(La
siguiente historia le fue narrada al esoterista Franz Hartmann por uno de sus
conocidos.)
« Hace ya más de treinta años que tuvo lugar el siguiente
evento, y la razón por la que casi no he hablado al respecto es porque no creo
en la existencia de los espíritus, los duendes o los fantasmas; y tampoco deseo
ser sospechado por la gente culta de albergar tales supersticiones. Además nunca
hubiera esperado que alguien creyera en la verdad de mi historia, y muchas
veces he intentado convencerme de que solo fue un sueño.
Aún así, fue tan real para mí cuando
ocurrió como cualquier otro evento en mi vida, y ahora que las enseñanzas
teosóficas han arrojado una nueva luz sobre estos temas y lo han
explicado de una manera mucho más convincente, me atrevo a contarte esta historia,
la cual no había hecho pública hasta ahora por considerarla inexplicable y
demasiado personal como para que la repudiaran los escépticos.
Pues bien, a continuación voy a relatar lo que me sucedió:
En el año 1860, mis padres y yo, con
mis dos hermanas Bertha y Johanna, vivíamos en una casa grande y cómoda, una
especie de castillo en la cima de una colina cerca de la ciudad de G__, en el
sur de Baviera. El nombre de la casa era Hannstein y fue la residencia de uno
de los obispos que gobernó el país en el siglo pasado.
Los obispos tenían grandes comitivas
y eran amantes de la comodidad, por lo que la casa contaba con muchas
habitaciones y pasillos conectados por un laberinto de escaleras y pasajes
privados. Mi habitación se encontraba contigua a un gran comedor en el segundo
piso, y el pasillo daba a una galería al final de la cual se encontraba la
escalera principal.
Mi hermana mayor, Bertha, era una
chica tranquila no muy atractiva pero si muy bondadosa. No le interesaban las
diversiones, pero en cambio le encantaban los libros, la poesía y la pintura; y
de hecho ella misma era una pequeña artista.
En cambio mi hermana menor, Johanna,
era muy hermosa, llena de diversión y alegría, y especialmente le apasionaba
bailar; y en su exuberancia a menudo me agarraba y me hacía bailar con ella por
toda la habitación, para mi gran aflicción, porque nunca supe bailar bien y eso
me marearía. Y luego cuando tropezaba al tratar de recuperar mi equilibrio,
ella se reía de mi torpeza hasta que las lágrimas le corrían por sus mejillas. Todo lo cual en el fondo me divertía porque era mi hermana favorita y la fuente
de alegría de la familia.
Desafortunadamente durante una fría
noche de invierno y mientras Johanna asistía a un baile que se efectuaba en una
ciudad vecina, ella contrajo un severo resfriado que se convirtió rápidamente en
pulmonía. Y cuando sucedió eso yo me encontraba en la Universidad de Múnich
estudiando medicina.
Las cartas que recibí en ese entonces
de mi familia me informaban que la salud de Johanna estaba mejorando y se esperaba
que ella se recuperaría, pero cuando llegué a casa durante las vacaciones, vi
una mancha roja brillante en una de sus mejillas lo que me preocupó sobre el
progreso de su enfermedad. Sin embargo Johanna no había perdido nada de la
alegría y ella no estaba visiblemente deprimida (o al menos no lo mostraba)
soportando sus sufrimientos con gran fortaleza.
Después de que las vacaciones
terminaron regresé a Múnich y las noticias desde casa sobre la salud de Johanna
empeoraron gradualmente, hasta que una mañana, cuando regresé a casa al amanecer,
después de haber pasado (como ahora me veo obligado a confesar) toda la noche
cantando y bebiendo con mis compañeros, encontré un telegrama en mi escritorio informándome
que si quería ver a Johanna viva una vez más, debía volver a casa inmediatamente.
Y aquí debo interpolar unas palabras
en defensa de mi comportamiento, y es que el estudiante alemán es sometido a
mucha moderación hasta que llega a la universidad. Pero luego se le libera de
inmediato y se le permite hacer lo que le plazca, y es natural que cometa
excesos ocasionales al disfrutar de su libertad y dar rienda suelta a las
inclinaciones que se hicieron más fuertes, porque estas fueron fuertemente reprimidas
anteriormente.
Y habiendo explicado esto, prosigo
con mi narración.
El telegrama había llegado la noche
anterior y no había tiempo que perder, pero desafortunadamente para mi, el tren
rápido no salía hasta las cuatro de la tarde, así que tuve que controlar mi
impaciencia y esperar, y pasé el tiempo maldiciendo mi locura por no haber
regresado a casa antes, en cuyo caso hubiera podido haber tomado el tren de
medianoche.
Poco a poco y a medida que pasaban las
horas, la tortura de la espera se iba reduciendo, hasta que por fin llegó
el tren a su destino, pero para mi infortunio todavía me quedaban tres horas más de viaje.
Era una noche triste en noviembre,
las nubes oscuras se cernían sobre el cielo, la lluvia y el aguanieve caían, y
los caminos estaban en una condición deplorable.
Con un sentimiento de resignación a lo
inevitable, el conductor subió mi maleta mientras que yo en vano intentaba
encontrar alguna forma de estirar mis extremidades en el interior del carruaje.
Nos fuimos a un buen ritmo mientras la calle estaba pavimentada, pero cuando estuvimos fuera de la ciudad, el camino se volvió muy malo, y a los
pobres caballos les costaba trabajo poder empujar el pesado carruaje por lo que
el ritmo se volvió mucho más lento.
Lo que sufrí durante ese viaje sería
difícil de describir: la impaciencia y el remordimiento me atormentaban, más el
deseo de ver a mi hermana una vez más y al mismo tiempo el miedo de llegar
demasiado tarde, junto con la incomodidad física causada por el frío y la
humedad, más el temblor y los golpes por los rebotes del carruaje, hicieron que
mi posición fuera totalmente inviable.
Además de eso, experimentaba una
tremenda fatiga por no haber dormido la noche anterior, y estaba tan agotado
que debí de haberme quedado dormido porque mi recuerdo de la última parte del
viaje es muy confuso. Solo sé que me despertó un ruido repentino de ruedas
sobre adoquines, y luego el carruaje se detuvo con un tirón que me arrojó de mi
asiento.
Salí del carruaje y descubrí que
estábamos en la posada llamada "La
Cruz Dorada", y con la ayuda de la lámpara de la esquina miré mi reloj
y descubrí que era casi medianoche.
Apresuradamente subí la colina y
llegué a la vieja mansión. Con impaciencia toqué el timbre de la puerta y al
cabo de un rato nuestro viejo portero ya bastante sordo me abrió y me miró
con una mirada vacía.
No me detuve a hacer preguntas sino
que corrí hacia las escaleras y cuando llegué al gran salón, encendí la vela que
se encontraba sobre la mesa y luego me quité el abrigo, y cuando me di la vuelta
mi hermana Johanna estaba de pie frente a mí con una agradable sonrisa en sus
labios.
Me sorprendió mucho verla vestida
con un vestido de muselina blanca y con una corona de rosas blancas en la
frente, mientras que su largo cabello castaño oscuro caía en rizos sobre sus
hombros. Pero estaba tan feliz de verla bien y con vida que no quise reflexionar más
sobre la peculiaridad de su atuendo.
Ella se veía algo pálida pero el
punto rojo brillante en su mejilla se había ido, y sus ojos me parecían más
brillantes de lo normal, aunque en ellos había una expresión un tanto soñadora.
- "¡Por qué,
Johanna!" exclamé tomándole ambas manos, "¿Me escuchaste
venir? Qué contento estoy de verte tan
bien; pensé que estabas muy enferma."
- "Estoy perfectamente
bien", respondió ella.
Y ahora que lo pienso, no había nada
en su apariencia que indicara lo contrario, excepto tal vez que su voz parecía
tener un sonido peculiar, como proveniente de lejos; pero esto lo atribuí a la
condición de la sala grande en la que cada sonido parecía ser repetido desde el
espacio vacío.
Era la misma chica alegre y hermosa
que había conocido antes de irme a Múnich. Había en su belleza incluso algo más
etéreo que antes; que puede que se haya debido al contraste que formaban sus
trenzas oscuras con su ropa blanca.
- "Apenas puedo
creer lo que veo", le dije dándole una palmadita acariciando su mejilla.
"Esperaba encontrarte incapaz de moverte y ahora te ves como si estuvieras
lista para ir a un baile."
Johanna sonrió y como si quisiera
demostrarme que ella podía moverse, giró rápidamente varias veces con
movimientos graciosos, y luego agarrándome hizo que me acercara a ella y sin
escuchar mi protesta me puso a bailar como lo hacía usualmente en los tiempos pasados.
Sus pasos eran inaudibles y ella parecía
no tener peso, pero en cambio mis botas pesadas hacían un gran estruendo que
sonaba con tristeza a través del suelo. Por fin me puse tan mareado que le
supliqué a mi hermana que parara. Me solté de su agarre y me quedé inmóvil, y como las
paredes parecían girar con un movimiento rápido a mi alrededor, me puse las
manos sobre los ojos.
Cuando volví a abrir los ojos,
Johanna se había ido y yo estaba solo en el pasillo. Rápidamente abrí la puerta
para correr tras ella y al hacerlo, encontré a la hermana Alfonsa en la galería
sosteniendo una vela encendida.
La hermana Alfonsa era una monja de
un convento vecino bien conocida por la familia ya que ella solía atender a los
enfermos y mantener vigilias con los cuerpos de los fallecidos.
Era una mujer pequeña, demacrada y
anciana, pero también era una mujer valiente, y mientras estaba allí de pie con
su vestido negro y velo blanco, sosteniendo una vela encendida en una mano y un
rosario en la otra, ella no mostró miedo cuando vio mi silueta; más bien había una actitud de desafío en su mirada que se convirtió en asombro cuando me reconoció.
- "¿Qué es lo que
pasa, hermana Alfonsa?", le pregunté. "¿Ha visto a Johanna?"
Ella contestó: "Vine a ver cuál era la causa del ruido que estaba perturbando este momento de duelo".
- "¿Quién está
muerto?", le pregunté con sorpresa. "Johanna estuvo aquí y me hizo
bailar con ella para mostrarme que estaba bien. ¿Dónde está ella? ¿No la vio pasar?"
La monja me miró inquisitivamente, y
después de observarme como queriendo ver si no estaba borracho, finalmente ella
dijo:
- "¡Señor tenga
piedad! Su hermana Johanna murió a las seis de la tarde de ayer."
No escuché más sino que me apresuré
a bajar las escaleras y en efecto era cierto que en la habitación que se encontraba
debajo del gran salón estaba el cuerpo de Johanna tendido sobre un féretro,
ella estaba vestida como la había visto justo antes, con un vestido de muselina blanca y con una corona de rosas blancas en
su cabello suelto. La mancha roja había desaparecido, sus manos estaban
dobladas como en oración, y una dulce y apacible sonrisa descansaba en sus
labios.
Mi hermana Bertha también hizo su
aparición y confirmó la historia de que nuestra hermana había muerto a las seis de la
tarde, y añadió que el último deseo que Johanna había expresado mientras estaba falleciendo
era que le hubiera gustado haberme visto una vez más.
~ * ~
Y después de haberles contado mi historia,
todos pueden explicar lo que me sucedió a su propia satisfacción. Personalmente
yo no creo en el regreso de los espíritus del mundo de los muertos, pero por lo
que he leído que explica la Teosofía, me parece posible que la forma astral de
una persona al morir y al separarse del cuerpo físico, puede hacer cosas
muy extrañas según los instintos que habitan en su interior. »
(Revista Lucifer,
noviembre de 1892, vol. 11, p.219-223)
OBSERVACIONES
No sabría decirles si este relato
fue un acontecimiento real o si fue inventado o imaginado por su narrador, pero
aunque para algunos les pueda parecer una historia muy fantasiosa, desde un
punto de vista esotérico si es posible que haya sucedido debido a que son muchos
los testimonios de personas que aseguran haber sido visitadas por un ser
querido cuando este se encontraba falleciendo en otro lugar.
Y esto se debe porque al momento de
morir, la persona que está falleciendo deseando muy intensamente volver a ver a
alguien en particular, proyecta su cuerpo astral hacia ese individuo, y en
algunos casos materializa su cuerpo astral volviéndose visible, e incluso en
algunas ocasiones puede dialogar con su ser querido.
Normalmente esto sucede al momento
de fallecer o poco tiempo después, sin embargo en el caso de Johanna sorprende
que hayan pasado seis horas después, porque los maestros explican que justo
después de fallecer los humanos caen en un profundo sueño, pero puede que el
intenso deseo que ella tenía de ver a su hermano una vez más le haya permitido mantener su
consciencia todavía despierta.
Sin embargo (y por mucho deseo que
ella tuviera), poder materializar el cuerpo astral a voluntad después de haber esperado seis horas, no es algo que un humano común pueda lograr con facilidad ya que en los casos mencionados anteriormente, ese proceso de aparición se efectúa de manera inconsciente sin que los humanos intervengan intencionalmente. Por
lo que yo sospecho que un ser más elevado la ha de haber ayudado a Johanna para
cumplir su deseo de ver una vez más a su hermano antes de partir.
Y seguramente algunos de ustedes se
preguntarán:
¿Por qué un ser
elevado le cumpliría ese deseo a Johanna?
Y una posible explicación sería a
causa del karma, ya que el karma positivo busca satisfacer nuestros deseos, y
dado que Johanna parece que fue una buena persona, es factible que karma le haya
concedido su deseo de poder despedirse de su hermano antes de partir del mundo
físico.
Que historia btan interesante y sobre ese tema Cid una pregunta que hay de los fantasmas de los niños que se aparecen en panteones o casas? Son niños en verdad o son otros seres que toman forma de niño?? Gracias de antemano
ResponderBorrarMe disculpo pero no sabría decirte.
Borrarhola cid soy el chico del problema que te conte necesito de tu ayuda ya que estoy muy desesperado y un abismo desesperanzado necesito hablar con usted una cuanta cosas necesito de su orientacion urgentemente porque ya no aguanto mas esta situacion como podemos hablar en privado para yo explicarle una cuantas cosas que le quiero explicar
ResponderBorrarporque cid de verdad que la estoy pasando terriblemente y muy mal y necesito de su orientacion y hablarle de una cosa en particular que quiero decirle
ResponderBorrarActualmente solo tengo activados los comentarios del blog, pero si vas a un artículo poco leido y posteas como anónimo, es como si nos comunicaramos en privado.
Borrare que tiene que ser en privado porque lo que yo te voy a decir no puede ser en publico dime como lo vamos hacer vamos hacerlo por gmail
ResponderBorrarPonme el mail a donde quieres que te escriba, cuando lo lea lo borro y me comunico contigo
Borrarhola cid te envie un mensaje al gmail revisalo y me dice
ResponderBorrarHola Cid otra observacion, no seria mas factible que el sujeto halla sido hipnotizado ya sea por un mago o alguna otra entidad del plano astral que rondaba por ahi .....
ResponderBorrarEn el "libro viajes iniciaticos" Blavatsky creo relata la historia de un adepto o mago que le hizo tomar agua pero segun ella creia y saboreaba que era cafe con leche
Hay una pelicula personalmente la considero esoterica y misteriosa basado en ese tema de la Hipnotizacion no se si la habra visto "La Bruja" esta basado en los cuentos medievales........Si comparamos una escena de la pelicula con esta historia tiene mucha relacion .
Un saludo desde Peru
También es una posibilidad.
Borrarcid mi fuerza y energia no auementa por que no sucede nada
BorrarHermoso relato,pude pasar que antes de marcharse definitivamente al otro plano,el difunto se despide de las personas y o lugares donde fue feliz.Hay muchos relatos yo lo vivi con mi suegro,lo vi caminando,mirando su casa ´por última vez,como despidiendose..después desapareció como nada.
ResponderBorrarCid el articulo tendria que llamarse bailando con la muerta no con la muerte jaja un poco de humor
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