MIS EXPERIENCIAS CON LOS MAHATMAS por Henry Olcott





(Este artículo fue publicado en el periódico The Sunday Call, el 24 de marzo de 1901.)


« ¿Qué es un Mahatma?

Esa es la pregunta que le hicimos al Coronel OIcott, el famoso líder teosófico, y aquí está su respuesta, y en la que también relata varias de las experiencias que él tuvo con estos seres místicos:


"Un Mahatma es un humano que ha desarrollado su naturaleza espiritual y su voluntad suprema hasta el punto de que ya no está dominado por sus pasiones inferiores, o por las limitaciones del cuerpo físico. Él es absolutamente puro, sin deseo y se ha vuelto un ser extremadamente espiritual.

He conocido a muchos Mahatmas, quizás catorce en total, provenientes de todas partes del mundo. Algunos se me presentaron como hindúes con elegantes vestimentas nativas, y otros se me presentaron como europeos con la vestimenta moderna convencional.

Los conocí en las concurridas calles de Londres o en los desiertos inhóspitos de la India. Pero donde sea que los haya visto, y cual sea el idioma que ellos hablaban, no hay duda de que se trataba de grandes maestros. La gloria divina brilla en ellos y su toque es una bendición por sí mismo. Un magnetismo todopoderoso rodea su presencia, por lo que nadie que haya visto un verdadero Mahatma puede tener dudas cuando ellos aparecen.

El primer Mahatma que conocí fue en Nueva York cuando Madame Blavatsky y yo estábamos trabajando duro en la preparación del libro “Isis Desvelada”. En ese entonces vivíamos en una casa situada en la Octava Avenida y construida según el plano ordinario, por lo que para nada ofrecía instalaciones para malabarismos sobrenaturales.

Pues bien, habiendo terminado el trabajo de ese día y siendo ya de noche, yo me había ido a mi habitación y estaba leyendo en silencio. Y no esperaba nada inusual, pero de repente, mientras leía con el hombro un poco alejado de la puerta, comenzó a aparecer un destello de algo blanco en la esquina de mi cuarto que percibí con mi ojo derecho.

Voltee la cabeza y dejé caer mi libro con asombro ya vi en frete de mí a un oriental de gran estatura vestido con ropas blancas y con un turbante de tela a rayas de color ámbar bordado a mano de seda amarilla. Su cabello era negro y tan largo que colgaba por debajo de su turbante hasta los hombros. Su barba era negra y se abría verticalmente en la barbilla al estilo Rajput, y estaba torcida en los extremos. Sus ojos estaban vivos con el fuego del alma, ojos que eran a la vez benignos y penetrantes en la mirada; los ojos de un mentor y un juez, pero suavizados por el amor de un padre que mira a un hijo que necesita consejo y orientación.

Era un hombre tan grandioso, tan imbuido en la majestuosidad de la fuerza moral, tan brillantemente espiritual, tan evidentemente superior al humano promedio, que me sentí avergonzado frente a su presencia, e incliné la cabeza y doblé la rodilla como lo hace uno ante un personaje divino.

Su mano se posó ligeramente sobre mi cabeza y con una voz dulce pero fuerte me indicó que me sentara, y cuando levanté los ojos, él se encontraba sentado en la otra silla que se encontraba más allá de la mesa.

Me dijo que había llegado el momento para que por fin nos conociéramos, que mis acciones me habían llevado hasta este punto y que solo dependía de mí si quería comenzar una colaboración con él y entonces nos encontraríamos más a menudo en esta vida como compañeros de trabajo por el bien de la humanidad.

Me explicó que se requería hacer un gran trabajo para los humanos, y que yo podía participar si así lo deseaba; y también me explicó que un lazo misterioso nos había unido a mí y a mi colega Blavatsky, un lazo que no podía romperse por muy tensa que fuera la situación a veces. Y también me contó cosas sobre Madame Blavatsky que no puedo repetir aquí, así como cosas sobre mí que no conciernen a terceros.


No sé cuánto tiempo duró la conversación; podría haber sido media hora o una hora, aunque parecía que solo había pasado un minuto por lo poco que percibí el tiempo durante esos momentos.

Por fin se levantó y me impresioné una vez más por su gran estatura y también observé un tipo de esplendor que surgía en su semblante, pero no era un brillo externo sino un brillo suave que surgía de su piel, como si fuera una luz proveniente de su interior, el brillo de su alma.

Pero de repente un pensamiento vino a mi mente:

-      "¿Qué tal si todo esto no es más que alucinación?  ¿Qué tal si Madame Blavatsky me ha sumergido en un trance hipnótico?  Como desearía tener algún objeto tangible que me demostrara que realmente él ha estado aquí, algo que atestigüe su presencia después de que se haya ido.


Entonces el maestro cándidamente sonrió como si hubiera leído mi pensamiento y se quitó el turbante que llevaba puesto en su cabeza, se despidió de manera cordial y desapareció. Su silla estaba vacía. Yo me encontraba solo con mis emociones. Sin embargo no estaba solo ya que sobre la mesa descansaba el turbante bordado, el cual era una prueba tangible y duradera de que no había sido engañado psíquicamente, sino que realmente había estado cara a cara con uno de los hermanos mayores de la humanidad, con uno de los maestros de nuestra incipiente raza de alumnos.

Corrí y golpeé a la puerta de Madame Blavatsky para contarle el encuentro que había tenido. Ella estaba muy contenta de escuchar mi historia como yo de contársela. Luego regresé a mi habitación para pensar y a la mañana siguiente todavía me encontraba pensando y resolviendo lo que me había sucedido.

Y de esos pensamientos y de esas resoluciones desarrollé todas mis actividades teosóficas posteriores y también esa lealtad hacia los maestros que se encuentran detrás de nuestro movimiento, y esto sin importar los golpes más rudos y las desilusiones más crueles que hayan surgido, nunca estas adversidades me han sacudido.

He sido bendecido con más reuniones con este maestro y otros desde entonces. Sin embargo, otros menos afortunados que yo pueden dudar de su existencia, pero yo SÍ SÉ.


Otra manifestación aún más curiosa sucedió en las concurridas calles de Londres cuando Madame Blavatsky y yo habíamos echo escala en nuestro viaje hacia la India. Ahí nos quedabamos en la casa del Dr. Billings situada en Norwood Park.

Un día, el doctor y yo y algunos otros amigos habíamos ido a la ciudad y nos dirigíamos por la calle Cannon a través de una densa niebla, cuando de repente en un pequeño círculo de luz emitido por una lámpara de gas, nos encontramos cara a cara con un alto hindú elegantemente vestido.

Mis compañeros también lo percibieron y vieron la presencia extraña, pero solo yo lo reconocí por la luz que emanaba en su rostro que se trataba de un gran Adepto. El maestro nunca pronunció una palabra, sino que simplemente se inclinó cortésmente y desapareció sin ruido en la niebla.

Más tarde, cuando regresé a la casa, me enteré de que la misma presencia había llamado a la casa y había preguntado en un idioma extraño por Madame Blavatsky. Él mantuvo conversación con ella durante un largo tiempo, y ella parecía haber fortalecido enormemente sus poderes psíquicos.

Esa noche en la cena, Madame Blavatsky riendo, sacó una exquisita tetera japonesa por debajo de la mesa, como regalo para el Doctor Billings. Y también le regaló a otro caballero un hermoso estuche de plata que el señor encontró en el bolsillo de su abrigo. Pero el abrigo había estado colgado en el pasillo todo el tiempo, y Madame Blavatsky nunca había estado cerca de él.

Más tarde, el mismo Mahatma nos indicó que fuéramos a la exposición de cera de Madame Tussaud y que miráramos bajo los pies de cierta estatua. Y así lo hicimos, y encontramos allí una carta que nos daba instrucciones importantes sobre el trabajo que debía efectuarse con la Sociedad Teosófica.


Posteriormente, cuando llegamos a la India, vi aún más maestros. En Bombay apareció un extraño hindú quien le dictó una larga carta a Madame Blavatsky, dirigida para un amigo en París, y dándole importantes instrucciones sobre la gestión de ciertos asuntos de la Sociedad Teosófica.

En otra ocasión, cuando estábamos conduciendo en el parque una noche, una figura majestuosa detuvo nuestro carruaje. Vestido con una túnica oriental que fluía y era claramente visible a la luz eléctrica. Y después de algunas palabras amables, desapareció dejando sin embargo detrás de sí un espléndido turbante dorado bordado de forma peculiar. Guardé el turbante y sigue siendo una de mis posesiones más preciadas.


Esta circunstancia es importante para demostrar que los Mahatmas no son visiones ilusorias, conjuradas por la propia imaginación, o como algunos sugieren, por la sugestión hipnótica. La ropa que usan es absolutamente real en ese momento; esta se ha transferido junto con la forma astral del Mahatma, al lugar donde tiene lugar la aparición. Mientras que el cuerpo real del Mahatma podría estar en ese momento dormido en el lejano Tíbet, o en cualquier otro lugar, y es su doble quien apareció en el parque de Bombay.

Y en este caso, como el turbante no fue transferido de regreso a su dueño, el Mahatma, al despertar de su trance, se encontraría con la cabeza descubierta. Cada partícula de materia física que rodeaba al maestro había sido proyectada a través del espacio y devuelta nuevamente, con la excepción de los átomos que formaban el turbante. Y esto sin duda se dejó atrás intencionalmente, para que nuestros sentidos más opacos pudieran tener pruebas de su realidad.

Todos los Mahatmas tienen este poder de transferir su cuerpo doble o astral de un lugar a otro, y pueden aparecer justo a donde más se necesitan y permanecer el tiempo que sea necesario para el trabajo en cuestión.

Sin embargo, cuando uno de los maestros tiene instrucciones para dar, no elige siempre aparecer de esta manera y a menudo optan por métodos más invisibles y simplemente inspiran el cerebro de uno. Pero en períodos cruciales, cuando se llega a una decisión vital, a menudo escucho voces que hablan con toda claridad y me dicen el rumbo adecuado a seguir. Por lo que siempre siento que estoy bajo la guía e instrucción directa de los maestros.


Comentaré un evento que ilustrará esa capacidad de materialización que poseen los maestros y sus discípulos avanzados. Yo tengo un anillo de oro que siempre llevo conmigo. Tiene tres pequeños diamantes incrustados en forma de un triángulo isósceles, pero cuando lo obtuve, este anillo no era más que un simple aro de oro.

Entré en posesión de este anillo de una manera muy peculiar. Mucho antes de conocer a Madame Blavatsky, yo estaba en una sesión de espiritismo en Nueva York. Y ahí yo tenía una rosa en mi mano y el médium me dijo que cerrara los dedos con fuerza por unos momentos. Así lo hice, y cuando los volví a abrir encontré este anillo en el centro de la flor. No hace falta decir que he atesorado este anillo y siempre lo usé como un amuleto que el destino me había ofrecido.

Algunos años después, durante la primera gira de Madame Blavatsky por la India, cuando ella dio tantas manifestaciones maravillosas de su poder psíquico, nos encontrábamos en Simla y le conté la historia del anillo a una amiga que nos visitaba, y ella llevada por la curiosidad, deslizó el anillo en su dedo y estaba a punto de quitárselo nuevamente, cuando Madame Blavatsky de repente le exclamó:

    -     “No te lo quites, dame tu mano."

Madame Blavatsky tomó la mano de la dama entre las suyas y la apretó con fuerza durante un minuto más o menos. Y cuando ella la soltó, el anillo todavía estaba allí, pero estos tres diamantes habían sido incrustados en él.


Esta fue solo una de las hazañas maravillosas de Madame Blavatsky. Ella era en todos los sentidos una mujer extraña. Y una de sus grandes peculiaridades era que su cabello cambiaba constantemente de forma y de color. Usualmente era esponjoso y de color marrón claro, que se agrupaba alrededor de su cabeza. Pero a veces y bajo cierta influencia psíquica, cambiaría a negro y se volvía perfectamente lacio, o aumentaría en longitud hasta llegar a sus hombros.

Todavía no he alcanzado la etapa de desarrollo que me permite recordar mis vidas pasadas, pero he sido informado de muchas cosas al respecto. Sin embargo, todo lo que tengo libertad para mencionar es que mi última encarnación tuvo lugar hace dos mil años en la India." »

(Puede leer el texto original en inglés aquí.)








6 comentarios:

  1. Hermosa publicacion, gracias por elevar mis vibraciones con estas publicaciones!

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  2. es posible que el coronel haya usado sus influencias masónicas para poder moverse por el mundo (tipo hospedaje).
    qué opinas que la más grande expositora de la sociedad teosófica, haya sido íntima de uno?.
    crees que blavatsaky haya sido masona también?

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    1. Hasta donde yo sé, Olcott no fue masón y Blavatsky si lo fue pero participó muy poco. Y la masonería no es mala, incluso hay logias muy buenas, pero Blavatsky no quiso incorporarla en la Sociedad Teosofía porque explicó que se manejaban energías diferentes, y fue posteriormente Leadbeater quien hizo esa mezcla inapropiada. Y la intimidad entre Blavatsky y Olcott fue laboral, no sexual.

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  3. Cid, gracias por el articulo, es inspirador. Le mando un saludo.

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