A pesar de su
profunda religiosidad y su gran conocimiento Agrippa estuvo siempre en riesgo
de ser considerado peligrosamente ajeno por los representantes de la principal
corriente de la cultura renacentista. Vivió en un tiempo marcado por la
turbulencia religiosa y guerras sin fin y a pesar de que aparentemente no toma
ninguna postura, Agrippa no dudaba en criticar a los católicos y luteranos por
igual.
Siendo católico
apreciaba a Lutero de cuyos ataques en contra de los abusos de la Iglesia y sus
iniciativas de reforma dijo que nunca intentaron destruir la idea de una
Iglesia propiamente.
Las cartas de
Agrippa reflejan su ambigüedad al respecto: en una carta a su amigo Campeggi
(Opera II, 1010-1012) expresa su deseo de que la Iglesia pronto sea reunificada
y “liberada de la impiedad de los herejes y la oscuridad de los sofistas” (léase
los teólogos académicos).
La siguiente
carta fechada el 17 de septiembre de 1532 está dirigida a Melanchton y es famosa
debida a que se refiere a “ese inconquistable hereje Martín Lutero” (una
fórmula repetida en De incertitudine
pero en un contexto menos favorable.
En relación a
las corrientes contemporáneas a la Reforma, Paola Zambelli (1967) lo coloca en
el contexto de la Reforma radical y de los espiritualistas, nicodemismo en
particular.
En su De nobilitate et praecellentia foeminae
sexus (publicada en 1529) Agrippa diserta en contra de la perspectiva
tradicional misógina, arguyendo que las mujeres son superiores al hombre, aun
cuando las representantes de esta esfera pública, de donde hacía mucho habían
sido excluidas, no aceptaban su punto de vista.
Al inicio del
siglo XV emerge una corriente feminista en Francia, Italia y España
contradiciendo la idea tradicional de la inferioridad femenina y la
responsabilidad de la mujer por el pecado original; inspirada por Román de la
Rose se presentaba a las mujeres como buenas, nobles y puras.
La originalidad
del tratado de Agrippa reside en el uso de fuentes cabalistas y neoplatónicas en
donde la mujer es la inmediata manifestación de lo divino, el principio de la
vida original. Para Agrippa todas las virtudes de la Naturaleza eran evidentes
en la mujer, considerándola superior por su proximidad a lo divino. El tratado
es importante en cuanto introduce en Francia el culto Platónico y de Ficinio a
la belleza, en el cual la mujer es la mediadora entre lo humano y lo divino.
A la
interrogante de por qué las mujeres eran excluidas, él argumentaba que esto
tenía que ver con condiciones sociales, educación y los prejuicios de la época:
obstáculos que podían ser removidos.
La obra más
notable de Agrippa, su obra maestra, y la que le dio la fama no merecida como
mago negro es su De occulta philosophia,
cuya versión final en tres libros fue publicada en 1533. Es una síntesis
sistemática de “filosofía oculta” o “magia” (Agrippa originalmente quería
llamarla De magia): el primer libro
trata de la magia natural asociada al mundo sublunar o elemental; el segundo
libro discute de números, símbolos, matemáticas, música y astrología asociados
al mundo celestial; y el tercer libro es mayormente cristiano-cabalista,
enfocándose en la angelología y profecía asociado al mundo elevado o
intelectual. La Magia emerge de la obra magna de Agrippa como la ciencia más
perfecta, como el medio por el cual se puede conocer tanto a la naturaleza como
a Dios.
Anteriormente a
la versión final de 1533, el pensamiento de Agrippa reflejado en De occulta philosophia discurrió por
muchas etapas. El libro ha sido llamado “credo neoplatónico”: las influencias
de Ficino y Pico son evidentes, pero autores menos famosos como Lazzarelli
juegan un papel importante también. La primera versión –una revisión enciclopédica
más que un tratado– revela claramente la profunda dependencia de Agrippa con
sus predecesores, en particular Reuchlin. El borrador final, como señala
Perrone Compagni, revela un entendimiento más maduro del tema y de sus
declaraciones de la necesidad de un renacimiento espiritual para la reforma
religiosa.
Lo último
debería hacerse paso a paso: se debe eliminar progresivamente las ataduras de
la teología que ofusca (particularmente la académica) que oculta el verdadero
significado de las Sagradas Escrituras. A través de la continúa contemplación de
las cosas divinas, el alma se libera de las tentaciones de los sentidos.
En su carta
dedicatoria a Trithemius, Agrippa busca explicar como la magia, que los
antiguos filósofos consideraban la más alta ciencia, pudo haber caído en
desgracia; y argumenta que “por determinada corrupción de los tiempos y los
hombres” muchos errores peligrosos y supersticiones se introdujeron, y los
falsos filósofos prefijaron el título de “magia” a sus herejías y prácticas
torcidas. Es ahora necesario restaurar la magia a su estado primitivo de la más
pura religión; y del Tercer Libro se puede deducir que Agrippa concebía esto
último mayormente en términos de Cábala Cristiana.
En De incertitudine, su otra gran obra,
Agrippa busca demostrar que de todo conocimiento humano es relativo comparado
con la palabra de Dios como el único fundamento de la certeza verdadera, por
medio de un incisivo ataque a todas las ciencias y artes. Haciéndose eco del
Encomium Moriae de Erasmo, Agripa satiriza varias creencias, deplorando las
supersticiones que han arruinado la pureza original de la Iglesia Cristiana.
El trabajo ha
sido mal interpretado como una resurrección del escepticismo griego; pero
realmente el deseo de Agrippa era construir un nuevo concepto de fe basado en
la revelación divina, más que en la interpretación de la Iglesia, y exponer la
ceguera y arrogancia de los teólogos académicos. La Biblia debía ser
reinstaurada a un papel preponderante en las creencias y prácticas cristianas.
Marc van der
Poel ha ubicado a Agrippa dentro de la tradición de Cicerón y demuestra como De incertitudine puede ser considerada
la culminación de la guerra personal de Agrippa contra los teólogos académicos.
Se ha debatido
académicamente mucho acerca de lo que podría parecer una contradicción entre la
defensa de las ciencias ocultas de Agrippa en De occulta philosophia, y su descripción de todas las ciencias
humanas como “vanas e inciertas” en De
incertitudine. Sin embargo esta contradicción puede ser mayormente resuelta
reconociendo la aguda diferencia que Agrippa hace entre la razón y la fe:
critica a los académicos por ignorar esta diferencia y así crear confusión
entre el estudio de las cosas creadas y el estudio de las cosas divinas.
La autoridad de
la revelación de Dios en las Escrituras Sagradas “no puede estar sujeta a
ningún juicio de nuestros sentidos, por ningún razonamiento de nuestra mente,
por ningún silogismo que aporte pruebas, por ninguna ciencia, por ninguna
especulación, por ninguna contemplación, en resúmen, por ningún poder humano,
solo por la fe en Jesucristo derramada en nuestra alma por Dios Padre a través
de la intermediación del Espíritu Santo” (De incertitudine, en Opera, 299).
Las cuestiones
divinas no son un tema de debate sino un objeto de fe; en contraste, se nos
permite “filosofar, discutir y formular deducciones por medio de nuestro
intelecto en lo que concierne a todas las cosas creadas”, mientras tanto no
pongamos nuestra fe y esperanza en ellas (De originale percato, en Opera 553).
Desde esa
perspectiva uno entiende como las ciencias ocultas pueden ser un objeto de
estudio legítimo, aun cuando deban ser consideradas “vanas e inciertas” como
una base para una absoluta certeza religiosa. En consecuencia, De occulta philosophia termina con una
discusión de cómo vivir una vida religiosa que puede hacerlo a uno merecedor de
recibir revelaciones divinas.
Muchos rumores
sin fundamento empezaron a circular sobre Agrippa durante su vida. El retrato
más influyente fue presentado por Paolo Giovio (1483-1552) en su Elogia virorum illustrium, donde lo
describe como un hombre con una mente poderosa a través de la cual trató de
destruir la Republique des lettres.
La parte más
perdurable de la narración de Giovio concierne a la muerte de Agrippa y la
leyenda de su perro negro. El amor de Agrippa por los animales y su pasión por
su perro (a quien llamaba “monsieur”) fue interpretada por el humanista
italiano como prueba de que el perro no era otro que el demonio.
Dos autores
posteriores, Andreas Hondorff y Andre Thevet, aceptaron la historia y contribuyeron
a su difusión. La leyenda fue negada por el alumno de Agrippa, Johann Wier, en
su De praestigiis daemonum ac
incantationibus (1563). Wier también rebatió la atribución a Agrippa de un
texto mágico conocido como “El Cuarto
Libro de Filosofía Oculta”, cuyo contenido parecía confirmar su reputación
como mago negro.
Una tradición
literaria diferente influenciada por varios pensadores desde Rabelais a
Apollinaire y Thomas Mann, incluyendo a Goethe, ven en Agrippa un arquetipo de
la figura del Fausto.
Como Pierre
Bayle escribe en su Dictionnaire, a
pesar de su gran conocimiento Agrippa fue considerado infortunado debido a su
gran curiosidad, su espíritu demasiado libre, y su carácter inestable. Con sus
incansables viajes parece amoldarse al espíritu del Renacimiento.
Es lamentable,
aunque no sorprendente, que este pensador excepcional haya quedado en la
historia como poco menos que un mago, ya que precisamente la postura
ambivalente de Agrippa respecto a varios asuntos religiosos e intelectuales
importantes de su época y la extrema ambigüedad de su combinación de magia y
escepticismo en la búsqueda de la verdad, lo hacen un representante fascinante de
la cultura del Renacimiento.
En cualquier
caso, su De occulta philosophia está
considerada la norma de la magia del Renacimiento y ha ejercido una influencia
incalculable en tradiciones mágicas y esotéricas posteriores.
(Fuente: www.sanctasanctorum.org)
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