El periodista Alfred Sinnett escribió lo siguiente acerca del Informe Hodgson el cual fue publicado por la Sociedad para Investigación Psíquica (SPR) y en donde acusaron a Blavatsky de ser una embustera (y en morado añadí mis comentarios):
El Informe dirigido por el Sr. Richard Hodgson al Comité de la Sociedad de Investigación Psíquica, designado para investigar los fenómenos relacionados con la Sociedad Teosófica, se publica por primera vez en el número de diciembre de las Actas de dicha Sociedad, seis meses después de las reuniones en las que el Comité en cuestión anunció su adhesión general a las conclusiones del Sr. Hodgson.
En una carta dirigida a la revista "Light" el 12 de octubre, protesté contra la acción de la Sociedad de Investigación Psíquica al estigmatizar públicamente a la Sra. Blavatsky por haber sido culpable de una prolongada asociación con otras personas para producir, por medios ordinarios, una serie de aparentes prodigios en apoyo del movimiento teosófico, mientras ocultaba la evidencia documental en la que se basaban sus opiniones.
En una nota al presente Informe (página 276), el Sr. Hodgson afirma:
« Tengo en mis manos numerosos documentos relacionados con las experiencias del Sr. Hume y otros en relación con la Sra. Blavatsky y la Sociedad Teosófica. Estos documentos, incluyendo los manuscritos de K.H. antes mencionados, no me llegaron hasta agosto, y mi examen de los mismos, en particular de los manuscritos de K.H., ha supuesto un retraso considerable en la elaboración de este Informe. »
En otras palabras, el Sr. Hodgson ha empleado el tiempo durante el cual su informe ha sido retenido indebidamente en tratar de modificarlo y fortalecerlo de manera de hacerlo más capaz de respaldar la apresurada aprobación por parte del Comité de las conclusiones a las que llegó antes de obtener la evidencia que ahora presenta.
Pero incluso si el Comité hubiera estado en posesión —lo cual no fue el caso— del Informe en su forma actual, su acción al promulgar las conclusiones que anunció el 24 de junio no habría sido menos injustificada y prematura.
El Comité no se ha comportado, en ninguna etapa de sus procedimientos, conforme al carácter judicial que se ha arrogado.
Hodgson no está capacitado para investigar en la India
Designó como su agente para investigar en la India sobre la autenticidad de las declaraciones relativas a sucesos que se extendieron a lo largo de varios años —que tuvieron lugar en varias partes de la India, y en los que estuvieron involucrados muchas personas, incluidos nativos de la India y devotos de la ciencia oculta en ese país— a un caballero de demasiada confianza en sus propias habilidades, pero en realidad totalmente desconocedor de las características de la vida india y el complicado juego de sentimientos en conexión con el cual se ha desarrollado el movimiento teosófico en la India durante los últimos años.
Nada en su Informe, incluso en su forma actual —enmendado con la prolongada ayuda de personas con más experiencia y hostiles al movimiento teosófico— sugiere que ya haya comenzado a comprender las condiciones primarias de los misterios que se propuso desentrañar.
Ingenuamente supuso que todos los que en la India se dedicaban visiblemente a la labor de la Sociedad Teosófica deseaban ganarse su buena opinión y convencerlo de la autenticidad de los supuestos fenómenos.
Demuestra haber estado observando su comportamiento y frases sueltas para captar admisiones que pudieran volverse en contra de la causa teosófica.
Parece que nunca sospechó lo que cualquier investigador más experimentado habría sabido desde el principio: que el movimiento teosófico en la medida en que se ha preocupado por dar a conocer al mundo en general la existencia de personas muy avanzadas en la comprensión de la ciencia oculta llamadas Mahatmas, y de las opiniones filosóficas que sostienen, ha sido uno que muchos de los devotos nativos de estos Mahatmas y muchos entre los más ardientes discípulos y estudiantes de sus enseñanzas ocultas, la han considerado con profunda irritación.
La actitud mental tradicional con la que los ocultistas indios consideran sus tesoros de conocimiento se caracteriza por una devoción teñida de envidia hacia todos aquellos que intentan penetrar el secreto que los ha envuelto hasta ahora. Estos se han considerado solo como la adquisición legítima de personas que pasan por las pruebas y probación habituales.
Sin embargo el movimiento teosófico en la India implicó una ruptura de este secreto. Las antiguas reglas fueron violadas bajo una autoridad tan grande que los ocultistas involucrados en el trabajo, no pudieron sino someterse. Pero en muchos casos, dicha sumisión ha sido solo superficial.
Cualquier persona más íntimamente familiarizada que el agente de la SPR con la historia y el crecimiento de la Sociedad Teosófica habría sido capaz de indicar muchas personas entre sus miembros nativos más fieles, cuya fidelidad se debía enteramente a los Maestros a los que servían, y no a la idea en la que estaban empleados — en todo caso no en la medida en que estaba conectada con la demostración del hecho de que los fenómenos físicos anormales podían ser producidos por indios expertos en ciencias ocultas.
Ahora bien, para tales personas la noción de que extranjeros europeos, quienes según ellos concebían, habían sido admitidos tan inmerecidamente en los arcanos internos del ocultismo oriental, estaban cometiendo el error de creer que habían sido engañados, que no existía tal cosa; como el ocultismo indio, que el movimiento teosófico era una farsa y un engaño con el que ya no se preocuparían, era encantador en sus atractivos; y la llegada en su medio de un joven extremadamente autosuficiente de Inglaterra intentando la investigación de los misterios ocultos por los métodos de un detective de Scotland Yard, y expuesto por su total desconocimiento del tono y el temperamento del ocultismo moderno a todo tipo de malentendidos, era naturalmente para ellos una fuente de intensa satisfacción.
¿Acaso el comité de la SPR imagina que los ocultistas nativos de la Sociedad Teosófica en la India están retorciéndose en este momento bajo el juicio que se ha emitido?
Estoy bastante seguro, por el contrario, de que en su mayoría se ríen entre dientes con deleite. Puede que les parezca complicada la situación en cuanto a sus relaciones con sus Maestros, ya que han contribuido conscientemente a la fácil distracción del Sr. Hodgson, pero el ridículo espectáculo que este ofrece en su Informe —donde lo vemos retomando frases inconclusas y señalando puntos débiles en el testimonio de algunos chelas indios, contra quienes, si hubiera comprendido mejor la tarea que tenía ante sí, debería haber estado más alerta— es en cualquier caso, algo que podemos entender que les resulte divertido.
El Comité de la SPR no investigó adecuadamente
Considero al comité de la SPR (los señores E. Gurney, F.H.W. Myers, F. Podmore, H. Sidgwick y J.H. Stack) mucho más culpable por atreverse a juzgar basándose en sus propias reflexiones, sin asesoramiento, sobre el informe crudo y engañoso que les proporcionó el Sr. Hodgson, que a él mismo, por su parte, incluso por malinterpretar tan lamentablemente los problemas que se propuso investigar, pues por naturaleza no estaba cualificado para ello.
Les habría sido fácil convocar a cualquiera de las diversas personas de Londres, las cuales si están cualificadas para ello por su larga experiencia en el movimiento teosófico, para que informaran a su vez sobre el caso así presentado contra la autenticidad de los fenómenos teosóficos, antes de proceder a juzgar la acusación y presentarla ante el público en general.
Todos hemos oído hablar de casos en los que los jueces consideran innecesario llamar a la defensa, pero por lo general se trata de casos en los que los jueces han fallado en contra de la teoría de la acusación.
El comité de la SPR nos proporciona lo que probablemente sea un ejemplo sin precedentes de una negativa judicial a escuchar a la defensa, argumentando que la declaración por parte del fiscal era convincente por sí misma.
El Comité aceptó el informe de su agente sin consultar a nadie en posición de hacerles ver el método erróneo que el Sr. Hodgson había empleado, y concluyó su investigación (aunque demasiado independiente) denunciando como una de las impostoras más notables de la historia a una dama respetada por un número considerable de personas, incluyendo viejos amigos y familiares de carácter intachable, y que sin duda ha renunciado a su posición y comodidad para luchar durante largos años al servicio de la causa teosófica en medio de la difamación y la privación.
Ella es testificada principalmente por el Sr. Hodgson, como cualquiera que lea su informe comprobará, a pesar de su fingida indiferencia hacia su testimonio, por dos personas [Emma y Alexis Coulomb] que intentan manchar su reputación presentándose primero como involucrados en fraude y engaño, y luego acusándola de haber sido lo suficientemente vil como para convertir a personas como ellas en sus cómplices.
Estas son las personas que según su informe, el Sr. Hodgson convirtió en los principales aliados de su investigación. Basándose en los escritos obtenidos de estas personas, el comité de la SPR llega principalmente a la conclusión de que la Sra. Blavatsky es una impostora.
(Se ha demostrado que todas las acusaciones que los Coulomb hicieron contra Blavatsky fueron mentiras.)
Y esta línea de conducta la sigue un grupo de hombres que en referencia a los fenómenos psíquicos en general (de los cuales la denominación de su sociedad sugiere que se ocupan) pero que rechazan todo testimonio, por posible que parezca, que provenga de médiums espiritistas contaminados por recibir dinero a cambio de exhibir sus características.
No estoy sugiriendo que deban de ser descuidados al aceptar cualquier testimonio, sino simplemente que han violado los principios que profesan —cuando está en juego la represión de evidencia inaceptable— en un caso en el que por su desconsideración, fue posible formular una acusación contra personas —contra las que no estoy justificado suponer que tenían prejuicios desde el principio, pero a quienes, en todo caso, terminaron condenando sin ser escuchadas—.
Y yendo más allá, no han dudado en publicar, con toda la autoridad que les confieren sus procedimientos, una invención infundada y monstruosa sobre Madame Blavatsky, que el Sr. Hodgson presenta al final de su informe para apuntalar su evidente debilidad respecto a la hipótesis en la que se basa.
Pues es evidente que existe una fuerte presunción contra cualquier teoría que impute impostura consciente y engaño vulgar hacia una persona que ha dedicado su vida a una idea filantrópica, sacrificando manifiestamente todas las consideraciones que generalmente motivan la acción de la humanidad.
Hodgson actuó malintencionadamente
El Sr. Hodgson es consciente de la necesidad de proporcionar a Madame Blavatsky un motivo tan degradado como la conducta de la que el Sr. y la Sra. Coulomb le han indicado a creerla culpable, y supera la dificultad sugiriendo que podría ser una agente política rusa, trabajando en la India para fomentar la deslealtad al gobierno británico.
Al Sr. Hodgson no le importa que ella haya estado haciendo notoriamente lo contrario; que haya asegurado con frecuencia a los nativos, oralmente, por escrito, en reuniones públicas y en cartas que se pueden presentar, que con todos sus defectos el gobierno británico es la mejor opción para la India, y que repetidamente, desde la perspectiva de alguien que habla con conocimiento de causa, haya declarado que el imperio ruso sería inconmensurablemente peor.
Al Sr. Hodgson no le importa que la vida de Blavatsky haya transcurrido casi de forma cautiva desde que ella llegó a la India, que todas sus energías y trabajo se hayan dedicado a la causa teosófica, o que el gobierno de la India, tras investigar el asunto con la ayuda de su policía cuando ella llegó al país, pronto entendiera el enigma y abandonara toda sospecha sobre sus motivos.
Al Sr. Hodgson no le importa que todos los que conocen a Madame Blavatsky desde hace tiempo se rían de lo absurdo de su hipótesis [de acusarla de ser una espía rusa y una charlatana].
Hodgson acusó falsamente a Blavatsky de ser una espía rusa
El Sr. Hodgson ha obtenido de su guía y consejera, la Sra. Coulomb, un fragmento de la letra de Blavatsky, la cual la Sra. Coulomb recogió, al parecer, hace algunos años y ha atesorado para cualquier uso que pudiera dársele, y que se refiere a la política rusa y parece parte de un argumento a favor del avance ruso en Asia Central.
Esto le ha bastado al Sr. Hodgson para acusar a la Señora Blavatsky de ser una espía rusa. Y el texto de este documento aparece en su Informe en apoyo de su escandalosa insinuación contra la integridad de Madame Blavatsky.
Pero la explicación simple de ese documento es que evidentemente se trata de un fragmento descartado de una larga traducción de los Viajes por Asia Central del Coronel Grodekoff (o como se llamara la serie) que Blavatsky realizó a petición mía para el periódico Pioneer (el órgano del gobierno indio) del que yo era editor en aquel momento.
Escribiré a la India para obtener las fechas de publicación de la serie de artículos de Grodekoff en el Pioneer. Estas se publicaron durante varias semanas y debieron de aparecer en uno de los últimos años de la última década, o posiblemente en 1880.
Si se hubiera conservado el manuscrito de esta traducción, el Sr. Hodgson podría haber obtenido varios cientos de páginas de la escritura de Madame Blavatsky, rebosantes de la más ardiente anglofobia.
Es muy probable que el desliz sustraído del que se enorgullece tanto fuera alguna página rechazada de esa traducción, a menos que, de hecho, lo que sería aún más divertido, se hubiera caído de alguna otra traducción al ruso que Madame Blavatsky, que yo sepa, hizo para el Ministerio de Asuntos Exteriores de la India durante una de sus visitas a Simla, cuando conoció a algunos funcionarios de ese departamento y fue contratada para realizar algún trabajo a su servicio.
La SPR se aprovechó que Blavatsky no tenía dinero
Me atrevo a pensar que si Madame Blavatsky no hubiera sido conocida por su escasez de recursos como para hacer un juicio a la SPR y reclamar una indemnización en el costoso tribunal británico.
Si no hubiera estado inmersa en la actividad, tan ingrata para los tribunales británicos, del misterio psíquico, entonces el Comité de la SPR difícilmente habría considerado oportuno acusarla, en su documento publicado, de conducta infame.
Que de ser realmente culpable, la convertiría en enemiga pública en su tierra adoptiva y objeto de escarnio para los hombres honorables, ante la frívola sugerencia de su agente privado, desesperado por una explicación de conclusiones que ninguna circunstancia pedantemente ordenada, podría hacer sin ella, de otra manera que increíble.
II
Las falsedades que Hodgson dijo sobre los fenómenos que el Sr. Sinnett relató en su libro "El Mundo Oculto"
Paso ahora a examinar en detalle la parte del Informe del Sr. Hodgson donde pretende criticar mi propia narración de los fenómenos registrados en mi libro "El Mundo Oculto".
No cansaré al lector ni a mí mismo ampliando este panfleto en una respuesta detallada al catálogo completo de conjeturas minuciosas que el Sr. Hodgson ha recopilado en su Informe, abusando de la hospitalidad que se le brindó en la sede de la Sociedad Teosófica en Adyar, y al mismo tiempo induciendo a los ingenuos representantes del movimiento en Madrás a suponer que al abrirle sus corazones y registros a su inspección, al darle libre acceso a sus aposentos y diarios, lo persuadirían mejor de la simple veracidad de sus vidas y de la improbabilidad de que se estuvieran esclavizando en la penuria y el autosacrificio para propagar una falsa ilusión y el cruel engaño de sus mejores amigos.
Me bastará para mi propósito actual con demoler la clave del torpe arco que él ha construido. Y si demuestro la inutilidad de su intento de desacreditar el testimonio que yo mismo he dado sobre los fenómenos ocultos que he observado, si mi testimonio se mantiene, entonces la teoría general del Sr. Hodgson se derrumbará.
Él lo ha reconocido y ha dedicado gran parte de su ensayo a la crítica de mi libro.
Alfred Sinnett y el Comité de la SPR
El Sr. Hodgson comienza citando un pasaje de mi declaración ante el Comité de la SPR.
Cabe mencionar brevemente esta declaración. Yo con gusto me presenté al contrainterrogatorio del Comité en relación con la historia que conté en mis escritos teosóficos publicados.
Los únicos miembros del Comité presentes en la única ocasión en que se consideró oportuno interrogarme fueron el Sr. Gurney y el Sr. Stack. Un taquígrafo registró lo sucedido. Desconozco si mi testimonio se ha escrito íntegramente. De todos modos, que yo sepa, nunca se ha publicado.
Reconozco plenamente que su publicación no serviría para nada en particular, pues el Comité nunca pareció comprender el propósito con el que yo había concebido que sería conveniente tomar mi testimonio.
Si hubiera habido puntos débiles en alguna parte de mi relato, la investigación dirigida a ellos podría haber demostrado que no fui lo suficientemente cuidadoso al exponer mi caso, o tal interrogatorio, en realidad, habría servido para reforzarlo en lugar de perturbarlo.
Pero el Comité no tenía preguntas que hacerme, y simplemente deseaba saber, en términos generales, lo que tenía que decir.
Había llevado conmigo varias cartas y documentos mencionados en mi libro "El Mundo Oculto", y a falta de una instrucción sistemática por parte del Comité sobre mi interrogatorio, mostré algunos de estos documentos e hice algunas declaraciones generales sobre las circunstancias con las que estaban relacionados, repasando así necesariamente parte del terreno ya tratado en mi relato original.
El pasaje citado en el informe del Sr. Hodgson aparentemente proviene de dicha declaración general, y se relaciona con un incidente descrito en "El Mundo Oculto" (págs. 96-97, 4.ª edición).
Respuesta de Kuthumi dentro de un sobre cerrado
Obtuve una respuesta de mi corresponsal Mahatma, escrita en una nota cerrada mía. La clave de la historia es que Madame Blavatsky, a quien le confié la carta, no había estado fuera de mi vista durante un tiempo considerable desde que la guardó en su bolsillo hasta que, minutos después, me la devolvió con la respuesta escrita dentro del sobre sin abrir.
En la declaración, apelo haber dicho:
- "Ella estuvo fuera de mi vista solo por un instante. Me comprometo a decir que no estuvo fuera de mi vista ni diez segundos."
Y el Sr. Hodgson compara este relato con el relato original de la transacción que aparece en "El Mundo Oculto", El Sr. Hodgson en su Informe escribió:
« En el relato dado en su libro "El Mundo Oculto", el Sr. Sinnett se compromete a decir únicamente que ella no había estado en su habitación ni treinta segundos, admitiendo que también estuvo fuera de su vista durante uno o dos minutos en la habitación de la Sra. Sinnett.
Después de esto, no puedo estar seguro de que la Sra. Blavatsky no haya estado ausente en su habitación durante bastante más de treinta segundos, ni de que la Sra. Blavatsky no se haya retirado a otra habitación durante el intervalo de unos minutos que el Sr. Sinnett asigna a su conversación con la Sra. Sinnett en la habitación contigua.
Incluso dejando de lado esta incertidumbre, no puedo atribuir ninguna importancia al caso tras descubrir que en mi segundo intento, pude abrir un sobre adhesivo ordinario firmemente cerrado en las condiciones descritas por el Sr. Sinnett, leer la nota adjunta y responderla, siendo la pregunta y la respuesta tan largas como las del Sr. Sinnett, y volver a cerrar el sobre, dejándolo aparentemente en el mismo estado que antes, en un minuto, y me parece muy posible que la señora Blavatsky, con su habilidad y práctica probablemente superiores, podría haber realizado fácilmente la tarea en treinta segundos. »
Si el Sr. Hodgson hubiera dicho algo muy distinto, y si yo hubiera querido escribir una caricatura ridícula de algún argumento erróneo que hubiera empleado, me parece que difícilmente habría escrito nada más grotesco que el pasaje citado anteriormente.
Me ha causado una profunda admiración que un hombre con inteligencia en ciertos aspectos pudiera presentarse en público con un argumento como ese.
Cuando en circunstancias en las que es evidente que no se pueden contar los minutos con un reloj, alguien habla de un número limitado de segundos, un número redondo como treinta, simplemente se refiere a un intervalo de tiempo muy corto.
Además que mi relato tal como se presenta en "El Mundo Oculto" es el siguiente:
« Madame Blavatsky se guardó la carta en el bolsillo, entró en su habitación que daba a la sala, y salió casi al instante. Ciertamente, no había estado ni treinta segundos. »
Y porque ante el Comité al relatar ese evento dije:
- "Solo la perdí de vista un instante. Me comprometo a decir que no la perdí ni diez segundos."
El Sr. Hodgson tiene la cómica seguridad de afirmar que mis declaraciones paralelas revelan discrepancia, y que por lo tanto la exactitud de mi testimonio queda en entredicho.
Y esto a pesar de que dibujé un boceto al momento de mi declaración para mostrarle al Comité cómo estaban realmente distribuidas las habitaciones.
El salón y la habitación de la Sra. Blavatsky estaban uno al lado del otro, ambos con acceso a la terraza donde estaban sentadas mi esposa y la Sra. Blavatsky cuando le entregué la carta (no "en el salón" como erróneamente me han dicho las notas del Comité).
La Sra. Blavatsky entró en su habitación por una puerta —todas abiertas, entiéndase, como es habitual durante el día con el clima de la India— mientras yo pasaba por el salón de regreso a mi escritorio.
La puerta que comunicaba el salón con la habitación de Madame Blavatsky estaba a pocos metros de la galería y de la pared. Fue entonces cuando Madame Blavatsky apareció antes de que yo cruzara el salón, diciendo que ya se habían llevado la carta.
Cualquier otra persona está tan bien situada como yo para calcular el número de segundos que pudo haber estado fuera de mi vista. Fue un número muy pequeño.
Reflexionando sobre el asunto, queda claro que mi cálculo aproximado de treinta segundos era excesivo (equivalente a un intervalo muy breve, y utilizado como expresión alternativa a "casi al instante") diez segundos sería sin duda una cifra más acertada.
Y contando los segundos ahora —mientras escribo— e imaginándome paseando por ese rincón de mi habitación en Allahabad, me inclino a pensar que cinco sería, de nuevo, una estimación más acertada.
Ahora bien, el señor Hodgson continúa en su informe argumentando que debo ser un narrador inexacto y poco confiable debido a esta discrepancia en mi testimonio sobre los diez y los treinta segundos.
Cuando un hombre incurre así en el non plus ultra de la locura en una discusión, uno no sabe qué decirle. No se puede enfatizar con ilustraciones el sinsentido de su argumento. Nada podría ser más absurdo que ese argumento mismo.
Pero a pesar de lo ridículo de su argumento, esa es la base de la mayor parte de la teoría posterior del Sr. Hodgson sobre mi libro.
Según él yo soy un hombre inexacto; deben rechazar mi testimonio porque ha demostrado que he contado una historia en un momento y otra en otro sobre el mismo asunto, y ahí se acabó mi historia.
Y diga lo que diga después de esto, incluso si el asunto en sí no delata error, es imposible confiar en un calculador de segundos tan descuidado.
Y la imagen que nos da el Sr. Hodgson de sí mismo abriendo una carta —sin duda con agua hirviendo a mano y todo lo necesario, su monstruosa suposición de que Madame Blavatsky tiene "probablemente habilidad y práctica superiores" en tal actividad— con agua, es de suponer, siempre hirviendo en su bolsillo, es solo el comienzo de la estupenda pirámide de conjeturas extravagantes que construye sobre la famosa discrepancia de los segundos; y que los hombres con reputación de inteligencia desperdician, y es maravilloso decirlo, no se avergüenzan de publicar en las Actas de la Sociedad de Investigación Psíquica.
En cuanto a los dos o tres minutos que la Sra. Blavatsky pasó en la habitación de mi esposa (de los cuales el Sr. Hodgson extrae conclusiones erróneas que nunca ha comprobado con una investigación franca) las dos habitaciones estaban conectadas por una puerta abierta de par en par, por la que la Sra. Blavatsky, pasando el tiempo y esperando, solo pasó después de que mi esposa entrara en su habitación, dando la vuelta a la casa.
Pero incluso estando en la habitación de mi esposa, no la habría perdido de vista si me hubiera levantado de la silla y hubiera mirado a mi alrededor.
(Richard Hodgson queriendo desprestigiar de manera premeditada a Blavatsky, elaboró toda esa argumentación inválida para buscar desacreditar el testimonio del Sr. Sinnett.
Pero lo que no tuvo en consideración el señor Hodgson son los testimonios de otras personas que también recibieron respuestas de los Maestros transhimaláyicos de manera similar, y en esos casos nunca perdieron de vista a Blavatsky, y en algunos casos incluso Blavatsky no estaba.)
La carta que cayó del aire
El siguiente asunto al que se refiere el Sr. Hodgson es un caso en el que describo una carta que cayó ante mí de forma asombrosa en una habitación de Bombay.
Él conjetura que la carta cayó por una rendija en las tablas del techo. El Sr. Hodgson opina eso, pero yo opino diferente, y eso es todo lo que se puede decir al respecto, salvo que no hay ninguna prueba que respalde su creencia, más allá de que la Sra. Coulomb se lo sugirió.
(Hodgson todo lo quería explicar de manera materialista, pero son varios los testigos que afirmaron que recibieron cartas que cayeron del aire, y no pudo haber una rendija en el techo en todos esos casos.)
Hodgson se apoya en lo que dijeron los Coulomb
El Comité afirma (en la página 204 del Informe) que "en el caso de personas como los Coulomb, su afirmación sin fundamento no puede tomarse como prueba".
Ahora bien, una de las graves inconsistencias y características injustas de ese Informe es que mientras el Comité finge atribuirse el mérito de la diligencia en la recepción de las pruebas, en cambio el Sr. Hodgson devora con la boca abierta todo lo que los Coulomb le dicen, presentando sus declaraciones a su debido tiempo a sus lectores.
A veces finge considerar su testimonio como inservible, pero aun así lo presenta; y dado que el Comité no puede eludir la responsabilidad del Informe que constituye la base de su propio juicio y que publica al mundo, todo lo que puede decirse respecto a la pretensión que hacen en la frase recién citada es que no han actuado conforme a ella.
Dicen que no se debe tomar tal o cual prueba, y luego proceden a tomarla y a presentarla, y como lo demostrará un examen cuidadoso del Informe, a construir conclusiones sobre ella, y utilizan ladrillos hechos con las declaraciones del Sr. y la Sra. Coulomb como cimiento del enorme edificio que construyen.
(Concuerdo que esa actitud es hipócrita y poco ética, pero lo peor es que se ha demostrado que todo lo que los Coulomb dijeron contra Blavatsky fueron mentiras.)
Un incidente
El incidente mencionado al pie de la página 258 es relativamente trivial y no podría explicarse adecuadamente sin dibujos y explicaciones que no corresponden a su importancia.
Mencioné el incidente en mi libro "El Mundo Oculto", página 96, como "interesante más por sus implicaciones colaterales que por sí mismo".
El fragmento de yeso
El Sr. Hodgson aborda a continuación un caso que describo, en el que un fragmento de bajorrelieve de yeso me fue aparentemente traído por medios ocultos a Allahabad aproximadamente al mismo tiempo que el molde de yeso del que se extrajo se cayó y se rompió en Bombay, y los fragmentos (con excepción del que me fue entregado), fueron recogidos por varias personas presentes.
La conjetura del Sr. Hodgson es que el fragmento que encontré en Allahabad fue previamente roto por la Sra. Blavatsky y enviado a Allahabad para ser escondido allí en mi habitación por un cómplice.
Solo mediante el examen de los fragmentos que aún se conservan en mi poder se puede comprobar esta conjetura infundada, y les aseguro que la naturaleza de la fractura es tal que a cualquier observación razonable, parece mecánicamente imposible que haya sido como lo asevera el Sr. Hodgson.
Primero que el fragmento importante pudiera haberse roto por sí solo, dejando la placa intacta; segundo, que si el fragmento se hubiera roto así, la placa, al caer, no podría haber contribuido a que la fractura se produjera.
Notas que recibió Sinnett
Los comentarios del Sr. Hodgson sobre ciertas notas que recibí, aparentemente por medios ocultos, en Allahabad aproximadamente al mismo tiempo, y en ausencia de la Sra. Blavatsky, constituyen una ilustración divertida de la forma en que preparó su acusación.
Él dice:
« Esto es curiosamente similar al encajonamiento que la Sra. Blavatsky proporcionó al General Morgan en relación con el fenómeno del platillo de Adyar, y que como el General Morgan no hizo preguntas, permaneció en posesión de los Coulomb. »
Por supuesto, el Sr. Hodgson supone que el trozo de papel así producido por los Coulomb fue preparado por la Sra. Blavatsky, pero como de costumbre, las vacuas conjeturas del Sr. Hodgson en una página se convierten en hechos irrefutables al ser retomados posteriormente en su relato.
(Una y otra vez el señor Hodgson busca explicar todos los fenómenos diciendo que fueron trucos porque él no concibe que pudieran ser reales.)
Los sonidos paranormales que produjo Blavatsky
Entre los incidentes más sencillos que describí en mi libro "El Mundo Oculto" se encuentran los relacionados con el poder que poseía la Sra. Blavatsky de emitir una especie de corriente desde sus manos, la cual producía un sonido audible sobre los objetos que tocaba o incluso sobre los que sostenía en la mano.
En una ocasión especial, tras una cena en la que ella había estado presente, un grupo de personas hizo un montón de manos, las colocó una sobre otra sobre la mesa, y todos declararon que, cuando la Sra. Blavatsky apoyó la mano sobre el montón y emitió la corriente de la que les he hablado, ellos sintieron una ligera descarga eléctrica que les atravesó las manos, la cual todos oímos registrar como un golpe sobre la mesa.
En referencia a este incidente, el Sr. Hodgson comentó:
« No he participado en la formación de un grupo de manos como el que describe el Sr. Sinnett ([Nota de Sinnett:] como si las deficiencias de su experiencia fueran un factor importante en estas transacciones), pero no puedo atribuir importancia alguna a su declaración segura sobre este y otros incidentes similares, ahora que he examinado algunas de las posibilidades en otros casos sobre los que habla con igual o mayor seguridad. »
Es decir que ahora que la exactitud general de mi testimonio se ve afectada por el descubrimiento que hizo el Sr. Hodgson acerca de los diez y treinta segundos, por ridícula que sea su opinión, esa prosecución sigue siendo la base de todas las pretensiones infundadas que el Sr. Hodgson hace a lo largo de este informe respecto de haber debilitado el valor de mi testimonio.
Las campanas astrales
En cuanto a los sonidos de campana, de los que tanto se ha hablado, el Sr. Hodgson cree que al menos podrían haber sido producidos por Madame Blavatsky mediante una máquina oculta en su cuerpo, atribuyendo así su propia sagacidad a una sospecha que al parecer, considera demasiado profunda como para yo no haberla albergado antes.
Basta decir que esta conjetura elemental fue por supuesto una idea primaria en todas nuestras mentes cuando nos informaron por primera vez sobre estos fenómenos de campana, solo para ser rechazada en cuanto surgió debido a su manifiesta inaplicabilidad al caso.
Es cierto que el Sr. Hodgson refuerza su conjetura escribiendo:
« Madame Coulomb afirma que, en realidad, se produjeron mediante el uso de una pequeña caja de música... y me mostró manchas parecidas a moho de hierro (en unas prendas interiores desechadas de Madame Blavatsky) que, según ella, habían sido causadas por el contacto con el metal de la máquina. »
(Reitero que los Coulomb dijeron puras mentiras.)
El Sr. Hodgson comenta lo siguiente sobre los sonidos de la campana:
« El Sr. Sinnett parece haber pasado por alto la gran incertidumbre en la localización de los sonidos (el Sr. Sinnett, por supuesto, suponía que sus lectores le atribuirían el mérito de prestar atención a consideraciones infantiles y sencillas de ese tipo), y la posibilidad de que, si la Sra. Blavatsky tenía una máquina de este tipo, posiblemente tuviera dos, no parece habérsele ocurrido al Sr. Sinnett. »
Si un salvaje al observar una locomotora, sugiriera que había un caballo dentro, y al oír que lo había negado, considerándolo insuficiente para explicar el movimiento del tren, comentara que "al Sr. Sinnett no se le ocurrió que pudiera haber dos", habría alcanzado el mismo nivel de sagacidad que el Sr. Hodgson, tal como se muestra en esta crítica.
Los análisis caligráficos de Hodgson
Más adelante, el Sr. Hodgson demuestra gran paciencia al contar las "g" con sus colas giradas hacia un lado, o las "d" con sus bases giradas hacia el otro lado, y en un documento encuentra una "d" en particular 1106 veces.
Si alguien con una paciencia mecánica similar revisara el Informe completo y contara las veces que, como en el caso recién citado, contradice la declaración del Comité de que la afirmación de los Coulomb no puede tomarse como prueba, se podría compilar una serie de casos que rivalizarían en número con algunas variantes de la "g" de Madame Blavatsky.
Pero, sin duda, si el Sr. Hodgson se hubiera abstenido honestamente de beber ideas de la fuente inagotable del testimonio de Madame Coulomb, habría regresado a casa con un conjunto comparativamente escaso de acusaciones contra la buena fe de Madame Blavatsky y sus colegas teosóficos en la India.
Las materializaciones que Blavatsky hizo en Simla
Debo pasar por alto algunas críticas triviales, por tentadoras que sean algunas por su ingenuidad, para ahora abordar los elaborados comentarios que el Sr. Hodgson formuló con respecto a la narrativa del picnic de Simla.
Esta fue la ocasión en que se desenterraron del suelo una taza y un platillo muy comentados. Y un rasgo importante en relación con este suceso, según lo describo, es que la Sra. Blavatsky no participó en la elección del lugar elegido para el almuerzo, como resume ahora el Sr. Hodgson.
De hecho, el festín fue un desayuno, y así lo describí en "El Mundo Oculto", por lo tanto la inexactitud del Sr. Hodgson al referirse a ello como un almuerzo es algo que en mi opinión está al alcance del Comité de la SPR y les preocupará mucho.
Pero para continuar, el Sr. Hodgson dice:
« Casi lo contrario de esto se desprende de las primeras frases del relato del coronel Olcott. »
Ese relato fue escrito por el coronel Olcott para su circulación en ese momento entre los miembros de la Sociedad Teosófica en Bombay.
Ahora bien, en referencia al coronel Olcott, el Sr. Hodgson al analizar los testimonios que dio, lo acusa en varias ocasiones de "falta de fiabilidad", "fallos de memoria" y "extrema deficiencia en la capacidad de observación". Y por esos motivos el Sr. Hodgson se siente justificado a descartar el testimonio del coronel Olcott por "inservible" cuando le conviene.
Pero ahora que se descubre una narración del coronel Olcott que no se corresponde con una narración mía de los mismos hechos, la voluble imaginación del Sr. Hodgson la dota de inmediato de todos los atributos de un criterio indiscutible y señala triunfalmente la evidencia así obtenida de mi propia inexactitud.
Gran parte de la crítica que ahora abordamos se basa en esta suposición —tan atrevida, considerando el pasaje anterior— de que si se detecta una diferencia entre mi relato y el del coronel Olcott, eso demuestra para el Sr. Hodgson de que estoy equivocado.
Pero por desgracia para el argumento del Sr. Hodgson, eso es solo su extraordinaria facultad para tropezar con la fraseología literal de una oración y no captar su significado esencial lo que le ha hecho pensar que existe alguna diferencia mínima entre la narración del coronel Olcott y la mía.
El pasaje del informe del coronel Olcott que ahora se cita es el siguiente:
« Aunque ella nunca había estado en Simla, nos indicó adónde ir, describiendo un pequeño molino, cuya existencia afirmaron los Sinnett, el Mayor e incluso las compañías japonesas. Y también mencionó un pequeño templo tibetano cerca. Llegamos al lugar que nos había descrito y encontramos el molino sobre las 10 de la mañana. Nos sentamos a la sombra y pedimos a los sirvientes que sirvieran la merienda. »
Ahora bien, el coronel Olcott, en general, tiene razón en su relato, pero también es cierto que Mme. Blavatsky no tuvo ninguna participación en la elección del lugar elegido para nuestro desayuno. La explicación de esta simple paradoja es la siguiente:
Un objetivo de nuestra expedición era un templo tibetano, que según la Sra. Blavatsky debía existir en algún lugar del valle, y que ella afirmaba estar cerca de un molino, y deseábamos visitarlo porque teníamos motivos para creer que había sido visitado recientemente por cierto ocultista.
Para no entrar en detalles, que como veremos en breve, carecen de importancia, encontramos nuestro templo, y entre risas también una pequeña noria en las cercanías, una pequeña construcción indígena enclavada en un arroyo, lo que justificaba la pertinacia clarividente de la Sra. Blavatsky respecto a un molino, pero luego continuamos nuestro viaje.
Hay una única imperfección en la narración del coronel Olcott, un hiato que en aquel momento no le interesó. Yo iba delante con el caballero al que aquí se hace referencia como Mayor, y los guié hasta el lugar que había elegido —un lugar junto al arroyo donde ya había estado— para servirnos el desayuno.
Pero allí encontramos el agua del arroyo sucia y desagradable, y además descubrimos un poco más abajo que se estaban realizando preparativos para una cremación hindú.
El Mayor y yo entonces subimos a los bosques para elegir un campamento más adecuado, y por voluntad propia elegimos uno donde a los sirvientes, al subir, se les ordenó preparar el desayuno.
Todo esto por supuesto el Sr. Hodgson ignora, incluso asumiendo como base de sus comentarios posteriores que el picnic tuvo lugar en el lugar elegido por Madame Blavatsky, pues él escribió:
« Dado que ese lugar aparece en el relato del Sr. Sinnett como un lugar al que no es probable que vayan, no podemos atribuirle mucho peso a su opinión de que la taza y el platillo eran de un tipo que no era probable que llevaran. »
Resulta tedioso repetir las mismas observaciones, pero aquí se observará de nuevo que el Sr. Hodgson critica la declaración en cuestión simplemente porque una de sus predecesoras está plagada de sus propias insinuaciones infundadas.
Desde la primera hasta la última de estas críticas contra los fenómenos que menciono en el libro "El Mundo Oculto" niego que exista una sola alegación con fundamento racional, o que hubiera resistido la prueba de una discusión honesta conmigo ante un tribunal imparcial si el Comité hubiera considerado deseable un tratamiento justo de esta investigación, o se hubiera atrevido a actuar como tal.
El Sr. Hodgson alega que:
« Probablemente Babula, el sirviente nativo de la Sra. Blavatsky, un joven activo, quien según tengo entendido, había trabajado anteriormente para un mago francés, podría arrojar aún más luz sobre los acontecimientos de ese día que el relato del coronel Olcott. »
Esa es una insinuación más, infundada, ofensiva y poco inteligente, presentada con toda la autoridad de la SPR, como resultado de una misión especial a la India y una incubación de seis meses.
Pero un poco de sentido común a la luz de los hechos descritos, demostrará que ni Babula ni todos los jóvenes activos de Simla juntos pudieron haber contribuido en lo más mínimo al resultado que realmente ocurrió.
La taza y el platillo fueron desenterrados a pocos metros del lugar donde desayunamos.
Y la idea de que la Sra. Blavatsky creara una taza y un platillo fue una sugerencia jocosa mencionada por una de las damas presentes, consecuencia en sí misma de circunstancias fortuitas, y todas las objeciones tontas e inapropiadas que se han presentado contra mi relato del suceso (entre ellas, la del Sr. Hodgson) dejan la fuerza de esa evidencia absolutamente intacta.
Además de la materialización de la taza y el platillo, ocurrieron otros dos fenómenos destacados durante el picnic. El Sr. Hodgson escribió:
« Ocultar el diploma y gestionar la botella de agua habría sido aún más fácil para Babula que enterrar la taza y el platillo en el interior del conjunto de raíces. »
Ante tales observaciones, es difícil confiar en la perfecta buena fe del Informe Hodgson, pero debemos imitar el plan adoptado por el Sr. Hodgson cuando al tener dificultades para enfrentarse a la intachable buena fe del coronel Olcott, justificar su actitud moral a expensas de su comprensión.
Babula no habría tenido nada que ver con el diploma ni con la botella de agua.
Y para derrumbar las críticas del Sr. Hodgson, debo detallar alguno datos adicionales.
El Sr. Hodgson escribió:
« En relación con este incidente, el Sr. Sinnett tiene mucho que sugerir sobre la estupidez anormal de cierto sirviente que había sido enviado con botellas vacías a una cervecería con una nota a lápiz pidiendo agua, pero quien al no encontrar a ningún europeo en la cervecería para recibir la nota, trajo las botellas vacías.
Al parecer, fue una de estas botellas vacías la que Madame Blavatsky tomó para su experimento.
¿Quién era este sirviente anormalmente estúpido?
Seguramente no era Babula, el sirviente personal de Madame Blavatsky. Y sin embargo Babula estaba de alguna manera preocupado.
El coronel Olcott señaló que:
"Tras decir que al querer un té, nos encontramos sin agua. Enviamos sirvientes por todas partes, pero no consiguieron nada. Mientras Babula era enviado a una segunda búsqueda, Madame Blavatsky fue discretamente a las cestas del almuerzo, tomó una botella de agua vacía, la guardó en la manga suelta de su vestido y vino directamente a donde estábamos sentados en el césped. Y cuando la sacó la botella estaba llena del agua más clara y suave, de la que todas bebimos."
Dado que Babula estuvo presente, el hecho de que todas las botellas se vaciaran y luego una se llenara se explica fácilmente sin necesidad de suponer que hubiera algo más sustancial que una llena en la manga de Madame Blavatsky.
Es curioso cuánto se ha ocultado a Babula en el relato del Sr. Sinnett, sin duda con descuido y sin cuidado, pero, si fue con descuido, el Sr. Sinnett debe ser acusado de una grave falta de perspicacia. »
Es difícil identificar primero los fragmentos de falsas suposiciones, razonamientos insensatos y perversidad autosuficiente que constituyen la maraña de esta crítica caprichosa.
Por supuesto, el "sirviente anormalmente estúpido" no era Babula, sino uno de mis propios empleados en el servicio del día. Su viaje a la cervecería y su regreso están cubiertos en el informe del coronel Olcott con una sola frase: "Se enviaron sirvientes en varias direcciones, pero ninguno pudo conseguir agua".
El hecho de que Babula hubiera emprendido una segunda búsqueda (siguiendo la descripción del coronel Olcott) cuando Madame Blavatsky logró llenar una de las botellas previamente vacías, no tiene ninguna relación con el suceso, como tampoco lo tiene la gran verdad de que hay hitos en Dover Road.
¿Qué propósito tiene el Sr. Hodgson al insistir en que mientras Madame Blavatsky realizaba la hazaña descrita con una de las botellas vacías, que todos vimos sacar de la cesta donde sabíamos que solo había botellas vacías, Babula había emprendido una segunda búsqueda?
Si Babula no estaba presente, no podría estar contribuyendo al engaño. Pero el Sr. Hodgson parece creer que cualquier mención oscuramente significativa del nombre de Babula, basándose en la cruel teoría que él ha construido sobre ese muchacho sencillo y devoto, inculcará en sus lectores la idea general de que se estaba tramando algo.
El único engaño en cuestión es el retórico al que el Sr. Hodgson llega, pero de esto, de hecho, hay demasiado en su Informe.
Que "Babula haya sido mantenido en un segundo plano en la narrativa del Sr. Sinnett" se explica simplemente por su total insignificancia en ese acontecimiento.
El Sr. Hodgson quiere arrastrar al pobre Babula a una fama europea para satisfacer las apremiantes necesidades de su propio ataque, y si el Sr. Hodgson hubiera podido ser visto en el horizonte, en 1880, tal vez Babula se habría quedado en casa.
No es que eso le hubiera importado en lo más mínimo a nuestro actual crítico fértil, cuyos métodos de análisis de los sucesos que he tenido que describir se imponen por encima de las limitaciones de las circunstancias y del sentido común.
Pero por muy inapropiados, ilógicos o frívolos que sean desde el punto de vista de un investigador psíquico, cualquier insinuación absurda que haga contra mí, por gratuita que sea, le servirá de base para pretender desmentirme, considerándome carente de yo tener una perspicacia ordinaria.
(Una vez más el señor Hodgson busca explicar los fenómenos que Blavatsky produjo, arguyendo que fueron trucos llevados a cabo con la complicidad de Babula, pero si ustedes leen los testimonios constatarán que esa teoría no es válida, y en cambio posteriormente Blavatsky explicó que esas materializaciones ella las efectuó con la ayuda de los Maestros.)
La materialización de un broche dentro de un cojín
Me contentaré con hacer algunas objeciones más a esta crítica de los fenómenos que relato en "El Mundo Oculto", y la siguiente es a la vez la más elaborada y la más irracional, la más paciente y la más mezquina, la más microscópica y la más indiscriminada —e inconmensurablemente la más inescrupulosa— a la que ha sido sometido ese libro tan discutido.
Y dejaré algunos bloques del destrozado edificio del Sr. Hodgson para que los lectores inteligentes, guiados por las explicaciones aquí dadas, los descompongan en fragmentos más pequeños por sí mismos si así lo desean.
Permítanme ahora pasar al análisis que el Sr. Hodgson hace del incidente del cojín ("El Mundo Oculto", p.75-79).
El señor Hodgson escribió:
« Las impresiones subjetivas del Sr. Sinnett de la noche anterior parecen estar estrechamente relacionadas con el incidente, si no formar parte de él. Pero como no se describen con exactitud, no puedo, por supuesto, analizarlas.
Si no fueron ni alucinaciones ni ilusiones extremas sufridas por el Sr. Sinnett, podrían haberse debido a la audacia y astucia de la Sra. Blavatsky, en cuyo caso el cojín pudo haber sido manipulado antes de que el Sr. Sinnett hablara de sus impresiones esa mañana. »
El uso que el Sr. Hodgson puede hacer del modo potencial, cuando no cuenta con pruebas derivadas del señor o la señora Coulomb en las que basarse, divertirá al lector paciente y analítico de la maravillosa composición que se menciona.
Pero el verdadero arte de la frase recién citada reside en la introducción de la idea de que el punto en el que Madame Blavatsky debía trabajar durante la madrugada del día en cuestión en ese cojín.
El Sr. Hodgson escribe como si toda la dificultad residiera en cómo Madame Blavatsky o su supuesto cómplice, Babula, llegarían al cojín.
El cojín, en ese momento, todavía no había entrado en el asunto, pero el Sr. Hodgson quiere que supongamos que su elección más tarde ese mismo día, por mí, como el lugar donde encontraría el recuerdo que me entregarían [el broche de la Sra. Sinnett] fue algo que Madame Blavatsky pudo haber previsto fácilmente.
El Sr. Hodgson escribió:
« La estrecha relación de Madame Blavatsky con el Sr. Sinnett pudo haberle permitido anticipar con considerable confianza que él elegiría el cojín. »
Pero eso es incorrecto, y por pura absurdidad esta observación merece figurar entre las primeras seis joyas de este tipo en la colección del Sr. Hodgson.
Una relación íntima con cualquiera podría permitir a un amigo predecir su probable elección de un autor o una ópera favorita, pero no sugeriría de antemano qué caballo probablemente sacaría en una lotería, ni qué frijol de una bolsa llena.
Y les aseguro que la elección del cojín fue un asunto casi tan impredecible como lo sería la elección de qué frijol de una bolsa llena.
El Sr. Hodgson argumenta, adaptándose a la situación actual:
« Simplemente porque lugares como el suelo y el árbol ya se habían elegido antes, era improbable que se volvieran a elegir. »
Si las circunstancias hubieran sido diferentes, y su objetivo hubiera sido menospreciar la elección, podemos dudar de que el Sr. Hodgson hubiera escrito: "Simplemente observando sus hábitos de elección previos, la Sra. Blavatsky debió saber que se elegiría el suelo o un árbol".
Pero partiendo de la base de que estos objetos habían sido descartados por experimentos previos, ¿por qué se me impidió elegir, como lugar de escondite, debajo del mantel sobre la hierba, por ejemplo, o dentro del pastel sin cortar (que recuerdo que se me ocurrió, pero que descarté mentalmente en favor del cojín), o dentro de uno de mis bolsillos, o debajo del jamón de mi esposa, colocado al azar en el suelo, o debajo de cualquier otro de la media docena de jamones presentes, o debajo de una servilleta extendida en el suelo para tal fin, o en el tejado de la cabaña de piedra cerca de donde estábamos sentados, o en algún lugar dentro de esa cabaña (¡qué lugar tan obvio!, habría dicho el Sr. Hodgson si lo hubieran elegido), o en una de las cestas del almuerzo, y así sucesivamente durante una o dos páginas más?
Y sin embargo el Sr. Hodgson tuvo la ingenuidad o la seguridad de decir que probablemente yo elegirían el cojín.
Por supuesto, procede a reforzar esta hipótesis con otras de naturaleza similar, confiando en que sus lectores considerarán tres o cuatro conjeturas insostenibles como quizás en conjunto más sostenibles que cada una por separado.
Si no se hubiera elegido el cojín, el Sr. Hodgson arguye "podría surgir alguna conversación sobre si el lugar elegido era el mejor, y finalmente se podría decidir buscarlo en uno de los cojines".
Si la hazaña oculta en cuestión hubiera sido realmente defectuosa al requerir una conversación preliminar sobre el lugar a elegir, el Sr. Hodgson podría haber tenido algún fundamento para sugerir que esto destruyó el propósito de la hazaña; pero dado que la hazaña se realizó de inmediato, sin vacilación, como yo deseaba, entonces la sugerencia de que en otras circunstancias habría sido sospechosa no parece muy contundente ni sagaz.
Si señalara un animal y dijera "eso es un burro" (y un naturalista confirmaría mi opinión), he demostrado que reconozco un burro cuando lo veo, y mi juicio en tales asuntos no se cuestiona si alguien me dice: “Supongamos que primero hubieras dicho que era una vaca y luego un cerdo, podrías haber seguido adivinando hasta que al final acertaras”.
El valor probatorio del 'incidente del cojín' permanece, en verdad, absolutamente intacto ante la hipótesis fortuita del señor Hodgson.
Su pretensión es sugerir maneras en que el resultado obtenido podría haberse obtenido por medios ordinarios, y simplemente se tambalea entre los hechos, ignorando uno mientras formula una hipótesis, incompatible con él, para explicar otro, y luego intenta obviar el primer hecho sugiriendo alguna otra hipótesis alternativa incompatible con el segundo.
La multiplicación de teorías sobre este principio hasta la saciedad no es un argumento legítimo, sino un engañoso engaño verbal con el que se espera atrapar la inteligencia de los lectores descuidados.
Esto demuestra lo que tantas otras características del Informe del Sr. Hodgson exhiben, de hecho pero con demasiada claridad, que se distingue por una singular incapacidad para aplicar algo que no sea el razonamiento material más burdo a cualquier problema; y si bien es bastante hábil con el agua hirviendo y el lacre, es correspondientemente deficiente en las dotes necesarias para estimar probabilidades.
Y aunque está en su mejor momento al intentar experimentos con lacre y goma, para ver cuánto tiempo le tomaría abrir una carta y cerrarla de nuevo para que pareciera como al principio, el Sr. Hodgson se muestra como un gobemouche de primera cuando sospecha algo nuevo.
(El Sr. Hodgson quiso hacerle creer a sus lectores que Blavatsky manipuló al Sr. Sinnett para que eligiera la materialización del broche de la Sra. Sinnett dentro de ese cojín, pero el Sr. Sinnett tanto en su respuesta de arriba como en su libro estipuló enfáticamente que la elección de ese cojín fue completamente aleatoria.)
El telegrama Jhelum
Pasando a criticar las circunstancias del incidente conocido por los lectores de "El Mundo Oculto" como el telegrama Jhelum, el Sr. Hodgson añade la siguiente nota a la declaración: "Posteriormente se le solicitó al Sr. Sinnett, a través de la Sra. Blavatsky, que viera el original."
« Debo mencionar aquí un curioso documento que el Sr. Damodar me prestó involuntariamente durante varios días.
Con cierta dificultad conseguí varios ejemplares de la escritura del Mahatma, y en un sobre que contenía algunos de ellos encontré posteriormente un trozo de papel que como deduje al descubrir posteriormente que no figuraba entre los que me habían prestado, no se había encontrado en el sobre cuando el Sr. Damodar me autorizó a retirarlos.
Este documento era un pequeño fragmento de papel, sin fecha ni firma. En una de sus caras estaban escritas las siguientes palabras en tinta roja, y la escritura se asemeja a la atribuida a Mahatma M. [Morya]:
"Envíe esto con copia y telegrama original a APS [Alfred Percy Sinnett]. Cárguelo a mi cuenta y envíe la factura. Que Deb. estudie su parte con más atención."
Por supuesto, solo puedo conjeturar si este documento tenía algo que ver con el incidente mencionado. »
Esta nota es interesante por dos razones. Primero, nos muestra que el Sr. Hodgson no dudó en usar como prueba contra el grupo teosófico de Adyar, y en particular contra el Sr. Damodar, un documento que creía haber llegado a su poder sin querer; por lo tanto no tenía más derecho moral a usarlo que el que habría tenido si lo hubiera sacado del escritorio del Sr. Damodar en su ausencia.
En segundo lugar, nos muestra la disposición mental con la que este investigador recopiló e informó sobre sus pruebas, y obtuvo del Comité ante el que presentó su informe la declaración pública de que "están satisfechos con la minuciosidad de la investigación del Sr. Hodgson y confían plenamente en su imparcialidad".
Pero un conocimiento más profundo del que el Sr. Hodgson poseía de mis relaciones con los Mahatmas le habría demostrado que el trozo de papel que aferró con tanto interés, creyendo haberlo obtenido "sin querer", se relacionaba con una de las varias transacciones ocurridas mucho después del incidente del telegrama de Jhelum, aunque mucho antes de la investigación en Madrás.
El Mahatma M. me envió dos o tres telegramas en varias ocasiones a través del Sr. Damodar sobre asuntos relacionados con la Sociedad Teosófica, durante el clima frío de 1881-1882, y como el original de uno de esos telegramas, escrito a mano por el Mahatma M., que me llegó por correo del Sr. Damodar y que siguió a la transmisión de las mismas palabras por cable, todavía está en mi poder, con toda probabilidad este es el mensaje al que se referían las instrucciones en el trozo de papel.
No pudieron tener ninguna referencia al telegrama de Jhelum por dos razones:
Primero, porque el Mahatma M. no tenía nada que ver con el telegrama de Jhelum, cuyo original estaba escrito a mano por el Mahatma KH.
¿Podría el Sr. Hodgson presentar aquí su estado de ánimo potencial favorito y sugerir que quien escribió el mensaje de mano del Mahatma M. también pudo haber escrito el mensaje de Jhelum a mano por el Mahatma KH?
Luego recomendaré a la atención mi segunda razón, que fue que obtuve una vista del original del telegrama de Jhelum no porque me lo enviara el Sr. Damodar, sino por favor de los funcionarios del departamento de telégrafos, quienes para complacerme lo enviaron desde su su oficina en Jhelum a su oficina en Allahabad [que es donde residía Sinnett].
El Sr. Hodgson me contagia la tendencia a hacer conjeturas, así que me atrevo a sugerir que el trozo de papel en este caso pudo haber sido incluido, pero no enumerado, entre la serie prestada al Sr. Hodgson, de forma menos "involuntaria" de lo que él supone.
Me parece más bien un experimento para poner a prueba su credulidad —quizás ya se conjetura que es voraz por sospechas que podrían indicar una canallada oculta tras una integridad inocente— y quizás una prueba para determinar hasta qué punto estaría dispuesto a usar la información que cree haberle sido transmitida "involuntariamente".
El Sr. Hodgson no tiene mucho que decir que sea muy demoledor sobre el incidente de Jhelum en sí, excepto sugerir que la Sra. Blavatsky puede haber leído mi carta y "haber telegrafiado la respuesta correcta a un cómplice en Jhelum, una de las varias personas que para adaptarse a las hipótesis del Sr. Hodgson, se les enseña de antemano, en interés del fraude siempre ramificado, a producir una imitación justa de la escritura que concibo como la del Mahatma KH.
Es divertido observar cómo en todo momento a la Sra. Blavatsky, cuyos medios a juzgar por su vida ordinaria durante todo este tiempo en la India, no son en absoluto superabundantes, se le atribuye libremente el mantenimiento de cómplices y el soborno de sirvientes y los peones, o mensajeros de la oficina de correos, en todo el país.
Esta característica de la crítica del señor Hodgson es sólo una ilustración más de un hecho psicológico que él enfatiza fuertemente también de muchas otras maneras, aunque de manera totalmente inconsciente: que un grado considerable de astucia física es completamente compatible con una maravillosa incapacidad para apreciar las probabilidades morales.
Si el incidente de Jhelum hubiera sido aislado, y si yo hubiera intentado hacer grandes inferencias sobre las circunstancias bajo tales condiciones, podría haber habido alguna fuerza en la conjetura de que podría haber sido provocado por una confederación.
Pero cuando en medio de una inmensa multiplicidad de fenómenos ocultos que manifiestamente no podrían ser promovidos por toda la confederación en la creación, hay un número considerable del tipo que solo podría explicarse por una confederación altamente complicada que se extiende por toda la India, cuesta mucho dinero y está sujeta a innumerables peligros de traición; cuando es manifiesto que Madame Blavatsky no podría ser apoyada de esa manera por un regimiento de confederados, la hipótesis de la confederación en cada caso comparte el descrédito que se le atribuye como una teoría integral.
El retrato producido fenoménicamente
Quizás ya haya sido evidente que las críticas del Sr. Hodgson sobre los fenómenos mencionados en el libro "El Mundo Oculto" seguido pecan contra la imparcialidad y la franqueza, y a veces contra la inteligencia, pero la observación final que cierra la serie une ingeniosamente ambas características.
Cuento una historia en "El Mundo Oculto" (p.137-139) sobre la producción de cierto retrato de perfil en una hoja de papel previamente blanca que se encontraba bajo observación directa en un libro, sobre la mesa del salón durante el intervalo de tiempo transcurrido entre su última inspección como papel en blanco y su descubrimiento impreso con el retrato.
Sobre esta narración, el Sr. Hodgson comenta:
« Sobre la minuciosidad del relato del Sr. Sinnett, basta con decir que la Sra. Blavatsky es sumamente hábil con el lápiz y el pincel. He visto ejemplos de su trabajo, no solo en ciertas cartas que me mostró el Coronel Olcott, cada una de las cuales era un ingenioso boceto humorístico, sino también en dibujos exactamente similares al mencionado por el Sr. Sinnett, donde el rostro sobre el papel blanco se definía por el contraste con un sombreado azul turbio. »
La burla a la llamada exigüidad de mi relato es inoportuna, pues la clave del incidente, considerado como un fenómeno de prueba, reside en su extrema simplicidad.
No hay aquí un cúmulo de circunstancias que sopesar y comparar, que exijan una larga explicación, como en el caso del incidente de Vega, o incluso con el telegrama de Jhelum.
El encanto del incidente del retrato como prueba ocultista reside en la absoluta simplicidad de la transacción.
El papel se vio en blanco antes del desayuno, se dejó en un libro sobre la mesa a la vista de todos durante la comida, y se descubrió que tenía un retrato cuando fuimos a verlo inmediatamente después.
En este caso el Sr. Hodgson difícilmente puede sugerir cómplices, ni contar "g", ni exhibir su habilidad abriendo sobres cerrados con vapor de agua hirviendo.
Por supuesto, no hay nada que alegar ni argumentar en contra de la historia. Si digo lo que creo que es la verdad —y hasta ahora mis más acérrimos oponentes han reconocido que quienes me conocen considerarían estúpido sugerir lo contrario— no hay escapatoria a la conclusión de que en esta ocasión se produjo un fenómeno oculto.
Creo que no hay escapatoria a esa conclusión, compatible con el sentido común, también en muchos otros casos; pero podemos ceñirnos por un momento al incidente del retrato.
El Sr. Hodgson obviamente habría elogiado mi relato si lo hubiera calificado de conciso, dadas las circunstancias, pero al usar una expresión sinónima, con un ligero toque de oprobio, puede inducir a un lector indeciso a pensar que algo falla en una narración que puede considerarse exigua.
Pero entonces surge otra insinuación, infundada e irrelevante, pero muy similar a la de Yago que sugiere vagamente una sospecha indefinida. El Sr. Hodgson dice: "¡La Sra. Blavatsky es hábil con el lápiz y el pincel!"
En cuanto a este hecho, no vale la pena discutirlo. El testimonio de sus amigos íntimos sería, creo, todo lo contrario, a pesar de las iluminaciones a pluma y tinta de las cartas mencionadas anteriormente, y conjeturamos que los dibujos en azul que se le mostraron al Sr. Hodgson como suyos se le mostraron como precipitaciones ocultas suyas, aunque ahora lo oculta con calma.
Pero en cualquier caso la observación no tiene ninguna relación práctica ni lógica con el caso en cuestión. La Sra. Blavatsky podría haber tenido el genio artístico de Miguel Ángel y los recursos de una escuela de dibujo en su dormitorio, y eso no habría afectado en absoluto al carácter fenomenal del fenómeno que describo, pues estuvo desayunando con nosotros durante todo el tiempo en que la hoja de papel blanco quedó impresa con el retrato azul.
El párrafo reseñado, de hecho, es una simple maraña sin sentido ni significado, y solo puedo interpretar la acción del Comité al permitir que se mantuviera en sus Actas publicadas suponiendo que preferían (como me han dicho que desean) repudiar la responsabilidad del Informe en cuanto a sus detalles.
Si hubieran comenzado a editarlo, probablemente se habrían preguntado dónde detenerse. Por lo tanto optaron por un camino que prometía manchar a la Sociedad Teosófica tanto como fuera posible, mientras que al afirmar que eludían la responsabilidad que les correspondía, intentaron evitar que la mancha del Sr. Hodgson se les manchara en las manos.
(Otros testigos también mencionaron de otros retratos que Blavatsky produjo de manera fenoménica y estos se encuentran en el museo de Adyar.)
Conclusión
El Sr. Hodgson, complaciente en su conclusión, se jacta de haber logrado demostrar que los fenómenos mencionados en el libro "El Mundo Oculto" pueden explicarse satisfactoriamente mediante engaños, y me considera un observador sin la debida cautela.
Ha desgranado cada una de mis historias detalladamente con la fulgurante luz de su penetrante sagacidad, y ahora puedo dejar de lado el asunto de una vez por todas, apartándolo del camino de una investigación psíquica llevada a cabo en armonía con las corrientes de pensamiento predominantes, con la ayuda de cintas métricas y peritos caligrafistas.
Creo que todos los hombres razonables, por el contrario, especialmente si parten de una familiaridad moderada con la fermentación psíquica que ocurre en el mundo, se verán más bien arrastrados a la conclusión de que la investigación independiente de un hombre tan manifiestamente incapaz de tratar con justicia las investigaciones de los demás, y tan mal preparado, a juzgar por la exhibición que inconscientemente hace de la calidad de su propia mente, para entrar en simpatía con el ardor espiritual o la autodevoción a una causa noble, queda en sí mismo desacreditado por su absoluto fracaso en sacudir la solidez y coherencia de la historia sencilla y sin adornos contada en mi libro.
Nada de lo que pueda decir, lo sé muy bien perturbará la suprema satisfacción con la que el Sr. Hodgson contempla el fruto de su misión en la India, plasmado en su largamente estudiado Informe.
Él está tan satisfecho con sus propias conclusiones que al parecer, nunca se preocupa de comprobarlas para su propia orientación consultando a otros.
Durante el medio año que ha dedicado a pulir su Informe, nunca me ha consultado para averiguar qué podía decir en defensa de mi relato, cómo podía responder por tal o cual circunstancia que le parecía sospechosa.
Ha preferido adentrarse solo en el atolladero de inconsistencias y malentendidos que las páginas anteriores han demostrado que constituyen su Informe en la medida en que trata de mi propio trabajo.
Enfrentar las sospechas que surgen en su mente a la persona contra la que se dirigen parecería ser una línea de acción ajena a los instintos del Sr. Hodgson.
Mientras estaba en Madrás, se apoderó de las famosas cartas de los Coulomb (o al menos obtuvo algunas); sabía que Madame Blavatsky las había declarado repletas de interpolaciones falsificadas. Nunca se las llevó ni le preguntó: "¿Qué parte declara usted que es falsificada y cómo explica la aparente cohesión de las cartas?".
Desde lo más profundo de su conciencia, y meditando profundamente sobre las consecuencias de las "g", como es de suponer que los falsificadores, si los hubo, habían meditado a su vez antes que él, decidió que Madame Blavatsky debía ser una impostora.
Esa sospecha, al parecer en la mente del Sr. Hodgson, es un tesoro preciado que debe protegerse del contacto rudo con los aires turbulentos del Cielo hasta que alimentada por una cuidadosa acumulación de circunstancias y fortalecida por la consulta con personas conocidas por simpatizar con la joven serpiente en el huevo, crezca lo suficiente como para ser liberada y cometer travesuras.
Y teniendo cuidado todo el tiempo de observar el espíritu de la máxima sobre tratar a sus amigos como si algún día pudieran ser sus enemigos, el Sr. Hodgson toma notas para usarlas en su contra de frases inconclusas que salen de los labios de sus anfitriones en Adyar, y al hacerse fotografiar en asociación fraternal con una multitud de teósofos en la convención, los guía tan hábilmente para que inviertan su política ellos mismos, que tratan ingenuamente como amigo al investigador que difícilmente, mientras tanto, puede haber ignorado que estaba destinado a convertirse en su enemigo.
III
Apuntes finales
Como lo indica el título de este libro, no pretendo que sea una respuesta adecuada a toda la batería de ataques que la Sociedad para la Investigación Psíquica dirige contra el honor y el crédito de los líderes del elevado movimiento filosófico que el Comité parece tan poco capaz de apreciar.
La enorme cantidad de pruebas totalmente parciales, recopiladas por su agente durante la primera mitad del año pasado y transformadas en lo que se ha considerado la forma más perjudicial que podría asumir, durante la segunda mitad, constituye manifiestamente un documento que no puedo estar dispuesto a abordar en todos sus detalles de forma improvisada y en pocos días.
Pero las sospechas indirectas del Sr. Hodgson sobre el santuario, y las múltiples acusaciones de la Sra. Coulomb, de las que dócilmente se ha convertido en su portavoz, contradicen en vano la postura teosófica si mi relato se sostiene.
Por lo tanto me ha parecido conveniente mostrar sin demora lo que lectores apresurados, menos familiarizados con el caso que yo, podrían no haber percibido tan rápidamente:
Que en realidad las objeciones que el Sr. Hodgson presenta contra cualquiera de la larga serie de experiencias relatadas en mi libro carecen de fuerza.
Con críticas tan absurdas que resulta difícil comprender cómo pudo superar la vergüenza que debió sentir al intentar trabajar con ellas —las relativas a los diez y treinta segundos—, pudo inaugurar el sistema con el que se ha esforzado por socavar la credibilidad de mi historia.
Ese sistema ha consistido en lanzarme un reproche injustificado y en referirse a mí una y otra vez como alguien que ha incurrido en él. Y cada nueva referencia de ese tipo es una excusa para sugerir que probablemente estoy en falta de nuevo.
Es difícil confiar en un hombre expuesto a tantos reproches, incluso cuando no se puede demostrar que está equivocado. Y así, la larga acusación se extiende como una bola de nieve.
De hecho, en otras circunstancias, me habría importado muy poco lo que el Sr. Hodgson pudiera pensar o decir sobre mi libro o sobre mi capacidad o incapacidad para describir los acontecimientos tal como ocurrieron.
No he temido la posibilidad de ridículo o incredulidad al intentar explicar al mundo los recientes avances teosóficos. Escribo para quienes puedan comprender y tengan la capacidad mental para captar el valor de mi mensaje; y estos han resultado ser mucho más numerosos de lo que esperaba al principio.
Y para el resto, quienes no crean o consideren mis afirmaciones irrelevantes, son personas con quienes no tengo ningún interés intelectual que tratar. Cuando les gusta burlarse, les divierte, y ahí se acabó el asunto.
Pero otros intereses mucho más importantes que mi mérito literario se han visto involucrados en el ataque que ahora se me lanza, y por eso ha sido mi deber exponer la inutilidad de las críticas del Sr. Hodgson.
La Sociedad para la Investigación Psíquica, por su parte, parece seguir una política distinta a la que acabo de indicar como mía, y esforzándose sobre todo por congraciarse con la opinión pública, por aceptar los prejuicios y por mantener distancia de cualquier cosa que pueda enredarla con desarrollos psíquicos, para los cuales el sentimiento general de la comunidad aún no está maduro, se ha visto obligada a desechar con toda apariencia de desaprobación, la breve asociación que en un tiempo se vio tentada a establecer con los líderes de la Sociedad Teosófica.
Estas personas estaban bajo sospecha; las cartas publicadas de la colección de la Sra. Coulomb suscitaron dudas sobre su probidad.
No culpo ni por un momento a los principales miembros de la SPR por decidirse a realizar una investigación exhaustiva.
Es la forma en que se llevó a cabo esa investigación de principio a fin lo que condeno, y lo condeno sin reservas. No se ha dado ningún paso que parezca dictado únicamente por un cuidadoso sentido de la justicia, deseoso de llegar a la verdad.
El examen de las cartas de los Coulomb, tal como se ha llevado a cabo, no ha sido más que una parodia de examen.
El comité y el agente que emplearon se han negado, a cada nuevo giro de su investigación, a recurrir a las personas acusadas para cualquier defensa.
Para cualquiera que conozca a las personas implicadas y las circunstancias del caso, el espectáculo del Sr. Hodgson, como describe, deslizándose entre los chelas [discípulos] en Adyar, concibiendo sospechas y ocultándolas a todo aquel que pudiera justificarlas, ocultando su opinión hasta el final —sin apartarse jamás de la franqueza que debería haber caracterizado su actuación en todo momento—, convierte todo el procedimiento en el que ha participado en un atropello total a todos los principios de justicia y equidad.
Con el debido cuidado, creo que toda alegación que el Sr. Hodgson hace en su Informe, contra el prejuicio moral de todo el grupo teosófico de la India, y de la Sra. Blavatsky en particular, podría ser refutada y demostrada como resultado de un falso testimonio o un malentendido, como algo absurdo comparado con otros hechos, que son en sí mismos indiscutibles y totalmente inmerecidos.
Pero es relativamente fácil difundir acusaciones injuriosas; y por el contrario es una tarea titánica refutarlas detalladamente.
(Concuerdo que el Sr. Hodgson y la SPR no investigaron sino que solo buscaron despreciar a Blavatsky y a la Sociedad Teosófica.)
Por el momento, no pretendo adentrarme en un análisis tedioso de los testimonios de oídas del Sr. Hodgson sobre el santuario. Me contento con incluir en un apéndice a esta respuesta algunos extractos de pruebas que afirman que no hubo fraude, recopiladas en su momento por algunos teósofos de Adyar para comprobar el aparente testimonio de las cartas de los Coulomb.
Y en general, respecto a todo lo que concierne a Madame Blavatsky en el presente informe, sugeriría a quienes crean que el Sr. Hodgson ha presentado un caso prima facie en su contra (no puede haber hecho más, pues la defensa aún no ha sido escuchada), que antes de rivalizar con el Comité de la Sociedad para la Investigación Psíquica emitiendo un juicio precipitado sobre una declaración ex parte, al menos esperen la publicación de ciertas Memorias de Madame Blavatsky que impulsado por lo que se ha publicado ahora a hacer un uso algo prematuro de los materiales que tengo en mi poder, estoy preparando para su publicación.
Estas Memorias aparecerán, sin duda, durante la primavera. Mientras tanto, el aluvión de calumnias que ahora se dirige contra ella sólo es efectivo en la estimación de las personas que permanecen fuera del círculo de su conocimiento íntimo, e ineficaz con aquellos para quienes el conocimiento personal de su vida y carácter hace inherentemente absurdas las conclusiones que ahora se derivan de la evidencia circunstancial que el Sr. Hodgson ha reunido tan laboriosamente, y que la SPR ha arrojado imprudentemente contra ella sin esperar a escuchar cómo podría ser analizada o dilucidada por algún crítico competente.
NOTA
Aclaraciones de Mohini
(Mohini fue un miembro de la Sociedad Teosófica.)
El Sr. Mohini, sabiendo que estoy a punto de publicar este libro contra el Informe del Sr. Hodgson, desea comentar los ataques aleatorios que el Sr. Hodgson lanza contra su veracidad.
Su análisis —con una explicación lo suficientemente detallada como para ilustrar los errores del Sr. Hodgson— de los diversos comentarios sobre su testimonio y declaraciones dispersos en el Informe, extendería esta publicación hasta un tamaño excesivo.
Además que no pretendo ni por un momento que se considere que este libro sea una respuesta completa. Su único objetivo es exponer las principales características de los métodos del Sr. Hodgson y exponer claramente algunas de las consideraciones que hacen que su Informe sea tan desacreditable para él mismo y para el Comité que asumió la responsabilidad de publicarlo.
Sin embargo, no puedo negarle al Sr. Mohini la oportunidad de señalar un error garrafal en el que incurre el Sr. Hodgson al abordar su testimonio.
Refiriéndose a la evidencia sobre “la voz extraña” (ver págs. 357-8 del Informe) el Sr. Mohini comenta:
« En resumen, el fenómeno consistió en que oí al mismo tiempo dos voces —la de Madame Blavatsky y otra— mientras estaba sentado con ella a solas en su habitación en la casa del difunto Sr. Nobin K. Bannerji en Darjeeling. »
Al lo que el Sr. Hodgson arguyó:
« Con respecto a este incidente solo necesito recordarle al lector el hueco en la pared que estaba cerca de la esquina de la habitación de Madame. Blavatsky. El cómplice puede haber sido Babula, previamente instruido en la respuesta, y con una hoja de mango en la boca para disfrazar su voz. »
Pero con respecto a esta hipótesis, yo, a mi vez, solo necesito recordarle al lector que el incidente no tuvo lugar en Madrás, donde el Sr. Hodgson examinó las habitaciones de Madame Blavatsky, sino en Darjeeling, en el Himalaya, meses antes de que la casa de Madrás fuera comprada u ocupada.
Dejo a otros que lo determinen qué luz arroja esta inexactitud sobre las conclusiones del Sr. Hodgson, después de toda su "minuciosa" investigación en la que siempre afirma que prestó gran atención a los hechos.
La siguiente protesta del Sr. Mohini, en nombre de una persona ausente [el Sr. Babaji] que ha sido mal representado por el Sr. Hodgson, no debe ser retenida.
« En conclusión, protesto contra la cruel tergiversación de la posición del Sr. Babaji, que aparece en la página 247. No está “completamente desamparado, aparte de la Sociedad Teosófica”, en el único sentido en que el lector inglés entenderá estas palabras.
Está sin hogar, como cualquier hombre de respetable ascendencia cuando toma los votos monásticos. Su familia, adinerada, con gusto le buscará un hogar si lo necesita. Pero al adoptar la vida religiosa, según la costumbre, se ha apartado del mundo y sus ataduras. »
El Sr. Gebhard
Lamento no poder, sin retrasar indebidamente la publicación de este libro, insertar una carta que recibí del Sr. Rudolph Gebhard, testigo de ciertos fenómenos que el Sr. Hodgson ha criticado en su informe con el mismo espíritu que ha mostrado al abordar mi propia narración.
El Sr. Gebhard demuestra de forma concluyente que la teoría del Sr. Hodgson sobre cómo se produjo el fenómeno de la carta en Elberfeld es completamente insostenible e incompatible con los hechos.
(Este texto se publicó en el libro de Alfred Sinnett "Los Fenómenos del Mundo Oculto y la Sociedad para la Investigación Psíquica", p.3-48; y añadí subtítulos para facilitar su lectura.)