El
siguiente escrito fue originalmente publicado en la revista “Metaphysical Magazine” en 1896, y
posteriormente fue impreso como un pequeño libro titulado en español “Afinidades Espirituales”, y el texto
original en inglés lo pueden leer aquí.
Y
en este documento Franz Hartmann hace un resumen de las enseñanzas que él recibió
por parte de un grupo de místicos alemanes (ver link).
Y
a continuación les transcribo la traducción que hizo la Biblioteca Orientalista
al español en 1924, y la cual no es exacta pero transmite la esencia del texto
(y este documento en pdf lo pueden descargar aquí).
PREFACIO
El
autor de este artículo ha convivido durante muchos años con un grupo de
místicos alemanes quienes lo instruyeron, y a continuación él sintetiza la
enseñanza que le dieron agregando las explicaciones que puedan hacerlas más
comprensibles para el buscador. Y hay que precisar que dichos místicos no son
médiums, ni tampoco recopilaron ese conocimiento por medio de libros o guías,
sino que ellos fueron instruidos por su propio ser espiritual a través de
continuos esfuerzos que ellos hicieron para elevarse a un plano de existencia más
superior.
1. ¿QUÉ ES LA FUERZA?
Antes de
procurar ocuparnos racionalmente en la indagación de los efectos recíprocos y
afinidades de unas fuerzas cualesquiera, físicas,
psíquicas o de otra especie,
se presenta ante todo la pregunta:
¿qué es la "fuerza"?
La
observación y la experiencia, tanto externa como interna, enseñan que la
"fuerza" es un atributo o función de algo que se llama
"substancia" o "materia", a saber, un movimiento que por su
naturaleza, no puede ser más que la expresión de una energía, ya que la
substancia inanimada no puede moverse por sí misma. A la verdad, no está
demostrada la existencia de cualquiera materia, y contradice a toda filosofía
sana, a menos que por "materia" entendamos la "substancia"
(de sub-debajo, y sto- estar), es decir, aquel principio
que es la base de toda existencia.
Este
principio, sin embargo, no puede ser por sí mismo otra cosa que una energía,
porque, sin causa eficiente, nada absolutamente puede existir. La
"materia" no puede ser su propia causa: ha de tener una causa por la
cual existe, y esta causa no podría producir nada, si no fuera una fuerza
operativa. Según este aspecto, lo que llamamos "substancia" o
"materia" no ha de ser otra cosa que el fenómeno que existe producido
por la acción de una energía convertida en fuerza, cuya energía ha de ser por
sí misma de naturaleza substancia, porque un movimiento de nada, sin base
alguna para su existencia, es quimérico inimaginable.
Esta fuerza
universal que los antiguos llamaban "materia prima", y que
Schopenhauer describe como la "voluntad", corresponde a lo que en
sánscrito se llama "Akâsa", y que quizá se designará mejor como el
"espacio" o "fuerza universal", por lo cual, sin embargo,
no hemos de representarnos al espacio como una "nada vacía" o como
una vejiga llena de éter universal, sino como la extensión de la fuerza
universal infinita de que se trata, y cuya causa está en ella misma como algo
que nos es desconocido, lo cual no podemos abarcar precisamente porque es
infinitamente más grande que nosotros mismos, y que designamos como
"Dios" o "Voluntad de Dios", sin aproximarnos por ello a la
comprensión intelectual.
Considerado desde el
punto de vista espiritual, nos parece el universo como una manifestación del
poder y de la gloria del Uno eterno e innominado; "la materia" como
energía acumulada y convertida en fenómeno; la "fuerza", en
cualquiera forma que aparezca, como una expresión de esta energía que se puede
designar como la voluntad cósmica regida por una ley natural, cuya voluntad en
su propia "substancia" o esencia, por sí misma, en todos los planos
de existencia, en los planos físico, psíquico y espiritual, puede producir
formas corpóreas, ya visibles, ya invisibles para nosotros. Esto concuerda
también con las doctrinas religiosas de varios pueblos; pues, por ejemplo, la
Biblia enseña que todo se hace por el Verbo (Logos).
El
"Verbo" significa la vida que obra de dentro afuera, y la doctrina de
los indos concuerda, por tanto, con la de los cristianos, afirmando que todo lo
que existe no es otra cosa que una
manifestación de la actividad de un principio vital en el universo, cuya
fuente es Atma, el Espíritu, es
decir, la "Conciencia". La "materia" es un fenómeno, y como
tal, un atributo de este principio universal. Lo que llamamos "forma"
no tiene en sí misma ninguna existencia absoluta, sino que es una suma de
cualidades; pero el poder trascendente que produce estas formas, es eterno e
inmutable, por más que se manifieste en formas y fenómenos innumerables y diversos.
2. LA CIENCIA EXACTA
¿Es esto
"ciencia exacta"? - Depende de que se entiende por esta expresión.
Por "ciencia exacta" muchos entienden aquel saber aparente que se
obtiene acallando toda emoción y aprehensión superior, rechazando toda
percepción espiritual como fantasía, no queriendo saber nada de cosa alguna que
no se puede tocar con las manos y percibir con los sentidos corpóreos; aquel
pretendido saber que resulta del tener el fenómeno como una cosa esencial, y la
esencia misma conceptuarla una casualidad.
Parece que ha
pasado el tiempo de esta "ciencia exacta" que se llama ciego
materialismo, y no vale la pena hablar más de ella. Por todas partes la necedad
es un obstáculo para sí misma; no puede, por tanto, ver nada, y no se le puede
probar nada, porque no puede comprender la prueba.
Hay, por el
contrario, otra ciencia verdaderamente exacta, la cual consiste en conocer no
sólo la apariencia, sino también la verdad, y por cierto, este conocimiento no
procede sólo de las impresiones percibidas por medio de los sentidos corpóreos,
sino de la capacidad para percibir lo
más elevado y lo más noble en la naturaleza, de la posesión de una
mirada espiritual libre y de la facultad de juzgar claramente pero
especialmente de la observación de las fuerzas que dominan en el alma propia,
después de que éstas se han despertado a la vida y han llegado a la conciencia
en nosotros. Las observaciones exteriores y superficiales explican tan sólo las
cosas externas. El que quiere hallar la perla oculta en el lecho del mar, tiene
que sumergirse en la mayor profundidad del agua. Le es preciso obtener su saber
de la fuente de la Verdad, y no de las fantasías y teorías humanas.
3. LA INFINITUD DEL ESPACIO Y DE LA FUERZA
Uno de los astrónomos
más famosos de nuestra época, Camilo Flammarión, dice:
« ¡Infinidad!
¡Eternidad! El estudio de la astronomía nos sumerge en
ella. ¿Con qué vara hemos de medirla?
Si pudiéramos andar
con la velocidad del rayo, necesitaríamos millones de años para alcanzar las
regiones donde se vislumbran los mundos más lejanos; pero, llegados allí,
encontraríamos que no habíamos dado un solo paso hacia el límite del espacio;
pues el espacio es ilimitado, lo infinito sin límites, y por todas partes y en
todas direcciones hay tantos mundos, tantos soles que se siguen unos a otros,
que, si se expusiera bastante tiempo una placa fotográfica, se encontraría
finalmente cubierta de tantos puntos brillantes que el todo no presentaría ya
sino un solo cielo radiante, porque por todas partes, doquiera miramos, hay
innumerables soles los unos tras los otros en interminable serie.
Y vivimos en uno de estos mundos; y, a
la verdad, en uno de los más insignificantes, en algún punto de la infinidad
sin límites, el cual es alumbrado por uno de esos innumerables soles, dentro de
un horizonte limitado, como orugas en sus capullos.
Nada sabemos de todas las causas de
estos fenómenos; somos criaturas del momento, que volvemos a desaparecer, cuyo
saber no va más allá de la mera apariencia y cuyo horizonte es
proporcionalmente lo mismo que nada, pero a pesar de eso, bastante grande para
poder imaginarnos que sabemos algo; y aún nos lisonjeamos y nos llenamos de un
sentimiento de arrogancia, creyendo que gobernamos la naturaleza; no somos poco
presumidos acerca de lo que tenemos por realidad, y que, sin embargo, no es
nada sino una apariencia vacía. »
Pero, así como es en
lo exterior, así es también en lo interior. Allí también se halla la apariencia
en la superficie, y la realidad en lo profundo. Ningún hombre todavía ha
sondeado con su inteligencia terrestre su propia naturaleza. Allí también halla
la infinidad, si penetra bastante dentro de sí mismo; allí también hay
innumerables mundos en el espacio infinito. Tampoco hay allí fin alguno
-¡ningún fin!. En el mundo pequeño que llamamos nuestro, lo mismo que en el
mundo grande que nos rodea, hallamos las mismas fuerzas y las mismas
cualidades, estados conscientes e inconscientes de nuestro propio yo, y
llegamos finalmente a aquella profundidad donde cesa todo concepto de la
personalidad y comienza la Omniconciencia de
Dios.
Espacio, fuerza,
materia, energía y cualidad son palabras que después de todo significan lo
mismo, por más que se refieran a diversos aspectos o conceptos que nos formamos
de esta Unidad. El "espacio" es la extensión de la energía universal;
la "fuerza", su expresión; la "materia", su fenómeno; las
cualidades son las manifestaciones de fuerzas, energías encadenadas que se
convierten en fuerza cuando entran en actividad. Así, por ejemplo, la
conciencia es un estado, una cualidad, pero también, una fuerza y un espacio.
Puede limitarse en un solo punto, o extenderse en la infinidad.
La pureza del corazón
es una cualidad, pero al mismo tiempo, un estado que da al alma la fuerza de
tener alejado todo lo que es impuro y contrario a la naturaleza. El saber es
una fuerza que da al hombre la capacidad de hacer obras que son tanto más
grandes cuanto más grande es este saber. La necedad es una fuerza que domina al
mundo y cierra la entrada al conocimiento; la presunción es una fuerza que
impide al hombre ver la Verdad; el egoísmo, la superstición, la falsa devoción,
la malevolencia, la envidia, la cólera, etc., son cualidades, pero también
fuerzas, porque dan al hombre el poder de hacer daño a los demás y a sí mismo.
El calor, la luz, son cualidades, pero son también fuerzas, pues el calor
calienta los cuerpos y la luz les hace lucir; y si los cuerpos no poseyeran
estas fuerzas, no existirían en ellos estas cualidades.
Cuanto más se
manifiesta en un cuerpo la cualidad de un principio general, tanto más alcanza
este cuerpo al poder de practicar esta cualidad, consciente o
inconscientemente. Todas las fuerzas no son finalmente otra cosa que formas de
la actividad del Espíritu universal en la Naturaleza, el cual se manifiesta
bajo diversas condiciones y da a la individualidad sus cualidades y, por lo
tanto, sus fuerzas individuales también. En una bellota se manifiesta la
fuerza, por la cual puede crecer un roble, sin que lo sepa la bellota; pero el
hombre que se ha despertado a la conciencia de sí, puede emplear de un modo
inteligente las fuerzas que la naturaleza le ha prestado, para reponer las
condiciones bajo las cuales, fuerzas espirituales, siempre más elevadas, pueden
manifestarse en él, y así prestarle cualidades superiores y más nobles.
4. EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD
La más grande de
todas las fuerzas espirituales que eleva al hombre muy por encima de su propia
naturaleza animal y de toda ilusión, es el conocimiento de la Verdad. Esto no
quiere decir la comprensión de alguna teoría, sino la realización de la Verdad
en el hombre mismo, sin ninguna referencia a sus opiniones, teorías, su
fantasía y su presunción. Lo que somos nosotros mismos, lo sabemos luego que lo
reconocemos realmente, y no necesitamos para ello ninguna
"explicación". Todas las explicaciones y teorías sirven tan sólo para
librarnos de los errores que nos impiden conocer la Verdad; el conocimiento
verdadero no puede obtenerse por el mero saber, sino por el llegar a ser.
Nadie puede revelar
la verdad a otro hombre; sólo la Verdad misma se revela. Así como en el reino
zoológico un animal se alimenta con otro, así también en el plano intelectual
se alimenta el hombre de los frutos que otro ha producido en el jardín de sus
pensamientos. El Espíritu de Dios es libre, y el hombre en quien ha llegado a
la conciencia de la Sabiduría, vive en el Conocimiento de la Verdad, superior a
todas las opiniones y teorías transitorias, en su Yo propio infinito e inmortal.
A semejante estado no
puede uno llegar por medio de la fantasía, sino que se puede alcanzar tan sólo
por la manifestación de esta fuerza espiritual interna. La obscuridad no puede
por sí misma producir luz alguna. Si se manifiesta la luz, desaparece la
obscuridad. Del mismo modo no puede proceder de la presunción del hombre
ninguna sabiduría; si la Sabiduría se manifiesta, desaparecen la presunción y
las opiniones necias. Por tanto, la Sabiduría es una fuerza que vence a la
necedad.
Una seguridad
presuntuosa de que sea verdadera tal o cual cosa, aunque descanse en las
mejores bases, no es de ningún modo el conocimiento propio de la Verdad. La
Verdad no es conocida del hombre, sino cuando se realiza en él mismo, es decir,
cuando se revela en su autoconciencia como fuerza viva, y se ha armonizado con
Ella, de modo que puede decir en verdad, no sólo "Yo reconozco lo que es
verdadero", sino también "Yo soy la Verdad misma".
Esto no quiere decir
que no se deba escuchar ninguna teoría ni que sea preciso rechazar ciegamente
la opinión de otro. La teoría verdadera es el medio para la práctica acertada,
mas no es el Conocimiento mismo.
La primera
condición para el conocimiento de la esencia de cualquiera fuerza o calidad, es
la posesión de la misma. Reconocemos los efectos de las fuerzas exteriores que
nosotros mismos no poseemos, más no su esencia. Para conocer la esencia de una
cosa, es preciso que sea una parte de nuestra propia esencia que percibimos;
pues una cosa puede reconocer tan sólo aquello que le es semejante; nadie puede
tener conciencia propia de cosa alguna sino de sí mismo y de lo que incluye en
sí misma. Nadie puede saber qué es el hambre, si no la ha sentido nunca; nadie conoce el amor sino aquel que lo
posee; lo inconsciente no comprende a la conciencia, ni la muerte a la
vida. Es inútil argüir acerca de la posibilidad de que existe una forma de
conciencia superior a la ordinaria, con aquellos que no la conocen, porque no
existe para ellos en tanto que no poseen ni perciben cosa alguna superior.
5. EL PODER DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL
Todo lo que hay más
allá de nuestra experiencia, es para nosotros misterioso y "oculto".
Considerado como animal intelectual, el hombre no sabe nada de las fuerzas
espirituales. Empero, cuando en la conciencia del hombre nace una fuerza
espiritual, que le influye poderosamente sin que sea ya una cosa desconocida;
no necesita, pues, ninguna otra prueba científica de su existencia, por
tratarse de un elemento de su propio ser y es reconocida como tal.
No existe
para nosotros ningún dios personal mientras no lo percibimos; mas si penetra en
nosotros la percepción de la Divinidad en la conciencia, nada nos impide
reconocer la revelación de esta fuerza espiritual como una parte de nuestra
propia naturaleza. Si, por el contrario, negamos la posibilidad de que se
realice el ideal divino en el hombre personal nos impedimos a nosotros mismos
llegar a un estado divino. Los ignorantes piden a gritos pruebas de la
existencia de Dios; pero no necesita prueba alguna el sabio en quien el fuego
del Amor divino reduce a cenizas la ilusión del yo, y en quien se ha revelado
la Luz de la Sabiduría que viene de arriba. El mismo es un dios luego que Dios
ha dominado y aniquilado a lo animal en él.
El primer
paso para alcanzar este fin consiste en obtener la Pureza. El espíritu del
hombre reúne y combina ideas y con ellas levanta un edificio artificial de
ciencia aparente, "edificado en la arena", una obra imperfecta
compuesta de muchos fragmentos, entre los cuales quizás se encuentre esparcido
un vislumbre de verdad; pero el verdadero conocimiento se efectúa, cuando la
Luz de la Verdad eterna se refleja en el alma del hombre y la llena
completamente, del mismo modo que lo hace el sol en un cristal perfecto. Este
conocimiento no es como el saber externo de lo aparente, como producto de la
ideación propia; no pertenece de ningún modo al hombre externo, sino al Hombre
divino renacido en él, cuya luz puede reflejarse en la conciencia del hombre
personal.
El mero "presentimiento"
en sí mismo de lo divino es ya poseer la semilla de ello, porque sólo la
sensación divina en el hombre puede percibir la presencia de Dios en el
universo; mientras que, por otra parte, el poseer las más elevadas capacidades
espirituales no nos sirve de nada en tanto que no las conocemos, y no las
conocemos mientras no han desarrollado sus fuerzas, ni llegado a nuestra
conciencia. Pero si estas cualidades se han convertido en nosotros en fuerzas
vivas, podemos observar su naturaleza y su acción tan bien, y aún mejor de lo
que sucede con los fenómenos exteriores del calor y de la electricidad. Quizá
comprendemos entonces que las fuerzas espirituales no son otra cosa que
modificaciones de una Fuerza espiritual única, y que siendo afines entre sí, reaccionan
las unas sobre las otras limitándose mutuamente.
La pureza es la
libertad. Si estuviéramos puros de toda personalidad y presunción, seríamos
libres y reconoceríamos que no somos criaturas limitadas, sino omnipresentes,
omnipenetrantes y omniscientes en nuestra naturaleza verdadera. Atma es uno e
invisible; está en todas partes. Yo soy Atma,
pero no estoy en condición de reconocerlo, debido a estar ligado al
"yo" y a lo "material". Una vez reconozca a Atma, Espíritu,
me reconoceré en mi Yo verdadero. Nada impide este conocimiento espiritual sino
aquello que no pertenece al Espíritu. En el stratum
superficial del espejo del alma se reflejan los fenómenos del mundo de los
sentidos y evocan imágenes, del mismo modo que los árboles en la orilla de un lago;
pero en la parte más profunda descansa la chispa del Conocimiento de la Verdad,
cuya chispa, cuando se convierte en llama, ilumina todo el reino del
pensamiento. Cuanto más la mente se llena de conceptos sensuales, cuanto más
penetra en su interior las percepciones materiales, tanto menos se revela la
Verdad.
Dice el
Bhagavad Gitâ: "Cuando se abre el ojo exterior del alma, se cierra el
interior". Pero si el alma se aparta del dominio de la ilusión y, por el
vuelo de la voluntad, es llevada hacia la esencia de las cosas, se le abre la
puerta del santuario en el cual se revela la Verdad. El cielo, por su
naturaleza, es puro; sólo las nubes nos ocultan el sol; el alma, en su propia
naturaleza, es pura y libre como el espacio; sólo los errores, "las hermanas
malvadas", tienen presa a la "princesa encantada" de la leyenda;
la Voluntad iluminada por la luz de la razón, es el "hijo del rey"
que la liberta.
La pureza
mora en el amor a la Verdad y no en la atracción del "yo" propio.
Pero el amor a la Verdad, es el amor a aquella Fuerza que mora en todas las
cosas, y mantiene juntos y agita a todos los mundos, y esta fuerza es el Amor
divino mismo. El que ama a la Verdad, no ama en realidad sino a su Yo divino,
el cual es el Yo del universo. El amor
verdadero es el presentimiento del Conocimiento de sí mismo. El que se
sacrifica a este amor, no sacrifica nada, sino que gana todo; él abandona su
cautiverio y por este "sacrificio" que no le cuesta nada de verdadero
valor, entra en la Pureza y la Libertad.
6. LA ILUSIÓN DE LA PERSONALIDAD
Por su naturaleza
verdadera, el hombre es un espíritu, un habitante del cielo; su forma material
limitada es el resultado de sus deseos materiales; él sueña en una existencia
material, que toma por realidad hasta que vuelve a despertarse a la conciencia propia
de su naturaleza verdadera. Cuando se despierta, está libre su voluntad, pero
en el sueño de este mundo está encadenada. La voluntad del hombre que se ha
despertado a la verdadera autoconciencia, es la Voluntad de Dios; cuando el
hombre se reconoce a sí mismo en la Verdad sabe lo que es la Voluntad del
Altísimo. El hombre, como ser espiritual, etéreo, lleva una envoltura material
y animal, la cual toma por su "yo"; cuando alcanza el conocimiento de
su constitución verdadera, queda libre de esta envoltura su "personalidad" (persona-máscara). Este libramiento de la
ilusión del "yo" es el sacrificio que no es tal
"sacrificio", sino una liberación que no puede efectuarse por amor al
"yo", porque no puede dominar el yo al yo, la ilusión a la ilusión.
Esa liberación se
efectúa por la fuerza del conocimiento del Yo
divino en nosotros, el cual, desde el punto de vista material es nuestro
No-Yo, pero, desde el punto de vista espiritual, es el Yo único verdadero de la
humanidad entera. Aquí no se trata de ninguna "absorción en la nada",
sino de una elevación en la Divinidad. Un lurte se forma en el Océano; es
diferente del agua tan sólo por la forma, pero no en su naturaleza; se derrite
y entones es lo que era antes. En la
conciencia universal se forma la ilusión de la personal a consecuencia del
deseo de existir personalmente. Nada se gana con la desaparición de la forma,
porque existe todavía la personalidad con sus
consecuencias.
7. PUREZA ES LIBERTAD
Si se llega a
dominarla entonces el hombre vuelve a ser uno con el Hombre divino, así cuando
la chispa se convierte en llama, viene a ser una con la luz. La clave del gran
misterio es la distinción entre lo eterno y lo transitorio. ¡Procura apoderarte
de ella y abre la puerta de la inmortalidad! Puro es lo verdadero, libre de
todo error; puro es lo real, libre de lo falso; puro es lo inocente, libre de
pecado; puro es el amor, limpio de egoísmo; pura la renuncia, si no la acompaña
la esperanza de recompensa. El conocimiento es puro cuando está libre de error;
de él procede la Paz, y en la Paz está la satisfacción y la felicidad, pues la
felicidad consiste en la ausencia de todos los deseos y esperanzas no
cumplidos. La paz es la condición para la manifestación de la Sabiduría, porque
sólo en la mente que ninguna pasión perturba, puede la Verdad reflejarse con
claridad para que la imagen de Dios tome forma en el hombre.
La pureza es
la libertad, porque aquél que es puro de todo deseo, está libre de la ilusión
de la personalidad, y así viene a ser señor del yo propio. Donde cesa la
personalidad, no hay ya nada que subordinar, nada que gobernar. El que está
libre del yo, es uno con la Ley, la cual es superior a todo. La libertad es la
ley hacia la cual la humanidad entera, y la naturaleza por medio de la
humanidad, dirige todos sus esfuerzos. La libertad es la vida verdadera, más
allá de aquel estado superior en el cual no hay muerte, la cual es sólo
patrimonio de la forma cuando cesa la actividad de la vida; mas la vida misma
no muere. La libertad verdadera consiste en la obediencia a la Ley de Dios,
cuya Ley es Su Voluntad; la Voluntad de Dios es el Amor con la fuerza del
Conocimiento.
Dios no
quiere otra cosa que manifestarse en sí mismo, y sólo aquel que se esfuerza en
obedecer a la Ley, hace posible la manifestación de Dios en su propia persona,
pero esto lo puede hacer sólo aquel que ama a Dios y no aquel que le expone sus
deseos personales con lamentos o gritos o procura moverle con tambores y
pífanos a que le haga su voluntad. La voluntad se vuelve libre por el
Conocimiento de la Verdad; la libertad de la voluntad tiene la misma extensión
que la del Conocimiento. La Voluntad de Dios es libre. Cuando la voluntad del
hombre ha llegado a la verdadera libertad, entonces es una con la Voluntad de
Dios y la Voluntad divina misma. No hay diferencia entre dos fuerzas que son
idénticas entre sí. La libertad es la consunción del amor, la unión del amor
del hombre con su verdadero Yo divino por el Amor de Dios con su manifestación
en el hombre. Este Amor es el Conocimiento mismo. El que crece en el poder del
conocimiento espiritual, crece en el amor. El conocimiento meramente
intelectual no produce ningún amor verdadero, ni la inclinación de los sentidos
conocimiento verdadero alguno; pero el amor verdadero procede del conocimiento
de la Unidad del Todo, y por medio de este amor se conoce la esencia divina en
todas las cosas.
Con las
fuerzas espirituales sucede lo que con el pollo y el huevo. Si no existiera la
gallina no habría huevo, y sin el huevo no habría pollo. Así como el uno
depende del otro, del mismo modo en la eternidad no hay "primero" ni
"último". Si reconozco a mi propio Yo verdadero como Dios, solo
sacrifico a mí mismo sacrificado. Trascendiendo las apariencias llego al
conocimiento del verdadero Ser; pero para que yo pueda renunciar a ellas, es
preciso que exista ya en mí cierto grado de conocimiento.
El que da todo está
libre y no está ya ligado a cosa alguna; mas el que lo da a fin de alcanzar la
Libertad, no gana nada, porque se halla todavía impulsado por el deseo de
obtener algo para sí mismo; solo la percepción de la santidad de la Libertad da
al hombre el poder de renuncia y entonces esa libertad se convierte en una
fuerza que de otro modo no se podría percibir. El atributo se convierte en
fuerza, la cual puede percibirse llegando a la conciencia en nosotros. Un rey
que no percibe nada de su reino, no es capaz de gobernar; el hombre que no
conoce su dignidad está bestializado. La conciencia del estado en el cual se
encuentra uno, da la fuerza para el desarrollo del atributo.
La libertad no está
limitada a lugar alguno; el Espíritu libre está en todas partes y puede actuar
en cualquier lugar en que transponga su conciencia. El cuerpo no puede
participar esta libertad; está ligado a un lugar y a un tiempo; el Espíritu que
ha obtenido la libertad, está libre. Por la conciencia de la Libertad se
manifiesta la justicia. Mientras el alma es presa de afecciones personales no
puede comprender la justicia que reconoce el derecho de todas las criaturas;
mas el que es superior a todo, no está ligado a nada individual; reconoce la
Realidad en una mosca lo mismo que en un elefante. El alimento de la Libertad
es el amor porque éste fortalece al conocimiento.
El símbolo de
la libertad se representa con la cruz, la cual significa el sacrificio de sí
mismo, la muerte de lo material y el libramiento del espíritu por medio de la
unión con la Divinidad. Encadenada por medio de los sentidos, presa de la
ilusión del yo, duerme y sueña el alma que ha olvidado su origen divino, su
patria celestial; está sujeta a un cambio constante de vida y de muerte, hasta
que, por el dominio de la ilusión, vuelve a despertarse a la conciencia de la
Realidad, y deshecha la envoltura que le impedía la liberación.
El
presentimiento de esta libertad, aparece cuando empieza a moverse la fuerza del
conocimiento, de la cual dimana la Fe, que es como la percepción fija de un
rayo de luz que penetra a través de la niebla, y cuyo manantial es el Sol
central del universo. No es todavía el Conocimiento perfecto, sino el principio
del mismo. Si el alma se eleva en el poder de esta fe, la niebla se desvanece y
el sol surge con toda su gloria. La fantasía no tiene nada que ver con la fe;
es impotencia y no es fe, aún cuando por ella se deriven las opiniones
aceptadas de las autoridades fidedignas. Ningún hombre ha alcanzado jamás al
verdadero Conocimiento con poner su "fe" en la respetabilidad y
criterio de alguna persona. En semejante base descansa la
"Teosofistería", mas no el Conocimiento divino (Teosofía).
En la
aceptación de teorías, sean verdaderas o falsas, no hay ningún conocimiento. La
verdadera Fe no se basa en dogmas y opiniones, sino que es el Sendero de la Luz
que conduce al Conocimiento, y se puede poseer la verdadera Fe aún sin haber
sido educado científicamente y sin estar versado en teología. El principio de
este camino es a luz; el medio el verbo, el
cual procede de la percepción en el corazón del hombre; su fin es la
manifestación perfecta de la existencia divina -no de la existencia de otro,
sino de la existencia de Aquél que es la esencia de todas las cosas, y por
tanto nuestra esencia propia también. Por la Verdad se alcanza la certeza, y
por la certeza la Verdad. Por la obscuridad se alcanza la Luz, y la Luz
necesita de la obscuridad para manifestarse.
La Pureza es
el camino de la Libertad y la aurora del día de la Libertad es el momento en
que el hombre aprende a creer, es decir, a distinguir entre lo eterno y lo
transitorio. Quien ha aprendido a conocer lo eterno, posee ya la inmortalidad,
porque sólo lo inmortal en el hombre la puede conocer. La morada de la Libertad
está en la Omnipotencia de la Ley, pues la Voluntad libre misma es la Ley, y la
naturaleza entera le obedece.
Libertad
significa Redención. La libertad del hombre no consiste en dejar a sus elementos
animales dueños de sí mismos, sino en dominarlos y obligarlos a obedecerle. La
Redención del hombre no se efectúa por medio extraño alguno, sino tan sólo
alcanzando el Conocimiento. El yo material personal no se salva, pero su dios
se salva de él por medio de la muerte, y así salva también de su persona todo
lo que de ella ha entrado en su naturaleza divina. Por tanto, la Sabiduría es
la puerta de la Libertad, y el conocimiento de Sí su trono.
8. EL SABER Y LA SABIDURÍA
La Luz de la Verdad
lanza sus rayos sobre el sendero de la vida; pero la Sabiduría nace en el
interior del hombre cuando él reconoce la Luz de la Verdad. El Amor es el
asiento de la Fe, y el asiento de la Sabiduría es el Verbo interior que habla
la verdad en el corazón. La experiencia es la madre del saber; todo saber que
no descansa en la experiencia es sólo aparente. La piedra de toque de la
Sabiduría es la justicia, y la vara con la cual se mide la justicia es su
acción. La Sabiduría no es un producto de la naturaleza, pero la Sabiduría
domina a la naturaleza dondequiera que sea y la sujeta a la obediencia. Por
tanto, la Sabiduría es algo sobrenatural; pero su realización se efectúa dentro
de la naturaleza y no fuera.
El
Conocimiento divino es una fuerza que es superior a todas las fuerzas
mecánicas, superior a todos los instintos animales, superior a todas las
actividades intelectuales. Lo que nos enseñaron los antiguos sabios indos, y lo
que repiten nuestros filósofos modernos, no ha procedido de la sutileza e
ingeniosidad de las ideas de los sabios, sino más bien de su Conocimiento
divino. La Sabiduría no consiste en la especulación o la lógica, ni se obtiene
por medio de éstas; es el conocimiento de Sí, que no descansa en nada sino en
sí mismo. La naturaleza es una manifestación de la Verdad, cuya madre es la
Sabiduría. Aún cuando se aniquilara la naturaleza entera, y el cielo y la
tierra desaparecieran, la Sabiduría de Dios subsistiría, aunque en lo
inmanifestado, y su Voluntad y su dirección traería a la existencia un nuevo
universo.
Sin embargo, por
hábil y erudito que sea un hombre no posee sabiduría mientras no llega a
manifestarse en él el verdadero Conocimiento de Sí. La posesión de este
Conocimiento de Sí distingue al verdadero sabio del erudito. La verdadera
Sabiduría no puede aprenderse en los libros, los cuales sólo pueden enseñar
dónde encontrarla, pues no se transfiere por medio de alguna persona, sino por
sí misma. Todas las cosas que vemos, son símbolos y representaciones de la
realidad, mas no la realidad misma. Si interpretamos erróneamente estos
símbolos, no es por culpa de la Verdad ni de los símbolos, sino de nuestra
propia ofuscación. La verdad es siempre comprensible de sí misma, y no necesita
prueba alguna. Ella es una luz, y la percibe aquél a quien ella alumbra; mas
aquél quien está ofuscado, no la conocerá jamás a pesar de todas las "pruebas".
El objeto de
la Sabiduría es manifestarse, enseñar, educar y elevar al hombre y ayudarle a
alcanzar la conciencia de la Inmortalidad, librándole del error y de la
ignorancia, porque le enseña a conocer su propia naturaleza superior como una
fuerza inteligente en el universo. La Sabiduría es la Voluntad divina, cuya
realización consiste en el llegar a ser. "Hágase tu voluntad", significa
en otros términos, "Déjanos llegar al Conocimiento"; y esto, nadie
nos lo impide, sino nosotros mismos. Conocer exactamente las relaciones de las
cosas en el mundo externo, es ciencia; pero no es sabiduría. La ciencia o el
saber consiste en las apariencias transitorias; la Sabiduría es el conocimiento
de la Verdad eterna e inmutable. Sin este conocimiento, la ciencia es un
fragmento; no es verdadera sino cuando la base de su saber es el conocimiento
de la Realidad una y eterna.
Por la
revelación de la Verdad en nosotros, nace la Sabiduría que es la fuerza por la
cual el universo es lo que se manifiesta, porque si éste no tuviera un
fundamento real, no existiría de ningún modo. Muchos filósofos afirman que el
universo existe tan sólo en su concepción; pero mi concepción no cambia en nada
la existencia del universo del cual, no conozco nada, sino lo que entra en mi
concepción, aunque la Realidad está allí, sea que yo me forme un concepto de
Ella o no.
Lo que percibimos
corporalmente, no es por supuesto más que una apariencia; pero detrás de ella
está la realidad, de otro modo no existiría. La Verdad es la Luz, y las formas
las sombras. La Verdad es la Vida, y las formas un medio de manifestación. Por
el conocimiento de la Verdad, el cual es la Sabiduría, nace del hombre animal
perecedero un Hombre divino, inmortal. Pero esto no se efectúa por la teoría,
sino con el manifestarse en nosotros la Luz del Conocimiento por la acción. El
universo es la "concepción" del Espíritu divino, y este Espíritu soy
yo. Pero mientras no me lo reconozca en mí y tan sólo me imagino serlo entonces
no es mi propio ser, mi "yo" nada, sino una ilusión pasajera.
9. SABIDURÍA, BELLEZA Y VERDAD
De la Sabiduría
procede la Belleza, pues lo que es sabio es bueno, y lo que es bueno es bello.
La posesión de la Sabiduría transfigura al alma y por medio del alma embellece
al cuerpo, porque éste es la expresión
exterior del alma. El amor a la Sabiduría se realiza por medio de la obediencia
a lo que manda la Sabiduría. Esta obediencia descansa en la fe en el poder de
la Sabiduría, y la fe depende del amor, pues una "fe" sin amor es
como un árbol muerto, el cual no produce fruto. La más elevada sagacidad humana
no puede producir sabiduría alguna, así como un pedazo de hierro no puede, por
sí solo, volverse candente; pero así como el hierro se vuelve candente por
medio del calor, así también un entendimiento claro puede iluminarse por medio
de la Luz de la Verdad, y llegar al conocimiento cuando el alma se enciende en
el fuego del amor divino.
Las teorías
varían, pero la Sabiduría es eterna. La Verdad es invariable, si bien sus
manifestaciones son diversas según las proporciones bajo las cuales se
manifiesta, del mismo modo que la luz del sol está siempre en el espacio y el
que sea de día o de noche entre nosotros, depende que nos encontremos en la luz
o en la sombra. La Sabiduría es única, pero puede manifestarse en un grado más
o menos elevado, así como la luz del sol es tan sólo una, pero brilla con una
intensidad que varía según las diferentes circunstancias y densidades dónde se
refleja.
Ningún hombre
se procura sus fuerzas por sí mismo. Nadie es sabio, bueno, bello, etc., de
otra manera que por la manifestación en él de la Sabiduría, la Bondad, la
Belleza, etc. El principio es la esencia, la forma es tan sólo el fenómeno.
Toda sabiduría, moral, pureza, virtud, etc., que uno se haya hecho por sí
mismo, es tan sólo ilusión y engaño. Donde hay presunción no puede crecer nada
bueno. El yo personal es una ilusión y no puede producir nada sino ilusiones.
El que cree ser mejor que otro se reirá de sí mismo cuando alcance el
Conocimiento, porque verá entonces que él no es nada, sino que Dios es todo, y
que sólo trascendiendo su propia personalidad, o más bien, comprendiéndola,
puede la Divinidad manifestar en él sus atributos divinos.
El sabio no
procura obtener fuerzas espirituales para su utilidad o provecho personal, sino
que se esfuerza en ser un instrumento para la manifestación de dichas fuerzas,
porque, así como el martillo no sirve de nada sin el herrero, del mismo modo no
sirve de nada el hombre, en sentido espiritual, si sus acciones proceden sólo
de su propia volición, y no del espíritu del Conocimiento de la verdad. Para el
verdadero teósofo, es decir, para aquel hombre que ha alcanzado el verdadero
Conocimiento de Sí, no hay ningún "yo" ni "tú", ningún
"mío" ni "tuyo", sino tan sólo Lo Único Eterno con la
multiplicidad de sus fenómenos. Empero, esta doctrina no será comprensible para
aquellos que se aman a sí mismos por sobre todas las cosas, porque sólo la
verdad en el hombre puede reconocer a la Verdad.
Verdad quiere
decir Realidad. Sólo aquello que es verdadero existe en realidad; todo lo demás
es tan sólo una apariencia. Lo verdadero nos parece insubstancial mientras no
lo reconocemos y confundimos la apariencia por realidad. La Verdad es eterna, y
para Ella es indiferente el que los hombres la reconozcan o no; pero la
existencia autoconsciente real del hombre depende de su conocimiento de la
Verdad. Sin este conocimiento, él mismo no es otra cosa que un sueño.
Los necios
que no aman la Verdad, cierran los ojos ante ella pidiendo pruebas de su
existencia; el poseedor de Sabiduría la ve y no necesita ninguna prueba. El
ciego procura alcanzar el Conocimiento de la Verdad por medio de argumentos e
inferencias; el sabio abandona el error y se compenetra con lo inmanente. La
vida de la Verdad es la muerte del error, y por lo tanto, no quieren saber nada
de la Verdad los que se aman a sí mismos y a sus errores. Suelen pedirla a gritos,
para rechazarla cuando se aproxima. La manifestación de la Verdad es la
aniquilación del yo, que al principio aparece como un horrible fantasma, pero
al fin se manifiesta como un ángel resplandeciente, porque cuando la ilusión de
la personalidad queda dominada, vemos que aquello que ha sido aniquilado no era
nada sino una sombra del reino de la Luz.
El manantial de la
Sabiduría es inagotable, alimenta al alma y ésta crece en él, no por la
creencia en autoridades, sino que a la Luz de la Sabiduría, se desarrolla el
Loto de la verdadera Conciencia como se abre en el sol el cáliz de la rosa. Son
los frutos del Conocimiento de uno mismo si maduran a la luz de la Verdad, sin
que disminuya por ello. El universo entero es un espejo de la Verdad; vemos en
él las imágenes que la luz produce, pero no puede percibirse la Verdad sino con
la luz de la misma, que está en nuestro interior. Esta percepción fortalece a
la fe, cuya alma es la esperanza, y a la cual el amor penetra.
La esperanza,
en el sentido espiritual, no es la expectativa de algún provecho personal, sino
que así como la alondra saluda gozosa al sol naciente sin pensar en sí misma,
de la misma manera se alegra el alma ante la confianza de que saldrá el Sol de
la Sabiduría cuando despunte la aurora espiritual.
La vida de la
Fe es la Voluntad que es la base de toda existencia; la voluntad de todas las
criaturas para la existencia, ya consciente, ya inconsciente, es la causa de
que haya criaturas. De nada sirve cualquiera "negación" científica.
Mientras la voluntad del hombre es más fuerte que su conocimiento, no se eleva por encima del círculo de la vida.
Una voluntad a la cual la fantasía mueve, es una voluntad quimérica; hasta que
el hombre encauza su voluntad por el poder del Conocimiento, es esclavo de los
poderes naturales ciegos en él, cuando se imagina ser dueño de su volición y de
su acción. La voluntad no es un producto del hombre, sino que el hombre es un
producto de su voluntad. El hombre es el resultado de sus acciones en formas de
existencia anteriores, y estas acciones son determinadas por su volición más o
menos consciente.
La volición
del hombre ligado a la tierra, es una ilusión, una nada. Su cuerpo sigue las
leyes de la naturaleza material, y sus acciones son determinadas por sus
deseos. La volición del hombre no viene a ser suya sino cuando ha venido a ser
uno con la ley por el poder del conocimiento. Entonces domina en él la voluntad
de la Ley, y esta Ley no es otra que él mismo.
El Espíritu
(la conciencia) es el generador, la Voluntad es la productora, la
"substancia". La Voluntad es el terreno en el cual yacen las semillas
de las sensaciones y de los deseos; por medio de la influencia del Espíritu se
desarrollan en ideas; de éstas procede el pensamiento y del pensamiento la
acción. Por tanto, la voluntad del hombre ligado a la tierra, no es nada,
porque el hombre sin conocimiento no es nada por sí mismo; él se imagina
pensar, querer y obrar, y con todo, es tan sólo la naturaleza la que en él
percibe, quiere, obra y piensa. "El se imagina impulsar y es
impulsado". Así como el viento arrastra a las hojas secas y las lleva al
azar, del mismo modo el querer y el pensar del hombre que no posee verdadero
conocimiento, son movidos por influencias que él no conoce ni puede dominar.
Pero el iluminado por la Sabiduría tiene su voluntad libre en su propio poder,
y el espíritu que penetra a su libre voluntad, es la Fe que puede "mover
las montañas".
Mientras que
el hombre está ligado a una naturaleza sensual y no conoce su propia esencia
verdadera, se halla pervertida la voluntad que en él actúa; mas si él se
despierta a su verdadera autoconsciencia y se pone en armonía con la Voluntad
divina, entonces su voluntad es la Voluntad de Dios y queda libre. La razón por
la cual no se efectúa esto, es la ignorancia de lo material en lo cual se halla
preso el hombre.
Empero la
ignorancia no tiene base alguna, como Sankaracharya
lo demostró muchos siglos antes que Kant, lo cual, además, es evidente, porque
la ignorancia es la ausencia del saber, y algo que no existe no tiene tampoco
razón alguna para existir.
10. DIOS ES LA SUPREMA LEY Y LA ÚNICA REALIDAD
Ya que la existencia
por sí misma es única, no puede haber sino una base única para toda existencia;
pero las formas de existencia son innumerables y, por tanto, tiene innumerables
causas, todas las cuales, sin embargo, pueden reducirse a una causa original,
única de la cual son modificaciones. Esta causa original es la Realidad
superior a todo concepto intelectual y no puede describirse, aunque se ha
escrito mucho sobre ella, porque es infinitamente más grande que la concepción
limitada del hombre. De que se pueda conocer espiritualmente, no hay prueba
alguna que satisfaga al escéptico. Esto no lo puede saber sino aquel que ha
alcanzado el espiritual Conocimiento de sí mismo.
La ciencia no
puede conocer nada superior a la acción de la Ley, y menos a la Ley misma. Sólo
Dios puede conocer la Ley: El mismo es la Ley. La Ley de Dios es perfecta, pero
su acción no es perfecta en todas partes, porque donde no son armoniosas las
condiciones bajo las cuales entra en actividad, no puede dominar la armonía. Lo
que se llama "materia" está opuesto al Espíritu; por la voluntad
contraria de lo "material", queda impedida y pervertida la
manifestación del Espíritu.
La Voluntad
de Dios es su ley; pero esta Voluntad no está sujeta a ningún antojo, capricho,
deseo o pasión; es divina precisamente porque es una con la Ley, invariable, y
la Ley misma. Pero la acción de la Ley es diversa según las proporciones bajo
las cuales domina. Lo que es conveniente y justo para el animal, no lo es
siempre para el hombre, porque entre los animales impera el egoísmo al cual el
hombre tiene que vencer. Si todas las criaturas hubiesen sido, desde el
principio, hechas de tal manera que no tuviesen que vencer ningún egoísmo, no
tendrían tampoco nada que aprender y no habría ninguna fuerza individual que
dominar, ningún conocimiento individual que
adquirir.
La Ley de Dios es la
Armonía. La Ley del hombre es que él mismo tiene que vencer todo lo inarmonioso
en su naturaleza, y así ponerse conscientemente de acuerdo con la Armonía del
Universo. La Armonía es el aliento de Dios en el Universo, y la Vida del alma
del hombre. La "Ciencia del Aliento" no puede ser practicada por
nadie que no conozca la Armonía del Espíritu, porque no se trata en ella del
aliento animal, sino del espiritual, pues nadie ha llegado aún al Conocimiento
divino con cerrar las ventanas de la nariz.
Por lo que
hace a "Dios", no hay ninguna definición; no podemos atribuirle sino
cualidades negativas, tales como la infinidad, la incomprensibilidad. Un dios
al cual yo pudiera concebir intelectualmente, sería más pequeño que mi
inteligencia; y, por tanto, no sería Dios. Lo limitado no puede abarcar lo
ilimitado, lo personal a lo impersonal. Por el contrario, podemos formarnos
ciertos conceptos de la Esencia divina, según el modo en que se nos manifiesta
su fuerza. Así es que cuando damos diversos nombres a Dios, lo Inefable, no
designamos sino tan sólo las formas bajo las cuales nos aparece la Divinidad. Todas
las demás especulaciones científicas, filosóficas y teológicas acerca de la
esencia de la Divinidad son tentativas necias para sondear lo insondable, y
pruebas de la arrogancia del hombre, el que se imagina ser más grande que Dios.
Podemos
presentarnos a Dios como la Omniautoconciencia en aquel estado en que no domina
ya ninguna discordancia; como la Existencia absoluta, la que no tiene ninguna
otra causa más que Ella misma; como el Manantial de todo ser y la Esencia de
todas las cosas; como la única Realidad, fuera de la cual no existe nada
verdadero; pero todas estas expresiones son insuficientes y distan mucho de
darnos un concepto verdadero del Ser divino. Dios es todo, y, por tanto, nada
de lo que puede concebir el hombre.
Decir que "Dios
es el espacio" es una necedad, porque el "espacio" no es
autoconsciente, y un dios inconsciente es muy inferior a una criatura que tiene
conciencia aún cuando no fuere más que un gusano. Ya que Dios es Todo, es por
supuesto, el "espacio" también, pero es todavía mucho más. No es ni
esto ni aquello, sino todas las cosas y, sin embargo, no es cosa alguna.
Podemos
representarnos su Aliento en la Vida del todo, su Voluntad como el amor
infinito, su Justicia el cumplimiento de la Ley, su Palabra como la entera
Creación y su Espíritu la Verdad. Cuando percibimos en Él la fuente de todo lo bueno, nos parece un Padre amoroso, Fuente de Toda Felicidad, siendo la Santidad
misma, la cual no nos sirve de nada mientras no la poseemos. Cuando nos habla
por medio de la naturaleza entera, nos parece como Instructor divino y en
nuestro corazón como el Redentor. Su Poder en el universo es su volición; su
Acción en el interior del hombre, la manifestación de su Sabiduría; su Mansión
es todo lo que ha producido; su Asiento en el hombre, el Conocimiento de Sí; El
es también la Paz eterna, siendo el único camino que a ella conduce la
Paciencia. Su reino es la Sabiduría, su Palabra la Verdad, su Vida la Luz.
Ya que Dios es todo,
es también lo Absoluto, pero lo Absoluto aún está más allá todavía. En su
aspecto como Absoluto, no se le puede atribuir cualidades positivas a Dios,
porque todas las cualidades, aún la existencia misma, son de naturaleza
relativa, y lo Absoluto no tiene relación con nada. Sí, en realidad, no hay
nada sino Dios, no hay tampoco nada hacia lo cual pueda ser bueno o malo. Por
tanto, Dios no es ni ángel ni diablo, ni bueno ni malo, ni moral ni inmoral, ni
virtuoso ni vicioso. Todas estas cualidades proceden de las relaciones de las criaturas
entre sí, pero Dios no es criatura. El "Bien" es perjudicial si
aparece en un lugar inconveniente, y lo "malo" es bueno, cuando es
necesario.
Por
consiguiente, Dios no tiene ningún atributo divino para nosotros. Sus atributos
divinos no llegan a existir sino cuando aprendemos a conocerlos y esto no es
posible hasta que se manifiestan en nosotros mismos. Pero llegamos a poseer
tales atributos cuando aprendemos a conocer los atributos de Dios como los
nuestros propios, después de vencer la ilusión de la personalidad; y sólo se
puede responder a la pregunta:
"¿Qué es
Dios?"
Cuando
sabemos lo que nosotros mismos somos según nuestra propia naturaleza. Pero el
que ha realizado la divinidad en sí mismo, no puede describirla a nadie, porque
sería incomprendido de aquellos que aún no conocen a Dios, cuya acción entera
no consiste en nada sino en su manifestación del Universo entero, el que, a
pesar de todo, no es comprendido precisamente, porque el divino Conocimiento de
Sí no pertenece al hombre moral, sino que sólo pertenece al "Hijo de Dios
hecho carne", cuando el hombre se reconoce a sí mismo como la Divinidad.
Cuál es el máximo ser divino de este universo?
ResponderBorrarEL LOGOS UNIVERSAL
BorrarEsta pregunta puede ser un poco tonta e infantil pero ¿Según el esoterismo el universo está lleno de entidades cósmicas como las hay por ejemplo en marvel? si las hay ¿son todas iguales o diferentes? por ejemplo ¿el Logos solar de nuestro sol es idéntico al Logos solar de otro sistema solar? ahora que lo pienso es posible que tu no tengas esa información, pero si tienes una idea, por favor. Muchas Gracias
ResponderBorrarCada Logos solar es un ser propio, pero no sabría decirte más al respecto porque los Maestros casi no han revelado nada sobre esos seres.
BorrarCid, he leído que deberíamos prescindir de las palabras "yo" "mi" y "tu" pero se me dificulta un poco prescindir de ellas, y quiero hacerlo, pues noto realmente que producen división y posesión, ¿hay alguna palabra para prescindir de las tres primeras?
ResponderBorrarLa estructura del lenguaje dificulta poder prescindir de esas palabras, pero lo que yo más te aconsejo es que cuando pienses en ti, no pienses identificándote con el personaje que interpretas en esta vida: “yo soy Juan” o “yo soy María”, etc. Sino piensa: “soy una consciencia que se encuentra actualmente en este cuerpo”.
BorrarCid el esoterismo habla acerca de un solo universo o de varios universos (multiverso) ?
ResponderBorrarNo es un tema que se haya abordado pero la enseñanza esotérica deja entrever que es muy factible de que existan otros universos.
BorrarHola cid, en los temas de las violaciones, que dice el esoterismo, o que opinas tu?
ResponderBorrarPor ejemplo a una chica que la violan.. está pagando un karma por quizas en una vida anterior ella haber sido el violador?
Cuando se producen cosas malas (violaciones, robos, asesinatos, etc.) seguido eso se debe porque el karma negativo se le regresa a la persona, pero también en muchas ocasiones se debe porque un individuo utilizó de manera negativa su libre albedrío para hacer daño a esa persona sin que ella tuviera un karma negativo que saldar. Y en esos casos el Maestro Kuthumi explicó que cuando la victima no es responsable de lo que le sucedió, entonces karma va a recompensar a esa persona para que así no quede ninguna injusticia suelta y el equilibrio se restablezca.
BorrarEn muchos casos sí, pero hay que creen en el Karma por qué la falta de fe y la perdida de confianza lleva a muchas mujeres violadas a tomar decisiones muy equivocadas por su libre albedrío y ese karma se vuelve negativo con llevando a consecuencias algunas veces nefastas, has el bien siempre no pierdas la fe en que el karma te compensará.
BorrarHola Cid, cuando hay fraternidad universal se deja de tener personas "favoritas" cómo mejores amigos, pareja? Pierde la madre su lugar como la más importante al haber amor para todos? Gracias
ResponderBorrarCuando haya fraternidad universal, la familia y los amigos seguirán teniendo un lugar especial, pero también se tratará a las demás personas como si fueran hermanos y no como si fueran adversarios.
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