(Esta es la segunda parte del artículo elaborado
por Serapeum y le agradezco mucho que nos lo haya enviado.)
El siguiente texto está basado en lo que escribió el
antropólogo Evans-Wentz en su libro “El
Gran Yogi Milarepa del Tíbet”.
Los Ermitaños
Para las personas de hoy en día, acostumbradas tal vez en
demasía a las comodidades y lujos modernos, la vida de los ermitaños Kargyütpas
y otros como ellos, en medio del rigor climático de los nevados Himalayas,
vestidos tan sólo con una delgada ropa de algodón, subsistiendo con un puñado
diario de cebada tostada, complementada con raíces y hierbas, y de vez en
cuando con un poco de leche de yak traída por piadosos seglares, y libres de
todas las posesiones mundanas y no perturbados por reclamos de igual índole,
tal vez parezca producto de un celo religioso irracional.
Sin embargo no hay que olvidar que el ermitaño a su vez
observa con profunda compasión a sus hermanos inmersos en el mundo; y mientras
éstos se afanan por sus trivialidades mundanas, él reza por ellos para que su ignorancia
(Avidyá) se disipe y sus pies se afirmen en el Sendero de la Gran Liberación.
Rebosante de piedad, observa a la raza humana con ojos
intuitivamente espirituales, como el Buddha Gautama, y contempla a la humanidad
encadenada como esclava de sus propios convencionalismos, muchos de los cuales
son de hecho, indefendibles.
Ve a sus semejantes retenidos por su karma en la rutina
de los Doce Nidanas (las causas mutuamente interdependientes de la existencia
samsárica) y renaciendo interminablemente para caer una y otra vez, víctimas de la
aflicción de la vejez, la enfermedad y la muerte.
De manera que para el yogi la vida humana es una red de
Máyá (Ilusión) en la que los seres humanos luchan como criaturas atrapadas; es
deseable sólo cuando se la dirige a un sólo objeto, el de alcanzar mediante su
uso correcto, la Realidad Ultima, liberados de todos los estados condicionados
del ser transitorio y fenoménico.
Uno de los yogis hindúes preguntó en una oportunidad al
antropólogo Evans-Wentz, en ocasión de un peregrinaje a Badrinath:
-
“¿La aviación, la telegrafía inalámbrica y
todas sus modernas comodidades pueden procurar verdadera felicidad a la Raza?
¿O la fe ciega en la infalibilidad de los Libros Sagrados puede procurar la emancipación
sin el Conocimiento ganado mediante la práctica de la religión?”
También nosotros deberíamos considerar seriamente si el
ideal que Milarepa nos ofrece no es, después de todo, más verdaderamente
cultural que el ideal del financista de Wall Street o del hedonista de París.
Aparte de su comparativo valor para con la sociedad, el
yogi enseña que todos los estados de la actividad humana, al ser kármicos, se
justifican en sí mismos pues para él el mundo es una vasta Escuela de muchas
gradaciones.
Algunos alumnos están en el jardín de infantes, la
mayoría en el aprendizaje medio y unos pocos están listos para ingresar en la
Universidad, donde la matriculación se logra mediante un exitoso renunciamiento
al mundo.
Aquellos que evolucionaron más allá de los deseos de la
vida mundana son, para él, de mayor valor para la sociedad que quienes aún
están enamorados del mundo.
En el Gur-Bum de Milarepa, o “Cien mil Canciones”, se
documenta que cuando el Rey de Khokhom y Yerang, de Nepal, invitó a Milarepa a
la real presencia y éste rechazó abandonar la vida ermitaña, quien formulara la
invitación preguntó:
-
“Cuando un yogi, que es meramente un hombre,
es convocado por un rey poderoso ¿no es de presumir que salga y vaya a rendir
pleitesía a los pies del monarca?”
A lo que Milarepa replicó:
-
“Soy como un rey poderoso, de la Rueda que
Gira; y un rey que abunda en riqueza no es de modo alguno más feliz ni más
poderoso que yo”.
Entonces, cuando el vocero preguntó a Milarepa dónde
quedaba ese reino, Milarepa respondió:
-
“Oh vosotros, funcionarios de los Reinos del
Mundo: si sirvierais a un Reino tal como el mío, os transformaríais en los más
poderosos monarcas; y el poder y la abundancia de todas las cosas surgirían
(para ustedes)”.
Los seres humanos, inmersos en la Ilusión surgida de la ignorancia
de esa platónica cueva de sombras que no se afanan por conocer su verdadera
naturaleza, son comparados por el yogi con el pez que no desea abandonar el
mundo acuático; o con el venado del bosque que prefiere continuar siendo
venado, aunque se le ofrezca la oportunidad de convertirse en hombre.
Los Adeptos
Existe la creencia entre hindúes y buddhistas, de que los
Grandes Rishis fueron y son los Guardianes de la Raza Humana. En Ceilán (actual
Sri Lanka), el buddhista reza para que su nacimiento siguiente tenga lugar entre
los Dioses, en los Himalayas.
Un ermitaño bengalí que renunció a sus vastos bienes
mundanos en Calcuta, a la edad de veinticinco años, y que desde entonces
practicó yoga durante setenta y cinco años en los altos Himalayas donde
Evans-Wentz lo encontró, le señaló algunas cumbres en dirección del Monte
Kailása, desde donde los Dioses vigilan y dirigen el crecimiento espiritual de
nuestra Raza.
Aunque invisibles para la visión humana normal, estos Seres,
añadió, son visibles para los Videntes y pueden comunicarse con los que son
puros de corazón; y ellos como silenciosos centinelas observan con divina
compasión desde los bastiones himaláyicos de la Tierra, hasta que la Noche del
Kali-Yuga haya recorrido su largo curso y se produzca la alborada del Día del
Despertar sobre todas las naciones.
Asimismo Milarepa nos relata en uno de sus himnos cómo él
—el Gran Yogi— arroja, como flechas sobre el mundo, buenos pensamientos
procurando gracia y poder espiritual, y cómo éstos al golpear contra quienes
son receptivos, implantan sus bendiciones en los corazones de los hombres.
Como potentes estaciones transmisoras cargadas
dinámicamente con fuerzas de pensamiento, los Grandes Seres transmiten sobre la
Tierra esa Espiritualidad Vital que posibilita la evolución humana; así como el
Sol sustenta al hombre físico ellos sustentan al hombre interno y posibilitan
la huida humana de la Red de la Existencia Samsárica.
Atados como están con la Humanidad, los Iluminadoscumplen
una función mucho más importante que la de todos los Reyes y Gobernantes de los
hombres.
Los profanos con su necedad consideran al Gran Yogi,
sentado en silenciosa meditación y Samadhi en las cimas himaláyicas, como un
inútil miembro de la sociedad, quien desertó de sus deberes con el mundo a fin
de ganar para sí su egoísta salvación. Pero esto es una crítica que no aplica
para los ermitaños Kargyütpas, ni para los sinceros yogis hindúes.
Según Evans-Wentz en el curso de sus indagaciones entre
los santos vivientes de los Himalayas y del Indostán, el antropólogo en ninguna
parte encontró un yogi genuino cuyo ideal no fuese su preparación para servir a
la Raza.
Uno de ellos, aunque Brahmán por nacimiento, había
abandonado todas las distinciones de casta y credo, y considerando a todos los
humanos como sus hermanos, esperaba —aunque puede que aún le cupieran muchas
encarnaciones más— el tiempo de poder retornar al mundo y proclamar la Verdad
Realizable.
Para él, el Renunciamiento debía preceder a la Conquista
de la Vida; y la Verdad Realizada debe preceder a la tarea de enseñar y guiar a
una humanidad no iluminada.
Si el Maestro no llegó a ver la Luz ¿cómo puede
proclamarla a los demás?
De manera que el objetivo supremo de todo yogi sincero,
sea hindú o buddhista, consiste primero en prepararse para llegar a ser un Maestro
del Mundo y luego retornar a la sociedad humana y llevar a cabo su Voto. Para
él, una sola vida es como un día; y aunque serían necesarias muchas vidas para
alcanzar la Iluminación, mientras tanto, a través de los siglos, debe persistir
sin vacilación en la vida que escogiera voluntariamente.
Y eligió esa vida porque en las vidas pasadas vivió la
vida mundana, contrayendo matrimonio, degustando el placer, lleno de ambiciones
insaciables; pero al aprender las lecciones enseñadas por tales vidas, se elevó
a si mismo por sobre las solicitudes del mundo.
Habiendo comprendido que la vida mundana no es el estado
supremo sobre la Tierra, la abandonó; y así como quien salió de una cueva hacia
la luz del día, de igual modo ya no deseó más retornar a las sombras. El
Sendero que eligió conduce a la Evolución Superior, a laRealidad Última, al
Nirvana.
Los Arhats
Todo esto nos lleva hacia un problema que fue discutido
incluso entre los pensadores europeos:
¿Existen miembros de la raza humana que alcanzaron, como
se cree que Milarepa lo hizo, la cima de tal evolución espiritual y física como
lo admite este planeta; y que al ser como una especie aparte de los otros seres
humanos, son dueños y dominan sobre las fuerzas naturales, no descubiertas aun
pero probablemente sospechadas por la ciencia occidental?
Todos los Grandes Rishis que exaltaron a la India
proclamaron que actualmente existen hombres tan altamente desarrollados y que
hubo otros de igual especie en los antiguos tiempos.
Los buddhistas sostienen que el Buddha Gautama es Uno de
los muchos Buddhas, perdiéndose en la remota antigüedad del inicio de su
dinastía. Los hindúes efectúan la misma afirmación con respecto a los Rishis
hindúes; y los modernos seguidores de los Grandes Rishis, que son los yogis,
unos de una fe, y otros de otra, adhieren firmemente a esto.
Siguiendo la Escuela Mahayánica, un Arhat (o Arhant) es
quien alcanzó la primera etapa de las perfecciones bodhisáttvicas. Según la
Escuela Tántrica (aparte de la Mahayánica con la que se amalgama en las
prácticas yóguicas de Milarepa), un Arhat es quien alcanzó un grado tal de
desarrollo espiritual como para haber logrado iniciarse en el cuarto orden de
los Iniciados Tántricos.
A partir de esto pueden formularse los siguientes
postulados:
1. Puede probarse fácilmente que existen ermitaños en los
adyacentes estados himaláyicos, al igual que en la India.
2. Que en su mayoría son ascetas buddhistas practicantes
y yogis hindúes, que realizan arduos esfuerzos para recorrer el sendero del Arhatado.
3. Que evidencias fehacientes sugieren que entre tantos
aspirantes hay, como podría esperarse razonablemente, unos pocos, aunque poquísimos,
probablemente uno cada diez mil, que se hallan en estados avanzados de
santidad, que alcanzan o al menos casi alcanzan la Meta.
Por su parte, los tibetanos afirman que es muy factible
atravesar el sendero hacia el Arhatado, hasta su misma terminación, en esta
época al igual que en el pasado; y como justificación aseveran que en la
actualidad hay entre ellos hombres que, como Milarepa, el Santo Nacional, lo
hizo en el siglo XI de nuestra era, también lo realizaron en el presente.
Si la aplicación del Noble Sendero Óctuple no fuese
practicable, entonces, según lo que afirman los yogis, habría una sólida razón
como para sostener una actitud escéptica.
Para el místico oriental, un Arhat es quien alcanza la
perfección en la Tierra sólo después de muchas vidas dedicadas a la máxima de
todas las grandes aventuras; él es la quintaesencia de toda iluminación y
progreso humanos a través de las edades, la extraordinaria florescencia de la
sociedad, el eslabón que une a la humanidad con la Cultura Superior.
Dadas las creencias del místico oriental, no es
irrazonable, y ciertamente no anticientífico, creer que el hombre ordinario
dista mucho de la cima de la escala del logro espiritual; y por lo tanto es no
sólo probable, sino que también es necesario que haya, como se dice que hubo, y
se cree que habrá en el futuro, de entre los millones de seres humanos de este
mundo, al menos unos pocos de cada generación que mantengan expedito, como
diría Platón, el Camino Sagrado desde las Planicies de la Tierra hacia las
Cimas del Olimpo.
Si no hubiese tales Guardianes del Camino Sagrado de la
Evolución Mayor, entonces ciertamente, el sendero hacia el Arhatado sería
intransitable y la Meta resultaría irrealizable para la humanidad; quedaría
cortada toda salida del Samsara.
Si fuese correcto este criterio de los yoguis, entonces
todo cuando dicen de los Supremos Maestros del Mundo —que fueron Arhats y más
que Arhats— se torna comprensible para nosotros que aun moramos en el Samsara,
a través del cual ellos pasaron hacia la Libertad; y deberíamos verlos como
nuestros verdaderos Hermanos, como guías que exploraron, marcaron y aun cuidan
para nosotros el Camino, y nos invitan a seguirlos.
Interesante artículo.
ResponderBorrarMe hace reflexionar bastante la parte sobre el joven Bengalí que abandonó todas sus posesiones para ir en busca de la sabiduría. También me recuerda al versículo en Jeremías: "Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón."