EL PROGRESO ESPIRITUAL EXPLICADO POR BLAVATSKY

Las bien conocidas palabras de la poeta Christina Rosetti:

¿Asciende el sendero hasta el extremo mismo de la cima?

Así es, hasta el final mismo.

¿Y el viaje requiere la totalidad del día?

Desde la mañana hasta la noche, amigo mío.

Son como un epítome de la vida de quienes verdaderamente recorren el camino que conduce hacia los aspectos más elevados de la existencia. Y las diferencias que puedan hallarse en las varias presentaciones de la Doctrina Esotérica se revisten, como en todas las edades, de un ropaje nuevo tanto en el tono como en la textura del precedente, y sin embargo en cada uno de estos hallamos el más completo acuerdo con lo relativo a un punto: el sendero del desarrollo espiritual.

Hay una sola regla inflexible que siempre ha regido al neófito y que lo seguirá rigiendo hasta ahora, y es la completa subyugación de su naturaleza inferior en favor de su superior.

Desde los Vedas hasta los Upanishads, y hasta el recientemente publicado libro Luz en el Sendero, no importa cuánto busquemos a través de los textos sagrados de todas las civilizaciones y religiones, siempre hallaremos tan sólo un sendero (arduo, doloroso y atribulado) mediante el cual el ser humano puede obtener un auténtico discernimiento espiritual.

¿Y cómo podría ser de otro modo, si se considera que todas las religiones y las filosofías son sólo variantes de las enseñanzas originales de la Sabiduría Divina impartida a los seres humanos en los comienzos del ciclo por los Espíritus Planetarios?

Se nos dice que el verdadero Adepto (o sea el individuo ya desarrollado) debe invariablemente convertirse en tal, porque es imposible fabricarlo. Este es en consecuencia un proceso de crecimiento a través de la evolución, y ello deberá conllevar inevitablemente una cierta medida de dolor.

Pero la causa principal del dolor yace en nuestro perpetuo afán de buscar lo permanente en lo transitorio, y no sólo de buscarlo, sino que además actuar como si ya hubiéramos hallado lo inmutable en un mundo donde una de las cosas que podemos anticipar con certeza es el cambio constante, por lo que invariablemente y justo cuando pensábamos que teníamos en nuestras manos algo inalterable, sobreviene el cambio con el consiguiente dolor.

Y la idea de crecimiento espiritual involucra también la idea de interrupción, porque el ser interno debe estar continuamente batallando contra su confinante cáscara externa, y tal interrupción debe también ir acompañada de aflicción, esta vez no física sino mental e intelectual.

Y así ocurre que en el transcurso de nuestras vidas, el problema que se nos presenta es invariablemente aquel que consideramos como el más duro imaginable, el que vemos como algo imposible de soportar. Pero si miramos el asunto desde un punto de vista más amplio, veremos que estamos tratando de romper nuestra cáscara en su punto más vulnerable.

Y que nuestro crecimiento para ser real y no el resultado colectivo de una serie de excrecencias, debe progresar de forma pareja durante todo el proceso, tal como crece el cuerpo de una criatura, no primero la cabeza y luego un mano seguida probablemente de una pierna, sino en todas direcciones simultáneamente de manera regular e imperceptible.

La tendencia del ser humano en cambio es la de cultivar cada parte por separado, olvidando entretanto las otras. Y cada dolor aplastante es causado por la expansión de alguna parte olvidada, expansión que se hace más difícil debido a los efectos causados por la atención dedicada exclusivamente a otra parte.

(Observación: dado que el humano es un ser estructuralmente complejo ya que está compuesto de varios principios como son: un cuerpo físico, un sistema energético, una mente, una psique, etc. Lo idóneo es que lleve a cabo un desarrollo holístico que englobe a todos los aspectos de su ser. Pero usualmente se desarrolla mucho más un aspecto que otros y es por eso que la vida luego tiene que presionar a la persona para que también desarrolle los otros aspectos desantendidos de su ser.)

Por otro lado el mal es a menudo el resultado de una excesiva ansiedad porque los humanos siempre están tratando de hacer demasiado. No se conforman con dejar en paz lo que está bien, o hacer únicamente lo que la ocasión requiere y nada más. Exageran toda acción, creando con ello un karma que deberá saldarse en vidas futuras.

Entre las formas más sutiles del mal están la esperanza y el deseo de recompensa. Muchos discípulos están arruinando igualmente sus esfuerzos al albergar la idea (aunque sea a nivel subconsciente) de ser recompensados, permitiendo que esto se transforme en un factor activo en sus vidas. Y de este modo dejan abierta la puerta a la ansiedad, la duda, el miedo, el desaliento, y eventualmente el fracaso.

El objetivo del aspirante que desea lograr sabiduría espiritual, es el acceso a un plano más elevado de existencia. Debe transformarse en un nuevo ser humano, más perfecto en todos los aspectos de lo que es actualmente, y de tener éxito, sus capacidades y sus facultades recibirán el correspondiente incremento en alcance, como mismo en el mundo visible hallamos que cada etapa en la escala evolutiva se caracteriza por una mayor capacidad.

Así es como el Adepto llega a verse dotado de los maravillosos poderes descritos con frecuencia, pero el punto principal a recordar es que tales poderes acompañan de forma natural la existencia en un plano más elevado de evolución, tal como las facultades humanas corrientes nos acompañan de forma natural en el plano físico humano.

Muchas personas parecen creer que el Adeptado no es tanto el resultado de un desarrollo radical, sino más bien algo que se adquiere de manera adicional. Parecen imaginarse que el Adepto es una persona quien mediante ciertos entrenamientos claramente definidos, que consisten en una total atención a un conjunto de normas arbitrarias, primero adquiere un poder, y luego otro, y cuando ya ha adquirido un cierto número de poderes, de ahí en adelante se le puede considerar como un Adepto.

Y actuando sobre la base de esta idea equivocada, esta gente se imagina que lo primero que hay que hacer para la obtención del Adeptado es adquirir “poderes”, como por ejemplo la clarividencia y el poder de salir del cuerpo físico y viajar a  distancia (siendo estas dos facultades las que más les fascinan a las personas).

Para aquellos que desean adquirir esos poderes para su propia ventaja personal, nada tenemos que decirles porque caen bajo la condena de quienes actúan únicamente por motivos egoístas. Pero hay otros quienes, confundiendo el efecto con la causa, honestamente piensan que la adquisición de poderes supranormales es el único camino para el avance espiritual.

Tales personas consideran a la Sociedad Teosófica meramente como un medio que les permitirá ganar conocimiento en esa dirección, pensando que se trata de una especie de escuela académica de ocultismo, una institución establecida para lograr facilidades para la instrucción de futuros hacedores de milagros.

Y a pesar de repetidas protestas y advertencias, hay mentes en las cuales esta noción parece irrevocablemente fija, y vociferan sus expresiones de desilusión al darse cuenta de que lo que se les dijo anteriormente es perfectamente cierto: que la Sociedad Teosófica no fue fundada para enseñar senderos destinados a la adquisición de “poderes”, sino que su única misión consiste en volver a encender la antorcha de la verdad durante tanto tiempo extinguida para todos salvo unos pocos, y mantener viva la verdad mediante el establecimiento de una unión fraternal del género humano, único terreno fértil en donde esta buena semilla puede germinar.

La Sociedad Teosófica, de hecho, desea promover el desarrollo espiritual de cada individuo que se acoja a su influencia, pero sus métodos son los mismos que el de los antiguos Rishis (Sabios), y sus principios los del antiguo Esoterismo. Ella no es dispensadora de sistemas que constan de remedios bruscos que ningún terapeuta honesto se atrevería a utilizar.

Y en este sentido quisiéramos advertir a todos nuestros miembros y a otros que estén en la búsqueda del conocimiento espiritual, que desconfíen de las personas que les ofrezcan métodos fáciles para adquirir poderes psíquicos porque tales métodos representan de hecho formas comparativamente fáciles para adquirir poderes mediante métodos artificiales (laukika), pero éstos desparecen tan pronto como el estímulo nervioso se agota.

En cambio cuando se logra la auténtica clarividencia y el Adeptado, acompañados de un verdadero desarrollo psíquico (lokotra), esos poderes nunca desaparecen.

Y desafortunadamente, después de la fundación de la Sociedad Teosófica, han aparecido numerosas sociedades que desean aprovecharse del interés que esta ha despertado en materia de investigaciones psíquicas, y en su afán de obtener miembros les prometen la fácil adquisición de poderes psíquicos.

Durante mucho tiempo nos hemos visto familiarizados en la India con la existencia de un número de ascetas impostores de todo tipo, y tememos que haya un nuevo peligro en esta dirección, tanto en Oriente como en Europa y América. Sólo esperamos que ninguno de nuestros miembros, maravillado por esas atractivas promesas, se permita ser engañado por estos soñadores auto-inducidos, o como también puede suceder, por impostores premeditados.

Y para demostrar que existe una verdadera necesidad tras nuestras protestas y advertencias, podríamos mencionar que recientemente hemos visto, incluidas en una carta desde Benarés, copias de un aviso publicitario publicado por un presunto “Maestro”.

Allí solicita a “ocho hombres y mujeres que sepan bien inglés y cualquiera de los dialectos de la India”, y concluye diciendo que “aquellos que deseen conocer los particulares del trabajo y del monto a pagar”, deberán solicitar información a cierta dirección en un sobre con las estampillas que incluimos.

Otro ejemplo de embaucamiento lo tengo sobre la mesa frente a mi donde yace una copia del Divine Pymander, publicado en Inglaterra el año pasado y que contiene un aviso para “los teósofos que puedan haberse sentido decepcionados en sus expectativas de Sabiduría Sublime siendo dispensada por Mahatmas Hindúes”, cordialmente invitándoles a enviar sus nombres al Editor, quien les verá “después de una breve probación” admitidos en una Fraternidad Oculta que “enseña gratis y SIN RESERVA todo lo que estimen apropiado recibir”.

Y curiosamente, hallamos en el mencionado volumen unas palabras de Hermes Trismegisto que dicen:

« Porque éste solamente, Oh hijo, es el sendero a la Verdad que ha sido hollado por nuestros progenitores, y mediante el cual, habiéndolo recorrido, eventualmente alcanzaron lo bueno. Es un sendero venerable y sencillo, pero duro y difícil para al alma que se encuentra recluida en el cuerpo”.

Y de ahí que debemos mirar con desconfianza a esas personas que estando en la ignorancia pueden ser menos malas, por temor a lo que está oculto y en secreto. »

Es cierto que algunos teósofos se han sentido (sin que sea culpa de nadie, sino de ellos mismos) grandemente decepcionados porque no les hemos ofrecido un atajo hacia el Yoga Vidya, y hay otros que desean trabajo práctico. Y es algo muy significativo que precisamente aquellos que han hecho menos por la Sociedad, sean los más vociferantes para encontrar errores.

Ahora bien,

¿Por qué razón tales personas y todos nuestros miembros capaces de hacerlo, no se dedican al estudio serio del mesmerismo?

El mesmerismo ha sido llamado la Llave de las Ciencias Ocultas, y tiene la ventaja de ofrecer peculiares oportunidades para hacer bien a la humanidad. Si en cada una de nuestras Ramas fuéramos capaces de establecer un dispensario homeopático con la adición de curación mesmérica, tal y como ha sido hecho con gran éxito en Bombay, podríamos contribuir a poner la ciencia de la medicina en este país sobre una base más eficaz, y transformarla en un medio de incalculable beneficio para las personas en general.

Hay otras de nuestras Ramas, aparte de la de Bombay, que han realizado un buen trabajo en esta dirección, pero hay cabida para hacer infinitamente mucho más de lo que hasta ahora se ha hecho. Y lo mismo ocurre en otros departamentos del trabajo de la Sociedad Teosófica.

Sería bueno que los miembros de cada Rama unificaran sus mentes y consultaran seriamente respecto de qué pasos tangibles deben darse para llevar adelante los objetivos declarados de la Sociedad, porque en demasiados casos los miembros de la Sociedad Teosófica se contentan con un estudio más o menos superficial de sus libros, sin realmente efectuar una verdadera contribución a su actividad de trabajo.

Si la Sociedad va a ser un poder para el bien en ésta y en otras tierras, tal resultado puede ocurrir sólo mediante la cooperación activa de cada uno de sus miembros, y de todo corazón apelamos a cada uno de ellos para que consideren cuidadosamente las posibilidades de trabajo que se encuentren a su disposición, y una vez realizado esto, proceder a llevarlas a cabo con determinación.

El pensamiento correcto es algo bueno, pero pensar solamente no cuenta mucho, a menos que el pensamiento se traduzca en acción. Cada humano, y por muy poco que sea, puede hacer algo en favor y para ayudar a la causa de la verdad y la fraternidad universal. Y sólo depende de su buena voluntad para hacer de ese algo un logro.

Pero sobretodo quisiéramos reiterar el hecho de que la Sociedad no es un jardín infantil para adeptos incipientes; no se puede proveer profesores para que vayan por todos lados dando instrucción a varias Ramas sobre diferentes temas que caen dentro del trabajo de investigación de la Sociedad.

Las Ramas deben estudiar por sí mismas. Hay que conseguir los libros, y los diversos miembros de las ramas deben poner en práctica el conocimiento que se obtenga de ellos. Y de esta manera se obtienen autosuficiencia y poder de razonamiento.

Urgimos enfáticamente a adoptar este proceder porque se nos ha pedido que cada conferencista que enviemos a las Ramas esté prácticamente versado en psicología experimental y clarividencia (vale decir, mirar dentro de espejos mágicos, leer el futuro, etc.)

Ahora bien, consideramos que tales experimentos deben originarse entre los miembros, para que sean de algún valor para el desarrollo individual o para permitir al individuo progresar por el sendero “ascendente”. Y en consecuencia, recomendamos a los miembros que traten por sí mismos.

(Este texto se publicó originalmente en la revista Theosophist de mayo de 1885, vol. V, p.187-188)