Este artículo apareció en el periódico "The Bombay Gazette"
en su publicación del 29 de octubre de 1880:
« Las historias de fenómenos ocultistas que nos llegan desde
Simla efectuadas por Madame Blavatsky, aunque son nuevas en la India, son
igualadas y superadas por innumerables narraciones bien documentadas de las
hazañas que han sido efectuadas por los espiritistas de Inglaterra y América.
Madame Blavatsky se ha distinguido
en la India por el descubrimiento de un broche en circunstancias peculiares,
pero difícilmente ella podrá reclamar el rango más alto entre los espiritistas
del mundo hasta que no haya realizado alguna hazaña más sorprendente, como por
ejemplo: salir flotando de una ventana y entrar en otra, como lo hizo el Sr.
Home, o recorrer dos millas en un muy pequeño periodo de tiempo y aparecer de
repente en medio de la mesa de una habitación ante doce testigos como lo hizo
el Sr. Guppy.
Y entonces ella podrá afirmar que se
ha elevado por encima del segundo rango del nivel de los espiritistas. Pero lo
que ella ha hecho hasta ahora no se consideraría mucho si se tomara simplemente
como una pieza de malabarismo, y solo parece muy maravilloso al ser atribuido a
los poderes invisibles.
(Observación de Cid: Aquí el autor
de este artículo está errando porque Blavatsky no pretendía ser una espiritista
sino que por el contrario ella estaba en contra del espiritismo, y los
fenómenos que ella produjo fue para demostrarle a la gente que estos fenómenos no
tienen nada de sobrenatural, sino que simplemente para realizarlos se utilizan
aspectos de la naturaleza que los humanos todavía no conocen.
Y si el
autor de este artículo hubiera leído con más atención el testimonio de los
testigos, él se habría percatado que no pudo haber trucos de malabarismo en los
fenómenos que Blavatsky produjo en Simla.)
Es una lástima que una dama con tales
habilidades se condescienda en preocuparse por el hallazgo de broches faltantes
o la producción de agua dentro de una botella vacía. El espiritismo no es fácil
de refutar pero es cierto que las llamadas manifestaciones de los poderes
sobrenaturales en muchos casos han sido condenadas y han demostrado ser
solamente piezas de engaño más o menos ingeniosas.
Sin embargo tales detecciones no
conmueven a sus creyentes quienes pueden responder que la detección de la
impostura en algunos casos no prueba la existencia de la impostura en todos los
casos, y que seguramente habrá muchos que pretenderán ser médiums para obtener
ganancias o reputación, y por lo tanto intentan con malabarismos rivalizar con
los verdaderos poseedores del poder espiritista.
Si insistimos en que Maskelyne y
Cooke, supuestos prestidigitadores, realizan maravillas tan grandes o mayores
que cualquier médium, o lo niegan o lo permiten, y lo explican con la hipótesis
de que estos supuestos conjuradores son en realidad médiums que encuentran que
vale mejor la pena fingir que solamente ellos son magos.
Así que los creyentes difícilmente cambiarán
de parecer hasta que cada manifestación haya sido rastreada a causas naturales
posibles, particularmente cuando los espíritus manifiestan una predilección por
desplegar sus poderes más fácilmente en habitaciones oscuras y donde ningún ojo
escéptico está observando las operaciones.
Entonces, como es imposible explicar
cada manifestación exponiendo los agentes naturales en acción, le corresponde
al incrédulo dar algunos fundamentos generales para justificar su negativa a
creer en las historias dadas con la autoridad de los testigos aparentemente muy
confiables.
Tales historias pueden ser el
resultado de una impostura o pueden tener algunos fundamentos sobre los cuales
apoyarse, pero estos fundamentos son inmensamente exagerados por aquellos que son
testigos de estos fenómenos.
Ciertamente se ha detectado a menudo
engaños por parte de los supuestos médiums, pero es igualmente cierto que
quedan un gran número de casos que no pueden explicarse, y es con ellos de los
que tenemos que ocuparnos.
Gran parte de la maravilla de estos
relatos se debe a las exageraciones que se han producido a causa de la
imaginación o el recuerdo imperfecto de los diferentes narradores.
Así una señora le aseguró una vez a
la señorita Cobbe, que según su conocimiento una mesa había sido golpeada
cuando no había nadie a un metro de ella. Y esto de ser cierto, habría sido una
maravilla que difícilmente podría explicarse por causas naturales, y la
señorita Cobbe expresó gran sorpresa por esa declaración.
La dama le aseguró que no había
ninguna duda sobre el asunto, pero para que fuera aún más seguro, ella prometió
consultar las notas que había tomado inmediatamente después de la sesión. Lo cual
hizo y descubrió que su memoria de todos los demás aspectos era correcta,
excepto que las manos de seis personas habían estado descansando sobre esa
mesa.
Allí tenemos un ejemplo de una
historia maravillosa, afirmada sin vacilar por un testigo que demostró su
veracidad al reconocer después el error que había cometido; sin embargo casi
toda la parte maravillosa de la historia se debió a un defecto de memoria.
Y el Dr. Carpenter cita otro ejemplo
que muestra cómo las maravillosas adiciones que inconscientemente los testigos
añaden a una historia pueden disiparse mediante un examen más detenido de la
fuente original.
Un médico que se mostraba escéptico
sobre el mesmerismo escuchó afirmaciones repetidas sobre una doncella de la
señorita Martineau, que cuando se encontraba en su estado mesmérico, ella podía
conversar en idiomas que nunca había aprendido y de los que no sabía nada
cuando se encontraba en su estado normal.
A pesar de la confianza con que esta
historia fue contada al médico, él no podía creer en esta historia, y algún
tiempo después al encontrarse con un cuñado de la señorita Martineau, le preguntó
por esa enigmática doncella, relatándole lo que él había escuchado acerca de
ella, y el cuñado le contó que ese relato no era del todo exacto, ya que la
muchacha había respondido en lengua vernácula a las preguntas propuestas por
Lord Morpeth en lengua extranjera.
De esta manera, las historias
mejoran en la narración de modo que una pequeña coincidencia a menudo se hincha
en las proporciones de un milagro cuando ha pasado por unos pocos meses de boca
a oreja.
A todo el mundo le gusta aprovechar
al máximo cualquier historia que tiene que contar, y si ha escuchado una o más
versiones, se inclina a repetir la más llamativa por ser la más capaz de
despertar el interés de la audiencia de su oyente. Y también es la versión más
maravillosa la que más probable se fije en la mente de los oyentes, mientras
que los relatos más comunes de lo que sucedió se olvidan fácilmente.
De hecho el residuo que queda en
cada relato espiritista después de quitar las excrecencias producidas por la
exageración, si este relato trasciende la experiencia ordinaria y si no hay
posibilidad de mentira por parte del narrador, puede explicarse a través del
poder anormal que produce un estado de gran agitación ocasionalmente en los
músculos y en la memoria.
Por ejemplo, un hombre siendo perseguido
por un toro furioso puede correr mucho más rápido y dar saltos más grandes que
si se encontrara en una situación sin peligro, y en su libro “Fisiología Mental” el Dr. Carpenter cita
a una anciana cocinera, tambaleante por la edad, que habiendo escuchado una
alarma de incendio, se apoderó de una caja enorme que contenía toda su
propiedad y corrió escaleras abajo con la misma facilidad con que lo hubiera
hecho llevando un pequeño bolso. Pero una vez que se hubo extinguido el fuego, ella
no pudo levantar la caja ni un centímetro del suelo y se necesitaron dos
hombres para llevarla de nuevo arriba.
La ayuda dada por la fe en el
intento de alcanzar aparentes imposibilidades debe ser también una ayuda
sumamente eficaz en los encuentros espiritistas. Creer en nuestro poder para
hacer cualquier cosa es a menudo la condición más esencial para lograr esos
logros. Todo el mundo sabe que es mucho más fácil repetir una hazaña muscular que
ya se ha hecho antes que hacerlo por primera vez.
Esto surge, no de un aumento de la
potencia muscular, sino del hecho de que la confianza que se deriva de la
experiencia de ya haberlo hecho antes y le permite al individuo utilizar sus
músculos al máximo. El gran obstáculo para aprender a nadar o romper una nuez o
una avellana con los dedos es la falta de fe en la propia capacidad, pero
cuando el éxito supera ese obstáculo, el resto es muy fácil.
El Dr. Carpenter vio una vez a un
sujeto que estaba tan pocamente desarrollado físicamente que no se atrevía a
levantar un peso de más de diez kilos, pero cuando fue hipnotizado y se le
convenció que lo que agarraba era tan ligero como una pluma, el sujeto pudo
levantar cincuenta kilos como si no fueran nada.
Es bien sabido por los fisiólogos
que en nuestra contracción volitiva ordinaria de cualquier músculo no empleamos
más que una pequeña parte de él en un momento dado; mientras que todo médico
experimentado sabe que en las contracciones convulsivas se ejerce a menudo
mucha más fuerza de la que el esfuerzo más fuerte de la voluntad podría
generar.
Y la agitación violenta combinada
con una confianza perfecta a veces puede aumentar de la misma manera el poder
de la memoria en una forma anormal. Y es así que hay muchos casos de personas
que recuerdan mientras se encuentran con intensa fiebre, idiomas que alguna vez
conocieron pero que en su estado ordinario habían olvidado por completo.
Coleridge cita un ejemplo de una muchacha
sin educación, incapaz de leer y escribir, pero quien mientras tenía fiebre,
alarmó a su alrededor hablando latín, hebreo y griego.
El desconcierto era muy grande y
naturalmente se pensó que fue una posesión del diablo. Pero una investigación
más profunda reveló el hecho de que en su infancia esa muchacha había vivido en
la casa de un gran erudito, quien solía leer sus libros en voz alta. Y entre
estos libros se encontraron muchos de los pasajes que la muchacha había
repetido sin la menor idea de su significado, pero que durante el delirio
provocado por la enfermedad podía recordar perfectamente lo que su memoria
había olvidado por completo en su estado ordinario.
Tal hecho puede explicar los casos
en los que realmente se dan respuestas sorprendentes por los golpes de la mesa
o los movimientos de la plancheta, aunque, por falta de conocimiento suficiente
de las circunstancias, puede resultar imposible dar la explicación especial de
cada caso fenómeno particular.
(Observación de Cid: los argumentos
que dio el autor de este artículo son válidos para algunos casos, pero no para
todos los fenómenos, ya que por ejemplo también se ha sabido de personas que responden
en un idioma que ellas no conocen con frases enteras a preguntas que se les
hacen, y eso no se puede explicar con el simple hecho que esa persona haya
escuchado ese idioma antes. Y también hay muchos testimonios de golpes y flotamiento
de objetos sin que nadie esté a su lado.)
Si los espíritus fueran los agentes
reales, seguramente trascenderían el poder humano con mayor claridad. Uno
pensaría que sería tan fácil para un espíritu mover una casa como mover un
piano, y responder la pregunta más difícil que se pueda imaginar no debería ser
más difícil para ellos que responder preguntas fáciles.
Sin embargo, nunca hemos oímos de
espíritus moviendo algo más pesado que muebles, y ningún espíritu ha logrado
revelar el número de un billete de 100 libras del Banco de Inglaterra que un
caballero ha encerrado en una caja y ha prometido regalárselo a cualquier
espiritista que pueda adivinarlo su número.
Todo lo que se dice que han hecho
los espíritus hasta ahora puede explicarse razonablemente, y hasta que hagan
algo que claramente no sea susceptible de tal explicación, podemos
razonablemente negarnos a creer en interferencias sobrenaturales con eventos
terrestres. »
(página 2)
OBSERVACIONES
Concuerdo en parte con lo que dijo este
escritor, pero en esto último él también está errado porque la diferencia de
peso entre una casa y un piano explica fácilmente porque los “espíritus” si
pueden levantar lo segundo y no lo primero. Y pongo la palabra espíritus entre
comillas porque la teosofía explica que las entidades con las que se comunican
los espiritistas raramente son espíritus humanos y la inmensa mayoría de las
veces son entidades astrales.
Y este escritor también se
contradice porque al final de su artículo afirma que todos los fenómenos
paranormales se pueden explicar de manera razonable, y hasta que no aparezcan
fenómenos que no se puedan explicar de esa manera, él se niega a creer en las
interferencias sobrenaturales.
Pero él mismo al inicio de su
artículo mencionó dos casos que desconciertan al entendimiento humano, y que
son: el Sr. Home que flotó de una ventana a otra y el Sr. Guppy que fue
teleportado a dos millas de distancia.
No sabría decirles si esas historias
son verdaderas o no, pero el esoterismo explica que la levitación y la
teleportación si son posibles. Nada más que no se emplean interferencias
sobrenaturales, sino interferencias muy naturales pero que todavía no son
conocidas por la ciencia.
Y en cuanto a Blavatsky, este
individuo no la investigó con seriedad porque yo he recopilado la información
que he encontrado al respecto (y la cual pueden leer en este otro link).
Y después de haberlo analizado he
llegado a la conclusión de que los fenómenos que ella realizó, lo más probable
es que si hayan sido auténticos. Pero el editor de este diario tenía una
animosidad particular hacia Blavatsky ya que en un artículo anterior él había
estado insinuando que ella era una charlatana, y es por eso que Blavatsky le
escribió una carta que ustedes pueden leer en este otro capítulo link.
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