LA APARICIÓN SORPRESIVA DE BLAVATSKY EN LA LOGIA DE LONDRES EN 1884



Blavatsky mencionó que mientras que ella se encontraba en Paris, su Maestro le solicitó ir a Londres y el día 7 de abril de 1884 ella se presentó de manera sorpresiva en una reunión de la Logia de Londres donde se estaba llevando a cabo un debate acerca del rumbo que tenía que tomar esa logia; y aquí les voy a recopilar los testimonios que he encontrado sobre ese evento:




TESTIMONIO DE HENRY OLCOTT

El coronel Olcott fue el primer presidente internacional de  la Sociedad Teosófica de Adyar:

« Yo y H.P. Blavatsky estábamos en Paris. Me separé de H.P.B. el 5 de abril y tomé el tren para Londres con Mohini Catterji, debido a que me era necesario allanar las dificultades que se se estaban produciendo en el seno de la Rama Londres entre la señora Ana Kingsford, el señor Eduardo Maitland y sus amigos por una parte, y el señor Sinnett con el resto de los miembros por la otra, respecto al tema del valor relativo de la enseñanza inda y de la doctrina cristiano-egipcia que ella preconizaba.

Como la Logia amenazaba dividirse en dos bandos y mi misión era prevenir ese inconveniente, envié desde Niza una circular a todos los miembros inscritos en la Logia pidiéndoles que me escribiesen confidencialmente a París, cada uno por separado, lo que pensaban de la situación.

Llevaba dichas cartas conmigo en el tren para leerlas, y justamente leía un pasaje de la del Sr. Beltrán Keightley, en la cual él expresaba su firme convicción de que los Maestros arreglarían aquello del modo mejor, cuando de pronto cayó del techo del vagón una carta sobre la cabeza de Mohini.

Era de letra de K.H., dirigida a mí y contenía los consejos necesarios para zanjar la dificultad. Se podría decir que llegaba respondiendo a la fiel confianza del corresponsal cuya carta yo leía.

Quisiera que todos en la Sociedad supieran en qué grado es cierto que esos Grandes Hermanos que están detrás de nosotros nos siguen con un ojo vigilante a los que entre nosotros trabajan con energía e intención desinteresada y pura. Nada puede existir más reconfortante que saber que nuestros esfuerzos no son vanos y que nuestras aspiraciones no quedan ignoradas.

Como todos los desacuerdos de ese género, el de la Logia de London tendía a crecer y aumentar hasta producir una ruptura en aquel grupo que en otro tiempo era armónico.

Era menester darle un fin a esa disputa –si era posible– y tal fue el asunto principal que me llevó a Londres. Si yo hubiese sentido la más ligera duda, ésta hubiera sido disipada por una carta que recibí por medio de un fenómeno en mi camarote a bordo del Shannon la víspera de mí llegada a Brindisi, y de la cual doy el extracto siguiente:

« Sea perfectamente dueño de sí mismo para poder adoptar el buen partido en este enredo occidental. Vigile su primera impresión. Sus errores provienen siempre de que usted descuida esta precaución; no se deje influenciar por sus predilecciones, sus sospechas, sus antipatías.

Se han producido entre los miembros, tanto en París como en Londres, desacuerdos que ponen en peligro al movimiento, trate de disipar esos errores lo mejor que pueda haciendo un llamamiento a los sentimientos de fidelidad de todos, a la causa de la verdad, si no a la nuestra.

Haga sentir a todos que nosotros no tenemos favoritos y que no tenemos preferencias por determinadas personas, sino que sólo tomamos en cuenta los actos y a la humanidad en general. »
. . .

El 7 de abril habría de llevarse a cabo la elección anual de cargos para la Logia de Londres, de suerte que no había tiempo que perder. Ofrecí a la señora Kingsford extenderle una carta constitutiva para que formase una Rama suya que llevaría el nombre de Hermética: antes discutí el asunto con el señor Massey, amigo sincero suyo y mío.

Este ofrecimiento fue aceptado, y la elección se hizo sin obstáculos. Resultó electo presidente el señor G.B. Finch, vicepresidente y secretario el señor Sinnett, y la señorita Arundale tesorera.

Se iba haciendo todo muy bien, según la costumbre, cuando de pronto la entrada sensacional de H.P.B. interrumpió las operaciones. Yo la había dejado en París, pero ella había acudido sorpresivamente para asistir a esa reunión. »
(Viejas Hojas de un Diario II, cap. 8)






TESTIMONIO DE FRANCESCA ARUNDALE

Francesca Arundale fue una teósofa inglesa que estuvo presente en esa reunión.

« Fue en abril de 1884 cuando conocí a Madame Blavatsky . . . Recuerdo bien su llegada de París y su aparición inesperada en una reunión de la Logia de Londres de la Sociedad Teosófica que se estaba celebrando en Lincoln's Inn. La impresión que su notable personalidad me causó a mí y a los demás nunca se ha borrado de mi memoria. »
(En Memoria de HPB, p.69-73)






TESTIMONIO DE BERTRAM KEIGHTLEY

Bertram Keightley fue un teósofo inglés y él estuvo presente en ese acontecimiento:

« Mi primer encuentro con HPB tuvo lugar en una importante reunión de la Logia de Londres perteneciente a la Sociedad Teosófica que tuvo lugar en las habitaciones del Sr. Hood en Lincoln's Inn y en donde de repente Blavatsky y de la manera más inesperada hizo su aparición, habiendo venido en un momento desde París en obediencia a esa voz cuyas directivas siempre fueron para ella su ley absoluta. »
(En Memoria de HPB, p.90-93)






TESTIMONIO DE ARCHIBALD KEIGHTLEY

Archibald Keightley era sobrino de Archibald, también fue un teósofo inglés y también estuvo presente en ese evento:

« Fue en la primavera de 1884 cuando la vi por primera vez. Yo estaba entonces en vísperas de unirme a la Sociedad Teosófica, o acababa de hacerlo, y asistía a una reunión de la Logia de Londres celebrada en Lincoln's Inn, con el propósito de resolver bajo la presidencia del Coronel Olcott ciertas diferencias entre los puntos de vista orientales y occidentales sobre la Teosofía.
 
Durante esa reunión noté particularmente que una dama algo corpulenta entraba silenciosamente en la habitación y se sentaba cerca de la puerta. No ocurrió nada hasta que se hizo alguna mención de lo que había hecho Madame Blavatsky, entonces esta dama comentó en voz baja: "Así es", y después de eso se produjo una gran expectación y se la llevaron a la cabecera de la sala, mientras que la reunión rompió en confusión.
 
Parecía que Madame Blavatsky había encontrado imperiosamente necesario asistir a esa reunión; ella había partido de París sin equipaje ni acompañante y de hecho había llegado en el tren exprés y había seguido su instinto oculto al guiarse hacia el lugar donde se celebraba la reunión de la que ella no tenía la dirección. Y como Madame Blavatsky regresó a París al día siguiente (o al siguiente) no tuve la oportunidad de conocerla en esa ocasión. »
(En Memoria de HPB, p.55-58)



En otro artículo el señor Archibald dio más detalles:

« La primera vez que vi a la Sra. Blavatsky fue en 1884, poco después de unirme a la Sociedad Teosófica. Se había convocado una reunión en las habitaciones de un miembro en Lincoln's Inn.

El motivo de la reunión residía en las diferencias de opinión entre el Sr. Sinnett, por un lado, y la Sra. Kingsford y el Sr. Maitland, por el otro.

El coronel Olcott presidía la reunión e intentó conciliar las diferencias, pero sin éxito. Junto a él se sentaron las partes en pugna, Mohini M. Chatterji y una o dos personas más, frente a una sala larga y estrecha que estaba casi llena de miembros de la Sociedad Teosófica londinense.

La disputa continuó, acalorada, y la sala se llenó poco a poco; el asiento a mi lado lo ocupaba una señora corpulenta que acababa de llegar, casi sin aliento.

En ese momento, alguien en la cabecera de la sala aludió a alguna acción de la Sra. Blavatsky, a lo que la señora corpulenta confirmó con las palabras: "Así es".

En ese momento la reunión se disolvió en un caos. Todos corrieron hacia la corpulenta dama, mientras Mohini llegaba a sus pies de rodillas.

Finalmente la llevaron al fondo de la sala donde los "dioses supremos" habían sido entronizados, exclamando y protestando en varios idiomas en la misma frase, y la reunión intentó continuar. Sin embargo tuvo que levantarse, y que yo sepa, nunca volvió a reunirse.

Al día siguiente me presentaron a Madame Blavatsky, quien era mi corpulenta vecina de la reunión. Su llegada fue totalmente inesperada y su salida de París, según me contó mucho después, solo se organizó "bajo órdenes" media hora antes de partir.

Ella llegó a Charing Cross sin saber el lugar de la reunión, solo sabiendo que tenía que asistir.

    -   "Seguí mi olfato oculto", me dijo.

Y así fue desde la estación hasta Lincoln's Inn y encontró el camino a ese lugar a pie.

Su llegada fue singularmente oportuna, pues disolvió una reunión que se negaba a ser pacífica, a pesar de todo el aceite que el coronel Olcott vertía en sus aguas turbulentas.

Madame Blavatsky regresó a París casi de inmediato y no la volví a ver hasta que regresó a Londres para alojarse en Elgin Crescent. »
(Theosophical Quarterly, octubre de 1910, p.109-122)










2 comentarios: