Hira Bluestone es una proveedora médica que actualmente vive en Seattle y que desde los
seis años hasta los once años vivió en varias de las comunidades de Osho, y en diversos
artículos ella narró su historia, y a continuación les hago un resumen de lo
que ella contó:
Mi familia siempre había sido un
poco rara. Mi papá era un profesor de historia en la universidad y de vez en
cuando me llevaba a su oficina para pasar el rato antes de dejarme en la
guardería. Mi madre era una recién divorciada con dos niños, pero ella era
salvaje, descarada, hermosa, brillante y lo deseaba. Así que lo enamoró.
Después de pasar un verano divirtiéndose
deambulando por el país y probando muchas drogas, por lo que casi fueron
arrestados en la frontera canadiense, se establecieron en Long Island, que era donde
mi papá estaba enseñando y rápidamente ella quedó embarazada de mí. Ella era
terapeuta y comenzó su práctica y volvieron a una vida normal.
Cuando yo tenía 4 años, mi madre
descubrió a Osho, y antes de darme cuenta, ella se había vuelto una sannyasin (discípula),
obtuvo un nuevo nombre y ahora se llamaba Ma Premrup y comenzó a usar ropa
naranja y un mala que es un collar de 108 cuentas de madera y un relicario con
la imagen del gurú.
Mi padre al principio pensó que ella
estaba loca pero luego también se volvió un discípulo y su nuevo nombre era Swami
Sarvananda.
Nuestra casa pronto se llenó de
gente vestida de naranja y cintas sobre Osho, y cuando él hablaba, su voz se
apagaba al final de cada frase u oración con una exhalación: “swooshh...”
Mi madre luego se fue a Pune, India,
para conocerlo de cerca, y mi padre pronto la siguió, pero antes de que se
fueran les rogué que también me pusieran un nuevo nombre y me hicieran
sannyasin porque todo eso se veía muy divertido.
Prometieron preguntar mi nombre y
esperé cinco semanas quedándome con amigos de la familia y soñando con mi nuevo
nombre. Inventé muchos nombres hermosos para mí, en su mayoría de naturaleza
floral, como por ejemplo: rosa, rosulie (mi nombre era Julie), etc.
Finalmente regresaron y me avisaron
de que también podía ser un sannyasin, pero que tenía que ser responsable y
usar siempre los colores naranja, rojo, púrpura o granate, y también debía
llevar el mala, y que ahora mi nuevo nombre era Ma Prem Hira que significa
“amor de diamante”.
Fue divertido teñir toda mi ropa de
esos colores. ¡Y tenía ese bonito collar! Y cuando mis padres regresaron de la India con
mi nuevo nombre y todos los accesorios, me emocioné, y también me explicaron la
importancia de cuidar mi collar, usar mi nuevo nombre y usar los colores. Si no
hacía todas esas cosas todo el tiempo, ya no era realmente un sannyasin. Así
que me tomé eso muy en serio.
Sin embargo, una cosa que era
difícil para mí era usar el mala porque con sus 108 cuentas era muy largo,
hasta el ombligo. Y cuando era un poco mayor, aprendí el truco de ponerlo sobre
un hombro (o sea usarlo como una bolsa) como lo hacían los adultos sudorosos en
Pune cuando efectuaban su meditación dinámica o se encontraban con grupos.
Un día mi hermano y su amigo estaban
fumando marihuana, y mi hermano pensó que sería divertido abrazarme y echarme
humo en la cara para ver qué pasaría. Pero solo lo haría si prometía que nunca
se lo diría a mamá o papá. Yo estuve de acuerdo y sentí un gran golpe de bong
tras otro golpe de bong en mi interior, estaba completamente drogada, se sentía
como si alguien estuviera sentado en todo mi cuerpo sujetándolo y no pudiera
mover ni un músculo.
Ese periodo entre los cuatro y los
seis años fueron una transición entre la vida normal y la vida que luego llevaría
en los ashrams. Todavía fui al preescolar, comencé el jardín de infantes, hice
nuevos amigos, y aprendí a leer e hice todas las cosas habituales de los niños.
Pero también ya tenía una vida de sannyasin bastante ocupada.
La parte más importante de ser un
sannyasin para mí en esa etapa fueron los viajes semanales de los viernes que
hacíamos a la ciudad de Nueva York al centro Rajneesh para bailar. Me encantaba bailar. La música solía ser medio
espiritual recordando a la naturaleza y se hacían muchos remolinos.
Pero al final, durante la última
hora más o menos, los sannyasins de Nueva York pateaban los talones, levantaban
los brazos para revelar sus axilas peludas y homenajeaban a Bob Marley, los
Beatles, los Stones. ¡Fue muy divertido!
Yo bailaba, bailaba y bailaba hasta
que me derrumbaba en los brazos de mi mamá mientras ella me arrastraba medio
dormida hasta el auto donde encontrándome exhausta, me dormía todo el camino a
casa.
La vida de Hira en el ashram de Pune
En 1981, mi familia decidió mudarse
a la India para vivir en el Ashram de Osho, y empacamos todo para irnos a vivir
allá para siempre. Excepto mi hermano David que tenía algunos problemas legales
en ese momento. Él y mi otro hermano Jason también se habían convertido en
sannyasins para entonces (David se llamaba Vedaprem y Jason se llamaba Madhav),
pero cuando decidimos mudarnos a la India, se decidió también que él se
quedaría solo y eso lo enojó mucho y renunció a seguir siendo un sannyasin
tirando su mala por el inodoro.
Yo estaba muy emocionada de ir a la
India, me sonaba divertido y me gusta la diversión y lo nuevo. Pero me
horrorizaba dejar a David atrás. Lo amaba mucho y estábamos muy unidos el uno
al otro.
Finalmente llegó el momento de partir.
Primero partimos yo y papá, porque mamá tenía todavía asuntos que arreglar. Subimos
a bordo de nuestro Pan Am 747 y volamos por lo que pareció una eternidad, y
después de aproximadamente 12 horas, nuestro avión aterrizó en Bombay. Miré por
la ventana con alegría y salté con impaciencia de un lado a otro tratando de
salir. Pero en cuanto bajamos las escaleras me golpeó el aire indio, que era
una mezcla de contaminación, orina, mierda, curry, sudor y muerte. Por lo que salté
a los brazos de papá y comencé a llorar diciéndole:
- "¡Quiero regresar a
casaaa!"
Pero después de unos días en Pune, comencé
a acostumbrarme a nuestro nuevo hogar. Vivíamos en el hotel Dreamland. No estoy
seguro si ese fue un plan premeditado o simplemente una solución a corto plazo
para la falta de fondos.
En cualquier caso, el Dreamland era
un hotel de mala muerte en el centro de Pune, a unos diez minutos en bicitaxi del
Ashram situado en Koregan Park. Y la habitación que compartíamos en el
Dreamland Hotel fue la primera de nuestras moradas infestadas de insectos y
roedores. No los odiaba en ese momento, aunque me imagino que mi papá si, ya
que él no estaba tan emocionado por las alimañas como yo lo estaba en ese
entonces.
En una ocasión tuvimos un encuentro
con un insecto gigantesco que ocasionó en acontecimiento que linda entre una escena
de comedia y una película de terror. Fui al baño una buena mañana para mis
abluciones diarias, y saliendo del inodoro se encontraba el ciempiés más
increíblemente que haya visto.
Un extremo de la criatura, aunque enorme,
era ordinario, pero el otro extremo estaba dividido en dos cabezas que
funcionaban completamente de maneras independientes. Y verdaderamente era
monstruoso.
Grité y mi papá entró, y tengo el
recuerdo distintivo de ver a mi padre siendo simultáneamente heroico y
aterrorizado a la vez, y mientras perseguía a ese veloz animal del tamaño de un
roedor con un basurero y vestido solo con su ropa interior, también trataba de
no tocarlo. Y no estoy segura de si lo prescindió o si la criatura escapó, pero
sí sé que me sentí sana y salva después de eso, a pesar de la situación.
Los niños en el ashram de Pune
El ashram tenía su propia escuela
para sus propios inadaptados. Imaginen una escuela llena de niños vestidos de
tonos rojos, descuidados y descalzos. Niños que en su mayoría nunca habían
recibido reglas ni límites que respetar, ya sea porque sus padres pensaban que
eso era incorrecto ("el niño divino debería ser libre en su inocencia"
decía Osho), o porque sus padres estaban tan ocupados en sus grupos de
encuentro (se golpeaban y golpeaban almohadas), en sus grupos primarios
(gritaban y gritaban) u en otras meditaciones; por lo que se olvidaban de saber
qué hacían sus hijos durante todo el día.
Y estos niños eran salvajes, eran
malos. Estaban sin control. Al menos así lo vi en mi primer día que fui a esa escuela.
Hubo algunas manualidades y lecturas
y algún tipo de lecciones sueltas, pero no conocía a nadie y yo no encajaba con
ellos. No me gustaba eso. A mi me había encantado mi antigua escuela primaria en
Huntington con su horario ordenado y tiempo libre para leer, sus crayones y
pasta. En cambio aquí todo era salvaje y no me convencía en absoluto. Por lo
que asistí a la escuela solo un día y luego ya no fui.
Mi papá, por otro lado, fue
reclutado para ser uno de los maestros. Entonces, después de ese primer día,
papá fue a trabajar a la escuela con los niños y yo fui a trabajar con los
adultos.
Encontré un trabajo con Sushila, quien
era una mujer muy alegre, altanera y amorosa, y que había sido la mejor amiga
de mi madre cuando ellas eran niñas. Y ellas se encontraron por casualidad en
el ashram de Pune años después y chillaron de alegría al descubrir que volvían de
nuevo a estar juntas al otro lado del mundo.
Sushila era la directora del
departamento que supervisaba las meditaciones y a los grupos. Le caí bien y siempre
me presentó como su amiga (aunque yo tenía 6 años y ella más de 36). Aún así lo
tomé como un gran cumplido y mi trabajo consistía en enviar mensajes de su oficina
a cualquier otro lugar del ashram.
Era una gran responsabilidad pero
había pocos mensajes que entregar, por lo que principalmente me la pasaba
sentada en su oficina, inventando historias y dibujando en mis propios libros.
Los libros que escribí eran una
indicación perfecta del cruce entre mi vida anterior y la nueva. Dibujaba
vehículos: motocicletas, automóviles, autobuses escolares y bicitaxis. Pero
también enfermedades: varicela, sarampión, amibas…
Y dependiendo para quién tenía que
entregar el mensaje, yo estaba emocionada o aterrorizada. Por ejemplo me
encantaba ir a la oficina principal porque Vidya estaba allí, y ella me adoraba
y a menudo me daba dulces. En cambio me aterrorizaba entregar mensajes a
Teertha, quien era la líder del grupo piadoso porque eran los fanáticos de Pune.
Además a ella no le caían bien los
niños, aunque ella tenía una hija un poco mayor que yo. Y también a veces tenía
que entregar mensajes a Lao Tzu, donde vivía Osho, y no me dejaban entrar, así
que siempre tenía que entregarlo a través de una puerta, lo que era intimidante,
por decir lo menos.
Después de un tiempo, hice algunos
amigos entre los niños, en su mayoría otros que no querían ir a la escuela, y
tuve una vida independiente dentro de las puertas del ashram con mi propio
trabajo y mis responsabilidades. ¡Tenía mi propia vida y me encantó! De día, yo era un adulto que estaba ocupada, y
por la noche regresaba a casa con papá y seguía siendo su pequeña hija. ¿Que
podría ser mejor?
Amigos, amantes y personas no
agradables
Mi vida en Pune fue muy divertida en
su mayor parte. Hice amigos de mi edad, y también hice amigos adultos. Recorría
la ciudad en bicitaxi y con mis amigos engañábamos a la gente para obtener
cigarrillos dulces, y luego los "fumábamos" mientras estábamos
sentados encima de las motocicletas que estaban estacionadas afuera del ashram.
Uno de mis amigos más cercanos era
Virochana, él tenía 4 años y medio pero lo conocía desde Nueva York. Éramos los
únicos dos niños provenientes del Centro de Nueva York, así que habíamos pasado
juntos por muchas de las mismas cosas.
Y nuestro torturador era Jonás, un
año mayor que yo, y un verdadero matón pelirrojo, pecoso y malo. Solía seguirnos
y molestarnos por ser novio y novia, y nos retaba a tener relaciones sexuales.
Un día le dije a Virochana "¡Ven!"
y lo arrastré hasta un escondite que había descubierto en las vigas del techo
de Miryam, que era la cafetería de los trabajadores. Nos quitamos toda la ropa
y lo hice acostarme encima de mí mientras Jonás observaba. Pero no pasó nada.
Hice que Chana (como lo llamábamos)
subiera conmigo unas cuantas veces más, pero finalmente desistí porque era inútil
y ya no salí mucho con él después de eso. Creo que él era bastante reacio conmigo
porque probablemente la idea del sexo lo inquietó un poco, al igual que el
entusiasmo que mostré por eso.
Una de mis mejores amigas era
Garima, ella tampoco fue a la escuela, así que corríamos durante el día por
todo el ashram. Y una noche fuimos a ver una obra de teatro que los niños de la
escuela pusieron y fue una interpretación fantástica de Peter Pan, completa con
trajes maravillosos y canciones y bailes.
A Garima y a mí nos encantó tanto
que al día siguiente construimos unas espadas de madera para nosotras y
corrimos todo el día luchando con ellas y cantando a todo pulmón: "somos
los piratas, nosotros somos los piratas, somos los piratas del Mar Rojo".
Jonás estaba celoso de vernos jugar
y de nuestras bonitas espadas. Así que se escondió detrás de la pared de mármol
que corría a lo largo del ashram y saltó frente a nosotras, quitándonos
nuestras espadas. Él no quería jugar, solo quería que no jugáramos, así que
corrió alardeando mientras intentábamos arrebatárselas, y cuando finalmente lo
alcanzamos, las tiró al suelo y las rompió con sus pies. Era un estúpido.
Otra de mis buenas amigas fue Mouna.
Ella era una niña india cuya familia vivía dentro del Ashram. Ella fue la
primera persona en Pune que me invitó a una pijamada. Yo estaba muy emocionada.
En casa empacamos mi bolsa de viaje y mi papá fue conmigo en el bicitaxi al Ashram.
¡Iba a dormir en el ashram! Y ni siquiera habría adultos allí, solo nosotras
con la hermana mayor de Mouna, Karuna, y su mejor amiga, Gitika.
Pero el asunto es que aunque yo era
una pequeña fugitiva rebelde e independiente durante el día, también era la pequeña
niña de papá y mamá por la noche. (Mi madre y Jason habían llegado a Pune
aproximadamente un mes después de que lo hicimos nosotros, y todos nos mudamos
a un bonito apartamento en un complejo llamado "The Mayfair" en la
carretera Boatclub).
Cada noche, papá me contaba una
historia y me hacía cosquillas en la espalda. Y mami me daba un baño y jugaba
conmigo. Me acurrucaban y me decían buenas noches. Yo estaba acostumbrado a
ello, pero esta vez tan pronto como oscureció en la casa de Mouna, me asusté
por completo y lloré y lloriqueé. ¡Quería a mi mamá!
Karuna y Gitika acordaron llevarme a
casa, así que Mouna regresó para quedarse con sus padres y yo me subí a un bicitaxi
con las adolescentes. Fuimos a la carretera Boatclub y subimos los escalones
hasta nuestro apartamento, pero resulta que las luces estaban apagadas. ¡Nadie
estaba en casa!
No se me había ocurrido que quizás
mis padres habían utilizado esa noche de libertad para salir y hacer algo
divertido como adultos. ¡Oh no! Así que
volví con Karuna y Gitika, pero no pudimos encontrar a Mouna. Miramos por todos
lados, pero parecía que ella ya se había acostado, así que pasé el resto de la
noche con ellas.
¡Y me lo pasé genial! Me invitaron un helado y jugaron conmigo. Me
cuidaron como lo haría una hermana mayor y luego me acostaron. A la mañana siguiente,
pude comer con ellas en Miryam, donde comían los residentes y los trabajadores,
y me llevaron a mis padres. Todo estuvo bien.
Sin embargo, no todos eran mis
amigos. Había un par de personas con las que tuve constantes batallas y peleas.
Asha era la desgraciada del Ashram. Nos odiábamos, pero nunca nos acercamos mucho.
Por supuesto ya he mencionado a Jonás. Pero había un enemigo aún peor. Su
nombre se me escapa, pero tuvimos varios encuentros.
Era una bestia descomunal, italiana
y demasiado grande para su edad. Tenía un compañero también italiano más
pequeño que la seguía a todas partes y obedecía sus órdenes, pero no me
asustaba demasiado. Ella era una de esas personas que te molesta por cualquier
cosa que puedas tener y que te odia por cualquier cosa que puedas hacer.
Un día yo estaba con mi amiga
Nevedita y estábamos dando vueltas y me di cuenta de un cartel publicado en
frente de una tienda dónde decía "señal aquí". Me reí que estaba mal
escrito cuando apareció la mafiosa. Le dije que lo había escrito mal, lo que
ella tomó como señal para golpearme. Ella hizo que su pequeño compañero me
sostuviera mientras que ella me agarraba del brazo y me lo retorcía un poco.
Le dije
- "No duele."
Entonces ella me lo retorció más.
Exclame:
- "¡No duele!"
Entonces me lo torció aún más.
- "¡NO DUELE!" grité.
Y en ese momento vi a mi papá observando
toda la escena. Él estaba de pie allí en su poncho mexicano, luciendo más grande
de lo usual con su cuerpo lleno de amibas. Y tan pronto como lo vi allí parado,
solté un sollozo, me liberé, corrí a él y me envolví en su poncho.
Yo podía ser de carácter fuerte y
ferozmente independiente, pero también era una niña pequeña.
Cuando pienso en mi tiempo en Pune,
apenas pienso en los adultos de mi familia. Es como los dibujos animados de
Charlie Brown, sabes que están allí, pero nunca puedes verlos, y cuando los
escuchas, es "mwah mwah mwah mwah mwah...".
Para mí, la vida se trataba de mí y
de correr salvajemente con mis amigos y pasar un buen rato. Mis padres tuvieron
muchas reuniones en la casa con otros adultos, pero apenas recuerdo a ninguno
de los adultos en particular. Mi hermano Jasón también estaba allí, pero tenía
su propia vida a los 11 años y rara vez tuve algo que ver con él.
Osho había hecho un voto de silencio
poco después de que llegamos a Pune. Cuando previamente había dado conferencias
diarias en el Buddha Hall, que es un gran auditorio abierto rodeado de pájaros que
gritaban constantemente. Pero Osho había decidido por razones desconocidas para
mí que ya no hablaría, excepto a sus asesores más confiables, y en su lugar de
hablar a los demás, se sentaría para dar "satsang" en silencio.
A mí, su decisión me agradó porque significaba
que ya no tendría que quedarme quieta durante una hora mientras daba sus
pláticas, lo que podía llegar a enloquecerme. Y para la mayoría de los adultos,
su voto de silencio significaba sentarse también en silencio con los ojos en
blanco, verse divinos y afectados por un intenso amor y devoción, y
ocasionalmente reír o llorar histéricamente.
Nuestra estancia en Pune duró
aproximadamente seis meses, y luego todos fuimos informados de que el maestro
se mudaría a los Estados Unidos para comenzar una nueva comunidad allá.
Mi madre y mi hermano empacaron y se
mudaron a una comuna temporal en California llamada Geetam. Mi padre y yo
volvimos a Long Island para lidiar con lo último que quedaba de nuestras cosas
y descubrir el próximo movimiento.
La vida de Hira en la comunidad de Gettam
Osho se instaló en lo que se conoce
como el Rancho Big Muddy pero que fue rebautizado por los sannyasins como
Rajneeshpuram, y que es una tierra de cría de ovejas ubicada en el centro de
Oregón que está situada a unos 45 minutos en coche del poblado más cercano,
Antílope, con una población de alrededor de 40 habitantes.
Mi padre fue convocado a ese rancho como
una de las pocas personas a las que se les permitió vivir allá, pero yo no. Así
que me enviaron a Geetam para vivir con mi madre y mi hermano, y yo no estaba nada
contenta con eso.
En Geetam había unos diez niños, pero
ninguno de los cuales había conocido en Pune. Sin embargo hice amigos
rápidamente, pero contrario al ashram de la India, en Geetam no me dieron las
mismas libertades que había tenido en Pune. No podía pasear y jugar todo el
día, sino que estaba obligada a asistir a la escuela con los otros niños, y también
había otras frustraciones.
Pero la peor agonía fue el nuevo
amante que tomó mi madre, él se llamaba Akul y era un británico frío, alto y
larguirucho.
En Geetam, todos los niños vivían también
juntos en una pequeña casa separada y la mayoría de los adultos vivían en
tiendas de campaña situadas en plataformas. A menudo yo pasaba la noche en la
tienda de campaña de mi madre solo para despertar viéndolos a ellos
retorciéndose en su saco de dormir. Detestaba a Akul. Cada mañana al despertar
lo golpeaba en sus testículos.
Sin embargo él lo tomó bastante
bien, ahora que lo pienso. Quiero decir que él estaba relacionándose con una
mujer que tenía dos hijos, uno de los cuales apenas estaba cerca debido a que mi
hermano, aunque a penas tenía 11-12 años, ya había descubierto su sexualidad y
se la pasaba durmiendo con varias mujeres incluso mayores; y yo era una pequeña
mocosa que trataba desesperadamente de ser expulsada de Geetam, para así que
poder ir a vivir con mi papá al rancho.
Akul nunca se quejó, o me regañó, o
trató de hacerse mi amigo, simplemente él aceptó de recibir su golpe diario y
continuó con el negocio de acostarse con mi madre.
Bien por él.
Logré hacer amigos y divertirme
mucho mientras estaba en Geetam. Yasha era mi mejor amiga en esa comunidad, y
aunque ella era conocida por ser una alborotadora ruidosa y dura, yo era la que
parecía meter más a todos en problemas.
Kiran era un año menor que yo y era
una niña llorona e insegura que tenía verrugas en las manos y siempre estaba
chupando sus dos dedos del medio. Geet también era un año menor que yo y estaba
obsesionada con el sexo. A veces nos escabullíamos de la clase y nos
escondíamos en una tienda de campaña para desnudarnos y pasar el tiempo. Algo parecido
a lo que hice con Chana en Pune, pero había más chicas involucradas.
Lalit también era más joven que yo,
éramos amigos, aunque él solía ir con la manada. Forest tenía la misma edad que
Geet y Lalit, y era conocido por hacer berrinches increíbles. Madhu era una
niña algo dulce y tímida, aproximadamente un año o dos más joven que yo, era pequeña
para su edad, al igual que yo.
Y también estaban los niños mayores
quienes a menudo se encargaban de nosotros en la casa de los niños. Gyana era
aproximadamente dos años mayor que yo y siempre actuaba como si ella supiera
todo y estuviera a cargo del mundo.
Todos los sábados por la mañana,
traían un televisor para que pudiéramos ver juntos los dibujos animados. Vivir
ahí fue una especie de “El Señor de las
moscas” y de “Brady Bunch”.
Pero a pesar de los ratos buenos, mi
único propósito era que me echaran para poder ir a vivir con mi papá en el
rancho, e hice todo lo posible para meterme en problemas, enojar a la gente y
atormentar a los demás, hasta que finalmente dio resultado.
La vida de Hira en la comunidad de Oregón
Me subí a una camioneta del padre de
Gyana, y viajamos a través del desierto de California y a lo largo de largas y
oscuras carreteras, y después de 2 o 3 días de conducción, comenzamos a
recorrer kilómetros de tierra fangosa, descuidada en medio de la nada.
Ese era el “oasis” al que todos
intentaban llegar. Eran 64’000 acres de tierras que la Fundación Rajneesh había
comprado por un precio muy razonable. Y después de lo que pareció una eternidad
horrible de conducir a lo largo de los caminos de acantilados helados de la
ladera de la montaña bajo formaciones rocosas, finalmente llegamos en la comunidad
de Rajneeshpuram.
Mi padre me reconoció enseguida cuando
llegué y estábamos muy emocionados de vernos, pero inmediatamente me instalaron
en Howdy Doody, la casa de los niños. (Todos los edificios y departamentos de
trabajo, cafeterías, etc. tenían nombres particulares. Por lo general, nombres de
filósofos y autores famosos, pero supongo que la casa de los niños era una
excepción).
En esa casa en ese momento había trece
niños incluyéndome a mí. En su mayoría éramos niños que habían estado en Pune, por
lo que conocía a varios de ellos, pero también había algunos nuevos. Además,
había dos jóvenes que no eran sannyasins. Eran las hijas de los cuidadores
anteriores de la propiedad que se quedaron para ayudar: Becky y Kim.
La casa de los niños era una gran
granja en el centro de la "ciudad". Nos instalaron en literas
improvisadas: había camas sobre pilotes que se alineaban en las paredes, como
una cama grande y larga, y luego las literas inferiores eran colchones en el
piso que yacían perpendiculares a las literas superiores, paralelas entre sí.
Mi padre en ese momento trabajaba
como maestro en el rancho y estaba a cargo de acostarnos y despertarnos cada
mañana, lo cual hacía con un fuerte y molesto gemido.
Llegué a principios de diciembre,
hacía mucho frío y el rancho no estaba exactamente equipado para manejar a
tanta gente en términos de vivienda, calefacción, etc. Howdy Doody tenía dos
pequeños respiraderos en el piso que liberaban porciones minúsculas de calor.
Todos nos quitábamos nuestras botas
empapadas y nos apiñábamos alrededor de los respiraderos tratando de
descongelar los dedos de los pies, y luchábamos y nos empujábamos
constantemente para acerarnos al minúsculo calor.
Las duchas estaban en un edificio
separado y teníamos que salir al frío helado para ir al baño. Una noche, tuve
que orinar mucho y realmente no quería ir a esa repugnante letrina en la
oscuridad. Entonces, después de lo que parecieron horas de deliberación,
finalmente me escapé y me metí en las duchas, me bajé el pijama y me puse en
cuclillas sobre el desagüe de la ducha. Afortunadamente, ninguno de los otros
niños se dio cuenta, porque de lo contrario nunca habría escuchado el final de
sus quejas.
No había mucha educación escolar, había
momentos en que teníamos escuela, pero la escuela se alternaba y había una
especie de elenco rotativo de instructores y además era algo opcional, y eso
era algo que realmente me hubiera gustado tener.
Y también los padres se turnaban
para "cuidarnos" en la casa de los niños, pero en realidad estábamos
solos. Por lo que diría que hubo negligencia hacia los niños, por el hecho de
que los niños no eran cuidados y vivían en una casa separada de los adultos, y
hubo semanas en que algunos niños no vieron a sus padres. Pero no vi abuso
físico, aunque si hubo abuso verbal y mental.
Me acuerdo que una niña un poco más
joven que yo, Pakhi, jugara en medio de la misma carretera en donde mi
bicicleta había sido destruida por un camión, y ella también fue atropellada
por un camión y quedó muy lastimada, y permaneció en el hospital durante
bastante tiempo.
Los trabajos que tuvo Hina en Rajneeshpuram
En el rancho, todo el mundo debía de
trabajar. Los adultos trabajaban doce horas al día, siete días a la semana. Y los
niños íbamos a la escuela unas pocas horas y luego pasamos el resto del día haciendo
diversos trabajos en diferentes lugares.
Yo empecé trabajando en el almacén
en donde me la pasaba cargando y acomodando cajas de papel de baño, de comida
enlatada, ropa roja, etc. Realmente odié ese trabajo y no creo que hubiera
durado mucho ahí.
Luego, cuando tenía 8 años, me
trasladaron a la cocina. Ahí me sentaba alrededor de enormes masas de galletas,
pero rápidamente me mandaron a otro lugar.
Me enviaron a Atisha, que era la
granja de pollos, y disfruté ese trabajo. Recolectaba los huevos que ponían las
gallinas todos los días. Y eso generalmente estaba bien, pero por alguna razón,
teníamos algunas gallinas de Guinea que vivían entre las demás gallinas, y creo
que se usaron para proteger a las gallinas de los coyotes o algo así.
Y las gallinas de Guinea eran
viciosas. Si pensaban que estaba robando sus huevos (y ellas consideraban que
todos los huevos eran sus huevos) te atacaban con todas sus fuerzas, y siempre
me sentí afortunada de salir viva de allí.
Otra cosa que hice en Atisha fue inspeccionar
los huevos. Tomaba todos los huevos que había recogido y los colocaba uno a uno
sobre un foco para verificar si había grietas o embriones (teníamos un gallo,
pero lo mantenían separado de las gallinas. Supongo que siempre existió la
preocupación de que él encontraría su camino hacia el gallinero, pero estoy
bastante segura de que nunca encontré un embrión.
Después de eso, me enviaron a
Edison, el departamento de electrónica, y eso fue en el verano de 1982, justo
antes y durante la Primera Celebración Mundial Anual. La celebración fue un
evento de una semana de duración en el que viajaron sannyasins de todo el mundo
y descendieron sobre nuestra pequeña comunidad en el centro de Oregón,
convirtiéndola en una ciudad de buena fe.
En esa semana la ciudad de
Rajneeshpuram se expandió a alrededor de 10’000 personas, balanceándose, con
los ojos cerrados, cantando y bailando hasta estar exhaustos.
Mi trabajo en Edison era ocuparme de
las cintas. Osho había dejado de hablar públicamente varios meses antes, pero
todos sus discursos habían sido grabados en cintas, por lo que se esperaba
vender varias decenas de miles de cintas de sus charlas anteriores durante todo
el transcurso del festival.
Tuve que duplicar las cintas, quitar
la pegatina de un rollo, poner una en el lado A, otra en el lado B y pegarla en
la caja etiquetada. Una y otra vez. Fue muy fastidioso.
Por suerte, me hice amigo de Puneet.
Era un niño mayor, un adolescente como los llamábamos, pero siempre fue amable
conmigo. Era uno de los pocos niños indios que vivían allí y tenía una hermana
llamada Richa. Ella tenía un tono muy lloroso en su voz y era bastante mandona,
por lo que todos la llamaban "screecha".
De todos modos, Puneet tenía un
trabajo muy interesante, que en su mayoría era secreto. Más tarde nos enteramos
que su trabajo consistía en escuchar a las habitaciones de las personas y espiarlas,
pero en ese momento era algo nuevo y divertido para mí.
Me enseñó cómo crear placas de
circuito y soldar cosas sobre ellas. Aunque ya no me acuerdo de nada, ¿era un
transistor? ¿Una resistencia? ¿Un condensador de algún tipo? Tampoco me acuerdo
en qué tipo de placas de circuito él estaba trabajando, pero sí recuerdo cómo
soldar.
Entonces, cuando tenía 8 años, ya
había sido trabajador de almacén, cocinera de cafetería, chica de granja y
friki de electrónica. Y posteriormente fui trabajadora de limpieza y luego asistente
de mecánico.
Los miedos de Hina hacia la muerte
Recuerdo el momento exacto en que me
enteré sobre la muerte. Tenía tres años e hice una pregunta que condujo hacia
una discusión en la que mi padre me explicó que todos estamos vivos ahora, pero
algún día todos moriremos.
Mis ojos deben haberse ensanchado
por la sorpresa cuando supe que todos falleceríamos, y que él también moriría y
que yo también moriría y que nadie sabía lo que sucedería después. Y a partir
de entonces, a lo largo de mi vida, me he angustiado por la muerte, y con poca
frecuencia, he aceptado la muerte de forma intermitente.
- “Todos moriremos, cariño, pero no te preocupes, yo moriré
antes que tú y tú vivirás por mucho más tiempo", me dijo mi papá.
Mi papá siempre tuvo la
desafortunada costumbre de asumir que mis preocupaciones eran las mismas que
las suyas. Él perdió a su madre biológica cuando era un bebé y a su padre a los
nueve años, por lo que tenía sus propios traumas con respecto a la muerte.
Le preocupaba su propia muerte, pero
nunca la mía, porque eso era demasiado difícil de considerar para él. Y su
comentario no me consoló. No podía entender que mi padre desaparecería y que ya
no lo volvería a ver.
- "¡Papá, no quiero que mueras primero!", le
exclamé.
Hizo todo lo posible para calmarme,
para asegurarme de que eso era algo natural y que yo ya sería una adulta antes
de que algo le sucediera. Pero yo ya sabía que él no podía saber eso. Y pude
ver el miedo en sus propios ojos cuando me habló sobre esto.
Solía jugar inocentemente un juego
que consistía a averiguar quién moriría primero, ¿yo o mi papá? Y cuando era muy pequeña, nunca pude
encontrar una buena respuesta ya que la muerte me daba tanto miedo que no me
atrevía a ponerme primero, pero también sabía que la persona que quedaría
sufriría igualmente.
Todavía no podía imaginar vivir sin
mi papá y sabía que él sentía lo mismo. Esto no quiere decir que yo fuera una
niña mórbida que pasó su infancia pensando solo en la muerte, pero si al inicio
me preocupó mucho y poco a poco mi preocupación se fue diluyendo.
Osho profetiza la
Tercera Guerra Mundial
Pero
mis fantasmas volvieron a despertar cuando se corrió la voz en la comunidad de
que el mundo se iba a terminar. Nos dijeron que nos
preparáramos. Osho quería que construyéramos
cuevas para vivir dentro de ellas, para que así pudiéramos sobrevivir al
inevitable holocausto nuclear que se venía. Y nosotros seríamos las personas
elegidas para poblar el mundo y crear una sociedad llena de amor y risas.
Pero esto estaba en contradicción
con el hecho de que Osho desalentó tan fuertemente la procreación, que en
cuatro años en una ciudad de casi 5’000 personas, solo hubo un nacimiento. En
cualquier caso, comenzaron a llenar nuestras cabezas con visiones de horror.
Primero,
recuerdo que nos leyeron un libro titulado “Sadako y las Mil Grullas de Papel” que es sobre una niña que vivía en Hiroshima en el momento
en que se arrojó la bomba, y esa niña desarrolló leucemia y falleció de una
muerte horrible y desgarradora.
Esa historia reavivó mi obsesión con
la muerte, y tal vez incluso me llevó a lo que se convertiría en mi carrera en
oncología.
Pero
lo que empujó mi psique de 8 años al límite, fue la película "El Día Después" y que era un filme que trata de la Guerra Fría y relata un
ataque nuclear que tiene lugar en Centroamérica.
A
los niños nos habían emparejado con "hermanos y hermanas mayores" y
su trabajo en ese momento consistía en asegurarse de que viéramos esa película.
Así que nos reunieron en la cafetería y nos dijeron que no teníamos otra
opción, que era obligatorio.
Después de unos minutos yo estaba
tan aterrorizada por las manchas de las siluetas y por las cenizas de las
personas a raíz de la nube radioactiva, que pasé la mayor parte del resto de la
película escondida en el baño con mi amiga Mouna consolándome. Fue horrible, y después
de eso me obsesioné con la muerte.
(Observación de Cid: que falta de
sensibilidad de traumatizar así a los niños. Y todo eso nada más porque Osho
quería obtener más seguidores, y una agencia de publicidad le dijo que las
profecías del fin del mundo atraían más al público.)
La amenaza de Jane
Stork
He sido convocada a “Ramakrishna”.
Ramakrishna es la oficina de las mamás,
es decir, la oficina de las mujeres que están a cargo del rancho. Las mamás no
son necesariamente madres de alguien, pero así se les nombra a las líderes de
nuestra comunidad. Ramakrishna está en el centro comercial, encima de la
heladería y al lado del restaurante.
Su oficina es donde nos llaman para
"deshuesarnos", que es así como llamamos en nuestra jerga para designar
cuando ellas reprenden y le gritan a alguien porque se está comportando
inadecuadamente.
Y su regaño puede ir desde una
simple reprimenda exigiendo que ya no lo volvamos a hacer otra vez, hasta un
cambio de trabajo, e incluso el exilio asegurándonos de que ya no somos
bienvenido en la comunidad.
Y a los nueve años, mis
responsabilidades estaban en algún lugar entre un niño y un adulto; por lo que
se espera que trabaje, vaya a la escuela y vaya a escuchar las conferencias.
Me dirijo con gravedad hacia mi cita
asignada en Ramakrishna. He sido convocada por Shanti Bhadra, que es la mamá
que está a cargo de los niños, y sospecho que se debe porque recientemente me
he estado saltando el trabajo, la escuela, y también las conferencias grabadas de
Osho en video.
El gurú de nuestra comunidad ha
comenzado a decir que ya no está en silencio; mientras tanto yo he estado saliendo
con mi mejor amigo, Sarjan. Escuchamos música, hablamos sin parar sobre los
demás niños, sobre el mundo exterior y sobre el sexo. Luchamos y jugamos
ajedrez y gastamos el dinero de nuestro cupón en dulces. Pero he sido
descubierta y convocada.
Además veo a mi papá cada vez menos
debido a que con frecuencia lo envían fuera del rancho para que efectúe
trabajos de reconocimiento para las mamás. Él había sido un historiador y un
excelente investigador antes de que nos uniéramos a la comuna, por lo que tiene
que ir seguido a Portland para hacer investigaciones legales.
Eso me hizo sentir más libre de hacer
lo mío, pero cuando Shanti me convocó a Ramakrishna, supe que había sido
descubierta.
Entonces subo las escaleras. No
lucho contra mi destino. Sé que no hay salida. Con el corazón en la garganta,
el estómago apretado, paso junto a los visitantes comiendo sus hamburguesas
vegetarianas y riendo juntos.
Me imagino cómo se sentiría no estar
preocupado de que el hacha esté a punto de caerse. “¿Que es lo peor que puede pasar?” Me
pregunto, y la respuesta llega rápidamente a mi mente: me pueden echar de la
comunidad.
Entro y Shanti me está esperando, ella
es una australiana de cabelló café con grandes ojos marrones que me ven. Ella
tiene un aspecto de duendecillo severo que de alguna manera no ha cambiado en
estilo desde los años que la conozco. Ella sonríe cálidamente haciendo un gesto
para que me siente en la silla tapizada de plástico que está en frente de ella,
y me dice:
- "Escuché que te has estado ausentando del
trabajo."
Miró mis zapatos, mis cordones están
cubiertos de barro y deshilachados, y le contesto.
- "Sí, supongo... a veces."
- "Y que tampoco ya no vas a las conferencias",
añade.
Me pregunto quién me ha delatado, y continuando
viendo mis zapatos le respondo:
- "Mmm. Algunas veces."
Entonces ella me dice:
- “Sabes que debes ir a trabajar todos los días, te esperan en
el aeropuerto para que los ayudes. Y las conferencias del Maestro son la razón
por la que estamos aquí. Somos muy afortunados que él haya decidido salir de su
periodo de silencio. ¿Qué haces cuando no estás en el trabajo?"
Ella aprieta esa última pregunta
casi como una ocurrencia tardía.
- "No lo sé, pasando el rato", respondo.
- "¿Con quien?" me pregunta.
- "Con nadie, simplemente paseo por la comunidad",
le contesto (yo no pienso delatar a mi amigo).
- "Bueno. Bueno, considera esto solo como una advertencia.
Corrígete o despídete."
Esta última frase es un refrán que
seguido repiten las mamás, y aunque nunca entiendo realmente lo que significa,
el mensaje es lo suficientemente claro.
- "De acuerdo" respondo.
Miro su rostro y ella está sonriente,
los ojos ligeramente cerrados beatíficamente. Le caigo bien y parece que ella
me cree. Exhalo, aliviada. Parece que salgo bien librada. Me hace signo de que
me vaya, pero antes de salir me pregunta:
- “Oh Hira. ¿Cómo está tu papá? ¿Lo estás viendo mucho?"
Ella sabe como se encuentra mi padre
ya que ella lo ve más que yo, puesto que él trabaja en su oficina, pero asiento
diciendo que él está bien.
- "¿Cuántos años tenía cuando murió su madre?" me
pregunta.
- "Nueve meses", respondo.
- "¿Y cuántos años tenía cuando murió su padre?" me
preguntar de nuevo.
- "Tenía nueve años", le respondo.
- "Así es. ¿Y cuántos años tienes?" me pregunta.
- "Tengo nueve", le contesto.
Ella me mira fijamente, todavía
sonriendo, pero ahora la sonrisa se vuelve tensa y sus ojos se encuentran
estrechos.
- "Mm. Interesante. Ten cuidado" y ya me hace señal
de que me vaya.
Sé exactamente a qué se refiere.
Ella no tiene que decir nada más. Necesito ser disciplinada o algo terrible le
sucedería a mi padre. Le ocurrirá un accidente, se enfermaría, morirá. Y será
mi culpa. Sé que es verdad. Salgo de allí casi llorando, las lágrimas me pican
los ojos. Y una vez fuera de su visión, salgo corriendo, fuera de las oficinas,
más allá de los comedores de hamburguesas y personas sin responsabilidades, o
sea los visitantes. Me quedo sin decirle a nadie sobre esa conversación.
(Nota: ¡Qué
comportamiento tan desgraciado mostró Jane Stork! Alias “Shanti Bhadra” de asustar así a una
pequeña niña de nueve años, pero posteriormente la vida le regresó el
sufrimiento que ella causó, ya que su hijo murió de cáncer.)
Pasé gran parte del resto de ese año
pensando profundamente en la muerte. A veces, la constatación de que yo ya no
existiría me provocaba un escalofrío en el estómago que me recorría hasta la
punta de los dedos.
Empecé
a pensar en la muerte constantemente. Me preocupaba que papá muriera. No
soportaba vivir sin él. Y también me preocupaba de morir y que papá no
sobreviviría sin mí.
A veces, me ponía a conversar
conmigo misma y le suplicaba a Dios que por favor no me dejara morir antes de
que llegase mi período (había estado leyendo mucho de Judy Blume), y que por
favor no me dejase morir antes de besar a un chico, esta vez de verdad, y que
por favor no me dejase morir antes de ver a mi papá una vez más. Solo pedía
favores...
Pero
poco después de la constante exageración del fin del mundo, toda la
conversación sobre eso desapareció de la comunidad. Fue como si se dieron
cuenta, OK, tal vez se acerca el fin del mundo, tal vez no, pero volvamos al
negocio de la vida.
En
todo caso no se construyeron cuevas y no se siguieron haciendo más planes para
nuestra supervivencia. Supongo que decidieron que toda esa mierda nos había
asustado lo suficiente.
(A
Osho le aburrió el tema y simplemente lo abandonó.)
La sexualidad en las comunidades
Lo que pasa con los sannyasins es
que les gusta mucho el sexo y todas esas cosas amorosas que lo acompañan. Y les
gusta hablar de eso y practicarlo mucho. Por lo que la mayoría de nosotros los
niños conocíamos muy bien los entresijos (por así decirlo) de la intimidad sexual.
Me gustaría negar todas las cosas
que dijeron los medios de comunicación, las orgías de amor gratuitas, etc.,
pero en realidad todo ello se deriva de algún núcleo de verdad.
Sin embargo no, no presencié ninguna
orgía extraña, ni vi gente teniendo sexo en público, pero como dije, la gente
era muy abierta y libre sobre el sexo y lo practicaban mucho. Hubo muchos besos
y abrazos en todas partes, y estoy segura de que hubo muchas copulaciones
detrás de las puertas cerradas, pero no en grandes y espeluznantes y raras
orgías de sexo público.
En algún momento en 1983, fui a
cenar a Maggie (Magdelena, la cafetería) y papá vino corriendo detrás de mí, me
levantó en el aire y me dio un gran beso. Luego me explicó que se estaba
dictando un decreto en donde se les prohibía a los sannyasins seguir besándose,
así que él estaba tratando de conseguir sus últimos besos.
Y esto se debe porque en algún
momento de 1983, descubrieron que el sida se estaba convirtiendo en un
problema. Y también descubrieron que se transmitía de persona a persona a
través del contacto sexual.
¡Imaginen lo que eso puede provocar en una comunidad donde
se exaltaba el sexo libre!
Y lo que me dijo papá eso era
cierto. En algún momento del día siguiente, todos fuimos convocados a una reunión.
Nos llevaron todos a la sala de la escuela de los niños pequeños y nos contaron
sobre el sida. Nos contaron cómo se propagó, aunque también nos dijeron que se propagó
a través de la saliva. Y nos dijeron que iba a ser la próxima plaga y
probablemente lo que derribaría a la humanidad. Y nos dijeron cómo debíamos
prevenirlo:
- Siempre usar condones cuando tengamos relaciones sexuales (Ok)
- Usar guantes de goma cuando tengamos algún contacto sexual (?)
- No besar en absoluto (esto ya comienza a volverse loco)
- Usar alcohol en el inodoro antes y después de usarlo. (?)
- Usar alcohol en los teléfonos antes y después de usarlo. (?)
Los rociadores de alcohol estaban en
todas partes: en las cocinas, en cada área telefónica, en las áreas de
preparación de alimentos, en los baños, etc. Todos estaban paranoicos, y hasta
el día de hoy me siento todavía rara besando a la gente en los labios
nuevamente, aunque en ese momento desafié un poco a la autoridad y me metí en
la parte trasera de un autobús vacío con mi novio Kamal y lo besé durante
horas.
Poco después de esa reunión inicial,
nos llamaron a otra, y nos dijeron que todos los hombres, mujeres y niños que
vivían en el rancho tendrían que hacerse una prueba de sida. Las personas que
dieron positivo para el virus quedarían en cuarentena y continuarían viviendo
separadas del resto de nosotros por el resto de sus días.
El pánico que sentí fue abrumador.
Estaba segura de que todos esos besos me habían dado sida.
La paranoia con el mundo exterior
El rancho creció más rápido de lo
que nadie había previsto. Creamos una pequeña ciudad próspera que tenía granjas
de lácteos, pollos y vegetales para alimentar a sus habitantes e invitados. Y
también habíamos construido una presa que creó un lago artificial para la irrigación
y la recreación.
Teníamos un centro comercial con
tiendas minoristas para que los visitantes apoyaran a nuestra comunidad, e
incluso teníamos un aeropuerto para cuatro aviones pequeños que utilizabamos
comercialmente para llevar a los visitantes rápidamente desde Portland.
Pero no todo fue placido, ya que debido
a dificultades para incorporar Rajneeshpuram como una ciudad independiente, los
Rajneeshis se apoderaron del pueblo vecino de Antelope, compraron la mayoría de
las propiedades, instalaron a sus hijos en las casas y se hicieron cargo de la
escuela.
Antelope pasó a llamarse la ciudad
de Rajneesh y todos sus ciudadanos finalmente se mudaron, excepto la familia
sannyasin que había comprado una casa en ese poblado.
Fue en ese momento que los
sentimientos amistosos de vecindad que algunas de las ciudades pequeñas del
centro de Oregón nos habían dado al inicio, comenzaron a disiparse y ser reemplazados
por ira y hostilidad.
Pero eso no nos molestaba porque en
el rancho estábamos bien entrenados para considerarnos especiales y elegidos. Y
nos referíamos a los que no eran sannyasins con desdén, pero simultáneamente
teníamos miedo y curiosidad por el mundo exterior.
Se codiciaban ciertas cosas del
mundo exterior como: dulces, videojuegos de bolsillo, carne, el color azul.
Mientras que otras cosas eran terroríficas como: las amenazas de bomba, los volantes
desagradables que se dejaban caer constantemente desde los aviones para
ensuciar al rancho, las miradas de odio y comentarios sobre nuestra ropa roja y
collares.
Sheela, la "mamá"
principal del rancho comenzó a volverse más y más loca, tramando complots cada
vez más nefastos en conspiración con sus cohortes. Y las cosas en el rancho se fueron
empeorando cada vez más.
Primero, el miedo inducido por el
holocausto nuclear. Luego, el miedo del sida en donde todos estábamos seguros
de moriríamos por la plaga que se avecinaba a menos que pusiéramos alcohol en
los teléfonos y en los inodoros. Y luego la paranoia de Sheela que armó
fuertemente a la comunidad porque esperaba en cualquier momento ser invadida
por las fuerzas del FBI.
Regreso a la sociedad
Viví mis días en el Rancho durante
dos años más, y cuando tenía once años, todo el lugar se vino abajo por los
escándalos públicos que repentinamente estallaron. Mi papá y yo nos fuimos con
lo poco que teníamos y nos dirigimos al mundo exterior.
Asistí a una escuela pública con
ropa roja deportiva y un salmonete diseñado por la comuna, y entré a la escuela
a mitad de año en un rico suburbio blanco de San Francisco, pero como una estudiante
de sexto grado.
Después de una transición
tumultuosa, aprendí a readaptarme en la sociedad y finalmente hice algunos
amigos. Tuve muchas aventuras e incluso pasé un tiempo en el ashram de Rajneesh
una vez que éste se mudó a sus orígenes en Pune, India.
A lo largo de los años, debo haber
absorbido algunas de las cosas que Rajneesh nos enseñó: tal vez solo estaba en
el aire, tal vez si presté atención cuando pensé que no lo había hecho, o tal
vez solo estaba viviendo en la cultura de la meditación.
Él nos enseñó que debíamos dejar caer
el ego y dejar ir el miedo. Y lo hizo a través de la meditación y la
celebración (incluso hablando de sexo y amor). Estas cosas pasaron por alto en
mi niñez, y como adulto, en su mayoría, soy cínica al respecto. Sin embargo, he
experimentado ese sentimiento de dejar ir el ego, la pérdida del yo y es una
experiencia exquisita.
Por ejemplo, me he perdido bailando
en un concierto; Me he perdido haciendo kung fu sola en mi dojo. Eso me ha
pasado un puñado de veces, y esas veces he descubierto que el ego a veces se
basa en el miedo, y que soltando eso, hay amor.
Ya no tengo esa discusión sobre la mortalidad
conmigo misma. Ya no juego ese juego. Me he vuelto supersticiosa a mi edad
adulta y no quiero atraer a la muerte pensando constantemente en ella. Pero
también sé que una gran parte de mi relación con mi padre se entretejió sobre
ese tema. Y parte de eso es la honestidad de saber que no podría manejar mi
muerte, y por lo tanto, para cuidarlo, tomé la decisión aparentemente egoísta
de elegirlo por la respuesta imposible. Y al soltarlo en él, estoy mostrando mi
gran amor por él.
Reflexión final
Mi infancia fue eso. Fue salvaje y
ciertamente bastante diferente de la infancia que casi todos mis amigos
disfrutaron. Tengo algunos amigos que también crecieron en ese entorno, y en
algún nivel, estas son las únicas personas que realmente lo entienden. Los
únicos que compartieron una experiencia similar conmigo durante mi infancia
aislada y diferente.
Pero esto no me hace menos capaz de
vincularme con personas del mundo exterior. Me casé con alguien que no es un
sannyasin y tengo una hija ahora, a la cual no puedo imaginar llevarla a una
comuna Rajneesh y darle una infancia como la que yo tuve.
No puedo concebirla viviendo en una
casa de niños, separada de mí la mayor parte del tiempo, porque sé que esto nos
devastaría a ella y a mí. Además ella es un tipo de niño muy diferente del que
yo fui. Ella es muy apegada, muy sensible, muy emocional, muy intensa. Le he
proporcionado una educación que nos conviene a las dos. En cambio mis padres me
proporcionaron una educación que les convino a ellos y a mí también me gustó, pero
otros niños si sufrieron.
Viví en una comunidad internacional
vibrante y amorosa. Eso fue lo bueno. Pero también viví mi infancia bajo una
dictadura corrupta. Y esa fue la parte mala.
Curiosamente los sannyasins se volvieron
expertos en poner reglas y en seguirlas... y cada vez más y más a medida que
pasaban los años. Lo que es irónico porque esa comunidad había sido fundada en
rebeldía e indignación contra una sociedad que ahoga la libertad con tantas reglas.
Muchos años después de que la comuna
en Oregón terminara, se le preguntó a un amigo de mi padre qué había aprendido
de su experiencia viviendo allí y su respuesta fue:
"Aprendimos que podíamos vivir bajo el fascismo."
Fuentes:
https://thecut.com/2018/04/9-rajneesh-followers-on-what-wild-wild-country-got-wrong.html
https://therumpus.net/author/hira-bluestone
https://bluest-one.blogspot.com
https://therumpus.net/author/hira-bluestone
https://bluest-one.blogspot.com
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