LOS ADEPTOS EXPLICADOS POR WILLIAM JUDGE

El instructor William Judge dio la siguiente descripción sobre ellos:

« Han existido durante la era cristiana tantas sociedades secretas que han pretendido conocer las leyes ocultas de la Naturaleza, que una pregunta que usualmente viene a la mente de la gente es la siguiente:

¿En qué se diferencian los Adeptos Teósofos Orientales, de los Adeptos pertenecientes a las organizaciones esotéricas occidentales que con tanta frecuencia se ha oído hablar de ellos?

Sin embargo existe una gran diferencia y es la diferencia que existe entre el verdadero conocimiento y el conocimiento distorsionado, entre el mero ritualismo y los signos impresos por la naturaleza sobre todas las cosas y seres que discurren eternamente por el camino que conduce a estados superiores de existencia.

Por ejemplo las Fraternidades de los Rosacruces y de los Masones conocidas por la historia se fundan en signos y símbolos exteriores para indicar el grado que en esa Orden tienen sus miembros, y los cuales sin estas garantías son únicamente profanos, no iniciados.

Pero los Maestros transhimaláyicos y sus discípulos llevan consigo el sello indeleble, y pronuncian las palabras bien conocidas que demuestran que ellos son ellos seres desarrollados bajo las leyes superiores, y no meramente personas que habiendo subido una pequeña prueba, están en posesión de un diploma.

De los Adeptos puede decirse que son cedros altivos sin disfraz alguno, mientras que el hombre no desarrollado, lleno de palabras y fórmulas ocultistas, es sólo un actor cubierto con una piel de león.

Existen en el mundo muchos Adeptos vivientes, los cuales se conocen todos unos a otros. Poseen medios de comunicación que la civilización moderna desconoce, y por los cuales se trasmiten y reciben mensajes en cualquier momento, y desde distancias inmensas sin tener que acudir en manera alguna a medios mecánicos.

Podemos decir que existe una Orden de Adeptos, pero no es una organización con las características que usualmente tienen las asociaciones esotéricas

No es una Fraternidad en donde sus miembros se reúnan semanalmente en un lugar específico, y tampoco exige honorarios ningunos, y no posee más constitución o reglamento que las leyes eternas de la Naturaleza.

No existen en esa organización ni vigilantes ni espías, ni tampoco se eleva ante la misma queja alguna, pues no se la admite, por la razón de que cualquiera que cometa alguna ofensa, es castigado por la propia operación de la ley que está fuera por completo de su dominio, pues pierde el dominio sobre ella en el mismo momento en que la infringe.

Y bajo la protección, asistencia y guía de esta Sociedad de Adeptos, están los discípulos de cada uno de ellos.  Estos discípulos se encuentran clasificados en diferentes grados correspondientes a su grado de desarrollo.

Los discípulos menos desarrollados son asistidos por los que lo se encuentran un poco más avanzados, y éstos a su vez por lo que están más avanzados, y así consecutivamente hasta que se logra el grado del discípulo muy avanzado para quien es posible la comunicación directa con los Adeptos, y al mismo tiempo, cada Adepto vigila a todos sus discípulos.

Y por medio de los discípulos de los Adeptos, muchos efectos son producidos en el pensamiento y en los asuntos de los humanos, porque desde los más altos grados son enviados con frecuencia aquéllos que sin descubrir su conexión con el misticismo, influyen a individuos conocidos como factores importantes en sucesos que van a tener lugar en el mundo.

Se menciona que la Sociedad Teosófica en su desarrollo y difusión recibe el apoyo y la influencia de los Adeptos y de sus discípulos aceptados. Y la historia de la Sociedad Teosófica parece demostrarlo, porque a menos de que exista alguna fuerza tan poderosa como oculta que obre en ventaja suya, hace tiempo que ya se hubiera hundido en la obscuridad, destruida por la tempestad del ridículo y de insultos a que se ha visto sujeta.

Se prometió en los primeros tiempos de existencia de la Sociedad Teosófica que no le faltaría apoyo por parte de los Maestros, y también se profetizó que esa institución sería un blanco para la calumnia, y objeto de oposición. Y ambas profecías se han cumplido al pié de la letra.

(Observación: esto fue valido en los primeros años pero desafortunadamente con la expulsión de Blavatsky por parte del coronel Olcott y de los principales dirigentes de Adyar, los Maestros se fueron alejando de la Sociedad Teosófica posteriormente.)

Así como un diamante pulido muestra el trabajo al cual debe su valor y brillantez, del mismo modo el hombre que ha sufrido las pruebas y recibido las enseñanzas de los Adeptos, lleva sobre su persona el sello indeleble de ellos.

Al ojo ordinario (o sea aún no desarrollado en este sentido) no son visibles semejantes indicaciones, pero aquellos que las pueden ver las describen como prominentes por completo, y fuera totalmente del dominio del que las lleva.

Y por esta razón aquel que haya progresado, por decirlo así, tres pasos a lo largo del camino, poseerá tres señales, y es inútil que pretenda que su rango sea más elevado porque de ser así, no le faltaría la cuarta señal, desde el momento en que aparece con el desarrollo del individuo.

Ahora bien, como estas firmas no pueden ser ni imitadas ni forjadas, la entera Fraternidad para nada tiene que acudir a la ocultación de signos. Nadie puede cometer un fraude, ni arrancar los secretos de los grados superiores por haber obtenido signos o palabras de un libro, o en compensación del pago de honorarios, y nadie puede lograr que se le confiera adelanto alguno hasta que toda la naturaleza del hombre corresponda exactamente al punto deseado de su desenvolvimiento.

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La diferencia que existe entre la Fraternidad de los Adeptos y las sociedades esotéricas que existen en el mundo, puede verse de dos modos distintos: en su manera de conducirse con respecto a las naciones, y en lo referente a sus propios discípulos directos y especiales.

Nada se fuerza y nada depende del favor. Todas y cada una de las cosas son ordenadas de acuerdo con los intereses superiores de la nación, teniendo presentes las influencias cíclicas que en cualquier tiempo prevalecen y jamás antes de aquel tiempo.

Cuando desean ellos destruir las cadenas forjadas por el dogmatismo, jamás cometen el desatino de aparecer súbitamente ante los ojos asombrados de las gentes porque saben ellos muy bien que tal conducta conduciría sólo a alterar la creencia dogmática, y a convertirla en un orden de ideas igualmente dogmáticas y sin sentido común: ya sea de adhesión a los Adeptos como si fuesen dioses, o bien ya sea de crear en la imaginación de muchos de ellos el temor de estar en frente de la presencia del diablo... »

(Revista Dharma, octubre de 1913, p.134-136)