Sobre
este tema, en su libro “Principios de
salud y curación”, Max Heindel escribió lo siguiente:
« Esto era lo que se enseñaba a los
aspirantes en las antiguas Escuelas de Misterios cuando se los preparaba para
los ritos de la Iniciación.
A
ellos se les explicaba el misterio del cuerpo vital, cómo estaba compuesto por
los cuatro éteres, etc., enseñándoseles a fondo las funciones de los dos éteres
inferiores, comparándolas con las de los dos superiores.
Así
aprendían que todas las funciones animales del cuerpo dependían de la densidad
de los éteres inferiores y que los dos superiores constituían el cuerpo
anímico, que era el vehículo de servicio.
Y
entonces aspiraban, naturalmente, a cultivar esa gloriosa vestidura mediante la
abnegación, domeñando las propensiones de la naturaleza inferior, tal como lo
hacemos actualmente.
Estos
hechos eran mantenidos en el mayor secreto con respecto a la masa general, o
debieron haberse mantenido así; pero algunos neófitos se olvidaron, en su
vehemente anhelo de llegar a la realización de cualquier manera, de que solamente
mediante el servicio desinteresado y la más completa abnegación es como se
lograba la vestidura de oro, compuesta por los dos éteres superiores.
Ellos
creían que la máxima oculta encerrada en los siguientes versos:
“El oro en el crisol,
Las cenizas en el fuego;
Más ligero que el viento,
Cada vez más y más alto.”
Significaba
solamente que con tal que la naturaleza inferior, esto es, la escoria, fuera
expulsada, sin importar cómo; si descubrían algún medio fácil para lograrlo,
quedarían solamente los dos éteres áureos superiores, el cuerpo anímico, en el
cual podrían entrar en los Mundos Invisibles sin tropiezos ni obstáculos.
Y
razonaban diciendo que como el éter químico es el agente de la asimilación, entonces
ellos podían eliminarlo del cuerpo mediante el ayuno y el hambre del vehículo
físico.
Sin
embargo, el resultado obtenido por estas personas mal guiadas y sus seguidores
estaba muy lejos de ser el que buscaba y obtenían los que eran preparados en
las Escuelas de Misterios. Allí se enseñaba a los candidatos, ante todo y sobre
todo, que el cuerpo era el Templo de Dios, y que profanarlo, destruirlo o
mutilarlo en cualquier forma era un gran pecado. »
(Capítulo
10)
OBSERVACIÓN
Desafortunadamente lo que dijo aquí Max Heindel es falso porque
en realidad los éteres no existen debido a las razones que explico en este otro
capítulo.
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