Sobre este tema,
en su libro “La vida después de la muerte”,
William Atkinson mencionó lo siguiente:
« En
el capítulo anterior comentamos que el alma después de sumergirse dentro del
segundo sueño, entonces la corriente de la atracción kármica la arrastra hacia
el renacimiento en un ambiente y bajo condiciones congruentes con su carácter.
Y como veremos en
el capítulo siguiente, algunas almas se liberan del ciclo de la reencarnación y
ascienden a planos superiores de existencia y de actividad, pero la inmensa
mayoría de las almas pasan desde el plano astral hacia el renacimiento en la
Tierra, porque tal es su karma.
(En realidad las
almas pasan del plano mental hacia el plano físico —cruzando por el plano
astral— y el karma solo es uno de los factores que impulsan a las almas hacia
la reencarnación, mientras que otro factor es el deseo que tienen las almas por
vivir más experiencias terrenales, y otro factor es el impulso de buscar seguir
desarrollándose.)
Pero
debemos advertir al estudiante que no caiga en el error demasiado frecuente de suponer que el
karma es algo severo que reparte recompensas y castigos en función de algún
código establecido, ya que por el contrario, el karma es sencillamente
la ley de causa y efecto, de acción y reacción o de causalidad. De suerte que
nuestras malas acciones nos castigan y nuestras buenas acciones nos premian por
sí mismas, pero en cambio nosotros no recibimos premios a causa de las buenas
acciones, ni castigos a causa de las malas. La acción obra por sus propios
efectos.
En resumen, los
premios y castigos derivan de la índole de nuestro carácter, que a su vez es la
suma algebraica de las buenas y malas cualidades. Y cuando la resultante es el
deseo entonces interviene el karma, y por lo tanto el deseo es la fuerza motora
del karma, y por medio del karma, del renacimiento.
(Aquí Atkinson
está confundiéndose porque el karma no es simplemente la ley de causa y efecto,
ya que el karma es regido por los motivos y el nivel de conciencia que ha
alcanzado el humano; y con esto quiero decir que la misma acción tendrá diferentes
consecuencias karmicas dependiendo del desarrollo evolutivo en el que se
encuentra la persona que efectuó esa acción y de las razones por las que la
cometió.
Por ejemplo,
alguien que mató tendrá una consecuencia karmica diferente dependiendo del
motivo por el que lo hizo: si fue intencionalmente, si fue accidentalmente, si
fue para protegerse, etc. Y también la consecuencia kármica variará si se trata
de una persona primitiva o si se trata de una persona avanzada.)
A muchos les
parece que el renacimiento en la Tierra es algo a lo que uno está forzado, aun
contra el deseo del alma. Pero precisamente sucede lo contrario, y esto es que
el alma renace en la Tierra por deseo de más vida terrestre. Nadie renace en la
Tierra contra su voluntad, sino porque quiso y deseó renacer.
(Esto es
incorrecto, porque si el alma todavía no ha desarrollado el nivel que le permitirá
liberarse del ciclo de las reencarnaciones, entonces aunque no quiera renacer
va a seguir haciéndolo.)
La corriente del
renacimiento arrastra a las almas porque sus deseos y aficiones se convirtieron
en ansias que sólo se pueden satisfacer en la vida terrestre. Y aunque las almas no son conscientes de ello, se
colocan instintivamente de nuevo bajo las operaciones de la ley de atracción
que las empuja hacia el renacimiento en el ambiente más adecuado a la
manifestación y expresión de sus deseos.
(Los deseos del alma son solo uno de los factores que intervienen, pero también hay otros parámetros que
influyen en la nueva vida que tendrá el alma, tales como: el karma, las pruebas
a pasar, los deberes aceptados, el desarrollo que se espera lograr, etc.)
Hambrientas están
las almas de satisfacer sus apetitos y hasta que no sacien el hambre no podrán
eliminar el deseo. Sin embargo esto
no significa que se haya de satisfacer todos los deseos, porque frecuentemente sucede
que las nuevas experiencias mueven al alma iluminada por la intuición a
repugnar lo que antes apeteció, de suerte que por sí misma y por consunción
muere el deseo.
Pero mientras el
deseo se mantenga vivo, atrae al alma
hacia los objetos, ambientes y circunstancias capaces de satisfacerlo. Y esto
sucede lo mismo en la vida astral que en la vida física.
El deseo es
siempre el gran propulsor que lleva al alma hacia el renacimiento, y por lo
tanto el alma que mantiene sus deseos por las cosas terrenales y la vida
física, y que no puede reprimirlos, es naturalmente arrastrada por la corriente
kármica hacia las condiciones en que pueda realizarlos.
Y es solo cuando
al cabo de muchas reencarnaciones el alma comienza a ver la inutilidad e
ilusoria naturaleza de los deseos terrenales, que comienza a sentirse atraída
por las cosas de la vida de su naturaleza superior, y entonces escapando de las
corrientes fluidas del renacimiento terrenal, asciende a las esferas
superiores.
Hay quienes cuando
llegan a viejos se muestran desengañados del mundo y anhelan abandonarlo cuanto
antes. Estas personas son perfectamente sinceras en sus manifestaciones, pero
si penetráramos en la intimidad de su ser descubriríamos algo muy diferente.
En general, no es
que estén cansadas de la vida, sino que están cansadas tan sólo de la vida
terrestre que han experimentado durante aquella encarnación. Ellas echaron de
ver la índole ilusoria de cierta serie de experiencias terrenales y sienten
repugnancia por ellas. Sin embargo, tienen otro linaje de deseos y ansían otra
suerte de experiencias en la Tierra.
Y también está el
caso de aquellos humanos que no encontraron satisfacción ni dicha en sus
experiencias personales, pero si esos individuos son sinceros consigo mismos,
seguramente dirán que hubieran sido dichosos si en vez de "tener lo que
tuvieron" hubiesen "tenido aquello que deseaban tener".
Lo cual pudo haber
sido un amor correspondido, o fama, riqueza, poderío, éxito, talento, en
una palabra: la semilla de sus deseos
remanentes que los mueven hacia el renacimiento.
Y muy pocos seres
humanos estarían dispuestos a abandonar la vida terrenal, según dicen (aunque
son sinceros al decirlo) si pudieran como el viejo Omar reconstruir el mundo
conforme a los deseos de su corazón y después vivir
en ese mundo reformado.
No es que les
repugne la vida terrestre, sino las condiciones y circunstancias en que ellos viven
en este mundo. Y si diéramos juventud al viejo, opulencia al indigente, amor al
desdeñado, talento al cretino, entonces seguramente todos ellos querrían vivir
con gusto en este mundo.
Únicamente la
imposibilidad de satisfacer sus deseos y de mejorar sus condiciones los mueve a
no sentirse encantados por la vida terrenal, sino por el contrario a
aborrecerla y desear que acabe lo antes posible.
Pero durante su
estancia en el Astral, el alma descansa, se refrigera y vigoriza.
(Aquí Atkinson se
equivocó ya que eso se efectúa en el plano mental.)
El alma olvida las
fatigas de sus pasadas encarnaciones y vuelve a ser joven y ambiciosa. Siente
en su interior el estímulo hacia la acción, el ansia de cumplir sus deseos,
aspiraciones y ambiciones, y gustosa cede a la corriente que la conduce de
nuevo hacia el escenario terrestre en donde espera realizar todo eso.
Y muchos ejemplos
de este cambio de actitud los tenemos en la vida diaria. Por ejemplo, a veces
al llegar la noche nos sentimos cansados, abatidos y aun disgustados de los
trabajos, penalidades y afanes del día. Pero el descanso y el sueño mudan
nuestro estado de ánimo, y al despertar nos invade el deseo de reemprender
nuestras acostumbradas actividades.
La mayoría de las
personas no están realmente cansadas de la vida ni de las cosas de este mundo,
sino que experimentan el natural impulso hacia "otras cosas" y
"otros lugares"; y un cambio de lugar y de preocupación les
desvanecería el aburrimiento. Ellas no están disgustadas del mundo, sino tan
sólo mental y emocionalmente agotadas.
Y lo mismo sucede
con el cansancio del alma desencarnada. Si se muda al plano astral y toma el
elixir de la vida, entonces se hallará de nuevo dispuesta a desempeñar su papel
en el drama de la vida terrestre.
(Atkinson no sabía
que el plano astral es solamente una zona de transición para las almas humanas entre el cielo y la tierra, y no un lugar de residencia.)
Y otro punto sobre
el cual menudean también las ideas equivocadas es en lo relativo a la
inconsciencia del alma en la designación del ambiente de su nuevo nacimiento.
Desde luego que en
las almas de atrasada evolución, este proceso es casi del todo instintivo y no
hay en realidad elección de ambiente. Pero cuando el alma está ya un tanto espiritualmente
evolucionada y tiene algo de intuición y conciencia, entonces en muchas
ocasiones vislumbra como si estuviera en un sueño (mientras que se encuentra en
el segundo sueño del alma) las condiciones en que va a renacer y a veces por su
propio albedrío las elige.
Y
en el caso de una personalidad fuerte, y siempre que el desarrollo espiritual
esté ahí, a menudo hay más que una simple elección onírica, porque tal alma
hace mucho más para "crear las circunstancias" para sí misma de su
nuevo nacimiento, aunque siempre dentro de las limitaciones de su karma, por supuesto.
Y otro punto que
necesita esclarecimiento es el referente a la índole de los deseos promotores
de la reencarnación.
Sepan que no necesariamente
han de ser estos deseos de índole siniestra ni han de tener un carácter
concupiscente. Sino que por el contrario, pueden ser anhelos nobles y con elevadas
aspiraciones, aunque entrañen el principio emocional del deseo.
Tanto los deseos
nobles como los viles son las semillas de la acción, y el impulso hacia la
acción es la característica que distingue al deseo. Siempre el objeto del deseo
es tener, hacer, o ser algo.
Por ejemplo, el
amor, aun en su más alta modalidad, es una expresión del deseo, y lo mismo cabe
decir de las más nobles aspiraciones. El deseo de beneficiar al prójimo es tan
deseo como el de perjudicarlo.
Así es que muchas
almas que no son egoístas, sino que por el contrario son altruistas, renacen
impulsadas por el deseo de ser útiles para la humanidad, para así realizar
alguna magna obra en beneficio del mundo, o cumplir con algún deber inspirado
por el amor.
Pero, nobles o
viles, si estos deseos están relacionados con las cosas e intereses de la Tierra
son propulsores del renacimiento.
Por otra parte, el
alma que no experimenta en su intimidad ni el más leve deseo de renacer en el
mundo físico, no reencarnará, sino que asciende a niveles superiores en donde ya
no alcanzará la atracción del planeta.
(Reitero que esto es
falso ya que no es el deseo sino el desarrollo lo que permite liberarse del
ciclo de las reencarnaciones.)
El karma de estas
almas las aleja y no las acerca al mundo material. Sin embargo, muy pocas almas
actualmente se hallan en esta condición, aunque lentamente todas las almas llegarán
hacia esa situación en siglos venideros porque todas están en el Sendero de la
perfección en donde poco a poco, grado por grado, van espiritualmente
evolucionando.
Y quienes tengan
interés en conocer algo de esta vida superior del alma, lean el siguiente
capítulo, último de esta obra, y si la lectura los conmueve habrán dado el
primer paso hacia la liberación final. »
(Capítulo 19)
OBSERVACIÓN
La explicación que dio William Atkinson sobre la
reencarnación está mal estructurada, incompleta y dijo varias mentiras al
respecto.
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