Richard Smoley es un erudito en misticismo y esoterismo, y sobre el Dios
del Antiguo Testamento, él escribió lo siguiente:
¿Quién es el Dios que las religiones
abrahámicas adoran? ¿Es realmente el creador supremo del Universo, o es un
impostor, o es simplemente una ficción?
Tales preguntas parecen sacrílegas
para los creyentes de esas religiones, pero estas preguntas han estado
surgiendo durante milenios.
Los judíos sostienen que su Dios, Yahvé
o Jehová, es el Ser Supremo que se dignó a comunicarse con ellos y solo con
ellos en el pacto del Sinaí.
Los cristianos y los musulmanes (que
son sus descendientes espirituales) han asumido también este reclamo, pero al
mismo tiempo insisten que sus revelaciones son las versiones finales y más completas.
Y todas estas religiones, en sus
formas dominantes, insisten en que cualquier otro dios no existe o es un
demonio disfrazado.
Opiniones Contrarias
Sin embargo a veces las acusaciones
se les han invertido en su contra para asegurar que el Dios monoteísta de las
creencias abrahámicas no es lo que se dice que es. Y una de esas voces fue la
de Helena Blavatsky quien escribió:
« Si nos critican por creer en “Dioses” y “Espíritus” cósmicos
mientras rechazamos un Dios personal, respondemos a los teístas y
monoteístas abrahámicos que admitan que su Jehová es uno de los Elohim, y eso si estamos listos a aceptarlo.
Pero sigan afirmando que él es el Infinito, el Dios Único y Eterno, y nunca lo aceptaremos en ese
sentido.
Ha habido muchos dioses tribales; pero en cambio la Deidad Universal
Una es un principio que va más allá de la forma, una Raíz abstracta, un
Concepto que no tiene nada que ver con la obra limitada de la forma finita. »
(La Doctrina Secreta I, p.492n)
Blavatsky no niega que exista el
Dios de las religiones abrahámicas; pero contrario a lo que afirman estas
religiones, ella asegura que Jehová no es el único dios ni el Ser Supremo, tal
como lo afirman esas religiones.
Y en esto ella se hace eco de los
gnósticos de la antigüedad, quienes decían que el Dios que creó el mundo físico
era el Demiurgo (del griego demiourgos que significa
"artesano"), una emanación divina de segundo o tercer grado que
afirmaba falsamente ser el verdadero Dios.
Algunos textos gnósticos lo llaman
Ialdabaoth, un nombre de etimología incierta, aunque una sugerencia común es que
significa "el hijo del caos" (1) y otra posibilidad
es "el engendrador de los hospedadores". (2)
Un texto gnóstico llamado “El Apócrifo
de Juan” dice de Ialdabaoth:
« Él es impío en la locura que está en él, porque dijo: “Yo
soy Dios y no hay otro Dios fuera de mí”, lo que muestra su ignorancia y el
lugar de donde había venido. »
(Robinson, p.105)
Esto es claramente una burla del Primer
Mandamiento: "Yo soy el Señor tu Dios y no tendrás otros dioses aparte de
mí" (Éxodo 20:2-3)
Blavatsky equipara a Yahweh o Jehová
con Ialdabaoth. (3)
Los orígenes del gnosticismo, el
gran adversario del cristianismo proto-católico en los primeros siglos de la
era actual, han sido difíciles de rastrear. Varias autoridades han buscado sus
fuentes en la religión iraní, otros en la religión egipcia, y otros en la
religión griega, pero todas estas opiniones tienen graves defectos.
Margaret Barker, una erudita bíblica
británica con sólidas credenciales en la corriente principal (ya que fue ex-presidenta
de la Sociedad para el Estudio del Antiguo Testamento) considera que el
gnosticismo en realidad surgió del judaísmo (4). Y de hecho,
ella sostiene que el gnosticismo es descendiente de la religión de Israel del
período del Primer Templo (c. 950-586 a.C.).
El Judaísmo del Primer Templo
La visión convencional del judaísmo
en esa era, se deriva de la Biblia hebrea tal como la conocemos actualmente, y
en donde se dice que los hijos de Israel hicieron un pacto con Yahvé de
adorarlo solo a él, pero siguieron renegando ese pacto y adorando a los dioses
extraños de sus vecinos cananeos.
Yahvé los castigaba periódicamente
con invasiones de grandes potencias como fue la de Asiria y de Babilonia. Sin
embargo los israelitas continuaron infringiendo ese pacto, incluso profanando
el Templo de Jerusalén que tenía que ser depurado periódicamente, y la más
dramática de estas purgas tuvo lugar en el año 621 a.C., bajo Josías, rey de
Judá.
Según la Biblia, la adoración en
Jerusalén se había descarriado tanto que el templo se había deteriorado y
necesitaba ser reconstruido. Y durante esta restauración, el rollo perdido de
la ley de Moisés supuestamente fue descubierto y leído a Josías. "Y
sucedió que cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus
vestidos" (2 Reyes 22:11).
Conmocionado por lo mucho que su
pueblo se había desviado de esta ley, Josías "ordenó al
sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes
de la puerta, que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían
sido hechos para Baal, para Asera y para todo el ejército de los cielos; y los
quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón" (2 Reyes 23:4).
Baal era un dios cananeo cuyo nombre
simplemente significa "Señor", y su nombre real era Hadd (5). Baal es un
dios familiar para los lectores del Antiguo Testamento ya que ahí aparece como
un dios rival de Yahweh, pero Acera y el ejército del cielo son
desconcertantes. Sin embargo son extremadamente relevantes para nuestra
historia y detallaremos sobre ellos más adelante.
La mayoría de los eruditos bíblicos
creen que el pergamino leído a Josías no fue un texto antiguo redescubierto
sino que en realidad fue una composición escrita para esa ocasión. Este texto
se identifica generalmente con Deuteronomio y es la primera parte de lo que se denomina
“la historia deuteronómica” que también incluye a Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel,
y 1 y 2 Reyes.
El punto de vista erudito
predominante de esta historia es que su primera versión fue compuesta en el
reinado de Josías y luego llegó a un clímax conmovedor con la restauración de
la verdadera adoración hacia Yahvé en ese momento. Pero la historia no se
detiene ahí, sino que continúa hasta la muerte de Josías en el año 609 a.C. y
el saqueo del templo por los babilonios en el año 586 a.C.
Y por esta razón se postula que una
segunda edición revisada del relato deuteronómico; habría sido escrito durante
el exilio babilónico (de 586 a 538 a.C.).
Todo esto es, como digo, ampliamente
sostenido por los estudiosos de la corriente principal. Aun así, generalmente
aceptan este trabajo deuteronómico como un relato ampliamente exacto de la
historia de Israel en el período del Primer Templo. Sin embargo Barker no está
de acuerdo, diciendo que la historia deuteronómica fue escrita por innovadores
que alteraron radicalmente la religión judía y reescribieron la historia para
reflejar sus puntos de vista.
Además, la "reforma"
josiánica de 621 fue en sí misma una reestructuración radical de la fe. Hasta
ese momento, sugiere ella, los israelitas habían adorado una trinidad de
dioses: El, el Dios supremo y absoluto; Yahvé, el dios nacional de Israel; y Asera,
la consorte de Yahvé.
Y al contrario de lo que dice la
versión actual de la Biblia, la adoración de esta trinidad no era una
aberración, sino la religión estándar del pueblo de Israel hasta ese momento. Pero
la reforma deuteronómica purgó a la diosa Asera y mezcló a El con Yahvé, de
modo que el dios nacional de Israel ahora se equiparaba con el Dios supremo. Y
el monoteísmo abrahámico tal como lo conocemos actualmente nació a partir de
ese momento.
Estos hechos se han oscurecido, dice
Barker, porque todos los textos del Antiguo Testamento actual fueron escritos o
editados por partidarios de esta nueva fe monoteísta. No obstante, algunos
textos bíblicos pueden conservar rastros del esquema original. Y uno de ellos
es el libro de Daniel elaborado en el siglo II a.C. y en donde está escrito:
"Miraba yo en la
visión de la noche, y he ahí que con las nubes del cielo venía uno como un hijo
de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante
de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca
pasará, y su reino es uno que no será destruido." (Daniel
7:13-14)
En la teología cristiana, el Padre
es el "Anciano de días" y Jesucristo es el "Hijo del
hombre", pero ¿qué podría haber significado en su contexto judío original?
Para Barker, el Anciano de los Días
aquí podría ser una reliquia de El, el Dios supremo de la religión del Primer
Templo. Y el "Hijo del Hombre" sería entonces Yahvé, el Dios nacional
de Israel. (6)
Los cristianos no inventaron este
mito; su única innovación fue equiparar al "Hijo del Hombre" con Jesús,
o si creemos en lo que dicen los Evangelios, Jesús mismo hizo esta
identificación.
Aún más notable, Barker dice que
originalmente no hubo distinción entre Yahweh y el Ángel de Yahweh. Como ella
señala:
« Muchos textos en el Antiguo Testamento igualan a los dos,
por ejemplo en Jueces 2:1 está escrito: "Ahora el ángel del Señor subió de
Gilgal a Boquim, y dijo: 'Yo te traje de Egipto, y te traje a la tierra que les
había prometido a sus antepasados. Y dije: 'Nunca romperé mi pacto con
ustedes'".
En Génesis 22, cuando relata la
historia del sacrificio de Isaac, está escrito que: "el ángel de Yahweh"
quien llama a Abraham del cielo (Génesis 22:11), pero al final Abraham nombra
el lugar donde esto sucedió "Yahweh-yireh", o "Yahweh es visto"
(Gen. 22:14).
En Génesis 48:15-16, Jacob dice:
"el Dios ante quien anduvieron mis antepasados Abraham e Isaac, el Dios
que me alimentó durante toda mi vida hasta el día de hoy, el ángel que me ha
redimido de todo mal, bendiga a estos muchachos."
En resumen, la mayor parte de la
evidencia sugiere que el ángel de Yahweh y Yahweh habían sido idénticos. »
(Barker, El Gran Ángel, p.35)
A veces, se describió a Yahvé como
encarnado en el rey davídico, como aprendemos en el relato de Crónicas de la
coronación de Salomón: "Y toda la asamblea bendijo al Señor Dios de sus
padres, e inclinó la cabeza y adoró al Señor y al rey" (1 Crónicas 29:23).
Y si este fuera el caso y la
tradición hubiera sobrevivido entre el pueblo de Israel, aunque no en el culto
oficial del Segundo Templo (539 a.C. – 70 d. C.), esto explicaría por qué los
Evangelios enfatizan que Jesús era descendiente de David, debido a que como el
mesías, él sería la encarnación de Yahvé como lo habían sido los antiguos reyes
de Judá.
Barker argumenta que estos puntos
están muy silenciados en la Biblia hebrea actual, porque todos sus textos
pasaron por manos de reformadores como los que escribieron la historia
deuteronómica y el segundo Isaías (Isaías 40-55 generalmente se considera la
obra de un hombre diferente del profeta de los primeros treinta y nueve
capítulos de ese libro).
De hecho, cuando en Segundo Isaías
escribe: "Yo soy Yahvé, y no hay otro, no hay Dios fuera de mí"
(Isaías 45:5), no está afirmando una declaración convencional sino que está
efectuando una afirmación teológica revisionista.
La Diosa Asera
Entonces, ¿qué pasa con la diosa
Asera?
Su nombre probablemente se deriva de
una frase del idioma ugarítico hablado en Siria en tiempos bíblicos: atirat-yammi
y que significa "la que pisa el mar", siendo "el mar" un
monstruo del caos personificado. (7)
El mito cananeo generalmente la
retrata como consorte del dios supremo “El” (8). Pero en el
judaísmo del Primer Templo, sin embargo parece haber sido la consorte de Yahweh,
y se han encontrado inscripciones arqueológicas dedicatorias de esa época diciendo
"Bendita sea tal persona para Yahweh y su Asera". (9)
La Biblia hebrea a veces usa asherah
no como un nombre propio sino como un sustantivo común para un objeto de culto
que representa a la diosa, posiblemente una imagen de madera toscamente
tallada. Y una antigua tradición judía dice que la Asera era un árbol con un objeto de culto debajo. Por lo tanto,
los traductores han traducido asherah de diversas maneras como
"árbol" y "arboleda".
Y si recordamos la reforma
josiánica, una de las cosas que se arrojaron del Templo fue una
"arboleda". Obviamente, esto no era una arboleda literal, sino que
casi con certeza era una imagen de Asera. (10)
En Jeremías 44:17-18 aparece una
evidencia interesante sobre la adoración a la diosa en el judaísmo del Primer
Templo, ya que después de la destrucción del Templo, la gente que había quemado
incienso a otros dioses, le dice a Jeremías:
"Ciertamente haremos todo lo
que salga de nuestra propia boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo y
derramar libaciones sobre ella como lo hemos hecho nosotros y nuestros padres,
nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las calles de
Jerusalén; porque entonces teníamos abundancia de víveres, y estábamos bien, y
no vimos ningún mal. Pero dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y de
derramarle libaciones; y desde entonces todo lo hemos necesitado, y de la
espada y de la hambre hemos sido consumidos".
Este pasaje indica que el culto a la
diosa se había establecido desde hacía mucho tiempo en Jerusalén y que algunos,
quizás muchos en Judá creían que el templo fue destruido no porque hubiera sido
profanado por su culto (como dijo Jeremías) sino porque su culto había sido
abandonado. (11)
¿Quién era esta reina del cielo?
Algunos eruditos, como Raphael Patai
en su libro “La Diosa Hebrea”
sugieren que ella era Astarté o posiblemente Anath, que fueron otras dos
deidades semíticas. (12)
Barker sin embargo sostiene que la reina
del cielo era Asera. Aunque ciertamente estas diosas fueron a veces combinadas
por los mismos adoradores, y por ejemplo una placa del Imperio Nuevo egipcio
que representa a una diosa semítica la nombra tanto Asera como Astarté (junto
con otra diosa semítica llamada Anat. (13)
Y aunque el rey Josías la destronó, Barker
dice que Asera nunca fue olvidada por el pueblo judío. Ella cambió de forma,
mutando primero en una "Sabiduría" personificada (14), y más tarde
en la Shekhinah, o sea en la "presencia" femenina de Dios
reverenciada por los cabalistas. Y de hecho, los cabalistas medievales
enseñaron que la restauración de su culto inauguraría la era mesiánica. (15)
Las Huestes del Cielo
En cuanto a las "huestes del
cielo", una vez más la mayoría de los eruditos están de acuerdo en que los
antiguos hebreos veían a Yahvé como entronizado entre una hueste celestial (la
palabra hebrea para "huestes", por cierto, es ts'vaoth o
Sabaoth, una posible fuente del nombre Ialdabaoth).
Barker retrata a este anfitrión en
términos más precisos. Ella señala que uno de los símbolos centrales del
judaísmo es el candelabro de siete brazos conocido como la menorá.
Los judíos de hoy en día a menudo
tienen objetos similares en sus hogares para celebrar el Hanukkah, pero
técnicamente no son menorás sino que son candelabros de Hanukkiyot o
Hanukkah, ya que tienen nueve ramas, mientras que la del Templo tenía siete. Y
de hecho, a los judíos en la antigüedad se les prohibió tener candelabros de
siete brazos: eso era solo para el Templo. (16)
Explicación Esotérica
El simbolismo de los siete es
extremadamente importante, y para los esoteristas es bastante obvio: astrológicamente
representa los cinco planetas conocidos en la antigüedad (Mercurio, Venus,
Marte, Júpiter y Saturno), así como el Sol y la Luna. Teosóficamente representa
las jerarquías divinas de los siete rayos, y es muy probable que la menorá
representara a esta "hueste del cielo".
No sabemos qué imagen de la
"hueste" Josías habría arrojado en su purga, pero sí sabemos que el
simbolismo de los siete permaneció vivo y coleando en el judaísmo. Por ejemplo,
en el período postexílico, el profeta Zacarías tiene una visión de la menorá
con siete brazos. Y un ángel le pregunta: "¿No sabes qué son estos? ...
son los ojos del Señor, que corren de un lado a otro por la tierra" (Zacarías
3:5 y10).
Y este simbolismo reaparece en el
Apocalipsis, elaborado en el siglo I d.C. donde está escrito: "Vi siete candeleros
de oro; y en medio de los siete candeleros uno semejante al Hijo del
Hombre" (Apocalipsis 1:12-13).
Por lo tanto es posible que el
judaísmo antiguo tuviera un esquema de una trinidad celestial que constaba de
El, Yahvé y Asera, y un conjunto inferior de siete "ojos del Señor"
equiparados con los siete planetas como se conocían entonces.
Y sorprendentemente, esto es
prácticamente idéntico al Árbol de la Vida Cabalístico, con sus diez sefirot
o principios, tres celestiales o "no manifiestos" y siete inferiores
o "manifiestos" (ver anexo abajo).
La Transformación posterior del Judaísmo
Según la visión de Barker del
judaísmo en el Segundo Templo, los monoteístas radicales que escribieron el Deuteronomio
y el Segundo Isaías ganaron la batalla, y sus oponentes marginados conservaron
una especie de anti-tradición que está representada en obras como la
pseudoepigráfica 1 Enoc y en el gnosticismo.
Los gnósticos repudiaron al nuevo judaísmo,
y también habrían repudiado a Yahvé, quien a sus ojos había usurpado la posición
del Dios supremo y verdadero.
Pero a pesar de ello, las formas más
convencionales del judaísmo conservaron ecos del esquema más antiguo en su
noción de un deuteros theos o "segundo Dios", o el aspecto
inmanente de Dios.
El filósofo judío Filón de
Alejandría del siglo I, tomando prestado un término de la filosofía griega,
llamó a este "segundo dios": el Logos.
Logos se traduce con frecuencia como "palabra", como en
el comienzo del Evangelio de Juan, pero se caracteriza con más precisión como
el principio estructurante de la conciencia.
La literatura mística judía de esa
época representa a este "segundo dios" como el ángel misterioso
Metatrón, el "ángel de la presencia". (La etimología de este nombre
es dudosa, pero parece significar "ante el trono"). Pero para Barker,
Metatrón es simplemente una forma mutada del Yahvé original, que originalmente
no fue imaginado como distinto del ángel de la presencia.
La mayoría de los estudiosos están
de acuerdo en que este concepto de un deuteros theos estaba muy
extendido en el judaísmo del siglo I d.C. Aunque Barker difiere en argumentar
que siempre ha existido en el judaísmo, y la innovación de Filón fue
simplemente de conectar este "segundo dios" con el logos del
pensamiento griego.
Y posteriormente la innovación del
cristianismo fue argumentar que este logos estaba personificado en
Jesús, como Yahvé pudo haberlo estado en los reyes de la antigua dinastía
davídica. Y de ahí el énfasis en Jesús como el "hijo de David".
El análisis de Barker de esta
teología del Templo, como ella lo llama, podría aclarar mucho sobre la historia
de la religión occidental y explica por qué Jesús pudo haber alcanzado un
estado cuasi divino muy poco después de su muerte (Filipenses 2:6-11) y habría
sido el ungido, o sea la encarnación de Yahvé.
Y también explica por qué los
gnósticos habrían tenido una actitud tan ambivalente, por no decir hostil hacia
Yahvé.
Y también proporcionar una
protohistoria de la Cábala, que entonces no sería una importación de ideas
gnósticas o neoplatónicas al judaísmo (como han argumentado varios eruditos,
incluido Gershom Scholem), sino que en realidad sería la supervivencia de la
antigua teología del Primer Templo en una forma esotérica.
Conclusión
Ahora bien,
¿Por qué deberíamos preocuparnos hoy por esos puntos
arcanos, que están tan lejos de nuestra vida y experiencia?
Porque en realidad no lo están, ya
que el monoteísmo tal como nos ha llegado a través del judaísmo, el
cristianismo y el islam, ha causado un sinfín de dolor y derramamiento de
sangre. Y quizás este conflicto tenga sus raíces en una contradicción
subyacente en la teología monoteísta: la idea de que hay un solo Dios, pero que
este Dios ha elegido revelarse exclusivamente a un pueblo (o religión) y no a ningún
otro.
Dicho de manera tan directa, este
punto de vista tiene poco sentido, y por ello Blavatsky rechazó las
afirmaciones absolutistas de las creencias abrahámicas. Pero hasta cierto punto
todas estas religiones todavía la sostienen, y no es sorprendente que la guerra
religiosa de los últimos dos mil años haya tenido lugar principalmente en las
partes del mundo donde estas religiones son dominantes.
Las opiniones de Blavatsky no
coinciden exactamente con las de Barker. Margaret Barker es un erudita bíblica
y se preocupa principalmente por estas ideas a medida que han ido evolucionado
a lo largo de los siglos, mientras que Blavatsky a veces habla como si este
advenedizo Jehová tuviera una realidad metafísica. Y en esto se parece más a
Kyle Griffith, autor del clásico clandestino “Guerra en el Cielo” que
afirma que los dioses de las religiones convencionales son
"Teócratas", o sea seres parásitos que mantienen su existencia en el
plano astral con energía derivada del culto a los devotos.
Si nosotros mismos llegamos tan
lejos es una cuestión de elección individual. Pero personalmente creo que las
grandes religiones monoteístas están viendo actualmente sus afirmaciones
exclusivistas desenmascaradas y cada vez más ridiculizadas. Y el surgimiento
del fundamentalismo es en muchos sentidos una respuesta a esta tendencia, ya
que a medida que una religión pierde su control sobre una población, los
seguidores restantes de esta religión se vuelven cada vez más aislados, dogmáticos
y extremistas.
Un curioso texto místico judío
conocido como 3 Enoch que data de los primeros siglos de la era cristiana,
describe cómo Metatrón es removido de su trono y degradado al mismo rango que
los otros ángeles.
Esto puede reflejar un intento de
reducir el estatus de Metatrón en la teología de esa antigua época, que lo
acercaba demasiado al de Dios mismo (17). Pero sea o no el caso, tal destino, tarde o temprano,
recae sobre todos los dioses, es decir en todos los intentos de conceptualizar
aquello que está más allá de los conceptos.
Es posible que necesitemos estos
conceptos, porque así es como funcionan nuestras mentes, pero tarde o temprano
llegaremos a la conclusión de que no son más que eso, y los colocaremos en el
estante junto con los otros conceptos en nuestros armarios mentales. Solo
entonces, quizás, seremos capaces de vislumbrar más allá de ellos.
ANEXO
Según Margaret Barker, en el
judaísmo del Primer Templo, el dios supremo, El, fue adorado junto con Yahweh,
el dios nacional de Israel, y Asera, la consorte de Yahweh. Debajo de ellos
están las "huestes del cielo", probablemente los cinco planetas
conocidos en ese momento (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) junto con
el sol y la luna.
El esquema se asemeja al Árbol de la
Vida Cabalístico. El triángulo superior contiene los principios
"celestiales" o "no manifiestos": Keter (Corona), Hokhmah
(Sabiduría); y Binah (comprensión). Los siete principios inferiores están
asociados con los planetas: Hesed (Misericordia) con Júpiter, Gevurah (Fuerza)
con Marte, Tiferet (Belleza) con el sol, Netzach (Victoria) con Venus, Hod
(Gloria) con Mercurio y Yesod (Fundación) con la luna. Malkut (Reino) es la
tierra. Binah generalmente se asocia con Saturno.
Y también se asemeja al esquema
egipcio como lo muestra por ejemplo una placa del Imperio Nuevo actualmente
resguardada en la colección de Winchester College, y que muestra a la diosa
montada sobre un león y enumerando sus tres nombres: Qudshu ("el
santo", otro nombre de Asera), Anat y Astarté. Y su peluca de estilo
egipcio también aparece en muchas de sus imágenes de Canaán. (De William G.
Dever, ¿Dios tenía esposa?)
Observación de Cid: y también es muy
sorprendente como esa estructura de los antiguos judíos y egipcios se asemeja con
la Santísima Trinidad del catolicismo y su jerarquía angelical.
Y esta trinidad tiene un gran simbolismo esotérico como lo
detallo en este otro capítulo (ver link)
Referencias
- Barker, Margaret. El Gran Ángel: un estudio del segundo Dios de Israel. Louisville, Ky.: Westminster John Knox, 1992.
- Barker, Margaret. La Tradición Oculta del Reino de Dios. Londres: Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano, 2007.
- Barker, Margaret. El Antiguo Testamento: La supervivencia de los temas del antiguo culto real en el judaísmo sectario y el cristianismo primitivo. Londres: Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano, 1987.
- Blavatsky, HP. La Doctrina Secreta. 3 vols. Wheaton: Quest, 1993 [1888].
- Cross, Frank Moore. El Mito cananeo y la Epopeya bíblica. Cambridge: Harvard University Press, 1973.
- Crossingham Lesley Ann, Una suave Respuesta a una Guerra en el Cielo, Autoedición, 1988: http://www.scribd.com/doc/8146891/War-in-Heaven-by-Kyle-Griffith.
- Dever, William G. ¿Tenía Dios esposa? Arqueología y religión popular en el antiguo Israel. Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 2005.
- Kuyt, Annelies. El "Descenso" al Carro. Tübingen, Alemania: Mohr Siebeck, 1995.
- Odeberg, Hugo. 3 Enoc o el Libro hebreo de Enoc. Cambridge: Cambridge University Press, 1928.
- Patai, Raphael. La Diosa Hebrea . 3d ed. Detroit, Michigan: Prensa de la Universidad Estatal de Wayne, 1990.
- Robinson, James M., ed. La Biblioteca de Nag Hammadi en inglés. 1ª ed. San Francisco: Harper & Row, 1977.
- Blavatsky, La Doctrina Secreta I, p.197
- Barker, El Gran Ángel, p.174
- La Doctrina Secreta I, p.197; y también Isis Develada II, 183n
- Barker, Great Angel, p.167
- Patai, p.45
- Barker, Great Angel, p.153-55
- Cross, p.66-67
- Cross, p.15, 37
- Barker, Great Angel, p.55
- Barker, Great Angel, p.55
- Barker, Great Angel, p.51
- Patai, p.62-65
- Dever, p.178
- Prov. 8
- Barker, Great Angel, 51
- Barker, The Older Testament, p.221
- Odeberg, p.85-88.
(Este artículo se publicó originalmente en la edición de
invierno de 2011 de la revista Quest con el título “God and the Great Angel”.)
Gran artículo, Cid. Saludos y que tenga unas muy felices fiestas.
ResponderBorrarIgualmente Serapeum
BorrarExcelente artículo mas de este tipo, felicidades.
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