Martundrow
Babaji Nagnath fue uno de los primeros miembros indios de la Sociedad Teosófica
cuando esta se instaló en Bombay.
Y
posteriormente cuando en 1881 el periodista Alfred Sinnett publicó su libro “El Mundo Oculto” en el que revelaba al
público occidental sobre la existencia de los Maestros transhimaláyicos, la
revista espiritista de Londres “Spiritualis”
concluyó que esos seres en realidad se trataban de espíritus sin cuerpo.
Y
para atestiguar que eso no era cierto, Babaji Nagnath junto con otro miembro de
la Sociedad Teosófica, Bhavani Shankar, escribieron una carta abierta diciendo:
« Nosotros así como
algunos otros teósofos de Bombay, hemos tenido en varias ocasiones el honor de
ver a estos Hermanos mayores y por lo tanto podemos atestiguar que ellos no son
"fantasmas sin cuerpo" como lo pretenden los espiritistas, sino que
ellos son hombres vivos que están en posesión de las más altas virtudes y
capacidades psíquicas.
Y
como nos lo aseguran las oportunidades en que lo hemos presenciado, ellos como
una Hermandad Universal han ejercido tales poderes con fines benéficos con
respecto a toda la humanidad, pero manteniéndose al margen del mundo por las
razones más conocidas de ellos mismos. »
(Esta contestación fue publicada en la revista “The
Theosophist” de agosto de 1881, p.230; y también se encuentra en el
apéndice N°12 del primer reporte del comité de la Sociedad para las
Investigaciones Psíquicas.)
Y posteriormente cuando se le
interrogó acerca de esos encuentros con los Maestros, Babaji Nagnath mencionó lo siguiente:
« He tenido varias
veces la posibilidad de visitar la sede teosófica situada en Breach Candy,
Bombay. Mi conexión con los Fundadores de la Sociedad Teosófica ha sido
estrecha, y mi condición es buena para estudiar Teosofía. Por lo tanto me
inclino, para mi satisfacción y para la información de los estudiantes de la
Naturaleza, en registrar aquí mis experiencias de ciertos fenómenos que se
observaron en varias ocasiones en presencia de hermanos teósofos y extraños. Y
también he tenido el raro privilegio de ver a los Maestros quienes generalmente se mantienen invisibles.
En
el mes de abril de 1881, en una noche oscura, mientras hablaba en compañía de
otros teósofos con Madame Blavatsky en la terraza abierta del búngalo superior,
sobre las 10 de la noche un hombre de más de seis pies de altura y vestido con
una túnica blanca y un turbante blanco en la cabeza apareció de repente y
caminó hacia nosotros a través del jardín adyacente al búngalo y desde un lugar
en donde solo había vacio ya que no había ahí ningún camino por donde pudiera
pisar.
Entonces
Madame Blavatsky se levantó y nos pidió que entráramos en el búngalo, y así lo
hicimos, pero aun así pudimos escucharla a ella y a ese hombre misterioso
hablar entre ellos durante un minuto en un idioma oriental desconocido para
nosotros.
Y
cuando ella nos llamó, salimos nuevamente a la galería, pero el Adepto ya había
desaparecido.
Y
en otra ocasión cuando estábamos charlando en esa misma galería, vimos a otro
Maestro pero este vestido con un traje blanco, quien se encontraba parado sobre
una rama de un árbol, y luego lo vimos descender por el aire y pararse en el
borde de una esquina de una pared delgada.
Entonces
Madame Blavatsky se levantó de su asiento y se quedó mirándolo durante unos dos
minutos como si ella hablara telepáticamente con él. E inmediatamente después y
esta vez en nuestra presencia, el Adepto desapareció pero luego se vio
nuevamente caminando en el aire a través del espacio y luego a través del árbol
y nuevamente desapareció.
Y de manera similar, en otra ocasión en donde la luna
brillaba intensamente, yo en compañía de tres hermanos teósofos, estábamos conversando
con Madame Blavatsky y en esa ocasión la señora Coulomb también estaba presente.
Y entonces a unos ocho o diez metros de la terraza
abierta en la que nos encontrábamos sentados, vimos al Maestro Kuthumi, él tenía
el pelo largo y ondulado, llevaba barba y estaba vestido con un traje suelto
blanco o túnica; y su cuerpo se fue formando gradualmente, por así decirlo,
frente a unos arbustos que se hallaban a unos veinte o treinta metros de
distancia de nosotros, hasta que estuvo a una altura completa.
Entonces Madame Coulomb le preguntó a Madame Blavatsky en
nuestra presencia:
-
"¿Ese señor es un
demonio?", como solía ella pensar y exclamar al ver los fenómenos producidos
por los Maestros y tenerles miedo.
A lo cual Madame Blavatsky le respondió:
-
"No; ese es un
hombre.”
Luego el Maestro mostró su figura completa durante unos dos
o tres minutos y luego desapareció gradualmente, fundiéndose en el arbusto.
Y esa misma noche, alrededor de las 11 p.m., nosotros (alrededor
de siete u ocho personas en total) estábamos escuchando la carta que mandaríamos
a la revista espiritista de Londres “Spiritualist”
para atestiguar que acabábamos de ver al Maestro Kuthumi que ellos consideraban
un “espíritu desencarnado”, cuando en ese instante el Sr. y la Sra. Coulomb
gritaron:
-
"¡Aquí está de
nuevo el gran Hermano!"
Este gran Hermano (Kuthumi) a veces también lo habíamos
percibido parado o caminando en el jardín y otras veces flotando en el aire. Y
en esa ocasión pasó en frente de nosotros y se le escuchó en la habitación de
Madame Blavatsky hablando con ella.
Y aprovechamos ese inesperado segundo encuentro para
agregar una posdata que acabamos de ver nuevamente al Maestro mientras
firmábamos la carta y él no era un fantasma sino que utilizaba su Mayavi-rupa* para manifestarse.
(*El Mayavi-rupa es una palabra sánscrita para referirse
a lo que los occidentales llaman el "doble", o "Doppelganger",
o "corps fluidique", o "perisprit", etc., y significa una
forma creada por la voluntad o creada por el deseo. – H.S.O.)
Y en otra ocasión un Adepto se presentó en su propio
cuerpo físico, caminando por el jardín inferior que está adjunto al búngalo del
Coronel Olcott y se quedó ahí quieto. Entonces Madame Blavatsky bajó la
escalera de madera que va al jardín y él le estrechó la mano y le dio un
paquete, y después de un corto tiempo, el Adepto desapareció.
Madame Blavatsky regresó subiendo las escaleras, abrió el
paquete y encontró en su interior una carta de Allahabad. Y nosotros vimos que
el sobre estaba bastante en blanco, es decir, sin dirección, pero llevaba un
sello triangular de la Oficina de Correos de Allahabad del 3 de diciembre de
1881, y también un sello circular de la Oficina de Correos de Bombay con la
misma fecha, a saber, el 3 de diciembre. ¡Pero las dos ciudades están a 860
millas de distancia!
Y he visto en otras ocasiones sobres que contienen cartas
y que caen del aire en diferentes lugares, sin contacto con nadie, en presencia
tanto de teósofos como de extraños, y sus contenidos se relacionaron con temas
que habían sido discutidos en nuestra conversación en ese momento.
Así es que de buena fe aseguro que he visto a los Maestros
y los fenómenos que ellos han producido, y lo he presenciado en tales
circunstancias que no podría haber la posibilidad de que alguien jugara un
truco de ilusionismo. »
(Este testimonio fue publicado por Allan Hume en su libro
“Sugerencias sobre la Teosofía Esotérica, N°1: ¿Es la Teosofía un engaño?
¿Existen los Hermanos?” el cual fue editado por la Prensa Central de Calcuta en
1882, p.103-106)
(NOTA:
varios de estos eventos también los presenció el Pandit Bhavani Shankar cuya
narración la pueden leer en el artículo siguiente a este.)
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