ARNOLD KRUMM-HELLER FUE ALUMNO DE PAPUS

 

 
 
Gérard Anaclet Vincent Encausse (1865-1916), más conocido como Papus, fue un médico y ocultista francés, fundador de la Orden Martinista; y en este artículo les voy a contar la relación que tuvo Arnold Krumm-Heller con Papus y su Orden Martinista.
 
 
 
Krumm-Heller descubre la existencia de Papus
 
Arnold Krumm-Heller cuando se encontraba en Chile, se interesó por saber más acerca del esoterismo europeo, y es por eso que él se asoció con un grupo de amigos para encargar varias obras escritas por los más famosos esoteristas europeos de ese tiempo.
 
Leyeron, comentaron y discutieron obras de Papus, de Eliphas Leví, del Marqués Stanislao de Guaita, de Karl Kiesewetter y del Marqués Louis Claude de Saint Martín.
 
 
 
 
Sus experiencias con los martinistas de Chile
 
Enterándose a través de esas lecturas acerca de la Orden Martinista fundada por Papus, Krumm-Heller quiso conocer más sobre esa organización y es por eso que le escribió desde Chile a Papus, quien a través de sus cartas lo conectó con el representante de la Orden Martinista en Buenos Aires, quien a su vez lo conectó con un instructor en Chile:.
 
En su autobiografía sobre este asunto Krumm-Heller comentó lo siguiente:
 
 
« Resueltamente escribí al Dr. Encausse (Papus) para saber algo sobre esta orden secreta, el cual en respuesta me recomendó a un doctor Girgois, de Buenos Aires, quien después de llenar las formalidades me inició y me indicó si por alguna duda necesitara un consejo, me dirigiera a un señor Don A.C., como quien dice, el vecino de la esquina.
 
Don Arturo, que así se llama de nombre el señor C..., era de nacionalidad inglesa, había sido jefe de comercio de alta importancia. Era conocido por su rectitud y extrema honradez, y como poseedor de una regular fortuna, ocupaba en compañías mineras, bancarias, etc.; en donde había ocupado puestos de presidente, vicepresidente o director; en total un conocido comerciante, pero de ocultista me parecía tener tanto como yo de mandarín chino.
 
Me dirigí a su domicilio con casi la certidumbre que aquel señor me daría la dirección de un anónimo suyo, habitante de un barrio apartado, refugiado en una choza humilde de ermitaño, envuelto en una túnica larga, acariciando una barba blanca y venerable.
 
Al responder a mi interrogatorio que él era la persona que yo buscaba, sentí deseos de retirarme decepcionado, pues no reunía el Sr. C... el tipo de mis ilusiones; pero no pude realizar mi intento, pues el buen señor dejando a un lado sus libros de comercio me hizo pasar al salón.
 
-        “¿Pero qué le digo a este hombre?”, me decía yo y por primera providencia me le quedé mirando con la boca abierta.
 
Él viendo mi turbación y como si leyese mis pensamientos, me dijo:
 
-        “Ud. busca a un hombre que pertenece a la Orden de los Martinistas y sus deseos son de aprender la filosofía y los secretos del Ignoto.”
 
-        “Sí señor, precisamente eso busco señor.” Respondí.
 
Y ese “sí señor, precisamente señor”, se lo repetí maquinalmente varias veces, pues en mi interior aún no quería abandonar la idea del iniciado, del maestro con túnica larga y barba blanca; pues un hombre con los bigotes a lo Kaiser no me cuadraba como un iniciado del Martinismo (Rama de los Rosacruces poseedores del secreto de la piedra filosofal, que transmutan el plomo en oro) que estuviera ocupado en cotizar acciones de bolsa. Para mí era lo mismo que ver a un arzobispo repartir programas de la corrida de toros.
 
Poco a poco volví en mí, gracias a que el modo de expresarse del Sr. C... me hizo tomar confianza, y sin sentir entablamos una conversación sobre ciencias transcendentales. Mi asombro iba creciendo por momentos al descubrir en el Sr. C... era un maestro de profundísimos conocimientos.
 
En menos de media hora me había explicado mucho de lo que antes no me había dado cuenta. Sentí deseos de besarle la mano al despedirme, y en la calle repetía: el hábito no hace al monje.
 
 
Como galantemente me había ofrecido visitarlo, a las pocas noches fui a verle. En su salón encontré reunidos a varios conocidos que nunca me habían hablado de él.
 
La conversación versaba sobre los Mahatmas, unos grandes maestros que vivían en la cima de los Himalayas, pero que desprendiéndose de su cuerpo material se aparecían en forma vaporosa al llamado del adepto iniciado.
 
Después que unos habían negado el hecho, otros lo habían ridiculizado, y el reto dado para probar la existencia de estos seres, el maestro pues así llamaremos al Sr. C...desde ahora, tomó una espada, trazó en el centro de la pieza el Pentaclo de Salmón (de que hace uso Goethe en el Fausto), pronunció una fórmula para nosotros incomprensible, y nos rogó formar una cadena tomándonos de las manos.
 
Apenas lo habíamos hecho cuando sentimos una detonación en la pieza vecina, como una especie de explosión de aire; la puerta gira sola sobre sus goznes como empujada por manos invisibles...en el centro de la sala vemos de frente a un fantasma; un ser vaporoso, pero compacto, avanza hasta tocarnos. Los pelos se me erizaron de punta y si no es por el temor de aparecer como miedoso me hubiera desmayado.
 
Pero a pesar del miedo inusitado, me sentía feliz al palpar por primera vez una materialización perfecta de un maestro de lo invisible. En mi corazón se levantaba un grito de júbilo. Yo había pertenecido a los débiles que creen sin saber; y ahora ya era fuerte, pues creía sabiendo.
 
(Observación de Cid: no pienso que esa aparición y las siguientes que presenció Krumm-Heller hayan sido de verdaderos Maestros y me inclino más a considerar que fueron apariciones similares a las que experimentan los espiritistas.)
 
No tengo la autorización del maestro para escribir todo lo que vimos esa noche y las innumerables noches de los muchos años siguientes. Pero por ese medio traía objetos desde gran distancia, que caían en la pieza sin saber de dónde.
 
Y las apariciones que pudiesen ser objeto de nuestra ilusión o efecto de hipnotismo o sugestión colectiva, fueron innumerable número de veces fotografiadas sugestionándose la placa fotográfica, lector incrédulo.
 
Una de tantas noches, se trataba entre los asistentes a la reunión si acaso todos los hombres tienen cuerpo doble o astral o si aquello era sólo predominio de unos cuantos Himalayenses.
 
El maestro coge la espada, y sin más ceremonias de las que estábamos acostumbrados, evoca y nos trae a la pieza a un señor que la mayoría conocíamos. Le dio algunas órdenes, que cumplió al día siguiente como autómata, y estos seguro que si le hubiese ordenado un asesinato lo habría hecho, estando a muchas leguas de distancia de nosotros.
 
Muchos años tuve la dicha de contemplar las maravillas de ese maestro.
Siguiendo la idea predominante en los espiritas que la difunden sin saber lo que hacen, tenía yo una idea preconcebida en cuanto a las sociedades secretas; pero yo quería la luz para todo el mundo, nada de monopolio, nada de privilegios.
 
Y al ver que esas sociedades poseían el secreto de evocar el doble etéreo de cualquiera, preguntarle sus secretos más íntimos, sin que al regresar a su cuerpo físico recordara lo acontecido; comprobándose que al lastimar ese cuerpo el daño repercutía sobre el material; al convencerme que de ese modo se podía matar a una persona a distancia y que la víctima amanecía muerta en su lecho, pudiéndose reír el asesino del médico legal, del juez y del Código penal.
 
Al cerciorarse, en suma, que las fuerzas de la naturaleza que uno aprende a manejar allí, son al mismo tiempo poderes benéficos para el hombre moral con armas horribles en manos del malvado, comprendí la importancia y la necesidad imperiosa de esas sociedades iniciáticas y que los que se burlan de ellos son necios ignorantes. »
 
 
El nombre completo del señor A.C. era Arthur Clement, residenciado en Santiago de Chile. Y en ese entonces Krumm-Heller tenía 22 años, llevaba un año de casado y acababa de tener un hijo, pero su matrimonio se estaba desmoronando.
 
 
 
 
 
Krumm-Heller conoce en persona a Papus
 
El contacto con los martinistas motivó a Krumm-Heller a realizar una investigación en el campo de las religiones comparadas y de las culturas aborígenes. Después de una investigación in situ sobre los indios mapuches de Chile y Argentina, emprendió en los montes aledaños del Perú.
 
Al término de aquella investigación, realizó una gira, en la cual se mantuvo por dos años que lo llevó hasta su querencia germana. Allí mismo en Nürenberg, en un Congreso Teosófico, realizado al inicio del siglo, muestra las primeras conclusiones sobre los temas de su investigación.
 
Finalmente en 1906 se encuentra con Papus cuando asiste en París a las clases de ‘Medicina Oculta’ que Papus realizaba personalmente para sus discípulos más allegados.
 
En ese año Krumm-Heller tenía 30 años y sobre ese encuentro en su autobiografía él comentó lo siguiente:
 
 
« El destino quiso que al poco tiempo regresara a París. Si bien obligaciones perentorias me reclamaban durante el día, la noche me quedaba libre e ingresé como alumno a la Escuela Hermética, en la cual más tarde, me entregó su director el diploma que acredita mi doctorado en Kábala.
 
El Doctor Encausse (Papus), una de las lumbreras médicas laureado en los hospitales de París, ex médico agregado a la corte del Zar de Rusia, discípulo de Eliphas Levi y de Phillip, autor de más de treinta obras universalmente conocidas y a quien conocen en París por el Mago Papus, me dio lo que anhelaba induciéndome en la verdadera senda de la iniciación; me dio las claves que ponen al hombre conscientemente en los dinteles del mundo invisible, el anfiteatro de la mansión de los llamados muertos. »
 
 
 
 
 
Krumm-Heller instaló el martinismo en México
 
Después de terminar su viaje por Europa, Krumm-Heller se estableció en la Ciudad de México en donde abrió una sección de la organización de Papus.
 
En su autobiografía escribió:
 
« Después de establecer la Orden Martinista en México, nos hemos unido un grupo de ocultistas para seguir los estudios. El objeto principal es indagar hasta dónde pueden unirse las observaciones y experiencias de cada uno a los preceptos de las ciencias exactas y aceptadas. »
 
 
También Krumm-Heller publicó en 1908 su primer libro esotérico titulado “Conferencias Esotéricas”, inspirado en un libro de Papus del mismo título “Conférences Esotériques” que había sido recién publicado en 1908 en París.
 
Krumm-Heller trajo consigo a México ese libro, junto con sus diplomas otorgados en Alemania y Francia, autorizándolo para fundar logias y actuar como su Gran Maestro en México, Chile, Perú y Bolivia.
 
Sobre su primer libro en su autobiografía Krumm-Heller señaló que:
 
« Entre mis apuntes he consignado aquí y allá algún párrafo de un autor de mi agrado, omitiendo a veces el anotarlo; y si se me han pasado en mis conferencias queda avisado. Mientras que en la segunda parte hay algo de las conferencias esotéricas de Papus. »
 
 
En 1912 Krumm-Heller publicó su segundo libro esotérico titulado “No fornicarás” donde expone la magia tántrica sexual que había recibido de Papus.
 
 
 
 
 
Krumm-Heller se aleja de la Orden Martinista
 
Posteriormente Krumm-Heller se retiró del martinismo y creó su propia organización “rosacruz”, pero se mantuvo el resto de su vida apegado a las enseñanzas de Papus.
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIÓN
 
Desafortunadamente mi investigación me ha llevado a concluir que Papus fue muy embustero e ignorante en varios temas del esoterismo, y lamentablemente Arnold Krumm-Heller adoptó varios de esos errores, como por ejemplo la alquimia sexual que le enseñó Papus es nociva por los motivos que les explico en este otro capítulo:
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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