William Tournay Brown fue un joven
buscador que tuvo cuatro encuentros con el maestro Kuthumi, y también él recibió tres cartas por parte del maestro.
LA PRIMERA CARTA
Fue
un breve mensaje donde el maestro Kuthumi le dio la bienvenida a William Brown cuando
él llegó a Cachemira, ya que el joven Brown estaba acompañando al coronel Olcott
en una gira que éste estaba efectuando por el norte de la India.
La
carta dice lo siguiente:
« Tengo el placer de conceder, al menos en parte, tu petición.
Bienvenido al territorio de nuestro Príncipe de Cachemira. En verdad mi tierra
natal no está tan lejos pero puedo asumir el carácter de anfitrión. No estás
ahora simplemente en el umbral del Tíbet, sino también de toda la sabiduría que
contiene. Depende de ti hasta dónde penetrarás en ambos, algún día. Que
merezcas las bendiciones de nuestros Chohanes [jefes].
KH »
Esta carta aparece en el
folleto “Algunas experiencias en la India” que posteriormente el Sr. Brown
publicó en Londres en 1884.
El Maestro Kuthumi es
por nacimiento un brahmán de Cachemira.
El Sr. Brown estaba en
ese momento con el coronel Olcott en Jammu, Cachemira, como invitado del
Maharajá de Cachemira, y él menciona que la carta la recibió “dentro de un
sobre que se encontraba cerrado y que me había sido enviado por Madame G y que
había llegado por correo desde Alemania. Esto fue muy significativo porque
probó en mi opinión que el Maestro era consciente del papel que Madame G había
tenido en traerme a la luz de la Teosofía”.
La dama a la que hace
referencia es Madame Gebhard.
LA SEGUNDA CARTA
Sobre la manera como él recibió la segunda carta y su contendo, William Brown escribió lo siguiente:
« El día 19 de noviembre de 1883, en la
ciudad de Lahore vi a un hombre que me dio la impresión que era el Mahatma
Kuthumi. Y en la madrugada del día 20 me desperté por la presencia de alguien
que se encontraba en mi tienda de campaña. Una voz me habló y cuando abrí los
ojos, encontré una carta en un pañuelo de seda dentro de mi mano.
Estoy
consciente de que la carta y el pañuelo no fueron colocados en mi mano como se
hace de la manera habitual, sino que crecieron “a partir de la nada”.
Simplemente sentí una corriente de magnetismo y de repente se materializaron.
Y como también
me di cuenta que mi visitante ya se había ido, me levanté para leer la carta y
examinar el pañuelo. El pañuelo es blanco de la más fina seda, con las
iníciales K.H. marcadas en azul, y la carta también está en azul con letras
bien delineadas a mano.
Y lo que la carta decía fue lo
siguiente:
"Lo que Damodar te dijo en la ciudad de Pune es cierto.
Nosotros [los Maestros] nos vamos acercamos paulatinamente más y más a una
persona a medida que ella misma se va preparando para lo mismo.
Tú primero nos
viste en visiones, luego en formas astrales, aunque muy frecuentemente sin
reconocerlas, luego en cuerpo a una corta distancia de ti.
Y ahora me ves
en mi propio cuerpo físico (es decir, me hubieses visto si hubieras volteado tu
cabeza) pero aun así me percibiste tan cerca de ti como para permitirte dar a
tus compatriotas la seguridad de que por conocimiento personal estás tan seguro
de nuestra existencia como lo estás de la tuya propia.
Sin embargo y
sin importar lo que ocurra, recuerda que serás vigilado y recompensado en
proporción a tu fervor y trabajo por la causa de la Humanidad que se han
impuesto sobre ellos mismos los Fundadores de la Sociedad Teosófica. Dejo el
pañuelo como testimonio de esta visita. Y Damodar es lo suficiente competente
para hablarte acerca del Asociado de Rawal Pindi.
K.H." »
(Extracto de su panfleto autobiográfico titulado “My Life”)
LA TERCERA CARTA
William Brown mencionó también haber
recibido otra carta del maestro Kuthumi cuando posteriormente él regresó al Cuartel
General de la Sociedad Teosófica, y lo que él narró al respecto a continuación
se los transcribo:
« Al regresar a Madrás, a mediados de diciembre, le escribí
una carta a Kuthumi pidiéndole el favor de otra entrevista personal con él. Y esta
carta Damodar la colocó en mi presencia dentro del "relicario", que
era un armario que servía como una especie de oficina de correos astral y que
se encontraba en la sede de la Sociedad Teosófica en Madrás.
Damodar cerró la puerta del relicario
y en menos de medio minuto la volvió a abrir y la carta había desaparecido. No
había ningún rastro de ella.
¿Había alguien oculto en la pared detrás y quién abrió una
puerta oculta desde atrás y extrajo mi carta?
Eso dicen los detractores, pero de
ser así, esa persona debe haberse contentado con pasar su vida encerrada allí, porque
las cartas a menudo e inesperadamente (como la mía) eran puestas en el relicario
a todas horas, en la mañana, a mediodía y en la noche.
Damodar escuchó (o pretendió
escuchar una voz de manera clariaudiente) y me informó que su maestro Kuthumi
me pedía que fuera paciente.
La noche siguiente (el 17 de
diciembre) estaba en presencia de Blavatsky y amigos, incluido un general del
ejército, un abogado y un médico, y al dar la vuelta en mi asiento, me encontré
detrás en una repisa, la carta que había escrito, y al parecer el sobre no se
había abierto y solo el nombre del destinatario había sido cambiado, ya que en
vez de estar escrito para "Koot Hoomi Lal Singh" ahora estaba escrito
para "W. Brown FTS", o sea mi nombre.
Y al abrir el sobre, encontré mi
propia carta, y además una carta de ocho páginas que parecía provenir del
maestro Kuthumi.
¿Cómo se compara esta carta con la carta que se materializó
en mi mano en Lahore, cuando Blavatsky estaba en el otro extremo de la India?
La escritura es la misma y esto
prueba que su autor, pero también el autor de la carta de Lahore, no es ni el
Coronel Olcott, ni Damodar, ni los Coulomb, ni Madame Blavatsky, no es otro más
que el verdadero K.H., el Iniciado Brahmán.
Y en esta carta él me escribió:
« Te dije a través de Damodar
que tengas paciencia para cumplir tu deseo. Debes de entender que esto no se
puede cumplir por el momento por varias razones. En primer lugar, sería una
gran injusticia para el Sr. Sinnett, quien después de tres años de trabajo
dedicado para la Sociedad Teosófica, su lealtad a mí mismo y a la causa teosófica,
y quien ha suplicaron por una entrevista personal, ésta le ha sido hasta ahora rechazada
por mi superior.
Además hace una semana que me fui de
Mysore y actualmente no nos podemos ver porque estoy efectuando varios viajes y
al final de mis trayectos iré a China y de allí a casa.
(Es interesante constatar que esto
el maestro Kuthumi también se lo informó al Sr. Sinnett, ver link.)
En esta última gira que hiciste con
el coronel Olcott, se pudo realizar este encuentro por una serie de afortunadas
coincidencias. Pero nosotros pocas veces hacemos estos encuentros, ni siquiera
con nuestros propios discípulos, hasta que ellos lleguen a un cierto grado de
desarrollo que ya no requiera más el uso y el abuso del poder para comunicarse
con ellos.
Y te aseguro que son tan raros estos
encuentros que si un oriental, y especialmente un hindú, hubiese tenido un encuentro
como el que tu tuviste, él se habría considerado bendecido para toda su vida.
Pero además, tu presente solicitud para
un nuevo encuentro se basa más en el miedo que sientes en tener que afirmar con
todo tu corazón, aunque tú estés perfectamente convencido por ti mismo, que
tuviste un encuentro con los Adeptos del Oriente, y quieres tener más anécdotas
para contra, para de esta manera no dejar lugar a dudas en tus compatriotas.
¿Pero puedes proponer alguna prueba que sea una prueba
completa y definitiva para todos?
Y la respuesta es no.
¿Y sabes qué resultados se obtendrían si recibieras el permiso
para verme de la manera como tú lo sugieres en tu carta, y las consecuencias que
tendrían tu informe de ese evento en la prensa inglesa?
Créeme, las consecuencias serían
desastrosas para ti, porque todos los malos sentimientos que eso provocaría y
sus efectos perversos caerían sobre ti, y eso te retrasaría enormemente en tu propio
progreso durante un tiempo considerable, y no se producirá ningún bien.
Si todo lo que viste fue imperfecto
en sí mismo, se debió a las causas anteriores. Me viste y me reconociste dos
veces aunque fuera a una cierta distancia. Supiste que era yo y no otro. ¿Qué
más puedes desear?
Si eres sincero en tus aspiraciones,
si tiene la menor chispa de intuición, si tu educación de abogado es lo
suficientemente completa como para permitirte poner los hechos en su secuencia
adecuada y presentar el caso con tanta fuerza como tu corazón lo cree, entonces
tienes suficiente material para apelar a cualquier intelecto capaz de percibir
el hilo continuo debajo de la serie de los eventos.
(El hilo de esos eventos lo narré en
este otro capítulo: link.)
Y solo para el beneficio de tales
personas tienes que escribir; no para aquellos que no están dispuestos a
separarse de sus prejuicios y preconceptos, para el logro de acceder a la
verdad, sin importar de cualquier fuente que pueda venir.
No es nuestro deseo convencer a
estos últimos porque ningún hecho o explicación pueden hacer que un ciego vea.
Además nuestra existencia se volvería extremadamente dificultosa sino es que
imposible, si todas las personas fueran convencidas indiscriminadamente de
nuestra existencia.
Puedes decir sinceramente y como un
hombre de honor: "He visto y reconocido a un Adepto, y me acerqué a él e
incluso lo toqué".
Algo más por el momento es
imposible. Así es que joven amigo, estudia y prepárate y especialmente aprende a dominar tu nerviocismo. Se paciente,
conténtate con lo poco que ya has recibido y nunca pida más si esperas obtener
ese más alguna vez. Mi influencia estará
sobre ti y esto debería hacer que estés tranquilo y decidido.
K.H. »
El 2 de agosto de 1884 se recibieron
dos cartas con la letra bien conocida de Kuthumi, la primera era para el Dr.
Hartmann y el Sr. Lane-Fox conjuntamente, y la segunda era solo para el Sr.
Lane-Fox. Y copias de estas cartas efectuadas por mí en ese momento están en
mis manos.
La carta para el Dr. Hartmann y el
Sr. Lane-Fox se refiere a una disputa que había surgido entre Damodar y yo, y
lo que escribió el maestro fue lo siguiente:
« Damodar tiene indudablemente
muchos defectos y debilidades como los demás. Pero él está desinteresadamente
dedicado a nosotros y a la causa y se ha vuelto extremadamente útil para
Upasika (Blavatsky).
Su presencia y asistencia son
indispensablemente necesarias en el Cuartel General. Su yo interior no tiene el
deseo de dominar, aunque el exterior actúa de vez en cuando por ese exceso de
celo que ejerce indiscriminadamente sobre todo su entorno, ya sea pequeño o
grande.
Sin embargo, debe recordarse que por
inadecuados que sean nuestros "instrumentos" para nuestro propósito
total, aún así son los mejores disponibles ya que no son más que las
evoluciones de sus tiempos. Y aunque sería más deseable tener mejores
"medios" para que actuemos, pero eso solo depende de los
simpatizantes por la causa teosófica y de qué tan lejos estén dispuestos a
trabajar desinteresadamente para ayudarla en su trabajo superior, y así
acelerar el enfoque hacía un día lleno de acontecimientos.
Bendiciones a todos los trabajadores
fieles en la Sede.
K.H. »
Y el siguiente pasaje es de la carta
al Sr. Lane-Fox:
« Sí, tienes razón en tu
suposición. Dejamos que cada humano ejerza su propio juicio y gestione sus
asuntos como lo considere conveniente. Cada humano es el creador de su propio karma
y el maestro de su propio destino. Cada humano tiene que superar sus propias
pruebas y sus propias dificultades en este mundo; y estas mismas pruebas y
dificultades ayudan a su autodesarrollo al llamar sus energías hacia la acción,
y finalmente es él mismo quien determina el curso de su evolución superior. »
Ahora bien, es interesante
preguntar:
¿Dónde estaba Madame Blavatsky cuando se recibieron estas
cartas?
Y la respuesta es que ella estaba en Europa.
¿Y dónde estaba el coronel Olcott?
Él también estaña en Europa y los Coulomb ya habían sido
expulsadon.
¿Damodar las escribió?
Damodar no sería capaz de admitir que él tiene "fallas y
debilidades".
Así es que todas esas acusaciones
que se han hecho de que esas personas escribieron las cartas de los maestros son falsas. »
(Este texto se publicó en la revista
The Religio-Philosophical Journal de Chicago, el 29 de enero de 1887, p.2)
NOTA
Posteriormente
la primera y la tercera carta se publicaron en el libro “Cartas de los
Maestros de Sabiduría” Primera Serie,
Cartas 21 y 22. No se sabe qué fue de esas cartas que recibió Brown.
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