Mary Garden es una periodista australiana que en su juventud estuvo fascinada por el misticismo indio, al punto que ella abandonó sus estudios a la edad de 23 años para ir a la India en búsqueda de su maestro espiritual.
Y a continuación les traduzco la experiencia que ella tuvo con Sai Baba (y en morado añadí mis comentarios):
« Escuché de la existencia de Sathya Sai Baba unas semanas antes de partir a la India. Conocí a algunos de sus devotos occidentales y quedé cautivada por lo que me dijeron. Historias de que él sanaba milagrosamente a los enfermos, curaba a los cojos, resucitaba a los muertos, se teletransportaba a sí mismo a grandes distancias, y que se manifestaba en muchos lugares y cuerpos al mismo tiempo. Y también que hacía aparecer collares, pulseras y anillos de la nada y una ceniza sagrada llamada “vibhuti” desde la palma de su mano.
(David Copperfiel hace cosas parecidas y no por ello ya es considerado “Dios” en la Tierra.)
Me dijeron que millones de personas en todo el mundo, incluidos varios ministros de la India, todos ellos consideraban que Sai Baba era el nuevo Avatar (o sea la encarnación de Dios en la Tierra) y él mismo había dicho que su venida había sido predicha por Jesucristo.
¿Tal vez era Sai Baba quien estaba detrás de todos los extraños y notables cambios que había recientemente experimentado?
Así que no iba a perder la oportunidad de encontrarme y entregar mi vida al nuevo Mesías, por lo que cambié mi destino de viaje hacia el sur de la India, hacia la ciudad de Bangalore, en vez de hacia los Himalayas como lo tenía originalmente previsto.
Mi primera impresión de la India fue que por fin había llegado a mi hogar. Y a los pocos días de llegar empecé a llevar un sari que es la vestimenta tradicional, así como una mancha roja en mi frente (llamada kumkum) y comencé a aprender el hindi.
Con mi cabello de color negro y mi piel de color oliva, a menudo creían que era una mujer india, y encontré un lugar para residir en un pequeño poblado que se encontraba a diez minutos a pie del ashram de Sai Baba (que es su centro de enseñanza y donde se agrupaban sus seguidores para escucharlo).
Pronto mi pequeño cuarto estaba adornado con un gran poster de Sai Baba y un altar con velas, incienso y pequeñas estatuas de los dioses hindúes. Pero no había wáteres (utilizábamos los campos cercanos), teníamos que sacar el agua de un pozo colectivo y cocinábamos comida vegetariana en una estufa que funcionaba al queroseno.
Era una vida muy simple pero exótica que nos hacía sentir especiales a los occidentales que teníamos el privilegio de estar en presencia de “Dios”. Pero la luna de miel con Sai Baba duró poco tiempo.
Al cabo de tres meses ya estaba aburrida y desilusionada por una vida que giraba principalmente en torno a los “darshanas”. Esto significa estar sentado durante horas en un suelo polvoriento, al lado de la residencia palacial en donde residía Sai Baba, en espera a que “Dios” apareciera cada mañana y cada tarde. Se suponía que de esta forma íbamos a ser bendecidos y purificados por estar en presencia de un ser tan divino.
Al principio yo buscaba creer con todas mis fuerzas y rechazaba cualquier duda que surgía en mi mente, pero cada vez estas dudas se hicieron más fuertes.
Me sentía más y más perturbada por el pensamiento de sus seguidores ya que incluso las cosas más triviales e insignificantes se las atribuían a Sai Baba, debido a que según ellos Sai Baba era omnisciente y omnipresente. Nuestra salud, las relaciones, el tiempo e incluso las finanzas, todo estaba en manos de Sai Baba. Y repetían constantemente frases como: “Él está purificándome”, “Todo es gracias a su bendición”, etc.
(Esa obsesión que tienen los humanos por idolatrar es una de las razones por las que los verdaderos grandes Maestros se hacen públicos sólo en muy raras ocasiones. Porque saben que la gente va a terminar por idolatrarlos y ese no es el propósito de su presencia, sino para tratar a través de su enseñanza que los humanos se vuelvan más responsables de sus vidas y del planeta.)
Y también yo comenzaba a estar un poco asustada (por decirlo de manera suave) de los rumores que escuchaba sobre Sai Baba en donde se afirmaba que era un “maniático sexual” que se aprovechaba de sus discípulos masculinos durante las entrevistas privadas.
Terminé temiendo que Sai Baba fuera alguien oscuro y siniestro y hui de ahí. Afortunadamente nadie de sus seguidores vino a buscarme para tratar de hacerme cambiar de opinión (como descubrí posteriormente que frecuentemente había ocurrido con los miembros de otros grupos como la secta Moon o los Hare Krishna). Pero aún así tardé bastante tiempo antes de que pudiera sacudir el hechizo que Sai Baba había generado en mí.
Imágenes de la túnica naranja del “hombre-dios” se movían a través de mi mente de vez en cuando, al igual que las frases y las melodías de algunos de los hipnóticos “bhajans” (cantos devocionales) que habían sido cantados en su ashram. Y como yo no había conocido a ningún ex-devoto, durante el largo viaje hacia la ciudad de Delhi (capital de la India), mientras me encontraba en un tren polvoriento comencé a dudar y me angustié preguntándome: "¿Qué pasará si estoy equivocada y he echado a perder la oportunidad de estar con Dios mismo?" »
OBSERVACIÓN
Mary Garden con su relato ilustra el daño que Sai Baba ocasionó a miles de gentes a quienes las sumió en una adoración estéril, ya que esas personas creían sinceramente que si ellas pasaban horas, días, meses, años en presencia de ese "avatar", entonces serían salvadas y alcanzarían la liberación (lo cual es falso).
Me entristece constatar una vez más el daño inmisericorde que hacen esas organizaciones.
ResponderBorrarDeja de poner de referencia a Mary Garden (aclaro que Sai Baba es un asco como tantos otros) porque es la que decia que en su búsqueda no soporto estar sentada meditando mucho tiempo en silencio con un maestro budista y busco lo fenomenologico y lo fácil, un muestra de lo que no es ser un verdadero aspirante y obvio que estos tipos se aprovechan; es victima realmente?
ResponderBorrarRecuerdo que le escribí X un comentario por su experiencia en buenos términos, se hizo la importante y no contesto (flor de ego)
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