En su autobiografía, el famoso
escritor esotérico Franz Hartmann relató lo siguiente:
« Después de haber estado 14 meses en la sede central de
la Sociedad Teosofica en Adyar, India, y de haber regresado a Europa, mi
intención era volver a América porque me encontraba muy cansado con el "esoterismo",
ya que mi labor durante todos esos meses había consisitido prácticamente en pelear
contra todos los enemigos de la enseñanza teosófica, disputandome con los
misioneros y discutiendo con los investigadores psíquicos.
Y después de todos estos meses de lucha,
anhelaba la paz y la soledad de las praderas de Texas, donde uno siente tan
fuertemente la presencia del Infinito, y también por la sublimidad de los picos
de las Montañas Rocosas que parecen elevarnos por encima de las cosas sin valor
de esta vida para acercarnos más hacia el cielo.
Ya estaba casi listo para irme,
cuando debido a una serie de circunstancias que serían demasiado largas
narrarlas, estas me llevaron a conocer a un ocultista que era el líder de un
pequeño grupo de rosacruces.
Cuando lo ví por primera vez, yo reconocí
inmediatamente su rostro como el que había previamente visto en una visión la noche del
1 de enero de 1884, mientras yacía medio despierto en mi sofá en Adyar.
Me pareció en ese momento que una
gran serpiente (el símbolo de la sabiduría) estaba enrollándose en el borde de
mi cama, con la cabeza erguida mirándome con severidad.
Y esa cabeza sorprendentemente era
la misma cabeza del hombre que tenía ahora enfrente de mi y yo supe instintivamente que un rayo de
sabiduría vendría a mí con su ayuda.
Por lo tanto me quedé en Kempten en
donde él me presentó a sus amigos, luego asistí a sus reuniones y me convertí en
uno de sus discípulos, y seguí sus instrucciones durante muchos años.
Estas personas no se llamaban a sí
mismas “Rosacruces” pero sin embargo actuaban como tales.
No eran personas cultas, sino todo lo
contrario ya que la mayor parte de ellas eran tejedores de una fábrica en donde
tenían que trabajar desde temprano hasta tarde por un salario muy bajo. Los dos
líderes del grupo ni siquiera sabían leer ni escribir, y sin embargo parecían
conocer los mismos misterios contenidos en los libros de los místicos y en los
escritos de Blavatsky.
Ellos sabían estas cosas, no por estudios,
sino por una revelación interior, y su enseñanza no consistía en dar la
información de lo que otras personas habían enseñado o incluso de lo que ellos
mismos habían experimentado, sino en mostrar el camino hacia la percepción
directa de la verdad y en la preparación de uno mismo para recibir esa revelación en
nuestro interior.
Raramente ellos respondían a la preguntas
que les haciamos para satisfacer la curiosidad, pero en cambio ellos hacían
preguntas sobre las cuáles uno debía de meditar y encontrar la respuesta.
Y su guía no se llevaba tanto por medios
externos, o consejos verbales, sino más bién por visiones simbólicas vistas
durante los sueños o cuando uno se encontraba en un estado de meditación, o
incluso por signos y letras que aparecían visibles hasta en la piel.
Porque deben de saber que el estado
del alma se expresa en formas e imágenes, y si aprendemos a leer estas imágenes
correctamente, podemos conocer el estado de nuestra condición interior y actuar
para mejorarla en consecuencia, al igual que como lo hace un jardinero que al
observar sus plantas, sabe cuales debe de cuidar y cuales debe de eliminar.
Y así como el amanecer que aparece
en el cielo antes de la salida del sol, paulatinamente un estado de conciencia
más elevado y más interior comenzó a aparecer en mi mente, revelandome con
ello las bellezas de un estado superior de existencia.
Descubrí que es mucho más importante
en encontrar al verdadero Maestro y Guía que hay dentro de nuestra propia alma que buscar
satisfacer la curiosidad de saber todo acerca de los Maestros que se encuentran
en el Tíbet, y que es mucho más valioso ayudar a crear un cielo dentro de nuestra
propia mente que estar informado de lo que se dice que tuvo lugar en el momento
en que nuestro mundo fue creado, o cómo vivieron los antiguos lemurianos y
atlantes, por muy interesante y entretenida e incluso instructiva que sea esa
información.
Estos “Rosacruces” no buscaban la
notoriedad, ni deseaban atrapar miembros; sino que al contrario ellos deseaban
permanecer desconocidos y evitaban la publicidad.
Permanecí en contacto con su líder
hasta que este murió, y muchas de las verdades contenidas en los numerosos
libros que he escrito me fueron aclaradas a través de su guía.
Dar un recuento detallado de las
enseñanzas así recibidas requeriría no solo de un artículo extenso sino de un
libro completo, y el lenguaje místico en el que se dieron muchas de estas
comunicaciones sería como algunos de los escritos de Jacob Boehme, Jane Leade y
otros grandes instructores que permanecen incomprensibles para muchos lectores,
porque tales enseñanzas tratan con verdades internas y no con los hechos
externos conocidos por todos.
Y a menos que uno haya experimentado
las bellezas de la vida superior e interior, estas verdades internas se
encuentran más allá del alcance de la mente mortal, debido a que todos vivimos
una vida de ensueño, y no podemos conocer la realidad si no tomamos consciencia primero
de la existencia de esa realidad en nuestro interior.
Y acerca de estas verdades superiores, el objetivo que he tenido al
escribir mis libros ha sido siempre de acercarlas a
la comprensión de la mente humana. »
(Este texto fue publicado
en la revista “The Occult Review” de enero de 1908, p.30-32,
y cuyo texto original en inglés lo pueden leer
aquí.)
Impresionante. Veo una clara similitud "Krishnamurtiana".
ResponderBorrarq lindooo. pero porq se llaman rosacruz
ResponderBorrarPorque así se le llamaba al fundador de esa Orden esptérica: Christian Rosenkreuz (literalmente, «Christian Cruz de Rosas»)
BorrarMe gusta, no hace falta ser un ilustrado para percibir el conocimiento divino.
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