Ella esto lo estuvo afirmando en varias ocasiones:
En la revista The Theosophist
de octubre de 1879, ella escribió:
« Indiferente a la política; hostil a los sueños dementes
del socialismo y del comunismo, que ella aborrece—ya que ambos son tan solo
conspiraciones de fuerza brutal y pereza disfrazada en contra del trabajo
honesto; a la Sociedad Teosófica le importa muy poco el manejo humano exterior
del mundo material. Todas sus aspiraciones están dirigidas hacia las verdades
ocultas de los mundos visible e invisible.
El que el
hombre físico esté bajo el gobierno de un imperio o de una república, sólo la
atañe al hombre de materia. Su cuerpo puede estar esclavizado; pero en cuanto a
su Alma, él tiene el derecho de dar a su soberano la altiva respuesta de
Sócrates a sus jueces: ellos no tienen dominio sobre el hombre interior. »
(p.6-7)
En la revista The Theosophist
de mayo de 1883, ella escribió:
« Durante todo el periodo de cuatro años que vivimos en
la India, ni la Sociedad Teosófica, ni sus fundadores, ni nuestra revista tuvo
nada que ver con la política. Más aún, sintiendo un horror innato por todo lo
que está conectado con la política, hemos evitado el tema de la manera más
enérgica.
Durante ese intervalo, muchos
imperios pueden haberse derrumbado y vuelto a surgir, pero aún así, nuestra
revista y nosotros mismos no nos hubiésemos dado cuenta de la catástrofe, ya
que toda nuestra íntegra atención estaba dirigida hacia las verdades Ocultas y
hacia los problemas metafísicos afines. »
(p.206)
En el
periódico londinense Pall Mall Gazette
de enero de 1889, ante las acusaciones de ser una espía rusa, Blavatsky
respondió:
« Nunca
he escrito en toda mi vida sobre política, de la que no sé nada. No me
interesan las intrigas políticas considerándolas como el mayor fastidio y el
más falso de todos los sistemas del código de ética. Siento la más sincera
lástima por aquellos diplomáticos que, siendo hombres honorables, se ven
obligados sin embargo a engañar durante toda su vida, y a encarnar una MENTIRA viva
y ambulante.
Hace
diez años, el gobierno anglo-indio, actuando sobre una insinuación falsa y
maliciosa, consideró que yo podía ser una espía; pero después de que la policía
me siguió durante más de ocho meses sin descubrir rastro alguno de los cargos
que se me imputaban, el gobierno anglo-indio descubrió con gran pesar que se
había convertido en un tonto de abril. Sin embargo el gobierno anglo-indio
actuó, después de eso, de la manera más honorable.
En
noviembre de 1879, Lord Lytton emitió una orden al Departamento Político de que
el Coronel Olcott y yo no deberíamos estar más sujetos a la insultante
vigilancia de la Policía Anglo-India. (Ver el periódico The Allahabad Pioneer del 11 de noviembre de 1879). Y partir de ese
día ya no nos enfadamos.
. . .
Pregunten
a la Prensa, por sí misma o por sus Secretarios, si alguna vez ha sido probado
por alguno de sus respectivos Gobiernos que yo era un agente político,
cualquiera que sea el malicioso chismorreo de aparte de mis enemigos. Tampoco
estoy tan seguro todavía, a menos que este vergonzoso rumor sea suficientemente
refutado, de que no apelaré directamente a la justicia y el honor de estos tres
nobles. Respeto obliga.
El
más pequeño de los mendigos tiene derecho a buscar reparación de la ley y a
apelar a la evidencia del más alto en la tierra, si esa evidencia puede salvar
su honor y reputación, especialmente en un caso como este, cuando la verdad
puede ser conocida con una simple palabra de estos altos testigos: un sí o un
no.
Lo
repito, la señorita de Grasse Stevens y sus editores están acusados de
difamación injustificada. Puedo o no estar dotada por la naturaleza con la
potencialidad o incluso la comisión de todo pecado mortal. Pero sucede que
nunca me he entrometido en política, soy inocente de cualquier conocimiento de
intrigas políticas, nunca me preocupé de esa actividad especial en ningún
momento de mi larga vida, y que “donde no hay nada, el Rey mismo pierde todos
los derechos”. El cargo de 'espía' fue así en todo momento un nido de yeguas.
Para
terminar, daría un pequeño consejo a mi última calumniadora. Dado que la autora
de la novela Miss Hildreth [o sea la
señorita A. de Grasse Stevens] parece estar arremetida crónicamente por el
microbio político, déjela probar algo de lo que sabe más que de la Rusia
subterránea que ella se imagina con sus agentes.
Su
libro no sólo es calumnioso sino que también es absurdo y ridículo. Por ejemplo
hace que el Conde Melikoff hable en un salón de nuestro “pequeño Padre”
(entiéndase el Zar!!!) pero eso es tan incorrecto como dirigirse a Miss Stevens
como “la gran Madre-Squaw” en Londres. »
(p.7)
~ * ~
Y también los hechos demuestran que Blavatsky aborrecía
la política ya que durante toda su vida ella jamás se involucró en asuntos
políticos.
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