LAS EXPERIENCIAS DE CONSTANCE WATCHMEISTER CON LAS CARTAS DE LOS MAESTROS

 

 
La condesa Constance Watchmeister en su libro “Reminiscencias acerca de H.P. Blavatsky y La Doctrina Secreta” mencionó varios casos que ella presenció acerca de las cartas que los maestros materializaron y desmaterializaron:
 
 
 
Directivas para Blavatsky
 
Me fue posible observar de tiempo en tiempo un incidente que ocurría con frecuencia y que indica otra forma de la guía y ayuda que le fueron dadas a Blavatsky en su trabajo.
 
A menudo, temprano en la mañana, yo veía sobre su escritorio un trozo de papel con caracteres desconocidos trazados en tinta roja. Y al preguntarle a Blavatsky el significado de esas misteriosas notas, ella me contestaba que indicaban su trabajo para ese día.
 
(Nota de Cid: el maestro Kuthumi acostumbraba escribir en azul, mientras que el maestro Morya acostumbraba escribir en rojo, así que muy probablemente era él quien dejaba esas directivas.)
 
Esos son ejemplos de los mensajes "precipitados" que han sido objeto de tanta acalorada controversia aun en las filas de la Sociedad Teosófica, y de interminables e ignorantes debates de sus detractores; "los mensajes rojos y azules fantasmales, como los denomina un señor que prefiero no mencionar su nombre".
 
Y a continuación les cito un extracto de una carta de Blavatsky escrita en ese tiempo, y publicada luego en la revista The Path donde ella habla acerca de ese fenómeno:
 
"¿Que fue fraude?
 
Ciertamente no.
 
¿Fue escrito por elementales?
 
NUNCA.
 
Pero en cambio si fue entregado y el fenómeno físico es producido por elementales utilizados para ese propósito; pero ¿qué tienen ellos que ver esos seres insensibles, con las porciones inteligentes del más pequeño y más trivial mensaje?"
 
 
Poco puede asombrarnos que esos mensajes sean recibidos con sospecha en el presente estado de ignorancia en el que se encuentra la gente en lo que se refiere a los fenómenos psíquicos. Lo más que podría esperarse del hombre común sería la suspensión de todo juicio, acompañada de una buena voluntad de aprender e investigar.
 
Pero cuando llegamos a examinar el proceder de Blavatsky en presencia de tales mensajes, obtenemos una prueba incontrovertible de su buena fe.
 
Estos mensajes llegaron directamente hacia ella y los requerimientos que contenían fueron siempre recibidos por Blavatsky con sumisión y obediencia, aun en los casos en que ella hubiera preferido actuar de otra manera.
 
 
 
 
 
Nota dentro de un paquete
 
Yo tenía el hábito de salir diariamente, si me era posible, durante una hora, pues había notado que tanto el aire como el ejercicio eran necesarios para mi salud, y recuerdo un curioso incidente que me aconteció en relación con uno de esos paseos.
 
Me encontraba caminando en una de las partes más frecuentadas de la población y al pasar frente a la tienda de un perfumista vi en la vidriera unos jabones dentro de un recipiente de vidrio. Recordando que necesitaba comprar uno, penetré en el comercio y escogí un jabón de los que allí había.
 
Vi cómo el comerciante lo envolvía, tomé el paquetito de su mano, lo puse en mi bolsillo y continué mi paseo.
 
Cuando retorné al departamento fui directamente a mi habitación sin ir antes a ver a Blavatsky y me quité el sombrero y el abrigo. Sacando el paquetito del bolsillo comencé a desatar el hilo y a desenvolverlo y al hacerlo noté que allí había adentro una pequeña hoja de papel doblada.
 
No pude menos que pensar cuán inclinados son los comerciantes a distribuir avisos hasta el punto de ponerlos aunque sea en una pastilla de jabón. Sin embargo recordé de inmediato que había visto cómo el comerciante envolvía el jabón y no vi que pusiera ningún papel en el paquetito.
 
Eso me pareció extraño y como el papel había caído al suelo me agaché, lo recogí y lo desdoblé encontrando en él algunas observaciones dirigidas a mí en la escritura del Maestro de Blavatsky que yo había tenido ocasión de ver anteriormente.
 
Eran explicaciones de acontecimientos que me habían preocupado durante los últimos días, y me daba algunas instrucciones relativas al futuro curso de mis acciones.
 
Ese fenómeno fue peculiarmente interesante para mí por haber acontecido sin el conocimiento de Blavatsky independientemente de ella, pues ella estaba escribiendo, despreocupada en ese momento, sentada frente a su mesa de trabajo en el escritorio, tal como pude comprobarlo más tarde.
 
Desde el fallecimiento de Blavatsky varias personas han recibido cartas del mismo Maestro, mostrando así su actuación independiente de ella. Pero fue interesante ser testigo de ello durante su vida, y recuerdo otro incidente relacionado con un fenómeno de igual naturaleza.
 
 
 
 
 
Respuestas a Franz Hartmann
 
El doctor Hartmann me había escrito una carta rogándome que me cerciorara por el Maestro mismo de algo que tenía conexión con él. Mostré la carta a H.P.B. y le pregunté si ella haría la comunicación.
 
Ella me contestó:
 
-        "No, vea lo que usted puede hacer, póngala en el retrato del Maestro y si el Maestro desea contestar a Hartmann, la carta será tomada."
 
Cerré la puerta de la habitación de Blavatsky y me dirigí hacia el escritorio sobre el cual había un retrato al óleo del Maestro; coloqué la carta en el marco, tomé un libro y leí durante una media hora sin que nadie entrara en la habitación durante todo ese tiempo. Cuando volví mi mirada hacia la carta, ya había desaparecido.
 
Pasaron algunos días durante los cuales no supe nada. Pero un atardecer, al recibir la correspondencia, vi una carta del doctor Hartmann y pensé para mí misma que era muy voluminosa y que era extraño que no hubieran exigido más franqueo.
 
Cuando abrí el sobre, saqué primero la carta del doctor Hartmann que había colocado en el cuadro, luego una carta del Maestro que contestaba las preguntas de Hartmann, y finalmente la nueva carta de Hartmann en cuyo margen había anotaciones de mano del Maestro relativas a los asuntos contenidos en la carta.
 
Y en el sobre de la carta de Hartmann había un sello con la firma del Maestro precipitada en el sobre.
 
(Observación de Cid: por lo que comprendí, Morya le contestó a Hartmann su primera carta, con una carta donde el maestro puso sus respuestas.
 
Y entonces Hartmann le envió por correo a la condesa un sobre conteniendo esas dos cartas, más una nueva carta con más preguntas.
 
Y esa vez lo que hizo Morya fue precipitar directamente sus respuestas en ese sobre ya que eso consume menos energía que materializar toda una carta entera.)
 
Fenómenos como ese ocurrían constantemente. Las cartas recibidas se encontraban frecuentemente anotadas de la mano del Maestro; se hacían en ellas comentarios sobre lo escrito. En otras ocasiones, las cartas desaparecían por varios días y cuando eran devueltas se habían anotado observaciones sobre su contenido.
 
 
 
 
 
La primera carta que recibió la condesa
 
La primera vez que esto me aconteció fue causa de gran sorpresa para mí. Una mañana temprano, durante el desayuno (pues las cartas eran a menudo traídas por el primer correo) Blavatsky recibió varias cartas y se entregó de inmediato a su lectura.
 
Yo encontré una de Suecia que me causó cierta perplejidad. No sabiendo cómo contestarla, la coloqué sobre la mesa a mi lado y continué con mi desayuno, reflexionando sobre su contenido.
 
Pronto terminé el desayuno, me levanté y extendí la mano para recoger mi carta, pero ya no estaba donde la había dejado. La busqué debajo de mi plato, sobre el piso, en mi bolsillo, pero no la encontré.
 
Blavatsky levantó la vista del periódico ruso que estaba leyendo diciéndome:
 
-        "¿Qué está buscando?"
 
Le contesté:
 
-        "Una carta que recibí esta mañana."
 
Ella me respondió tranquilamente:
 
-        "Es inútil buscarla, el Maestro estaba a su lado y le vi tomar un sobre."
 
Pasaron tres días sin noticias de mi carta, cuando una mañana mientras estaba ocupada escribiendo en el comedor, vi de pronto el sobre encima del papel secante y en el margen de la carta había comentarios con la indicación de cómo debía de actuar, y la posterior experiencia me probó que esa indicación era muy sabia.
 
En toda ocasión encontré que siempre era así, y si hubiera actuando de acuerdo con las indicaciones que llegaron de esa fuente, me hubiera evitado pérdidas monetarias y una gran parte de preocupaciones y dificultades, como en la siguiente ocasión.
 
 
 
 
 
Otra carta que también recibió
 
Algunos años antes había comprado en Suecia una propiedad cerca del mar. Era una hermosa casa. Gasté bastante tiempo y planes en repararla y amueblarla, y también en arreglar los jardines y el parque, de todo lo cual me sentí muy orgullosa.
 
Un día Blavatsky me dijo:
 
-        "Me pregunto por qué no vende su propiedad en Suecia, pues entonces usted quedaría más libre para trabajar por la Teosofía."
 
Pero yo le contesté:
 
-        "¡Oh! Blavatsky, ¿cómo puede pedirme que haga tal cosa?  No desearía desprenderme de mi casa después de todo el trabajo y gasto que me causó, y además estoy segura de que mi hijo se opondría a la venta. Habría además bastante dificultad en encontrar un comprador."
 
A todo lo cual Blavatsky me contestó:
 
-        "El Maestro desea que le comunique que si usted ofrece enseguida su propiedad en venta, usted podrá venderla sin pérdida. El Maestro me ha dicho esto porque sabe que usted desea trabajar por la Teosofía y usted se ahorraría muchas dificultades si lo hace de inmediato."
 
Pero yo no la escuché, en mi fuero íntimo pensé:
 
Madame Blavatsky quiere que yo venda la propiedad para así ligarme más a la Teosofía. Mis amigos me escriben de todos lados diciendo que ella es una vieja intrigante que me está "psicologizando" y usando el nombre del Maestro simplemente para valerse de mi credulidad y forzarme a hacer lo que desea, aquí se me presenta una buena oportunidad para demostrarle que puedo mantener libre mi propia voluntad y preservar mi independencia de acción.
 
De manera que no tomé ninguna medida, pero más tarde tuve mis razones para arrepentirme, pues descubrí que si hubiera ofrecido en venta mi propiedad en esa ocasión podría haberla vendido más ventajosamente; además mi hijo no hubiera presentado ninguna objeción en ese momento pues él mismo me urgió a venderla.
 
Finalmente la vendí varios años después con una pérdida considerable, luego de haber pasado por muchas preocupaciones y molestias con la propiedad.
 
(Capítulos 6 y 7)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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