En esta carta el general Abner Doubleday defiende a Blavatsky de las calumnias que el espiritista Emmette Coleman dijo contra ella.
« Al editor de la revista The Religio-Philosophical Journal.
He leído el ataque del señor William Emmette Coleman contra Madame Blavatsky, y como es un hombre que trata mucho con personas, no puedo decir que me sorprendan sus afirmaciones.
Yo vi muchas veces a Madame Blavatsky cuando ella estuvo en Nueva York. Atraído por la maravillosa erudición que ella muestra en su obra "Isis Develada" y por las novedosas explicaciones que ofrece sobre los fenómenos psíquicos y espirituales, me apresuré a conocerla.
Estudié su carácter y disposición con detenimiento y llegué a la conclusión de que tenía un corazón excelente pues vivía con sencillez para poder ayudar a los pobres que lo necesitaban.
Cuando algunos árabes naufragaron en nuestra costa y quedaron desamparados y sin esperanza, ella no descansó hasta reunir fondos para atenderlos y enviarlos de regreso a su país.
Nunca vi el menor indicio de que ella consumiera alcohol, y no creo que hubiera ni una pizca en sus habitaciones. Si hubiera sido adicta a él, estoy seguro, por mi amplia relación con quienes frecuentaban sus salones, de que lo habrían mencionado o comentado.
No afirmo que se opusiera al consumo moderado de vino por parte de quienes estaban en el mundo y eran del mundo, pero sé que ella consideraba el consumo de alcohol como un gran impedimento para cualquier progreso en la Teosofía, debido a que la voz interior se apaga con los vapores del licor.
Es cierto que Madame Blavatsky es una persona excepcional. A veces la he oído expresarse con un lenguaje poco convencional, mucho más forzado que cortés. Y también puedo aliviar la inquietud del Sr. Coleman sobre su condición moral asegurándole que en efecto ella fuma cigarrillos.
En cuanto a su matrimonio en Filadelfia, me lo explicaron así: me dijeron que un ruso le propuso matrimonio, y ella al ver que algunos de los oscuros habitantes del otro lado de la línea [o sea entidades que se encuentran en el bajo astral] lo incitaban a suicidarse si ella lo rechazaba, ella consintió en la ceremonia pero puso como condición no volver a verlo.
Ella se sintió obligada a hacerlo, ya que en el auge de su juventud y belleza, dos jóvenes se habían suicidado por la misma razón, y ella no quería que una tercera sombra la atormentara.
El pretendiente intentó perseguirla, pero al ver que ella no quería saber nada de él, obtuvo el divorcio por abandono y se casó de nuevo.
Hay algo más que decir a su favor. Madame Blavatsky nunca usó su creencia para lucrarse. Pagó todos sus gastos y no pidió contribución a nadie. La acusación que le hacen de buscar ganancias es solo abuso, tergiversación y calumnia.
Sus maravillosas manifestaciones solo tuvieron lugar para ilustrar algún punto de la filosofía o la doctrina. Estas exhibiciones de poder psíquico conllevaban una penalización que solo los iniciados conocen.
Su único propósito fue atraer la atención y detener la terrible ola de materialismo que azotaba el país, amenazando con hundir todo honor y honestidad, todo verdadero progreso, en una desastrosa lucha por la riqueza y la prominencia.
Es fácil para personas ajenas a una sociedad hacer preguntas y sugerencias, pero hay algunos secretos teosóficos que no pueden divulgarse ni convertirse en tema de discusión. En tales casos el silencio no implica necesariamente asentimiento a una proposición.
Hasta donde sé, nunca he encontrado a nadie adicto al estudio de Platón y los antiguos maestros, capaz de comprender sus significados más sutiles y espirituales, que pudiera por ninguna consideración ser inducido a participar en cualquier actuación barata y engañosa para obtener una notoriedad absurda ante multitudes atónitas.
Para quienes la conocen, la simple suposición de que Madame Blavatsky es ese tipo de mujer es completamente absurda y no necesita refutación.
Aunque Madame Blavatsky atacaba de la forma más vigorosa muchos de los argumentos de quienes se oponían a ella, ella era demasiado noble como para descender al terreno del abuso personal.
A. Doubleday, FTS. »
(Esta carta fue impresa en The Religio-Philosophical Journal, Chicago, Illinois, del 28 de abril de 1888, p.6)
OBSERVACIÓN
Otras personas que también conocieron muy bien a Blavatsky comentaron de manera similar a como lo hizo el general Doubleday, lo cual les muestra la falta de ética del Sr. Coleman quien difundía calumnias solo por perfidia.
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