Este
texto es parte de una ponencia que se pronunció el 12 de agosto de 1931 en
Adyar durante la celebración del centenario del nacimiento de Blavatsky.
« Amigos, no estoy muy segura de poder hacerlos escuchar, pero
mi discurso será muy breve de todos modos. Es posible que muchos de ustedes
hayan visto en la prensa que revisé el gran trabajo de Madama Blavatsky “La Doctrina Secreta” para el señor
Stead, quien en ese entonces era el editor de Pall Mall Gazette.
Fue ese libro lo que me llevó a
pedirle a Blavatsky una introducción porque el tema que ella estaba tratando se
notaba que ella lo había estudiado con bastante profundidad, y sentí que ella
sabía mucho más que yo al respecto. Así que le pedí al señor Stead que me la
presentara y fui a verla.
Mi primera visita fue muy corta y lo
único peculiar fue que ella no me dijo una palabra sobre las cosas que yo quería
escuchar; pero al despedirse me miró quizás un minuto y me dijo:
- "Mi querida Sra.
Besant, si pudiera venir con nosotros".
En ese momento sentí un deseo muy
intenso, al que no cedí, de inclinarme y darle un beso. Yo no era una persona
que besara y percibí lo absolutamente absurdo que sería besar a una mujer a la
que nunca antes había visto en mi vida, simplemente porque ella había escrito
un libro que me mostraba que ella sabía más que yo.
Entonces no le ofrecí un abrazo
cariñoso, pero me conmovió mucho la forma en que ella me miró, y sentí que
quería darle un beso. Pensé que era muy extraño. Quería hablar sobre La Doctrina Secreta, pero ella no decía
ni una palabra; así que me levanté y me fui.
Luego le escribí y le dije que me
alegraría mucho que me diera una breve charla sobre los temas abordados en La Doctrina Secreta. Recibí una
respuesta cordial y fui de nuevo a verla. Empecé a hablar sobre La Doctrina Secreta pero ella lo puso
ese tema a un lado y simplemente dijo que ella había leído la reseña que, según
había dicho el señor Stead, había sido escrita por mí, y yo parecía saber mucho
sobre el tema.
Pensé que a ella no le gustaba
hablar de un tema de ese tipo y se sentía bastante tímida al hablar con una
oradora pública famosa como lo era yo. Bueno, no me importaba hacer ningún
esfuerzo especial para hablar porque tenía la sensación de que ella no me
hablaría entonces sobre la única cosa que me interesaba. En esa ocasión le
pregunté sin rodeos si me aceptaría como alumna para tratar los temas sobre los
que ella había escrito y su respuesta fue:
- "¿Has leído el
Informe de la Sociedad para la Investigación Psíquica?"
Ese
informe, por supuesto, fue un ataque violento contra ella y le respondí:
- "No, y no
quise".
- “Bueno”, dijo ella,
“si lees ese informe y luego vienes y repites tu solicitud, te responderé”.
Entonces, como estaba muy decidida a
cumplir con mi solicitud, me retiré, obtuve el informe, lo leí, y concluí que
era un ataque inútil y muy injusto.
Así que volví y dije que ese informe
no me importaba en absoluto, que era evidentemente falso y prejuicioso, y que
lo que a mi me interesaba era La Doctrina
Secreta y no el Comité de la Sociedad para la Investigación Psíquica.
Así que le respondí que había leído
ese informe y que no me importaba en absoluto. No estaba interesada en Madame
Coulomb, sino en su propia obra de La
Doctrina Secreta.
Ella dijo:
- “Bueno, si te es
indiferente Madame Coulomb, estoy muy dispuesta a compartir contigo cualquier
conocimiento que yo pueda tener y que tú aún no tengas”.
- “Bueno”, le contesté,
“le agradecería mucho que me tome como su alumna porque usted sabe mucho más de
estas materias que yo, aunque las he estudiado durante algunos años”.
Y no hay mucho más que decir al
respecto ya que me convertí en su discípula en ese momento. Discutimos varios
puntos, sobre los que me pareció que ella tenía conocimientos especializados y
descubrí que ella tenía ese conocimiento. Entonces me puse enteramente a su
disposición como alumna diciéndole con toda franqueza que nadie que hubiera
leído su libro podría haber sido mal influenciado por la acusación difamatoria
escrita por Madame Coulomb.
Eso fue todo lo que pasó. Me
convertí en su alumna y encontré lo que esperaba encontrar. Ella tuvo para mí
el efecto en mi mente que ustedes pueden sentir si están mirando antes del
amanecer, cuando solo hay una pequeña promesa de que la luz va a salir por el
este. Tuvo el efecto de una iluminación repentina que se extendió por toda mi
mente y hábitos de pensamiento.
Me convertí en su alumna a fondo y
de todo corazón, y seguí lo que a ella le agradó presentarme. Sentí que conocía
su carácter, que ella no era capaz de engañar y le dije que quería aprender de
ella, que no tenía ninguna inclinación a discutir libelos de ningún tipo, que
aceptaría con gusto y agradecimiento lo que a ella le agradaría enseñarme.
Le dije que había arrojado luz sobre
temas que yo había estado estudiando durante años; y como todo lo que quería
era saber la verdad, yo estaba dispuesta a tomarla como maestra.
Tal vez debería mencionar un hecho
que sucedió antes de ir a verla. Y de hecho sucedió antes de que yo supiera
nada sobre ella; y es que cuando estaba estudiando uno de mis libros favoritos acerca
de la semejanza que existe entre las diferentes religiones, un tratado sobre religión
comparada; me había encontrado con algunos acertijos cuyas respuestas no eran
satisfactorias.
Lo menciono porque había tenido una
experiencia curiosa antes de que ocurriera todo lo que les he narrado. Estaba
en mi oficina laborando en mi antiguo trabajo político en The National Reformer, cuando de repente escuché una voz que me
habló. No vi a nadie, pero escuché una voz que me dijo:
- "¿Estás
dispuesta a renunciar a todo por la verdad?"
Y
di una respuesta bastante curiosa; percibiendo que no conocía al ser que me hablaba,
ni tampoco podía verlo. Di la siguiente respuesta:
- "Sí,
Señor".
¿Por
qué lo llamé “Señor”? No lo supe en ese momento, simplemente esa respuesta me vino
instintivamente. Yo era una radical extrema en ese momento y no pensaba mucho
en Señores. Pero me vino decirle
"Sí, Señor".
Entonces
la voz me respondió:
- "En poco tiempo
lo sabrás".
Y no escuché nada más. Se imaginarán
que escuché con mucha atención después de eso debido al extraordinario efecto
que esa voz tuvo en mí. Me desconcertó mucho en ese momento que le hubiera
respondido "Sí, Señor" a una voz que nunca antes había escuchado,
pero lo había hecho.
Ese ser me habló de nuevo unos días después
y yo simplemente me convertí en su alumna. No lo desafié ni le hice preguntas.
Tenía el sentimiento intenso en mí de que él tenía el conocimiento que yo no
tenía. Quería la verdad; eso era un hecho. Anhelaba intensamente obtenerla y nunca
he vacilado desde entonces.
Tenía 42 años cuando leí por primera
vez La Doctrina Secreta. Ahora tengo
84. He pasado la mitad de mi vida estudiándolo y nunca he tenido un momento de
arrepentimiento por esa experiencia bastante curiosa de salir del escepticismo
como lo hice.
Supongo que realmente lo sabía todo
mucho antes, ¿o no Charles? [dirigiéndose a Leadbeater]
Parecía tan familiar, y por supuesto
lo era. La mitad de mi vida ahora. Aquel cuya voz escuché ha sido mi Maestro. La
mitad de mi vida son 42 años, bastante tiempo. Entonces no voy a terminar,
aparentemente, en la Iglesia Romana. Solían profetizar eso. Probé una religión tras
otra, así que estaba segura de convertirme al final en católica, al menos eso dijeron.
Pero por lo visto no en esta encarnación. »
(Theosophist, octubre
de 1931, p.56-59)
OBSERVACIONES
Desafortunadamente
Annie Besant solo fue alumna de Blavatsky durante unos pocos meses y después ella
se dejó completamente manipular por varios embusteros. Primero por Chakravarti,
luego por Leadbeater, y al final de su vida también por George Arundale. Así
que el deseo por saber no es suficiente y también hay que desarrollar el
discernimiento para no dejarse estafar por los charlatanes.
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