LOS PRINCIPALES ENEMIGOS DE BLAVATSKY RELATADOS POR SU HERMANA

 

Vera Petrovna Zhelikhovsky, quien fue la hermana de Blavatsky, relató lo siguiente sobre los ataques que los misioneros junto con los empleados de Adyar (Emma y Alexis Coulomb) y posteriormente también la SPR efectuaron contra Blavatsky; y en purpura añadí mis comentarios:
 
 
Desafortunadamente la salud de H.P. Blavatsky no pudo ser suficiente para todos los esfuerzos incesantes, las obligaciones mundanas, y especialmente las emociones causadas por las malas noticias provenientes de la India.
 
Me refiero a conspiración elaborada por sus servidores: el carpintero Coulomb y su esposa, quienes vendieron las cartas falsificadas al periódico del Colegio Cristiano de Madrás, el cual era el enemigo jurado de la Sociedad Teosófica y sobre todo de su fundadora.
 
Y quienes aprovechándose de la ausencia de sus dirigente en Adyar, se pusieron a construir en la habitación de Madame Blavatsky, puertas secretas y armarios con fondos falsos, y todo lo cual ella nunca pudo haberlo ordenado, pues aun cuando hubiese deseado engañar a sus visitantes con tales medios, ¡ella nunca hubiera cometido la locura de hacer construir estos arreglos secretos en su ausencia!
 
Y todos estos ataques y calumnias de sus adversarios terminaron por generar el lúgubre reporte publicado por la Sociedad Psíquica en Londres con el titulo: "Los engaños de Madame Blavatsky, la más grande impostora de nuestra época".
 
Y este relato ha sido negado muchas veces por muchos individuos que, profundamente iniciados en el ocultismo y en las doctrinas teosóficas, han acudido a la escena y han sondeado cuidadosamente este caso; pero las historias escandalosas, y especialmente aquellas que envuelven acusaciones, son muy difíciles de desarraigar.
 
No cabe duda que las afirmaciones de la Sociedad Psíquica de Londres (y traducidas como fueron a todos los idiomas) servirán por mucho tiempo como armas de largo alcance por los enemigos de Madame Blavatsky.
 
Mientras que las refutaciones de sus devotos seguidores, más versados en los detalles de la trama, permanecen impotentes por falta de traductores y publicidad, y relegados como están a ser solo mencionados en las revistas teosóficas, las cuales son muy poco leídas por el público en general.
 
Tengo en mi cartera toda una serie de artículos, escritos por los amigos de Madame Blavatsky en su favor, pero que ningún periódico ruso quiere publicar por temor a la polémica.
 
Y se nota que hay una clara intención por ensuciar la reputación de Madame Blavatsky sin importar las pruebas. Así por ejemplo, en contestación a la publicación que hizo la revista “Novoïe Vremia” sobre este reporte de la Sociedad Psíquica, una veintena de miembros de la Sociedad Teosófica de Londres (y que conocían a fondo toda la intriga) enviaron un comunicado colectivo al editor, pero este comunicado nunca se publicó, y el artículo difamatorio continuó apareciendo en aquel periódico, fundado en las calumnias de la Sociedad Psíquica.
 
La malevolencia del periódico del Christian College llegó hasta a afirmar que H.P. Blavatsky no se atrevería jamás a regresar a la India, pues no solamente le había sacado dinero a sus engañadas víctimas, sino que también había robado la caja de su propia Sociedad Teosófica.
 
¡Ella que había destruido su salud por trabajar tan intensamente para la Sociedad Teosófica!
 
¡Ella que le había dedicado toda su fortuna, toda su vida y toda su alma para la Sociedad Teosófica!
 
Y esta declaración del llamado periódico “cristiano” demuestra lo pérfidos que son los adversarios de Blavatsky.
 
Ella estaba ansiosa por regresar a la India, aun cuando sólo fuera para desmentir a sus perseguidores.
 
En Ceilán, y luego en Madrás, le hicieron recepciones espectaculares. Los estudiantes universitarios de Madrás le ofrecieron una exposición muy halagadora, firmada por ochocientas personas. Y ciertamente fue una demostración de las más elocuentes, que la consoló un poco de sus amargas decepciones.
 
Sin embargo, la tempestad creció, cuando ella tomó posesión de su habitación en Adyar, y lanzó gritos de indignación que hicieron que sus compañeras de viaje, la pareja Cooper-Clakley, subieran corriendo. Y estos gritos se debieron a al ver los trabajos del carpintero Coulomb, que la había sorprendido e impactado (8).
 
(La Sra. Cooper-Oavley describe esta escena y todo lo que sigue en un artículo sobre el viaje que efectuó Blavatsky de Londres a Madrás, en la revista Lucifer de junio de 1891.)
 
 
En resumen, sus enemigos hicieron tanto contra ella que una vez más cayó enferma y casi muere. Y esta vez su curación se debió a un verdadero milagro del que todos los testigos oculares han hablado.
 
Por la noche, su médico la dejó moribunda, pero cuando regresó por la mañana, solo para certificar su muerte, la encontró almorzando con una taza de leche, y el doctor apenas daba crédito a lo que veía.
 
Y ella simplemente le dijo:
 
-        "Eso es porque usted no quiere creer en el poder de nuestros Maestros".
 
El peligro inmediato había pasado, pero aún se encontraba muy débil, por lo que hubo la necesidad de llevarla en una silla de ruedas y subirla casi inconsciente a bordo de un vapor que salía para Italia, pues todos los médicos opinaron que los calores próximos del verano le serían fatales.
 
(Eso fue un vil pretexto y una gran hipocresía por parte de Olcott y el comité de Adyar porque como lo vimos anteriormente, ellos pudieron muy bien enviar a Blavatsky a la parte norte de la India en donde el clima es mucho más agradable.
 
En realidad lo que el coronel Olcott quería, era alejar a Blavatsky de la India pensando que al hacer eso, las cosas se calmarían. Pero esto fue un grave error que le valió la separación con los Maestros y el punto de declive de la Sociedad Teosófica de Adyar. Y todo esto lo detallo en el capítulo: La primera caída iniciática del coronel Olcott)
 
 
Los primeros meses del verano que Helena Blavatsky pasó cerca de Nápoles, en Torre del Greco, fueron meses muy dolorosos porque estaba enferma, sola y abandonada, y lo que era peor, temía por la prosperidad de la Sociedad Teosófica, a causa de su súbita impopularidad, y de las calumnias que constantemente se fraguaban contra ella.
 
Pero a la primera palabra de renuncia que pronunció, surgió una tormenta de protestas unánimes en América, Europa y especialmente en la India.
 
El presidente Olcott no sabía cómo calmar a los descontentos que con vehemencia pedían el regreso de Blavatsky para que de nuevo se pusiese al frente de los asuntos de la Sociedad Teosófica y de los intereses teosóficos en general.
 
En vano ella trató de demostrarles que realmente ella podría prestar un mayor servicio al Movimiento Teosófico, dedicándose a escribir su nueva obra “La Doctrina Secreta” en la reclusión y apartada de los negocios y los disturbios.
 
Ellos le contestaban con manifestaciones de adhesión y con súplicas para que fuese a Londres, a Madrás y a Nueva York, añadiendo que donde quiera que ella quisiese establecerse, ella sería bien recibida, tan sólo con que volviese a hacerse cargo de la dirección del Movimiento Teosófico.
 
En cuanto a dejarlos, no debía ni por un momento ocurrírsele, porque, según la convicción unánime, su alejamiento significaría la dispersión y la muerte de la Sociedad Teosófica.
 
Tan pronto como se supo que una de las acusaciones más necias contra ella, era que los Mahatmas no existían, y que sólo eran una creación suya, inventada para supuestamente engañar a los crédulos, cientos de cartas llegaron a sus manos de todas las regiones de la India, suscritas por personas que aseguraban haber tenido conocimiento de estos humanos increíbles antes de haber oído hablar cosa alguna sobre la Teosofía.
 
(Y es cierto, ya que la antigua tradición hindú menciona la existencia de humanos con grandes poderes y conocimientos a los que denomina: “Rishis”.)
 
Finalmente vino una carta de Negapatam, la morada de los “pandits” (los sabios), con las firmas de setenta y siete de ellos, afirmando enfáticamente la existencia de esos seres superiores, demasiado bien conocidos en la historia de las naciones arias, para que sus descendientes pudiesen dudar de su existencia. (Boston Courrier, julio de 1886)
 
Y Helena me escribió desde Wurzburgo (Alemania) en donde ella se había establecido para el invierno:
 
« Entiendo que la Sociedad Psíquica de Londres haya preferido elegir hacerme pasar por un charlatana, pues de ninguna manera ellos quieren tener discordias con la ciencia ortodoxa de Europa, y por consiguiente les sería imposible reconocer que los fenómenos ocultos, no son siempre simples trucos, sino que también pueden ser el resultado de fuerzas todavía desconocidas para los señores eruditos.
 
Y prefirieron evitar declarar eso porque inmediatamente hubieran tenido a toda la camarilla de expertos en ciencia y teología contra ellos.
 
Ciertamente un mejor plan para ellos fue pisotearnos a nosotros, los teósofos, que no le tememos a nadie, ni siquiera a las autoridades académicas, y que tenemos el valor de afirmar nuestras convicciones.
 
Así pues, antes que excitar las iras de los pastores de todos los corderos del Panurgo de Europa.
 
¿No es preferible disculpar a mis discípulos (pues hay entre ellos muchos a quienes hay que cuidar) y condolerse con ellos de que son mis pobres víctimas engañadas, y ponerme a mí en el banquillo del arrepentimiento, acusándome de fraude, de espionaje, de robo y de cuanta acusación sea posible inventarme?
 
¡Ah! reconozco mi destino habitual:
 
¡De tener la mala reputación, sin el provecho!
 
¡Si al menos hubiera podido hacer algo útil para mi amada Rusia!
 
Pero no, el único servicio que tuve la oportunidad de darle, fue negativo, ya que los directores de algunos periódicos en la India, siendo mis amigos míos y sabiendo cómo cada línea escrita contra Rusia me lastimaba personalmente, ellos se abstuvieron más a menudo de hacerlo de lo que les hubiera gustado. ¡Y eso es todo lo que pude hacer por mi patria, que para siempre he perdido! »
 
(Un esbozo biográfico de HPB)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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