(Observación:
esta es la sexta parte de la investigación de David Pratt sobre la evolución de
las especies y cuyo inicio lo pueden encontrar aquí,
y le agradezco inmensamente a Nicolás por haber traducido un artículo tan
extenso, pero a la vez tan interesante de leer.)
ÍNDICE
1. La
teoría del equilibrio puntuado
2. La
teoría de la saltación
3. Los
genes reguladores salen al rescate
4. La
teoría de la simbiosis
5. La
teoría de la complejidad auto organizada
6. La
teoría de los campos mórficos
1 - LA TEORÍA DEL EQUILIBRIO
PUNTUADO
La
teoría del equilibrio puntuado fue propuesta a comienzos de los años 70 por los
paleontólogos Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, a quienes pronto se les unió
Stephen Stanley.
Ellos
postulan que en vez de experimentar un cambio evolutivo continuo, las especies
permanecen en un estadio de equilibrio inalterado durante gran parte de su
existencia.
Pero estos largos periodos de estabilidad o estasis están
puntuados ocasionalmente por breves estallidos de evolución en los que
emergen nuevas especies, y estos estallidos evolutivos surgen muy rápidamente (hablando en tiempo geológico, lo que corresponde a unas pocas
decenas o miles de años) por lo que en el registro fósil no se preserva ninguna
secuencia gradual de formas intermedias.
La
teoría evolutiva estándar reconoce que una nueva especie puede separarse muy
rápidamente de otra existente, pero sólo en circunstancias especiales (en un proceso
conocido como "especiación de cantidad"). Mientras que el equilibrio
puntuado considera la especiación acelerada más como la regla general que la
excepción.
Muchos
evolucionistas se oponen con firmeza a esta teoría y continúan atribuyendo la
falta de fósiles transicionales a la “imperfección” del registro disponible, e
igualmente han habido acalorados y a veces desagradables debates entre
gradualistas y puntuacionistas, al punto que los primeros llaman al
puntuacionismo "la evolución de los estúpidos", mientras que los
segundos bautizan a sus rivales como "la evolución de los rastreros".
Los
puntuacionistas sostienen que los eventos de especiación rápida ocurren en
pequeñas poblaciones que se han aislado geográficamente, y esto tiene la
ventaja de que es más fácil que los rasgos genéticos se fijen en una población
cuanto más pequeña sea. Sin embargo, y al mismo tiempo, la deriva genética
accidental es mayor en los grupos reducidos, haciendo más improbable la acumulación
de mutaciones favorables.
La
teoría también afirma que la especiación ocurre tan velozmente que no hay
tiempo para que las mutaciones no adaptativas sean eliminadas por selección
natural, y en lugar de haber una selección de organismos individuales, las nuevas
especies sobreviven o perecen dependiendo de su grado de adaptación al medioambiente
en el que se encuentran, pero los críticos afirman que la selección de especies
(o alopátrica) no puede explicar el grado de adaptación observado en el
registro rocoso.
El
puntuacionismo originalmente fue presentado como teoría alternativa radical al
gradualismo neodarwinista, del cual Gould declaró que estaba "efectivamente
muerto a pesar de su persistencia en la ortodoxia libresca".
Y
aunque desde comienzos de los años 80 y enfrentando la crítica, los
puntuacionistas comenzaron a moderar sus postulados. Gould (fallecido en 2002)
eventualmente admitió que los nuevos rasgos anatómicos son producidos por el
mecanismo neodarwinista estándar, es decir, por la selección natural que actúa sobre
mutaciones accidentales durante largos periodos en poblaciones grandes y
relativamente estables.
Esto
significaba que la teoría no podía seguir explicando la aparición abrupta de
formas animales, tales como la radiación explosiva de nuevas formas corporales
en el Cámbrico.
Mientras
que los puntuacionistas subrayaban algunas de las falencias del neodarwinismo,
finalmente no lograron una interpretación alternativa satisfactoria para explicar el
origen de la forma biológica y la novedad (1).
Por
lo que los paleontólogos James Valentine y Douglas Erwin concluyeron en 1987
que ni el gradualismo filético ni el equilibrio puntuado daban cuenta del
origen de nuevas formas corporales (2).
Y es que la
hipótesis de que una especie puede evolucionar rápidamente en otra nueva como
resultado de mutaciones genéticas únicamente accidentales es rebuscada, ya que
los genes no aclaran el mecanismo de la morfogénesis, y además el esquema
puntuacionista no ofrece solución para el problema realmente serio de la
ausencia de formas transicionales entre las categorías superiores de organismos:
familias, órdenes, clases y filos.
Sobre
este asunto Michael Denton escribe:
« Las
brechas que separan especies como perro-zorro, rata-ratón, etc., son muy
triviales comparadas con aquéllas entre un mamífero terrestre primitivo y una
ballena, o un reptil terrestre primitivo y un ictiosaurio; e incluso estas
discontinuidades relativamente grandes son menores al lado de las brechas que separan a
los principales filos como moluscos y artrópodos.
Por
consiguiente, a menos que creamos en milagros, tales intermitencias simplemente
no podrían haberse mezclado en periodos geológicamente cortos mediante una o
dos especies transicionales que ocupaban áreas geográficas restringidas.
Lo
más seguro por lo tanto es que tales gradaciones implicaron largos linajes que incluían muchas
líneas colaterales de cientos o probablemente miles de especies transicionales.
Y es
rayar en lo increíble sugerir que los cientos, miles o incluso millones de
especies transicionales (que se hallaban en el intervalo entre tipos vastamente
disímiles) fueron todos “ejemplares fracasados” que vivían en áreas aisladas y
tenían números de población muy pequeños. » (3)
Referencias
- Walter J. ReMine, The Biotic Message: Evolution versus message theory, Saint Paul, MN: St. Paul Science, 1993, págs. 328-31; Stephen C. Meyer, Darwin’s Doubt: The explosive origin of animal life and the case for intelligent design, New York: HarperOne, 2013, págs. 138-51.
- Darwin’s Doubt, pág. 151.
- Michael Denton, Evolution: A theory in crisis, Bethesda, MA: Adler & Adler, 1986, págs. 193-4.
2 - LA TEORÍA DE LA SALTACIÓN
Varios
biólogos influyentes han considerado que las mutaciones a gran escala (o
macromutaciones) constituyen la manera más probable en que hayan aparecido
nuevos tipos de organismos. Y una teoría saltacionista de la evolución fue
propuesta en los años 30 por el paleontólogo Otto Schindewolf, quien incluso
especuló que antaño algún reptil puso un huevo del que salió un pájaro.
En
los años 40, el genetista Richard Goldschmidt desarrolló más esta hipótesis,
sugiriendo que las macromutaciones dieron origen a “monstruos”, muchos de de
los cuales fueron inviables y por ende extintos, pero ocasionalmente se
manifestaba un “monstruo esperanzador” que estaba preadaptado para un nuevo
nicho medioambiental y por consiguiente se convertiría en una nueva especie
exitosa.
Y así tales eventos explicaban la razón de los principales vacíos en
el registro fósil, pero Goldschmidt terminó siendo excomulgado de la comunidad
darwinista y considerado un lunático por el resto de su vida.
Los
críticos objetaron que cuando se producen mayores cambios mutacionales en el
laboratorio, estos involucran errores en el desarrollo o ubicación de partes viejas
(por ejemplo, una pata que salga de la cabeza de una mosca de la fruta) y nunca
la aparición de un nuevo órgano.
Ernst
Mayr describió a estos monstruos generados por mutación como "sin
esperanza", y Theodosius Dobzhansky afirmaba que la idea de que una
mutación drástica generaría un nuevo tipo viable era equivalente a "creer
en milagros".
Nunca
se han observado macromutaciones que conduzcan a resultados positivos o al
surgimiento de una especie nueva y viable, e incluso si surgiera un animal
mucho más mejorado. Este no encontraría pareja a menos que ocurrieran
macromutaciones simultáneas y semejantes en un macho y en una hembra, lo cual
no sólo duplica la improbabilidad sino que la cuadruplica. Por lo tanto, de haber ocurrido
eventos saltacionales, es insostenible suponer que estos fueron ocurridos sólo por accidente.
Gould
defendió el postulado de Goldschmidt de que las principales transiciones
estructurales pueden ocurrir de forma rápida y supuestamente al azar, sin una
serie gradual de fases intermedias, y es por ello que él expresó:
« Todos
los paleontólogos saben que el registro fósil contiene muy poco material
respecto de las formas intermedias, ya que las transiciones entre grupos
mayores son característicamente abruptas. Pero aunque no tengamos evidencia
directa de dichas gradaciones,
¿Podríamos entonces inventar una secuencia razonable de
formas intermedias, o sea de organismo viables y funcionales entre ancestros y descendientes
en transformaciones estructurales mayores?
¿Porque de qué sirven las etapas incipientes e imperfectas de
estructuras útiles?
Por ejemplo:
¿Qué utilidad tendría la mitad de una mandíbula o de un
ala?
»
La
respuesta convencional a este problema, decía Gould, es que las etapas iníciales
en el desarrollo de un nuevo órgano ejecutaron una función diferente de aquélla
que concretaron más tarde:
« La
mitad de esa mandíbula funcionaba perfectamente bien como una serie de huesos
basales de branquias, y la mitad de esa ala pudo haber atrapado presas o
controlado la temperatura del cuerpo. »
Pero
Gould sospechaba que esta aproximación en muchos casos no salvaría al
gradualismo. (1)
Por ejemplo, los darwinistas especulan que las plumas originalmente evolucionaron para el aislamiento de calor, aunque el pelo habría evolucionado de forma mucho más simple y realizado su función efectivamente, y también afirman que las alas primitivas de las protoaves pueden haber sido empleadas para capturar insectos antes que llegaran a ser aptas para el vuelo (2).
Referencias
- Stephen Jay Gould, The Panda’s Thumb, London: Penguin Books, 1990, pág. 157.
- Michael Denton, Evolution: A theory in crisis, Bethesda, MA: Adler & Adler, 1986, pág. 209.
3 - LOS GENES
REGULADORES SALEN AL RESCATE
Al
igual que Goldschmidt, Gould creía que muchos grandes cambios evolutivos son
provocados por pequeñas alteraciones en las tasas de desarrollo, y es por eso
que escribió lo siguiente:
« El
problema de reconciliar la evidente discontinuidad en la macroevolución con el
darwinismo está sobradamente solucionado por la observación de que se acumulan
pequeños cambios iniciales en la embriología durante el crecimiento para
producir profundas diferencias entre los adultos.
Y
es que si no consideramos el cambio discontinuo por pequeñas alteraciones en
las tasas de desarrollo, no comprendo entonces cómo puedan llevarse a cabo
muchas de las transiciones evolutivas mayores, porque pocos sistemas son más
resistentes al cambio básico que los grupos de animales “superiores” fuertemente
diferenciados y especiados.
¿Cómo podríamos convertir alguna vez un rinoceronte
adulto o un mosquito en algo radicalmente distinto?
» (1)
Gould
pensaba que la neotenia (que es la permanencia de rasgos juveniles de
una especie ancestral en la forma de un descendiente adulto por desaceleración
en la tasa de la maduración física) "provee uno de los pocos mecanismos para
el cambio evolutivo rápido y profundo en una modalidad darwinista sin el
espectro de la macromutación. Debido a que un descendiente con una mezcla de
caracteres ancestrales juveniles y adultos (...) puede ingresar de inmediato en
una nueva zona adaptativa, y aún así la entrada genética sólo necesitaría de algunos
cambios en los genes reguladores" (2).
También
Jeffrey Schwartz recurre a cambios en los genes reguladores y sus actividades
(como los genes homeobox) y considera
que estos son la clave para la aparición súbita de nuevos diseños morfológicos y
especies. Schwartz declara que el concepto de las macromutaciones puede ser
desechado, puesto que las micromutaciones en los genes reguladores pueden tener
efectos macroevolutivos mayores y escribe:
- "Ciertamente, la expresión del gen
homeobox en posiciones o combinaciones nuevas en diferentes periodos produce
cambios significativos" (3)
Pero
Schwartz se adhiere a la creencia central darwinista, de que sólo la suerte
determina cuáles genes reguladores son activados o desactivados y el lugar o el
momento en que esto ocurre.
Cada
individuo posee dos copias de cada gen, pudiendo ser los mismos o diferentes, y
si son distintos, una copia será dominante y la otra recesiva o inexpresada.
Usualmente, las mutaciones genéticas no letales son recesivas en un comienzo y
Schwartz argumenta que en algún punto, luego de que han sido heredados por
muchos miembros de la especie y "por un mecanismo que permanece
incierto", los homeobox activan los genes mutados recesivos y desactivan
otros, llevando a la abrupta aparición de un nuevo órgano o quizás una nueva
especie (4).
Y también los homeobox en sí experimentan
mutaciones azarosas haciendo que se “enciendan” y “apaguen”, o pueden
duplicarlos o alterarlos levemente.
Sin
embargo Schwartz admite que muchos de estos cambios azarosos no llevarían a
ninguna parte y afirma que "probablamente la evolución de la vida está
sembrada por cadáveres de muchas especies fallidas" (5).
El
detalle es que no existe evidencia de que hayan habido tales fallas y hay
muchos reparos para que aceptemos la idea de que todos estos supuestos eventos
accidentales de alguna manera podrían producir una pluma, un ojo, un riñón o un
sistema de ecolocalización. Y menos aún de que estos supuestos eventos
accidentales hayan generado un animal o una planta completamente nuevos.
Y
esto debido porque cien años de experimentos de mutagénesis muestran que las
alteraciones del desarrollo inicial del plan corporal resultan invariablemente
en la producción de animales anormales o muertos, y esto resulta porque cada
homeobox coordina la expresión de varios otros genes.
E
inclusive (y como se puntualizó antes) los genes reguladores no dan cuenta de la
morfogénesis más que los genes estructurales. Y es cierto que el orden y la
localización en la que determinados genes Hox son “prendidos” o “apagados” se
correlacionan con el desarrollo de estructuras particulares. Pero nadie ha
demostrado alguna vez que los genes reguladores u otros lleven instrucciones
que determinan la forma de los
órganos y organismos en crecimiento.
Y
los cambios durante el desarrollo embrionario podrían ciertamente producir
efectos de gran alcance, pero necesitarían desplegarse en una manera planeada y
con propósito. Ahora bien, según la tradición teosófica, tales transformaciones
reflejan cambios previos en el cuerpo astral que provee el plan para el
desarrollo físico embrionario y posnatal.
Referencias
- Stephen Jay Gould, The Panda’s Thumb, London: Penguin Books, 1990, pág. 160.
- Stephen Jay Gould, Ontogeny and Phylogeny, Cambridge, MA: Belknap, Harvard University Press, 1977, pág. 284.
- Jeffrey H. Schwartz, Sudden Origins: Fossils, genes, and the emergence of species, New York: John Wiley, 1999, pág. 348.
- Ian Tattersall y Jeffrey Schwartz, Extinct Humans, New York: Nevraumont, 2001, págs. 46-9.
- Sudden Origins, pág. 373.
4- LA TEORÍA DE LA SIMBIOSIS
Se
piensa que los primeros organismos vivos en la Tierra fueron bacterias, las
cuales consisten en una sola célula procariótica (célula sin núcleo) y que han
seguido evolucionando en parte por mutaciones azarosas y también por la transferencia de
genes de una a otra (proceso conocido como recombinación de ADN).
Hace
unos dos mil millones de años aparecieron células eucarióticas más grandes y
complejas (células nucleadas). Y de esta forma, los protistas fueron los primeros
organismos eucarióticos unicelulares, y
posteriormente los individuos multicelulares. O sea que animales, plantas y
hongos, poseyeron células eucarióticas en su estructura.
Lynn
Margulis atribuyó estas mayores innovaciones evolutivas a la simbiosis o
tendencia extendida de diferentes organismos para vivir en cercana asociación
unos con otros (y a menudo dentro de otros como sucede con las bacterias que habitan dentro de nuestros
intestinos).
La
forma más íntima de simbiosis es la incorporación e integración de los genes de
una especie (principalmente bacterias y otros microbios) en el genoma de otra
dando lugar así a un nuevo tipo (y este proceso de recombinación de los genes es conocido como simbiogénesis).
Margulis
consideró a la simbiogénesis como la principal avenida de la evolución y dijo
que los neodarwinistas han “sobreenfatizado dogmáticamente” las mutaciones
genéticas accidentales que son "casi siempre inconsecuentes o
perjudiciales hacia el proceso como un todo" (1).
La
autora piensa que las mitocondrias (que son las centrales eléctricas de muchas
células nucleadas) en un comienzo fueron bacterias que flotaban libremente y
que en el pasado lejano, una célula más grande engulló una bacteria o fue
invadida por ella, pero en lugar de digerirla o ser eliminada por ésta,
comenzaron a cooperar y la célula invasora terminó convirtiéndose en una
mitocondria.
Esta
proposición fue ridiculizada en un comienzo, pero ahora es holgadamente
aceptada, aunque nunca se ha puesto a prueba en términos experimentales.
Margulis
también sugirió que los flagelos o fimbrias usados por las eucariotas para
trasladarse a través del agua, fueron antaño las rápidas bacterias nadadoras
llamadas espiroquetas, las cuales se adhirieron por accidente a otras
procariotas y progresivamente perdieron sus rasgos distintivos. Y Margulis también considera que los
cloroplastos en las células vegetales solían ser cianobacterias que por alguna
razón fueron reservas digestivas para ancestros de plantas.
Supuestamente
estas alianzas azarosas y “estimuladas” por presiones medioambientales dieron
origen a células eucariotas internamente elaboradas, las que entonces se
diversificaron mediante variación y selección al azar, creando eventualmente
alianzas simbióticas con otras unidades y produciendo de esta forma los primeros
organismos multicelulares.
Ahora bien, si bien la simbiogénesis tiene sustento, nótese
que en esta teoría (y al igual que como se cree con las mutaciones genéticas),
también aquí se considera que todos los cambios involucrados en la integración
de los genes de un organismo en el genoma de otro tienen lugar azarosamente,
o sea sin ninguna guía general o propósito.
Además Michel
Behe levanta una objeción adicional:
- "La esencia de la simbiosis es la unión
de dos células o sistemas separados, y
ambos ya están funcionando. Pero ni Margulis ni nadie más ha ofrecido
una explicación detallada de cómo se originaron las células preexistentes" (2)
Y
también Ernst Mayr puntualizó:
- "No hay indicación de que alguna de las
10’000 especies de aves o las 4’500 de mamíferos se originaran por
simbiogénesis" (3).
De
esta manera, el intercambio de material genético a gran escala y no dirigido
entre individuos no relacionados es incapaz de explicar la historia de la vida
en la Tierra al igual que otros mecanismos "azarosos".
Referencias
- Lynn Margulis y Dorion Sagan, Acquiring Genomes: A theory of the origins of species, New York: Basic Books, 2002, pág. 15.
- Michael J. Behe, Darwin’s Black Box, New York: Free Press, 1996, pág. 189.
- Prefacio a Acquiring Genomes, pág. xiii.
5 - LA TEORÍA DE LA
COMPLEJIDAD AUTO ORGANIZADA
Stuart
Kaufmann, destacado proponente de la teoría de la complejidad, asevera que los
orígenes de la vida, el metabolismo, los programas genéticos y los planes
corporales se encuentran más allá de la explicación darwinista, pero pueden
surgir espontáneamente a través de la autorganización.
Esto
se refiere a la tendencia de los sistemas complejos para organizarse con
libertad en patrones ordenados, y a veces las “perturbaciones” de un sistema
pueden causar que se cambie desde un patrón a otro. Y es cierto que muchos
sistemas parecen organizarse “espontáneamente” en ocasiones, pero decir que la
autorganización es conducida por “leyes de complejidad” es inútil, ya que las
leyes científicas no causan o explican los fenómenos naturales y solamente los describen.
La
teoría de la complejidad es densamente matemática y está desconectada de la
química de la vida real, pues ningún defensor de dicho postulado ha ido alguna
vez al laboratorio para mezclar una amplia variedad de químicos en un tubo de
ensayo y verificar si las rutas metabólicas autosustentables se organizan
espontáneamente.
Muchos
científicos del origen de la vida ya han intentado tales experimentos sin
ningún éxito notable, por lo que no existe evidencia que la información
biológica o las estructuras anatómicas complejas puedan surgir solamente a partir de procesos
químicos y físicos.
La
autorganización permanece como un concepto vago y borroso y la teoría sobresale
principalmente al recurrir a gráficos computacionales en vez de explicar
cualquier cosa, y así los críticos han acusado a Kauffman de practicar “ciencia
desprovista de hechos” y complacerse en “ciberfantasías”.
Robert
Wesson reconoce que la evolución implica más que sólo variabilidad y selección
natural azarosas, afirmando que también involucra auto-organización y que el surgimiento
de una nueva especie es dirigida por “factores internos”.
También
Wesson dice que la esencia de la auto-organización es un “atractor” que de
alguna forma dirige el desarrollo de un nuevo órgano o instinto en un sentido
determinado, por lo que concluye que pensar en estos términos "hace más
entendibles las extraordinarias adaptaciones" (1).
Pero la verdad es que
el término “atractores” sigue siendo solamente una palabra vacía.
Como
Wesson y sus “atractores”, muchos otros científicos han recurrido a toda clase
de nuevas “leyes” y “principios organizantes” para explicar la asombrosa
diversidad, creatividad e inventiva de la vida. Por ejemplo, Michael Denton habla
de un "patrón preordenado escrito en las leyes de la naturaleza desde el
principio" (2).
Por
su parte, Paul Davies dice que además de las leyes físicas existen
"principios organizantes generales que supervisan el comportamiento de
sistemas complejos en niveles organizacionales superiores" (3).
Fritjof
Capra, teórico de sistemas, cree que hay una “tendencia inherente” en la
naturaleza hacia "la aparición espontánea de orden y complejidad en
aumento" (4).
Pero como ya se habrá
notado, las “leyes de la naturaleza”, los “principios organizantes” y las “tendencias
inherentes” son términos puramente descriptivos que no solucionan nada.
El
biólogo molecular James Shapiro echa mano de la “ingeniería genética natural”
para explicar cómo se crea la novedad en el transcurso de la evolución (5),
rechazando la postura tradicional de que el genoma es un sistema de memoria de “sólo
lectura” sujeto a cambios por daño accidental y copia de errores, y muestra en
gran detalle que las células son capaces de “reescribir” sus propios genomas, y
especialmente en respuesta a presiones medioambientales:
« Las
células vivas y los organismos son entidades cognitivas sintientes que actúan
e interactúan con propósito para asegurar la supervivencia, el crecimiento y la
proliferación, poseyendo por lo tanto capacidades sensoriales, así como capacidades de
comunicación, de procesamiento de información y de toma de decisiones.
Las
células están construidas para evolucionar y por consiguiente tienen la
habilidad de alterar sus características hereditarias rápidamente a través de
la ingeniería genética natural y procesos epigenéticos bien definidos, como
también por combinación celular.
Y la
novedad evolutiva surge de la producción de nuevas estructuras celulares y
multicelulares como resultado de sus funciones de automodificación y fusión. » (6)
De
acuerdo a Shapiro, "el registro de ADN definitivamente no apoya la menor
acumulación de cambios graduales y accidentales transmitidos por patrones
restringidos de tipo vertical" (7).
Existe
abundante evidencia de que la transferencia del ADN horizontal ha jugado un rol
clave en la evolución, pues los organismos pueden elegir rápidamente
estructuras de otros y rediseñarlos, y sobre esto Shapiro escribe que:
- "Sorprendentemente, los datos están a
favor de la escuela saltacionista que postulaba cambios genómicos mayores en
momentos evolutivos claves" (8)
Pero
Shapiro no explica el origen de las primeras células o de las habilidades “cognitivas”
celulares.
Muchos
biólogos se oponen firmemente al concepto de ingeniería genética natural y a la
idea de "cognición celular, toma de decisiones y función orientada a un
objetivo", porque sienten que implica un “ingeniero” y de esta forma este concepto apoya
el diseño inteligente.
William
Dembski, un proponente de esta última hipótesis, destaca:
« Los
organismos que pueden elaborar su propia ingeniería genética natural son
maravillas en sí mismos, e inclusive necesitamos ser ingenieros para
entenderlas. Más aún, las hazañas que llevan a cabo en este sentido eclipsan
con creces a las proezas tecnológicas humanas. Entonces,
¿Por qué debiera ser forzado pensar que tales sistemas
son el resultado de un agente?
» (9)
Shapiro
rechaza la idea de una “inteligencia guía externa a la naturaleza”, como
también lo hace la visión general teosófica, puesto que nada puede estar fuera
de la naturaleza infinita y reconoce que el Universo está impregnado por
mente e inteligencia que se manifiestan en muchos grados diferentes en todas
las formas de vida (incluyendo las células), pero que la consciencia no puede
ser reducida a las operaciones de la materia física.
Referencias
- Robert Wesson, Beyond Natural Selection, Cambridge, MA: MIT Press, 1994, pág. 170.
- Michael J. Denton, Nature’s Destiny, New York: Free Press, 1998, pág. 282.
- Paul Davies, The Mind of God, New York: Simon & Schuster, 1992, pág. 182.
- Fritjof Capra, The Web of Life, London: Flamingo, 1997, pág. 222.
- James A. Shapiro, Evolution: A view from the 21st century, Upper Saddle River, NJ: FT Press Science, 2011; Casey Luskin, "James Shapiro’s Evolution: A View from the 21st Century offers a stunning look at biological complexity and non-Darwinian evolution", 29 agosto 2011, evolutionnews.org; James A. Shapiro, "Is James Shapiro a design theorist?: James Shapiro replies", 16 enero 2012, evolutionnews.org.
- Evolution: A view from the 21st century, pág. 143.
- Ibid., pág. 126.
- Ibid., pág. 89.
- William A. Dembski, "Borderline heretic: James Shapiro and his 21st century view of evolution", 2012, designinference.com.
6 - LA TEORÍA DE LOS CAMPOS
MÓRFICOS
Rupert
Sheldrake va un paso más allá al reconocer la necesidad de factores causales no
físicos, a los cuales llama “campos mórficos” que incluyen
otros de tipo:
- morfogenético
(desarrollo y mantención de los cuerpos de los organismos),
- motor (organizadores
de movimiento),
- conductual (comportamiento
habitual e instintivo),
- mental (asociado con
la actividad psíquica consciente e inconsciente),
- social y cultural.
Sheldrake
afirma que los sistemas naturales a todos niveles de complejidad (desde los
átomos a los organismos y sus conjuntos) están animados, organizados y
coordinados por estos ámbitos y que a su vez contienen una memoria inherente.
Los
sistemas naturales heredan esta memoria colectiva de todos los elementos
previos de su clase por “resonancia mórfica”, y de esta manera, lo que suceda
en las formas posteriores dependerá de lo que ha sucedido en el pasado.
Durante
la embriogénesis, los grupos de células relativamente no especializadas actúan
como “gérmenes morfogenéticos” que se sintonizan con las esferas morfogenéticas
que dirigen el desarrollo de estructuras corporales particulares.
Comúnmente,
un tipo determinado de morfogénesis sigue un sendero de desarrollo particular,
pero también puede encaminarse hacia la forma final desde diferentes gérmenes
morfogénicos y por variadas vías, como está demostrado por la habilidad de los
organismos para regenerarse después de un daño, y si las condiciones
medioambientales imprevistas o los cambios genéticos alteran suficientemente la
estructura de un germen, éste puede asociarse con un ámbito morfogenético
diferente o con ninguno.
El
patrón de la actividad génica controlada por los homeobox afecta a un camino
completo de morfogénesis y las mutaciones en esas unidades inciden en la
sintonización de estas simientes morfogenéticas con campos particulares de
igual índole, tal como la alternación de un transistor o condensador en un
circuito de sintonización podría causar que un televisor muestre un canal
diferente o pierda la habilidad de recepcionar cualquier otro.
Sheldrake
asevera que la evolución "comprende más de un cambio en las frecuencias
génicas porque implica la selección natural y la estabilización de patrones
organizadores generados por campos mórficos que evolucionan en sí mismos" (1).
También
explica que el origen de nuevos entornos de ese tipo podría estar adscrito al
azar, a la creatividad inherente en la naturaleza o a un agente creativo
trascendente.
Este
autor piensa que los campos mórficos nunca se desvanecen completamente cuando
muere la especie o entidad que organizan, sino que continúan existiendo como
"potenciales patrones organizacionales de influencia", y que esto
explica por qué los mismos caminos evolutivos a veces se repiten.
Hasta
cierto punto, los campos concebidos por Sheldrake corresponden a los cuerpos
sutiles e internos o “almas” referidos en las tradiciones místicas, mientras
que el ámbito mórfico correspondiente a Gaia equivale a los planos más sutiles
(astral y akásico) que interpenetran a nuestro globo físico. Pero el concepto
de este autor sobre los campos mórficos es extremadamente vago, ya que los
describe como “entornos de información” que no constituyen un tipo de materia o
energía y son detectables sólo por sus efectos sobre sistemas materiales.
Sin
embargo, si los campos mórficos fueran absolutamente inmateriales, serían la
nada misma y de esta forma estarían desprovistos de algún poder explicatorio.
Por lo que es más lógico concebirlos como patrones más finos y no físicos de
energía-sustancia, demasiado etéricos para ser detectables por instrumentos
científicos (2).
Ahora bien, en
lugar de un mundo físico organizado por “campos” nebulosos e inmateriales, la
Teosofía propone la existencia de un espectro completo de fuerzas y entidades
parafísicas que van desde las injerencias elementales de la naturaleza hasta las
inteligencias espirituales.
Y
la idea de que existen energías y entidades más sutiles en juego hace más
sentido que la creencia de que hay “leyes” abstractas y “principios” que flotan
alrededor, creando mágicamente el orden del caos, o que la suerte y la
espontaneidad sólo son creativas por accidente.
Desde
un punto de vista teosófico, el mundo físico (y todo dentro de él) está
organizado y guiado desde el interior hacia el exterior, y son
autoorganizantes sólo si el prefijo “auto” se considera para incluir niveles suprafísicos
de su constitución.
La
noción de planos internos de existencia, claro está, no “explica” hechos en el
sentido de ofrecer una “última respuesta”, ya que después de todo, podríamos
entonces averiguar las propiedades de estos estados más sutiles de
energía-sustancia, las características de las diversas entidades que pueblan
los ámbitos invisibles y la manera en que estos factores suprafísicos
interactúan con el mundo material y lo influencian.
El
punto es simplemente que, si de hecho vivimos en una realidad multinivelada
como dejan entrever muchos fenómenos “anómalos”, entonces las fuerzas y
entidades parafísicas inevitablemente también jugarán un rol en la evolución.
El
principio básico es que cualquier evento en un plano definido está influenciado
por agentes sutiles conectados más con planos internos que con “campos”, “leyes”
o “principios” absolutamente inmateriales (3).
Referencias
- Rupert Sheldrake, The Presence of the Past: Morphic resonance and the habits of nature, New York: Vintage, 1989, pág. 285.
- Ver "Rupert Sheldrake: a theosophical appraisal", http://davidpratt.info.
- Ver "Worlds within worlds", http://davidpratt.info.
la naturaleza no es producto del pensamiento y conocimiento humano y cualquier intento de acercarse a ella desde ahi sera solo mera especulacion e ilusion.
ResponderBorrarpor tanto todas las teorias y conclusiones son falsas y fragmentarias.
meras creencias que nunca podran abarcar lo total.