(Los siguientes textos se encuentran en el libro "El Océano de la Teosofía" de William Judge; añadí subtítulos para facilitar su lectura, y en morado puse mis comentarios.)
CAPÍTULO 2B
El conocimiento de las antiguas civilizaciones
La verdadera edad del mundo ha sido puesta en duda durante mucho tiempo por los investigadores occidentales, quienes hasta la fecha han mostrado una singular reticencia a aceptar las enseñanzas de los registros de pueblos orientales mucho más antiguos que Occidente. Sin embargo es con los orientales que está la verdad al respecto.
Se admite que la civilización egipcia floreció hace muchos siglos, y como no existen escuelas egipcias vivas de aprendizaje antiguo que ofendan al orgullo moderno, y quizás porque los judíos "salieron de Egipto" para afianzar la malinterpretada tradición mosaica sobre el progreso moderno, las inscripciones talladas en roca y escritas en papiros tienen hoy algo más de credibilidad que el pensamiento y los registros vivos de los hindúes.
Pues estos últimos aún están entre nosotros, y sería inadmisible admitir que una raza pobre y conquistada posee un conocimiento sobre la edad del hombre y su mundo que la flor y nata occidental de la cultura, la guerra y la anexión desconoce.
Desde que los ignorantes monjes y teólogos de Asia Menor y Europa lograron imponer el relato mosaico de la génesis de la tierra y el hombre a la futura evolución occidental, incluso los más eruditos científicos han temido los años transcurridos desde Adán, o han sido distorsionados en sus pensamientos y percepciones cada vez que sus ojos se fijaban en una cronología distinta a la de unas pocas tribus de los hijos de Jacob.
Incluso la noble, antigua y silenciosa pirámide de Giza, custodiada por la Esfinge y Memnón de piedra, ha sido degradada por Piazzi Smyth y otros, convirtiéndola en una prueba de que la fuerza británica debe prevalecer y de que un "Domingo Continental" contradice la ley del Altísimo.
Sin embargo en el relato mosaico, donde uno esperaría encontrar una referencia a una prueba como la pirámide, no encontramos ni un solo indicio de ella, y solo un registro de la construcción por el rey Salomón de un templo del que nunca hubo rastro.
Pero el teósofo sabe por qué la tradición hebraica llegó a ser un aparente lastre para la mente occidental; conoce la conexión entre judíos y egipcios; cuál es y cuál será la resurrección de los antiguos constructores de pirámides del valle del Nilo, y dónde los planes de aquellos antiguos maestros albañiles han permanecido ocultos a los ojos profanos hasta que el ciclo se reanude para su revelación.
Los judíos preservaron solo una parte del saber egipcio, oculto bajo la letra de los libros de Moisés, y aún hoy se encuentra en lo que llaman el significado cabalístico u oculto de las escrituras.
Pero las almas egipcias que ayudaron a planificar la pirámide de Gizeh, que participaron en el gobierno, la teología, la ciencia y la civilización egipcias, se separaron de su antigua raza; esa raza se extinguió, y los antiguos egipcios retomaron su labor en las razas emergentes de Occidente, especialmente en aquellas que ahora repueblan el continente americano.
Cuando Egipto y la India eran más jóvenes, existía una constante interacción entre ellos. Ambos, en opinión del teósofo, pensaban igual, pero el destino dictaminó que de los dos, solo los hindúes debían preservar las antiguas ideas entre un pueblo vivo.
Por lo tanto tomaré de los registros brahmánicos del Indostán su doctrina sobre los días, las noches, los años y la vida de Brahma, quien representa el universo y los mundos.
Las antiguas cronologías
La doctrina trastorna de inmediato la interpretación que durante tanto tiempo se ha dado a la tradición mosaica, pero concuerda plenamente con el relato evidente en el Génesis de otras "creaciones" anteriores, con la construcción cabalística del versículo del Antiguo Testamento sobre los reyes de Edom, que allí representan períodos anteriores de evolución antes de la que comenzó con Adán, y también coincide con la creencia sostenida por algunos de los primeros Padres Cristianos que contaron a sus hermanos acerca de maravillosos mundos y creaciones anteriores.
Se dice que el Día de Brahma dura mil años, y su noche tiene la misma duración.
En la Biblia cristiana hay un versículo que dice que un día es como mil años para el Señor, y mil años como un día. Esto se ha usado generalmente para magnificar el poder de Jehová, pero guarda un parecido sospechoso con la antigua doctrina de la duración del día y la noche de Brahma.
Sería más valioso si se interpretara como una declaración de la aparición periódica de grandes días y noches de igual duración en el universo de los mundos manifestados.
Un día de los mortales se calcula según el Sol y tiene una duración de tan solo doce horas. En Mercurio sería diferente, y en Saturno o Urano aún más.
Pero un día de Brahma se compone de los llamados Manvantaras —o período entre dos hombres—, catorce en total. Estos incluyen cuatro mil trescientos veinte millones de años mortales, o terrestres, que equivalen a un día de Brahma.
Cuando se inaugura este día, comienza la evolución cósmica en lo que respecta a este sistema solar, y ocupa entre mil y dos mil millones de años en la evolución de la materia etérea primigenia, antes de que sean posibles los reinos astrales de los reinos mineral, vegetal, animal y humano.
Este segundo paso dura unos trescientos millones de años, y luego se desarrollan aún más procesos materiales para la producción de los reinos tangibles de la naturaleza, incluido el hombre.
Esto abarca más de mil quinientos millones de años. Y el número de años solares incluidos en el actual período "humano" supera los dieciocho millones de años.
Esto es exactamente lo que Herbert Spencer denomina la aparición gradual de lo conocido y heterogéneo a partir de lo desconocido y homogéneo.
Pues los antiguos teósofos egipcios e hindúes nunca admitieron una creación de la nada, sino que insistieron con vehemencia en la evolución, por etapas graduales, de lo heterogéneo y diferenciado a partir de lo homogéneo e indiferenciado.
Ninguna mente puede comprender lo infinito y absolutamente desconocido, que es, no tiene principio ni fin; que es a la vez último y primero, porque ya sea diferenciado o retraído en sí mismo, siempre es.
Este es el Dios del que se habla en la Biblia cristiana como aquel cuyo pabellón rodea la oscuridad.
Esta cronología cósmica y humana de los hindúes es ridiculizada por los orientalistas occidentales, pero no pueden aportar nada mejor y discrepan continuamente sobre el mismo tema.
En la traducción de Wilson del Vishnu Purana, lo califica de ficción sin fundamento y de jactancia infantil. Pero los francmasones, que permanecen inactivos al respecto, deberían saberlo mejor.
Podrían encontrar en la historia de la construcción del templo de Salomón, con materiales heterogéneos traídos de todas partes, y su erección sin el ruido de una herramienta, la concordancia con estas ideas de sus hermanos egipcios e hindúes.
Pues el Templo de Salomón significa el hombre cuya estructura se construye, termina y decora sin el menor ruido. Pero los materiales tuvieron que ser encontrados, reunidos y moldeados en otros lugares distantes.
Estos se encuentran en los períodos antes mencionados, muy distantes y silenciosos. El hombre no podía tener su templo corporal donde vivir hasta que el Maestro, quien es el hombre interior, encontrara toda la materia dentro y alrededor de su mundo.
Al encontrarlo, los planos para su funcionamiento debían ser detallados. Luego, debían llevarse a cabo con diferentes detalles hasta que todas las partes estuvieran perfectamente listas y aptas para su colocación en la estructura final.
Así en el vasto lapso de tiempo que comenzó tras la recolección y amasado de la primera materia, casi intangible, los reinos material y vegetal poseían la posesión exclusiva del Maestro —el hombre—, quien, oculto a la vista, llevaba adelante los planos para los cimientos del templo humano.
Todo esto requiere muchísimas eras, pues sabemos que la naturaleza nunca salta. Y cuando se completara la obra básica, cuando se erigiera el templo humano, se necesitarían muchas más eras para que todos los sirvientes, sacerdotes y consejeros aprendieran sus funciones correctamente, de modo que el hombre, el Maestro, pudiera usar el templo para sus mejores y más elevados propósitos.
La doctrina antigua es mucho más noble que la doctrina religiosa cristiana o la de la escuela puramente científica. La doctrina religiosa ofrece una teoría que contradice la razón y los hechos, mientras que la ciencia no puede justificar los hechos que observa con ninguna razón noble ni elevada. Solo la Teosofía, que abarca todos los sistemas y toda experiencia, proporciona la clave, el plan, la doctrina, la verdad.
Información teosófica
La Teosofía afirma que la edad real del mundo es casi incalculable, y que la del hombre, tal como está formado actualmente, supera los dieciocho millones de años.
Pero lo que finalmente se ha convertido en humano es mucho mayor, pues antes de que aparecieran los dos sexos actuales, la criatura humana a veces tenía una forma y a veces otra, hasta que el plan completo se desarrolló plenamente en nuestra forma, función y capacidad actuales.
Esto se menciona en los libros antiguos escritos para los profanos, donde se dice que el hombre tuvo en un tiempo una forma globular. Esto ocurrió en una época en que las condiciones favorecían dicha forma, y por supuesto, hace más de dieciocho millones de años.
Y cuando esta forma globular era la norma, los sexos tal como los conocemos no se habían diferenciado, y por lo tanto, solo había un sexo, o si se prefiere, ningún sexo.
Durante todas estas eras, antes de que nuestro hombre surgiera, la evolución perfeccionó diversos poderes que ahora poseemos. Esto se logró mediante el Ego, o el hombre real, experimentando en innumerables condiciones materiales, todas diferentes entre sí, y se siguió, en general, el mismo plan que prevalece en la evolución general del universo, como ya he mencionado.
Es decir, los detalles se desarrollaron primero en esferas muy etéreas, metafísicas de hecho. Luego, el siguiente paso impulsó la elaboración de los mismos detalles en un plano de materia un poco más denso, hasta que finalmente pudo realizarse en nuestro plano actual, el que erróneamente llamamos materia densa.
En estos estados anteriores, los sentidos existían en germen, por así decirlo, o en idea, hasta que se llegó al plano astral, próximo a este, y entonces se concentraron para convertirse en los sentidos reales que ahora utilizamos mediante la intervención de los diferentes órganos externos.
Estos órganos externos de la vista, el tacto, el oído y el gusto son a menudo confundidos por quienes no son instruidos o inconscientes con los verdaderos órganos y sentidos. Sin embargo quien se detiene a pensar comprende que los sentidos son interiores y que sus órganos externos no son más que mediadores entre el universo visible y el verdadero perceptor interior.
(Yo pienso que más bien tenemos sentidos para percibir las vibraciones de cada plano de existencia, y así tenemos el oído físico que percibe los sonidos del plano físico, y el oído astral que percibe los sonidos del plano astral, etc.)
Y al desarrollarse todos estos diversos poderes y potencialidades en este proceso lento pero seguro, el hombre finalmente aparece como un ser séptuple, tal como lo son el universo y la Tierra misma.
Cada uno de sus siete principios deriva de una de las primeras siete grandes divisiones, y cada uno se relaciona con un planeta o escenario de evolución, y con una raza en la que se llevó a cabo dicha evolución.
Por consiguiente es importante tener presente la primera diferenciación séptuple, ya que es la base de todo lo que sigue; así como la evolución universal es septenaria, la evolución de la humanidad, séptuple en su constitución, se lleva a cabo en una Tierra septenaria.
Esto se conoce en la literatura teosófica como la Cadena Planetaria Séptuple, y está íntimamente relacionada con la evolución especial del hombre.
CAPÍTULO 14
Los ciclos
La doctrina de los Ciclos es una de las más importantes de todo el sistema teosófico, aunque la menos conocida y la menos mencionada.
Los investigadores occidentales llevan siglos sospechando que los acontecimientos se mueven en ciclos, y algunos escritores de la literatura europea han abordado el tema, pero de forma muy incompleta.
Esta incompletitud y la falta de un conocimiento preciso se han debido a la falta de creencia en lo espiritual y al deseo de conciliarlo todo con la ciencia materialista.
No pretendo exponer la ley cíclica en su totalidad, pues los Maestros de Sabiduría no la han explicado en detalle. Pero se ha divulgado lo suficiente, y los antiguos lo conocieron durante mucho tiempo, como para enriquecer considerablemente nuestro conocimiento.
Un ciclo es un anillo o un giro, como lo indica la derivación de la palabra. Las palabras correspondientes en sánscrito son Yuga, Kalpa, Manvantara, pero de estas la palabra yuga se acerca más al ciclo, ya que su duración es menor que la de los demás.
El comienzo de un ciclo debe ser un momento que sumado a otros momentos forma un día, y estos, sumados, constituyen meses, años, décadas y siglos.
Occidente apenas va más allá, reconoce el ciclo lunar y el gran ciclo sideral, pero los considera a ambos y a los demás ciclos como simplemente períodos de tiempo. Pero si los consideramos meros lapsos de tiempo, entonces no hay ningún beneficio excepto para el estudiante inexperto o el astrónomo.
Y así los consideran hoy los pensadores europeos y estadounidenses, quienes afirman que los ciclos existen, pero no tienen gran influencia en la vida humana y ciertamente ninguna en la recurrencia real de los eventos ni en la reaparición en el escenario de la vida de las personas que alguna vez vivieron en el mundo.
En cambio la teoría teosófica es claramente diferente, como debe ser si aplica la doctrina de la reencarnación, a la que se ha dedicado mucha atención en páginas anteriores.
Los ciclos no solo se consideran hechos físicos reales en cuanto al tiempo, sino que al igual que otros períodos, tienen un gran efecto en la vida humana y la evolución del globo con todas las formas de vida que lo habitan.
Comenzando con el momento y continuando a lo largo de un día, esta teoría erige el ciclo en un círculo completo que lo abarca todo.
Siendo el momento la base, la cuestión que hay que aclarar al respecto de los grandes ciclos es:
¿Cuándo llegó el primer momento?
Esto no tiene respuesta, pero sí puede decirse que los antiguos teósofos sostienen que en los primeros momentos de la solidificación de este globo [la Tierra] la masa de materia alcanzó una frecuencia vibratoria determinada que se mantendrá a través de todas las variaciones en cualquier parte de él hasta que llegue el momento de su disolución.
Estas frecuencias vibratorias son las que determinan los diferentes ciclos, y contrariamente a las ideas de la ciencia occidental, la enseñanza teosófica sostiene que el sistema solar y el globo en el que nos encontramos llegarán a su fin cuando la fuerza que impulsa toda la masa de materia visible e invisible haya alcanzado su límite de duración según la ley cíclica.
El fin de la Tierra
Aquí nuestra doctrina difiere, una vez más, tanto de la religiosa como de la científica. No admitimos que el fin de esa fuerza se deba a la retirada de la protección divina por parte de un dios, ni la repentina propulsión de otra fuerza contra el globo, sino que la fuerza que actúa y determina el gran ciclo es la del hombre mismo, considerado como ser espiritual.
Cuando los humanos dejan de usar el globo, lo abandonan, y con ello desaparece la fuerza que mantiene todo unido; la consecuencia es la disolución por fuego, agua o cualquier otro fenómeno, siendo estos fenómenos simplemente efectos y no causas.
(El maestro Pastor también reveló que los humanos son los que por su presencia mantienen activa a la Tierra.)
Las especulaciones científicas habituales sobre este tema son que la Tierra podría caer sobre el Sol, que un cometa de gran densidad podría destruir el globo, o que podríamos colisionar con un planeta mayor, conocido o desconocido. Estos sueños son vanos por ahora.
Los ciclos, la reencarnación y el karma
La reencarnación, la gran ley de la vida y el progreso, está entrelazada con la de los ciclos y el karma. Estas tres actúan conjuntamente, y en la práctica es casi imposible separarla de la ley cíclica.
Individuos y naciones, en corrientes definidas, regresan a la Tierra en períodos regulares, trayendo así al globo: las artes, la civilización y a las mismas personas que una vez la habitaron.
Y como las unidades de nación y raza están conectadas por fuertes hilos invisibles, grandes grupos de estas unidades moviéndose lenta pero seguramente, se reúnen en diferentes momentos y emergen una y otra vez juntas en una nueva raza y una nueva civilización, a medida que los ciclos completan sus ciclos.
Por lo tanto las almas que forjaron las civilizaciones más antiguas regresarán y traerán consigo la antigua civilización en su idea y esencia, la cual sumada a lo que otros han hecho por el desarrollo de la raza humana en su carácter y conocimiento, producirá un nuevo y superior estado de civilización.
Este nuevo y mejor desarrollo no se deberá a libros, registros, artes ni mecánica, pues todos estos se destruyen periódicamente en cuanto a evidencia física.
Sin embargo el alma reteniendo siempre en Manas el conocimiento adquirido y siempre impulsando el desarrollo completo de los principios y poderes superiores, permanece la esencia del progreso y surgirá con la misma certeza que el sol brilla.
Y a lo largo de este camino se encuentran los puntos donde los ciclos pequeños y grandes de Avatares hacen surgir para beneficio de los humanos, los grandes caracteres que moldean la raza de tiempo en tiempo.
El ciclo de los mensajeros de lo divino
El Ciclo de Avatares incluye varios menores. Los mayores son aquellos marcados por la aparición de Rama y Krishna entre los hindúes, de Menes entre los egipcios, de Zoroastro entre los persas, y de Buda entre los hindúes y otras naciones de Oriente.
Buda es el último de los grandes Avatares y pertenece a un ciclo mayor que el de Jesús entre los judíos, pues las enseñanzas de este último son las mismas que las de Buda y están impregnadas de lo que Buda enseñó a quienes instruyeron a Jesús.
Otro gran Avatar está por venir, correspondiente a la combinación de Buda y Krishna.
Krishna y Rama pertenecían al orden militar, civil, religioso y oculto; Buda al ético, religioso y místico, en el cual fue seguido por Jesús; Mahoma fue un intermediario menor para cierta parte de la humanidad, y fue civil, militar y religioso.
En estos ciclos podemos incluir personajes mixtos que han tenido gran influencia en las naciones, como el Rey Arturo, el Faraón Moisés, Carlomagno reencarnado en Napoleón Bonaparte, Clodoveo de Francia renacido como el emperador Federico III de Alemania y Washington el primer presidente de los Estados Unidos de América en donde se está formando la raíz de la nueva raza.
(No sé si el rey Arturo realmente existió, y lo más probable es que esa historia de que Moisés fue adoptado por la hija del faraón fue inventada.)
La influencia que tienen los humanos
En la intersección de los grandes ciclos se producen efectos dinámicos que alteran la superficie del planeta debido al desplazamiento de los polos del globo u otras convulsiones. Esta no es una teoría generalmente aceptada, pero la consideramos cierta.
El hombre es una gran dinamo que produce, almacena y emite energía, y cuando las masas humanas que componen una raza producen y distribuyen energía de esta manera, se produce un efecto dinámico resultante sobre la materia del globo, lo suficientemente poderoso como para ser distintivo y cataclísmico.
Y que se han producido vastas y terribles perturbaciones en los estratos del mundo es un hecho ampliamente admitido y ya no necesita prueba; estas se han debido a terremotos y formación de hielo en lo que respecta a la geología; pero con respecto a las formas animales, la ley cíclica establece que ciertas formas animales ahora extintas, y también ciertas formas humanas desconocidas, pero a veces sospechadas, volverán en su propio ciclo; y ciertas lenguas humanas, ahora consideradas muertas, volverán a utilizarse en su hora cíclica señalada.
Algunos ciclos cósmicos
El ciclo metónico es el de la Luna. Es un período de unos diecinueve años que una vez completados, la luna nueva y la luna llena regresan en los mismos días del mes.
"El ciclo del Sol es un período de veintiocho años, que habiendo transcurridos los caracteres dominicales o domingo vuelven a su lugar anterior y continúan en el orden anterior según el calendario juliano."
El gran año sideral es el período que tardan los puntos equinocciales en completar, en su precesión, una revolución celeste. Se compone de aproximadamente 25'868 años solares.
Se dice que el último año sideral terminó hace unos 9'868 años, momento en el que debió de producirse en la Tierra una violenta convulsión o una serie de ellas, así como la distribución de naciones.
La culminación de este gran período sitúa a la Tierra en nuevas perspectivas del cosmos, no en relación con su propia órbita, sino debido al avance real del Sol en una órbita propia, inaccesible para cualquier observador actual, pero que algunos conjeturan y que se ubica en alguna de las constelaciones.
Los ciclos de los humanos
Los ciclos espirituales, psíquicos y morales afectan especialmente al hombre, y de estos surgen los ciclos nacionales, raciales e individuales.
Tanto los ciclos raciales como los nacionales son históricos, mientras que los ciclos individuales son de reencarnación, de sensación y de impresión.
La duración del ciclo de reencarnación individual para la mayoría de los hombres es de mil quinientos años, lo que a su vez nos da un amplio ciclo histórico estrechamente relacionado con el progreso de la civilización.
Ya que al regresar las masas de las personas del devachán ["el paraíso celestial"] debe seguirse que las civilizaciones romana, griega, aria y otras se volverán a ver [aunque modernizadas a la nueva época] y podrán rastrearse con claridad en gran medida.
Los ciclos astronómicos
Pero el hombre también se ve afectado por los ciclos astronómicos porque es parte integral del todo, y estos ciclos marcan los períodos en que la humanidad en su conjunto experimentará un cambio.
En los libros sagrados de todas las naciones, estos ciclos se mencionan a menudo, y también en la Biblia cristiana, como por ejemplo en la historia de Jonás en el vientre de la ballena.
Este relato es un absurdo si se lee como historia, pero no como ciclo astronómico. Jonás se encuentra en las constelaciones, y cuando ese punto astronómico que representa al hombre alcanza un punto en el Zodíaco directamente opuesto al vientre de Cetus o a la ballena al otro lado del círculo, mediante lo que se conoce como el proceso de oposición, entonces se dice que Jonás está en el centro del pez [de la ballena] y es expulsado al expirar el período en que ese punto-hombre ha avanzado tanto en el Zodíaco que ya no se opone a la ballena.
De igual manera, al moverse por el Zodíaco, el mismo punto, por oposición, se introduce en las diferentes constelaciones que son exactamente opuestas de siglo en siglo a medida que avanza.
Durante estos avances, se producen cambios entre los humanos y en la Tierra, representados con precisión por las constelaciones cuando estas se interpretan según las reglas correctas de la simbología.
No se afirma que la conjunción cause el efecto, sino que hace siglos los Maestros de Sabiduría resolvieron todos los problemas relacionados con el hombre y hallaron en los cielos los medios para conocer las fechas exactas en que los eventos seguramente se repetirán.
Luego, al grabar en la mente de las naciones más antiguas la simbología del Zodíaco, pudieron preservar el registro y la profecía.
Y así, de la misma manera que un relojero puede determinar la hora por la llegada de las manecillas o las piezas del reloj a ciertos puntos fijos, los Sabios pueden determinar la hora de los eventos mediante el reloj zodiacal.
Por supuesto, esto no se cree hoy, pero se comprenderá bien en siglos futuros, y como todas las naciones de la Tierra tienen símbolos similares para el Zodíaco, y como también los registros de razas extintas los tienen, es improbable que el espíritu vandálico del siglo XIX occidental pueda borrar este valioso legado de nuestra evolución.
En Egipto, el Zodíaco de Dendera cuenta la misma historia que nos dejó la antigua civilización del continente americano, y todos ellos son de la misma fuente, son obra de los Sabios que vienen al principio del gran ciclo humano y dan al hombre cuando comienza su laborioso ascenso por el camino del desarrollo, esos grandes símbolos e ideas de carácter astronómico que perdurarán a través de todos los ciclos.
Los ciclos y los cataclismos
Con respecto a los grandes cataclismos que ocurren al inicio y al final de los grandes ciclos, las principales leyes que rigen sus efectos son las del karma y la reencarnación, que se rigen por un ciclo.
Estas leyes no solo rigen al hombre, sino también a cada átomo de materia, y la masa de materia experimenta cambios constantes al mismo tiempo que el hombre. Por consiguiente debe exhibir alteraciones que corresponden a las que experimenta el pensador.
En el plano físico, los efectos se manifiestan mediante la acción de los fluidos eléctricos y de otro tipo con los gases sobre los sólidos del globo.
En el cambio de un gran ciclo, alcanzan lo que podría denominarse el punto de explosión y causan violentas convulsiones de las siguientes clases: (a) Terremotos, (b) Inundaciones, (c) Fuego, (d) Hielo.
a) Según esta filosofía, los terremotos pueden ser provocados por dos causas generales:
Primero, por el hundimiento o elevación bajo la corteza terrestre debido al calor y al vapor
Segundo, por los cambios eléctricos y magnéticos que afectan simultáneamente al agua y a la tierra. Estos últimos tienen el poder de fluidificar instantáneamente la tierra sin fundirla, causando así desplazamientos inmensos y violentos en ondas grandes o pequeñas.
Este efecto se observa a veces en zonas sísmicas cuando intervienen causas eléctricas similares en menor medida.
b) Las inundaciones de gran magnitud se producen por el desplazamiento del agua proveniente del hundimiento o la elevación del terreno, y por la combinación con cambios eléctricos que inducen una abundante descarga de humedad.
Esta última no consiste en el simple vaciado de una nube, sino en la conversión repentina de vastas masas de fluidos y sólidos en agua.
c) Los incendios universales se producen primero por cambios eléctricos y magnéticos en la atmósfera por los cuales se retira la humedad del aire y éste se transforma en una masa ardiente.
Y en segundo lugar, por la expansión repentina del centro magnético solar en siete de dichos centros, quemando así el globo.
c) Los cataclismos de hielo se producen no solo por la alteración repentina de los polos, sino también por la disminución de la temperatura debido a la alteración de las corrientes cálidas de fluidos en el mar y las corrientes magnéticas calientes en la Tierra; las primeras son conocidas por la ciencia, las segundas no.
El estrato inferior de humedad se congela repentinamente y vastas extensiones de tierra quedan cubiertas en una noche con muchos metros de hielo. Esto puede ocurrir fácilmente en las Islas Británicas si las corrientes cálidas del océano se desvían de sus costas.
Tanto los egipcios como los griegos tenían sus ciclos, pero en nuestra opinión los derivaron de los sabios indios.
Los chinos siempre fueron una nación de astrónomos y han registrado observaciones que se remontan a la era cristiana; sin embargo al pertenecer a una raza antigua condenada :más pronto que los demás] a la extinción —por extraño que parezca la afirmación— sus conclusiones no serán correctas para las razas arias.
Con la llegada de la era cristiana, un pesado manto de oscuridad cayó sobre las mentes de los hombres de Occidente, y la India permaneció aislada durante muchos siglos para preservar estas grandes ideas durante la oscuridad mental de Europa.
Este aislamiento fue provocado deliberadamente como una precaución necesaria tomada por la gran Logia [de los maestros] a la que me referí en el Capítulo I, ya que sus Adeptos, conocedores perfectos de las leyes cíclicas, deseaban preservar la filosofía para las generaciones futuras.
Como sería mera pedantería y especulación discutir los desconocidos Saros y Naros y otros ciclos de los egipcios, presentaré los brahmánicos, ya que coinciden casi exactamente con los períodos correctos.
El calendario brahmánico
Un período o manifestación universal se denomina Brahmanda, es decir es decir una vida completa de Brahma, y la vida de Brahma se compone de sus días y años, que al ser cósmicos, tienen una duración inmensa.
Su día tiene una duración de 24 horas, su año de 360 días, y sus años son 100.
Considerando ahora este globo [la Tierra] —ya que no nos ocupamos de ningún otro— su gobierno y evolución proceden de Manu, el hombre, y de ahí el término Manvantara o «entre dos Manus ».
El curso de la evolución se divide en cuatro Yugas para cada raza, a su propio tiempo y forma.
Estas Yugas no afectan a toda la humanidad simultáneamente, ya que algunas razas se encuentran en una de ellas mientras que otras se encuentran en un ciclo diferente.
El indio piel roja, por ejemplo, se encuentra al final de su edad de piedra, mientras que los arios se encuentran en un estado muy diferente.
Estas cuatro Yugas son: Krita o Satya, la dorada; Treta; Dvapara; y Kali u oscura.
La era actual para Occidente y la India es Kali Yuga, especialmente en lo que respecta al desarrollo moral y espiritual.
La primera de estas es lenta en comparación con las demás, y la actual —Kali— es muy rápida, con un movimiento acelerado, precisamente como ciertos períodos astronómicos conocidos hoy en día en relación con la Luna, pero aún no plenamente calculados.
DESCRIPCIÓN | AÑOS TERRESTRES |
360 días (y pico) hacen | 1 |
La Krita Yuga tiene | 1’728’000 |
La Treta Yuga tiene | 1’296’000 |
La Dvapara Yuga tiene | 864’000 |
La Kali Yuga tiene | 432’000 |
La Maha Yuga, suma de los cuatros precedentes, tiene | 4’320’000 |
71 Maha Yugas, forman el reinado de un Manu, o | 306’720’000 |
14 Manus son | 4’294’080’000 |
Añadiendo las auroras y crepúsculos entre Manus | 25’920’000 |
En total hacen un Día de Brahma | 4’320’000’000 |
La Noche de Brahma es de misma duración | 4’320’000’000 |
Juntos Día y Noche de Brahma hacen | 8’640’000’000 |
360 Días (con sus Noches) hacen un Año de Brahma | 3’110’400’000’000 |
100 Años hacen una Vida de Brahma | 311’040’000’000’000 |
La situación a finales del siglo XIX
Los primeros 5'000 años de Kali Yuga finalizarán entre 1897 y 1898.
Este Yuga comenzó unos 3'102 años antes de la era cristiana, al morir Krishna. Y como 1897-98 está cerca, los científicos de hoy tendrán la oportunidad de ver si el cierre del ciclo de cinco mil años será precedido o seguido por convulsiones o grandes cambios políticos, científicos o físicos, o todos ellos combinados.
Los cambios cíclicos se están produciendo ahora, ya que año tras año las almas de civilizaciones anteriores se encarnan en este período en el que la libertad de pensamiento y acción no está tan restringida en Occidente como lo estuvo en el pasado por el prejuicio religioso dogmático y la intolerancia.
Y actualmente nos encontramos en un ciclo de transición, cuando, como un período de transición debería indicar, todo en la filosofía, la religión y la sociedad está cambiando.
En un período de transición, las cifras y reglas completas sobre los ciclos no se dan a una generación que eleva el dinero por encima de todos los pensamientos y se burla de la visión espiritual del hombre y la naturaleza.
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