En Occidente, en donde la meta de la
vida consiste en lograr el éxito comercial, financiero, social o científico, es
decir: el lucro personal, el poder y el engrandecimiento, la verdadera vida del
ser humano recibe muy poca atención, y nosotros, al contrario de los
orientales, damos escasa prominencia a la doctrina de la preexistencia y a la
de la reencarnación.
El dogmatismo
Para muchos es suficiente el hecho
que la Iglesia la rechace, y para esas personas ninguna argumentación tiene
caso ya que ellas confían ciegamente en lo que dice su iglesia y no quieren
perturbar la serenidad de su fe basada en ciertos dogmas a pesar de ser muy
ilógicos; y como se les ha adoctrinado que la iglesia los puede condenar al
infierno, el miedo al repudio lanzado por la Iglesia contra la reencarnación en
el Concilio de Constantinopla, por el año 500 de la Era Cristiana, los motiva a
rechazar ese concepto.
Y la Iglesia, al tratar sobre esta
doctrina, insinúa la objeción de que si los hombres se convencieran de que
vivirán muchas vidas, entonces la tentación de aceptar el presente y hacer el
mal sin restricción alguna, sería demasiado fuerte. Absurda como parece, ésta
es la premisa planteada por los jesuitas, quienes alegan que los hombres más
bien preferirán tener la oportunidad presente que esperar por otras futuras.
Esta objeción sería válida si no
hubiera retribución alguna, pero como la Naturaleza tiene también un Némesis
para cada malhechor, y como cada individuo, bajo la ley del Karma (que es la
ley de causa y efecto y de la justicia cabal) ha de recibir por sí mismo las
exactas consecuencias, en cada encarnación, de todos los buenos y malos actos y
pensamientos que realizó y tuvo en otras encarnaciones, el principio
fundamental para la conducta moral está asegurado.
Y hay una completa seguridad en este
sistema, puesto que ningún humano puede por ningún medio, favor, edicto o
creencia, eludir las consecuencias; y cada uno que considera esta creencia será
movido por su conciencia y todo el poder de la naturaleza a obrar bien con el
fin de que pueda recibir el bien y llegar a ser feliz.
¿Una doctrina insensible?
También se ha sostenido que la
teoría del renacimiento es antipática y desagradable, porque, por una parte es
fría y no permite la interferencia de sentimiento alguno, prohibiéndonos
renunciar a voluntad a una vida que hemos encontrado dolorosa, y por otra
parte, porque no parece que dentro de esa teoría haya ninguna oportunidad de
ver a nuestros seres queridos que han fallecido con anterioridad.
Pero ya sea esto de nuestro agrado o
no, las leyes de la Naturaleza operan infaliblemente y ni el sentimiento ni la
emoción pueden de manera alguna evitar la consecuencia que debe seguir a una
causa. Por ejemplo si tomamos alimentos nocivos, estos nos afectarán sin
importar nuestros sentimientos. Y el glotón quisiera permiso de la Naturaleza
para hartarse sin ser afectado por la indigestión que ha de resultar, pero las
leyes de la Naturaleza no pueden ser tan fácilmente descartadas.
Ahora bien, la objeción a la reencarnación
de que no veremos a nuestros seres queridos en el cielo, según asegura la
religión dogmática, presupone una cesación completa de la evolución y del
desarrollo de esos seres que abandonan la tierra antes que nosotros, y también
asume que el reconocimiento depende de la apariencia física. Pero así como
progresamos en esta vida, de la misma manera debemos progresar al abandonarla y
sería injusto obligar a los otros a que esperen nuestro arribo sin cambiar para
que nosotros podamos reconocerlos.
Y si uno reflexiona en las
consecuencias naturales de elevarse hacia el cielo, donde todos los
impedimentos son descartados, debe ser evidente que aquellos que han estado
residiendo allí por veinte años mortales con anterioridad a nuestro arribo,
deben haber efectuado dentro de la naturaleza de los procesos mentales y
espirituales, un progreso equivalente a muchos cientos de años sobre la tierra.
¿Cómo podríamos entonces arribando más tarde, y aún
imperfectos, ser capaces de reconocer a aquellos que han estado
perfeccionándose en el cielo con tales ventajas?
Así como sabemos que el cuerpo
físico ha quedado atrás abandonado para su desintegración, de igual modo es
evidente que en la vida espiritual y mental, el reconocimiento no puede
depender de la apariencia corpórea. Y no sólo esto es evidente, sino que
estamos persuadidos de que un cuerpo físico contrahecho o mal parecido a veces
encierra una brillante inteligencia y un alma pura, y que un cuerpo exterior
hermosamente formado puede ocultar un demonio encarnado en cuanto al carácter.
La forma física no ofrece pues
garantía de reconocimiento en ese mundo, en donde el cuerpo físico se encuentra
ausente. Y la madre que ha perdido un niño cuando éste alcanzó su madurez, ha
de saber que ella amaba a ese niño tanto cuando era un bebé como posteriormente
cuando la gran alteración, al avanzar la vida, hubo barrido completamente la
fisonomía y los rasgos de la primera juventud.
Los teósofos saben que esta objeción
no puede ser sostenida frente a la vida pura y eterna del alma. Además la teosofía
enseña que todos aquellos seres que se asemejan y se aman unos a otros, habrán
de reencarnar juntos, siempre que las condiciones y circunstancias lo permitan.
Cuando uno de nosotros ha avanzado más en el sendero de la perfección, será
siempre impulsado a ayudar y consolar aquellos que pertenecen a la misma
familia. Pero cuando un ser se ha vuelto craso, egoísta y perverso, ningún otro
ser tendría interés alguno en su compañía en otra vida.
La identificación o reconocimiento
depende de la visión interna y no de la apariencia externa; por lo tanto esta
objeción carece de validez. Y el otro aspecto de esta objeción relacionada con
la pérdida de padres, hijos y parientes, está basado en la idea errónea de que
como los padres dan al hijo el cuerpo, de la misma manera le dan también el
alma. Pero el alma es inmortal y carece de padres; por lo tanto esta objeción
no tiene fundamento alguno.
La herencia
Hay personas que alegan que la
teoría de la herencia invalida la teoría de la reencarnación. Pero nosotros
alegamos que por el contrario es prueba de ella. La herencia al proporcionamos
un cuerpo físico en cualquier familia provee el ambiente apropiado para el Ego.
El Ego sólo encarna en una familia que a bien responde completamente a toda su
naturaleza, o le ofrece la oportunidad para la realización de su evolución, y
que además está vinculada con el Ego por razón de sus encarnaciones pasadas o
por causas mutuamente creadas.
Así pues, el niño malvado puede
nacer en una familia actualmente buena, porque los padres y el niño están
indisolublemente vinculados por acciones pasadas. Esa es una oportunidad de
redención para el niño y la ocasión de castigo para los padres. Esto señala la
herencia corporal como un régimen de la naturaleza que gobierna los cuerpos que
debemos habitar, al igual que las casas y edificios de una ciudad revelan la mentalidad
de sus constructores.
Y como nosotros (lo mismo que
nuestros padres) fuimos los elaboradores que influenciamos la obra hecha a
través de nuestros anteriores cuerpos, también tomamos parte y fuimos
responsables de diversos estados de la sociedad en los cuales el desarrollo del
cuerpo físico y del cerebro fue ya retardado o avanzado, envilecido o
enaltecido. Y de igual modo somos responsables en esta vida de la civilización
dentro de la cual aparecemos ahora.
Sin embargo, cuando observamos el
carácter en los Egos reencarnados, encontramos grandes diferencias esenciales.
Esto se debe al alma interior que es la que está sufriendo o gozando dentro de
una familia, nación y raza, sus propios pensamientos y actos, con los que sus
vidas pasadas hicieron inevitable que encarnara.
La herencia provee el alojamiento y
también impone esas limitaciones de capacidad cerebral o corpórea, que son a
menudo como un castigo y otras veces como una ayuda, pero que jamás afectan al
Ego.
La transmisión de características es
tan sólo la manifestación de consecuencias, y en el saso de una nación, de ecos
de vidas anteriores de los Egos destinados a formar parte de esa civilización.
Las limitaciones impuestas al Ego por cualquier herencia de familia, son las
consecuencias exactas de las vidas anteriores de ese mismo Ego. Y el hecho de
que tales rasgos físicos y peculiaridades mentales sean transmitidos, no
contradice la doctrina de la reencarnación, puesto que sabemos que la mente
conductora y el carácter verdadero de cada cual no son el resultado de un
cuerpo y un cerebro físicos, sino que son peculiares al Ego en su vida
esencial.
La transmisión de características y
tendencias por mediación de los padres y del cuerpo, es exactamente el método
elegido por la naturaleza para proporcionarle al Ego encarnante el alojamiento
apropiado en el cual puede proseguir su trabajo. Mientras que cualquier otro
método sería imposible y subversivo al orden natural.
Por otra parte, aquéllos que se
empeñan en la objeción de la herencia se olvidan de que están acentuando las
similitudes y pasando por alto las divergencias; pues mientras las
investigaciones sobre la línea de la herencia física han registrado la
transmisión de numerosos rasgos y tendencias, esas investigaciones no han hecho
lo mismo con respecto a las divergencias que provienen de la herencia y que son
mayores en número. Todas las madres saben que los niños de una familia son tan
diferentes en carácter como los dedos de una mano; ellos provienen de los
mismos padres, pero todos varían en carácter y en capacidad.
La herencia, como la gran regla y
como explicación completa, queda absolutamente derribada y contradicha por la
historia, que no muestra ninguna prueba de transmisión continua de erudición,
poder y capacidad. Por ejemplo, en el caso de los antiguos egipcios, por largos
siglos extinguidos y su línea de transmisión truncada, vemos la transmisión
hacia sus descendientes. Pero si la herencia física esclarece la cuestión del
carácter, ¿cómo puede explicarse la desaparición del gran carácter egipcio?
La misma cuestión se presenta con
respecto a otras naciones antiguas y ahora extinguidas. Y tomando una
ilustración individual, tenemos al gran músico Bach, cuyos descendientes por
línea directa mostraron una marcada disminución del talento musical que condujo
a su final desaparición del seno de la familia.
Pues bien, la teosofía enseña que en
estos dos casos –como en todos los similares–la capacidad y la habilidad
verdaderas únicamente han desaparecido de una familia y de un conjunto
nacional, pero son de hecho retenidas por los Egos que antiguamente las
exhibieron y quienes están ahora encarnados en alguna otra nación y familia de
la era presente.
El sufrimiento
El sufrimiento alcanza a casi todos
los hombres y un gran número de ellos vive una vida de sufrimiento desde la
cuna hasta la sepultura; por eso se alega que la reencarnación es injusta
porque nosotros sufrimos debido a las malas acciones cometidas por otra persona
en otra vida. Pero esta objeción se basa en la noción errónea de que el ser en
la otra vida era otra persona, cuando en realidad es el mismo ser e identidad
en todas las vidas.
Cuando retornamos, nunca ocupamos el
cuerpo de ninguna otra persona ni asumimos los actos de otros seres, sino que
somos cada uno como un actor que desempeña muchos papeles en la escena, el
mismo actor interiormente, aunque la indumentaria y los versos recitados difieran
en cada nueva obra.
Shakespeare tenía razón al decir que
la vida es un escenario, porque la gran vida del alma es un drama y cada nueva
vida y renacimiento es un nuevo papel en el cual asumimos otro rol y nos
ponemos simplemente un nuevo vestuario; pero a través de todo ello somos
exactamente el mismo ser. Así pues, en vez de ser injusta la reencarnación es
perfecta justicia y de ninguna otra forma podría la justicia ser preservada.
No recordamos nuestras vidas pasadas
Pero si nosotros reencarnamos, se
dice, ¿cómo es que no podemos recordar las vidas anteriores?, y más aún, ya que
no podemos recordar los actos que ocasionaron nuestro sufrimiento. ¿No es ésta
razón suficiente para considerarlo injusto?
Esas personas que así preguntan,
ignoran siempre el hecho de que ellos también experimentan durante su vida
numerosos placeres y recompensas, y se contentan con aceptarlos sin preguntar.
Porque si es injusto ser castigados
por actos cometidos que no recordamos, entonces también es injusto el ser
recompensados por otros actos que también han sido olvidados. El mero hecho de
entrar en la vida terrenal no es fundamento apropiado para ninguna recompensa
ni castigo. Recompensa y castigo deben ser el justo merecimiento por una
conducta anterior.
La ley de justicia de la Naturaleza
no es imperfecta, y es sólo la imperfección de la justicia humana la que
requiere que el delincuente sepa y recuerde en esta vida, un hecho al cual va
adjunta una pena. En la vida anterior el ser que actuó entonces estaba bien
consciente de lo que hizo, y es la naturaleza la que determina las
consecuencias de sus actos, siendo por tanto justa.
Bien sabemos que la naturaleza hará
que el efecto siga a la causa, cualesquiera que sean nuestros deseos, ya sea
que recordemos u olvidemos lo que hicimos. Si un infante es lastimado en sus
primeros años por la nodriza, al extremo de preparar el terreno para una
lisiadura en el curso de su vida, como es frecuentemente el caso, la lisiadura
se manifestará aunque no fuera el niño el causante ni recordara nada acerca de
ello. Pero la reencarnación con su doctrina acompañante del karma demuestra
debidamente cuán justo y perfecto es el esquema completo de la Naturaleza.
El recuerdo de una vida anterior no
se necesita para probar que nosotros hemos pasado a través de esa existencia,
ni es tampoco el hecho de que no lo recordemos una buena objeción. Nosotros
olvidamos la mayor parte de los acontecimientos que suceden durante los días y
años de esta misma vida, pero nadie podría inferir por esa razón que no hemos
pasado por ellos.
Esos años fueron vividos y recordamos
tan sólo unos detalles en el cerebro, pero el efecto integral de ellos sobre el
carácter sí es retenido y forma parte de nosotros. El conjunto completo y
detallado de las circunstancias de una vida es preservado en el hombre interno,
para ser algún día plenamente regresado a la memoria consciente, en alguna otra
vida en la que seremos perfectos.
Pero a pesar de ello, imperfectos
como actualmente somos y con lo poco que conocemos, los experimentos por medio
del hipnotismo demuestran que los más minuciosos detalles están registrados en
lo que al presente se conoce como la mente subconsciente. Según la doctrina
teosófica, ni uno solo de estos acontecimientos es de hecho olvidado, y al
final de la vida cuando los ojos se cierran y aquellos que nos rodean declaran
que hemos fallecido, cada pensamiento y cada circunstancia de la vida cruza
relampagueante pero vivísimamente dentro y a través de la mente.
Muchas personas, sin embargo,
recuerdan que han vivido antes. Los poetas lo han cantado así; los niños lo
saben seguido hasta que el constante vivir en un ambiente de incredulidad ahuyenta
el recuerdo de sus mentes. Todos están sujetos a las limitaciones impuestas al
Ego por el nuevo cerebro en cada vida terrenal. Esta es la razón por la cual no
somos capaces de retener las imágenes y escenas del pasado, bien sean de ésta o
de vidas anteriores.
El cerebro es el instrumento para la
memoria del alma, y siendo nuevo en cada vida pero con una cierta capacidad, el
Ego puede únicamente usarlo en la nueva vida con arreglo a su capacidad. Esa
capacidad será plenamente utilizada o no, sólo de acuerdo con los propios
deseos y conducta previa del Ego, porque esas vidas pasadas habrán aumentado o disminuido
su poder para vencer las fuerzas de la existencia material.
Si se vive de acuerdo con los
dictámenes del alma, el cerebro puede finalmente volverse permeable a la
memoria de aquélla; pero si la clase de vida que se lleva es opuesta a ese
precepto, entonces más y más nubes obscurecerán esa reminiscencia. Pero como el
cerebro no tomó parte alguna en la última vida pasada, éste es en general
incapaz de recordarla.
Esta ley es muy sabia porque
seríamos muy desdichados si las acciones y escenas de nuestras vidas anteriores
no nos fuesen ocultadas a nuestra contemplación, hasta que por disciplina
pasemos a ser capaces de enfrentarnos al conocimiento de las mismas.
El aumento de la población
Otra de las objeciones presentadas
es la de que bajo la doctrina de la reencarnación no es posible dar cuenta del
crecimiento de la población del mundo. Esto supone que sabemos con seguridad
que ha crecido y que estamos bien informados de sus fluctuaciones. Pero no hay
certeza de todo esto, y más aún, un vasto número de personas es aniquilado
anualmente acerca de las cuales nada sabemos.
En China, año tras año, muchos millares
de personas han sido arrastradas por inundaciones. Las estadísticas acerca del
hombre mundial no han sido hechas aún. Ignoramos por cuántos millares las
defunciones en África exceden a los nacimientos en cualquier año.
La objeción se basa en cuadros
estadísticos imperfectos que sólo tienen que ver con los países occidentales.
Tal objeción igualmente asume que hay menos Egos fuera de encarnación y
esperando su renacimiento que el número de Egos que actualmente se encuentra
ahora habitando cuerpos, y esto es incorrecto.
Annie Besant ha explicado bien esto
en su libro "Reencarnación",
donde se dice que el globo habitado se asemeja a un auditorio en un pueblo,
lleno de gente donde la mayoría siempre permanece afuera, en el pueblo. El
número de concurrentes en el auditorio puede siempre variar, pero hay una
constante fuente suplidora en el pueblo.
Es cierto que en lo que concierne a
este globo que el número de Egos que le pertenecen es definido, pero nadie sabe
lo que ese número es exactamente, ni cuál es la capacidad total de la Tierra
para sostenerlos.
Las estadísticas de hoy se
encuentran principalmente en Occidente, y sus cuadros comparativos abarcan
únicamente una pequeña sección de la larga historia del hombre. Esas
estadísticas no pueden precisar el número de seres que estaban encarnados sobre
la tierra en cualquier época remota cuando el globo estuvo densamente habitado,
y por lo tanto el número de Egos deseando o esperando su renacimiento es
desconocido.
Los Maestros del conocimiento
teosófico dicen que el número total de esos Egos es vasto, y por esa razón el
número de egos listos para tomar posesión de los cuerpos por nacer que exceden
el número de los que mueren, es suficiente. Pero también se debe tener en mente
que cada Ego por sí mismo varía la duración de su permanencia en los estados post-mortem. Los Egos no reencarnan
con los mismos intervalos, sino que emergen de esos estados de reposo después
de la muerte en proporciones y números diversos, y siempre que ocurre un gran
número de muertes por motivos de guerra, peste o hambre, hay de inmediato una
precipitación de almas hacia la encarnación, bien sea en el mismo lugar, o en
cualquier otro sitio o raza.
La tierra es un globo tan pequeño
dentro de la inmensa multitud de planetas habitables, que es suficiente la
reserva de Egos listos para encarnar. Pero con el debido respeto hacia aquéllos
que introdujeron esta objeción, yo no veo que la objeción tenga mayor validez o
relación alguna con la verdad sobre la doctrina de la reencarnación.
(El Océano de la Teosofía, capítulo 9)
A priori,es buena idea ser soltero?
ResponderBorrarPor lo general no
BorrarPodría usted,detallar su objeción.
BorrarPocas personas viven bien la soltería porque aunque la vida de pareja no es fácil, es menos fácil el celibato y la soledad.
BorrarA mí consideración,es mucho más difícil,sentir lo que llaman "enamoramiento".Entonces que podría hacer?
BorrarNecesitas conocerte para saber qué es lo que más necesitas y te conviene.
BorrarPero,en mi infancia yo sentía pensamientos,como:noviazgo problematico,no conviene casarse y algunos más que no recuerdo.Y apartir de ese momento he "alimentado" esas ideas,especulo que han funcionado.Entonces?
BorrarAnaliza si esos pensamientos que nutriste se debió porque realmente te sientes mejor siendo célibe, o si fue por otro motivo: miedo, desconfianza, etc., pero finalmente no estás a gusto siendo soltero.
BorrarEse tipo de pensamientos,por cuanto tiempo permanecen vivos?.Yo no esperaba que fuesen utiles,o será que la personalidad anterior generó ese pensamiento.Como saberlo?
BorrarPuede provenir desde tu vida anterior y su permanencia depende de la intensidad con la que lo nutriste.
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