(Este es el segundo capítulo del libro Una Gran Traición escrito por Alice Leighton Cleather.)
LOS SEÑORES SCHURÉ Y
LÉVY SOBRE LA CRISIS DE 1913
Veamos lo que otros tienen que decir
(siete años después) sobre el estado de la Sociedad Teosófica.
En 1913 otra crisis violenta
convulsionó a esta pobre organización en que se ha convertido la Sociedad
Teosófica, y que antes defendía los más altos principios e ideales, pero que
incluso ahora un Lake Harris podría avergonzarse de ser asociado con ella.
En ese año como ahora, el escándalo
se centró en el pervertidor de la moral [Charles Leadbeater] que ha obtenido un
total control sobre la señora Besant.
Un libro titulado “La Sra. Besant y la Presente Crisis en la
Sociedad Teosófica” fue publicado en 1913 por el Sr. Eugène Lévy, con una
carta preliminar del Sr. Édouard Schuré, el conocido autor del libro “Los
grandes iniciados” y otras obras místicas.
Escribiendo al Sr. Charles Blech,
Secretario General de la S.T. francesa, el Sr. Schuré afirma que se siente obligado
a retirarse oficialmente de la Sociedad Teosófica, y que es su deber dar sus
razones sin rodeos.
Después de aludir a la fecha (1907)
en que el Sr. Blech le había ofrecido y el Sr. Schuré había aceptado la membrecía
de honor en la Sociedad Teosófica, el Sr. Schuré pasa a hablar de la Sra.
Besant, tal como se le apareció entonces, en términos elevados, expresando la
esperanza de que "la nobleza de su carrera pasada" fuera un augurio
"de que la Sociedad Teosófica continuaría en el camino amplio de la
tolerancia, la imparcialidad y la veracidad que forma parte esencial de
su programa".
M. Schuré luego continúa:
“Desafortunadamente
las cosas resultaron de otra manera, y la causa principal de esta desviación
radica en la estrecha alianza de la Sra. Besant con el Sr. Leadbeater, un
ocultista erudito, pero de una inestable disposición y moralidad dudosa.
Después
de que el Sr. Leadbeater fuera declarado culpable por un comité asesor
de la Sociedad Teosófica, la Sra. Besant anunció públicamente su reprobación de
los métodos educativos de los que se le acusaba. . . . Pero con un inconcebible
cambio de actitud, poco después ella declaró su intención de ingresar al Sr.
Leadbeater en la Sociedad Teosófica nuevamente y ella tuvo éxito.
. .
.
Las
excusas que dio para esta retractación fueron la caridad y el perdón. Pero la
verdadera razón era que la Presidenta [la Sra. Besant] creía que necesitaba al
Sr. Leadbeater para sus investigaciones ocultas, y que esta colaboración le
parecía necesaria para su prestigio.
Para
aquellos que han seguido sus palabras y actos desde ese momento en adelante, es
evidente que la Sra. Besant ha caído bajo el formidable poder sugestivo de
su peligroso colaborador, y ella solo puede ver, pensar y actuar bajo su
control.
La
personalidad que en adelante habla a través de ella es ese clarividente
cuestionable, el hábil maestro de la sugestión que ya no se atreve a mostrarse
en Londres, París o América, sino que en la oscuridad de una casa de verano en
Adyar gobierna a la Sociedad Teosófica a través de su Presidenta [la Sra. Besant].
Las
consecuencias nefastas de esta influencia pronto se manifestarían ante el mundo
a través del asunto de Alcione [Krishnamurti] y la fundación de la Orden de la
Estrella en Oriente.
. .
.
Si
un verdadero iniciado indio, brahmán o no, de edad madura, hubiera venido a
Europa por su propia responsabilidad o en nombre de sus Maestros para enseñar
sus doctrinas, nada hubiera sido más natural o interesante.
. .
.
Pero
no fue en esta forma que vimos al nuevo apóstol de Adyar. Un joven indio de
trece años, iniciado por el Sr. Leadbeater ... es proclamado y
presentado al público europeo como el futuro maestro de la nueva era.
Krishnamurti,
ahora llamado Alcyone, no tiene más credenciales que los mandatos de su maestro
y el patrocinio de la Sra. Besant.
Sus
treinta y dos encarnaciones anteriores están relatadas extensamente. Las
primeras se remontan al período atlante. Estas narraciones dadas como
resultado de las visiones del Sr. Leadbeater y la Sra. Besant, son en su
mayor parte grotescamente pueriles y no podrían convencer a ningún ocultista
serio.
Aparentemente
están diseñados para pretender que durante veinte o treinta mil años los
principales personajes de la Sociedad Teosófica se han estado preparando para
la "Gran Obra" que pronto se cumplirá.
En
el transcurso de sus encarnaciones, que recuerdan a una novela de periódico,
estos personajes son engalanados con los grandes nombres de la mitología
griega, y con las estrellas más brillantes del firmamento.
Durante
una reunión en Benarés, Krishnamurti entregando certificados a sus seguidores,
recibió honores como un ser divino. Muchos de los presentes cayeron a sus pies.
Sin embargo, no pronuncia una palabra, sino que sólo hace un gesto de
bendición, incitado por la Sra. Besant.
Y al
informar sobre esta escena, el Sr. Leadbeater la compara con la venida del
Espíritu Santo en Pentecostés.
Por
este mudo profeta se funda la Orden de la Estrella en Oriente, a la que se
invita a todo el mundo a unirse, y de la que se proclama ser su lider.
. . .
Este
pasivo joven prodigio que aún no ha dado al mundo la menor prueba de tener
alguna misión [esto es tan cierto en 1922 como lo fue en 1913.—ALC] se
convierte de ahora en adelante en el centro y dedicción de la Sociedad
Teosófica, el símbolo y el arca sagrada de la fe ortodoxa en Adyar.
En
cuanto a la doctrina predicada por la Sra. Besant, esta se basa en un equívoco
perpetuo. Ella permite que el público inglés en general, a quien habla de la
venida de Cristo, crea que él es idéntico al Cristo de los Evangelios, mientras
que a sus allegados les dice lo que enseña el Sr. Leadbeater, y lo que él
proclama abiertamente en uno de sus libros, La Vida Interior, —es decir
que el Cristo de los Evangelios nunca existió, y fue una invención de los
monjes del siglo II.
Tales
hechos son difíciles de caracterizar. Simplemente diré que son tristes para
todos los que, como yo, creyeron en el futuro de la Sociedad Teosófica, porque
solo pueden repeler a las mentes clarividentes y sinceras.
. .
.
A
mis ojos, uno ya no puede ser un miembro de la Sociedad Teosófica sin aprobar
implícitamente los actos y palabras su Presidenta [la Sr. Besant], pero que
contradicen flagrantemente el principio esencial de esa institución, me refiero
al respeto escrupuloso y absoluto hacia la verdad.
Por
estas razones, lamento tener que enviarles mi renuncia como miembro de la
Sociedad Teosófica.”
Las cursivas a lo largo de las citas
anteriores son mías y sirven nuevamente para enfatizar puntos esenciales;
puntos casi exactamente similares a los planteados por el Sr. Kingsland, siendo
el más grave la condonación por parte de la Sra. Besant de las prácticas
inmorales del Sr. Leadbeater, cuya colaboración (como agrega sagazmente el Sr.
Schuré) se ha convertido en una necesidad para ella, y bajo cuyo
"formidable poder sugestivo" ahora ella ha caído completamente.
Si esto era cierto en 1913, ¿qué no
puede decirse en 1922, cuando los nueve años intermedios han dado tiempo para
el crecimiento y desarrollo de este mortal Árbol Upas?
Uso el símil deliberadamente, porque
esta enseñanza es un veneno mortal, no sólo desde el punto de vista
moral ordinario, sino especialmente desde el punto de vista esotérico de HPB y
la Hermandad Transhimalaya, bajo cuya autoridad se dan falsa afirmaciones por
parte de Besant y Leadbeater.
No dudo en declararlo.
Y el Sr. Schuré también enfatiza un
punto importante y vital que el Sr. Kingsland parece haber sentido
profundamente igualmente, a saber: que
Mrs. Besant no escucha a nadie más que a Leadbeater, a quien aceptan todo lo
que dice y hace con ciega sumisión, incluso cuando, a los ojos de hombres como
Schuré, Mead, Kingsland y otros, amerita una fuerte condena como un individuo "falso"
y "engañoso".
En las páginas de los números
recientes de la revista Theosophist todavía se repite el discurso sobre
la "libertad de opinión" dentro de la Sociedad Teosófica, aunque en
la práctica real, como he mostrado, se obtiene exactamente lo contrario. Mucho
de lo que emana de esta fuente contaminada es tan fantasioso y pueril que el
ridículo debería haberlo matado hace mucho tiempo, como lo hizo con el
movimiento estético de Oscar Wilde.
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