EL CONOCIMIENTO TRASCENDENTAL EXPLICADO POR FRANZ HARTMANN

 
 
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INTRODUCCIÓN
 
Los libros populares de la actualidad que tratan sobre el origen de las religiones, pretenden que éstas fueron engendradas a causa del miedo y nos explican que nuestros antepasados, que aun se hallaban en estado salvaje y por lo tanto ignoraban las revelaciones de la ciencia moderna, al ver los relámpagos, oír el rugido del trueno y contemplar todos los demás fenómenos naturales cuyo origen ellos no podían explicar, llegaron a la conclusión de que estas cosas deberían de ser producidas por algún poderoso ser inteligente y sobrenatural, quien el día menos pensado se entretendría en destruir a los humanos sus bienes, y por consiguiente había que procurarlo tenerlo de buen humor.
 
Semejante explicación del origen de las religiones y de la creencia de Dios, puede satisfacer al cerebro especulativo de un racionalista porque éste se encuentra absorto en las fruslerías de su propia imaginación. Él no percibe el conocimiento oculto que hay detrás de las religiones y que es patrimonio del espíritu humano.
 
Pero tal teoría está muy lejos de satisfacer al corazón en que brilla una chispa de la vida divina y que siente, como es natural, la presencia de un poder universal y elevado, que en vez de ser producto de la naturaleza, es muy superior a ella.
 
La religión que tuviera el origen lógico que le atribuyen los científicos, sería, indudablemente la religión del diablo porque se basaría en falsedades. No sería más que un sistema para enseñar el modo de engañar a Dios y de reducir a la nada la justicia eterna.
 
La verdadera religión no tiene nada que ver con el miedo, ni con la especulación lógica, y su verdadero origen reside en la relación fundamental que tiene el alma humana con el origen divino del poder espiritual que la habita.
 
Es el divino espíritu en el hombre mismo, quien reconociendo a través de la instrumentalidad del hombre, la presencia del espíritu universal en la naturaleza.
 
Y este poder divino es verdaderamente “oculto”, puesto que no puede percibirse por medios externos; y es por eso que los que son incapaces de sentir su existencia no lo pueden demostrar. Será siempre un secreto para el “Adán” terrestre; pues siendo de naturaleza divina, no lo conocerá el hombre intelectualmente hasta que entre en el estado de divinidad.
 
Sin embargo es cualidad inherente a la naturaleza humana que el hombre se esfuerce por conocer por medio de la inteligencia y el racionamiento lo que siente intuitivamente. Por consiguiente siempre ha habido personas ansiosas de conocer la naturaleza de Dios, humanos que por medio de sus esfuerzos intelectuales tratan de rasgar el velo que cubre el santuario del gran misterio, para atisbar el conocimiento trascendental y así satisfacer su curiosidad.
 
Desafortunadamente las divagaciones de estos especuladores, visionarios y pseudo-filósofos han dado origen a un falso sistema teológico, místico y supersticioso hasta nuestros días.
 
El alma humana está igualmente relacionada con el poder espiritual que llena el universo, como las flores de los campos con la luz del sol. La planta privada de sol languidece y muere; el alma, desprovista del espíritu de santidad, cae más abajo que el alma de los animales, pues los animales no razonan, y obran únicamente siguiendo las leyes de su naturaleza. Mientras que en cambio el espíritu le permite obrar al hombre contra la naturaleza y opuestamente a la ley divina.
 
Pero también ha habido hombres que han llegado a un grado de espiritualidad muy superior al estado promedio intelectual, permaneciendo naturales y obedientes a la ley divina. Y en el transcurso de su desarrollo interno estos individuos han visto abrirse sus sentidos superiores de modo que no sólo sienten intuitivamente, sino que también perciben espiritualmente la luz del espíritu.
 
Estos hombres son los verdaderos Místicos, Rosacruces y Adeptos y nada tienen que ver con ellos los historiadores o anticuarios, porque están muy fuera del alcance de sus investigaciones. La “Historia de los Rosacruces” debería ser ante todo la de ciertos hombres que tuvieron iluminación espiritual; pero siempre nos quedaría la duda de sí esta o aquella persona mencionada en la “historia” fue o no un verdadero Rosacruz, porque lo que hace santo o sabio a un hombre no pertenece a esta tierra, ni los mortales pueden definirlo: es la parte del hombre de que habla la Biblia, cuando dice: “Nosotros vivimos en la tierra; pero nuestra alma está en el cielo”.
 
Las investigaciones externas solamente tratan de las cosas externas, porque aquello de lo que depende la existencia de una forma, no puede tratar más que con formas. Pero todas las formas son ficciones para quién conoce con su percepción espiritual la verdad que representan y que se encuentra más allá de las formas.
 
La naturaleza es una expresión de la verdad; pero pocos pueden reconocer la verdad expresada en la naturaleza. Todos nosotros somos, más o menos, caricaturas de la verdad que originalmente estamos llamados a representar. Pero mientras que llevemos una existencia ficticia, por no reconocer la verdad que mora en nosotros, sólo conoceremos la caricatura que representamos, y nunca nuestro verdadero Yo.
 
La sabiduría como un principio es inconcebible a menos que se manifieste en los sabios, y éstos son los únicos que la pueden verdaderamente reconocer. El hombre que carece de sabiduría no vale nada. No es el hombre en su aspecto como un ser sin principios, quien puede conocer a un principio determinado, cualquiera que este sea; sino que es el principio el que se reconoce siempre a sí mismo en las otras formas. De suerte que si una persona desea conocer la verdad, es preciso que ésta exista de forma activa en su interior, pues de no ser así, no podría percibirla en su persona ni en la naturaleza externa.
 
La verdad será siempre crucificada entre los dos “ladrones” llamados superstición y escepticismo, y si no vemos más que uno solo de los dos ladrones crucificados, fácilmente lo confundiremos con la verdad. Pero las formas de los dos ladrones están desfiguradas, o mejor dicho, la verdad está desfigurada en ellos. Y sólo cuando podemos conocer la forma exacta del Salvador, crucificado entre los desfigurados dos ladrones, nos hallamos en condiciones de percibir la diferencia y podemos buscar al Redentor.
 
Las formas ficticias son necesarias para mostrar el camino a aquellos en quienes la verdad no es un poder vital, pero infortunadamente la mayoría de los ignorantes sólo discierne la ficción, pues como no existe la verdad en su interior, no tienen nada con que ver la verdad envuelta en la forma.
 
Por esta razón “los Símbolos secretos de los Rosacruces”, serán eternamente “secretos” para todos los que no alimentan en su corazón la verdad viva, y no los comprenderán nunca, aunque les den toda clase de explicaciones. Y, por el contrario, aquellos a quienes la verdad trata de revelarse y que luchan, no solo para satisfacer su curiosidad, sino que aman la verdad por lo que es, sin consideración personal alguna, serán muy ayudados al estudiar las obras rosacruces y sus símbolos secretos.
 
Les ocurrirá lo que al que viaja por un país extranjero ayudado por los que ya han habitado en él y conocen el camino, que le indican la ruta que atraviesa el desierto y la situación de los oasis en donde ha de encontrar agua para calmar su sed; pero ellos no le llevarán, porque es necesario que los halle caminando por su propio pie.
 
La sabiduría divina no es obra de los hombres, ni éstos la han inventado. La única manera de obtenerla consiste en abrirle espontáneamente nuestro corazón, porque si entra en él, se apaciguará la tempestad de opiniones contradictorias, y el océano del pensamiento se convertirá en un espejo que refleje la verdad. Entonces se asentará en nuestro interior la verdad y conoceremos a Dios, no por haber leído en los libros una descripción de su existencia, sino por su propio poder, o le conoceremos “adorándole en Espíritu y en Verdad”, como dice en la Biblia.
 
El lenguaje alegórico de la Biblia, de otros libros religiosos y de las obras rosacruces es incomprensible si se estudia desde el punto de vista de su significación externa y material. El razonamiento intelectual por sí solo es un obstáculo, más bien que una ayuda, para comprenderlo; pero estas obras están llenas de sabiduría divina para quien las estudia por medio del entendimiento espiritual.
 
 
Los Rosacruces dicen:
 
"Una persona que conoce la verdad divina ha alcanzado lo más alto y no desea nada más porque no puede haber nada más alto que el logro de la verdad. En comparación con este tesoro, las posesiones mundanas se hunden en la insignificancia debido a que quien posee lo más alto no desea lo bajo y el que conoce la realidad no se preocupa por las ilusiones."
 
Las especulaciones científicas y filosóficas sobre lo que posiblemente sea verdad son inútiles para quien siente y percibe la verdad; esta persona no necesita especular acerca de lo que ya ve y conoce. No necesita grandes riquezas porque las necesidades de su forma física son pocas y sencillas.
 
Y además por la acción del espíritu interior que irradia cada vez más hacia afuera, los principios materiales que componen su forma física se vuelven cada vez más sublimados (independiente de las necesidades del plano material) hasta que finalmente el humano habiéndose despojado de la última envoltura de la forma burda y visible, y habiendo hecho consciente ese principio que da vida dentro del cuerpo interior visible, podrá vivir enteramente en este último. Entonces se volverá un espíritu etéreo rodeado de indescriptible belleza y en posesión de poderes de cuya existencia mortal el hombre solo sueña. (1)
 
Y sobre quién ha bebido el agua vivificante de la verdad, que es el verdadero “Elixir de la Vida”, los Rosacruces también dicen:
 
"Bienaventurado el que está por encima de la miseria y la pobreza, por encima de la enfermedad y la muerte, que no puede ser tocado por lo que da dolor, que no necesita otro techo sobre su cabeza que el cielo, ningún otro lecho que la tierra, ningún otro alimento que el aire, y quién está por encima de todas esas necesidades por las que suspiran los mortales." (2)
 
"Dios humilla a los orgullosos y exalta a los humildes, castiga a los soberbios con desprecio y en cambio envía a sus ángeles a que consuelen a los modestos; abandona a los mal intencionados en el desierto, pero a los bondadosos les abre los portales del cielo." (3)
 
"Huye de los libros de los sofistas, pues están llenos de errores ya que sus conocimientos se fundan en la fantasía. Entra en el reino de lo real y comparte con nosotros los tesoros que poseemos. Os invitamos, no por voluntad nuestra, sino por el poder del Espíritu Divino del que somos servidores.(4)
 
"¿Qué sabe el animal acerca de los placeres intelectuales? ¿Qué sabe el sofista acerca de las alegrías del espíritu? ¿No sería algo precioso si pudiéramos vivir y pensar y sentir como si hubiéramos estado viviendo, pensando y sintiendo desde el principio del mundo, y continuar así hasta su fin? ¿No sería increible conocer todos los secretos de la naturaleza y leer ese libro en el que se registra todo lo que ha sucedido en el pasado, o lo que existirá en el futuro? ¿No te regocijarías de poseer el poder de atraer lo más elevado en lugar de ser atraído por lo bajo, y de tener espíritus puros en lugar de animales reunidos a tu alrededor?" (5)
 
 
¿Puede poseer el hombre estos poderes?
 
Sería inútil intentar demostrárselo a quienes no desean alcanzarlos; e incluso si se probara, ¿de qué beneficiaría demostrarles que hay otros humanos que poseen tesoros que para el escéptico no existen? ¿Puede probarse la existencia de poderes a alguien que no tiene capacidad para su percepción o comprensión? Incluso un milagro no probaría nada excepto que había ocurrido algo inusual e inexplicable.
 
Dice la Fama Fraternitatis:
 
"La imposibilidad de revelar tales secretos a quienes no están lo suficientemente desarrollados espiritualmente para recibirlos es la causa de que hayan existido muchos malentendidos y prejuicios entre el público con respecto a los Rosacruces.
 
Historias grotescas y fabulosas cuyo origen sólo se puede rastrear a la ignorancia o malicia de quienes los inventaron, y que han circulado y crecido en intensidad y absurdo mientras viajaban a través de las filas de los chismosos.
 
Las falsedades no se pueden erradicar sin dañar las raíces de la verdad, y las malas intenciones se vuelven útiles para contradecir las declaraciones falsas hechas por el engañador ignorante o voluntarioso; pero ¿de qué vale el testimonio de los ciegos cuando hablan de lo que creen haber visto y qué valor se puede atribuir a las declaraciones de los sordos cuando describen lo que creen haber oído?
 
¿Qué saben los mentirosos de la verdad, los impíos de Dios, los insensatos de la sabiduría y los incrédulos de la fe?
 
Pueden pensar que tienen razón, y sin embargo están equivocados; pueden acusar a otros de albergar ilusiones, cuando ellos mismos viven en ilusiones. La envidia, el odio, los celos, la intolerancia y la superstición son como lentes de colores, que hacen que quien mira a través de ellos no vea nada en su verdadero aspecto, sino teñidas de su color".
 
 
Parece pues, que cuando los Rosacruces hablan de su organización, ellos quieren significar algo muy distinto a una organización terrenal denominada por ellos “Rosacruz” y más bien se refieren a una unión espiritual, una armonía de poderes divinos, pero sin embargo, poderes individuales, y que no están relacionados en ninguna historia relacionada con las payasadas de la vida externa.
 
De esta “asociación” es de la que hablan cuando dicen:
 
« Nuestra comunidad ha existido desde cuando Dios dijo el primer día de la creación: “¡Hágase la luz!”; y continuará existiendo hasta el fin de los siglos. Es la sociedad de los hijos de la luz cuyos cuerpos están formados de luz y viven eternamente en ella.
 
En nuestra escuela nos instruye la Sabiduría Divina, la celeste prometida, cuya voluntad es libre y que se entrega a quién la elige. Los misterios que conocemos abarcan todo lo que es posible conocer sobre Dios, la Naturaleza y el Hombre. Todos los sabios que han existido se han educado en nuestra escuela, aprendiendo en ella la verdadera sabiduría.
 
Entre nuestros miembros, los hay que no habitan en nuestro globo: nuestros discípulos están diseminados por todo el universo, estudian un solo libro, y siguen un método único de estudio. Nuestro lugar de reunión es el templo del Espíritu Santo que penetra toda la naturaleza, el cuál fácilmente encuentran los elegidos y permanece eternamente oculto a los ojos del vulgo.
 
Nuestros secretos no se venden por oro, sino que se dan libremente al que está en condiciones de recibirlos. Nuestro secretismo no se debe por rechazo de dar, sino porque quienes piden instrucción todavía no están listos para recibirlo.
 
Sólo hay una verdad eterna; sólo hay una fuente de amor. El amor no se da sino que nace en el corazón, y allí donde florece asistimos al nacimiento del amor divino.
 
Nosotros poseemos una luz que ilumina las más ocultas tinieblas y que nos permite conocer los insondables misterios. Tenemos un fuego que nutre y obra milagros en la naturaleza.
 
Todo lo de este mundo está sujeto a nuestra voluntad, porque nuestra voluntad es una con la ley, a pesar de lo cual nuestra voluntad es libre y no obedece a ley alguna.
 
¿Queréis haceros miembros de nuestra sociedad? Pues bien, sumergíos en vuestro corazón y escuchad la Voz del Silencio. Buscad en vosotros mismos al Maestro y retened sus enseñanzas. Aprended a conocer a la Divinidad que trata de manifestarse en vuestra alma, abandonad vuestras imperfecciones, y sed perfectos en Dios. »
 
 
 
 
 
Apuntes
 
1. Se percibirá fácilmente que todo esto se refiere al "Hombre Interior" y no a su cuerpo físico mortal. No es el cuerpo físico con sus sentidos externos, ni la mente perecedera del hombre lo que puede conocer la verdad divina. Es sólo la verdad divina en el hombre la que puede conocerse a sí misma. Ningún correo puede alcanzar el conocimiento verdadero de ningún poder espiritual, a menos que ese poder cobre vida en él y se identifique con él. El ocultismo no es una cuestión de lo que se debe saber ni de lo que se debe hacer; pero de lo que uno debe ser. Si el hombre interior se ha vuelto verdaderamente espiritual, no sólo en su imaginación, sino en su voluntad; entonces su espíritu despierto penetrará incluso a través de la forma física y cambiará su naturaleza en el mismo sentido en que la oscuridad es consumida por la luz.
 
2. Todo esto no se refiere al hombre de carne terrestre; sino al que ha sido regenerado en la vida del espíritu. El cuerpo elemental del hombre no está por encima de la enfermedad y la muerte; ni por encima de lo que da dolor. Ese cuerpo requiere estar protegido contra los elementos de los que está hecho; y necesita alimento terrestre; pero el hombre del reino celestial es libre. Su hogar es tan amplio como sus pensamientos pueden alcanzar, y su alimento es el "maná" del cielo.
 
3. "Dios" (según Jacob Boehme) es la voluntad de la sabiduría divina. El que se levanta en su vanidad, caerá; porque estará lleno de su conocimiento engañoso, y la voluntad del Eterno no puede despertar en él la sabiduría divina. La verdadera humildad no consiste en un miedo abyecto; pero en el más alto sentido de dignidad, tal como sólo puede sentirlo quien siente que Dios está en y con él.
 
4. Los "sofistas" son esos indagadores escépticos que examinan diligentemente la cáscara externa del fruto que crece en el árbol del conocimiento; sin saber que hay una semilla dentro de la fruta. Se persuaden a sí mismos de que no hay núcleo, e imaginan que aquellos que son capaces de percibir por el poder del espíritu la luz que brilla de la fuente interior, son soñadores; mientras que ellos mismos poco saben que su propia vida es simplemente un sueño y su conocimiento imaginario un sueño.
 
5. El espíritu del hombre no es de este mundo; pertenece a la eternidad. Nunca hubo un momento en que el espíritu del hombre no existiera; incluso desde el comienzo de la creación; tampoco su presencia se limita a este planeta Tierra. El que consiga fusionar su conciencia con la del espíritu divino que ensombrece su personalidad, y que es su propio yo real, conocerá sus formas pasadas de existencia y establecerá el futuro; pero los principios animales del hombre no pueden participar de ese estado; mueren y vuelven a entrar en el Caos, el almacén para la producción de formas.
 
 
 
(En el Pórtico del Templo de la Sabiduría, capítulo 1)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Hola, por lo que he visto haz escrito bastante sobre libros o artículos de Franz Hartmann pero noto por tus observaciones que generalmente dejas;que a veces le falta un poco de conocimiento o sus explicaciones son en ocasiones complicadas, tu realmente recomiendas leer sus libros? en caso de recomendar solo algunos (los que sean un si o si leer), cuales?
    Lo otro que me he dado cuenta es que haz escrito muy poco de mario roso de la luna, el motivo es que no te llaman la atención sus escritos o sólo falta de tiempo?

    Saludos

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    Respuestas
    1. Te diría que todos los libros de Franz Hartmann son buenos, pero no sé cuales sean los mejores. Y efectivamente no he tenido tiempo de estudiar a Mario Roso de Luna.

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