LOS PODERES DE LOS MAESTROS EXPLICADOS POR YOGANANDA

 
(El siguiente artículo está conformado por varios extractos del libro “Autobiografía de un Yogui” del gurú hinduista Paramahansa Yogananda en donde él habla acerca de los poderes de los maestros y los yoguis, y le agradezco mucho a Serapeum por habérnoslo enviado.)
 
 
 
LA LEY DE LOS MILAGROS
 
Los adeptos toman conciencia de la ilusión que es el universo y a través del desarrollo que ellos adquieren, ellos aprenden a manipular esa ilusión.
 
« Las antiguas Escrituras Védicas declaran que el mundo físico opera bajo la ley fundamental de “maya” [la ilusión] que es el principio de la relatividad y dualidad.
 
Mientras que en cambio Dios, la Única Vida, es una Absoluta Unidad, y por lo tanto Él no puede aparecer como las diversas y separadas manifestaciones de una creación excepto bajo un falso o irreal velo. Esa ilusión cósmica es maya, y cada gran descubrimiento científico de los tiempos modernos ha servido de confirmación a esta sencilla aseveración hecha por los rishis [maestros].
 
La Ley del Movimiento de Newton, es una ley de “maya”. “Para cada acción hay siempre una reacción igual y contraria; la mutua acción de cualquiera de dos cuerpos es siempre igual y opuestamente dirigida”. La acción y la reacción son entonces exactamente iguales. El tener una sola fuerza es imposible. Debe haber siempre (como en efecto la hay) un par de fuerzas iguales y opuestas.
 
Las actividades fundamentales naturales evidencian todas su origen “mayávico”. Por ejemplo, la electricidad es un fenómeno de repulsión y atracción; sus electrones y protones son opuestos eléctricos.
 
Todo el mundo fenomenal está bajo la inexorable causa de la polaridad; ninguna ley física ni química o de cualquiera otra índole se halla jamás libre de sus inherentes opuestos o principios contrarios.
 
La ciencia física no puede entonces formular leyes fuera de “maya”, que es la verdadera textura y estructura de la creación. La Naturaleza misma es “maya”; la ciencia material debe forzosamente tropezar con su ineludible acertijo.
 
En su propio dominio es eterna e inagotable; los científicos del futuro no podrán hacer más que probar un aspecto tras otro de su variada infinitud. Así, la ciencia permanece en perpetuo flujo, imposibilitada para alcanzar su finalidad, aunque ciertamente apta para formular las leyes de un existente y funcional cosmos, pero sin poder para descubrir al Hacedor de la ley y Único Operador.
 
Las majestuosas manifestaciones de la gravedad y la electricidad son ya conocidas, pero qué son la gravedad y la electricidad, ningún mortal puede saberlo.
 
 
Sobrepasar “maya” fue la tarea asignada a la raza humana por los profetas milenarios. Elevarse sobre la dualidad de la creación y percibir la unidad del Creador, fue considerado como la meta más elevada del hombre.
 
Aquellos que se aferran a la ilusión cósmica deben aceptar su ley esencial de polaridad, flujo y reflujo, elevación y caída, día y noche, placer y dolor, bien y mal, nacimiento y muerte. Este modelo cíclico asume cierta monotonía angustiosa; pero después de que el hombre ha pasado por unos cuantos numerosos de nacimientos humanos, entonces principia a echar una mirada de esperanza más allá de las compulsiones de “maya”.
 
La ilusión del mundo “maya”, individualmente se llama “avidya”, que literalmente significa “no conocimiento”, ignorancia, ilusión. Maya o avidya no puede ser destruidos por medio de la convicción intelectual o por medio del análisis, sino únicamente mediante el estado interno de Nirbikalpa Samadhi.
 
Los profetas del Antiguo Testamento y los videntes de todos los países y de todas las épocas, hablaron desde ese estado de conciencia.
 
 
Entre el trillón de misterios del Cosmos, el más fenomenal es el de la luz, que no necesita como las ondas sonoras para su transmisión, aire u otro medio, pues las ondas de luz pasan libremente por el vació del espacio interestelar.
 
Aun el hipotético éter, considerado como el medio interplanetario de la luz en la teoría ondulatoria, puede ser descartado según la teoría “einsteniana”, que afirma que las propiedades geométricas del espacio hacen a ese ether innecesario.
 
Bajo cualquiera de estas hipótesis, la luz permanece como la más sutil, la más libre de toda dependencia material, de las demás manifestaciones naturales.
 
En la gigantesca concepción de Einstein, la velocidad de la luz (300.000 kilómetros por segundo), domina enteramente la Teoría de la Relatividad. Einstein demuestra matemáticamente que la velocidad de la luz es, tan lejos como lo permite la capacidad de la mente finita, la única constante en un universo de inestable flujo.
 
En esta sola y absoluta velocidad de la luz descansan todos los estándares humanos de tiempo y espacio. No siendo abstractos y eternos, como hasta ahora fueron considerados, el tiempo y el espacio son factores relativos y finitos, derivando su valor de medida sólo con referencia al patrón de la velocidad de la luz.
 
Al unirse al espacio como una relatividad dimensional, el tiempo ha rendido su viejo reclamo de un valor incambiable. El tiempo está hoy reducido a su propia naturaleza: ¡a una simple esencia de ambigüedad! Con unos cuantos golpes ecuacionales de su pluma, Einstein ha desvanecido del Cosmos toda realidad fija, excepto la de la luz.
 
En un desarrollo posterior de su “Teoría del Campo Unificado”, el gran físico comprende en una fórmula matemática las leyes de la gravitación y del electromagnetismo. Reduciendo la estructura cósmica a variaciones de una sola ley, Einstein llega al través de las edades hasta los rishis, que proclamaron una sola textura de la creación: la de una proteica maya.
 
En la época de la Teoría de la Relatividad se han levantado las posibilidades matemáticas de explorar el átomo ultérrimo. Grandes hombres de ciencia están ahora afirmando abiertamente que no sólo el átomo es energía en vez de materia, sino que la energía atómica es esencialmente “substancia mental”.
 
Sir Arthur Stanley Eddington en sus conferencias conocidas como “La Naturaleza del Mundo Físico” pronunció:
 
« La franca realización de que la ciencia física está relacionada con un mundo de sombras, es uno de los adelantos más significativos. En el mundo de la física, observamos cómo el funcionamiento de un umbrógrafo representa el drama cotidiano de la vida. La sombra de mi codo permanece sobre la sombra de la mesa, así como la sombra de la tinta fluye sobre la sombra del papel. Todo esto es simbólico; y como un símbolo le dejan los físicos. A continuación viene la Mente alquimista, que trasmuta los símbolos…
 
Para poner la conclusión final en términos crudos, la substancia del mundo es substancia mental... La substancia realística y los campos de fuerza de la antigua teoría física, son del todo inoperantes excepto en lo que se refiere a la substancia de la mente, que por sí misma ha hecho surgir estas imágenes... Así, el mundo externo se ha convertido en un mundo de sombras. Al remover nuestras ilusiones, hemos removido la substancia, porque, sin duda, hemos visto que la substancia es una de nuestras más grandes ilusiones. »
 
 
Con el reciente descubrimiento del microscopio electrónico se obtuvo una prueba definitiva de la esencia de la luz en el átomo y de la ineludible dualidad de la naturaleza. El periódico New York Times hizo en 1937 el siguiente comentario con respecto a la demostración del microscopio electrónico, ante una asamblea de la “Asociación Americana para el adelanto de la Ciencia”:
 
« La estructura cristalina del tungsteno, conocida hasta ahora únicamente de forma indirecta gracias a los rayos X, se ha puesto de manifiesto llamativamente en una pantalla fluorescente, mostrando nueve átomos en sus posiciones correctas en un espacio reticular, un cubo, con un átomo en cada vértice y uno en el centro. Los átomos del cristal reticular de tungsteno aparecen en la pantalla fluorescente como puntos de luz, dispuestos según un modelo geométrico. Las moléculas de aire bombardeadas contra este cristal de luz pueden observarse como puntos de luz danzantes, similares a los puntos de la luz del sol que brillan en el agua que se mueve…
 
El principio del microscopio electrónico fue descubierto por primera vez en 1927, por los Drs. Clinton J. Davisson y Lester H. Germer, de los Bell Telephone Laboratories, de New York City, quienes observaron que el electrón tenía un comportamiento dual, participando tanto de lascaracterísticas de una partícula como de una onda. La cualidad de onda confiere al electrón las características de la luz; este hecho desencadenó la búsqueda de un medio para “enfocar” los electrones de forma similar a como se enfoca la luz gracias a una lente.
 
Por el descubrimiento de esta cualidad Jekyll-Hyde del electrón, que corroboraba la predicción hecha en 1924 por De Broglie, el físico francés que recibió el Premio Nobel, y mostraba que en el terreno de la naturaleza física todo tenía una personalidad dual, el Dr. Davisson recibió también el Premio Nobel en Física. »
 
 
Sir James Jeans en su libro “The Mysterious Universe” escribió:
 
« La corriente del conocimiento se dirige hacia una realidad no mecánica; el Universo comienza a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina. »
 
De esta forma, la ciencia del siglo XX suena a una página de los antiguos Vedas.
 
 
Así pues, el hombre puede aprender de la ciencia, si debe ser así, la verdad filosófica de que no existe un universo material; su urdimbre es maya, ilusión. Sus espejismos de realidad se vienen abajo ante el análisis. Y a medida que los tranquilizadores puntales de un cosmos físico se derrumban uno por uno a sus pies, el hombre percibe vagamente su dependencia de los ídolos, su pasada trasgresión del mandato divino: “No tendrás otros dioses delante de Mí”.
 
En la famosa fórmula en que explica la equivalencia entre la masa y la energía, Einstein prueba que la energía de cualquier partícula de materia es igual a su masa, o peso, multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz. La liberación de la energía atómica se provoca por medio de la destrucción total de las partículas materiales. La “muerte” de la materia ha supuesto el “nacimiento” de la Era Atómica.
 
La velocidad de la luz es una medida matemática fija o constante, no porque tenga un valor absoluto de 300’000 km/s, sino porque ningún cuerpo material, cuya masa aumenta con la velocidad, podrá alcanzar jamás la velocidad de la luz. Dicho de otra forma: sólo un cuerpo material cuya masa sea infinita, puede igualar la velocidad de la luz.
 
Este concepto nos lleva a la ley de los milagros.
 
Los maestros capaces de materializar y desmaterializar sus cuerpos o cualquier otro objeto y de moverse a la velocidad de la luz y utilizar los rayos de luz creadores para hacer visible instantáneamente cualquier manifestación física, cumplen la condición einsteniana necesaria: su masa es infinita.
 
La conciencia de un yogui perfecto se identifica sin ningún esfuerzo, no con un cuerpo limitado, sino con una estructura universal. La gravedad, ya sea la “fuerza” de Newton o la “manifestación de la inercia” einsteniana, no tiene poder para obligar a un maestro a mostrar la propiedad de “peso” que es la condición gravitacional de todo objeto material. Quien se conoce a sí mismo como el Espíritu omnipresente, ya no está sujeto a las rigideces de un cuerpo sujeto al tiempo y el espacio. Sus aprisionantes “círculos infranqueables”, han cedido ante el liberador: “Yo soy Él”.
 
“Fiat lux! Y la luz se hizo”. El primer mandato a su metódica creación (Génesis 1:3) trajo a la existencia la única realidad atómica: la luz. En los rayos de este medio inmaterial tienen lugar todas las manifestaciones divinas. Los devotos de todos los tiempos declaran que Dios tiene la apariencia de llama y de luz. “El Rey de los reyes y el Señor de los señores; el único poseedor de la inmortalidad, que mora en la luz a la que ningún hombre puede acercarse” (Timoteo, 6:15-16).
 
El yogui que a través de una meditación perfecta ha fundido su conciencia con el Creador, percibe la esencia cósmica como luz; para él no existe diferencia entre los rayos de luz que componen el agua y los rayos de luz que componen la tierra.
 
Libre de la conciencia material, libre de las tres dimensiones del espacio y la cuarta dimensión del tiempo, un maestro traslada su cuerpo de luz con la misma facilidad sobre los rayos de luz de la tierra, el agua, el fuego o el aire. La prolongada concentración en el liberador ojo espiritual, permite al yogui destruir todas las ilusiones relativas a la materia y a su peso gravitatorio; desde ese momento ve el universo esencialmente como una masa indiferenciada de luz.
 
El Dr. L.T. Troland de Harvard nos dice:
 
« Las imágenes ópticas están construidas con el mismo principio que los grabados “a media tinta”; es decir que se componen de diminutos puntos y líneas demasiado pequeños para ser detectados por el ojo… La sensibilidad de la retina es tan alta, que una sensación visual puede ser producida por relativamente pocos quantas de la luz adecuada. »
 
 
Gracias al conocimiento que un maestro divino posee de los fenómenos lumínicos, puede proyectar instantáneamente como manifestación perceptible los ubicuos átomos de la luz. La forma real de la proyección, ya sea un árbol, un medicamento, un cuerpo humano, depende de la fuerza de voluntad y el poder de visualización del yogui.
 
La conciencia del hombre mientras sueña, en donde ha perdido su enlace con las limitaciones egoístas que diariamente lo atenazan, le proporciona una demostración nocturna de la omnipotencia de su mente.
 
¡He aquí que en el sueño toman forma amigos muertos hace mucho tiempo, los más remotos continentes, escenas recobradas de su niñez!
 
El maestro sintonizado con Dios, sabiendo que todos los hombres son fenómenos soñados, ha forjado una unión, nunca rígida, con esa conciencia libre e incondicionada. Inocente de toda motivación personal y empleando la voluntad creadora que le concedió el Creador
 
Un yogui cambia de posición los átomos de luz del universo para responder a la oración sincera de un devoto. Y el hombre y la creación fueron hechos con este objetivo; que pueda alzarse como dueño de maya, al conocer su dominio sobre el Cosmos. »
(Capítulo 30)
 
 
 
La siguiente anécdota muestra el extraordinario dominio sobre la luz que han desarrollado los grandes maestros y yoguis:
 
« Una de mis posesiones más preciadas [de Yogananda] es esta fotografía de Lahiri Mahasaya dada a mi padre por el mismo gurú, debido a que esa fotografía lleva consigo una vibración sagrada. La fotografía tiene un origen milagroso. Oí la historia de labios del hermano discípulo de mi padre, Kali Kumar Roy.
 
Parece ser que el maestro tenía aversión a ser retratado. Pero a pesar de sus protestas en una ocasión se le sacó una fotografía con un racimo de devotos, entre quienes estaba Kali Kumar Roy.
 
El sorprendido fotógrafo descubrió que la placa, que tenía imágenes claras de todos los discípulos, no mostraba sino un espacio negro en el centro, donde lógicamente él esperaba encontrar la figura de Lahiri Mahasaya.
 
Este fenómeno fue ampliamente debatido.
 
Cierto estudiante y experto fotógrafo, Ganga Dhar Babu, se jactó de que a él no se le escaparía la huidiza imagen. A la mañana siguiente, mientras el gurú estaba sentado en la postura de loto en un banquito de madera con una cortina detrás, Ganga Dhar Babu llegó con su equipo. Tomando todas las precauciones para tener éxito, expuso con avidez doce placas. Y en todas ellas encontró rápidamente impresiones del banquito de madera y la cortina, pero una vez más la silueta del maestro había desaparecido.
 
Con lágrimas y el orgullo destrozado, Ganga Dhar Babu fue en busca de su gurú. Pasaron muchas horas antes de que Lahiri Mahasaya rompiera su silencio con un comentario significativo:
 
-      “Soy Espíritu. ¿Puede tu cámara reflejar el omnipresente Invisible?”.
 
-      “¡Veo que no! Pero, Sagrado Señor, deseo tiernamente una fotografía del templo corporal donde, para mi estrecha visión, parece morar totalmente ese Espíritu”.
 
-      “Entonces ven mañana por la mañana. Posaré para ti”.
 
A la mañana siguiente el fotógrafo enfocó su cámara y esta vez la sagrada figura, no encubierta por la misteriosa imperceptibilidad, era nítida en la placa. El maestro no volvió a posar para otro retrato; al menos yo no he visto ninguno. »
(Capítulo 1)
 

 
 
 
 
Y aquí hay otra interesante anécdota sobre Lahiri Mahasaya:
 
« Lahiri Mahasaya realizó en presencia de Kebalananda un milagro similar a los de Cristo.
 
Mi santo profesor me contó la historia un día con los ojos muy lejos del texto sánscrito que teníamos delante.
 
Comenzó diciendo:
 
Un discípulo ciego, Ramu, despertaba en mí una viva piedad. ¿Sus ojos debían carecer de luz cuando servía con fe a nuestro maestro, en quien resplandecía la Divinidad? Una mañana quise hablar con Ramu, pero estuvo sentado durante horas abanicando pacientemente al gurú con una hoja de palma de punkha hecha a mano. Cuando el devoto salió por fin de la habitación, le seguí.
 
-      “Ramu, ¿desde cuando estás ciego?”, le pregunté.
 
-      “Desde que nací”, me respondió, “mis ojos jamás han sido bendecidos con un destello del sol”.
 
-      “Nuestro omnipotente gurú puede ayudarte. Por favor, pídeselo” le contesté.
 
Al día siguiente Ramu se acercó tímidamente a Lahiri Mahasaya. El discípulo se sentía casi avergonzado al pedir que la riqueza física se sumara a su superabundancia espiritual.
 
-      “Maestro, el Iluminador del cosmos está en usted. Le ruego que traiga Su luz a mis ojos para que pueda percibir hasta el más ligero resplandor del sol”.
 
-      “Ramu, alguien se ha confabulado para ponerme en una situación difícil. Yo no tengo poderes curativos”, el gurú le contestó.
 
-      “Señor, sin duda el Uno Infinito que está en su interior puede curar”.
 
-      “Eso es otra cosa, Ramu. ¡Dios no tiene límite! Quien enciende las estrellas y las células del cuerpo con misteriosa vida refulgente, sin duda puede llevar a tus ojos el brillo de la visión”, respondió Lahiri Mahasaya.
 
El maestro tocó la frente de Ramu en el entrecejo y le dijo:
 
-      “Concentra aquí tu mente y durante siete días canta con frecuencia el nombre del profeta Rama. El esplendor del sol tendrá un amanecer especial para ti”.
 
¡Y así se cumplió en una semana!
 
Por primera vez Ramu contempló el hermoso rostro de la naturaleza. El Uno Omnisciente dirigió infaliblemente a su discípulo a repetir el nombre de Rama, adorado por él por encima de los demás santos. La fe de Ramu era el arado suelo devocional en que brotó la poderosa semilla de la curación permanente del gurú.
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Kebalananda después de escuchar la historia guardó silencio durante un momento, y a continuación rindió un tributo más a su gurú.
 
En todos los milagros realizados por Lahiri Mahasaya, era evidente que jamás permitía que el principio del ego se considerara la fuerza causativa. Gracias a su perfecta entrega sin resistencia, el maestro podía hacer que el Poder Curativo Absoluto fluyera a través de él.
 
Las numerosas personas que fueron espectacularmente curadas por LahiriMahasaya finalmente tuvieron que alimentar el fuego de la cremación. Pero los silenciosos despertares espirituales que efectuó, los discípulos similares a Cristo que moldeó, son sus milagros imperecederos. »
(Capítulo 4)
 
 
 
Pero ante semejante poder, los maestros advierten que el verdadero sabio espiritual NO es un mago NI un adivino. Los auténticos maestros son muy diferentes de los magos, los tragasables y los que hacen crecer árboles en forma instantánea, pues todos estos son meros profesionales del espectáculo.
 
Los auténticos yoguis y maestros son grandes almas, muy difíciles de reconocer debido a su sencillez y estilo discreto. No obstante poseen conocimiento divino y poderes milagrosos idénticos a los demostrados por Cristo
 
Al respecto Yogananda decía:
 
« En la vida del maestro [Sri Yukteswar] descubrí claramente la división entre el realismo espiritual y el oscuro misticismo que pasa falsamente por su homólogo. Mi gurú era reacio a hablar sobre los reinos supra físicos. Su única aura “extraordinaria” era la perfecta simplicidad. En la conversación evitaba hacer referencias llamativas; en la acción se expresaba libremente. Otros hablaban de milagros pero no podían realizarlos. En cambio Sri Yukteswar apenas mencionaba las leyes sutiles, pero secretamente actuaba con ellas a voluntad.
 
“Un hombre de realización no hace milagros a menos que reciba una autorización interior”, explicaba el maestro. “Dios no desea que los secretos de Su creación sean promiscuamente revelados. Además todo individuo tiene el derecho inalienable a su libre albedrío. Un santo no traspasa los límites de esa independencia”.
 
El silencio habitual de Sri Yukteswar se debía a su profunda percepción del Infinito. No tenía tiempo para las interminables “revelaciones” que llenan los días de profesores sin autorrealización.
 
“En el hombre trivial el pez de los pequeños pensamientos produce mucha conmoción. En las mentes oceánicas las ballenas de inspiración apenas levantan una onda”. Esta observación de las escrituras hindúes no carece de fino humor.
 
Como consecuencia de las formas poco espectaculares de mi gurú, sólo unos pocos de sus contemporáneos le reconocieron como a un superhombre. El adagio popular: “Es necio quien no puede ocultar su sabiduría”, jamás podría aplicarse a Sri Yukteswar.
 
Aunque nacido mortal como los demás, el maestro había alcanzado la identidad con el Soberano del tiempo y el espacio. Yo percibía en su vida la unidad divina. Para él no había ningún obstáculo insuperable en la fusión de lo humano con lo divino. Llegué a comprender que tal barrera no existe salvo en la falta de audacia espiritual del hombre. »
(Capítulo 12)
 
 
 
Pero a pesar de la posibilidad de este gran dominio, los maestros nos explican que estas facultades extraordinarias no son lo más importante en el camino espiritual:
 
« Sri Yukteswar me enseñó cómo convocar la bendita experiencia a voluntad [Samadhi] y también cómo transmitirla a los demás si sus canales intuitivos estuvieran desarrollados.
 
Entré en la unión extática durante meses, comprendiendo por qué los Upanishads dicen que Dios es rasa, “el más deleitable”. No obstante, un día planteé al maestro un problema.
 
-      “Señor, me gustaría saber ¿cuándo encontraré a Dios?”.
 
-      “Lo has encontrado”.
 
-      “¡Oh, no, señor, no lo creo!”.
 
Mi gurú sonreía y me respondió:
 
“¡Estoy seguro de que no estás esperado un personaje venerable adornando un trono en algún antiséptico rincón del cosmos! No obstante, veo que imaginas que poseer poderes milagrosos es conocer a Dios. ¡Se puede tener todo el universo y aun así ver que el Señor nos evita! El avance espiritual no se mide por los poderes externos, sino únicamente por la profundidad de la dicha durante la meditación.
 
Dios es Gozo siempre renovado. Es inagotable, y a medida que sigas meditando a lo largo de los años, te cautivará con infinito ingenio. Los devotos como tú que han encontrado el camino hacia Dios, jamás sueñan con cambiarlo por ninguna otra felicidad. Él es el seductor sin posible rival.
 
¡Con qué rapidez nos cansamos de los placeres mundanos! El deseo de cosas materiales es inacabable; el hombre nunca está totalmente satisfecho y persigue una meta tras otra. El ‘algo más’ que busca es el Señor, el único que puede otorgar el gozo eterno.
 
Las ansias externas nos sacan del Edén interior; ofrecen falsos placeres que sólo imitan la felicidad del alma. El paraíso perdido se gana de nuevo a través de la meditación divina. Dios es imprevisiblemente Siempre-Nuevo y nunca nos cansamos de Él. ¿Podemos saciarnos de gozo, de gozo maravillosamente variado por toda la eternidad?” »
(Capítulo 14)
 
 
 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. "Sobrepasar “maya” fue la tarea asignada a la raza humana por los profetas milenarios. Elevarse sobre la dualidad de la creación y percibir la unidad del Creador, fue considerado como la meta más elevada del hombre."

    Es interesante esa parte del extracto, ya que hace alusión al verdadero propósito de la vida: Obtener poder.
    Verás Serapeum, hay un argumento proveniente de la antigua Grecia, argumento que jamás se ha rebatido, y es el argumento de Trasímaco. Este argumento enunciado por Trasímaco, en realidad es Platón contándonos una verdad encubierta: El propósito de la vida y la naturaleza del orden cósmico. El más vivo ejemplo de que "La justicia es el mandato del más fuerte" es la Ley Karmica; Observa como Karma somete a los hombres al Samsāra y los hace tanto sufrir como gozar.

    He hablado de que el propósito de la vida es la adquisición de poder y he mencionado al Karma; Aquel hombre que domina el Karma(no puede haber dominación sin poder, poder espiritual en este caso) se libera del Samsāra, y los Budistas enseñan que la meta de la vida es liberarse de Samsāra; Por lo tanto, para obtener la liberación/Nirvana necesitamos poder... Y así se demuestra que el propósito en si de la existencia es adquirir poder.

    Pero ojo, no hay que confundir "poder" con "violencia" o algún concepto parecido, no, yo hablo de un Poder que no surje del cuaternario inferior, de la personalidad, sino de un poder que surje del uno.

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    1. Sigo sin verlo de esa manera, Peregrino. Ese poder o ese dominio es igualmente un poder o un dominio ilusorio ya que solo concierne a lo manifestado. Según la enseñanza, el Logos (Ishvara o Alaya) es ese océano de conciencia que no se ve afectado por las pequeñas olas de la fluctuante manifestación; aun así, este Logos no es lo Absoluto o Parabrahma. Por más elevado que sea es solo un reflejo de lo Absoluto. Por esto, la liberación del samsara implica mucho más que ese dominio sobre karma. Si bien la condición Nirvánica es un misterio, el Buddha enseñó que el Hombre es perfectamente capaz de alcanzar ese estado, y ese estado no es algo externo, algo por fuera de sí mismo, sino que es su auténtica naturaleza. Como dijo el General José de San Martín: “Serás lo que debas ser o no serás nada”. Por eso concluyo, en base a la enseñanza, que el objetivo no es el dominio sobre maya sino la liberación completa de la ilusión.

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