EL MILAGRO DE LOS MAESTROS QUE PRESENCIÓ HENRY MORGAN


 
 
 
En enero de 1883 se construyó en Adyar un cuarto anexo a la recamara de Blavatsky al que se le denominó el “Cuarto Oculto”, y un armario de madera al que se le llamó el “Relicario” fue suspendido del techo de ese cuarto.
 
Al interior del armario fueron colocados los retratos de los maestros Kuthumi y Morya y también algunos objetos que Blavatsky había preparado magnéticamente para que sirvieran de conexión con los maestros, y de esa manera se facilitaba teletransportar las cartas que los maestros estuvieron intercambiando con los miembros de la Sociedad Teosófica durante ese periodo.
 
Pues bien, en agosto de 1883 el General de División Henry Rhodes Morgan fue a visitar el Relicario, y posteriormente él escribió un artículo que se publicó en la revista The Theosophist donde narró lo que le sucedió a él y a la señora Coulomb durante esa visita:
 
 
« En el pasado mes de agosto de 1883, teniendo la posibilidad de ir a Madrás en ausencia del coronel Olcott y la Sra. Blavatsky, visité el Centro de Operaciones de la Sociedad Teosófica para ver la maravillosa pintura del Maestro Kuthumi que se conserva allí dentro del Relicario.
 
La señora Coulomb avanzó rápidamente para abrir la doble puerta del armario suspendido del techo, jalándola precipitadamente. Y al hacerlo no observó que una bandeja china de porcelana se encontraba al borde del relicario apoyada en contra de una de las puertas, por lo que al moverla se desplomó, haciéndose añicos al caer contra el duro piso.
 
Mientras que la señora Coulomb retorcía sus manos y se lamentaba por este desafortunado incidente de un valioso artículo de la Sra. Blavatsky, y mientras que el señor Alexis Coulomb estaba de rodillas recogiendo los trozos, hice la observación de que sería necesario obtener algún cemento de porcelana, y tratar de restaurar los fragmentos.
 
Así que el señor Coulomb fue despachado a obtenerlo. Las piezas rotas se juntaron cuidadosamente y se colocaron en un trozo de tela que fue amarrado y colocado dentro del relicario, cerrando con llave las puertas.
 
 
Cuando apenas habían pasado cinco minutos; abrimos las puertas, encontramos una pequeña nota en el entrepaño del relicario, que al leerla decía:
 
“A la reducida audiencia presente. La señora Coulomb tiene la oportunidad de asegurarse que el diablo no es ni tan negro, ni tan malo como generalmente se le representa; el daño ha sido fácilmente reparado.”
 
¡Y al desenvolver el paño de tela, descubrimos que la bandeja de porcelana estaba completa y en perfecto estado; sin que pudiéramos encontrar ni un rastro de rotura en ella!
 
La señora Coulomb cree que las muchas cosas de naturaleza maravillosa que ocurren en el Cuartel General se deben a “obra del diablo” y de ahí la observación juguetona del Maestro quien con sus poderes reparó bandeja de porcelana. »
(The Theosophist, v5, suplemento, diciembre de 1883, p.31)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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