Cuando
Blavatsky y Olcott dejaron Nueva York para irse a vivir a la India, ellos
pasaron dos semanas en Londres y ahí ellos con otros tres teósofos se
encontraron con el maestro Morya, y este encuentro lo relató el coronel Olcott
en su Diario:
« El
incidente más notable de nuestra estancia en Londres fue el encuentro de tres
de nosotros con un Maestro mientras caminábamos por la calle Cannon. Esa mañana
había una niebla tan densa que difícilmente se podía ver a través de la calle,
y Londres ofrecía su peor aspecto.
Los
dos que estaban conmigo lo vieron primero, pues yo estaba junto al borde de la
acera y justo en ese momento mis ojos estaban ocupados en otra cosa. Pero
cuando ellos lanzaron una exclamación, volteé rápidamente la cabeza y encontré
la mirada del Maestro cuando este me miraba sobre su hombro.
No
me era conocido, pero reconocí el rostro como el de uno de los Gloriosos, pues
una vez visto, ese Adepto no puede confundirse, debido a que como existe una
gloria en el sol y otra gloria en la luna, igualmente existe un brillo en los
rostros de los humanos ordinarios, y otro trascendente en los rostros de los
Adeptos que surge a través de la lámpara de barro del cuerpo (como lo llama el
erudito Maimónide) la luz interior del espíritu despierto que irradia
refulgentemente.
Nuestro
grupo continuó unido por la City y juntos regresamos a la casa del Dr. Billing;
y al entrar tanto la Sra. Billing como H.P.B. nos dijeron que el Hermano había
estado allí y él mencionó que nos había visto a los tres –nombrándonos– en la
City.
El
relato de la Sra. Billing es interesante. Ella dijo que la puerta principal
estaba cerrada con llave como de costumbre, por lo que nadie podía entrar sin
tocar la campanilla. Pero cuando ella dejó su salón para dirigirse al cuarto de
H.P.B. a través del vestíbulo, casi tropieza con un extraño de alta estatura
que se encontraba parado entre la puerta del vestíbulo y la habitación de
H.P.B.
Ella
lo describió como un hindú muy alto y apuesto, con una mirada particularmente
penetrante que parecía atravesarla. Por un momento permaneció tan perpleja que
no pudo proferir una palabra, pero el extraño le dijo:
- “Deseo
ver a Madame Blavatsky.”
Y
entonces se dirigió hacia la puerta de la habitación donde Blavatsky esta
estaba sentada. La Sra. Billing la abrió y lo invitó a pasar. Así lo hizo, y
caminó directamente hacia H.P.B., le hizo un saludo oriental y comenzó a
hablarle en un idioma cuyos sonidos le eran totalmente extraños a la Sra.
Billing, a pesar de que su larga práctica como médium le había proporcionado
contactos ocasionales con personas de diferentes naciones.
Naturalmente,
la Sra. Billing se levantó para abandonar la habitación, pero H.P.B. le pidió
que permaneciera y que no se preocupara porque ella y su visitante hablaran en
un lenguaje extranjero, pues tenían algunos asuntos ocultos que arreglar.
No
podría decir si este moreno y misterioso visitante hindú le transfirió a H.P.B.
un refuerzo para su poder psíquico, pero esa noche durante la cena H.P.B.
alegró el corazón de su anfitriona extrayendo de debajo de la mesa, una tetera
japonesa de una ligereza extrema, creo que a petición suya, aunque no estoy
seguro al respecto. »
(Las Hojas de un Viejo Diario II, capítulo 1)
OBSERVACIONES
Claramente
la descripción que dieron los testigos corresponde al maestro Morya, por lo que me
extraña que el coronel Olcott haya dicho que no sabía quién era ese Adepto debido a que
él ya se había encontrado con Morya anteriormente. Tal vez el coronel Olcott
dijo eso porque cuando él escribió ese texto no quería revelar la identidad de
ese maestro.
Y
no tengo claro si Morya se presentó en esa ocasión con su cuerpo físico o si él
materializó su cuerpo sutil, aunque yo me inclino más por la segunda opción.
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