LA PIEDRA FILOSOFAL SEGÚN FRANZ HARTMANN

Sobre este misterioso objeto que menciona la alquimia, el esoterista Franz Hartmann señaló lo siguiente:

« La pregunta que seguido ha sido formulada es:

¿Qué es la piedra filosofal?

¿Es algo totalmente espiritual o tiene un aspecto material?

Los antiguos Alquimistas y Rosacruces hablan de esa “piedra” como si fuera algo sustancial o material, mediante la cual los “metales básicos” como el plomo o el cobre podrían transmutarse en oro puro, y ha habido muchos individuos durante la era medieval que pasaron su vida y gastaron su fortuna en busca de la Piedra Filosofal, con el fin de satisfacer su codicia por la posesión de oro, y finalmente se volvieron desquiciados al respecto.

Ahora sabemos que estos alquimistas antiguos usaron un lenguaje simbólico con el propósito de ocultar verdades sagradas y protegerlas contra la profanación.

La Piedra Filosofal de la que hablaron en realidad es la sabiduría y la fortaleza de carácter, por medio de las cuales las energías que dan fuerza a nuestras pasiones animales y facultades intelectuales (simbolizadas como “metales de base”) se emplean en un plano superior con el propósito de alcanzar el conocimiento real. Y de esta manera, las facultades intelectuales inferiores se transmutan en el “oro puro” de la sabiduría divina.

La sabiduría divina es el conocimiento real, la realización de la verdad, la unión perfecta del conocedor con lo conocido y el conocimiento (tal como está representado por el símbolo del triángulo equilátero).

Y el autoconocimiento o consciencia espiritual perfecta se logra solo mediante la unión del yo espiritual autoconsciente con el objeto espiritual del cual tiene que hacerse consciente en el poder del espíritu, y el objeto de ese conocimiento es el yo espiritual.

El hombre por lo tanto tiene que volverse espiritual si desea entrar en ese estado de existencia superior, y si lo alcanza, ya no es nada diferente del objeto de su conocimiento porque sujeto y objeto son Uno mismo, y la unidad de su yo espiritual con el espíritu del objeto se ha establecido en el poder de la espiritualidad.

Por lo tanto si un humano ha alcanzado un verdadero autoconocimiento espiritual, él ha encontrado la Piedra Filosofal, ya que el humano él mismo es la Piedra Filosofal cuando ha encontrado su propio Ser real y se ha unido con este, y como su Ser real pertenece al reino de la divinidad, su unión con su Ser divino le otorga un poder divino.

El Cuerpo Incorruptible

Sin embargo nuestro propio Ser real no es un mero espíritu. En la actualidad estamos vestidos con un cuerpo visible llamado “físico” que perece cuando el espíritu se ha apartado de él. Pero el espíritu sin forma es sin individualidad y por lo tanto necesita de un cuerpo organizado para su manifestación como ser individual.

Nuestro cuerpo físico visible, tal como está constituido en nuestro estado actual de evolución, aún no es capaz de exhibir los poderes divinos que pertenecen al hombre divino espiritualmente regenerado.

Para llegar a la posesión consciente de tales poderes es necesario desarrollar dentro de uno mismo la forma glorificada de la que el apóstol Pablo definió como el “cuerpo incorruptible” y cuyo germen se siembra dentro de nuestra forma física corruptible.

El apóstol Pablo lo describe en su primera carta a los Corintios (xv. 35 a 50) como el cuerpo celeste de la resurrección, pero puede agregarse como una explicación que el espíritu del hombre, después de haber dejado su cuerpo corruptible, no estará en posesión de ese cuerpo incorruptible, si el hombre no se ha regenerado durante su vida terrenal y ese cuerpo glorificado se ha desarrollado en él.

Este cuerpo incorruptible y sus poderes también se describen en la Filosofía del Yoga de Patanjali como un cuerpo “indestructible, ligero, glorioso y transparente” (y por lo tanto invisibles para nuestros ojos).

Aunque es muy visible en otros niveles de existencia ya que todo en el mundo consiste en vibraciones de lo que llamamos “energía” en diferentes estados o grados de condensación, y lo que nos parece material y visible puede ser invisible y parecer irrelevante en otros planos de existencia.

Las formas de pensamiento, por ejemplo, parecerán ser muy materiales en el plano mental y los objetos físicos no forman obstáculos para la penetración del pensamiento.

De acuerdo con la filosofía de los sabios no hay nada real sino la Existencia Suprema (“DIOS”) y todo lo demás es una ilusión (Maya) porque solo tiene una existencia temporal. Y por consiguiente lo que llamamos “materia” no es, en su estado final, nada sustancial ya que no tiene existencia propia.

El viejo sabio indio también describe los diferentes cuerpos del hombre en su Tattwa-Bodha (“Conocimiento del Ser”) y el mismo tema ha sido abordado por muchos autores teosóficos.

En los humanos no regenerados, este cuerpo se disipa después de la muerte; es el cuerpo corruptible, cuya expresión externa es el cuerpo físico que se desintegra con él después de que el alma se ha ido.

Mientras que en los humanos regenerados, este cuerpo etéreo se consolida y se reafirma. Es el vehículo de los poderes espirituales y el hombre puede expresarlos y manifestarlos mediante la unión de este cuerpo incorruptible con la forma física.

Hay una escuela de filosofía que enseña que este cuerpo sutil era el verdadero cuerpo físico del hombre en su estado original “paradisíaco”. En ese entonces ese cuerpo era ligero, elástico y luminoso; pero debido a la influencia perjudicial de ciertas fuerzas hostiles con las que entró en contacto durante el curso de la evolución, el hombre fue despojado de este cuerpo incorruptible y privado de su protección.

Esto dejó al hombre sujeto a las acciones de los elementos y el consiguiente sufrimiento, y ahora su objetivo debería ser recuperar esta cubierta protectora, el cuerpo incorruptible, y así alcanzar la inmortalidad física en esta Tierra.

Y aunque este punto de vista me parece muy egoísta, a pesar de ello es cierto que el hombre en cualquier plano de existencia que sea, no puede actuar sin un cuerpo organizado de algún tipo, y que por lo tanto la verdadera Piedra Filosofal no es una idea nebulosa, sino que tiene su aspecto material.

El hombre es solo un ser perfecto cuando está en posesión consciente de todos sus poderes, físicos, psíquicos, intelectuales, espirituales y divinos, teniendo también los órganos y medios para su expresión.

La Alquimia

Sin embargo no tengo dudas de que también existe un aspecto físico de la Alquimia, por medio del cual se pueden realizar ciertas transmutaciones y he presenciado algunos de estos experimentos, pero no recomendaría a nadie que los probara a menos que sea un Adepto y sea capaz de hacerlo. controlando las influencias espirituales que en tales ocasiones entran en acción, muchas de ellas contra su voluntad.

A diferencia de la química que por sus descubrimientos recientemente alcanzados con respecto a la constitución de los átomos y su uso de la electricidad, ha dado un paso más hacia la alquimia, la alquimia espiritual trata con el espíritu de las sustancias físicas y con la “electricidad espiritual” o el poder de la voluntad espiritual; porque como se ha dicho anteriormente, “materia” es simplemente apariencia y en su aspecto último todo está hecho de “espíritu”.

Al aplicar los procesos de la Alquimia, se libera el fundamento espiritual de las sustancias.

Espíritu es vida y conciencia, y como atrae lo semejante, mediante tales experimentos, las influencias de cierta clase son atraídas desde el plano astral (que probablemente sean de tipo hostil o travieso) y que buscan obstaculizar o destruir el trabajo.

Y si el operador no tiene suficiente poder moral, fortaleza mental y autocontrol espiritual para resistir tales influencias, corre un gran peligro de que sus utensilios sean derribados; incluso puede obsesionarse o volverse loco y tentado a suicidarse, porque nadie podrá controlar a los espíritus elementales que lo rodean, si él no es capaz de controlar a estos mismos elementales dentro de sí mismo.

Las instancias de tales casos no son raras, y algunas de ellas han sido de mi conocimiento personal. »

(The Occult Review, agosto de 1910, p.102-104)

(Esos casos que Franz Hartmann presenció, él los narró en otro artículo, el cual lo pueden leer en este otro capítulo: el peligro de experimentar con el ocultismo.)