Sobre
este tema Charles Leadbeater en su libro “La Vida Interna II” explicó lo
siguiente (y en paréntesis añadí mis comentarios):
TRES LEYES
DE LA VIDA HUMANA
El
ego ordinario no está todavía en disposición de elegir cuerpo por sí mismo.
Tres factores determinan comúnmente el lugar de su nacimiento, o mejor diríamos
que lo determina la acción combinada de estas tres fuerzas.
La
primera es la ley de evolución que obliga al ego a nacer en las condiciones adecuadas
para poder desarrollar precisamente las cualidades de las que más está
necesitado.
Pero
la acción de esta fuerza está limitada por el segundo factor que es la ley del
karma. Puede que el ego no merezca la más favorable oportunidad posible y así
se ha de contraer a las de segundo o tercer orden. Y también puede ser que no
merezca ninguna ocasión favorable y en consecuencia su destino pueda ser una
vida accidentada con escaso progreso.
E
interviene también un tercer factor que es la fuerza de algún lazo de amor o de
odio personal que el ego haya formado previamente, y esto puede modificar la
acción de la primera y de la segunda fuerzas, pues a causa del profundo amor
que un hombre haya profesado a otro de evolución más elevada, puede nacer en
condiciones que de otro modo no hubiese merecido.
Quien
haya trabajado mucho más que el hombre vulgar, quien ya esté en el sendero del
adeptado, podrá influir algún tanto en la elección de su familia y cuna; pero
será precisamente el primero en desechar todo deseo personal sobre este punto y
entregarse con absoluta resignación en manos de la grande y eterna ley, con la
confianza de que todo cuanto ello le depare será mucho mejor que su propia
elección.
Los
padres no pueden elegir el alma que ha de habitar el cuerpo al que dan
nacimiento; pero si su conducta ofrece ocasión excelente para el progreso de un
ego adelantado, es probable que nazca de ellos.
(Estos
tres factores que menciona Leadbeater son los más importantes, pero también hay
otros factores que también intervienen, como por ejemplo: compromisos adquiridos,
misiones por cumplir, etc.)
RENACIMIENTO
Nuestro
sistema solar es en su conjunto una manifestación de su Logos y cada partícula
del sistema es parte integrante de los vehículos del Logos. La totalidad de la
materia física del sistema solar constituye su cuerpo físico, la totalidad de la
materia astral constituye su cuerpo astral, la totalidad de la materia mental constituye
su cuerpo mental, etc.
Por
encima y más allá del sistema solar, el Logos por sí mismo tiene una existencia
más amplia y mayor; pero esto no es en absoluto en menoscabo de la verdad de
nuestra afirmación.
El
Logos solar contiene en sí siete Logos planetarios que son, como si dijéramos,
sus centros de energía, los canales por donde se derrama su fuerza. Pero al
mismo tiempo se puede decir que en cierto modo los siete Logos planetarios
constituyen el Logos solar.
(Esto
es incorrecto y en realidad los Logos planetarios de los siete planetas
sagrados son “los siete chakras principales” del sistema solar, y en cambio el
Logos solar se divide en siete Logos solares “subalternos” cada uno de los
cuales se ocupa de uno de los siete rayos del Universo.)
La
materia que según hemos dicho forma los vehículos del Logos solar también forma
la de los Logos planetarios, pues no existe en ningún punto del sistema solar
partícula alguna de materia que no forme parte de uno u otro de los siete.
Asimismo ocurre en todos los planos.
Pongamos
por ejemplo el plano astral cuya materia es lo bastante fluida para convenir al
objeto de nuestras investigaciones y está lo suficientemente cercana al plano
físico como para que no traspase los límites de nuestra comprensión mental. Todas
las partículas de la materia astral del sistema solar son parte del cuerpo
astral del Logos solar, y también lo son del uno u otro de los Siete Logos planetarios.
Y recordemos que esta materia astral del sistema incluye igualmente la de nuestros
cuerpos astrales, pues no tenemos ninguna partícula de por sí nuestra.
En
cada cuerpo astral hay partículas pertenecientes a cada uno de los siete Logos
planetarios, pero sus proporciones varían infinitamente. Los cuerpos de las
mónadas que en su origen emanaron de un Logos planetario continuarán teniendo
más partículas de este Logos que de cualquier otro, y de este modo puede
distinguirse a cuál de dichas siete grandes potestades pertenecen.
En
estos siete Logos planetarios ocurren periódicamente ciertos cambios físicos
correspondientes, tal vez a la inspiración y expiración, o a los latidos del
corazón del hombre terrestre. Pero de todos modos parece que hay un número
infinito de permutaciones y combinaciones de dichos cambios.
(No
sabría decirles si esto es cierto.)
Ahora
bien: puesto que nuestros cuerpos astrales están formados de la misma materia
astral que los cuerpos astrales de los Logos planetarios, es evidente que
ninguno de ellos puede cambiar astralmente sin afectar en consecuencia a los
cuerpos astrales de todos los hombres del mundo, aunque más intensamente a los
que posean mayor cantidad de materia astral del Logos respectivo; y si
recordamos que esto mismo que pasa en el plano astral (puesto como ejemplo) ocurre
también en los otros planos, entonces tendremos una idea de cuán importantes
son para nosotros los cambios de dichos Espíritus planetarios.
Blavatsky
cita cierto orden de seres superiores a los que llama Lipikas o Señores del
Karma. Se nos dice que sus agentes en la administración del karma son los
cuatro (en realidad siete) principales gobernadores llamados Devarâjas o
Regentes de la Tierra. Cada uno de ellos acaudilla un grupo numeroso de devas y
espíritus de la naturaleza y también de esencia elemental.
De
nuevo para mejor explicación nos limitaremos al plano astral, pero sin olvidar
que lo mismo ocurre en todos los planos. En conjunto la materia astral está
bajo el gobierno de un Devarâja, aunque el segundo sub-plano de todos los
planos se halla también, en cierto modo sujeto a su dirección porque cada
segundo sub-plano (contando de abajo a arriba) tiene la misma relación con su
plano respectivo que el plano astral con el conjunto de los siete planos. Por
lo tanto, cada sub-plano recibe la influencia de su gobernador peculiar y la
sub-influencia del director del sub-plano.
(Es
cierto que todo se correlaciona, pero la descripción que hizo Leadbeater de los
sub-planos y planos de existencia es tremendamente errónea.)
Ahora
bien nuestros cuerpos astrales se forman de la materia astral cuyas partículas
pertenecen todas al vehículo astral de uno u otro de los Logos planetarios, y
al mismo tiempo dicha materia está bajo la influencia predominante del Devarâja
del plano astral y bajo la influencia subalterna de otro Devarâja que
indirectamente gobierna su sub-plano.
Para
mejor entender la idea imaginémonos los sub-planos del astral en divisiones
horizontales, y los tipos de materia pertenecientes a los siete Logos
planetarios en divisiones perpendiculares que se crucen en ángulos rectos con
las horizontales. (Nota: aunque todavía hay más subdivisiones pero de las que
por el momento, prescindiremos para que la idea general resulte más clara). Así
tendremos ya cuarenta y nueve variedades distintas de materia astral, porque en
cada sub-plano hay materia perteneciente a cada Logos planetario.
Prescindiendo
incluso de las demás subdivisiones, vemos ya la posibilidad de un número casi
infinito de combinaciones, de modo que sean las que sean, las características
del ego podrá encontrar su expresión adecuada.
EL PROCESO
DE REENCARNACIÓN
Consideremos
el caso de un ego que está a punto de reencarnar. Supongámoslo situado en el
plano mental superior, sin otro vehículo inferior al cuerpo causal.
(También
la clasificación que hizo Leadbeater de los cuerpos del hombre es muy errónea.)
Desde
la muerte de su último cuerpo físico se fue retrayendo interiormente, primero
en su vehículo astral y después en el mental, que también desechó al terminar
su vida celeste. Entonces permanece en su propio plano durante cierto período dependiendo
de su estado de adelanto. Si es un hombre vulgar, varía de dos a tres días de
inconsciencia; en cambio si está extraordinariamente adelantado, llega hasta
largos años de vida consciente y gloriosa.
(La
explicación que dio Leadbeater sobre lo que sucede después de morir en los
planos superiores también está llena de errores.)
Después
vuelve a dirigir su atención hacia lo externo e inferior. Como quiera que en el
transcurso de su movimiento ascendente desvió la atención de los planos físico
y astral, los átomos permanentes quedaron adormecidos y cesaron en la vigorosa
vibración que los caracteriza. Lo mismo ocurre con la molécula mental al final
de la vida celeste, y durante su permanencia en su propio plano, o sea en el
causal, el ego tiene los dos átomos permanentes y la molécula mental en
absoluto reposo.
(Los
átomos permanentes y la molécula mental son falsedades que inventó Leadbeater.)
Cuando
su atención se dirige de nuevo hacia el plano mental, la molécula o unidad
mental permanente recupera en seguida su actividad y como consecuencia atrae a
su alrededor la materia mental adecuada a la expresión de dicha actividad. Y lo
mismo ocurre cuando el ego hace converger su atención en el átomo astral y
concentra en él su voluntad, porque entonces atrae materia astral capaz de
facilitarle un cuerpo astral de tipo exacto al que tenía al final de su última
vida astral.
Sin
embargo es necesario tener en cuenta que el ego no se reviste de un cuerpo
astral totalmente formado, sino tan sólo de la materia con la que ha de ir
formándolo en el transcurso de la vida que ha de pasar. En el caso de las
mónadas de clase inferior con cuerpos astrales extraordinariamente robustos que
reencarnan tras un intervalo muy corto, lo que pasa es que todavía subsiste el
cascarón dejado en su última vida astral, y éste puede ser atraído hacia la
nueva personalidad.
(Esto
es falso.)
Entonces,
el ego renace con sus viejos hábitos y modalidades de pensamiento e incluso, a
veces, con la memoria de su vida pasada.
Al
principio, la materia astral se distribuye niveladamente sobre todo el ovoide,
y tan sólo cuando la diminuta forma física llega a la existencia en medio del
ovoide, quedan atraídas hacia ella las materias astral y mental, amoldándose a
su configuración para ir creciendo en adelante con ella. Y al mismo tiempo que
ocurre este cambio de disposición, las materias mental y astral se ponen en
actividad y aparecen la emoción y el pensamiento.
El
aura del pequeñuelo es relativamente incolora y hasta que se desarrollan las
cualidades no empiezan a manifestarse los colores. Para modelar su vehículo
astral, se le proporciona al ego la materia a la que se hizo acreedor por los
deseos y emociones a los que cedió en su vida anterior; pero no está obligado a
utilizar esta materia en absoluto al elaborar su nuevo vehículo.
Si
se le dejara enteramente a sus inclinaciones, la acción automática del átomo
permanente tendería a formarle con la materia dada un cuerpo astral análogo al
que tuvo en su última vida, pero no hay razón para utilizar toda la materia
dada y si al niño se le educa y se le guía con tino y prudencia, recibirá
alientos para desarrollar completamente los gérmenes de bondad que ha traído de
su existencia anterior, a la vez que quedarán aletargados los gérmenes de
malicia hasta que, por último, se atrofien y se eliminen desplegando entonces
el ego desde su interior las virtudes opuestas, de suerte que en sus vidas
futuras se vea libre de las malas cualidades señaladas por esos gérmenes.
Padres
y maestros pueden ayudarle en esta deseable eliminación, no tanto por las
amonestaciones y consejos como por el aliento que infundan, el trato razonable
y cariñoso que le dispensen y el profundo afecto que le inspiren.
Conviene
recordar que si bien los cuerpos mental y astral son expresiones del hombre en
el actual estado de evolución en cuanto cabe dicha expresión en la materia de
sus planos respectivos, el cuerpo físico es un vehículo o una limitación
externa y por lo tanto es el instrumento preeminente del karma. La fuerza
evolutiva interviene en la selección de los materiales del cuerpo físico, pero
también a su vez queda limitada y entorpecida por el karma del pasado.
Los
padres han sido escogidos porque son aptos para dar un cuerpo conveniente al
desarrollo del ego que se les confía, aunque en cada par de progenitores caben
múltiples posibilidades, pues cada uno de ellos representa una larga línea de
antepasados, y a veces la elección de padre no está determinada por alguna
cualidad intrínseca, sino por otra que en grado extraordinario poseyó un
ascendiente y que se halla latente en el cuerpo físico del padre escogido.
En
esta y en varias generaciones anteriores, el poder de expresión de dicha
cualidad puede haber quedado dormido y sin ninguna eficacia; pero cuando llega
al linaje un ego que la posee, se despierta y aviva la facultad de expresarla y
tenemos lo que se llama atavismo o vuelta a un tipo ancestral.
LA
FORMACIÓN DEL CUERPO FÍSICO
En
la formación del cuerpo físico intervienen tres fuerzas principales: primera,
la influencia del ego que trata de asumir la nueva forma; segunda, la acción
del elemental constructor formado por los Señores del Karma; tercera, el
pensamiento de la madre.
Supongamos
que está a punto de formarse un cuerpo etérico para un ego en vías de
reencarnación. Este ego pertenece a cierto tipo y subtipo, y estas
características suyas se imprimen en el átomo físico permanente, que a su vez
determina cuál de las divisiones perpendiculares de materia etérica entrará en
la composición de dicho cuerpo etérico y en qué proporción se tendrá que
utilizar.
(El
átomo físico permanente no existe, es una mentira inventada por Leadbeater.)
Sin
embargo esta cualidad del ego no determina qué división horizontal ha de
utilizarse ni en qué proporción. La materia correspondiente a las divisiones
horizontales está en manos de los cuatro Devarâjas y la determinará el karma
pasado del hombre.
Cada
Devarâja tiene a sus órdenes una numerosa hueste de auxiliares, de manera que
no les pasa inadvertido ninguno de los nacimientos que ocurren simultáneamente
en la tierra. Los Devarâjas proyectan en forma de pensamiento el elemental
constructor a que antes nos hemos referido, encargado de elaborar el cuerpo
físico más adecuado al nuevo hombre, o sea que contenga ciertas posibilidades
necesarias para su evolución.
Este
puede nacer de un padre que ya tenga de por sí las cualidades requeridas y en
consecuencia las transmita a su hijo por herencia, o también puede nacer de un
padre cuyos antepasados, de una u otra línea, las poseyeran, de suerte que el
padre transmita al hijo los gérmenes dormidos capaces de responder a ellas.
Recordemos
que el elemental encargado de construir el cuerpo físico es el fruto o
resultado de las formas de pensamiento reunidas de los cuatro Devarâjas y que su
primera tarea es construir el molde etérico al que han de ajustarse las
partículas físicas del nuevo cuerpo infantil.
Para
construir el nuevo cuerpo etérico el elemental tiene a su disposición cuatro
variedades de materia etérica –las cuatro que presiden respectivamente sus
creadores– y el tipo del cuerpo etérico resultante dependerá de la proporción
en que se utilicen dichos componentes.
(Esas
cuatro variedades de materia etérica no existen y es otra mentira inventada por
Leadbeater.)
Recordemos
que el elemental no puede escoger materia de las divisiones perpendiculares,
pero tiene total libertad respecto a la materia de las divisiones horizontales.
En
nuestro nivel actual nos resulta completamente imposible comprender el
funcionamiento de una conciencia tan poderosa como la del Devarâja, por lo cual
nos limitamos a exponer el hecho sin pretensión de explicarlo de que cuando el
elemental cumple su labor no está completamente separado de las mentes que lo
proyectaron. Inexplicablemente para nosotros, el elemental continúa formando parte
de la conciencia de los Devarâjas, con algunas modificaciones; y en raros
casos, cuando un ego muy desarrollado empieza todavía en edad temprana a tomar
posesión activa de su cuerpo, parece que puede relacionarse directamente con
los Devarâjas y que, con el consentimiento de ellos, puede atraer sobre sí más
karma del que en un principio le habían asignado.
El
ego que es capaz de esto mientras el elemental se halla todavía en funciones,
también podrá mantener durante su vida el contacto con las divinidades kármicas
y recabar de ellas ulteriores modificaciones. Sin embargo, en cuanto se nos
alcanza, estas modificaciones subsiguientes sólo son posibles para acrecentar
pero no para reducir el karma que se ha de agotar.
El
despertar de conciencia que capacita a un ego así para relacionarse con los
Devarâjas y cooperar voluntariamente con ellos en lo que a sí mismo se refiere,
puede empezar en cualquier época de la vida; de modo que un ego que no
estuviera relacionado con ellos mientras el elemental construía su cuerpo
físico, sin embargo, por medio de un estupendo esfuerzo de
auto-desenvolvimiento y servicio, puede atraer la atención de los Devarâjas en
años posteriores y evocar de ellos una respuesta clara.
El
germen que se ha de convertir en el cuerpo físico del hombre consta de dos
componentes con dos grupos de potencias, y conviene tener mucho cuidado en no
confundir este germen físico que transmiten los padres con el átomo físico
permanente que el ego trae consigo.
En
esencia, se trata de un óvulo que contiene todas las posibilidades de la
ascendencia materna y está fecundado por un espermatozoide que entraña todas las
potencias de la ascendencia paterna.
Estos
dos grupos de posibilidades, potencias o potencialidades son muy amplios, como
se comprenderá fácilmente si consideramos el gran número de antepasados que
cualquiera de nosotros debe haber tenido en un período de mil años. Pero por
muy amplios que sean dichos grupos, tienen su límite.
Pongamos
por ejemplo el caso de uno de nuestros jardineros de Adyar, perteneciente a la
clase de los faquines o trabajadores analfabetos. Remontándonos a mil años
atrás han de contarse por millones los ascendientes de este hombre y sin
embargo todos ellos pertenecientes a la raza de los faquines, los cuales,
buenos o malos, inteligentes o tontos, bondadosos o crueles, desde el punto de
vista mental están limitados por lo tanto por las características especiales de
esa casta.
De
entre estas potencialidades, el elemental ha de hacer la selección, y para ello
le incumbe considerar la calidad y la forma, siendo infinitamente de mayor
importancia la primera, puesto que la segunda se relaciona principalmente con
la materia de los sub-planos inferiores. Pero la calidad de la materia etérica
elegida para formar el cuerpo etérico, o sea la parte superior del físico,
determinará en gran parte las capacidades de este cuerpo físico durante aquella
encarnación, es decir si ha de ser por naturaleza listo o torpe, plácido o
irascible, enérgico o flemático, sensitivo o apático.
(Esto
es falso y en realidad son las skandas quienes determinan esas caracteisticas.)
Por
consiguiente, la primera tarea del pensamiento-forma o elemental de los
Devarâjas, es escoger de entre las posibilidades de la ascendencia física del
feto la que ha de predominar en la formación del nuevo cuerpo físico y especialmente
en la formación del cerebro.
La
configuración externa, aunque también es importante, no merece tanta
consideración y también es parte de la tarea del elemental. Si el hombre ha
merecido, por limitación, la deformidad de su cuerpo físico o la debilidad de
alguno de sus órganos (corazón, pulmones, estómago, etc.), el elemental se
encarga de ajustar este karma.
Las
instrucciones –si cabe llamarlas así– recibidas por el elemental, consisten en
construir un cuerpo de cierta especie y grado de fuerza en el que predominen
determinadas características. Pero estas instrucciones no se le dan para que
las retenga en su mente, porque carece de mente, sino que más bien son él
mismo, su propia vida, pues una vez cumplidas dichas instrucciones el elemental
deja de existir, porque la obra para la que fue creado ya está realizada.
Los
entendidos en embriología saben muy bien que en ciertas etapas del desarrollo
del germen humano no se le puede distinguir del de un perro o un pez. Todos
crecen de la misma manera con la única diferencia del punto en que se detiene y
ultima su desarrollo. La razón de que mientras un germen se detiene al llegar a
cierta etapa de desarrollo y los otros lo prosiguen, no está muy clara desde el
punto de vista de los materialistas, porque se ven obligados a decir que la
materia procedente de determinado origen, aunque idéntica en apariencia a la
procedente de otro origen del todo distinto, posee no obstante cualidades
inherentes que la compelen a reproducir la forma de la que provienen.
La
fuerza compulsiva no es una cualidad inherente de la materia, pues toda ella es
idéntica y compuesta de los mismos elementos químicos. Dicha fuerza compulsiva
es la vida divina que actúa en progresiva presión para animar la materia y
moldearla en la forma que le conviene en aquella etapa particular de su
desarrollo. Tan pronto como la entidad se individualiza y por consiguiente
empieza a crear karma individual, interviene como factor adicional el
pensamiento-forma o elemental proyectado por las divinidades kármicas, quien
toma posesión del germen en desarrollo, incluso antes de que lo alcance el ego
respectivo.
La
forma y color de este elemental varía según los casos. Al principio, expresa
exactamente con configuración y tamaño el cuerpo infantil que ha de construir,
con el mismo aspecto en cuanto atañe a la obra del elemental que tendrá al
nacer. Los clarividentes que han visto esta figurilla, semejante a una muñeca
revoloteando en torno de la madre, y a veces en su mismo seno, la confundieron
frecuentemente con el alma del naciente, cuando en realidad sólo es el molde de
su cuerpo físico.
Cuando
el feto tiene el mismo tamaño del molde, queda terminada felizmente gran parte
de la tarea del elemental, y entonces procede a despojarse de su envoltura
externa para elaborar la forma, tamaño y configuración que ha de tener el
cuerpo infantil –considerada tan sólo la obra del elemental– en la época en que
haya de cesar en su cuidado. Y a partir de entonces el crecimiento del cuerpo
queda ya a cargo del mismo ego.
En
ambos casos, el elemental es de por sí el molde. Sus colores representan en
gran parte, las cualidades que debe dar al cuerpo que ha de construir y su
forma es generalmente la misma que ha de tener dicho cuerpo. El elemental sólo
existe para realizar su obra y al agotar la energía de que se le dotara, no hay
fuerza alguna que cohesione sus partículas y se desintegra.
(Esto
es falso porque el maestro Pastor especificó que el elemental es quien se ocupa
de las funciones básicas del cuerpo como la respiración, la digestión, etc.)
Este
elemental toma a su cargo el cuerpo desde un principio, pero algunas veces el
ego se relaciona con su futura morada antes del nacimiento físico y a partir de
ese momento ambas fuerzas actúan paralelamente: la del elemental y la del ego.
Hay casos en que las características o cualidades que ha de infundir el
elemental son pocas y por lo tanto puede retirarse cuando el niño todavía es
muy pequeño, dejando al ego en pleno gobierno del cuerpo. Mientras que en otros
casos, cuando la índole de las limitaciones requiere largo tiempo para
establecerlas, el elemental subsiste hasta que el cuerpo tiene siete años.
Los
egos difieren muchísimo en el interés que se toman por sus vehículos físicos,
pues algunos los rondan ansiosamente desde un principio y se preocupan por
ellos, mientras que otros se muestran por completo indiferentes.
Cuando
el feto nace muerto, por lo general no tiene ego que hubiese de ocuparlo, ni
tampoco elemental encargado de su crecimiento. Hay una infinidad de almas en
querencia de reencarnación y muchas de ellas en un grado evolutivo tan inferior
que les convendría cualquier ambiente vulgar, pues han de aprender tantas
lecciones que importa poco con la que hayan de principiar, y casi todas las
circunstancias imaginables les enseñarán algo de lo que dolorosamente
necesitan. Sin embargo suele ocurrir que en determinados momentos no haya
ningún ego capaz de aprovecharse de una oportunidad en particular y en ese
caso, aunque el pensamiento de la madre haya podido formar el cuerpo, no hay
ego que lo ocupe y nunca está verdaderamente vivo.
(Esto
es falso ya que cuando un bebé nace muerto se debe por diversos factores que
impidieron que la reencarnación se llevara exitosamente a cabo.)
Para
conseguir la forma, el elemental toma del cuerpo de la madre la materia etérica
que necesita. Esta es una de las razones de por qué la madre ha de tener mucho
cuidado durante el embarazo, pues si no proporciona al elemental la materia más
pura y de mejor clase, éste forzosamente tendrá que tomar la que encuentre a
mano.
(La
materia éterica de la que habla Leadbeater no existe.)
Otro
factor influyente en este período es el pensamiento de la madre, que también
contribuye a la forma que lentamente crece en su seno. Y de nuevo vemos por qué
los pensamientos de la madre han de ser, pues, especialmente puros y elevados,
y ha de mantenerse alejada de toda influencia grosera y turbulenta, y por qué
ha de estar rodeada de hermosísimas formas y colores y prevalecer en su
ambiente y vecindad las circunstancias más armoniosas.
Las
instrucciones del elemental no incluyen el desarrollo especial de los rasgos
fisonómicos o las líneas del semblante, tales como una belleza o fealdad
extraordinarias. Esta parte de la formación del nuevo cuerpo incumbe al
pensamiento de la madre y a las formas mentales que flotan de continuo a su
alrededor.
(Esto
es falso y en realidad tiene que ver con el código genético que recibe el
bebé.)
Si
la madre piensa amorosamente en su marido, tendrá muchas probabilidades de que
la criatura se parezca al padre, y si por el contrario se mira frecuentemente
al espejo y piensa mucho en sí misma, será fácil que se parezca a ella.
Asimismo si piensa de continuo con afecto o admiración en una tercera persona,
la criatura se parecerá a ésta, con tal que el elemental no tenga instrucciones
concretas sobre el parecido fisonómico.
(A
inicios del siglo XX todavía no se había descubierto la existencia del ADN y es
por eso que Leadbeater dice semejantes burradas.)
Cuando
el niño está ya crecidito, sus propios pensamientos influyen notablemente en su
cuerpo físico y como son distintos de los de la madre, la fisonomía se altera
bastante, unas veces ganando y otras perdiendo en hermosura según pasan los
años. El aforismo “el hombre es según lo que piensa” resulta tan verdadero en
el plano físico como en los demás planos, y si el pensamiento es siempre
tranquilo y sereno, se reflejará en el semblante.
(El
pensamiento influye pero tiene fuertes limitaciones a nivel de la materia y la
prueba es que existe gente muy mal pensada pero que a pesar de ello es
atractiva físicamente.)
A
un ego avanzado le son sumamente fatigosas las etapas de la primera infancia.
Recuerdo que el difunto T. Subba Rao se lamentaba amargamente de su niñez
cuando tomó su nuevo cuerpo. Decía que a lo sumo sólo le era posible tenerlo
dormido unas veinte horas diarias, y el resto del tiempo se veía en la
precisión de vigilarlo de cerca y escudarlo, escuchando sus lastimeros gemidos
y soportando el alimento de insípidas y nauseabundas variedades de papillas.
A
veces un ego muy adelantado elude todos estos inconvenientes, solicitando de
otro individuo la cesión de un cuerpo adulto, y este sacrificio lo hace siempre
gustoso alguno de sus discípulos. Sin embargo este procedimiento también tiene
sus inconvenientes.
Por
muy penoso que sea el paso por la infancia tiene la ventaja de que el hombre
crece en un cuerpo propio que llega a ser en lo posible su genuina expresión y
con cuyas peculiaridades se conforma, pero el que toma un cuerpo adulto lo encuentra
ya acostumbrado a las singularidades de su propietario que dejó en él las
huellas profundas de hábitos difíciles de extirpar. Forzosamente ha de
resultarle inadecuado en muchos puntos y necesita largo tiempo para poner sus
vibraciones a tono consigo mismo.
Al
reencarnar, un ego ha de adaptarse siempre a un nuevo conjunto de
circunstancias, y cuando nace de la manera ordinaria puede ir adaptándose
gradualmente a ellas según crece el cuerpo, mientras que si toma un cuerpo ya
adulto ha de adaptarse de súbito al nuevo ambiente, lo cual suele ser muy
difícil tarea. En este caso retiene sus cuerpos astral y mental que, como
contrapartes del cuerpo físico que tuvo la última vez, han de ajustarse a la
nueva forma. Y también este ajuste puede efectuarse gradualmente si el hombre
nace con cuerpo infantil, y si toma un cuerpo adulto los ha de ajustar
inmediatamente con penoso esfuerzo.
LAS CARACTERÍSTICAS
PERSONALES
Del
examen de varios casos he deducido que en el hombre vulgar la fisonomía rara
vez es la misma al pasar de una a otra vida; algunas veces observé muchísimo
parecido pero en general cambia totalmente. Como quiera que el cuerpo físico es
en cierta medida la expresión del ego y éste permanece al mismo, ha de haber
casos en que se manifieste en formas semejantes, aunque contra esta tendencia
prevalecen las características de raza, familia y otras.
Cuando
un individuo está adelantado hasta el punto en que se unifican el ego y la
personalidad, se imprimen más o menos en esta última las características de la
gloriosa forma del cuerpo causal, que es relativamente permanente.
En
el caso de un adepto que ya tiene todo el karma personal extinguido, el cuerpo
físico es el más aproximado trasunto del cuerpo causal. Así los Maestros son
reconocibles en cualquiera de sus encarnaciones. Observé que un Maestro llegado
hace poco al nivel de adepto no tenía el mismo aspecto que los demás, pues sus
facciones eran algo toscas.
Estoy
seguro de que en la próxima encarnación será diferente. No espero ver mucha
diferencia en los cuerpos de nuestros Maestros, aunque tomaran otros distintos
y encarnaran en otra raza. He visto prototipos de lo que serán los cuerpos en
la séptima raza raíz y han de ser hermosos de verdad. La forma gloriosa del
cuerpo causal es una aproximación de dicho prototipo al cual se va acercando el
hombre según progresa.
La
forma humana parece ser el modelo para la evolución superior en nuestro sistema
solar. Varía ligeramente en los diferentes planetas pero en líneas generales es
la misma. En otros sistemas solares tal vez la forma adecuada a la evolución
superior sea totalmente distinta, aunque sobre este particular no sabemos nada.
(Leadbeater
pretendió haber descubierto esto por medio de su “gran clarividencia”, pero
dado que la clarividencia de Leadbeater fue nula, esto en realidad él lo está
inventando.)
RECUERDO
DE LOS CONOCIMIENTOS PASADOS
Todavía
no conocemos con certeza las leyes que rigen la facultad de imprimir el
conocimiento detallado de una vida en el cerebro físico de la siguiente. Las
pruebas de que realmente disponemos parecen demostrar que por lo general se
olvidan los pormenores, pero los principios capitales se le representan con evidencia
intuitiva a la nueva mente.
Muchos
de nosotros, al leer por primera vez en esta encarnación una obra teosófica
hemos exclamado: “Esto es exactamente lo que yo siempre he pensado, pero no
sabía cómo expresarlo.”
(Aquí
Leadbeater está siendo muy hipócrita porque él deformó enormemente la enseñanza
teosófica genuina.)
En
algunos casos, aunque parece haber poca memoria de conocimientos pasados,
reconocemos por verdadera la enseñanza apenas nos la presentan. La señora
Besant, en su encarnación de Hypatía, debió conocer indudablemente gran parte
de la filosofía de aquella época que no estaba expresada con claridad en su
actual cerebro durante los períodos de la presente encarnación en que militó en
el protestantismo y en el libre pensamiento.
(Leadbeater
inventó que Annie Besant en una vida anterior había sido la filosofa Hypatía,
pero Besant no mostró tener las habilidades que si tenía Hypatía lo cual
desacredita esa afirmación.)
Si
hemos de tener confianza en la tradición esotérica, vemos que incluso el mismo
Buddha descendido de los planos superiores con el decidido propósito de nacer
para ayudar al mundo, no tuvo una idea clara de su misión después de tomar su nuevo
cuerpo y únicamente al cabo de muchos años de indagarlo consiguió recuperar su
pleno conocimiento. Por supuesto que hubiera podido tener este conocimiento
desde un principio si así lo hubiera deseado, pero prefirió someterse al
destino común.
En
el caso del Buddha cabe otra explicación. El cuerpo nacido del rey Suddhodana y
de la reina Maya pudo no estar habitado durante la infancia por el Señor
Buddha. Puede que, como hizo Cristo, encomendara a uno de sus discípulos que
cuidara de aquel vehículo para cedérselo a él en cuanto lo necesitase, y puede
que lo tomara en el momento en que el cuerpo ya desfallecía tras las
prolongadas austeridades de seis años de indagar la verdad.
(Mientras
que la verdadera teosofía explica que Cristo es un principio cósmico, en cambio
Leadbeater inventó que Cristo era un hombre muy evolucionado que vivía en los
Himalayas y dirigía a los maestros transhimaláyicos, lo cual es falso.)
Si
esto fuera así, resultaría que el príncipe Siddartha no recordaba ninguno de
los anteriores conocimientos del Señor Buddha porque no era la misma
personalidad, pero en cualquier caso podemos estar seguros de que el ego, el
verdadero hombre, siempre sabe lo que una vez aprendió, aunque no siempre sea
capaz de imprimirlo en su nuevo cerebro sin la ayuda de una sugerencia externa.
Afortunadamente
para nuestros estudiantes, parece ser regla invariable que aquel que en una
vida aceptó la verdad oculta, siempre se pone en contacto con ella en la vida
siguiente, y reaviva así su adormecida memoria.
Se
podría añadir que la ocasión de recuperar el conocimiento de la verdad es el
karma de haberla aceptado y de habernos esforzado en vivir de acuerdo con ella
en la encarnación anterior. Sin embargo, todas las probabilidades son que
cuando volvamos a reanudar nuestra labor en el plano físico, lo que hoy
llamamos creencias teosóficas sea ya la doctrina general de la gente y se nos
eduque en ellas de una manera corriente.
Si
eso sucede, la diferencia entre los que hoy la estudian y los que no lo hacen
será que los primeros reciban la enseñanza con entusiasmo y progresen
rápidamente, mientras que para los segundos no pasará de ser lo que la ciencia
actual es para las mentes de tipo refractario al conocimiento científico. En
todo caso, que nadie piense, ni por un momento, que el aprovechamiento de nuestro
estudio y de la penosa labor realizada se pierda jamás.
(Sección siete)
OBSERVACIÓN
Este es un
ejemplo más de como Leadbeater tergiversó la enseñanza original y le añadió
muchas falsedades a su neo-teosofía.
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