La
condesa Constance Watchmeister en su libro “Reminiscencias
acerca de H.P. Blavatsky y La Doctrina Secreta” transcribió varias de las cartas
que Blavatsky le escribió.
Carta
escrita en Elberfeld
La
condesa estuvo cuidando a Blavatsky en Wurzburgo en
Alemania, pero cuando llegó el verano, temporalmente se separaron y Blavatsky
se fue a vivir a Ostende en Bélgica.
Pero antes Blavatsky fue a visitar a sus amigos, la familia Gebhard, quienes vivían en Elberfeld en Alemania.
Durante
los meses de verano recibí con frecuencia cartas de H.P.B., y las primeras
noticias fueron tristes. Ella se había caído en el resbaladizo parquet, en la
casa del señor Gebhard en Elberfeld e infortunadamente se había torcido un
tobillo y lastimado la pierna.
Esto
le imposibilitó llevar a cabo sus planes de continuar su viaje hasta Ostende.
Tuvo que permanecer con sus amigos cuya bondad era ilimitada. No omitieron nada
que pudiera aliviar sus sufrimientos y hacerle la vida agradable. Con ese
propósito invitaron a Mme. Jelihowsky y a su hija para que se alojaran con
ellos y H.P.B. quedó muy contenta de tener a sus parientes otra vez con ella.
En
una carta ella me escribió:
"Mi vieja pierna
está un poco mejor, sin dolor, pero por el momento me es por completo inútil y
sólo el cielo sabe cuando estaré en condición de caminar con ella, aunque sea
de una manera bastante débil como lo hacía antes.
¡La querida señora
Gebhard! ella hace el trabajo de una nurse conmigo y lleva su bondad hasta el
punto de encontrar que mi temperamento se ha suavizado y se muestra más calmo
que antes. Et por válidos motivos. Es que no hay trabajadores cerca, como los
había entonces en. . .
El manuscrito de La Doctrina Secreta me fue devuelto por
el Reverendo amigo. Él lo encuentra superior a la Introducción y ni siquiera ha
hecho una media docena de correcciones. Dice que está perfecta.”
Como
casi todas esas cartas de H.P.B. se refieren a la marcha de la Sociedad
Teosófica, que depende de las varias personas que la componen, encuentro que es
casi imposible citar de sus cartas sin transcribir ciertas partes que se
relacionan con los miembros prominentes de ese tiempo y como he tratado en
estas notas de evitar, tanto como puedo mencionar personalidades, sólo cito
algunas frases pertinentes.
Cartas
escritas en Ostenden
A
su llegada a Ostende, con su hermana y su sobrina, H.P.B. me escribió:
“Aquí me encuentro
triste, desilusionada de todo y del todo. Si hubiera sabido lo que ahora sé,
hubiera permanecido quieta en Wurzburg e ido a Kissingen y dejado este último
lugar sólo en septiembre, pero tal fue y es mi destino y estaba determinado que
yo gastara todos mis pobres ahorros y pasara el invierno en Ostende.
Ahora eso ya fue
hecho y no hay nada que hacer al respecto. Los hoteles (¡oh, vosotros dioses
del Avitchi!) por una noche en el Continent tuve que pagar 117 francos por
nuestras habitaciones.
Entonces, mi hermana,
desesperada, se levantó por la mañana y se sintió atraída a cierta parte del bulevar,
en la costa del mar y en una calle transversal encontró un apartamiento en la
planta baja para alquilar. Tres espléndidas habitaciones a la izquierda y dos a
la derecha del pasaje o sean cinco habitaciones y una cocina abajo, todo por
1.000 francos por la estación y 100 francos mensuales un mes después.
¿Qué podía yo
hacer?
Resultado: su amiga [H.P.B.]
con sus inservibles piernas, se estableció en un grupo de habitaciones a la
izquierda y mi hermana tomó dos habitaciones, un cuarto de bajío elegante y una
sala o comedor a la derecha del pasaje.
Cuando ella se
ausente, que será en unos diez días, sus habitaciones quedarán libres. Entonces
puede ser que venga el señor Sinnett. Es agradable poseer dos habitaciones para
nuestros amigos. En cuanto a mí, tengo habitaciones muy lindas; el dormitorio
da a un gran estudio del que está separado por un arco y cortinas de satén. En
una pequeña salita hay un piano también y tengo todo ese lado para mí.
Sí, trataré de
concentrarme una vez más en La Doctrina
Secreta, pero es difícil. Me siento muy débil, querida, pobre en salud y
sin el uso de mis piernas como nunca me he encontrado cuando usted cuidaba de
mí. . .
Estoy tan nerviosa
como una gata y siento que soy desagradecida. Y eso es porque siempre se ha mostrado
en la antigua simbología que la gratitud reside en los talones y habiendo
perdido el uso de mis piernas ¿cómo puede esperarse que lo tenga? Tengo afecto,
pero sólo por...”
Otra
de las cartas de H.P.B. dice:
"Estoy tratando
de escribir La Doctrina Secreta, pero
Sinnett que está aquí por algunos días, desea que toda mi atención se concentre
en las benditas Memorias. La señora Sinnett no pudo venir y él se irá pronto y
entonces me quedaré sin piernas, sin amigos y sola con mi karma. ¡Lindo compañero!".
Y
luego en otra carta me dice:
"Mis pobres
piernas han dejado de hacer compañía a mi cuerpo. Es un ‘ausentismo’, como se
dice en la India, limitado, si no es para siempre, sea cual fuere la causa. El
hecho es que estoy ahora tan sin piernas como lo puede estar cualquier
elemental.
No; excepto Louise y
mi casera con su gato y su petirrojo, no conozco una sola alma en Ostende. Ni
un solitario ruso hay aquí en esta estación, exceptuándome a mí que quisiera
ser turca y volver a la India. Pero no puedo porque no tengo ni piernas ni
reputación, de acuerdo a las infames calumnias de la S.P.R.
Creo que la gota y el
reumatismo alcanzarán pronto al corazón; siento gran dolor en él.”
Cartas
escritas en Inglaterra
La
condesa volvió a cuidar a Blavatsky en Ostenden, pero una grave enfermedad casi
mata a Blavatsky y solo se salvó porque su maestro la curó. Después de ese
evento Blavatsky se fue a vivir a Inglaterra, y la condesa regresó a su casa en
Suecia para descansar ya que ese acontecimiento la había dejado muy exhausta.
Durante
el verano recibí algunas cartas de H.P.B. y aquí transcribo extractos de dos de
ellas fechadas en Maycot, Norwood [cerca de Londres]:
"Sólo puedo
decir que no me siento feliz aquí, ni siquiera a gusto como cuando estaba en
Ostende. Me encuentro en el campo del enemigo y eso dice todo. . .
Esta casa es un
agujero donde todos nos encontramos como arenques en un barril, tan pequeña,
tan incómoda. Cuando hay tres personas en mis dos habitaciones (que son la
mitad del dormitorio que tenía en Ostende) nos pisamos en todo momento nuestros
pies. Y cuando hay cuatro, nos sentamos unos en las cabezas de otros. Además
aquí no hay tranquilidad, pues el más mínimo ruido se siente en toda la casa.
Todo esto es molestia
personal, pero hay algo más mucho más importante. Hay tanto trabajo (teosófico)
para hacer aquí que yo tengo o que renunciar a escribir La Doctrina Secreta, o dejar el trabajo teosófico sin hacer.
Es por esas causas
que se requiere de vuestra presencia más que cualquier otra cosa. Si dejamos de
aprovechar las buenas oportunidades, nunca más tendremos mejores. Usted sabe,
supongo yo, que una Logia Blavatsky fue organizada y legalizada por Sinnett y
otros. Está compuesta de catorce personas hasta ahora.
Usted sabe además que
se ha formado una editorial The Theosophical Publishing Company por las mismas
personas, y que no sólo hemos empezado a publicar una nueva revista teosófica,
sino que ellos insisten en publicar ellos mismos La Doctrina Secreta. Se han suscrito 200 libras para nuestra nueva
revista Lucifer, y 500 libras para La Doctrina Secreta.
Se ha formado una
Limited Publishing Co. legalmente registrada. Todo eso ha sido, hecho ya. Tengo
reuniones regulares los jueves cuando diez u once personas tienen que
amontonarse en mis dos habitaciones y sentarse sobre mi escritorio y el
sofá-cama.
Duermo en el sofá que
usaba en Wurzburg ya que no hay lugar para una cama. Si usted viene tendrá una
habitación arriba."
Luego
me escribió que el último proyecto era el de alquilar una casa en Londres cuyos
gastos habrían de ser compartidos por los dos Keightley, ella misma y yo, y que
esperaba que yo aprobaría el plan, pues pensaba que sería muy ventajoso tener
una Sede Teosófica en Londres. Eso facilitaría considerablemente nuestro
trabajo e induciría a otros a venir a vernos por la mayor accesibilidad.
Habiéndole
escrito que estaba dispuesta a unirme a ella en el proyecto propuesto y que me
vería en Londres, recibí las siguientes líneas desde Maycot:
"No hay ni que
decir cuán aliviada y contenta estoy con su proxima llegada. Venga y diríjase
aquí por unas horas si no quiere dormir en esta casa. Están amueblando la casa
en Lansdowne Road. Estoy emigrando con libros y todo. He escogido dos
habitaciones para usted que creo le gustarán, pero venga y ¡por piedad no
posponga su llegada!
Suya por siempre, H.P.B."
Esta
es la última carta que cito. Llegué a Londres en septiembre de 1887 y fui
directamente a Norwood. Allí encontré a H.P.B. en una pequeña casita con los
Keightley y después de haber recibido de ella una calurosa acogida, se mostró
ansiosa por contarme cómo habríamos de empezar a trabajar para la Sociedad
Teosófica de una manera más práctica de lo que se había hecho hasta el
presente.
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