Sobre estos fenómenos el coronel Olcott en sus "Viejas Hojas de un Diario" relató lo siguiente:
« A los lectores del libro “Maneras y costumbres de los modernos egipcios” de William Lane os hago una pregunta: ¿os acordáis de la historia del joven que fue a ver un sheikh taumaturgo y obtuvo una prueba maravillosa de sus poderes ocultos?
Su padre se hallaba entonces enfermo en un sitio lejano, y el joven pidió al sheikh noticias suyas. El sheikh accedió y le dijo que escribiese a su padre preguntándole cómo seguía, y una vez hecho esto, el sheikh colocó la carta debajo del cojín en que estaba apoyado.
Al cabo de un momento, sacó del mismo sitio una carta en respuesta a las preguntas del joven. Estaba escrita de letra del padre, y si no me engaño (porque estoy dando esta cita de memoria) llevaba también su sello.
A petición del consultante, el café fue servido en las propias tazas de su padre, las que con toda razón podía suponer que estaban en la casa paterna, en una población lejana.
Pues bien, H.P.B. me hizo ver una noche, sin preparación escénica ni historias, algo del mismo género del primero de esos fenómenos. Yo deseaba saber la opinión de cierto Adepto sobre un tema determinado. Ella me pidió que escribiese mis preguntas, las pusiese en un sobre sellado y colocase éste en un sitio en que yo pudiese vigilarle.
Esto tenía más valor aún que el episodio del sheikh egipcio que escondió la carta bajo su almohadón. Como yo estaba sentado entonces frente al hogar, puse mi carta encima de la chimenea, detrás del reloj, dejando sobresalir el borde del sobre, para tenerlo a la vista.
H.P.B. y yo, seguimos hablando alrededor de una hora más, y entonces me dijo que la respuesta había llegado. Abrí mi sobre, cuyo sello estaba intacto, y dentro estaba mi carta, y en mi carta la respuesta del Adepto, con su escritura, escrita en una hoja de un papel verde especial que –tengo todas las razones para creerlo– no existía en la casa.
Nosotros nos encontrábamos en Nueva York, mientras que el Adepto se encontraba en Asia.
Considero que este fenómeno no puede ser tachado de fraude, y que por lo tanto su valor es considerable. No hay más que una explicación posible, bien defectuosa por cierto, aparte de lo que considero ser la verdadera teoría.
Es suponer a H.P.B. dotada de un poder hipnótico extraordinario, que hubiese podido paralizar instantáneamente todas mis facultades en forma de impedirme ver que ella se levantaba, sacaba mi carta de detrás del reloj, abría el sobre con vapor de agua, leía mi carta, la contestaba desfigurando la letra, volvía a poner todo en el sobre, que volvía a sellar y a colocar en la chimenea, y me devolvía el uso de mis sentidos sin que mi memoria conservase ni trazas del experimento.
Pero yo tenía, y tengo aún, un recuerdo muy claro de haber hablado durante una hora, de haberla visto andar de aquí para allá, y hacer y fumar numerosos cigarrillos, mientras yo cargaba, fumaba y volvía a cargar mi pipa. En fin, recuerdo haber estado con el ánimo de toda persona despierta que está acechando un fenómeno psíquico que va a efectuarse.
Si se da algún valor a cuarenta años de familiaridad con todos los fenómenos de hipnotismo y magnetismo y con sus leyes, puedo positivamente declarar que estaba en plena conciencia de vigilia y que he descrito con exactitud los hechos.
Tal vez dos veces cuarenta años de experiencia en el plano físico de mâya [la ilusión], no serían suficientes para hacer concebir todas las posibilidades de la ciencia hipnótica oriental. Tal vez yo no soy más capaz que el primer ignorante que se presente, de saber lo que en realidad sucedió entre el momento en que escribí mi carta y aquel en que recibí la respuesta.
Es muy posible. Pero en ese caso, ¿qué valor infinitesimal puede atribuirse a las severas acusaciones de los críticos hostiles a H.P.B., que la trataron de prestidigitadora sin escrúpulos, si no poseen ni siquiera la cuarta parte de mis conocimientos de las leyes que rigen a los fenómenos psíquicos?
En la revista Spiritualist de Londres, del 28 de enero de 1876, he contado este incidente al mismo tiempo que otros de la misma clase, y ruego al lector que para más detalles lea ese artículo. »
(Capítulo 23)
William Judge afirmó que Blavatsky podía hipnotizar sin que las personas se dieran cuenta, pero estos fenómenos donde el maestro Kuthumi o el maestro Morya respondían dentro de un sobre cerrado se efectuaron en múltiples ocasiones, y también con otras personas, y a veces sin que Blavatsky estuviera presente.
Y en la revista Spiritualist apareció el siguiente texto sobre estos fenómenos:
« En más de veinte casos he encontrado la escritura familiar de cierto espíritu amigo dentro de cartas al abrir los sobres que el cartero me entregó; cartas que provenían de corresponsales de diversas partes del mundo, y algunos de esos corresponsales no sabían nada ni les importaban nada los fenómenos espiritistas.
(Nota de Cid: al inicio el coronel Olcott creía que los Adeptos eran espíritus.)
En el libro "Modernos Egipcios" de Lane encontrarán el relato de la experiencia que tuvieron dos visitantes con un famoso jeque, parte del cual se relaciona con esta cuestión.
Uno de ellos pidió respuesta a una carta sellada, que entregó al jeque y que estaba dirigida a su padre, quien vivía en un lugar alejado de la localidad cuando se celebraba la sesión.
El jeque colocó la carta detrás de uno de los cojines de su diván, y poco después de abrirlo, el visitante descubrió que su carta había desaparecido, y que otra dirigida a él mismo y con la caligrafía familiar de su padre respondía a sus preguntas y le proporcionaba información inesperada sobre lo que ocurría en ese momento en casa.
Pues bien, una vez me pasó eso. Le escribí una carta a un querido amigo que vivía a miles de kilómetros de aquí, en la India. La dejé sellada sobre la repisa de la chimenea, donde podía tenerla a la vista todo el tiempo.
Al cabo de una hora la revisé y encontré mi propio sobre, con el sello intacto, y mi propia nota dentro. Y dentro en una hoja de papel de color, la cual era diferente a todo lo que yo poseía y a todo lo que jamás había visto escrito en los Estados Unidos, había una respuesta de mi corresponsal, escrita a mano. »
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