En
1881, Blavatsky escribió un artículo hablando acerca del Conde de Saint-Germain,
y lo que ella escribió al respecto a continuación se los transcribo:
« En
largos intervalos han aparecido ciertos hombres en Europa, quienes a causa de
sus dotes intelectuales fuera de lo común, más su brillante conversación y sus misteriosos
modos de vida, ellos han sorprendido y deslumbrado la mente del público.
El
articulo copiado del periódico “All the
Year Round” (Todo el Año) es acerca
de uno de estos hombres: el Conde de Saint-Germain. Y en el curioso trabajo de
Hargrave Jennings, Los Rosacruces, es
descrito otro personaje enigmático, un cierto Signor Gualdi, quien fuere alguna
vez el centro de conversaciones de la sociedad de Venecia. Y un tercero fue el
personaje histórico Alessandro di Cagliostro, de quien el nombre se ha
convertido en sinónimo de infamia gracias a una biografía católica falsificada.
No
se intenta ahora comparar a estos tres individuos entre si o con el hombre
común. Copiamos el artículo de nuestro contemporáneo de Londres por otro objeto
muy distinto.
Deseamos
mostrar cómo es traducido vilmente y sin la más mínima provocación (a menos que
el hecho de que uno sea más brillante en la mente y más versado en los secretos
de la ley natural) pueda ser interpretado como una suficiente provocación para
poner en movimiento la pluma del calumniador y la lengua del chismoso.
Dice
pues el escritor de ese periódico, refiriéndose al Conde de Saint-Germain:
«
Este famoso aventurero se supone que fue húngaro de nacimiento, pero la temprana
parte de su vida fue envuelta cuidadosamente en misterio por él mismo.
Su
persona y titulo igualmente estimulaban curiosidad. Su edad fue desconocida, y su
parentela igualmente un misterio. Vemos un primer destello de él en París, hace
un siglo y cuarto, llenando la corte y el pueblo con su renombre.
París
maravillado vio un hombre –aparentemente de mediana edad– que vivía con estilo
magnifico y que fue a cenas donde no comía nada, pero hablaba incesantemente y
con brillantez excelente de cada tema imaginable.
Su
tono era quizás demasiado mordaz – el tono de un hombre que sabe perfectamente
de lo que esta hablando. Indudablemente era un gran erudito, y hablaba cada
idioma civilizado admirablemente, y también era un gran músico y un excelente
químico; hacia el papel de un prodigio, y actuaba a la perfección.
Dotado
con una extraordinaria confidencia, o consumada insolencia, él no solo
estableció magistralmente la ley concerniente al presente, sino que habló sin
dudar de eventos con doscientos años de antigüedad.
Sus
anécdotas de ocurrencias remotas están relacionadas con detalles
extraordinarios. El habló de escenas de la corte de Francisco I como si las
hubiera visto, describiendo la apariencia del rey exactamente, imitando su voz,
aneas y lenguaje (produciendo completamente la caracterización de un testigo
ocular).
Y
por el mismo estilo él edificaba a sus audiencias con historias placenteras de Luis
XIV y las engalanaba con descripciones vívidas de lugares y personas. Y aunque
sin afirmar propiamente que él estuvo presente cuando esos eventos se suscitaron,
aun así él artificialmente y por su gran poder gráfico, daba esa impresión.
Tratando
de sorprender, lo conseguía completamente.
Hubo
historias locas contemporáneas concerniéndolo a él. Se decía que tenía
trescientos años de edad y que prolongaba su edad usando un famoso elixir.
París se volvió loco por él. Era constantemente cuestionado acerca del secreto
de su longevidad, y era maravillosamente diestro en sus respuestas, negando
todo poder para hacer jóvenes de nuevo a los viejos, pero afirmando
calladamente su posesión del secreto para detener la descomposición del armazón
humano.
La
dieta, junto con su elixir maravilloso, él decía que era el verdadero secreto
para una larga vida, y él se negaba categóricamente a comer cualquier alimento,
excepto el que había sido preparado especialmente para él – avena, y la carne
blanca de los pollos.
En
grandes ocasiones tomaba un poco de vino, se desvelaba hasta que alguien le
escuchara, pero también tomaba precauciones extraordinarias contra el resfriado.
A las damas les daba cosméticos misteriosos, para preservar su belleza en
perfectas condiciones; mientras que con los hombres hablaba abiertamente de su
método de trasmutar comidas, y de cierto proceso para fundir una docena de
pequeños diamantes en una gran piedra.
Estas
sorprendentes afirmaciones fueron respaldadas por la posesión de riqueza
abundante, y una colección de joyas de raro tamaño y belleza…
De
tiempo en tiempo este ser extraño aparecía en capitales Europeas bajo varios
nombres, como: Marques de Montferrat; Conde Bellamare, en Venecia; Caballero
Schoening, en Pisa; Caballero Weldon, en Milán; Conde Saltikoff, en Genova,
Conde Tzarogy, en Schwabach; y, finalmente, como Conde de Saint-Germain, en
París; pero después de su desastre en la Hague, no parecía tan acaudalado como
antes, y tiene a veces la apariencia de alguien buscando fortuna.
En
Tournay es “entrevistado” por el renombrado Caballero de Seingalt, quien lo
encuentra vestido en una bata Armenia y gorra de pico, con una barba larga
hasta la cintura y una barita de marfil en mano (el atavío completo de un
nigromante). Ahí Saint-Germain esta rodeado por una legión de botellas, y esta
ocupado desarrollando la manufactura de complejos principios químicos.
Seingalt,
estando indispuesto, el Conde le ofrece medicarlo gratis, y ofrece el rosearlo
con un elixir que parece haber sido éter; pero el otro rehúsa con muchos
discursos corteses. Es la escena de dos agoreros. Y no siéndole permitido
actuar como doctor, Saint-Germain decide mostrar sus poderes como alquimista;
toma una moneda de 10 centavos del otro agorero, lo pone en carbón al rojo vivo
y trabaja con la pipa del tipo usada por los químicos para “soplar”
La
pieza de dinero es fundida y después de que se enfría Saint-Germain dice:
- “Ahora,
toma tu dinero de vuelta.”
- “Pero
es oro, y del más puro,” responde el agorero número dos.
Pero
aunque no cree en la transmutación, y ve la operación completa como un truco,
pero aún así se embolsa la pieza y finalmente se la presenta al celebrado
Marshal Keith, entonces gobernador de Neuchâtel.
De
nuevo en persecución de tintes y otros esquemas de manufactura, Saint-Germain
aparece en St. Petersburgo, Dresden y Milán.
Una
vez se metió en problemas y fue arrestado en el pequeño pueblo de Piedmont, en
una discutida cuenta de intercambio; pero sacó joyas por valor de cien mil
coronas, pago en el acto, amedrentó al gobernador del pueblo como un carterista,
y fue liberado con las más respetuosas disculpas.
Muy
pocas dudas existen que durante una de sus estadías en Rusia, él jugo un papel
importante en la revolución que puso a Caterina II en el trono. Y en apoyo a
sus puntos de vista, el Barón Gleichen cita la extraordinaria atención puesta
en Saint-Germain en Leghorn en 1770, por el Conde Alexis Orloff, y un
comentario hecho por el Prince Gregory Orloff al Margrave de Anspach durante su
estadía en Núremberg.
Y
después de todo esto, uno se pregunta:
¿Quien era él?
¿El hijo de un rey portugués
o de un judío portugués?
¿Le dijo Saint-Germain,
en su vejez, toda la verdad a su protector y entusiasta admirador, el Príncipe
Carl von Hesse-Cassel?
De
acuerdo con la historia dicha a su último amigo, él fue el hijo del Príncipe
Rakoczy de Transilvania, y su primera esposa un Tekely. Pero fue depositado
siendo infante, bajo la protección del último de los Medici.
Y
cuando creció y escuchó los nombres que sus dos hermanos, hijos de la Princesa
Hesse-Rheinfels, o Rothenburg, y habían recibido los nombres de Saint-Charles y
Saint-Elizabeth, él decidió tomar el nombre de su santo hermano, Sanctus
Germanus.
¿Cuál era la verdad
de todo esto?
Una sola cosa es
verdad, que él era un protegido del último de los Medici.
El
Príncipe Charles, quien aparentemente lamentaba su muerte muy sinceramente, que
sucedió en 1783, dice que el cayó enfermo en Eckernförde, persiguiendo
experimentos en colores, y murió poco después, a pesar de innumerables
medicamentos preparados por su boticario privado.
Federico
el Grande, quien, a pesar de su escepticismo, tomó un extraño interés en los
astrólogos, dijo de él:
“Este es un hombre
que no muere.”
Y
Mirabeau agregó epigramáticamente:
“El siempre fue un tipo
descuidado, y al fin, a diferencia de sus predecesores, se le olvidó como no
morir.”
¿Quién era este
hombre, un príncipe excéntrico, o una sabandija exitosa?
¿Un devoto de la
ciencia, o un mero intrigante, o una extraña mezcla de todo?
Un problema aún para
sí mismo.
»
Y
después de copiar ese artículo, Blavatsky escribió:
Y
ahora preguntamos:
¿Qué sombra de prueba
es aquí proveída para asegurar que Saint-Germain fue un “aventurero”, un “agorero”,
y que él quiso “hacer el papel de un prodigio” y que buscó hacer dinero con
incautos?
Ni
una sola señal existe de que él haya sido otro más que lo que él mostró ser: un
caballero con magníficos talentos y educación, y poseedor de amplios medios
para mantener honestamente su lugar en sociedad.
Él
argumentaba saber cómo fundir pequeños diamantes en grandes, y transmutar metales,
y respaldaba sus afirmaciones “por la posesión de aparente riqueza sin límites,
y la posesión de joyas de raro tamaño y belleza”.
¿Son los aventureros
así?
¿Los charlatanes disfrutan
la confidencia y admiración de los más inteligentes estadistas y nobles de
Europa por largos años y no muestran ni aun después de su muerte esa admiración
ser inmerecida?
Algunos
enciclopedistas (ver New Amer. Cyclop., Vol. XIV, p. 267) dicen:
« Se supone que él
fue empleado durante la mayor parte de su vida como un espía en las cortes en
las cuales él residía. »
¿Pero sobre qué evidencia
se basa esta suposición?
¿La ha encontrado
alguien en los papeles de estado o en los archivos secretos de alguna de estas
cortes?
Ni
una palabra, ni una fracción o ápice hay para construir esta calumnia. Esto es
simplemente una mentira maliciosa.
El
trato a la memoria de este gran hombre, de este pupilo de hierofantes hindús y
egipcios, de este competente en el secreto de la sabiduría del Oriente, que han
hecho los escritores Occidentales, es un estigma sobre la naturaleza humana.
Y
así se ha comportado el mundo ignorante hacia todo aquellos que como
Saint-Germain, se han vuelto públicos, después de una larga reclusión dedicada al
estudio y con grandes conocimientos de sabiduría esotérica acumulada, y con la esperanza de
mejorar el mundo y de hacerlo mas sabio y más feliz.
Y
otro punto que debe de ser notado. La recuenta no provee datos de las ultimas
horas del misterioso Conde o de su funeral.
¿Pero no es absurdo
suponer que si él realmente murió en el lugar y tiempo mencionados, él hubiera
sido enterrado sin la pompa, la ceremonia, la supervisión oficial y el registro
policiaco quien atiende funerales de hombres de su rango y notoriedad?
¿Dónde están estos
datos?
Él
pasó de la vista pública hace más de un siglo, y aun así no hay memoria que los
contenga. Un hombre que vivió en la completa luminaria de la publicidad no pudo
haber desaparecido, si él realmente murió ahí y entonces, y no dejó rastro
alguno.
Y
aún mas, a esta visión negativa tenemos la supuesta prueba positiva que él estuvo
viviendo varios años después de 1784. Se ha dicho que tuvo la mas importante
conferencia privada con la Emperatriz de Rusia en 1785 o 1786, y también se le aparecido
a la Princesa de Lamballe cuando ella estuvo frente al tribunal, unos momentos
antes de que fuera herida con una bala y un carnicero le hubiera cortado la
cabeza.
Y
también se dice que se le apareció a Jeanne du Barry, la amante de Luis XV,
mientras ella esperaba en el cadalso el golpe de la guillotina en París en los
días de Terror en 1793.
Y
un respetable miembro de nuestra Sociedad, residiendo en Rusia, posee algunos
documentos altamente importantes acerca del Conde de Saint-Germain, y para la
vindicación de la memoria de una de las más grandes personalidades de los
tiempos modernos, se espera que los largamente necesitados pero perdidos
eslabones en la cadena de su inconclusa historia, puedan ser oportunamente dados
al mundo a través de estas columnas. »
(Revista
Theosophist de mayo de1881, Vol. II,
No. 8, p.168-170.)
OBSERVACIONES
Blavatsky
se molestó contra las acusaciones de charlatanería que le hicieron al Conde de
Saint-Germain, pero desafortunadamente eso también les ha sucedido a todos los grandes
ocultistas de los siglos pasados, como también a los mensajeros de los
Maestros, e incluso también le sucedió a la propia Blavatsky pocos años
después.
Así
es que se puede decir que eso ya forma parte del protocolo de lo que va a pasar
y no tiene caso enfadarse por ello.
Pero
en el caso del Conde de Saint-Germain, el asunto se complica aún más porque en
realidad existieron otros personajes que también se llamaron “Saint-Germain”, como
por ejemplo hubo otro que fue un famoso militar y otro que fue un reputado masón.
Y por consiguiente la gente mezcla la vida de esos tres diferentes personajes
haciendo que la biografía del Conde de Saint-Germain se vuelva tremendamente rocambolesca.
Y
para complicar el asunto aún más, numerosas gentes han inventado muchas
fábulas sobre Saint-Germain, y estas fábulas a su vez han sido retomadas y
aumentadas por otras personas, haciendo que se vuelva muy difícil saber qué
es cierto y qué es invento.
Y
es por eso que yo les recomiendo que sean muy cautos con todo lo que leen
acerca del Conde de Saint Germain.
Pero
Blavatsky también da algunos datos interesantes:
Ella
no se muestra sorprendida, ni rechaza la afirmación de que el Conde de Saint
Germain sabía cómo fundir los pequeños diamantes en grandes, y también transmutar
los metales.
Lo
que me hace suponer que tal vez esas proezas que se les atribuyen a los
antiguos alquimistas pudieran ser ciertas.
Y
también Blavatsky precisó que el Conde de Saint-Germain fue el pupilo de
hierofantes hindús y egipcios, y se volvió un ser competente en el secreto de
la sabiduría del Oriente.
Lo
que me indica que Saint-Germain se volvió un discípulo aceptado por los
Maestros transhimaláyicos y fue instruido por Adeptos de la India y de Egipto.
En
cambio en donde yo no estoy de acuerdo con Blavatsky es de considerar que a
fuerza tuvo que haber habido una gran pompa en su funeral, porque los datos
históricos muestran que al final de su vida el Conde de Saint-Germain buscó
alejarse de la farándula aristocrática y ser olvidado del público en general.
Y
sobre si todavía Saint-Germain siguió viviendo después de la fecha oficial de
su muerte, ese asunto lo discuto en este otro capítulo (link).
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