(Este
artículo fue publicado en el periódico The
Sunday Call, el 24 de marzo de 1901.)
« ¿Qué es un Mahatma?
Esa es la pregunta que le hicimos al
Coronel OIcott, el famoso líder teosófico, y aquí está su respuesta, y en la
que también relata varias de las experiencias que él tuvo con estos seres
místicos:
"Un Mahatma es un humano que ha
desarrollado su naturaleza espiritual y su voluntad suprema hasta el punto de
que ya no está dominado por sus pasiones inferiores, o por las limitaciones del
cuerpo físico. Él es absolutamente puro, sin deseo y se ha vuelto un ser extremadamente
espiritual.
He conocido a muchos Mahatmas,
quizás catorce en total, provenientes de todas partes del mundo. Algunos se me
presentaron como hindúes con elegantes vestimentas nativas, y otros se me
presentaron como europeos con la vestimenta moderna convencional.
Los conocí en las concurridas calles
de Londres o en los desiertos inhóspitos de la India. Pero donde sea que los haya
visto, y cual sea el idioma que ellos hablaban, no hay duda de que se trataba
de grandes maestros. La gloria divina brilla en ellos y su toque es una
bendición por sí mismo. Un magnetismo todopoderoso rodea su presencia, por lo
que nadie que haya visto un verdadero Mahatma puede tener dudas cuando ellos aparecen.
El primer Mahatma que conocí fue en
Nueva York cuando Madame Blavatsky y yo estábamos trabajando duro en la
preparación del libro “Isis Desvelada”.
En ese entonces vivíamos en una casa situada en la Octava Avenida y construida
según el plano ordinario, por lo que para nada ofrecía instalaciones para
malabarismos sobrenaturales.
Pues bien, habiendo terminado el
trabajo de ese día y siendo ya de noche, yo me había ido a mi habitación y
estaba leyendo en silencio. Y no esperaba nada inusual, pero de repente,
mientras leía con el hombro un poco alejado de la puerta, comenzó a aparecer un
destello de algo blanco en la esquina de mi cuarto que percibí con mi ojo
derecho.
Voltee la cabeza y dejé caer mi
libro con asombro ya vi en frete de mí a un oriental de gran estatura vestido
con ropas blancas y con un turbante de tela a rayas de color ámbar bordado a
mano de seda amarilla. Su cabello era negro y tan largo que colgaba por debajo
de su turbante hasta los hombros. Su barba era negra y se abría verticalmente
en la barbilla al estilo Rajput, y estaba torcida en los extremos. Sus ojos
estaban vivos con el fuego del alma, ojos que eran a la vez benignos y
penetrantes en la mirada; los ojos de un mentor y un juez, pero suavizados por
el amor de un padre que mira a un hijo que necesita consejo y orientación.
Era un hombre tan grandioso, tan
imbuido en la majestuosidad de la fuerza moral, tan brillantemente espiritual,
tan evidentemente superior al humano promedio, que me sentí avergonzado frente
a su presencia, e incliné la cabeza y doblé la rodilla como lo hace uno ante un
personaje divino.
Su mano se posó ligeramente sobre mi
cabeza y con una voz dulce pero fuerte me indicó que me sentara, y cuando
levanté los ojos, él se encontraba sentado en la otra silla que se encontraba más
allá de la mesa.
Me dijo que había llegado el momento
para que por fin nos conociéramos, que mis acciones me habían llevado hasta
este punto y que solo dependía de mí si quería comenzar una colaboración con él
y entonces nos encontraríamos más a menudo en esta vida como compañeros de trabajo
por el bien de la humanidad.
Me explicó que se requería hacer un
gran trabajo para los humanos, y que yo podía participar si así lo deseaba; y
también me explicó que un lazo misterioso nos había unido a mí y a mi colega Blavatsky,
un lazo que no podía romperse por muy tensa que fuera la situación a veces. Y
también me contó cosas sobre Madame Blavatsky que no puedo repetir aquí, así
como cosas sobre mí que no conciernen a terceros.
No sé cuánto tiempo duró la
conversación; podría haber sido media hora o una hora, aunque parecía que solo
había pasado un minuto por lo poco que percibí el tiempo durante esos momentos.
Por fin se levantó y me impresioné
una vez más por su gran estatura y también observé un tipo de esplendor que
surgía en su semblante, pero no era un brillo externo sino un brillo suave que
surgía de su piel, como si fuera una luz proveniente de su interior, el brillo
de su alma.
Pero de repente un pensamiento vino
a mi mente:
-
"¿Qué tal si todo esto no es
más que alucinación? ¿Qué tal si Madame
Blavatsky me ha sumergido en un trance hipnótico? Como desearía tener algún objeto tangible que
me demostrara que realmente él ha estado aquí, algo que atestigüe su presencia después
de que se haya ido.
Entonces el maestro cándidamente
sonrió como si hubiera leído mi pensamiento y se quitó el turbante que llevaba
puesto en su cabeza, se despidió de manera cordial y desapareció. Su silla
estaba vacía. Yo me encontraba solo con mis emociones. Sin embargo no estaba
solo ya que sobre la mesa descansaba el turbante bordado, el cual era una
prueba tangible y duradera de que no había sido engañado psíquicamente, sino
que realmente había estado cara a cara con uno de los hermanos mayores de la
humanidad, con uno de los maestros de nuestra incipiente raza de alumnos.
Corrí y golpeé a la puerta de Madame
Blavatsky para contarle el encuentro que había tenido. Ella estaba muy contenta
de escuchar mi historia como yo de contársela. Luego regresé a mi habitación
para pensar y a la mañana siguiente todavía me encontraba pensando y
resolviendo lo que me había sucedido.
Y de esos pensamientos y de esas
resoluciones desarrollé todas mis actividades teosóficas posteriores y también esa
lealtad hacia los maestros que se encuentran detrás de nuestro movimiento, y
esto sin importar los golpes más rudos y las desilusiones más crueles que hayan
surgido, nunca estas adversidades me han sacudido.
He sido bendecido con más reuniones
con este maestro y otros desde entonces. Sin embargo, otros menos afortunados
que yo pueden dudar de su existencia, pero yo SÍ SÉ.
Otra manifestación aún más curiosa
sucedió en las concurridas calles de Londres cuando Madame Blavatsky y yo habíamos
echo escala en nuestro viaje hacia la India. Ahí nos quedabamos en la casa del
Dr. Billings situada en Norwood Park.
Un día, el doctor y yo y algunos
otros amigos habíamos ido a la ciudad y nos dirigíamos por la calle Cannon a
través de una densa niebla, cuando de repente en un pequeño círculo de luz
emitido por una lámpara de gas, nos encontramos cara a cara con un alto hindú
elegantemente vestido.
Mis compañeros también lo percibieron
y vieron la presencia extraña, pero solo yo lo reconocí por la luz que emanaba en
su rostro que se trataba de un gran Adepto. El maestro nunca pronunció una
palabra, sino que simplemente se inclinó cortésmente y desapareció sin ruido en
la niebla.
Más tarde, cuando regresé a la casa,
me enteré de que la misma presencia había llamado a la casa y había preguntado
en un idioma extraño por Madame Blavatsky. Él mantuvo conversación con ella
durante un largo tiempo, y ella parecía haber fortalecido enormemente sus
poderes psíquicos.
Esa noche en la cena, Madame Blavatsky
riendo, sacó una exquisita tetera japonesa por debajo de la mesa, como regalo
para el Doctor Billings. Y también le regaló a otro caballero un hermoso
estuche de plata que el señor encontró en el bolsillo de su abrigo. Pero el
abrigo había estado colgado en el pasillo todo el tiempo, y Madame Blavatsky
nunca había estado cerca de él.
Más tarde, el mismo Mahatma nos
indicó que fuéramos a la exposición de cera de Madame Tussaud y que miráramos
bajo los pies de cierta estatua. Y así lo hicimos, y encontramos allí una carta
que nos daba instrucciones importantes sobre el trabajo que debía efectuarse
con la Sociedad Teosófica.
Posteriormente, cuando llegamos a la
India, vi aún más maestros. En Bombay apareció un extraño hindú quien le dictó
una larga carta a Madame Blavatsky, dirigida para un amigo en París, y dándole
importantes instrucciones sobre la gestión de ciertos asuntos de la Sociedad
Teosófica.
En otra ocasión, cuando estábamos
conduciendo en el parque una noche, una figura majestuosa detuvo nuestro
carruaje. Vestido con una túnica oriental que fluía y era claramente visible a
la luz eléctrica. Y después de algunas palabras amables, desapareció dejando sin
embargo detrás de sí un espléndido turbante dorado bordado de forma peculiar. Guardé
el turbante y sigue siendo una de mis posesiones más preciadas.
Esta circunstancia es importante
para demostrar que los Mahatmas no son visiones ilusorias, conjuradas por la
propia imaginación, o como algunos sugieren, por la sugestión hipnótica. La
ropa que usan es absolutamente real en ese momento; esta se ha transferido
junto con la forma astral del Mahatma, al lugar donde tiene lugar la aparición.
Mientras que el cuerpo real del Mahatma podría estar en ese momento dormido en
el lejano Tíbet, o en cualquier otro lugar, y es su doble quien apareció en el
parque de Bombay.
Y en este caso, como el turbante no
fue transferido de regreso a su dueño, el Mahatma, al despertar de su trance,
se encontraría con la cabeza descubierta. Cada partícula de materia física que
rodeaba al maestro había sido proyectada a través del espacio y devuelta
nuevamente, con la excepción de los átomos que formaban el turbante. Y esto sin
duda se dejó atrás intencionalmente, para que nuestros sentidos más opacos
pudieran tener pruebas de su realidad.
Todos los Mahatmas tienen este poder
de transferir su cuerpo doble o astral de un lugar a otro, y pueden aparecer
justo a donde más se necesitan y permanecer el tiempo que sea necesario para el
trabajo en cuestión.
Sin embargo, cuando uno de los
maestros tiene instrucciones para dar, no elige siempre aparecer de esta manera
y a menudo optan por métodos más invisibles y simplemente inspiran el cerebro
de uno. Pero en períodos cruciales, cuando se llega a una decisión vital, a
menudo escucho voces que hablan con toda claridad y me dicen el rumbo adecuado
a seguir. Por lo que siempre siento que estoy bajo la guía e instrucción
directa de los maestros.
Comentaré un evento que ilustrará
esa capacidad de materialización que poseen los maestros y sus discípulos
avanzados. Yo tengo un anillo de oro que siempre llevo conmigo. Tiene tres
pequeños diamantes incrustados en forma de un triángulo isósceles, pero cuando
lo obtuve, este anillo no era más que un simple aro de oro.
Entré en posesión de este anillo de una
manera muy peculiar. Mucho antes de conocer a Madame Blavatsky, yo estaba en
una sesión de espiritismo en Nueva York. Y ahí yo tenía una rosa en mi mano y
el médium me dijo que cerrara los dedos con fuerza por unos momentos. Así lo
hice, y cuando los volví a abrir encontré este anillo en el centro de la flor.
No hace falta decir que he atesorado este anillo y siempre lo usé como un amuleto
que el destino me había ofrecido.
Algunos años después, durante la
primera gira de Madame Blavatsky por la India, cuando ella dio tantas
manifestaciones maravillosas de su poder psíquico, nos encontrábamos en Simla y
le conté la historia del anillo a una amiga que nos visitaba, y ella llevada por
la curiosidad, deslizó el anillo en su dedo y estaba a punto de quitárselo
nuevamente, cuando Madame Blavatsky de repente le exclamó:
- “No te lo quites, dame tu
mano."
Madame Blavatsky tomó la mano de la
dama entre las suyas y la apretó con fuerza durante un minuto más o menos. Y cuando
ella la soltó, el anillo todavía estaba allí, pero estos tres diamantes habían
sido incrustados en él.
Esta fue solo una de las hazañas
maravillosas de Madame Blavatsky. Ella era en todos los sentidos una mujer
extraña. Y una de sus grandes peculiaridades era que su cabello cambiaba
constantemente de forma y de color. Usualmente era esponjoso y de color marrón
claro, que se agrupaba alrededor de su cabeza. Pero a veces y bajo cierta
influencia psíquica, cambiaría a negro y se volvía perfectamente lacio, o aumentaría
en longitud hasta llegar a sus hombros.
Todavía no he alcanzado la etapa de
desarrollo que me permite recordar mis vidas pasadas, pero he sido informado de
muchas cosas al respecto. Sin embargo, todo lo que tengo libertad para
mencionar es que mi última encarnación tuvo lugar hace dos mil años en la India." »
Hermosa publicacion, gracias por elevar mis vibraciones con estas publicaciones!
ResponderBorrares posible que el coronel haya usado sus influencias masónicas para poder moverse por el mundo (tipo hospedaje).
ResponderBorrarqué opinas que la más grande expositora de la sociedad teosófica, haya sido íntima de uno?.
crees que blavatsaky haya sido masona también?
Hasta donde yo sé, Olcott no fue masón y Blavatsky si lo fue pero participó muy poco. Y la masonería no es mala, incluso hay logias muy buenas, pero Blavatsky no quiso incorporarla en la Sociedad Teosofía porque explicó que se manejaban energías diferentes, y fue posteriormente Leadbeater quien hizo esa mezcla inapropiada. Y la intimidad entre Blavatsky y Olcott fue laboral, no sexual.
BorrarCid, gracias por el articulo, es inspirador. Le mando un saludo.
ResponderBorrarIgualmente
BorrarMuy inspirador este artículo, gracias!
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