Franz
Hartmann fue un esoterista que convivió durante 17 meses con Blavatsky y él atestiguó los siguientes
fenómenos:
« Viví como huésped de H.P. Blavatsky en la sede de
Adyar de 1883 a 1885. Fui con ella a Europa, me quedé con ella durante un
tiempo en Toure del Greco, en Nápoles. La vi después repetidamente en Wurzburg
y Londres, y la vi lo suficiente como para estar convencido de que ella era la
persona más extraordinaria que he visto en mi vida, y que ella estaba en
posesión de poderes ocultos muy peculiares, como la lectura del pensamiento, la
respuesta a preguntas, etc.
Previamente yo había estado
investigando los fenómenos espiritistas durante quince años en los Estados
Unidos antes de ir a la India, y los fenómenos que presencié en presencia de
H.P. Blavatsky no eran nada nuevo para mí. No me importaba saber si las
"letras ocultas" que recibí tenían su origen en el cerebro de
Blavatsky o si fueron "precipitadas" por algún adepto tibetano o
alguno de sus discípulos, solo me interesaba su contenido. »
(The Word, mayo de
1907, p. 72-73)
« Estuve presente en ciertas ocasiones cuando el Maestro
se le apareció a ella, y ella habló con él. Yo no podía verlo con los ojos,
pero sentía su presencia, y su influencia impregnó todo mi ser y me llenó de
una sensación de felicidad indescriptible que duró varios días. Y su poder
despertó dentro de mí un estado superior de conciencia, y me hizo sentir en
ocasiones como si esa consciencia fuera mía y yo mismo fuera el Maestro.
Se han escrito muchas tonterías
sobre los fenómenos ocultos producidos por Madame Blavatsky, por parte de sus
enemigos y por otros que les daban una importancia indebida. Ella no era un
"médium espiritual" produciendo fenómenos bajo condiciones de prueba
con el propósito de probar su realidad, ni recibió ningún dinero por ello.
Todos los fenómenos que presencié en
su presencia fueron indudablemente genuinos, pero si es cierto que
ocasionalmente se ayudaba de los espíritus quienes jugaban algún truco. Sin
embargo no la criticaría demasiado severamente por eso, debido a que su único
propósito era inducir a las personas a estudiar las leyes superiores de la
vida, a elevarlas a una concepción más avanzada de la verdad eterna y
enseñarles a pensar por ellas mismas.
Ella quería llamar la atención del
mundo por todos los medios posibles a las enseñanzas superiores que le fueron
dadas por los Maestros, y los fenómenos no eran para ella más que los dulces,
con los cuales ella incitaba a las personas para querer aprender más sobre esos
temas. Y también se puede afirmar que las acusaciones que le hicieron las
personas ignorantes y no espirituales a menudo eran de un absurdo increíble y
extremadamente egoístas.
Hubo uno que insistió en que ella
debía contactar con los santos del Himalaya para que le aseguraran que su
esposa diera a luz a un hijo, otro para que le consiguiera una cita de pago en
una oficina del gobierno, otro quería encontrar un comprador para su casa, otro
quería un buen lugar para abrir una tienda de venta de queso, etc. Y si tales
"buscadores de la verdad" no recibían una respuesta favorable, pronto
se convertirían en sus enemigos, pero ellos no tenían nada que ver con las
enseñanzas de la sabiduría.
Por lo tanto, no es de sorprenderse
que H.P. Blavatsky a veces se divirtiera burlándose de esos tontos. De hecho,
su sentido del humor era muy bueno, y uno de sus lados objetables era que le
encantaba hacer ese deporte incluso con sus mejores amigos.
Ya en el primer día después de mi
llegada a Adyar recibí a través de Madame Blavatsky una prueba inesperada e
irrefutable de sus poderes. Fui a su habitación y la encontré escribiendo. Sin
desear molestarla, me senté cerca de la ventana y pensé en una amiga mía que
había muerto en Galveston hace unos años atrás, preguntándome qué había sido de
ella.
Noté que Madame Blavatsky giró su
papel y parecía jugar con su lápiz en un estado de distracción con una mirada
lejana. Luego me entregó el papel, y éste contenía la respuesta a mi pregunta
en la forma de un dibujo que representaba el cadáver de mi amiga extendido en
el suelo y un elemental parado a su lado, observando el escape del alma astral,
mientras el paso de su espíritu a las esferas superiores estaba indicado por un
arcoíris.
Y evidencias similares de su poder
oculto recibí a menudo. Algunas veces era por medio de la escritura directa
producida por alguna entidad invisible. Y cartas enteras escritas de esa manera
fueron encontradas en mi escritorio cerrado. Pero estos fenómenos no eran nada
nuevo para mí, ya que los había visto a menudo en los Estados Unidos durante mi
incursión en el espiritismo. Por lo que no los miré con sospecha de que se
tratara de un engaño. Truco o no truco era lo mismo para mí, porque yo solo
estaba interesado en el contenido de las cartas y no en la forma en que éstas
fueron escritas y enviadas a mí.
Vi una gran cantidad de fenómenos
ocultos que tuvieron lugar en su presencia. Pero lo más sorprendente de todos
los fenómenos fue para mí el hecho de que ella pudo escribir artículos sobre
temas ocultos para la revista The
Theosophist y entregar sin ninguna preparación previa conferencias públicas
que encontraron audiencias interesadas y apreciativas en la India y luego en
los Estados Unidos, Alemania e Italia. Y esto a pesar de que ella nunca había
hablado en público antes de llegar a la India. »
(The Occult Review, enero de 1908, p.7-35)
Blavatsky
era clarividente y telépata
« Un volumen de buen tamaño podría estar lleno de
historias sobre el poder clarividente de Helena y los fenómenos ocultos que
ocurrieron en su presencia, pero no vale la pena mencionar estas cosas en un
momento en que cualquiera que esté familiarizado con el espiritismo lo sabe
todo acerca de tales hechos.
Sin embargo es importante saber que
Helena a menudo tenía visiones de personas vivas que se le aparecían en sus
cuerpos astrales, y entre los cuales se afirma que estuvieron dos Adeptos que
se decía que vivían en el Tíbet.
A estos Adeptos ella los conoció a
una edad más avanzada en el plano físico, es decir cuando ella estuvo en el
Tíbet y las Indias Orientales, y ellos fueron sus instructores y le enseñaron
día a día hasta el final de su vida en la tierra; e hicieron esto incluso
cuando su lugar de residencia se encontraba ubicado a una distancia de miles de
millas de distancia de donde ella vivía.
Sin duda esta afirmación sonará muy
extraña para quienes todavía son bastante ignorantes de esas fuerzas psíquicas
que aún no se han desarrollado en todos nosotros, pero el hecho es que un
conocimiento práctico de la llamada telepatía que permite a una persona transferir
su pensamiento hacia otra persona a una distancia considerable es bien conocido
hoy en día, y también sabemos que una mayor o menor cantidad de millas entre
dos personas es un problema de poca importancia cuando se trata de transferir
el pensamiento como sucede mecánicamente en la telegrafía inalámbrica.
Recordando que la fuerza y la
materia son esencialmente la misma cosa, y mirando los fenómenos de la
transferencia del pensamientos bajo esta luz, el hecho de que un humano pueda
ser capaz de transferir sus pensamientos hacia otro humano con quien está
mentalmente conectado por simpatía mutua, o incluso para que pueda aparecer al
otro en persona, ya no parece nada sobrenatural y se vuelve algo enteramente
dentro del rango de la ley natural.
Y es así como la mente de Helena
estaba en conexión con las mentes de sus maestros. »
(The Word,
noviembre de 1906, p.96-102)
Reflexiones
«
¿Y los
fenómenos que ella produjo?
A esa pregunta yo respondo que si
fueron verdaderos, pero también añado que si el fin de las aspiraciones de
Blavatsky hubiera sido solamente la satisfacción de asombrar al mundo con los
fenómenos ocultos que ella produjo, y si hubiera sido la misión de la Sociedad
Teosófica investigar la autenticidad de tales fenómenos, y si hubiera existido
la intención de hacer dinero exhibiendo al público fenómenos falsos; entonces
si tal hubiera sido la intención de HPB, una investigación profunda sobre la
naturaleza de esos fenómenos producidos por ella podría ser de importancia.
Pero dado que ese no fue el caso, el estudio de esos fenómenos no es
importante.
Para Blavatsky los fenómenos no eran
más que un medio para lograr su fin, a saber el de motivar a la humanidad a
abandonar las oscuras cuevas del materialismo y la superstición, y de inducir a
las personas a investigar sus propios sistemas de religión de una manera más
profunda, y sobre todo buscar esa sabiduría superior que no se encuentra ni en
libros, ni en ningún fenómeno cualquiera, ni en ningún otro lugar que no sea
dentro del propio Ser divino del hombre. »
(The Word,
noviembre de 1906, p.96-102)
« Debido al universal error existente con respecto a la
naturaleza del hombre, y la ignorancia de lo que es divino en esta naturaleza,
Helena Blavatsky ha sido universalmente mal comprendida y desnaturalizada.
Y después de
una larga y paciente observación, se ha reforzado una convicción que yo mismo
insistentemente he rehusado en aceptar, pero es la constatación que mucho más
daño ha sido hecho por los celosos amigos y admiradores de H.P.B. que por sus
enemigos.
Blavatsky jamás
pidió que la deificaran y negó la posesión de poderes milagrosos, pero hubo
muchos de sus partidarios que rindieron a su persona una adoración fetichista,
haciendo las más rudas y extravagantes relaciones en su favor, y la cuales sólo
trajeron el descrédito sobre ella y la Sociedad Teosófica, en tanto que con muy
pocas excepciones, estos amigos entusiastas fueron los primeros en abandonarla
convirtiéndose en sus enemigos, cuando las ilusiones que ellos mismos creaban
se desvanecían.
Conforme a las
historias inventadas, creídas y circuladas por estos admiradores, ellos decían
que H.P.B. estaba continuamente acompañada de espíritus, invisibles “Maestros
del Tíbet”, esperando servirla, y verbatim
le dictaban sus escritos o “precipitaban” manuscritos mientras ella echaba
la siesta. (4)
Gnomos, silfos,
ondinas y salamandras estuvieron siempre bajo su mando, llevando sus cartas e
inspeccionando la cocina. No ocurría nada en cualquier parte del mundo que
según tales historias, ella no conociese; pero fue perfectamente evidente para
los observadores neutrales, que Blavatsky no lo sabía todo y que igualmente en
sus más grandes turbaciones, el bello correo no funcionaba; y que para recibir
noticias ella se valía, como los demás mortales, de los terrestres correos y
telégrafos.
Ello es que en
la base de tales aserciones había una cierta cantidad de verdad, pero los
hechos fueron exagerados más allá de todo límite por sus entusiastas amigos.
Blavatsky según
su propia confesión, no era instruida. Y tampoco era muy inteligente. Las
grandes cosas que hizo, lo fueron con la ayuda de alguno de sus asociados, del
modo más torpe, y frecuentemente perjudicó al buen resultado.
Por lo tanto al
ser llamada “el más grande impostor del siglo” por el agente de la Sociedad para las Investigaciones Psíquicas,
y presentarla con ese título, eso certifica simplemente la incapacidad de ese
individuo para juzgar a Blavatsky, porque todos los que la conocieron pueden
atestiguar que ella nunca fue capaz de disfrazarse, y cualquier impostura,
grande o pequeña, que hubiese intentado, habría sido inmediatamente sido
descubierta, aun por un niño. »
(Lucifer, julio de 1891, p.365-373)
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