LA ELABORACIÓN DE LA DOCTRINA SECRETA CONTADA POR ARCHIBALD KEIGHTLEY



Archibald Keightley fue un destacado miembro del Colegio Real de Cirujanos y Maestro en Artes y Doctor en Medicina de Cambridge, y también fue un gran colaborador y alumno de Blavatsky cuando ella residió en Inglaterra.

Y sobre la elaboración de La Doctrina Secreta, él escribió lo siguiente:


« La primera noticia que tuve sobre la futura publicación de esa obra fue a través de un anuncio que apareció en la revista “The Theosophist”. En 1884 me habían informado que Madame Blavatsky estaba escribiendo un libro, pero no sabía sobre qué. Y posteriormente me enteré de que el libro se llamaría “La Doctrina Secreta” y que se había consultado a varias personas sobre su construcción y que todos los puntos de discusión de la Filosofía Hindú se habían presentado al erudito brahmán T. Subba Row quien también había escrito varios temas.

Pero luego llegó la noticia de que la salud de Madame Blavatsky se había deteriorado y que ella se había visto obligada a abandonar la India para salvar su vida. Primero estuvo un tiempo en Italia y luego en Alemania, y finalmente en Bélgica.

Y del trabajo que ella efectuó antes de ir a Bélgica, no sé nada, pero por diversas razones yo fui a Ostende para visitarla, y allí la encontré viviendo con la condesa Wachtmeister, trabajando duro en su obra y escribiendo desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, y solo omitiendo intervalos muy cortos para las comidas.

Ella escribía y dormía en una habitación, y solo salía a la habitación contigua para las comidas. Y cuando llegué me enteré de que su susceptibilidad al frío era tan grande que se tenía que utilizar el máximo cuidado para ventilar sus habitaciones durante el invierno.

Poco después de llegar, ella me entregó una parte de su manuscrito con la solicitud de examinarlo y modificar, corregir y puntuar lo que considerara necesario como si el manuscrito fuera mío. Un privilegio que naturalmente no apliqué.

El manuscrito estaba conformado de secciones separadas, similares a las incluidas en los encabezados de "Simbolismo" y "Apéndices" que aparecen en los volúmenes ya publicados. Y lo que vi en ese entonces fue una masa de capítulos sin un lineamiento definido, muchos de los cuales habían sido copiados paciente y laboriosamente por la condesa Wachtmeister.

Lo que más me impactó en la parte que pude leer durante mi corta estadía fue la enorme cantidad de citas de varios autores. Y eso me impresionó mucho porque no había ninguna biblioteca en ese lugar para consultar esos libros, y pude ver claramente que los libros que tenía Blavatsky a penas llegaban a treinta y de los cuales varios eran diccionarios y varias obras contaban dos o más volúmenes. Y en esa ocasión no vi las Estancias de Dzyan, aunque había varias porciones del Catecismo Oculto incluidas en el manuscrito.

La idea entonces era mantener una copia en Europa, mientras que la otra la mandarían a la India para ser corregida por varios colaboradores nativos. Y la mayor parte fue hecha en una fecha posterior, pero alguna causa impidió esa colaboración.

(Nota: y la causa fue que los brahmanes ortodoxos no quisieron que se revelara al mundo occidental sus conocimientos ocultos, y es por eso que Subba Row, de ser inicialmente un colaborador, luego se volvió un adversario.)



En una fecha posterior fui nuevamente a Ostende para llevar a cabo los arreglos para trasladar a Blavatsky hacia Inglaterra, y la principal dificultad fue conseguir que se empacaran sus papeles y libros, ya que apenas uno de ellos estaba guardado en una caja que al poco tiempo ella lo requería como referencia; y si algún papel formaba parte del manuscrito y ya se encontraba colocado en otra caja, era seguro que ese documento contuviera cierta información que debía ser recortada y colocada en otro lugar; y como Blavatsky continuó escribiendo hasta el mismo día antes de su partida (tal era su incansable esfuerzo) no fue un asunto fácil hacer que empacaran sus pertenencias.

Cuando llegó a Norwood, el proceso inverso continuó, pero ahora la dificultad era deshacer la maleta lo suficientemente rápido. Y un día nos fue cedido para poder desempacar, pero al día siguiente a las seis de la mañana Blavatsky ya se encontraba otra vez trabajando en su obra.

Durante todo el verano de 1887, todos los días estuvo trabajando de seis de la mañana a seis de la tarde, con intervalos solo para las comidas y con raras excepciones solo para atender a los visitantes, o a estos se les pedía que acudieran por la noche. Y las noches se dejaron para hablar y discutir, y solo en raras ocasiones se escribía algo en ese momento.


Durante todo ese verano, Bertram Keightley y yo nos dedicamos a leer, releer, copiar y corregir el manuscrito. La última ocasión fue para traducir algunas de las oraciones al inglés debido a que muchas de ellas eran traducciones literales del francés. Y vale la pena señalar un hecho notable. No pasó mucho tiempo antes de que aparecieran los genius loci [las correcciones efectuadas por el Maestro Kuthumi] en la mayoría de los papeles del manuscrito, y esto sucedió después de la fecha de llegada a Inglaterra.

Muchas de las citas que ella usó tuvieron que verificarse, y aquí nos hubiéramos perdido si no fuera porque una noche Blavatsky nos precisó que ella utilizaba la Luz Astral para obtener esas citas, y a veces se le olvidaba que debía invertir las cifras, por ejemplo: la página 123 la escribía 321 y así sucesivamente.

Y con esto en mente, la verificación fue más fácil ya que al principio me quedé perplejo al examinar todas las ediciones en el Museo Británico para encontrar en varios casos que las citas no se encontraban en la página mencionada, pero con la inversión de los números el asunto se arregló y las citas se encontraron en los lugares señalados.


Gran parte del manuscrito fue mecanografiado durante ese período, y esto fue aprovechado por Blavatsky debido a que los espacios eran grandes y se podía insertar más información y corrección entre ellos. Y no hace falta decir que así lo hizo ella.

Los papeles del grueso manuscrito mecanografiado fueron cortados, pegados, recortados y repegados en varias ocasiones, hasta que varios de ellos tenían el doble del tamaño del manuscrito original.

Pero a pesar de todo ese esfuerzo se hizo evidente que no había trabajo, ni problemas, ni sufrimiento, ni dolor que le impidieran a Blavatsky continuar con su labor. Paralizada por su reumatismo y torturada por enfermedades que varias veces le habían resultado casi fatales, ella seguía trabajando sin descanso y escribía en su escritorio mientras que sus ojos y dedos pudieran guiar su pluma.

Luego llegó el momento de la fundación de la revista Lucifer, y este segundo trabajo tuvo que ser agregado al ya arduo de escribir La Doctrina Secreta. En cuanto a las solicitudes para escribir artículos para otras revistas y periódicos, estas eran constantes e implorantes. Pero ahí Blavatsky escribió poco porque la presión de sus dos primeros trabajos era ya demasiado grande.


En septiembre se efectuó el traslado a Londres, a la casa situada en Lansdowne Road, y esta vez el traslado no fue tan pesado ya que los libros y los papeles se pudieron ordenar, empaquetar, desempacar y reorganizar en el mismo día. Se siguió el mismo método de trabajo y los días pasaron con mucho trabajo hasta que llegó el momento de imprimir.

Durante la mayor parte del período en Londres, Blavatsky contó con la asistencia de E.D. Fawcett, y especialmente en aquellas partes del segundo volumen que trataban acerca de las hipótesis evolutivas. Él sugirió, corrigió y escribió varias páginas de su manuscrito sobre ese tema, las cuales fueron incorporadas por Blavatsky en su trabajo.

Y no hace falta decir que nuestro esfuerzo continuó, aunque con cierta dificultad ya que teníamos que llevar el esquema general en nuestras cabezas (si se llamaría así a una obra cuyo propósito era luchar contra el proceso de cristalización del pensamiento).

Y también tuvimos que llamar la atención de Blavatsky sobre las repeticiones que ocurrían en las secciones aisladas, y en la medida de lo posible actuar como perros guardianes y ayudarla a aclarar el significado de los términos esotéricos lo más posible.

Pero todo el trabajo fue esencialmente de ella. Algunas puntuaciones aquí y otras allá, algunas sugerencias, la corrección de una palabra deletreada en francés, eso fue nuestro; pero el resto fue de Blavatsky y todas las modificaciones que hicimos fueron aprobadas por ella.


Y durante este período en Londres vinieron inevitables interrupciones. Blavatsky trataba de trabajar lo más que podía, pero ella no podía desatender a los amigos que la iban a visitar y a los buscadores de conocimiento que la iban a preguntar.

Y también estaba su revista mensual y las reuniones en su Logia, así como también la numerosa correspondencia que tenía que leer y contestar, y todo esto interfirió con sul trabajo. Y añadan a eso que la falta de salud y la fuerza llegaron, y era un esfuerzo creciente para ella levantarse tan temprano o trabajar tan tarde. Pero a pesar de las dificultades, el ritmo de labor se mantuvo y el trabajo continuó hasta que finalmente se llevó el trabajo a las impresoras.

Ciertos requerimientos en cuanto al tamaño de la página y los márgenes fueron aspectos en los que Blavatsky insistió particularmente, al igual que el grosor y la calidad del papel, debido a que para algunos de sus críticos no les gustó el grosor de su anterior obra “Isis Develada”, por lo que en esta ocasión el papel tenía que ser más delgado para reducir el tamaño.

Y ya decididos estos puntos, el libro fue a imprimirse, pero yo tuve que viajar en ese momento por lo que no pude revisar gran parte del primer volumen cuando este se imprimió. Pero sé que este pasó por otras tres o cuatro manos además de Blavatsky para su revisión. Y ella era su propia correctora más severa, al grado que en su extremada minucia provocó que los costes de la imprenta se elevaran enormemente.

Luego vino la escritura del prefacio, y finalmente el libro salió. El período de trabajo y la emoción habían terminado y todo estuvo tranquilo hasta que se entregó la primera publicación»


(“Reminiscencias de H.P. Blavatsky y la Doctrina Secreta” por la Condesa Constance Wachtmeister, apéndice I-2, p.96-100)





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