró y explicó que la coloración parecía hacerse principalmente en la noche cuando la naturaleza estaba de mal humor.
 
Posteriormente trabé relación con los tres jóvenes periodistas que ocupaban las otras tres habitaciones del apartamento, y me dijeron que ellos, siendo escépticos en cuanto a los poderes ocultos de la señora, habían puesto al acecho al espíritu que trabajaba en las guardias nocturnas, y lo había descubierto materializado en la forma de Madame Blavatsky, vestida de saque de nuit; la habían visto deslizarse suavemente por la habitación, armada con una lámpara, colores y pinceles, sacar los cuadros de los cajones y trabajar rápidamente en ellos uno tras otro hasta que estuvieron casi terminados en una sola sesión.
 
(No he encontrado a nadie más atestiguar de esta historia.)
 
Aproximadamente en ese momento ella visitó mis habitaciones y me dijo que estaba haciendo un trabajo literario en inglés pero como no estaba suficientemente familiarizada con el idioma para escribirlo con corrección gramatical, deseaba asegurarse de mis servicios como editora.
 
(Esto es falso porque Blavatsky ya tenía gente que efectuara esas labores, el coronel Olcott fue quien corrigió el inglés de Isis Develada y el Dr. Alexander Wilder fue quien editó esa obra.)
 
En respuesta a mi pregunta sobre la naturaleza del trabajo, dijo que era una crítica humorísticamente satírica sobre el Gobierno de los Estados Unidos.
 
(Esto también es falso porque en ninguna parte Isis Develada trata de eso.)
 
Me aventuré a sugerir que podría pensarse que era una impertinencia que una persona que había estado tan poco tiempo en el país como ella, que tenía tan poco conocimiento de sus instituciones, intentara construir una estructura así, pero ella se puso a llorar y declaró que yo debía examinar el libro antes de condenarla. Ella se fue, comprometida a traer manuscritos en unos días.
 
Mientras tanto, me encontré con la Sra. Y, la señora que compartía el apartamento con Blavatsky, y le conté la proposición. Parecía burlona y dijo: "Cuando recibas ese manuscrito, házmelo saber y tendré algo que proponerte. No te comprometas a intentar el trabajo hasta que te haya visto".
 
A los pocos días el manuscrito inacabado quedó en mis habitaciones. Le envié una línea a la Sra. Y y ella respondió de inmediato viniendo a verme.
 
-        "Ahora", dijo, "quiero que vayas conmigo a Brooklyn, a la casa donde se escribió esto, mientras Madame era la invitada de la gente, que son los rusos".
 
Fuimos, y encontré al Sr. ------- y esposa gente muy culta y encantadora. La Sra. Y le dijo a nuestro anfitrión que Madame Blavatsky me pidió que editara su trabajo sobre nuestro gobierno.
 
-        "¿Te dijo que era original?" preguntó.
 
-        "Ciertamente", respondí. "Ella afirmó que era una expresión satírica de sus propios puntos de vista sobre nuestro gobierno".
 
-        "Bueno", dijo él, "la parte que tienes en realidad ella la tradujo de este volumen"
 
Y sacando un libro de la caja cercana, dijo:
 
-        "El segundo volumen que tomó prestado cuando se fue de aquí y aún no ha regresado".
 
El libro fue obra de un célebre humorista ruso, cuyo nombre se me ha escapado. Sr. -----
 
Luego dijo:
 
-        "Si me sigue en las páginas que tiene, traduciré algunos párrafos de la impresión".
 
Y el manuscrito era una traducción casi literal del libro, "Estados Unidos" se sustituyó por "Rusia", "Presidente" por "Zar" y se introdujeron algunos otros cambios y adaptaciones necesarios. La supuesta obra original de Madame fue un completo robo.
 
Cuando le devolví el manuscrito con una nota explicando mis razones para no aceptar el encargo, ella no respondió, pero más tarde cuando me la encontré por casualidad y le mencioné el asunto, ella respondió burlonamente que como los estadounidenses ignoraban casi por completo la literatura rusa, ella vio ningún daño en lo que había intentado.
 
(No existe ese libro.)
 
Esto cerró mi relación personal con la fundadora y suma sacerdotisa de la Teosofía.
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIÓN
 
Dado que este artículo dice muchas falsedades y que no existe otra persona que atestigüe los eventos que se relatan, yo concluyo que en realidad el autor de este artículo inventó esos encuentros y esas conversaciones que pretendió haber tenido con Blavatsky.
 
 
 
 
 
CONCLUSIÓN
 
Este artículo fue elaborado por un detractor de Blavatsky quien lo escribió para despreciarla haciéndola pasar por una vividora embustera, y aprovechando que Blavatsky ya había fallecido siete meses antes (ella murió el 8 de mayo de 1891) y por lo tanto ella ya no podía defenderse.
 
Sospecho que incluso el nombre de Hannah M. Wolff es un seudónimo que utilizó el autor de este artículo para ocultar su identidad. Y desafortunadamente otros detractores han utilizado este artículo como si fuera un documento legítimo para seguir denigrando a Blavatsky.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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