LOS NEOPLATÓNICOS Y SUS ENSEÑANZAS DESCRITOS POR FRANZ HARTMANN


 
LA FILOSOFÍA HERMÉTICA
 
Tria sunt mirabiliae. Deus et Homo. Mater et Virgo Trunus et Unus.
 
No existe más que una verdad eterna, y por consiguiente una sola sabiduría divina. Y si quisiéramos investigar el origen histórico de quienes han manifestado esta sabiduría, tendríamos que retroceder a través del tiempo y el espacio y entrar en la eternidad.
 
Tendríamos que retroceder a los primeros días de la creación en que “el espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas”, cuando el “primer iniciador” instruía a la raza de seres semi-espirituales que tenían una constitución muy diferente a la de los seres humanos que conocemos en nuestro planeta.
 
El historiador que razona analógicamente, habla de la religión, sabiduría de los pasados siglos, como si se tratara de un sistema inventado por los hombres, y la cual hubiera evolucionado progresivamente por medio del poder especulativo de la inteligencia razonada; pero el ocultista sabe que la sabiduría divina es eterna y siempre ha sido la misma y únicamente la forma de manifestarse cambia según el grado de capacidad de los espíritus en el que se quiere manifestar.
 
Por lo tanto la historia de las doctrinas de los Rosacruces podría comenzar por la exposición de la doctrina de los Vedas, o de los antiguos libros egipcios, pero como estos temas han sido tratados extensamente por H.P. Blavatsky en su obra fundamental “La Doctrina Secreta” y en otras obras, trataremos de ver solamente hasta qué punto la filosofía hermética se ha transmitido al espíritu de los filósofos neoplatónicos.
 
 
 
 
LOS NEOPLATÓNICOS
 
Ammonio Saccas
 
Este filósofo, que vivió por el año 190 de nuestra era, fue el fundador de la Escuela Neoplatónica. Hijo de padres cristianos, él recibió una educación cristiana, pero posteriormente apartándose de esta enseñanza se hizo “filósofo”. Se ganaba la vida llevando fardos, y fue no obstante uno de los más notables filósofos de su época, estando bien al corriente de las filosofías de Platón y Aristóteles. Sus discípulos fueron Erenios, Orígenes, Plotino y Longinos.
 
 
 
Plotino
 
Nació en Licópolis, en Egipto, en el año 205 de nuestra era. Fue educado en Alejandría y tomó parte en la guerra del emperador Galiano, en Persia, volviendo después a Roma en donde estableció su escuela. Obtuvo allí gran renombre y fue respetado por todos, y se dice que no tuvo ni un enemigo durante los 26 años de su estancia en Roma. Hasta el mismo emperador, que era un botarate, le respetaba.
 
Plotino cayó enfermo y cuando el médico Eustaquio penetró en la cámara en que Plotino estaba agonizando, éste exclamó gozoso: “Ahora voy a unir el Dios que vive en mí con el Dios del Universo.”
 
El pensamiento de Plotino se dirigía siempre al genio divino que lo acompañaba: su Yo superior. No se preocupaba en absoluto de su cuerpo físico, y un día en que le preguntaron los amigos cuando había nacido éste, se negó a decirlo alegando que era cosa de tan poca importancia que no valía la pena ocuparse de eso.
 
Para él, la existencia fenomenal era una condición inferior y poco deseable; mientras que en cambio la unión con el principio Divino constituía el objeto más elevado de la existencia. Comía poquísimo, jamás consumía carne y practicaba la castidad.
 
Porfirio, otro discípulo de Saccas, envidiando la fama de Plotino empleó contra él la magia negra, pero sin resultado; y acabó por confesar que el alma de Plotino era tan fuerte que la Voluntad más poderosa dirigida contra él no podía herirlo y volvía de rechazo contra su autor. Sin embargo Plotino sintió esta influencia mágica e hizo alusión a ella.
 
Plotino afirma que Dios es el fundamento de todas las cosas, y que solo existe una substancia; la materia y la forma son ilusiones o sombras del espíritu. Dios es eterno y lo ocupa todo. Es la Luz pura, la Unidad, el fundamento de toda existencia, de todo pensamiento.
 
El espíritu (nous) es la imagen de la Unidad, imagen creada por lo Eterno al contemplarse interiormente. Así, pues, el Espíritu es el producto o creación de Dios, que, siendo el mismo Dios, recibe de éste su poder. El espíritu es la actividad eterna del Eterno, la Luz primordial e incambiable. El pensamiento y todos los objetos imaginables existen en el espíritu. El mundo del espíritu es el mundo interior; el mundo eterno, mientras que el mundo de la sensación es su expresión exterior.
 
Y puesto que el espíritu es una Unidad y todo está formado con la substancia del Espíritu, las cosas son fundamentalmente idénticas, a pesar de ser distintas en su forma.
 
La actividad que da origen al mundo interior del espíritu es un poder interno dirigido hacia el centro. si queremos que surja a la existencia un mundo externo correspondiente al interno, debemos manifestar otra actividad con que rechazar la energía interna hacia la periferia. Y esta actividad centrífuga es el alma, producto o reacción de la actividad centrípeta del espíritu, es decir, que es el producto del Pensamiento concentrado en sí mismo.
 
Está establecido en la ley universal que una cosa real puede producir otra casi tan perfecta, pero nunca igual a sí misma. Por consiguiente, la actividad del alma se asemeja a la del espíritu, si bien no es tan perfecta como la de éste.
 
El alma es, como el espíritu, un pensamiento viviente, pero al contrario del espíritu, se halla sujeta a continuos cambios. El alma no ve las cosas en sí mismas, como el espíritu, sino que las ve en éste. El alma dirige su actividad hacia afuera, mientras que el espíritu lo hacia adentro; por esto el alma no percibe con tanta claridad como si lo hace el espíritu. El alma es, igualmente que el espíritu, una especie de luz; pero así como la luz del espíritu es propia, la del alma es un reflejo del espíritu.
 
En virtud de las leyes eternas de orden y armonía existentes en la Naturaleza, todas las almas se separan, o mejor dicho, se distancian del espíritu después de un período de tiempo más o menos largo, y entran en un estado más material. Al alejarse de la inteligencia divina, entran en el estado material, es decir, descienden a la materia. Sus formas se hacen más densas y materiales, a medida que se materializan. Las almas toman en el aire forma aérea, y forma terrena y material en la tierra.
 
La actividad del alma origina otras actividades secundarias, algunas de las cuales tienen tendencia a elevarse mientras que las demás se dejan atraer por lo inferior. Las actividades que tienden hacia lo superior son: la Fe, la Aspiración, la Veneración, la Sublimidad, etc.; mientras que las que tienden hacia lo inferior producen el raciocinio, la especulación, el sofisma, etc. La actividad más elementaria del alma es el poder puramente vegetativo: la sensación, la asimilación, el instinto, etc.
 
 
El fin último de la Naturaleza es la adquisición del conocimiento de sí misma. Todas las formas visibles producidas por la Naturaleza tienen también otras formas suprasensibles que moldean a la materia para que las formas se conviertan en objetos que se puedan reconocer. La Naturaleza es un alma viviente producida por una actividad interna más elevada que es el Espíritu Universal.
 
En la Naturaleza no existe más que un poder fundamentalmente viviente: el de imaginar; y un resultado único de ese poder: la formación o la percepción de la forma. Y el proceso que tiene lugar en la Naturaleza es idéntico al que se produce en la naturaleza humana.
 
Toda formación de materia es producida por el alma que en ella mora. Todas las formas están llenas de una vida interior, aunque en algunos casos creamos que ésta no se manifiesta. La tierra es como un árbol lleno de vida; los pedruscos son como ramas separadas del tronco. Tanto en las estrellas como en la tierra existe la Vida y la Divina Razón.
 
El mundo de la sensación y todo lo existente en él tiene un alma interior, alma que es lo permanente de sus formas. La apariencia exterior es su reflejo pasajero.
 
El Mundo de la Inteligencia es una viviente e inmutable Unidad sin separación alguna, puesto que en ella no existe el espacio ni el tiempo. En este mundo existe todo lo que es, pero no hay en él producción ni destrucción, ni pasado ni futuro. El Mundo de la Inteligencia no existe en el espacio, porque no necesita de él, y si alguna vez decimos que lo ocupa todo, queremos dar a entender con esto que está en su propio ser, y por consiguiente en sí mismo.
 
El mundo de la Inteligencia es el mundo del Espíritu. Existe en él una Inteligencia suprema en que se hallan contenidos en germen (potencialmente) todos los objetos e inteligencias. Tiene tantas inteligencias individuales como puede contener. Y lo mismo ocurre con el Alma en la que existe una suprema Super-Alma y tantas almas individuales como puede contener. Estas se hallan en la misma relación con aquella que una especie con la clase a la que pertenece.
 
Las especies de una clase son múltiples, pero todas proceden de ella, teniendo cada una su carácter propio. Tal es lo que ocurre en el mundo intelectual en donde es necesario que ciertas cualidades den nacimiento a almas de especies diferentes y de distinto poder de pensamiento, pues de lo contrario todas las almas serían idénticas en detalles.
 
 
Nada carece de Razón en la Naturaleza, aunque las manifestaciones de este principio sean diferentes. Hasta los mismos animales, que parecen no poseer razón alguna, tienen una que guía y dirige sus instintos. Todo lo existente procede de la razón. Nada existe en la naturaleza que carezca de ella absolutamente; pero la razón tiene innumerables modos de manifestarse, porque las circunstancias y condiciones externas modifican sus manifestaciones.
 
El hombre interno o espiritual es mucho más racional que el externo. En el mundo exterior, la razón se manifiesta por medio de la observación, la lógica y la especulación; pero en el mundo de la inteligencia se manifiesta en la percepción directa de la verdad.
 
El fin de la actividad interna de la razón es producir la forma objetiva, pero a medida que se produce la diferenciación y que se desarrollan los diferentes poderes, pierden éstos algunos de sus atributos, por lo que los últimos producidos son menos perfectos que el poder original, sin embargo las circunstancias en que se hallan colocados dan origen a nuevos atributos, con auxilio de los cuales van avanzando para elevarse a un grado superior.
 
El mundo de la inteligencia es la radiación del centro fundamental y original. El mundo que percibimos por los sentidos es un producto del mundo de la inteligencia. La imperfección y mutación de las cosas procede de qué se alejan del gran centro.
 
El universo es el producto de tres fundamentales principios de existencia. Es un ser u organismo viviente, cuyas partes constitutivas se hallan tan íntimamente unidas que cuando actúa una de ellas, produce una reacción en todas las demás debido a que todo está animado por una sola alma cuya actividad constituye la organización del conjunto al manifestarse por doquiera.
 
Todas las partes están unidas por ese poder universal que constituye la Vida Una del universo. Todas las almas viven, como si dijéramos, existencias anfibias. Unas veces se sientes atraídas a los planos de la sensación y se interpenetran; mientras que otras siguen el influjo de la razón del que proceden y pueden unirse a ella. El alma acaba por dividirse, yendo sus elementos elevados a los planos superiores y cayendo sus elementos inferiores cada vez más bajo cuando aquellos no les sostienen.
 
Cuando encarna un ser humano, su alma le provee del cuerpo mortal por medio de una parte de su substancia, sin que ella esté por completo en el cuerpo. Y únicamente la parte del alma amalgamada con el cuerpo participa de los dolores y alegrías.
 
Los malos deseos del hombre no proceden sino de la parte de su alma así mezclada con el cuerpo, y por lo tanto las nefastas consecuencias de las malas acciones recaen solamente sobre el hombre animal (es decir su principio animal y viviente) pero no sobre el hombre real o el espíritu relacionado con los elementos superiores del Alma. Y cuanto más ceda el alma a la atracción de lo vulgar y degradante, más grosero o material será el organismo que la revista.
 
Después de la muerte deben purificarse o destruirse las sustancias groseras para que los elementos puros se eleven a las fuentes de donde emanaron, hasta que sobrevenga una nueva encarnación. Este proceso se repite hasta que el alma adquiere los conocimientos suficientes para hacerse inaccesible a la atracción inferior. De este modo, la existencia terrena del hombre puede considerarse un castigo por haber tenido malos deseos y pensamientos.
 
 
El trabajo intelectual es una actividad perteneciente a un estado inferior de existencia; pero es necesario porque el alma ha perdido la facultad de percibir que tenía al origen. Y si el alma quiere recobrar esta facultad, ha de liberarse se todas sus concepciones intelectuales y penetrar en el mundo sin formas. Si aspira a elevarse al manantial original e inconcebible de todo, debe abandonar sus propias concepciones y liberarse de toda percepción sensitiva, desentendiéndose del pensamiento y de la palabra y viviendo en un estado de contemplación espiritual.
 
Lo que está más allá de la concepción intelectual es visible, pero no se puede concebir ni describir por medio de la palabra. Es mejor ver que creer. El reconocimiento espiritual es uno, pero la sabiduría humana es múltiple y no tiene nada de común con la Unidad eterna, origen de todas las cosas.
 
Es importantísimo que los hombres aprendan a conocer su propia naturaleza, su origen y su destino futuros, ya que el hombre intelectual no emprende a fondo obra alguna sin estar convencido antes de su utilidad. La percepción espiritual es un poder intransmisible que debe readquirirse por nuestro propio esfuerzo.
 
Si se ignora la existencia de semejante poder o se desconoce su utilidad, no se esforzará en adquirirlo; le faltará al espíritu iluminación y será incapaz de percibir la verdad. Un hombre así quizás llegue a sentir que la verdad existe, como quien siente amor hacia un ideal desconocido aún sin estar cierto de su existencia; pero aquellos de espíritu iluminado ven el objeto de su amor, es decir la luz que alumbra el mundo.
 
La luz está presente por doquiera, pero no existe en realidad más que para los que son capaces de verla, percibirla, sentirla y abarcarla, porque son semejantes a ella.
 
Para hacer más comprensible esto, diremos que si el alma rompe todas las barreras que le cierran el paso y vuelve al estado original de cuando nació en el Eterno, podrá ver al Eterno y comprenderlo. Y si algún hombre es tan indolente para que no quiera seguir esta enseñanza, después de haberla recibido, no deberá culparse más que a sí mismo por permanecer en las tinieblas. Por lo tanto todos deben trabajar en liberarse de lo bajo y sensual para unirse al poder supremo de Dios.
 
Si queréis alcanzar lo Supremo debéis liberar vuestros pensamientos de todas las impresiones procedentes del mundo externo y purificar vuestro espíritu de toda clase de formas.
 
Dios está presente hasta en quienes no le reconocen. Los hombres huyen y se separan de Él, aunque sería más correcto decir que se separan de sí mismos. Y no pudiendo comprender al Ser del qué se alejan, se extravían y van en busca de otros dioses.
 
Sin embargo si el alma sigue progresando en el sendero de perfección, si entrevé un estado de existencia más elevado, si descubre el manantial de la vida eterna en sí mismo, de modo que ya no necesite de las cosas externas y encuentre en el elemento divino que mora en su interior todo lo que desea; si llega a comprender que el Dios que habita en su interior es toda su vida, todo su ser, y que debe huir del reino de la ilusión para vivir y existir en Él, entonces no tardará en llegar el día en que vea a Dios y se vea a sí mismo como un ser iluminado por una luz superior. Se contemplará como si fuera la misma Luz Divina, como un dios de radiante belleza, y cuyo resplandor se apaga y disminuye al entrar en contacto con el plano material.
 
¿Por qué no se mantiene siempre el alma en ese estado luminoso?
 
Porque no se ha liberado todavía de la atracción de la materia; pero cuando lo haya conseguido se sentirá una con la Luz.
 
Sin embargo hay que precisar que en ese estado no existe el vidente ni el objeto de percepción, sino la percepción en sí, que percibe el alma identificándose con ella. Ese estado está por lo tanto más allá de la comprensión intelectual humana.
 
Cuando el alma se ha identificado y unido con el Eterno, arrastra la imagen de éste a su interior. Entonces sabe que mientras se hallaba unido al Eterno, era el Eterno, y que no había diferencia entre ella y Él; sabe que se había elevado y que reposaba en sí misma, que era por así decirlo, el mismo reposo, superando todos los conceptos de belleza y virtud.
 
No vayamos a creer por esto que el alma caiga en un mundo de ilusión al penetrar en ese sublime estado en que no existen las formas ni las imágenes. El alma que cae en la ilusión, se envilece y se deja arrastrar a la región del mal y de las tinieblas; mientras que el alma que se eleva penetra en sí misma y se encuentra en un estado que no es el ser ni el no ser, sino algo inconcebible, superior a todo ello.
 
 
 
 
Malchus Porphyrius
(Porfirio)
 
Este filósofo fue discípulo de Plotino, nació en Batanea, ciudad de Siria, en el año 233 de nuestra era, y murió en Roma en el año 304. Según él decía, había llegado a unirse con Dios una vez tan sólo en la vida; en cambio Plotino alcanzó tal gloria cuatro veces.
 
Porfirio dice al hablar del alma:
 
“El alma encarnada es como el viajero que ha morado muchos años fuera de su patria, y se ha olvidado de las costumbres de su país para adoptar las extranjeras. Pero cuando el viajero vuelve a su patria, quiere que le reconozcan sus amigos y parientes, y para lo cual trata de desprenderse de sus costumbres extranjeras, volviendo a sus hábitos e ideas iniciales.
 
Cosa parecida le ocurre al alma que cuando se ve desterrada de su patria celeste y forzada a morar en una forma física, adquiere ciertos hábitos materiales; mientras que cuando quiere volver a su antigua demora tiene que dejar todo lo que ha aprendido en su forma terrena. Es preciso que se desembarace de la grosera máscara física que la envuelve, y también de las envolturas más sutiles, para que pueda entrar, en estado de desnudez, en el reino de la felicidad.
 
El hombre bebe el agua del olvido de su condición pasada en las dos fuentes emponzoñadas del dolor sensual y del placer sensual, perdiendo de vista su destino futuro. La acción de esas fuentes, principalmente la de del placer sensual, engendra los deseos y las pasiones que atraen al alma hacia la materia y se convierten en las causas de las encarnaciones sucesivas.
 
De este modo se ve el alma prisionera del cuerpo y se densifica el vehículo etéreo. Y por consiguiente para evitar esto hay que evitar todo lo que excite la sensualidad, porque cuando ésta entra en actividad, pierden su poder la razón y la inteligencia.
 
No hay que comer nunca carne porque excita la gula, solamente hay que comer lo que nos alimente sin excitarnos. Los alimentos superfluos y sobre todo la carne, refuerzan los lazos que unen al alma a la materia y la separan de la Divinidad y de las cosas divinas.
 
El sabio, que es sacerdote de Dios, debe esforzarse en desprenderse de todas las impurezas, mientras viva en el templo de la Naturaleza. Jamás debe dar hasta tal punto su dignidad al olvido que se acerque a la Fuente de toda la Vida, llevando un cuerpo que sirva de tumba a cadáveres de animales. Solo debe nutrirse con los productos puros que le proporciona la Madre Tierra. Si pudiéramos prescindir de comer, nos espiritualizaríamos cada vez más.”
 
 
Porfirio dice hablando de la diferencia entre las cosas corporales y no corporales:
 
“Lo No-Corporal dirige al cuerpo, y está presente en todo en potencialidad, aunque no espacialmente. La existencia corpórea de las cosas no impide que lo incorpóreo esté presente en aquellas con que quiera relacionarse. Por consiguiente el alma posee la facultad de extender su actividad por donde desee. Su poder es ilimitado, y cada una de sus partes puede estar presente por doquiera independientemente de las condiciones especiales, con tal de que sea pura y no la adultere la materia.
 
No sólo obran las cosas sobre sí mismas entrando en contacto con sus formas corporales, sino que cuando tienen alma, obran también a distancia, pues los elementos superiores del alma existen por doquiera y no pueden encerrarse en un cuerpo como un animal en una jaula, o un líquido en un frasco. Siendo el alma universal una e idéntica al Espíritu supremo e infinito, puede descubrirlo y engendrarlo todo por el poder de éste. Las almas individuales pueden hacer lo mismo si se purifican y libertan del cuerpo.”
 
 
Sobre los seres sutiles él dijo:
 
“Como el reino del alma es semi-material, sus habitantes poseen formas semi-materiales (astrales). Unos son buenos y otros malos; unos sienten simpatía por los humanos, mientras que otros les aborrecen. Todos tienen cuerpos etéreos y cambiantes. Los buenos son dueños de sus deseos y de sus cuerpos, pero los malos están gobernados por sus deseos y sus cuerpos.
 
Son estos habitantes los que ejercen las influencias invisibles, buenas, malas, divinas, diabólicas o animales; son los que engendran con su actividad interior las pasiones, los vicios, los deseos y las virtudes en el alma de los mortales. Y cuanto peores son, más próximas están sus formas al estado corporal.
 
Viven de las exhalaciones de la materia, incitan a los hombres a que maten y asesinen a los animales, se alimentan de los vapores que se elevan de las víctimas y engordan absorbiendo la substancia etérea de los moribundos. Por eso siempre incitan a los hombres a la guerra y al crimen, reuniéndose en masa en los lugares en que se asesinan los hombres y los animales.”
 
 
Porfirio ridiculiza la creencia de que, siendo los dioses superiores y más sabios que el hombre, puedan ser halagados, persuadidos y forzados a someterse a la voluntad humana. Niega que la clarividencia, la profecía, etc., provengan de una inspiración de los dioses externos, y afirma que en cambio son las funciones del Espíritu Divino en el hombre, y que el ejercicio de éstas es posible cuando el alma se pone en condición de ejercerlo.
 
“La conciencia humana se puede centrar en su forma física o fuera de ella. Según los casos, un hombre puede estar, por decirlo así, fuera o dentro del cuerpo, o en un estado en que no se halle ni dentro ni fuera, pero en donde goce de los dos estados a la vez.”
 
Dice que también hay innumerables seres invisibles que toman toda clase de formas, apareciéndose como dioses, hombres o demonios, y que esas entidades disfrutan en mentir pretendiendo ser las almas de los difuntos.
 
 
Aseguran que Porfirio se levantó (levitó) varias veces hasta diez varas de altura mientras meditaba, apareciendo entonces circundado de una luz dorada.
 
“Los dioses están presentes por dondequiera y aquel cuya alma está llena de una influencia divina con exclusión de toda influencia inferior es en ese momento el dios que representa esta influencia y poses sus ideas y atributos. Es imposible concebir intelectualmente y expresar con palabras la naturaleza de la unión del alma con Dios, y quién realiza esta unión es idéntico a Dios, en la misma divinidad, y no hay diferencia entre él y Dios. No se invoca a los dioses con plegarias, sino elevándose hacia ellos por medio de la aspiración y el esfuerzo, y uniéndose a ellos por el poder omnipotente del amor."
 
 
 
 
Jámblico
 
Este filósofo fue discípulo de Porfirio y murió en el año 333 de nuestra era. Él decía qué:
 
“Si el alma se eleva hacia los dioses, se diviniza y es capaz de conocer lo que está arriba y abajo, y adquiere la facultad de curar las enfermedades, inventa algo útil e instituye leyes prudentes.
 
El hombre no posee ningún poder intuitivo propio: su intuición es el resultado de la unión de su alma con el Espíritu Divino. Y cuanto más se acentúa esta unión más se agiganta su intuición o conocimiento espiritual.
 
Pero no todas las percepciones del alma son divinas; muchas imágenes se producen al mezclar los elementos materiales con la actividad inferior del alma.
 
Siendo la Naturaleza divina la fuente eterna de la Vida, no decepciona nunca, pero si se pervierte su actividad pueden producirse engañosas imágenes.
 
Cuando la Luz Divina ilumina al espíritu del hombre, el vehículo etéreo de su alma se llena de luz resplandeciente”.
 
 
 
 
Proclo
 
Vivió en Bizancio desde el año 412 al 485. Fue un filósofo hermético y místico que tuvo frecuentes sueños y visiones proféticas. Se dice que poseía el poder espiritual de producir la lluvia por medio de la “oración”, y de predecir los temblores de tierra. Era muy piadoso y abnegado. En ciertas ocasiones su cabeza aparecía rodeada de una aureola luminosa.
 
Creía que el alma humana consta de varias vestiduras, unas más densas que otras, que son de carácter etéreo, representando cada una un principio fundamental que no varía más que en la forma.
 
“El alma no puede volver a su estado divino más que después de haberse purificado en sus deseos terrenales. Su razón y su libre arbitrio deben participar en sus sufrimientos ya que pertenecen a su condición material hasta que el alma adquiera el conocimiento y se libere de esos deseos.
 
Para conseguir esto el alma se reviste en ciertos momentos de una forma física (se encarna en un ser humano) hasta que logra acabar con sus deseos.
 
El alma es tanto más capaz de elevarse, cuanto más se libera de sus envolturas o principios externos y densos.”
 
 
 
 
Hierocles
 
Este filósofo decía:
 
“La substancia alma inteligente recibió del Demiurgos (del Logos) un cuerpo inmaterial indivisible, y de esta manera vino al ser. Por lo tanto no es corpórea ni incorpórea (ni material, ni inmaterial) sino comparable al sol y a las estrellas que son producidos por una substancia superior (energía).
 
El cuerpo-alma que poseen los seres humanos y los “espíritus” es de naturaleza radiante. El vehículo del alma, contenido en el cuerpo material del hombre, insufla la vida al inerte organismo físico y mantiene la armonía del alma. El Principio vital humano es el ser interno que produce la actividad de la Vida en el organismo.
 
El hombre interno está formado por una substancia inteligente y un cuerpo inmaterial (materia trascendente). La forma visible es la producción y la imagen del hombre interno. La forma material externa es el cuerpo animal, denso, material y carente de inteligencia.
 
La separación de la substancia viva y la materia se efectúa por la purificación de la materia grosera y de los cuerpos etéreos. De esta manera puede el hombre relacionarse con los espíritus puros.”
 
 
 
 
Los últimos neoplatónicos
 
El fanático emperador Justiniano mandó cerrar en el año 529 las escuelas filosóficas de Atenas provocando que Isidoro, Damascio y Simplicio, sus últimos representantes tuvieran que refugiarse en Persia, esperando encontrar en Oriente la libertad de pensamiento, la tolerancia y la sabiduría.
 
Se decía que Cosroes, el rey de Persia, era filósofo y corrieron a pedirle protección; pero no tardaron en convencerse de que la filosofía del monarca era superficial y que en realidad se hallaban ante un cruel, apasionado e ignorante tirano que se jactaba de su trivial cultura. Por lo que volvieron descorazonados a Grecia.
 
Tal fue la experiencia de los últimos filósofos neoplatónicos conocidos. Luego el sol de la sabiduría se eclipsó durante una era para reaparecer de nuevo en el siglo XV.
 
 
 
(En el Pórtico del Templo de la Sabiduría, capítulo 2)
 
 
 
 
 
 
Observación de Cid
 
Los instructores teosóficos explicaron que los neoplatónicos transmitieron las enseñanzas de los maestros transhimaláyicos durante la antigüedad, y yo pienso que esa afirmación ha de ser cierta debido a que las enseñanzas de los neoplatónicos son muy similares a lo que enseña la teosofía, aunque desafortunadamente los neoplatónicos tergiversaron en mayor o menor medida las doctrinas originales, y es por ese motivo que aunque ellos son muy interesantes de estudiar, en lo personal no son los instructores en lo que prefiero más enfocarme.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Cid, por qué la traducción de la palabra "Mind" es Espíritu? Estaba revisando el libro en su versión en Ingles y la palabra que se emplea es claramente "Mind". También revise el pdf escaneado del libro de la editorial Kier y ellos emplean la palabra "Mente" y no "Espíritu".
    Agradecería la aclaración.
    Saludos

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    1. Sentí que el texto tiene más sentido si utilizaba la palabra Espíritu que Mente.

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