Ana es una mujer española que estuvo en Nueva Acrópolis durante
diez años y en el siguiente texto ella relata la experiencia que ella tuvo con
esa organización.
Hace ya seis años que salí de Nueva
Acrópolis y me ha costado bastante tomar la decisión de escribir este
testimonio. Al salir fui consciente de lo mal que lo había pasado, pero también
estaba confundida. Había cosas que me habían hecho daño, pero también había
personas que consideraba buenas. Había personas que me dañaban en esa
organización, pero ese daño solo lo veía yo, el resto del grupo tenía una buena
impresión de esas personas. Había actos que me herían internamente, pero
estaban justificados bajo la idea de que “un Maestro te pone pruebas, un
Maestro siempre hace las cosas por tu bien, aunque te duelan”. Yo estaba segura
de lo que sentía, pero también sabía que no podía esperar ningún tipo de
comprensión.
Entré
en Nueva Acrópolis a los 19 años a través de un audiovisual del psiquiatra
suizo Carl Gustav Jung. Yo había pasado una adolescencia difícil, sentía que no
encajaba en ningún sitio, sentía que nadie podía entenderme. La psicología de
Jung encajaba con mis vivencias y también estaba muy abierta a las cuestiones
“esotéricas”, quizás porque el mundo real me parecía demasiado crudo. Si lo que
me hacía daño estaba aceptado, si nadie podía verme por dentro, si nadie podía
entenderme ¿a dónde pertenecía?
En
Nueva Acrópolis me sentía bien. Nunca nadie me había mirado como ellos me
miraban. Me miraban como si me vieran. No juzgaban mis rarezas y siempre se
mostraban muy atentos conmigo. Sin embargo no sentías como si te estuvieran
rescatando o como si les dieras pena. No sentías como si te estuvieran haciendo
un favor. Allí sentía que tenía un lugar. Un lugar legítimo, por mi propia
condición. Era como tener un hogar.
Al
cabo de dos años, a mis 21, ya estaba dentro de lo que ellos llaman las
“Fuerzas Vivas” (el Grupo interno de la Organización).
Quien
me pide este testimonio, me dice si puedo explicar sobre todo las prácticas
violentas que se realizan durante el entrenamiento para ingresar a este Grupo
Interno. Empezaré por eso. Trataré de dar los máximos detalles posibles para
que se entienda y no distorsionar las cosas. Ha quedado muy largo, pero no
quería descontextualizarlo.
PRÁCTICAS
VIOLENTAS DURANTE LA FORMACIÓN
PARA LAS FUERZAS
VIVAS
Al
cabo de un año de estar ahí, uno de mis profesores me dijo que se estaba
abriendo un nuevo grupo de formación para las “Fuerzas Vivas”. Vi que varios de
mis amigos entraron y acepté la invitación. Las prácticas violentas empezaron
al cabo de unos meses. Habían expulsado a varias personas diciéndoles que “aun
no estaban preparadas para entrar”, así que los que quedábamos éramos algo así
como los “discípulos más aceptados”.
Separaron
las clases según el género: las chicas hacían unas clases y los chicos hacían otras
clases. Un día, durante una reunión de chicas, nos dejaron solas en la sala de
reuniones y nos dijeron que miráramos un punto blanco en la pizarra. Nos
dijeron, “no habléis entre vosotras, solo mirad el punto”, y luego nos
apagaron las luces, dejándonos medio a oscuras. Ya estaba acostumbrada a hacer
ejercicios de concentración de ese tipo, pero luego empezaron a llamarnos de
manera individual. Te llamaban por el nombre completo y te hablaban de usted
con un tono muy solemne y serio: “Ana López García, acompáñeme por favor”.
En
silencio me llevaron a otra sala, y al entrar me encontré con un hombre con
guantes de boxeo. Yo conocía a ese hombre, era instructor de la organización.
El hombre puso cara de concentración porque tenía que hacer eso
despersonalizado (le decían algo así como que no estaba pegando sino cumpliendo
un papel).
Yo
no pensaba que me iban a pegar en serio, pero sí, me pegaron. Me pegaron varios
puñetazos hasta que me caí al suelo. Entonces me quedé en el suelo girada de
espaldas protegiéndome. La directora vino y me gritó en la cara: “¿así
enfrentas los problemas? ¿dándoles la espalda? ¡Eres una cobarde!”.
Me
levanté, intenté pegar, y no podía, estaba paralizada y como asfixiada. El
hombre, que lo estaba pasando mal porque no quería seguir pegándome, abrió los
brazos y me dijo gritando: “Ana, pégame, ¡pégame!”. Pero literalmente, no me
funcionaban los brazos. Tuve que repetir el ejercicio otro día con otro hombre
diferente. En esa ocasión como no estaba el factor sorpresa, fui más
concienciada de lo que tenía que hacer y el ejercicio me salió mejor.
Se
suponía que te hacían esos ejercicios para controlar las emociones. En ese
momento no nos lo explicaban muy bien, pero por lo que he leído en algún texto
del fundador, lo que trataban con estos ejercicios era que sacáramos la
agresividad para que ésta no se quedara dentro y se convierta en una agresividad
más sutil y dañina.
También
quiero añadir que no tengo nada en contra de quien me pegó. Ambos son buenas
personas, como la mayoría de los que allí estábamos. Y que las cosas te afectan
según el significado que les das, y yo en ese momento, a pesar del miedo que
sentí, a pesar de que me quedé paralizada, yo sentía que ellos lo hacían por mí
bien y estaba agradecida por ello.
Esa
manera en la que nos hacían sacar la agresividad, también generaba una especie
de catarsis. De alguna manera, te desestabilizaban por completo, pero luego te
rescataban. Te hacían sacar tus demonios, los miraban, no los juzgaban. Pero ya
no podías esconder nada. Ni siquiera tus rincones oscuros eran ya de tu
propiedad. No juzgaban tus miedos y el no juicio te da cierta confianza. Pero
era como artificial, mecánico. A eso le llamaban “formación del
carácter”.
En
otra ocasión nos hicieron pelearnos entre nosotras. Como siempre nos hacían
estos ejercicios durante una reunión normal, sin avisar. Nos pusieron los
guantes de boxeo y nos dijeron: “pegaros”. En esas peleas no había técnicas de
defensa o de lucha como en las artes marciales. Estábamos en el suelo (no en un
tatami) con zapatos y falda, y el ejercicio era simplemente pegarnos, como
quien se pelea en la calle. Había que sacar la agresividad, la fuerza, pegar
con ganas. Si no, no pasabas el ejercicio.
Otro
día nos pusieron en parejas. Nos pusieron una delante de la otra y nos dijeron
que teníamos que pegarnos bofetadas en la cara, primero una y luego la otra.
Así hasta que nos dijeran que paráramos. Empezamos a darnos bofetadas flojas,
pero entonces, la directora se nos acercó y nos gritó: “flojo no, ¡fuerte!”.
Tenías
que aguantar las bofetadas sin inmutarte, poniéndote recta rápido si te caías
hacia el lado, sin hacer ninguna mueca de dolor, enfado o miedo. Si te entraba
el reflejo de apartar la cara, también te amonestaban. La propia directora se
mostró como ejemplo antes de empezar. Llamó a una mujer del Círculo Interno
para que le pegara una bofetada frente a nosotras.
Le
dijo: “pégame una bofetada con todas tus fuerzas”. Luego, la mujer que le pegó
se fue haciendo un poco de broma, como para intentar que nos relajáramos un
poco porque se nos veía bastante nerviosas.
Se
suponía que ese ejercicio también era para controlar las emociones y para que
fuéramos más allá de “las formas”. Según ellos, “las formas” no siempre revelan
la verdad. Por ejemplo, decían que una persona puede ser muy dulce
externamente, pero ser pasivo-agresiva. En cambio hay acciones que son
agresivas, pero pueden ser necesarias para un fin mayor, por ejemplo matar para
proteger algo bueno.
Se
enaltecía mucho a los espartanos, y se menospreciaba a los hippies vegetarianos
practicantes de yoga. También se decía que los demócratas eran muy pacíficos,
pero engañaban al pueblo haciéndole creer que tiene “elección”, y en base a esa
idea se planteaba la pregunta: ¿Por qué solo critican al fascismo y no a los
demócratas?
También
se explicaba que los símbolos de Nueva Acrópolis estaban presentes en otras
muchas culturas. Y que los usaran los nazis o los fascistas no significaba
nada. Pero, ¿es normal tanta coincidencia?
(Respuesta
de Cid: por supuesto que no, ya que claramente se percibe que Jorge Angel
Livraga, el cofundador de Nueva Acrópolis, era admirador del fascismo y del
nazismo y que él utilizó esos símbolos en ese sentido.)
Estas
prácticas más que generar un control, a mí me generaron una anulación. Una
anulación de mi propia percepción de las cosas, de lo que sentía y de eso que
uno intuye como correcto o incorrecto.
Luego
consentíamos también insultos y humillaciones. En una reunión, la directora nos
llegó a gritar “¡sois unos burgueses de mierda!’”, precisamente a
nosotros, unas personas que dábamos todo nuestro tiempo a Nueva Acrópolis sin
cobrar absolutamente nada, y siempre tratando de esforzarnos más y más. Nos
decían: “si puedes dar 2, da 3. Si puedes dar 3, da 4”, “¿Para qué perder el
tiempo desarrollando una profesión? Mirar a Delia que sacrificó su carrera de
pianista por Nueva Acrópolis”.
Pero
luego, tenía que limpiarle las sábanas y la habitación al Guardián de los
Sellos y a su mujer la D.I. de Comunicación, personas con bastantes estudios y
con bastante dinero, pero que en vez de pagar a una mujer de la limpieza, me
hacían trabajar a mí.
Además,
hace poco me enteré que los dirigentes reciben dinero para los viajes, mientras
que yo me pasé mi juventud malviviendo, durmiendo poco, sin desarrollar una
profesión, limpiando, y con la idea de que no podía formar una familia porque
hay sobrepoblación mundial. Que lo que faltan son padres, no hijos.
Durante
las pruebas de Fuerzas Vivas, nos llevaron en coche con los ojos vendados a la
montaña. Era invierno y en la montaña hacía mucho frío. Entre otras cosas, a
las chicas nos hicieron desnudarnos y entrar en una cascada. Me llamaron y me
dijeron: “quítese toda la ropa y métase hasta el fondo de la cascada”. Yo
pregunté: ¿la ropa interior también? Y me dijeron: “sí, todo”.
Me
quité toda la ropa y entré a la cascada. Las rocas resbalaban, pero entre los
nervios y la vergüenza, ni sentí el frío. Luego te secaban, te ayudaban a
vestir y te daban una infusión para que no cogieras una hipotermia. Luego con
los ojos vendados, entre varias personas, te empezaban a empujar y zarandear,
mientras te gritaban e insultaban. Luego te dejaban sentada en medio del bosque
a oscuras.
Nunca
supe el porqué de este tipo de pruebas, pero yo estaba como en una especie de
“globo psicológico”. Todo eso te lo hacían siempre con secretismo, con los ojos
vendados, sin avisos, con misterio. Siempre estabas nerviosa, sin saber qué iba
a pasar. Y en esa adrenalina, todo pasaba como en un sueño. Luego, después de
hacer una pequeña ceremonia en una cueva, todos te recibían con abrazos y
sonrisas, me decían que les había costado mucho actuar de esa manera conmigo, y
entrabas en una especie de hermandad.
Esas
experiencias solo las podíamos entender entre nosotros. Realmente no había
nadie tan confiable como “tu hermano acropolitano”. Sabías que no te robaría,
le podías dejar dinero, podías pedirle ayuda para cualquier cosa. Pero no eran
vínculos reales, era parecido al “espíritu de cuerpo” que se vive en los grupos
militares. Éramos una hermandad pero en realidad todos éramos auténticos
desconocidos. La “personalidad individual” era algo pasajero, y centrarnos en
eso nos convertía en egoístas. Esa chica de 19 años que entró, ese corazón que
se sintió mirado, nunca fue mirado, fue enterrado.
Pero
palpitaba siempre, buscaba la luz, esa luz por la que entró. Y por eso todos
siempre teníamos una especie de mirada perdida. Mirábamos con devoción hacia
algo. Quizás lo que cada uno imaginaba. Como huérfanos eternos esforzándonos al
máximo para esperar algo que nunca llegaba, y contentándonos con pequeñas gotas
de agua que no dejaran morir a ese corazón perdido. Por eso siempre nos
premiaban con pequeñas condecoraciones, con pequeñas cositas que nos mantenían
vivos, como si todo tuviera sentido.
Había
otras muchas prácticas, como exposiciones ante un público que te trata mal,
aguantar objetos con los brazos extendidos hasta no poder más, arrastrarte por
el suelo si alguien llegaba tarde, hacerte conseguir cosas gratis de las
tiendas para probar tu poder de persuasión, etc. Los chicos hacían otras prácticas,
las cuales desconozco ya que no se explicaba lo que hacía el grupo masculino.
Tampoco nosotras explicábamos nuestras ceremonias femeninas.
EL MALTRATO
PSICOLÓGICO
Al
acabar el probacionismo de Fuerzas Vivas, estas prácticas también paraban.
Luego hacíamos prácticas de defensa personal, pero eran prácticas normales, es
decir en un tatami, con ropa adecuada, con explicaciones, con técnicas
concretas, sin catarsis y sin necesidad de aguantar la expresión o la
emoción.
Soportábamos
con naturalidad los gritos, las presiones, los reproches por pequeñeces y nos
habíamos acostumbrado a ser obedientes, sumisos y entregados. Aun así no
trataban a todos igual, sino que siempre percibían con cual persona podían
sobrepasarse más.
Por
ejemplo yo tenía una amiga a la que le pegaron bofetadas en la cara en varias
ocasiones. Esta amiga había tenido una infancia bastante difícil y no sabía
poner límites como los demás. A ella la pegaban cuando tenía algún descuido o
decía algo que no era apropiado. Un día en una reunión con Delia Steinberg (la Directora
Internacional) estábamos todos los integrantes de las Fuerzas Vivas de España,
y en esa reunión podíamos escribir preguntas anónimas en un papel y Delia las
iba leyendo.
Mi
amiga escribió: “¿un Maestro puede pegar a un Discípulo?”. Los papeles con
preguntas se dejaban en su mesa, y luego ella los iba leyendo espontáneamente,
así que no sabía qué iba a leer hasta que lo tenía en frente, por lo que no
podía escoger o eliminar ciertas preguntas. Cuando Delia cogió el papel
de mi amiga y leyó la pregunta en voz alta, se escuchó una especie de griterío
en toda la sala, como voces de asombro y de sorpresa ante la pregunta. Luego se
silenció un poco, y Delia contestó con lo siguiente: “Esto no es una pregunta”,
dejó el papel a un lado, y sin más siguió leyendo las otras preguntas. Como por
arte de magia, esa pregunta pareció esfumarse en el olvido.
Les
explico esto para que luego no vengan con las excusas de “las cosas ahora están
cambiando, estamos renovando los mandos”, “Huy, no sabíamos que estaba pasando
eso en tal país o en tal sede”, “Entre el dictador y el tirano hay una línea
muy fina, son cosas que pasan”, “El ideal es perfecto las personas no”, etc.
Lo
importante en Nueva Acrópolis es hacer crecer escuelas, por eso hay permisividad.
Se sabe perfectamente cómo es cada dirigente, no se puede ser tan ingenuo como
para no darse cuenta, y no se hace nada hasta que la situación acaba
explotando. Si la gente lo aguanta y no se queja demasiado, pues ahí lo
dejamos. Y cuando la cosa explota y es muy grave, expulsan al dirigente, si no,
pues lo dejan haciendo otra cosa. Así de simple.
¿Qué le pasó a mi
amiga después de eso?
Pues
pensó que había hecho mal en escribir eso. Nadie le dio ninguna explicación,
nadie le pidió disculpas, todo quedó en un silencio, en una indiferencia. Yo
también actuaba indiferentemente. De alguna manera, sabía que en Nueva
Acrópolis no se promocionaba que el maestro pegara al discípulo, pero también
sabía que a veces hay que ser duro y recibir pruebas. Una de esas pruebas
también la tuve que pasar personalmente.
Tenía
20 años y me había comprado una camiseta nueva. Era de tirantes y de seda y me
hizo ilusión enseñársela a la gente. Cuando la directora vino, miró la camiseta
y dijo: “qué bonita”. Y con cara de seria, se fue. Al día siguiente me puse la
camiseta y por la noche me quedé allí a cenar. Mientras estaba cenando, la
directora vino por detrás sin hacer ruido y con unas tijeras de cocina empezó a
cortar la camiseta de abajo hacía arriba. Notaba el frio de la tijera metálica
por mi espalda, pero ni me moví. Después me abrió la camiseta, dejó las tijeras
encima de la mesa con fuerza y se fue sin decir nada. Me tapé y miré alrededor.
La gente no decía nada. Creo que estaban igual de asombrados que yo. Me levanté
y fui al lavabo sin creerme lo que había pasado.
Al
día siguiente, la directora me hizo ir a su despacho y me dijo: “ni se te
ocurra vestir así, haces sufrir a los hombres”. Lo curioso es que yo era una
chica bastante normal. Había otras chicas que también iban en tirantes y no les
hizo nada.
¿Qué pensé y cómo
acepté esa humillación?
Bueno,
había una parte de mí que sintió rabia. Me daba rabia que me hubiera roto mi
camiseta nueva. Tenía 20 años, no tenía mucho dinero, y me había hecho ilusión
comprármela. Pensaba que las cosas se podían decir de otra manera, que esas
actitudes no eran normales. Me daba mucha rabia tener que rebajarme
así.
Otra
parte de mí pensaba otra cosa, pensaba que era una prueba y que si me habían
hecho eso a mi y no a otras personas es porque consideraban que yo era
suficientemente fuerte como para soportarlo. Era como si estuvieran probando mi
orgullo, y yo pensé: “no me vas a provocar”. Yo creía que estaba ganando al no
reaccionar ante eso, pero en realidad estaba adoptando una posición de
sumisión.
Mi
interior oscilaba entre la rabia y la sumisión. Era como si sacaran lo peor de
ti para ver si aguantabas. Y si no aguantabas, acababas explotando. Y claro,
cuando alguien explota es mal visto, y la gente cree que el problema es de la persona
que es inestable.
Los
directores abonaban esa creencia, hablando de los defectos, de las personas que
no aceptan a un Maestro, etc. La persona se quedaba sola, aislada y sin apoyo
ni credibilidad. ¿Es así cómo se sana el alma humana de la gente? ¿Machacando
sus debilidades? ¿Se busca enseñar o se busca destruir al otro? ¿Qué diferencia
hay entre ser duro y directo y entre no tener ni idea de lo que se está
haciendo? ¿Entré quitarle el orgullo a un discípulo, y entre humillarle?
Lo
digo porque luego te venían con los ejemplos de la película Kárate Kid,
que el Maestro es duro para enseñarte, que hay que quitar el orgullo al
discípulo, que si las pruebas indirectas… ¿Cómo saber cuándo la intención del
Maestro es buena o cuando su intención es no ser pisado en su orgullo?
Los
siguientes años fueron un poco más tranquilos, pero también estaba más
implicada en Nueva Acrópolis. Como era de suponer, empecé a ver la realidad, es
decir que la supuesta relación Maestro-Discípulo no era tal, que no me estaba
auto-conociendo, que no me sentía bien, y encima, si me sentía mal, era una
egocéntrica pensando siempre en mis problemas.
Lo
que hacíamos diariamente tampoco tenía sentido: la mala organización, el
mantenimiento de la “fachada externa”, el esfuerzo por captar nuevos miembros,
el trabajo continuo de limpieza, de burocracias, de donaciones y de viajes te
hacía perderte en un sin sentido angustiante. Empecé a buscar explicaciones y a
explicar yo misma los problemas que veía, y ahí empezaron los problemas.
Todo
empezó de manera sutil, con pequeños gestos y frases sueltas. Te decían algo,
pero no continuaban la conversación. Por ejemplo, un día el director me dijo: “tienes
la mirada oscura”. Al día siguiente en una reunión decía: “he visto a alguien
que le ha cambiado la mirada, ya no transmite luz”. Luego, al salir de la
reunión, se me acercó y sin que nadie lo viera, me miró fijamente y me dijo con
un tono como castigador: “a ver esa mirada”. Luego se iba como de manera
burlona o despreocupada.
En
Nueva Acrópolis estaba la idea de que cuando alguien criticaba o se mostraba
desafiante, era porque había “elementales negativos”, o ciertas “fuerzas
oscuras” que hacían dudar a la gente. Tengo varias anécdotas sobre este tema de
las “miradas oscuras” y de “fuerzas oscuras” pero por espacio no lo voy a
explicar.
La
directora un día salió de su despacho, se acercó a mí y me dijo: “vigila que
tienes el pecado de la cuarta raza”, y seguidamente volvió a entrar en su
despacho sin decir nada más. Ese pecado era el orgullo y la soberbia. A mí me
dolía que me dijera eso, que mi Maestra me viera así y me dijera esas cosas.
Recuerdo
por ejemplo que para quitarme el orgullo me dijo que un día a la semana
teníamos que quedar para que yo llorara delante de ella. Se sentaba en una
silla, me hacía ponerme de pie delante suyo y me decía: “llora”. Yo lloraba
falsamente hasta que ella decía: “muy bien, ya está”. Entonces se levantaba y
se iba sin más. Esto empezó a pasar cuando tuvimos que explicar nuestros
traumas en “las cartas de Peldaño”.
Los
directores también molestaban a otras personas, pero ellas no le daban tanta
importancia, así que no entraban en ese juego psicológico. Pero a mi me
afectaba lo que me decían y me esforzaba por hacerles cambiar. Yo
pensaba: “¿Por qué me dicen eso? Quizás no ven las cosas correctamente.
Les mostraré que se equivocan”. Esa era mi trampa: intentar hacerles
cambiar.
¿Por qué buscaba ser
amada por alguien que me destruía?
De
alguna manera, estaba hechizada por ese “bombardeo de amor” de los inicios.
Hechizada por ciertas miradas, por ciertos comentarios que de alguna manera
insinuaban o daban a entender que ellos me veían, que ellos me comprendían, que
sabían de mi dolor, que podían verme por dentro. Es como si en los inicios
jugaran con tu parte más vulnerable para poder captarte, y luego, después de
despertar esa vulnerabilidad e incitarte a actitudes infantiles, la aplastaran.
¿Cómo funciona ese hechizo? ¿Por qué seguimos luchamos por algo si sabemos que
no obtendremos nada?
De
alguna manera despertaban tu vulnerabilidad, tu parte más infantil, pero luego
te convertías en una especie de mendigo de amor porque nunca te daban lo que
insinuaban. Pero si te distanciabas entonces te decían que eras orgullosa y
distante. Y quizás lo único que podías hacer para escapar de eso era trasladar
esa devoción al propio ideal y convertirte en un servidor, en un esclavo, en
alguien bueno y obediente.
Los
desprecios sutiles, y no tan sutiles, y las muestras de cariño, eran
alternantes. Y el esfuerzo por reprimir mi rabia, por ser sumisa y amable, o
por tratar de hacerles cambiar, se convirtió en una tortura.
Otra
de mis trampas era mostrar indiferencia y hacer ver que yo hacía las cosas por
interés propio y no por aprobación. En realidad eso también era una especie de
rendición por mi parte porque en realidad dejaba de luchar. Me retiraba y me
callaba.
Cuando
yo me alejaba, el director solía tener conductas de desprecio e intimidación.
Me decía que “me faltaba corazón”, “me faltaba magnetismo”, que “cuando uno no
acepta a un maestro, tampoco lo aceptarán a él o ella como maestro”, etc. Había
ocasiones en que literalmente dejaba de hablarle, y solía intimidarme para
forzarme a actuar.
Por
ejemplo, cuando me veía sentada, se acercaba por detrás y me agarraba del
cuello ahogándome. Yo intentaba quitarle las manos, le decía que me estaba
ahogando, que no podía respirar, pero él se mantenía en silencio, apretándome
el cuello con fuerza. Entonces me susurraba: “es mi manera de dar cariño”. A
veces, incluso lo hacía delante de alguna persona, la cual pensaba que era una
de las bromas del director.
Si
en un arrebato de rabia le decía que era un manipulador, él decía: ¿por
qué eres tan susceptible? Entonces, un día le cogía a alguien del cuello
también, aunque mucho más flojo, y se ponían a reír juntos. Luego me
miraba. Me entra una impotencia horrible solo de recordarlo.
Una jerarquía
implacable
En
Nueva Acrópolis está la idea de que los Mandos y Dirigentes deben ejercer
Poder. No pueden dejar que un discípulo pase por encima de ellos. El Poder o
las relaciones “no horizontales” es algo normal que se manifiesta no solo en la
relación Maestro-Discípulo, sino también en los grupos humanos con la figura
del líder. A mi parecer no tiene por qué ser malo, pero ¿dónde está el límite
entre la relación “no horizontal” y la agresión psicológica? ¿Cuándo una
relación “no horizontal” es destructiva? ¿La diferencia la marca solo la “buena
intención” de la persona o hay algo más? ¿Qué sería destruir a una persona en
una relación “no horizontal” de poder?
En
un inicio yo sentía mucha devoción por ellos, los veía como unos padres, pero
luego me di cuenta que lo único que había conseguido en esos años era sentirme
cada vez peor. Literalmente fue como llegar con el corazón roto, ver una luz de
esperanza, y volver a tu corazón roto, pero siendo una esclava.
Lloré
muchas noches. Y no fue por estos ejemplos que he puesto. Lo que quiero decir
es que esto son solo dos o tres ejemplos, no puedo explicar todo lo que me pasó
en tan pocas hojas. Evidentemente también había momentos buenos porque sino
habría sido insoportable: los viajes, las risas, el cachondeo que hacíamos de
las “excentricidades acropolitanas”, la hermandad... Y digo hermandad, no
amistad. Pero qué seguridad da la hermandad, la pertenencia… Parece que nunca
estés sola, aunque nunca nadie haya entrado dentro de ti. Te acostumbras a
vivir en la superficie, y mientras te adaptes a lo de fuera y lo de dentro no
moleste, puedes ser incluso feliz.
CÓMO ME
ENGANCHÉ A NUEVA ACRÓPOLIS
Recuerdo
que cuando entré en Nueva Acrópolis, mis amigos empezaron a preocuparse.
Llamaron a psicólogos e imprimieron todo lo que había en internet sobre Nueva
Acrópolis. Yo lo leía pero no me importaba. Pensaba: “¿Un águila imperial
como emblema? Baahh, y qué, eso no significa que sean fascistas. Si fueran allí
y vieran todas las buenas personas que hay, lo entenderían”.
Un
día estaba con mi profesora del primer curso y el director. Les dije que mis
amigos me estaban diciendo que estaba en una secta y se estaban enfadando
conmigo. El director me contestó: “¿y a eso le llamas amigos? ¿Tú crees que un
amigo te trataría como una estúpida? Porque, Ana…te están tratando como una
tonta… Si te consideraran inteligente confiarían en ti, ¿no? Si te apreciaran,
te escucharían, ¿no? Pero te están tratando muy mal… No sé…piénsalo…”
Cuando
entré en Nueva Acrópolis primero conocí a la persona que me hizo el primer
curso y luego a la persona que me acompañó en el voluntariado. Eran personas
muy amables y atentas. Me sentía muy bien allí. Además, durante los primeros
años no sabes qué es exactamente Nueva Acrópolis y te dicen que las críticas de
internet son de un sector de la iglesia que critica a Nueva Acrópolis por su
eclecticismo religioso.
Las
ideas más esotéricas e ideológicas te las van explicando muy poco a poco. Ellos
dicen que esto es así porque las enseñanzas hay que darlas espaciadas para que
puedan ser asimiladas. Pero ¿qué diferencia hay entre recibir un conocimiento
de manera gradual y entre acabar creyendo algo para lo que no te habías
apuntado? ¿Cuál es la diferencia entre enseñar una idea e “inocular” una
idea?
Hay
cosas que, por sí mismas, no aceptarías nunca, cosas que no entran en tu sistema
de valores. Pero allí te sumerges en una relación vincular, con tus Maestros y
con tus compañeros, y es como si a través del vínculo se abriera otro canal, un
canal en donde las cosas entraban sin filtro. Algo parecido a un estado
hipnótico. De hecho, había una serie de prácticas continuas, de meditación,
lecturas, reflexiones, visualizaciones, símbolos, etc. A veces te sumergías
durante días en un ambiente de ceremonias, rituales y palabras. Y de tanto
escuchar lo mismo, lo acabas adquiriendo.
Aun
así recuerdo la primera vez que escuché algo que no me encajaba y que no me
gustaba. Y escribí en mi diario algunas reflexiones sobre lo que me estaba
pasando. Releyendo ese diario encontré esta frase que me dije a mi misma: “¿Ana,
por qué siempre quieres tener tú la razón? ¿Por qué no dejas que alguien
te enseñe?”
Esa
frase es el reflejo del cambio que empezó a haber en mí. Dejó de preocuparme si
lo que escuchaba me interesaba o no, si lo que leía lo creía o no. Ahí la
cuestión era otra:
Nueva
Acrópolis era como una gran familia en donde lo principal era el camino de
autoconocimiento a través de la relación Maestro-Discípulo. Estos maestros te
ayudaban por amor, no recibían nada a cambio. No importaba si la enseñanza se
transmitía a través del Taoísmo, del Budismo, de Aristóteles o de la teoría que
fuera. Lo que importaba no era la creencia, sino lo que tu Maestro te estaba
enseñando a través de eso. Yo sentía una devoción absoluta por ellos, así que
cuando te van mostrando las cosas, las aceptas, ya no tanto por lo que
significan en sí mismas, sino por la enseñanza que hay detrás.
En
los inicios te enseñan que limpiar y hacer tareas para Nueva Acrópolis no es
solo eso, sino que tiene una enseñanza detrás. Cómo cuando en la película Karate
kid, el niño se pasa días y noches colgando y descolgando su chaqueta antes de
poder recibir la enseñanza del Maestro. ¿Cuál es la diferencia? Pues que en
Nueva Acrópolis acabas haciendo una cosa para la cual no entraste.
El
autoconocimiento que se insinuaba en los inicios, no era tal, sino que era una
especie de endoculturación, un sistema moral de comportamiento. Todo era en
base a un control de pensamientos, de emociones y de conductas. Y lo más
importante es que todo siempre tenía fines morales que estaban asociados a dar
todo tu tiempo a Nueva Acrópolis, por ejemplo: “no debo estar triste porque he
de estar feliz por estar en Nueva Acrópolis”, “no debo dudar porque hay que
confiar en los Maestros”, “no he de ser débil porque hay que ser fuerte para
servir al ideal”, “pensar demasiado es ser kama-manas”, “las personas buenas
obedecen y no dan muchas vueltas a las cosas”, etc.
La
tristeza, la duda o la debilidad forman parte de “la personalidad inferior”, es
decir, la parte baja o poco espiritual de la personalidad (parte baja-parte
elevada, así de simple es la psicología de Nueva Acrópolis). Además, todas
estas frases “cliché” se nos enseñaban antes de que esas emociones o
pensamientos nos surgieran, como una especie programación para anular las
quejas que tendrías después: “las pruebas del discípulo son las dudas”, por
ejemplo. O la frase típica: “todos los grandes fueron criticados”. Con lo cual,
si veía críticas decía: “Ah claro, era de esperar que nos criticaran”. Y si no
veía más allá era simplemente porque no me interesaba ver más allá.
¿Por qué hacíamos
todo esto?
Bueno,
como veis no era para autoconocerse, ni para hacer un camino interior ni nada
de lo que promocionan. En realidad, siempre hacías las cosas por una especie de
mandato moral interno (no ser débil, no ser egoísta, no tener dudas…). Lo que
empezó como voluntariado, acabó siendo una especie de esclavitud psicológica.
Se suponía que sí había un objetivo mayor más allá de esos mandatos morales,
pero cuando hacías las cosas pocas veces pensabas en ello, solo pensabas en
cumplir, en no ser egoísta, en no ser perezoso, en no quejarte, etc.
¿Cuál era ese
objetivo mayor?
Cuando
estás enganchada en ese vínculo emocional esperando autoconocerte, te dicen que
Nueva Acrópolis es una Escuela de Filosofía como las antiguas, en donde se
guarda una Sabiduría Atemporal que es la misma que han transmitido todos los
sabios de la humanidad. Es una especie de tradicionalismo filosófico, ya que
considera que hay una sabiduría ya creada, la de las propias leyes de la
naturaleza, y Nueva Acrópolis es la única escuela que posee ese conocimiento.
Nosotros
hacíamos todo ese trabajo continuo sin descanso simplemente para hacer crecer
la escuela y conseguir miembros. No significaba que no creyeran en la ciencia o
el progreso, ya que tenían varios institutos sobre distintos temas, pero la
idea que tenían era esa. Y bueno… muchas más cosas esotéricas que no voy a
contar ahora, pero las pienso ahora y me entra hasta risa. Lo único bueno es
que he aprendido mucho sobre el comportamiento humano viendo todo lo que
vi.
¿Cómo me lo creí?
Pues
como muchas veces creemos las cosas de tanto escucharlas. ¿Por qué alguien que
nace en una familia cristiana acaba siendo cristiano y alguien que crece en una
familia musulmana acaba siendo musulmán? No es tan sencillo, pero explicar la
psicología de las creencias y por qué creemos unas cosas y no otras es
complejo, y cada uno tiene su vida y sus experiencias e incluso también su
manera de creer en algo. Y en Nueva Acrópolis hay muchos tipos de personas
diferentes también que están ahí por razones distintas, y que por el tipo de
jerarquía que hay están viviendo cosas muy distintas también.
Me
di cuenta que la manipulación es efectiva mientras tienes ciertos beneficios.
Por ejemplo: la pertenencia, la admiración, el poder, la inercia, o a veces es
simplemente esa lucha interna en la que estás metido y hasta que algo grave no
pasa, no puedes salir de ella. Pero cuando todo falla, cuando ya no puedes más,
cuando te das cuenta que estás rota en pedazos y que ya nada importa entonces
dejas de creer en lo que antes creías y dejas de aceptar lo que antes
aceptabas. En cambio, cuando algo ha perdurado en el tiempo, cuando siento real
interés por algo, he visto que está libre de vínculos, de beneficios, de
costumbres, de intereses, de miedos.
Con
los años he aprendido a conocerme, a conocer mi fragilidad. Sé que la orfandad
de alma te incita a una fusión ciega, como infantil, y que ese enganche te nubla
la vista. Y qué curioso que en Nueva Acrópolis se hable de “los huérfanos de
alma” que hay que rescatar de este horrible mundo.
Pero
hay algo con lo que aun estoy de acuerdo con Nueva Acrópolis, y es que pocas
cosas de este mundo me convencen y que estamos acostumbrados a ver solo las
posibilidades que el molde social y cultural nos pone. He dejado Nueva
Acrópolis, pero no por eso pienso que el mundo esté bien. Sigo viendo las cosas
tal como las veía antes. Sigo siendo la misma idealista que cuando tenía 19
años.
El
mundo me sigue doliendo, me sigo poniendo triste, pero no sé si es muy normal
ser feliz en un mundo enfermo. Me pregunto qué pasaría si cada uno de nosotros
intentara hacer alguna cosa bien, más allá de los convencionalismos o de lo
impuesto. Quizás ya no dependeríamos tanto de aquello de lo que nos quejamos.
Yo aun estoy dispuesta a seguir luchando por un mundo mejor. Y creo que todos
podemos seguir haciéndolo.
Marzo
del 2022
COMENTARIOS
Leo:
Hola Ana, siento muy honesto tu testimonio. He escrito y reescrito muchas veces
ese texto. Simplemente, me gustaría darte las gracias por el coraje de hablar.
Tus palabras cuentan lo que has sentido en esas experiencias y me quedo con un sentimiento que son de alguien de verdad. Que habla con corazón y sin intención de herir o difamar. Un abrazo
Tus palabras cuentan lo que has sentido en esas experiencias y me quedo con un sentimiento que son de alguien de verdad. Que habla con corazón y sin intención de herir o difamar. Un abrazo
Destyneo:
Hola Ana, gracias por tu testimonio. Me gusta tu optimismo para seguir
queriendo cambiar el mundo por un mundo mejor. :)
Giordano:
Yo compartí tu testimonio en youtube, y este comentario lo puso una chica que
perteneció a Nueva Acrópolis en Chile, lo comparto en este medio:
"Hola,
me parece increíble lo que dices pero no me sorprende que lleguen a esos
extremos. Las personas que te pegaban deberían estar en la cárcel. Eso está en
contra de los derechos humanos. Sin embargo creo que hay gente psicópata y
narcisista metida ahí. Yo misma pude observar cómo la gente cambiaba una vez
que estaban al interior de esa secta.
La
primera directora que conocí era una mujer muy grosera y mandona, un verdadero
esperpento. Sin embargo llegamos a tomarla como ejemplo, éramos chicas jóvenes,
tendríamos que haber sido alegres y simpáticas y en vez de eso nos estábamos
transformando en comandantes de un ejército nazi. Ya solo nos faltaba aprender
el alemán y ponernos a apretar botones para soltar el gas.
Puede
parecer que estoy exagerando, pero en eso nos estábamos transformando, en
verdaderos monstruos sádicos y violentos. Nada que ver con esos supuestos
valores de dama y caballero. En vez de eso nos estaban enseñando a maltratar al
más débil y tiene lógica porque ellos claman por el súper hombre. Entonces, lo
lógico es que desprecien a los débiles y quieran destruirlos con sus
repugnantes apologías a la guerra y a la crueldad."
Ana:
Hola, soy la que escribió el testimonio. Estoy de acuerdo con algunas cosas de
ese comentario, pero sobre lo de psicópatas y narcisistas, y lo de meterlos en
la cárcel, me parece demasiado simple.
Por una parte, ya dije en el testimonio que no tengo nada en contra de quien me pegó porque también estaban manipulados. Y en el ejercicio de las bofetadas o de las peleas nos hacían hacerlo en parejas y yo también participaba.
Para catalogar a los directores, antes tendría en cuenta lo siguiente:
- Nueva Acrópolis te vuelve una persona fría, dura, "estoica".
- Hay mucha presión por hacer crecer escuelas. Se contabilizan los miembros y eres bien visto si tu escuela crece. Luego Delia Steinberg dice que "no le importa la cantidad, sino la calidad", y trata de suavizar las aguas. Pero eso crea una ambigüedad que sirve luego para justificar las cosas (se dicen cosas, pero luego no se dicen). Es como si entrenas a un atleta para que gane, y luego le dices que "lo importante es participar". Esto genera una dicotomía interna muy tóxica, porque te sientes mal, pero luego no te sientes con derecho a sentirte mal. Esta dicotomía está siempre presente en todos los aspectos: "parecemos fascistas, pero no somos fascistas", "te dicen que cuentes tus traumas, pero luego eres débil si los cuentas", " Nueva Acrópolis es una escuela ecléctica, pero luego es profundamente dogmática", "te dicen que hay que reflexionar, pero luego que la duda viene del Kama-manas", "te dicen que Nueva Acrópolis es la única escuela conectada con la Jerarquía Blanca, pero luego te dicen que te dejes de cosas tan elevadas o esotéricas". Realmente, no sé cómo la gente sigue cuerda en Nueva Acrópolis.
- Hay diferentes tipo de manipuladores: los que manipulan para conseguir poder (aquí la cosa suele acabar mal, y suelen irse de Nueva Acrópolis y fundar su propia escuela o institución de lo que sea), los que manipulan por pura supervivencia (quieren ser bien vistos), los que no pueden manipular porque no saben o porque se dan cuenta que eso no está bien (estas personas pueden caer en conductas derrotistas, o pueden adquirir una conducta más liberal, intentando autoconvencerse de que en Nueva Acrópolis también tiene cabida otra manera de hacer las cosas más aceptada por la sociedad o más abierta a otras formas). Estas últimas viven en un autoengaño constante, mostrando siempre una felicidad demasiado extrema, como si tuvieran que mostrar constantemente que Nueva Acrópolis es pura felicidad y libertad de pensamiento.
Realmente, no pienso ni en narcisistas ni en meter en la cárcel a nadie. Pienso más bien en un lavado de cerebro digno de estudio.
Giordano: Comprendo tu punto de vista Ana pero ese comentario lo puso una chica ex fuerza viva de Sudamérica que ha pasado sus propias vivencias duras, y de las cuales ha sacado ese tipo de conclusiones y otras más, incluso hay un video en youtube con su testimonio de lo que vivió en Nueva Acrópolis.
Por una parte, ya dije en el testimonio que no tengo nada en contra de quien me pegó porque también estaban manipulados. Y en el ejercicio de las bofetadas o de las peleas nos hacían hacerlo en parejas y yo también participaba.
Para catalogar a los directores, antes tendría en cuenta lo siguiente:
- Nueva Acrópolis te vuelve una persona fría, dura, "estoica".
- Hay mucha presión por hacer crecer escuelas. Se contabilizan los miembros y eres bien visto si tu escuela crece. Luego Delia Steinberg dice que "no le importa la cantidad, sino la calidad", y trata de suavizar las aguas. Pero eso crea una ambigüedad que sirve luego para justificar las cosas (se dicen cosas, pero luego no se dicen). Es como si entrenas a un atleta para que gane, y luego le dices que "lo importante es participar". Esto genera una dicotomía interna muy tóxica, porque te sientes mal, pero luego no te sientes con derecho a sentirte mal. Esta dicotomía está siempre presente en todos los aspectos: "parecemos fascistas, pero no somos fascistas", "te dicen que cuentes tus traumas, pero luego eres débil si los cuentas", " Nueva Acrópolis es una escuela ecléctica, pero luego es profundamente dogmática", "te dicen que hay que reflexionar, pero luego que la duda viene del Kama-manas", "te dicen que Nueva Acrópolis es la única escuela conectada con la Jerarquía Blanca, pero luego te dicen que te dejes de cosas tan elevadas o esotéricas". Realmente, no sé cómo la gente sigue cuerda en Nueva Acrópolis.
- Hay diferentes tipo de manipuladores: los que manipulan para conseguir poder (aquí la cosa suele acabar mal, y suelen irse de Nueva Acrópolis y fundar su propia escuela o institución de lo que sea), los que manipulan por pura supervivencia (quieren ser bien vistos), los que no pueden manipular porque no saben o porque se dan cuenta que eso no está bien (estas personas pueden caer en conductas derrotistas, o pueden adquirir una conducta más liberal, intentando autoconvencerse de que en Nueva Acrópolis también tiene cabida otra manera de hacer las cosas más aceptada por la sociedad o más abierta a otras formas). Estas últimas viven en un autoengaño constante, mostrando siempre una felicidad demasiado extrema, como si tuvieran que mostrar constantemente que Nueva Acrópolis es pura felicidad y libertad de pensamiento.
Realmente, no pienso ni en narcisistas ni en meter en la cárcel a nadie. Pienso más bien en un lavado de cerebro digno de estudio.
Giordano: Comprendo tu punto de vista Ana pero ese comentario lo puso una chica ex fuerza viva de Sudamérica que ha pasado sus propias vivencias duras, y de las cuales ha sacado ese tipo de conclusiones y otras más, incluso hay un video en youtube con su testimonio de lo que vivió en Nueva Acrópolis.
Sobre
el tema de los narcisistas y psicópatas, he notado que hay varias personas que
estudian o son profesionales en psicología que mencionan esos términos para
describir a personas con perfiles muy pero muy parecidos a muchos dirigentes de
Nueva Acrópolis, de manipuladores para arriba.
Al
principio me parecía una exageración pero hoy ya no tanto. Y creo que es muy
probable que la "formación" y la endoculturación acropolitana
incentiva comportamientos narcisistas y actitudes que pueden parecer de
psicópatas y otras enfermedades mentales. Sobre todo por esa tendencia a
"endurecer" el carácter y a negar la capacidad de crítica y de
razonamiento. Si, también creo que la mentalidad acropolitana merece un estudio
profesional sobre lavado de cerebro y manipulación coercitiva.
Ana:
Estaba leyendo una clase desgrabada sobre "Los Nudos o Traumas" que
se trabajan en el primer peldaño de la Escuela del Discipulado, y quiero poner
algunos fragmentos:
"Vamos a hacer un ejercicio: nos ponemos todas de pie, encima de la silla. Si abren las patas no la hunden.
Las que tengan guantes se los quitan. Las que tengan gafas también.
Y nos vamos a perdonar y vamos a soltar aquellas cosas que no soltamos porque somos idiotas de puro idiota. Entonces, vamos a cogerlo, arrastrarlo, nos vamos a barrer y lo vamos a soltar. ¡fuera, fuera!
Y ahora nos bajamos. (de la silla)
Soltamos desde arriba, desde la filosofía, desde lo mejor que tengamos de nosotros mismos. Es desde ahí."
En esta cita habla del podólogo, pero se refiere a un psicólogo:
"(Entonces) vas al podólogo, le pides hora, te dice: esto necesita dos o tres sesiones; el podólogo coge una trepanadora, te pone a parir, porque tú no te has querido poner a parir, y porque tu maestro normalmente no te pone a parir porque te lo dice suavemente, y tú no quieres entenderlo, y la metodología de Nueva Acrópolis por ahora no es coger a una persona, cortarla en trozos, y luego rehacerla de nuevo, por una serie de razones, (que no quiero decir que en un futuro no se haga…) Pues le dices: “nene, nena, vete al podólogo”, y mientras uno va siguiendo con la vida, y vamos caminando juntos.
Esto no es siempre necesario, ni para todos necesario. Pero en un momento determinado no quedarse tampoco enganchado; como que si tienes un poquito de piel aquí en el pie, pues te coges un… (chuchuchuchuchu) y ya está, sigues y no te quedas enganchado con eso.".
"Y entonces por ejemplo, aquí va un maestro y un discípulo andando, juntitos, por el sendero de la vida. Y el discípulo resulta que tiene una verruga en el astral. Y si no os gusta una verruga en el astral, tiene unos callos enormes en la planta del pie. Y el maestro por mas que le dice: “haz esto, haz lo otro, y todo lo demás” es tan gordo que no se deshace. Entonces, a veces el discípulo, si el Maestro le dice: “hijo mío, lo que necesitas es un dermatólogo que coja un bisturí, que te quite la verruga, y luego vamos a seguir caminando por el sendero de la vida”, o “hijo mío lo que tienes es en la planta de los pies, no en toda la persona, en la planta de los pies tienes unos callos, que la verdad yo no soy especialista, no tengo instrumental de rebanar callos. Ves a un podólogo que te rebane los callos y luego seguimos por el sendero filosófico de la vida”.
(Y el discípulo piensa): “¡Y yo!, ¡cómo voy a ir a un podólogo a que me quite los callos! ¡Estoy traicionando el camino filosófico!”. Porque el camino filosófico tiene que tener podólogos para quitar los callos. O todos tienen que tener dermatólogos para quitar verrugas. Bueno, a lo mejor dentro de 100 años tendremos todo eso, pero ir a un dermatólogo a que te quite una verruga con un buen instrumental, o un podólogo que te pegue una buena lijada en los pies que te haga ver las estrellas, no es traicionar o irte por otro sendero que sea el filosófico o el de la evolución espiritual.
Pero una vez te has quitado los callos o la verruga te vuelves al sendero y dices: “Qué bien, sigamos, sigamos por el sendero”. Y no hay ninguna traición ni historias que valgan.
Antes se llamaban los freudianos, luego vinieron los jungianos, ahora está de moda la psicología transpersonal, la bioneuroemocion, la yonoseque,… Mientras que no nos metamos en técnicas de hipnosis y todo lo demás, uno va, le quitan el callo en una o tres sesiones, y sigue andando y ya está. No es cuestión de quedarse con el podólogo toda la vida como Maestro espiritual."
"Vamos a hacer un ejercicio: nos ponemos todas de pie, encima de la silla. Si abren las patas no la hunden.
Las que tengan guantes se los quitan. Las que tengan gafas también.
Y nos vamos a perdonar y vamos a soltar aquellas cosas que no soltamos porque somos idiotas de puro idiota. Entonces, vamos a cogerlo, arrastrarlo, nos vamos a barrer y lo vamos a soltar. ¡fuera, fuera!
Y ahora nos bajamos. (de la silla)
Soltamos desde arriba, desde la filosofía, desde lo mejor que tengamos de nosotros mismos. Es desde ahí."
En esta cita habla del podólogo, pero se refiere a un psicólogo:
"(Entonces) vas al podólogo, le pides hora, te dice: esto necesita dos o tres sesiones; el podólogo coge una trepanadora, te pone a parir, porque tú no te has querido poner a parir, y porque tu maestro normalmente no te pone a parir porque te lo dice suavemente, y tú no quieres entenderlo, y la metodología de Nueva Acrópolis por ahora no es coger a una persona, cortarla en trozos, y luego rehacerla de nuevo, por una serie de razones, (que no quiero decir que en un futuro no se haga…) Pues le dices: “nene, nena, vete al podólogo”, y mientras uno va siguiendo con la vida, y vamos caminando juntos.
Esto no es siempre necesario, ni para todos necesario. Pero en un momento determinado no quedarse tampoco enganchado; como que si tienes un poquito de piel aquí en el pie, pues te coges un… (chuchuchuchuchu) y ya está, sigues y no te quedas enganchado con eso.".
"Y entonces por ejemplo, aquí va un maestro y un discípulo andando, juntitos, por el sendero de la vida. Y el discípulo resulta que tiene una verruga en el astral. Y si no os gusta una verruga en el astral, tiene unos callos enormes en la planta del pie. Y el maestro por mas que le dice: “haz esto, haz lo otro, y todo lo demás” es tan gordo que no se deshace. Entonces, a veces el discípulo, si el Maestro le dice: “hijo mío, lo que necesitas es un dermatólogo que coja un bisturí, que te quite la verruga, y luego vamos a seguir caminando por el sendero de la vida”, o “hijo mío lo que tienes es en la planta de los pies, no en toda la persona, en la planta de los pies tienes unos callos, que la verdad yo no soy especialista, no tengo instrumental de rebanar callos. Ves a un podólogo que te rebane los callos y luego seguimos por el sendero filosófico de la vida”.
(Y el discípulo piensa): “¡Y yo!, ¡cómo voy a ir a un podólogo a que me quite los callos! ¡Estoy traicionando el camino filosófico!”. Porque el camino filosófico tiene que tener podólogos para quitar los callos. O todos tienen que tener dermatólogos para quitar verrugas. Bueno, a lo mejor dentro de 100 años tendremos todo eso, pero ir a un dermatólogo a que te quite una verruga con un buen instrumental, o un podólogo que te pegue una buena lijada en los pies que te haga ver las estrellas, no es traicionar o irte por otro sendero que sea el filosófico o el de la evolución espiritual.
Pero una vez te has quitado los callos o la verruga te vuelves al sendero y dices: “Qué bien, sigamos, sigamos por el sendero”. Y no hay ninguna traición ni historias que valgan.
Antes se llamaban los freudianos, luego vinieron los jungianos, ahora está de moda la psicología transpersonal, la bioneuroemocion, la yonoseque,… Mientras que no nos metamos en técnicas de hipnosis y todo lo demás, uno va, le quitan el callo en una o tres sesiones, y sigue andando y ya está. No es cuestión de quedarse con el podólogo toda la vida como Maestro espiritual."
Giordano:
"Mientras que no nos metamos en técnicas de hipnosis y todo lo
demás". Pues bien, las ceremonias, los ejercicios de relajación, el uso
del Tratak, los cantos durante las tareas de mantenimiento en las casa de
campo, las prácticas de concentración durante las ED, como la del "templo
interior", es decir, todas aquellas prácticas "dirigidas",
funcionan como un tipo de hipnosis. Ni más ni menos.
(https://nuevaacropolissecta.blogspot.com/2021/09/testimonio-de-ana.html)
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