Es
un pequeño libro que fue elaborado por la casa editorial de la Sociedad
Teosófica de Adyar y que ha sido reimpreso en múltiples ocasiones. No tengo
claro cuando fue su primera publicación. La publicación más antigua que he
encontrado fue en 1939 con el titulo “Ocultismo Práctico y el Ocultismo versus
las Artes Ocultas”.
Y a partir de 1948 el
titulo se redujo a simplemente “Ocultismo Práctico”.
La
Sociedad de Adyar lo presenta como si Blavatsky fuera su autora, pero eso no es
totalmente cierto.
Las
dos primeras secciones si fueron escritas por ella, ya que corresponden a dos
artículos que ella escribió en su revista Lucifer
y que son:
·
“Ocultismo Práctico” (Vol. II, No. 8, abril
de 1888, p.150-154)
·
“Ocultismo versus las Artes Ocultas” (Vol.
II, No. 9, mayo de 1888, p.173-181)
Y
eso explica el título de este libro.
En cambio la tercera sección no fue elaborada por Blavatsky, pero a pesar de
ello, 80 años después Adyar sigue promocionando ese libro como si eso fuera
cierto, ya que en su librería sus editores escribieron lo siguiente:
«
Este libro consta de tres ensayos de los cuales los dos primeros fueron
artículos publicados en Lucifer, una
revista editada por H.P.Blavatsky, en 1888.
El
artículo "Ocultismo práctico" describe la diferencia esencial que
existe entre el Ocultismo teórico (Teosofía) y el Ocultismo práctico (Ciencia
oculta), y la naturaleza de las dificultades involucradas en el estudio de este
último.
El
artículo "Ocultismo versus artes ocultas" disipa la idea errónea de
que los dos son iguales y similares a la magia o la hechicería, y explica
claramente qué es exactamente lo que el teósofo debe esforzarse por lograr.
Y
el último ensayo es un conjunto de compilaciones hechas por Blavatsky, el cual
consta de ideas prácticas, citas y puntos de vista sobre las cuales se puede
meditar a diario, como indicadores del autoconocimiento, y en última instancia,
para la autorrealización. »
(https://adyarbooks.com/node/642)
Pero
esto último que afirman es falso, porque no tiene ningún sentido que Blavatsky
recopilara textos que son opuestos a lo que ella enseñaba, ya que por ejemplo,
esa compilación comienza diciendo que cada mañana hay que levantarse temprano
para orar fervientemente por la regeneración
espiritual de la humanidad.
Mientras
que en cambio Blavatsky vigorosamente en su libro “La Clave de la Teosofía” desaprueba la actividad de rezar porque ella
considera que eso debilita la capacidad de acción de las personas.
Además
el investigador Carlos Cardoso Aveline señala que este tercer texto ha sido analizado
por teósofos de gran reputación como Ernest Pelletier, Ted Davy, y Dallas
TenBroeck, y ellos han concluido que esa compilación está muy mal hecha debido
a que incluye ideas que no se encuentran presentes en los textos originales, y en
varias partes las frases están distorsionadas por lo que no sirven ni siquiera
como transcripciones. Y Dallas TenBroeck después de examinar muchos de los
párrafos en el texto, concluyó que su contenido es frecuentemente erróneo desde
un punto de vista teosófico.
(El
artículo completo de Aveline lo pueden leer aquí)
Así
que en realidad lo que la Sociedad de Adyar tuvo que haber puesto en su reseña
es:
«
Y el último ensayo es un conjunto de pedazos de textos que un miembro de
nuestra organización tomó de los escritos de la literatura teosófica y otras
obras, y los juntó para crear una compilación, pero que seguido deformó su
contenido y añadió sus propias ideas, las cuales son en varias ocasiones contrarias
a lo que enseña la Teosofía. »
¿QUIÉN
ELABORÓ ESTE LIBRO?
La
manera como se editó este libro me recuerda a Annie Besant, porque ya
anteriormente ella había hecho algo parecido. Y es que para vender más libros a
Besant se le ocurrió elaborar un tercer volumen falso de la Doctrina Secreta, y para hacer eso ella
juntó todos los artículos que Blavatsky había dejado en su escritorio antes de
morir, pero como todo ese material solo formaba un tomo muy delgado, ella lo
rellenó con lo que pudo para poderlo publicar como un libro.
Y
aquí vemos el mismo procedimiento ya que el tema del ocultismo es muy atractivo
para la gente, pero como los dos artículos de Blavatsky no eran suficientes, le
añadieron esa compilación para poderlos vender como un libro.
Solo que Besant murió en 1933, así que si ese libro fue publicado por primera vez en
1939, entonces probablemente fue algún editor de Adyar quien también adoptó ese mal
comportamiento.
Y
concuerdo que esa compilación está muy mal hecha, ya que carece de continuidad,
no tiene consistencia, y seguido deforman el contenido de los textos originales.
CONCLUSIÓN
Es muy poco ético por
parte de la Sociedad Teosófica de Adyar haber puesto ese largo tercer texto que
ocupa el 40% del libro y hacerles creer a sus lectores que fue elaborado por Blavatsky
(cuando les acabo de demostrar arriba que eso es incorrecto) y seguir con esa
mentira hasta hoy en día.
INTERNET
En ingles
Encuentran
diferentes opciones de descarga en este link.
En español
Pueden
descargar el pdf aquí.
Y
a continuación les transcribo ese libro para también tenerlo online:
CONTENIDO
OCULTISMO PRÁCTICO
IMPORTANTE
PARA LOS ESTUDIANTES
Hay
muchos que ansían instrucciones prácticas sobre Ocultismo, y por lo tanto es necesario dejar sentado de una
vez para siempre:
a)
La especial diferencia entre el Ocultismo teórico
o Teosofía y el Ocultismo práctico o Ciencias Ocultas.
b)
La índole de las
dificultades que entraña
el estudio del Ocultismo práctico.
Es
muy fácil ser teósofo, pues puede serlo cualquiera de medianas facultades intelectuales, aficionado a la metafísica, de conducta pura e inegoísta, que mayormente se goza en prestar que en recibir
auxilio, que siempre está dispuesto a privarse de su gusto en bien de los demás, y sea amante de la verdad, la bondad
y la sabiduría en sí mismas y no por el provecho que prometan
allegar.
Pero
muy distinto es entrar en el sendero que conduce al conocimiento de lo que debe hacerse, discerniendo acertadamente
entre el bien y el mal; y también conduce al
hombre al punto en que le es posible hacer cuanto bien desea, sin ni
siquiera a veces levantar en apariencia un dedo de la mano.
Además, hay un importante hecho que le conviene conocer
al estudiante, y es la
enorme y casi ilimitada responsabilidad asumida por el instructor en beneficio del discípulo.
Desde
los gurús orientales hasta los pocos cabalistas de países occidentales que
enseñan los rudimentos de la
ciencia sagrada, ignorantes muchas veces del riesgo a que se exponen, todos los instructores están
sujetos a la misma ley inviolable. En cuanto
empiezan a enseñar de veras y
confieren tal o cual poder o facultad
a sus discípulos, sea de índole
física, psíquica o mental, cargan sobre sus hombros todos los pecados del discípulo,
ya de omisión, ya de comisión, que se refieren a las ciencias ocultas, hasta el momento en que el discípulo llega a
Maestro, y es directamente responsable. Hay una mística y fatal ley religiosa que reverencian y observan los
cristianos de la Iglesia griega, que
tienen medio olvidada los de la romana y está absolutamente abolida entre los protestantes.
Data de los
primeros días del Cristianismo, y es símbolo
y expresión de aquella otra ley oculta a que antes nos
referimos acerca de las relaciones entre
Maestro y discípulo.
Consiste en que
el padrino y la madrina
de la criatura en las fuentes
bautismales contraen parentesco espiritual entre sí y con su
ahijado*. Los padrinos toman tácitamente sobre sí todos los pecados del
ahijado hasta que éste tiene uso de
razón para conocer el bien y el mal, y es responsable de sus actos. Esto explica
por qué los Maestros
son tan escrupulosos, y por qué a los discípulos se les
exigen siete años de prueba para demostrar su aptitud y adquirir las cualidades requeridas por la seguridad de Maestro
y discípulo.
(*
Tan sagrada se juzga en la Iglesia Griega la conexión que se forma, que el
matrimonio entre padrino y madrina de un mismo niño se considera como la peor
clase de incesto. Es declarado ilegal y disuelto por ley. Esta prohibición
absoluta alcanza incluso a los hijos del padrino y de la madrina.)
El
Ocultismo no es magia. Resulta relativamente
más fácil aprender las artimañas del hechizo
y los procedimientos para valerse de las sutiles pero todavía materiales
fuerzas de la naturaleza física,
porque muy luego se despiertan las potencias del alma animal
del hombre y prontamente
se desarrollan las energías actualizadas por su amor, su odio y sus pasiones. Pero esto es magia negra o hechicería, pues únicamente del motivo depende
que el ejercicio de una facultad
sea maligno y negra magia o bien magia blanca
y provechoso. Cuando en el actuante
queda la más leve huella de egoísmo,
no es posible utilizar
las energías espirituales, porque la
intención no es absolutamente sincera, y la energía
espiritual se transmutará en psíquica, obrando en el plano astral con tal vez funestos
resultados.
Las potencias
y energías de la
naturaleza animal, lo mismo puede
utilizarlas el egoísta
y vengativo, que el abnegado e indulgente. Las
potencias y energías del espíritu sólo cederán
al manejo de quien tenga perfectamente puro el corazón. Esto es MAGIA DIVINA.
Así pues,
¿Qué condiciones se requieren para ser estudiante de la
Sabiduría divina?
Porque conviene
advertir que no es posible
instrucción alguna sobre este punto a
menos que durante los años
de estudio se satisfagan y rigurosamente se cumplan determinadas condiciones. Éste es un requisito indispensable y sine qua non. Nadie
sabrá nadar si no se arriesga
en aguas profundas.
Ninguna
ave puede volar antes que le crezcan las alas y disponga de espacio para moverlas y de valor para lanzarse al aire.
Quien quiera manejar una espada de dos filos
debe saber esgrimir a la perfección el florete para no herirse, o lo que
es peor, dañar a otros al primer
intento.
Todo
instructor oriental posee "reglas privadas" con el objeto de
facilitar con toda seguridad el
estudio de la Sabiduría divina; y esto dará aproximada idea de las condiciones en que se ha de proseguir
dicho estudio, para que la magia divina no se
invierta en magia negra. Los pasajes siguientes están escogidos de entre
gran número de ellos
y se continúa su explicación entre corchetes:
1.
El lugar elegido para recibir instrucción debe ser tal, que no se distraiga la
mente y esté lleno de objetos
magnéticos de "estimuladora influencia". Entre otras
cosas, han de estar
reunidos en un círculo los cinco colores sagrados. El lugar debe hallarse libre
de toda influencia maligna que se cierna
en el ambiente.
[El
lugar ha de servir exclusivamente para la instrucción, y apartado de propósito.
Los “colores sagrados" son los
matices del espectro, dispuestos en determinado orden, pues son muy magnéticos. Por "influencias malignas" se entiende toda perturbación, disputa,
altercado, malos sentimientos, etc., que se imprimen inmediatamente en
la luz astral, esto es, en la
atmósfera del lugar y se difunden "por el aire". Esta primera
condición parece a primera vista muy
fácil de cumplir, pero bien considerada resulta una de las más difíciles
de obtener.]
2.
Antes que se le permita al discípulo estudiar "cara a cara", ha de
adquirir conocimientos preliminares
en una selecta compañía de otros discípulos legos (upasakqs), cuyo número necesariamente debe ser impar.
[“Cara
a cara" significa en este caso un estudio independiente o separado de los
demás; cuando el discípulo adquiere
la instrucción cara a cara de sí
mismo (su divino YO superior) o de su
gurú. Entonces recibe cada cual su debida
información según el uso que haya hecho del conocimiento recibido.
Esto sólo puede
acaecer al término
del ciclo de instrucción.]
3.
Antes que tú (el instructor) comuniques a tu lanú (discípulo) las buenas (santas) palabras del LAMRIN, o le permitas "disponerse" para Dubjed, debes tener cuidado de que su
mente esté por completo purificada y en paz con todos,
en especial con sus otros
Yoes. De la contrario las palabras de Sabiduría y de la buena Ley se
dispersarán arrastradas por los
vientos.
["Lamrin"
es un tratado de instrucciones prácticas escrito por Tson-kha-pa. Consta de dos partes: una, con fines eclesiásticos y
exotéricos, y otra para uso esotérico. "Disponer"
para Dubjed es preparar los objetos usados en la videncia, como espejos y cristales. Los "otros Yoes" se
refieren a los condiscípulos. A menos que entre los estudiantes reine la mayor armonía, no será posible el éxito. El
instructor ha de hacer la selección según las magnéticas y eléctricas naturalezas de los estudiantes, aproximando y ajustando con sumo cuidado los elementos positivo
y negativo.]
4.
Durante el estudio deben los upasakas mantenerse
unidos como los dedos de la mano. Les
enseñarás que todo cuanto perjudique a uno ha de perjudicar a los demás; y si lo que uno
alegue no encuentra eco en el pecho de los demás,
denotará que faltan
las requeridas condiciones y será inútil seguir adelante.
[Difícilmente
sucederá esto si la elección preliminar se hizo con los requisitos magnéticos. De otro modo,
los discípulos, aunque
parezcan aptos para recibir la verdad, habrán de esperar muchos años, a causa de su temperamento y de
la imposibilidad que experimentan de ponerse en armonía
con sus compañeros.]
5.
El gurú debe armonizar a los condiscípulos como si fueran cuerdas de un laúd (vina), que, aunque cada una distinta de las demás, emiten concertados
sonidos. Colectivamente constituyen
un teclado que responde en todas sus partes al más ligero toque (el toque del Maestro). Así sus
mentes se abrirán a las armonías de la Sabiduría, vibrando en modulaciones de conocimiento en todas y en cada una
de ellas, con efectos placenteros para
los dioses que presiden (ángeles tutelares o custodios) y provecho para el discípulo. También así quedará la
Sabiduría por siempre impresa en sus corazones, sin que jamás se
quebrante la armonía
de la ley.
6.
Quienes deseen adquirir el conocimiento que conduce a lo siddhis (poderes ocultos) han
de renunciar a todas las vanidades del mundo y de la vida. (Aquí sigue la enumeración de los siddhis)
7.
Nadie puede continuar siendo upasaka si se cree diferente de sus condiscípulos
y superior a ellos diciendo:
"Soy el más sabio", "Soy el más santo, y más grato al Maestro o a mi comunidad que mi hermano",
etc. Los pensamientos del upasaka han de estar
predominantemente fijos sobre su corazón, eliminando de él todo
pensamiento hostil a cualquier ser
viviente, y llenándolo del sentimiento de su unidad con los demás seres y con todo cuanto en la naturaleza existe. De lo contrario, no es
posible el éxito.
8.
Un Lanú (discípulo) sólo ha de rehuir
las influencias externas (las emanaciones magnéticas
de las criaturas vivientes). Por lo tanto, aunque en unidad con todo en su interna
naturaleza, ha de tener cuidado de apartar su cuerpo externo de toda
influencia extraña. Nadie
sino él ha de comer
en su plato y beber en su vaso.
Debe evitar
el contacto corporal (esto es,
tocar o que lo toquen)
con seres humanos
o con animales.
[Ni siquiera
se permite tener animales domésticos, como perros, gatos,
canarios, etc., ni tampoco
tocar ciertos árboles y plantas. El discípulo ha de vivir, por decirlo así, en
su propia atmósfera, a fin de individualizarla con ocultistas propósitos].
9.
La mente debe permanecer embotada
para todo menos para las universales verdades
de la naturaleza, so pena de que la "Doctrina del Corazón" se
reduzca a la escueta "Doctrina
del Ojo" (esto es, el
vano ritualismo exotérico) .
10.
El discípulo no debe tomar alimentos de índole animal, ni nada que tenga vida. Tampoco ha de beber vino ni licores, ni
usar opio, pues todas estas cosas son como los
espíritus malignos (lhamayin)
que se aferran al incauto y devoran el entendimiento.
[El
vino y los licores conservan y contienen el siniestro magnetismo de cuantas personas contribuyen a elaborarlos. La
carne conserva las características psíquicas del animal de que procede.]
11.
Los medios más eficaces de adquirir conocimiento y disponerse a recibir la sabiduría superior son la meditación, la
abstinencia, el cumplimiento de los deberes
morales, los pensamientos apacibles, las palabras amables, las buenas
acciones y la benevolencia hacia todo, con entero olvido de sí mismo.
12.
Únicamente por la observancia de las regIas anteriores puede esperar el lanú la adquisición, a su debido
tiempo, de los siddhis de los arhates,
cuyo desenvolvimiento lo conducirá gradualmente a la unidad
con el Todo Universal.
_ _ _
Estos doce pasajes están entresacados de unas 73 reglas cuya enumeración resultaría inútil, porque ningún significado tendrían en Europa. Sin
embargo, por pocos que sean, bastan para indicar las inmensas dificultades con
que en su sendero ha de tropezar el
aspirante a upasaka, nacido y educado en países occidentales*.
(*
Recuérdese que todos los chelas, incluso los discípulos laicos, son llamados
Upāsakas hasta recibir la primera iniciación, cuando se les da el nombre de Lanú-Upāsaka.
Hasta entonces, incluso aquellos que pertenecen a las Lamaserías y están ya
seleccionados, son considerados laicos.)
Todos
los métodos de educación en Occidente, y más todavía en Inglaterra, se apoyan en el principio de emulación y porfía. A
cada educando se lo excita a aprender más rápidamente,
adelantar a sus compañeros y sobrepujarlos en todo lo posible. Se cultiva asiduamente la equivocadamente llamada
"rivalidad amistosa", y este mismo espíritu se alimenta y vigoriza en todas las modalidades de la vida. Con
tales ideas, inculcadas desde su
niñez, ¿cómo puede relacionarse un occidental con sus discípulos "como lo están los dedos de la mano"?
Además,
aquellos condiscípulos no son de su
propia elección, o escogidos por
él, llevado de personal simpatía y estimación. Los escoge su instructor en muy distintos puntos, y
quien desee ser estudiante debe tener primero la fortaleza suficiente para matar en su corazón todo sentimiento
de aversión y antipatía hacia los demás. ¿Cómo pueden los
occidentales ser capaces ni siquiera
de intentar esto ardientemente?
Por
otra parte, los pormenores de la conducta diaria y la prescripción de no tocar
ni aun la mano de las personas más
íntimas y queridas, ¡cuán opuestos son a las ideas occidentales sobre el afecto y los buenos sentimientos! ¡Cuán
frío y duro parece todo ello! Habrá
quien tilde de egoísmo de abstenerse de complacer al prójimo, a fin de progresar uno mismo. A los que así opinen,
dejémoslos que difieran hasta otra encarnación
el intento de entrar fervorosamente en el sendero. Sin embargo, no consintamos que se jacten de su imaginario
inegoísmo, pues en realidad les engañan las
apariencias y convencionalismos basados en las emotivas efusiones de la
llamada cortesía, que pertenecen
a la vida ficticia y no a los dictados
de la verdad.
Pero
aun prescindiendo de estas dificultades, que cabe considerar como
"externas", si bien no deja
de ser grande su importancia, ¿cómo podrán los estudiantes occidentales encuadrarse en la requerida armonía?
En
Europa y América es la personalidad tan vigorosa,
que cuantos profesan las letras o las artes se envidian y aun se odian mutuamente. El odio y la envidia entre los
de una misma profesión han llegado a ser proverbiales,
y los hombres procuran lucrar a toda costa, hasta el punto que los modales urbanos y la cortesía social no son más
que una hipócrita máscara de los demonios del
odio y de la envidia. En Oriente,
el espíritu de la inseparabilidad se le inculca a la niñez con tanta firmeza
como en Occidente el espíritu de la rivalidad.
Allí
no se fomenta la ambición personal ni los sentimientos y deseos egoístas.
Cuando el terreno es naturalmente
fértil, se cultiva en debida forma, de suerte que el niño, al llegar a hombre, está acostumbrado
vigorosa y potentemente a subordinar el yo inferior al Yo superior. En Occidente predomina la creencia de que el
principio guiador de la conducta es
el gusto y disgusto que inspiren los demás hombres y cosas, aunque no lleguen
a convertir dicho principio en norma de vida ni traten
de imponerlo a nadie.
Quienes se quejan de haber aprendido poco en la Sociedad Teosófica, fijen su atención
en la siguiente sentencia entresacada de un artículo publicado en la
revista Path de febrero
de 1888:
"En
cada uno de los grados, la clave está en el mismo
aspirante." No es "el temor de
Dios" el principio de la Sabiduría, sino que el conocimiento del Yo
es la Sabiduría misma. Al estudiante de Ocultismo que ya practica alguna de
las reglas precedentes, se le
representa, grande y verdadera, la respuesta del oráculo de Delfos a todos
cuantos anhelaban oculta sabiduría, y
que el sabio Sócrates repitió corroborándola varias veces: HOMBRE,
CONÓCETE A TI MISMO.
EL OCULTISMO
EN OPOSICIÓN A LAS ARTES OCULTAS
"A
menudo oí decir, pero nunca lo creí hasta ahora, que hay quien por medio de poderosos encantos mágicos rinde a su
determinado propósito las leyes de la Naturaleza." (Milton)
El
periódico Correspondencia de mayo de
1888 insertó varias cartas que atestiguan la
profunda emoción que causó en algunos ánimos nuestro trabajo publicado
en abril del mismo año 1888 bajo el título de Ocultismo Práctico, Dichas cartas comprueban y refirman
dos conclusiones lógicas, a saber:
a)
Que muchos
más hombres cultos y de buen entendimiento de los que pudieran figurarse los materialistas
creen en el ocultismo y la magia.
b)
Y que la mayor parte
de ellos (incluso muchos teósofos)
no tienen claro
concepto de la índole del
Ocultismo y lo confunden con las ciencias ocultas en general, sin exceptuar
la magia negra.
Las
ideas que se forjan de las facultades que el Ocultismo confiere al hombre y de
los medios que han de emplearse
para adquirirlas son tan
variadas como caprichosas.
Algunos
se figuran que para igualar a Zanoni sólo es necesario un maestro en el arte, que enseñe el camino. Otros creen que para
emular a Roger Bacon, o al conde de Saint Germain,
no tienen más que atravesar el canal de Suez e ir a la India. Muchos toman por ideal a Margrave con su siempre
renovada juventud, y no cuidan del alma
que se ha de entregar en cambio. No pocos confunden con el Ocultismo
la hechicería, al estilo de la
pitonisa de Endor, que "a través de la bostezante tierra evoca a los
flácidos espectros desde la estigiana lobreguez
a la luz del día" y los disputa por aparecidos adeptos.
La
"magia ceremonial", según las reglas burlonamente expuestas por
Eliphas Levi, es otro imaginario alter ego de la filosofía de los
antiguos arhates. En resumen, los prismas a
cuyo través miran el Ocultismo los filósofos cándidos, son tan variados y
multicolores como cabe en
la humana fantasía.
¿Se indignarán estos
candidatos a la sabiduría y al poder si decimos la pura verdad?
No solamente
es útil, sino que ahora es ya necesario desengañarlos antes que sea demasiado tarde. La verdad sobre este punto puede declararse en pocas
palabras: Entre los centenares que en
Occidente se llaman ocultistas, no
hay ni media docena que tengan ni siquiera idea aproximada de la
genuina naturaleza de la ciencia
que tratan de dominar.
Con
pocas excepciones, están todos en pleno camino de la hechicería; pero
dejémoslos restablecer algún tanto el
orden en aquel caos que predomina en su mente, antes que protesten contra esta afirmación. Que conozcan primero la
verdadera relación entre las ciencias
ocultas y el Ocultismo, así como la diferencia entre una y otro, y entonces se indignarán si todavía creen estar en lo
cierto. Entretanto, digámosles que el Ocultismo difiere de la magia y demás ciencias ocultas; como el esplendente
sol difiere de un candil, y como el
inmutable e inmortal espíritu del hombre (reflejo del absoluto, infinito y desconocido
TODO) difiere de la mortal arcilla
del cuerpo humano.
En
nuestra refinada civilización occidental, donde las lenguas modernas han ido evolucionando con la formación de palabras
expresivas de nuevas ideas y pensamientos,
no se sentía la necesidad
de nuevos vocablos
para expresar conceptos que tácitamente se tildaban de "supersticiones",
pues toda nueva modalidad mental aparecía materializada en la fría atmósfera del egoísmo de Occidente y el incesante
afán tras los dioses de este mundo.
Dichos vocablos únicamente hubieran podido expresar ideas que a duras penas eran capaces de albergar en su mente los
hombres cultos, para quienes la magia es sinónimo de prestidigitación; la hechicería equivalente a crasa ignorancia
y el Ocultismo la triste reliquia de los desequilibrados filósofos
medievales del fuego, como Jacobo Boehme y Saint Martin; expresiones todas que se consideran más que suficientes para abarcar el campo
entero de un "dedal de costura".
Tanto
la palabra magia como las palabras hechicería y Ocultismo se usan en Occidente en sentido despectivo, y por lo general
para designar las escorias residuales de los
tiempos del oscurantismo y los perversos siglos del paganismo. Por lo
tanto, no hay en nuestro idioma
palabras que definan y maticen la diferencia entre las referidas facultades anormales, o entre las ciencias
que conducen a su adquisición, con la exactitud
y fijeza con que las definen y matizan los idiomas orientales y sobre todo el sánscrito.
Si
las autoridades reconocidas en la materia dan a las palabras
"milagro" y "hechizo" el mismo significado, en cuanto les
atribuyen la idea de operar prodigios quebrantando las leyes de la naturaleza (!!), ¿qué significarán para quienes las
oyen o pronuncian?
El cristiano, no obstante "quebrantar
las leyes de la naturaleza" al creer firmemente en milagros, porque dice que los obró
Dios por medio de Moisés, desdeñará los hechizos o encantamientos de los magos de Faraón, o los atribuirá al demonio. Nuestros piadosos enemigos relacionan al
demonio con el Ocultismo, mientras que sus impíos adversarios, los infieles, se ríen de Moisés, de los
magos y de los ocultistas, y se sonrojarían de
prestar seria atención a semejantes "supersticiones".
Todo
esto ocurre por no haber adecuadas
palabras para expresar la diferencia entre lo sublime y verdadero y lo absurdo y ridículo, ni señalarse los
claroscuros límites que los separan. Lo absurdo y ridículo son las teológicas interpretaciones que hablan del "quebrantamiento de las leyes de la naturaleza" por el
hombre, Dios o el demonio. Lo sublime y verdadero son los científicos
milagros y encantamientos de Moisés y los magos, de conformidad con las leyes naturales. Tanto Moisés como los magos egipcios
estaban versados en la sabiduría aprendida en los santuarios (que eran las academias y
corporaciones científicas de aquellos días) y en el verdadero Ocultismo.
La
palabra Ocultismo induce seguramente a error, tal como está traducida de la
palabra compuesta Gupta-Vidya, la
cual significa "conocimiento secreto".
¿Pero conocimiento de
qué?
Algunos
términos sánscritos nos ayudarán a responder. Entre otros muchos nombres de
las diversas clases de ciencia esotérica que aparecen en los Puranas esotéricos, citaremos por más
notables los cuatro
siguientes:
1)
Yajña-Vidya* es el conocimiento de las ocultas
fuerzas de la naturaleza, puestas
en acción por la
práctica de ciertos
ritos y ceremonias religiosas.
(*Martin Haug en su libro “Aitareya
Brahmana” señaló:
«
Dicen los brahmanes que el Yajña existe desde la eternidad y procede del Ser Supremo
en quien está latente "sin principio". Es la clave de la traividya,
la ciencia tres veces sagrada, contenida en los versículos de los ritos
sacrificiales. El Yajña existe en todo tiempo tan invisible como la energía
almacenada en un acumulador eléctrico cuya actualización requiere únicamente el
debido manejo del aparato. Supónese que el Yajña se dilata desde el ahavaniya o
fuego del sacrificio, hasta los cielos, en forma de puente o escalera por la
cual puede el sacrificador comunicarse con el mundo espiritual y aun elevarse
en vida hasta las moradas de los dioses. »
Y
en la introducción de “Isis Develada I”
se precisa que:
«
El Yajña es una modalidad del akásha, y para actualizarla es preciso que el sacerdote
iniciado pronuncie la Palabra perdida, bajo el impulso del poder de la
voluntad. »)
2)
Mahâvidyâ, que significa "gran conocimiento". Es la magia de los cabalistas y del culto
tántrico, aunque suele degenerar
en hechicería de la peor especie.
3)
Guhya
Vidyâ, o conocimiento de las mismas
fuerzas del sonido
(éter); y por lo
tanto, de los mantras
cantados en las oraciones y encantamientos, cuya eficacia depende del ritmo y la melodía. También se define
diciendo que es una práctica mágica fundada en
el conocimiento y correlación
de las fuerzas de la naturaleza.
4)
Atma-Vidyâ, que los orientalistas traducen literalmente por "Conocimiento del alma" o verdadera Sabiduría, pero que significa mucho más.
El
Atma-Vidyâ es la única clase de Ocultismo a que debe aspirar todo prudente e inegoísta
teósofo admirador de Luz en el Sendero. Las
demás modalidades de Ocultismo son ramificaciones de las ciencias
ocultas, esto es, artes basadas en el conocimiento de la
última esencia de todas las cosas en los reinos de la naturaleza (mineral,
vegetal y animal) . Quien conoce esta
última ciencia conoce también el reino material de la naturaleza, por invisible que sea dicha esencia y por mucho que
hasta ahora haya escapado a las
investigaciones científicas.
La
alquimia, astrología, fisiología oculta y quiromancia tienen su razón de ser en
la naturaleza, y las ciencias que
acaso por su inexactitud se llaman exactas
en esta época de paradójicas filosofías han descubierto algunas de estas artes.
Pero la clarividencia, simbolizada en la India por el "Ojo de Siva" y llamada en el Japón
"Visión infinita", no es el hipnotismo, ni el mesmerismo, ni
se adquiere por medio de tales artes.
Todas las demás modalidades del ocultismo pueden dominarse y obtener de ellas resultados buenos, malos o indiferentes;
pero el Atma-Vidyâ no les da mucho
valor, pues a todas incluye y aun a veces las utiliza con benéficos
propósitos después de eliminar las escorias y tener
cuidado de que no quede ni el menor
elemento egoísta.
Expliquemos
la cuestión. Toda persona puede estudiar cualquiera de las mencionadas "artes ocultas" sin preparación
especial, sin restringir demasiado su género de vida ni depurar gran cosa su moralidad; pero en este caso, el noventa
por ciento de los estudiantes que se hayan distinguido en una razonable
modalidad de magia se precipitan desaprensivamente en la negra.
¿Pero que les
importa?
También
los vudús y los dugpas comen, beben y se alborozan en las hecatombes de víctimas de sus infernales artes, y otro
tanto, en diverso sentido, hacen los
amables caballeros que practican la vivisección y los hipnotizadores diplomados por las Facultades de Medicina. La única diferencia entre ambos consiste
en que los vudús y los dugpas son hechiceros conscientes y los vivisectores
de la taifa de Charcot y Richet lo son inconscientes.
Pero
como unos y otros han de cosechar los frutos de sus acciones en el arte negra,
los practicantes occidentales no
dejarán de obtener gozoso provecho aunque luego reciban su castigo porque el hipnotismo y la vivisección, tal como se practican en Occidente, son pura y simple hechicería, menos el
conocimiento que poseen los vudús y dugpas, y
que ningún Charcot ni Richet puede adquirir en medio siglo de arduos
estudios ni experimental observación.
Por lo tanto, que se queden sin Atma-Vidyia o verdadero ocultismo quienes lo desdeñan para chapucear en la magia,
consciente o no de
su índole, y rechazan por demasiado rigurosas las reglas impuestas a los
estudiantes. Dejémoslos que sean
magos por cualquier medio, aunque durante las diez encarnaciones siguientes no pasen
de vudús y dugpas.
Sin
embargo, el interés del lector se concentrará probablemente, en quienes sienten invencible atracción hacia el Ocultismo,
aunque todavía no hayan subyugado sus pasiones
ni mucho menos sean verdaderamente inegoístas.
¿Cómo proceder con
estos desgraciados a quienes así desgarran por mitad fuerzas
antagónicas?
Porque demasiadas veces se ha dicho para que haya que repetirlo, y es cosa
evidente para cualquier observador,
que una vez despertado de veras en el corazón del hombre el anhelo por el Ocultismo, no le queda esperanza de paz ni
lugar de descanso y consuelo en el mundo. Una
incesante y roedora inquietud, que no puede apaciguar, lo empuja a las más desoladas
y ásperas circunstancias de la vida. Su ánimo es demasiado
pasional y egoísta para permitirle el paso por las Puertas de Oro, y no halla
paz ni descanso en la vida
ordinaria. Así pues, ¿ha de caer inevitablemente en hechicería y magia negra y acumularse durante muchos años un
karma terrible?
¿No hay otro
camino?
Seguramente
lo hay. No aspire a mayores cosas que las que se sienta capaz de cumplir. No eche sobre sus hombros una carga
demasiado pesada. Aunque no llegue a ser un Mahatma,
un Buddha o un gran santo, si estudia la filosofía y la ciencia del alma podrá ser un modesto bienhechor de la
humanidad, por más que carezca de facultades
"sobrehumanas", pues los siddhis o facultades del arhat se reservan
únicamente para los capaces de consagrar su vida al cumplimiento al pie de la letra de los terribles sacrificios que su adquisición requiere.
Ha de saber y recordar para siempre que el verdadero Ocultismo o Teosofía es la incondicional y absoluta
renunciación de la personalidad en
pensamiento y obra. Es altruismo, y
quien lo practica queda enteramente
escogido de entre las filas de los vivientes, tan luego como se entrega a la obra,
porque "no vive para él sino
para el mundo".
Mucho
se le dispensa durante los primeros años de prueba; pero tan pronto como pasa a ser discípulo "aceptado" debe
desvanecer su personalidad y convertirse en
una fuerza benéfica de la naturaleza. Desde entonces se abren a
su paso dos caminos opuestos: ha de
ascender trabajosamente, pasa a paso, durante numerosas encarnaciones, sin intervalo devacánico, por la áurea escala
que conduce al arhatado; o al dar el primer paso en falso, resbalará escala abajo, rodando hasta el fondo de la magia negra.
Todo
esto se ignora o se ha olvidado enteramente en nuestros días. En efecto, quien
sea capaz de observar la silente
evolución de las preliminares aspiraciones de los candidatos echará
de ver que suelen
preocuparles extrañas ideas.
Los
hay cuyas racionales facultades torcieron ajenas influencias hasta el punto de figurarse
que las pasiones animales
pueden sublimarse y elevarse de modo que todo su ardor se dirija hacia adentro, a fin de
mantenerlas encerradas en el pecho hasta que, en vez de estallar su energía, se invierta en dirección a lo alto
con santos propósitos; es decir, hasta que la colectiva fuerza de las reprimidas pasiones capacite al hombre para entrar
en el verdadero santuario del alma y permanecer allí en presencia de su Maestro, del Yo superior. A este fin no luchan con sus pasiones ni las matan, sino
que mediante un violento esfuerzo
de voluntad las reprimen y mantienen en jaque, dejando sus brasas en rescoldo.
Se
someten gozosamente a la tortura del joven espartano que consentía que la zorra
le devorase las entrañas antes que
deshacerse de ella. ¡Oh, pobres ciegos visionarios! Sería esto lo mismo que si a una cuadrilla de
deshollinadores, grasientos de su labor, se les encerrara en un santuario adornado de blanquísimos lienzos, y en
vez de convertirlos con su contacto
en un montón de sucios pingajos, se adueñaran del sagrado recinto y salieran
de él tan inmaculados como los lienzos. De igual suerte cupiera
imaginar que una docena de tejones encerrados en la pura atmósfera de un
monasterio (dgon-pa) pudieran salir de él impregnados de
los perfumes del incienso.
¡Extraña aberración
de la mente humana!
¿Es posible que así sea?
Discutámoslo.
En
el santuario de nuestra alma, el "Maestro" es el "Yo
superior", el divino Espíritu cuya
conciencia deriva y se funda en la Mente (por lo menos durante la vida mental
del hombre), a la que llamamos alma humana o alma personal (pues el alma espiritual es vehículo del Espíritu). A su vez el alma personal está
constituida en su aspecto superior por
aspiraciones espirituales, voliciones y amor divino; en su aspecto inferior,
por deseos animales y pasiones terrenas, comunicadas por su
contacto con el cuerpo astral que es el asiento de todas
ellas. Por lo tanto, el alma personal es el enlace o eslabón entre la naturaleza animal del hombre, que la razón
procura dominar, y la naturaleza
espiritual hacia la que aquella propende cuando logra ventaja en su lucha con la naturaleza animal. Esta última es la
instintiva alma animal, madriguera de
las pasiones que el imprudente
entusiasmo arrulla en su pecho en vez de matar.
¿Cómo esperar que la cenagosa corriente de la
cloaca animal se convierta en el cristalino manantial de las aguas
de la vida?
¿A qué terreno neutral pueden relegarse las pasiones, sin que afecten al hombre?
Las
violentas pasiones de amor y lujuria se mantienen vivas en su cuna, es decir: en el alma animal
porque tanto el aspecto superior como el inferior de la mente o alma
humana rechazan a semejantes huéspedes, aunque no puedan evitar el rozarse
con ellos como vecinos. El Yo superior o Espíritu es tan impermeable a los malos sentimientos como incapaz el agua de
mezclarse con el aceite o cualquier otro líquido impuro y
grasiento. El único lazo con el hombre
y el Yo superior es la Mente, la
única que puede contaminarse y está en incesante riesgo de que las adormecidas pasiones
despierten en cualquier
momento y la arrastren al abismo de la materialidad.
¿Cómo puede concertarse con la divina armonía del Yo superior, si esta armonía está quebrantada por la presencia de las pasiones
animales en el santuario?
¿Cómo es posible que
la armonía prevalezca y triunfe, cuando la mente está contaminada y turbada por el torbellino de las pasiones y los
terrenales deseos de los sentidos corporales y del hombre astral?
Porque
el cuerpo astral no es compañero del Yo superior, sino del cuerpo terreno. Es
el lazo entre el manas inferior y el
cuerpo físico; el vehículo de la vida
transitoria, no de la inmortal. Como sombra proyectada por el
hombre, sigue servil y mecánicamente sus movimientos
e impulsos, propendiendo, p)r la tanto, a la materia, sin ascender jamás hacia el Espíritu. La unión con el Yo
superior sólo puede cumplirse cuando anulada la fuerza de las pasiones, quedan trituradas y aniquiladas en la
retorta de una inflexible voluntad;
cuando no sólo han muerto las concupiscencias y ansias de la carne, sino que, muerta asimismo la personalidad, se
invalida el cuerpo astral, que refleja al hombre triunfante y no a la codiciosa y egoísta personalidad. Entonces
el brillante Augoeides, el divino Yo, vibra en consciente armonía con
los dos polos de la entidad humana: El hombre de purificada materia y la siempre pura alma
espiritual. El hombre permanece en presencia y para siempre se une íntimamente con el Yo superior, con el Maestro,
el Cristo de los gnósticos*.
(*
Quienes se inclinan a ver tres Egos en el hombre denotarán su incapacidad para advertir
el metafísico significado de esta afirmación. El hombre es una trinidad de
cuerpo, alma y espíritu; pero, sin embargo, el hombre es uno y seguramente no
es su cuerpo físico o transitoria vestidura. Los tres Egos son los tres
aspectos del hombre en los planos astral, mental y espiritual.)
Así
pues,
¿Cómo le sería
posible al hombre entrar por la angosta puerta "del Ocultismo", estando sus cotidianos pensamientos ligados a todas horas con las cosas
terrenas, con deseo de poderío, concupiscencias, ambiciones y deberes que,
si bien honrosos, no dejan de ser terrenos?
Aun
el amor a la familia, el más puro e inegoísta de los afectos humanos, es un obstáculo
para el verdadero Ocultismo. Porque si ponemos por ejemplo el santo
amor maternal o el conyugal,
aún en estos mismos sentimientos analizados a fondo y enteramente cernidos, encontraremos egoísmo personal en la madre y
egoísmo dual en los cónyuges.
¿Qué madre no sacrificaría sin vacilar cien y mil vidas que tuviera por el hijo de sus entrañas? ¿Y qué amante
marido no satisfaría los deseos de su amada esposa
aun a costa de la dicha
ajena?
Se
nos dirá que esto es lo natural; pero, aunque lo sea según el código de los
humanos afectos, no lo es según el
código del divino amor universal. Porque mientras el corazón palpite de amor tan sólo por unos
cuantos seres, los más queridos e inmediatos, ¿cómo podrá el resto de la humanidad estar en nuestras almas? ¿Qué
resto de amor y solicitud quedará en
nosotros para profesarlo a la "gran huérfana"? ¿ y cómo se hará oír
"la tenue y callada voz"
en un alma enteramente ocupada en sus predilectos deudos? ¿Qué lugar se deja allí para las necesidades de la
humanidad en conjunto, de modo que el corazón
las sienta ya ellas responda fácilmente?
Con
todo, quien aspire a aprovecharse de la sabiduría
de la mente universal, ha de lograrlo mediante la humanidad entera sin distinción de raza, temperamento,
creencia, ni condición social. Sólo el altruismo, no el egoísmo, ni aun en su más noble y legítimo concepto, puede
conducir al hombre a identificar su
individual Yo con el Yo universal. El verdadero discípulo del verdadero Ocultismo ha de consagrarse a la obra de
satisfacer las necesidades de la humanidad si
quiere adquirir la Theo-Sophia o Sabiduría divina y Conocimiento.
El
aspirante ha de escoger absolutamente entre la vida del mundo y la vida del Ocultismo. Inútil y vano intento es
conciliarlas, porque nadie puede servir a dos señores y complacer a ambos. Nadie puede servir a su cuerpo ya su Yo
superior, ni cumplir los deberes de
familia, al propio tiempo que los de la humanidad entera, sin privar a una o a otra de sus derechos; porque si presta
oído a la "tenue y callada voz" no podrá escuchar el clamor de sus pequeñuelos; o si atiende
a las necesidades de éstos, quedará sordo a la
voz de la humanidad. El casado que intentase seguir el verdadero Ocultismo práctico en vez
de la filosofía teórica habría de
sostener una incensante y desatentada lucha, porque continuamente vacilaría entre la voz del impersonal divino
amor a la humanidad y la del amor personal
y terreno, lo cual sólo podría
conducirlo al fracaso en uno u
otro o tal vez en ambos
deberes.
No
sería esto lo peor, pues quienquiera que
después de haberse comprometido en el Ocultismo, ceda al halago de un amor, experimentará por casi
inmediata consecuencia el verse
irresistiblemente atraído del divino estado impersonal al inferior plano de materia. El deleite sensual, aún sólo de
pensamiento, entraña la inmediata pérdida del
discernimiento espiritual. La voz del Maestro no podrá distinguirse entre la de las pasiones, como tampoco se distinguirá la de un dugpa, porque en semejantes circunstancias no es posible distinguir lo
justo de lo injusto y la sana moralidad del estéril nominalismo.
El
fruto del Mar Muerto es la más apropiada alegoría mística, porque se vuelve ceniza
en los labios y acíbar en el corazón, resultando en "cada vez más
profundas tinieblas, loco por sabiduría, culpable por inocencia, ansioso de
éxtasis y desesperado por esperanza".
Pero
una vez engañados y después de obrar según su engaño, muchos hombres se niegan
a reconocer su error y se hunden más y más en el fango. Aunque de la intención deriva principalmente el que la magia sea blanca o negra, los resultados de la hechicería involuntaria e inconsciente no pueden por lo menos que augurar
mal karma. Bastante se ha dicho en
demostración de que la hechicería es toda especie de maligna influencia ejercida
sobre otras personas que sufren o hacen
sufrir en consecuencia. El karma es una
piedra que chapoteada en las tranquilas aguas de la vida levanta ondulaciones cada vez
más amplias hasta el infinito. Las
causas engendradas han de producir efectos evidenciados en la
justa e inquebrantable ley de retribución.
Muchos de estos
defectos podrían evitarse
si las gentes se abstuviesen de prácticas cuya naturaleza e
importancia desconocen. Nadie espere sobrellevar una carga superior a sus fuerzas y facultades. Hay magos
congénitos, místicos y ocultistas de nacimiento, a causa de la directa herencia de una serie de encarnaciones y
siglos de sufrimientos y fracasos. Están ya a prueba de pasiones.
Ningún fuego de origen terreno puede inflamar sus
sentidos ni sus deseos. Ninguna voz humana halla respuesta en sus almas, excepto el ruidoso clamor
de la humanidad. Son los únicos
que tienen asegurado el
éxito. Pero son rarísimos y pasan por las estrechas puertas del Ocultismo porque no
llevan la personal impedimenta de los transitorios sentimientos humanos.
Se han desprendido de los afectos
de la naturaleza inferior, paralizando la animalidad astral, y ante sus pasos se abre la estrecha
pero áurea puerta.
No
les sucede lo mismo a quienes todavía
han de llevar durante varias encarnaciones la
carga de los pecados cometidos en pasadas y aun en la presente vida. A
menos que procedan con suma
precaución, la áurea puerta de Sabiduría puede transmutarse para ellos en la ancha puerta y el espacioso
camino que "conduce a la perdición", y por la tanto "muchos son los que entran por ella". Esta ancha
puerta es la de las artes ocultas practicadas
con motivos egoístas, sin la restrictiva, previsora y benéfica influencia del Atma-Vidyâ.
Estamos
en la edad de Kali, cuya letal influencia es mil veces más poderosa en Occidente
que en Oriente. De aquí las fáciles presas
que las Potestades tenebrosas hacen en este ciclo de lucha, y las muchas
ilusiones en que hoy día se agita el mundo, entre ellas la relativa facilidad con que los hombres se figuran que pueden llegar a la "Puerta" y cruzar el umbral del Ocultismo sin
grandes sacrificios. Tal es el sueño de algunos teósofos, inspirados por el afán de poderío y egoísmo personal;
pero estos sentimientos no los
conducirán a la ambicionada meta, pues como dijo uno de quien se cree que se sacrificó por la humanidad: "Estrecha
es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la hallan". Tan estrecha es, en
efecto, que a la simple mención de
algunas de las preliminares dificultades, los espantados candidatos
occidentales vuelven la espalda y se marchan tambaleantes y temblorosos.
Dejemos
que se queden aquí, sin que su mucha flaqueza les consienta mayor intento, porque ¡ay! de ellos si al volver la
espalda a la puerta estrecha, los arrastra su ansia de Ocultismo a dar un paso en dirección de las anchas y
halagadoras puertas del áureo misterio
que centellea a la luz de la ilusión. Los conducirá a la magia negra, y con seguridad desembocarán muy luego en el
fatal camino del Infierno, a cuya entrada leyó el Dante estas palabras:
"Per me si va nella città
dolente
Per me si va nell`eterno dolore
Per me si va tra la perduta gente."
SUGESTIONES PRÁCTICAS PARA LA VIDA DIARIA
PREFACIO
Las
citas de que está compuesto este artículo no se entresacaron en un principio
con el propósito de publicarlas; y por lo tanto pueden parecer algo inconexas.
Vieron
primeramente la luz como una Miscelánea
teosófica, con la esperanza de que el lector
pudiera hacer las convenientes anotaciones para formar un diario de extractos para
ellos mismos ellos mismos, preservando así un registro duradero de los libros
leídos y haciendo que su lectura tuviera valor práctico. Y siguiendo este método,
el lector se concentraría en un breve espacio todo cuanto la pareciera esencial en el libro.
También
se considera como de valiosa ayuda para el estudiante aplicado, el método de leer cada mañana cierto número de citas, a
fin de practicarlas durante el día y meditar
sobre ellas en sus ratos
libres.
I
Levántate
temprano, tan luego como te despiertes, y no te quedes perezosamente en la cama medio despierto y medio soñando.
Después ora fervorosamente por la regeneración espiritual del género humano,
a fin de que cuantos luchan en el sendero de la verdad reciban positivo y
vehemente aliento de tus oraciones, y para que tú te fortalezcas sin ceder al halago de los sentidos. Represéntate en
la mente la imagen de tu Maestro
arrobado en samadhi. Ponla delante de ti con todos sus pormenores; piensa reverentemente en él, y ruega por el perdón de todos los errores
de acción y omisión.
Con
esto te será más fácil concentrarte, purificar el corazón y hacer mucho más. Reflexiona sobre los defectos de tu carácter,
descubriendo por completo tus vicios y
los fugaces placeres que te proporcionan, y determínate firmemente a
hacer todo cuanto puedas para no
ceder nuevamente a ellos.
Este autoanálisis, que te lleva ante el
tribunal de tu propia conciencia, facilitará tu progreso espiritual en un
grado que no podrías imaginar.
Mientras
te laves o bañes, ejercita tu voluntad, deseando que las impurezas morales se eliminen al propio tiempo que las
corporales. En tus relaciones con los demás observa atentamente las
reglas siguientes.
1.
Nunca hagas nada que no sea de tu deber; esto es, nada innecesario. Antes de hacer una cosa, reflexiona si debes hacerla.
2.
Nunca hables “palabras ociosas”. Antes
de pronunciarlas, piensa el efecto que pueden
producir .Nunca quebrantes tus principios de conducta por consideraciones de amistad.
3.
Que nunca ocupen, tu mente vanos o inútiles pensamientos. Esto es más fácil
para dicho que para hecho. No es posible
desalojar de golpe la
mente. Así, en un
principio, procura evitar
los malos u ociosos pensamientos, ocupando tu mente en el examen de tus faltas
o en la contemplación de los seres perfectos.
4.
Durante la comida, ejercita tu voluntad, deseando que el alimento te aproveche
para construir un cuerpo en armonía
con tus espirituales anhelos, y no engendrar malas pasiones ni malignos pensamientos. Come únicamente cuando tengas
hambre y bebe cuando tengas sed, y nunca de otro modo.
Si algún manjar especial
halaga tu paladar, no cedas a la tentación de comerlo tan
sólo para satisfacer el gusto.
Acuérdate
de que el placer que de ellos
obtengas no existía algunos segundos antes, y cesará de existir algunos segundos después, porque es un
placer transitorio que se invertirá en dolor si te rindes a la gula. Considera que sólo da placer a la boca, y si
te dejas seducir por aquel manjar y
te conturba el ansia de saborearlo, no te avergonzarás de cometer (cualquier acción, para obtenerlo. Repara en que hay
otras cosas que pueden darte felicidad eterna;
y, por la tanto, es
evidente locura concentrar tus afectos en las
transitorias.
Advierte
que tú no eres el cuerpo ni los sentidos; y por consiguiente no pueden
afectarte realmente los placeres y
dolores que el cuerpo goce o padezca. Practica la misma serie de razonamientos en el caso de cualquier
otra tentación; y aunque a menudo fracases, acabarás
por lograr éxito seguro. No leas mucho. Si
lees durante diez minutos, reflexiona durante
algunas horas. Acostúmbrate a la soledad
ya permanecer a solas
con tus pensamientos. Asimílate la idea de que nadie sino tú mismo puede ayudarte a desviar gradualmente tus afectos de todas las cosas. Antes de
entregarte al sueño, ora como
hiciste por la mañana. Pasa revista a
las obras del día, y echa de ver en qué has
faltado, y resuelve
que no volverás a incurrir en la misma falta al día siguiente.
(Revista Theosophist, agosto de 1889, p. 647)
II
El
genuino motivo de anhelar el conocimiento de sí mismo pertenece al conocimiento y no al Yo. El conocimiento de sí mismo merece que lo anhelemos a
causa de que es conocimiento, y no
porque pertenezca al Yo. El principal requisito para adquirir el conocimiento de sí mismo es el amor puro.
Anhela el conocimiento por puro amor, y
el conocimiento coronará
eventualmente el esfuerzo. Cuando un estudiante se impacienta, es prueba segura de que obra por la
recompensa, no por amor, lo cual demuestra también
que no merece la gran victoria reservada a quienes verdaderamente obran por puro amor.
(Revista Theosophist, agosto de 1889, p. 663)
El
Dios en nosotros, esto es, el Espíritu de amor y verdad, de justicia y
sabiduría, de bondad y poder, ha de
ser nuestro verdadero y constante amor; nuestra
única confianza; nuestra única fe, que firme como una roca nos sirve de
apoyo; nuestra sola esperanza, que nunca nos engañará aunque todo
perezca; y el único logro a que aspiremos con
nuestra paciencia, esperando gozosamente, hasta agotar nuestro mal
karma, que la presencia del divino
Redentor se revele en nuestra alma.
El
contento es la puerta por donde ha de
entrar el Redentor, porque quien está descontento de sí mismo lo está también de la ley que lo ha hecho
tal como es; y siendo
Dios de por
Si, la ley, no podrá revelarse en quienes están
descontentos de Él.
(Revista Theosophical
Siftings, No. 8, vol. ii, p. 9, Franz Hartmann)
Si
admitimos que nos hallamos en la corriente de evolución, debemos considerar que son
para nosotros justas todas las
circunstancias en que nos hallemos; y esta consideración
será nuestro mayor auxilio cuando fracasemos en el cumplimiento del deber, pues no podemos adquirir de ningún
otro modo la serenidad que tanto recomienda
Krishna. Si todo nos saliere a la medida de nuestro deseo, no echaríamos de ver ningún contraste. También es posible
que por estar nuestros planes ignorantemente
y, en consecuencia, erróneamente trazados, la benéfica Naturaleza no
permite que los realicemos. No se nos vituperará por el
plan; pero engendraremos mal karma si no nos resignamos
a la imposibilidad de llevarlo a cabo. Si estáis por entero abatidos, será porque antes decayeron vuestros
pensamientos.
Puede un hombre estar
encarcelado, y, sin embargo, trabajar
en favor de
una causa. Así os exhorto a que
eliminéis de vuestra mente todo disgusto por las circunstancias en que os veáis, y si
conseguís considerarlas según
las miras de vuestro Yo superior, no sólo vigorizarán vuestros
pensamientos, sino que se reflejarán en vuestro cuerpo y lo fortalecerán.
(Revista Path, agosto de 1889, p. 131)
Actúa y actúa sabiamente cuando sea el momento de
actuar, espera y espera pacientemente cuando sea el momento del descansar,
poner al hombre de acuerdo con las mareas ascendentes y descendentes, de modo
que con la naturaleza y la ley a sus espaldas y la verdad y la beneficencia
como su luz, pueda lograr maravillas.
Y si estos principios son verdaderos en el campo de
la acción y en el mundo en general, son igualmente verdaderos en la vida del
hombre y en todos los asuntos privados. La ignorancia de esta ley da lugar a
períodos de entusiasmo irracional por un lado, y depresión e incluso
desesperación por el otro. El hombre se convierte así en víctima de las mareas,
cuando debería ser su amo.
(Revista Path, julio de 1889, p. 107)
Ten
paciencia, candidato, y no temas el fracaso ni solicites
el éxito.
(La
voz del Silencio, p. 31)
La energía acumulada
no puede aniquilarse, sino que se transmuta en otras modalidades de actuación; y como no es posible
que permanezca por siempre inactiva,
continúa existiendo.
Por
lo tanto, es inútil resistir a una
pasión que no podemos dominar. Si no
derivamos por otros conductos su acumulada energía, se irá robusteciendo hasta que prevalezca contra
la voluntad y la razón. Para dominarla es preciso
conducirla por otro canal
superior a aquel por el
que iba.
Así
la afición a una cosa vulgar puede transmutarse en afición a una cosa elevada,
y el vicio puede revertirse a virtud con sólo invertir el propósito. La pasión es ciega; va a donde se la lleva, y la razón es para ella
mucho mejor guía que el instinto. La cólera reconcentrada
o el amor reprimido han de encontrar un objeto en que verter su energía, pues de lo contrario amenazan estallar con
peligro de su poseedor. La calma sigue a
la tormenta. Los antig.uos decían
que la naturaleza tiene horror al vacío. No podemos destruir o aniquilar una pasión, pues si la sofocamos vendrá a
substituirla otra influencia elemental.
Por lo tanto, no intentemos destruir lo inferior sin sustituirlo por algo superior:
el vicio por la acrisolada virtud, y la superstición por el recto conocimiento.
(Libro “Magia
Blanca y Negra”, p. 126, de Franz Hartmann)
III
Sabed que contra el deseo,
la apetencia de recompensa y la miseria de la ambición no hay
otro remedio que fijar: la vista y aplicar
al oído a la invisible e insonoro.
(Libro “Luz en el
sendero”, karma, p. 35)
Debe
el hombre creer en su congénita facultad de progreso y no atemorizarse al considerar su naturaleza superior
ni dejarse arrastrar por la inferior. (9)
(Libro “Luz en el
sendero”, comentarios)
La
experiencia demuestra que las dificultades no han de abatir al hombre, ni mucho menos desesperanzarlo, pues de lo
contrario el mundo no gozaría de las maravillas de la civilización.
(Libro
“A través de las puertas de oro, p. 69)
Esforzarse
en seguir adelante es la primordial necesidad del que ha entrado en el Sendero. ¿De dónde extraer la fortaleza?
Mirando alrededor, no es difícil echar de ver
en dónde encuentran otros hombres su fortaleza. Dimana de la profunda
convicción.
(Op. cit. p. 87)
Hay
que abstenerse, por ser de justicia el abstenerse, no con el solo intento de mantenerse uno limpio.
(Libro “Luz en el
sendero”)
Para
pelear contra sí mismo y vencer en la batalla es preciso que el hombre conozca
que en la pelea está haciendo
lo que debe hacer.
(Libro
“A través de las puertas de oro”, p. 118)
"No
resistáis al mal"; es decir, no os quejéis ni irritéis contra los
inevitables infortunios de la vida. Olvidaos de vosotros mismos al trabajar
en beneficio de los demás.
Si alguien nos ultraja, persigue o injuria, ¿a qué resistir? Con la
resistencia provocaríamos mayores males.
(Revista Path,
agosto de 1887, p. 151)
En
toda obra, sea la que fuere, hemos de considerar el mandato imperativo del
deber, y no su relativa importancia o
insignificancia. El mejor remedio
para el mal no es reprimir sino
eliminar el deseo; y esto puede con mayor eficacia cumplirse manteniendo la
mente de continuo fija en las
cosas divinas.
(Revista Lucifer,
febrero de 1888, p. 478)
El conocimiento del Yo superior
queda invalidado cuando la mente se complace en los objetos
de los desenfrenados sentidos.
(Bhagavad Gita, p.
60, todas las citaciones han sido tomadas de la traducción hecha por Mohini.)
Nuestra
naturaleza es tan ruin, soberbia, ambiciosa, concupiscente y entercada en sus juicios
y opiniones, que si las tentaciones no la restringiesen se arruinaría por completo. En consecuencia, nos acomete la
tentación a fin de que aprendamos a conocernos y seamos humildes.
La mayor
tentación es no tener tentaciones, y así debemos
alegrarnos al vernos
tentados, para con resignación, calma y constancia resistir a la tentación. (15)
(Molinos, guía
spiritual)
Considerad
que no debéis hacer nada sólo para vos
mismo, sino que habéis de cumplir los
deberes prescritos por Dios. Anhelad encontrar a Dios y no busquéis lo que Dios os puede dar.
(Bhagavad Gita, p.
182)
Haced
todo cuanto hayáis de hacer; pero no con el propósito de recibir el fruto de la acción.
(Bhagavad Gita,
introducción)
Si
cumplís todas vuestras acciones con el pleno convencimiento de que no os han de allegar provecho personal, sino
que las hacéis porque es vuestro deber y está
en vuestro temperamento el hacerlas, se debilitará gradualmente la personalidad egoísta
hasta que, por completo apaciguada, brille en todo su esplendor el
verdadero Yo y lo conozcáis.
No
debéis consentir que la alegría ni la pena os desvíen de vuestro resuelto
propósito.
(Libro “Luz en el
sendero”, comentarios)
Hasta
que el Maestro os acepte, trabajad abnegadamente por el progreso y adelanto de la humanidad.
Esto es lo único que proporcionará verdadera satisfacción.
(Revista Path,
diciembre de 1886, p. 279)
El
conocimiento aumenta en razón directa de su
uso; esto es, cuanto más enseñamos, más aprendemos. Por lo tanto, busquemos la
verdad con la confianza de un niño y
la voluntad de un iniciado, comunicando nuestro conocimiento a quien
de él carezca, para confortarlo en su peregrinación.
(Fuente
no legible)
El
discípulo debe reconocer plenamente que los derechos individuales son el
resultado ponzoñoso de la serpiente del egoísmo. Nunca puede recriminar ni
censurar a nadie ni levantar la voz para defenderse o disculparse.
(Revista Lucifer,
enero de 1888. p. 382)
Ningún
hombre es nuestro enemigo ni nuestro amigo. Todos
son por igual nuestros instructores.
(Libro “Luz en el
sendero”, p. 25)
No hay que trabajar
por apego al provecho temporal
o espiritual, sino
para cumplir la ley de
la vida, que es la recta
voluntad de Dios.
(Bhagavad Gita,
introducción)
IV
No
viváis en lo presente ni en lo futuro, sino en lo eterno. La gigantesca hierba (del
mal) no puede florecer allí. Esta mancha de la existencia se limpia en
la atmósfera del pensamiento en la
eternidad.3
(Libro “Luz en el sendero”,
regla 4)
Para
lograr el "Conocimiento del Espíritu" es requisito indispensable la pureza de corazón, que
puede alcanzarse por dos medios principales:
desechando persistentemente todo mal pensamiento y manteniendo el ánimo sosegado
en toda circunstancia, sin jamás agitarse
ni irritarse por nada. Estos dos medios de
purificación reciben su mayor estímulo de la devoción y la caridad. No
hemos de desmayar en nuestros esfuerzos, aunque nos
sintamos todavía impuros. Que cada cual aspire a la pureza y se esfuerce en alcanzarla por el
recto camino cuya primera etapa es
la pureza de corazón.
(Revista
Theosophist, octubre de 1888, p. 44)
La mente ha
de purificarse también
cuando uno siente
cólera o dice falsedades
o sin necesidad descubre las
faltas ajenas o dice y hace algo con propósito de lisonja, o cuando
alguien queda engañado por la insinceridad de palabra u obra.
(Bhagavad Gita, p.
325)
Quienes
deseen salvarse han de evitar la lujuria, la cólera y la, codicia; obedecer fielmente
las Escrituras, estudiar
la filosofía espiritual y perseverar
en su realización práctica.
(Bhagavad Gita, p.
240)
Quien
obra por motivos egoístas no puede entrar en un cielo donde no existe el egoísmo. Quien no ansía el cielo, sino que está contento donde se halla, está ya
en el cielo, mientras que el descontento clamará en vano por él. Libre y
feliz es quien carece de personales
deseos, y el "cielo" no puede significar otra cosa que un estado de liberación y felicidad. Quien hace las buenas obras con esperanza de recompensa no es feliz hasta recibirla, y en cuanto la
recibe, cesa su felicidad. No caben descanso y
felicidad permanentes mientras haya qué hacer y cumplir. El cumplimiento
del deber lleva en sí su
propia recompensa. (23)
(Libro “Magia
Blanca y Negra”, intro., p. 34, de Franz Hartmann)
Quien
se cree más santo que otro y se jacta de no tener talo cual vicio o flaqueza, y presume de sabio y de superior en algo a
sus prójimos, es incapaz del discipulado. El
hombre ha de volverse como niño para entrar en el reino de los cielos.
Sublimes tesoros son la virtud y la
sabiduría; pero si engendran orgullo y el sentimiento de separatividad respecto a los demás, serán las serpientes
del egoísmo reaparecidas en distinta forma. La
primera regla consiste en la entrega y sacrificio del corazón del hombre con todas sus emociones, lo
cual significa el logro de un equilibrio
inalterable por las emociones personales.
Poned
sin demora en práctica tan buenas intenciones y no dejéis ni una solo en propósito. Nuestro único procedimiento
verdadero consiste en que el motivo de la acción
esté en la misma acción y nunca en su recompensa. No ha de incitarnos a la acción la esperanza del resultado ni
tampoco hemos de mantenernos en la inacción.
Por medio de
la fe* se purifica el corazón de
la insensatez y de las pasiones, con lo que se
domina el cuerpo
y por fin se consigue la subyugación de los sentidos.
(Bhagavad Gita, p.
95)
(* Es decir, conocimiento, y esto proviene de
la práctica o el desinterés y la bondad.)
Las características del sabio iluminado son: primero, carencia de todo deseo*;
y segundo, conocimiento de que sólo el verdadero
Ego o supremo Espíritu es felicidad y que todo lo demás es
dolor. Carencia de apego o repulsión a cuanto pueda sucederle, pues obra sin cálculo egoísta.
Finalmente llega la
subyugación de los sentidos, que no aprovecha gran cosa sin la primera característica, y es inútil y con
frecuencia nociva, por engendrad ora de hipocresía y orgullo
espiritual, sin la segunda característica.
(Bhagavad Gita, p.
61)
(* Esto se puede lograr mejor manteniendo la
mente constantemente inmersa en las cosas divinas.)
Quien
no practica el altruismo y no es capaz de compartir su último bocado con el más pobre o desvalido que él; quien se niega
socorrer a su prójimo de cualquiera raza, nación
o creencia, siempre y dondequiera lo
vea sufriendo; quien cierra los oídos al clamor de las miserias
humanas; quien oye calumniar al inocente
y no lo defiende como se defendería a sí mismo, no es teósofo.
V
Nadie obra bien
si descuida los inconfundibles deberes
de la vida resumidos en el divino
mandamiento. Quien cumple con su deber pensando que de no cumplirlo le resultará
perjuicio, o que su cumplimiento le allanará las dificultades que se les presenten
en el camino, obra con la vista puesta en el resultado.
Hemos
de cumplir con nuestro deber tan sólo porque lo manda Dios, quien puede en cualquier instante dispensarnos de su
cumplimiento. Mientras no apacigüemos la inquietud
de nuestra naturaleza, debemos obrar consagrando a Dios los frutos de nuestra acción
y atribuirle el mérito
de nuestras obras. La verdadera vida del hombre consiste en identificarse
con el supremo Espíritu. Pero
esta vida verdadera es del todo independiente de nosotros, porque es en sí la real verdad y no la actualiza ninguna
de nuestras acciones.
El
reconocimiento de que cuanto se opone a esta verdad es ilusorio, es una nueva conciencia, y no una acción. La liberación de un hombre no
está en modo alguno relacionada con sus acciones;
porque las acciones son útiles
en cuanto nos dan
a conocer nuestra completa incapacidad para emanciparnos por nosotros mismos de
la existencia condicionada.
Transpuesta esta etapa, las acciones son más bien impedimentos que auxilios. Quienes obran obedeciendo a los divinos
mandamientos y saben que la
facultad de obrar así es un don de Dios y no peculiar atributo de la conciencia personal del hombre, se libran
de la necesidad de la acción. Entonces la verdad llena
el purificado corazón y se percibe la identidad
con Dios.
Lo
primero que debe hacer el hombre es desechar la idea de que obra él de por sí,
pues todas las acciones tienen por esfera las "tres
cualidades naturales" (o sea las tres gunas)
y no en modo alguno el alma.
Reconocido
esto, ha de ejecutar con devoción todas sus acciones; esto es, sacrificarlas en aras del Supremo y no de su persona. Ha
de ofrecer el sacrificio a sí mismo o
sea a su Yo superior, que equivale a
sacrificarlas a Ishvara. Todos sus actos y aspiraciones han de estar
consagrados así mismo o al Todo. Aquí interviene la importancia del motivo.
Porque
si ejecuta valerosas hazañas o benéficas acciones o adquiere conocimientos para auxiliar
a la humanidad, ya ello le mueve el único deseo de
lograr la salvación, obrará en tales
casos por su propio beneficio, y, en consecuencia, se ofrecerá sacrificios, a sí mismo. Así es que ha de consagrarse internamente al Todo,
reconociendo que él no es el actor sino tan sólo el testigo presencial de la acción.
Como
quiera que reside en cuerpo mortal, le conturba la duda; y esto denota su ignorancia de algo, por lo
que ha de disipar la duda con
"la espada del conocimiento", pues si sabe responder a una duda, de
seguro la disipará. Toda duda proviene de
la naturaleza inferior y nunca de la superior. Así es que, a medida que aumente su devoción, será
mayor el conocimiento que adquiera de su naturaleza sátvica.
Porque
se ha dicho: "El perfecto de la devoción
(o que perseverare en su ejercicio) adquiere
con el tiempo, espontáneamente, conocimiento espiritual." y también se ha dicho: "El hombre de mente
dubitativa no goza de este mundo ni del otro, ni logra bienaventuranza final".
Esta última
frase rebate la idea
de que si existe en nosotros el Yo superior, acabará por
triunfar de la necesidad de conocimiento, aunque seamos indolentes y recelosos, y nos conducirá a la
bienaventuranza final con la colectiva corriente
de la humanidad.
(Revista Path, julio
de 1889, p. 109)
La
verdadera oración consiste en contemplar todas las cosas sagradas o aplicadas a
los actos de la vida diaria,
acompañadas del vehemente y cordial deseo de que sea más intensa su influencia para enaltecer y mejorar nuestra conducta,
y que se nos conceda algún con
cimiento de ellas. Todos estos pensamientos deben entretejerse con el conocimiento de la suprema
y divina Esencia
de que dimanaron todas las cosas.
(Revista Path, agosto de 1889, p. 159)
La
cultura espiritual se logra por medio de la concentración,
que debe ejercitarse diariamente, utilizándola en todo momento. Se ha
definido la meditación diciendo que es "el cese de todo activo pensamiento externo". Concentración es el enfoque de todo nuestro
ser en determinado objeto. Por ejemplo, madre abnegada es la que ante todo y sobre todo vela
por los intereses de sus hijos en todos sus aspectos, no la que piensa durante un día entero en una sola modalidad de los intereses filiales.
El
pensamiento tiene potencia reproductiva, y cuando la mente se posa en una idea, queda coloreada por ésta, y todas las
demás ideas, asociadas con la principal, brotan entonces de la mente. Por esta razón el místico acaba por
conocer todo objeto en el que constantemente
piensa con detenida contemplación; y así dijo Krishna con mucho acierto: "Piensa constantemente en
mí. Confía sólo en mí y con seguridad
llegarás a mí".
La
vida es el gran maestro. Es la gran manifestación del Ego, quien a su vez
manifiesta al Supremo. De aquí que
todos los métodos sean buenos y todos formen parte del sublime anhelo de la devoción, la cual, según el Bhagavad Gita,
es "el éxito en las gestiones".
Las
facultades psíquicas, a medida que se vayan recibiendo, también deben emplearse porque nos revelan el conocimiento de
algunas leyes; pero no hay que exagerar su valía ni tampoco desconocer sus riesgos. El que confía en sus
facultades psíquicas es como quien se
enorgullece y canta victoria por haber llegado a la primera estación de la
cuesta que conduce a los
picachos que se ha propuesto
escalar.
(Revista Path, julio
de 1889, p. 111)
VI
Es
una ley eterna que el hombre no puede ser redimido por una potestad exterior a sí mismo. De ser esto
posible, bastara con que hace muchísimo tiempo hubiera visitado la tierra un ángel que declarando verdades
celestes y manifestando las facultades de la
naturaleza espiritual, descubriese a la conciencia humana los mil hecho
que ignoraba.
(Espíritu
del Nuevo Testamento, p. 508)
El
crimen lo mismo puede perpetrarse en pensamiento que en acción. Quien por cualquier
causa odia a otro, que gusta vengarse y no perdona las injurias, está
poseído del espíritu del homicidio,
aunque no se dé cuenta de ello. Quien se doblega a falsas creencias
y somete su conciencia a una institución humana,
blasfema de su divino
ser, y por lo tanto "invoca el nombre de Dios
en vano aunque no preste
juramento alguno.
Quien
desea o simpatiza con los deleites sensuales, sea en el trato conyugal o fuera
de él, es el verdadero adúltero.
Quien no presta al prójimo los conocimientos, bondades y auxilios que prudentemente pudiera otorgarle, y vive para acumular riquezas
materiales, es el verdadero
ladrón. Quien difama, calumnia y rebaja el carácter de su prójimo en toda especie de falsedades, es también
un ladrón y de la peor
índole.
(Espíritu
del Nuevo Testamento, p. 513)
Si
los hombres fuesen buenos consigo mismos y benévolos con los demás, se operaría un formidable cambio en su estimación
del valor de la vida y de las cosas se esta vida.
(Revista
Theosophist, Julio de 1889, p. 590)
EDUCACIÓN DEL PENSAMIENTO - Concentrad todas las fuerzas
de vuestra alma
en el empeño de cerrar las puertas de vuestra mente a todo pensamiento,
sin permitir la entrada más que a
los que prometan revelaros la irrealidad de los sentidos y de la vida corporal y la paz del mundo interior.
Reflexionad
noche y día sobre la irrealidad de cuanto os rodea y de vuestra misma personalidad. Los malos pensamientos no son tan nocivos como los ociosos e indiferentes, porque de los malos
pensamientos podemos guardarnos cuando nos determinemos
a combatirlos y vencerlos. Esta determinación robustecerá vuestra voluntad.
Los pensamientos ociosos
e indiferentes distraen
la atención y malgastan
energía. La primera y mayor ilusión que se ha de vencer es la identificación
con el cuerpo físico. Pensad que este
cuerpo no es más que una casa donde habéis de vivir temporalmente, y así no volveréis a ceder a sus tentaciones.
procurad también dominar las
prevalecientes flaquezas de vuestro carácter, dirigiendo el pensamiento por el camino
más a propósito para extinguir
las pasiones.
Después
de los primeros esfuerzos, sentiréis un indescriptible vacío y desconsuelo en vuestro corazón; pero no os amedrentéis
por ello, sino considerad lo como el suave crepúsculo
precursor del naciente sol de la felicidad espiritual La tristeza no es un mal. No os quejéis, porque los que os parecen
sufrimientos y obstáculos suelen ser en realidad
los misteriosos esfuerzos de la naturaleza para ayudaros en vuestra obra si sabéis aprovecharlos. Considerad todas las
circunstancias con la gratitud de un discípulo.
(Revista Theosophical
Siftings, No. 3, vol. 2, 1889)
Toda
queja es una rebelión contra la ley de progreso. Lo que hay que evitar es el dolor que todavía no ha
sobrevenido. El pasado no puede mudarse ni
enmendarse. Lo perteneciente a las experiencias presentes no puede ni debe evitarse; pero sí han de evitarse las
preocupaciones sobre imaginarias desgracias o los temores acerca del porvenir, así como todo impulso o acción que puede causar presente
o futuro dolor a nosotros o
a los demás.
(Libro
“Aforismos del Yoga de Patanjali”)
VII
Nada más valioso para quienquiera
que un excelso ideal hacia el
que aspire de continuo ya él amolde
sus pensamientos y emociones de suerte que regulen lo mejor posible su conducta. Si así se esfuerza para llegar a ser, más bien que a parecer como su ideal, no fracasará en el empeño de acercarse cada
vez más a él. Sin embargo, habrá de luchar para
este logro, y si su ideal es elevado y verdaderamente se encamina a alcanzarlo
no se envanecerá, sino que, por el
contrario, se humillará de su rectitud, pues al descubrir ante sí la posibilidad de mayor adelanto
en planos todavía más elevados, no se engreirá
de su progreso ni tampoco se entibiará su ardor. Precisamente, el
reconocimiento de las vastas
posibilidades de la vida humana es necesario para disipar el tedio e invertir
en celo la apatía. Así la vida no es
odiosa, sino aceptable, cuando comprendemos claramente
su finalidad y estimamos sus espléndidas oportunidades.
El
más recto y seguro camino para llegar
a este elevado plano de conciencia es el ejercicio del al- truismo,
tanto en pensamiento como en acción. Estrecho es, en efecto el campo
visual limitado a la personalidad,
que mide todas las cosas con la vara del interés egoísta, porque en semejante limitación no es
posible que el ego conciba elevados ideales ni se acerque a los planos superiores de existencia. Las condiciones
de adelanto están dentro y no fuera, y por fortuna son
independientes de las circunstancias y condiciones de la vida terrena. Por lo tanto, a todos se les depara la ocasión
de ir escalando cumbre tras cumbre,
y cooperar así con la naturaleza en el cumplimiento de la evidente
finalidad de la vida.
(Libro “El Hombre”,
p. 106, de J. Buck)
Si
creemos que el objeto de la vida es la satisfacción y bienestar de la
personalidad, y que el bienestar
material confiere la suprema dicha, confundiremos lo inferior con lo superior y la ilusión con la verdad.
Nuestra modalidad material es consecuencia de la constitución material de nuestros cuerpos. Somos "gusanos
de la tierra" porque nuestras aspiraciones
se arrastran por la tierra; pero si entráramos en un sendero de evolución donde fuésemos menos materiales y más
etéreos, tomaría muy distinto cariz la civilización.
Muchas cosas que ahora nos parecen indispensables y necesarias dejarían de serlo; y si pudiéramos transferir
nuestra conciencia de un extremo
a otro del globo con la velocidad del pensamiento, serían inútiles los actuales medios de comunicación. Cuanto más profundamente nos hundimos en la materia, más
medios de comodidad material
necesitamos; pero el esencial y
potente dios interno del hombre no es
material ni depende
de las restricciones peculiares
de la materia.
¿Cuáles son las verdaderas necesidades de la vida?
La
respuesta está en relación con lo que cada cual
crea necesario. Los ferrocarriles, los buques de vapor, la luz
eléctrica, etc., nos son ahora
necesarios; y sin embargo, millones de gentes han vivido largo tiempo felices sin conocerlos. Para uno
serán necesarios una docena de palacios; para
otro, un carruaje; para otro, una pipa o una botella de ron. Pero todas las necesidades de esta índole son ficticias, constituyen el estado en que el hombre se encuentra
satisfecho y le incitan a permanecer en
él, sin desear algo superior, por lo que pueden ser estorbo más bien que impulso en su evolución. Si
nos eleváramos a un estado más alto, en el que
no se exigiese nada artificioso, todas las cosas ficticias dejarían de ser
necesarios y no las desearíamos; pero
la apetencia de placeres groseros, en los
que tiene fijo su pensamiento, le
impide al hombre entrar
en la vida superior.
(Libro “Magia
Blanca y Negra”, p. 61 de Franz Hartmann)
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