ISABELLE OLCOTT MITCHELL


 
Fue la hermana preferida del coronel Olcott. Su nombre de soltera era Isabelle Buloid Olcott, a menudo la llamaban de cariño "Isabella" o "Bella", ella nació el 12 de febrero de 1835 en la ciudad de Nueva York, hija de Henry Wyckoff Olcott y Emily Steel Olcott. La pareja tuvo en total seis hijos. El coronel Olcott fue el mayor, Isabelle fue la segunda tres años menor, y ellos tuvieron otros cuatro hermanos menores (dos hombres y dos mujeres).
 
Isabelle se casó en junio de 1860 con William Hinckley Mitchell, quien trabajaba en bienes raíces y comercio de acciones. Durante algunos años compartieron una casa en Orange, Nueva Jersey con su padre, su hermano menor George y su hermana Emily.
 
Los Mitchell tuvieron cuatro hijos y dos hijas: Henry Wyckoff, Mary Stuart, Louise Dupree, William Hinckley, Arthur Mouton y Robert Emmet.
 
 
 
 
SUS EXPERIENCIAS EN LA LAMASERÍA
 
 
Cuando Blavatsky y Olcott vivían en la Lamasería ubicada en Nueva York, Isabelle y su esposo los visitaban con frecuencia. Posteriormente los Mitchell tomaron un apartamento en el mismo edificio para que Isabelle pudiera estar cerca durante la preparación de la obra Isis Develada para su publicación durante 1876 y 1877.
 
Al respecto Isabelle escribió:
 
Durante nueve meses ocupé un apartamento en el mismo edificio que Madame Blavatsky (la "Lamaseria" de la que tanto se ha escrito) y por el contacto diario y la asociación estoy quizás bastante capacitada para expresar mi opinión sobre esa mujer.
 
Su opinión la dio en un artículo que ella escribió por 1885 y el cual posteriormente se publicó en la revista Word de febrero de 1905 (p.182-187). Y en ese artículo ella relató lo siguiente:
 
 
 
Su descripción de Blavatsky
 
Dama no es el término más adecuado para designarla porque ella era muy poco femenina, y de hecho ella se enorgullecía de no serlo: juraba, fumaba y escribía como lo haría un hombre.
 
La primera vez que la vi fue a última hora de la mañana en un apartamento de la calle 34. Ella tenía la costumbre de escribir, de conversar y de recibir a sus invitados hasta la madrugada, y si uno se retira a dormir a las tres de la madrugada, no es fácil estar fresco y alegre a las diez u once de la mañana del día siguiente. Por lo que en esa primera ocasión ella me dio una impresión muy pobre debido a que su apariencia no era pulcra y una rotura en la falda de su vestido estaba atada justo con un broche.
 
Ella era alta, corpulenta y muy rusa en la cara, con el cabello castaño y rizado (de hecho, cada cabello se arrugaba por sí mismo), con un pijama suelta, una especie de vestido que no sujetaba ningún corsé, era una mujer de aspecto muy poco atractivo.
 
La mañana no era un buen momento para juzgar sus capacidades: sus ojos estaban pesados e inquietos, su temperamento no era el mejor, y se encontraba en desacuerdo con todos. Pero en el contacto diario con ella la encontré graciosamente amable, reflexiva, considerada y sumamente intelectual. Cuando a uno le resulta imposible dar una razón para una creencia dada, la sabiduría sugiere el silencio, y así me callo en cuanto al por qué, y el por qué pertenece a cualquier cosa que ella se complació en dejarme ver.
 
Desde la madrugada hasta que el sueño cerraba sus ojos, ella no dejaba de fumar, pero no como se ha mencionado, de un tabaco misteriosamente obtenido, sino del tabaco que se puede conseguir en cualquier momento, y la gracia con la que su preciosa mano podía enrollar estos cigarrillos demostraba que ella estaba bien acostumbrada a esa actividad.
 
 
Los niños eran una molestia para ella, pero Blavatsky tenía una forma amable de complacerlos. Por ejemplo cuando en una visita a Albany ella se enteró por primera vez de que había un niño en la familia, ella quiso alegrarlo. Su equipaje consistía en una pequeña cartera de mano que solo contenía artículos de tocador. Sin embargo, de la parte de atrás de una puerta plegable ella sacó un cordero lanudo que medía catorce o quince pulgadas de alto, y que jaló hacia adelante con una cuerda.
 
Para otro niño ella fabricó un silbido con unas llaves. Yo la vi incrédulamente tomar las llaves entre sus dedos, sosteniendo el anillo que las unía, y al cabo de unos minutos de maniobrarlas estas sonaban como si fuera un silbato. Y contando las llaves como lo hice antes de que ella las manejara, descubrí que faltaban varias.
 
Y para el mismo niño ella hizo un pato, y la madera de la que estaba formado era de nogal y el extremo era un cuerno. Debido a que era peculiar en el diseño y el sonido, un miembro de la familia visitó muchas tiendas en busca de algo similar, pero no pudo encontrarlo.
 
 
Permanece en mí la impresión invariable de que aunque ella era egoísta en algunos aspectos, también realizaba la acción más desinteresada y abnegada en otros; y también que su voz áspera podía atenuarse hasta una dulzura que era de lo más maravilloso; y que para promover su Sociedad Teosófica, ella sacrificaba cualquier otro interés; y que cuando se encontraba en un agradable estado de ánimo, ella podía ser tan buena y amable como lo sería cualquier dama, y aunque por lo general siendo poco femenina, ella admiraba todas las virtudes femeninas.
 
Criada desde la infancia en un campamento donde su padre era un general, ella había sido llevada sobre los hombros de los soldados, mimada y complacida al máximo, luchando con un uniforme de hombre en los días de su niñez.
 
Elevada de mala gana contra su voluntad al título de condesa, sus años de adolescencia no fueron los mejores, yendo de aquí a allá, sin los lazos que hacen que la vida de una mujer sea lo que debería de ser; perseguida y traducida en años posteriores, no es de extrañar que sea incluso soportable. Pero digan lo que digan sus detractores, quienes la conocen más íntimamente, la consideran una mujer muy interesante, intelectual y brillante.
 
 
 
 
Presenció muchos de los fenómenos que produjo Blavatsky
 
Para quien tienen fe en el Ocultismo, en el Poder Psíquico y en la Magia, me parece bastante fácil creer en los impresionantes poderes de esta maravillosa mujer; pero confiar incluso en lo que el ojo y el oído dictan al cerebro no siempre es fácil para alguien que ha sido educado en una total incredulidad acerca de lo sobrenatural.
 
De las muchas exhibiciones de sus poderes que observé durante mis nueve meses de intimidad con ella, es algo difícil seleccionar los elementos de mayor interés. Un día ella me mostró un collar de cuentas esféricas perfumadas hechas de arcilla marrón y estampadas con figuras.
 
Al ver que yo las estaba admirando mucho, me preguntó:
 
    -    "Querida, ¿te gustaría también tener unas?"
 
Y al decirle que si, ella me las trajo. Las cuentas estaban ensartadas en una especie de cordel suave, pero como no podía usarlas así, ella luego compró un collar de oro y unido a las cuentas había un trozo de metal que las acompañaba.
 
Cuando me las dio, me ordenó que no permitiera que las pusiera en ningún otro cuello que no fuese el mío, asegurándome que si lo hacía entonces las cuentas se derretirían. Pasaron días y semanas y la advertencia fue olvidada, o si no olvidada, al menos si desatendida. Y en una ocasión a un niño que estaba enfermo se las puse  en su cuello para entretenerlo. Esa noche un célebre médium que había venido desde St. Louis, para gratificarme efectuó una sesión espiritista, y para mi asombro, una voz india dijo:
 
    -    "Mejor no poner cuentas alrededor del cuello del niño o se derretirán".
 
El médium no sabía nada sobre las cuentas. La señora Blavatsky no sabía que el niño las estaba usando, pero cuando las examiné, descubrí que varias se habían derretido de un lado.
 
 
Madame Blavatsky usaba a veces un pañuelo peculiar parecido a un crepé pero con rayas de satén alrededor del borde. Y un día un visitante lo admiró y al expresar el deseo de poseer uno similar, ella lo tomó por la esquina y por así decirlo le quitó otro de la cara. Pero antes de entregárselo a su invitado, le pidió que le prometiera que nunca se lo debería dar a nadie. El pañuelo aún existe, no ha sido presentado a nadie, ni ha desaparecido.
 
Trucos de los que los prestidigitadores se enorgullecen como plantar una semilla en una maceta de tierra arenosa y hacer crecer una planta, como por ejemplo un rosal en plena floración, le resultaban tan fáciles hacer a ella como a ellos.
 
Pero en cambio algo que los prestidigitadores no pueden y que ella si podía, era poner su mano en el marco de una puerta, en la parte de atrás de los hombros o en cualquier mesa o silla, y sacar de allí la música más dulce. Y para que nadie pensara que ella tenía un instrumento en la mano, ella se movía de un lugar a otro, y sin importar a donde fuera ella hacía brotar música de los objetos.
 
 
Madame Blavatsky siempre decía que se requería una preparación previa de la mente y el cuerpo para escudriñar los secretos de los adeptos, y ella advirtió a quienes deseaban investigar a esos misteriosos seres que era mucho mejor abstenerse de hacerlo. Pero un alumno aventurero completamente persuadido de su capacidad para soportar cualquier cosa, se mofó de esa advertencia y le solicitó de convertirlo a él en una excepción.
 
-        "Muy bien", dijo ella, "sobre tu propia cabeza deja caer la conmoción, si la hay; tira tu pañuelo sobre la mesa y luego vuelve a tomarlo con cuidado".
 
Así lo hizo el hombre, pero cuando tomó el pañuelo había una pequeña serpiente enroscada, lista para saltar. La risa de Blavatsky fue tan alegre como la de un niño cuando relató cómo el aspirante a adepto estaba tan asombrado que cayó de espaldas al suelo, llevando la silla con él.
 
 
Un día dijo que me mostraría algunas cosas bonitas y acercándose a una pequeña cómoda que estaba debajo de una de las ventanas, sacó de ahí muchas piezas de joyería impresionante: había broches, relicarios, brazaletes y anillos que brillaban con todo tipo de piedras preciosas, diamantes, rubíes, zafiros, etc. Los sostuve y examiné, pero al pedir verlos al día siguiente solo encontré cajones vacíos.
 
 
Una familia estaba a punto de mudarse a una ciudad vecina en una casa que se negaron a alquilar hasta que el propietario les aseguró de que se encontraba perfectamente seca. Pero Madame Blavatsky me dijo que si esa familia no tenía mucho cuidado, una enfermedad mortal seguiría a la mudanza debido a que el suelo debajo de la casa estaba muy húmedo.
 
Y efectivamente vino una enfermedad que casi causa la muerte y se descubrió que el suelo debajo del piso inferior estaba tan húmedo que el bastón de un hombre en toda su longitud no podía tocar la tierra dura.
 
 
Los logros intelectuales de Madame Blavatsky estaban más allá y por encima de cualquier ser humano común, por ejemplo cuando ella estuvo escribiendo su obra "Isis Develada", ella citaba y registraba material de libros que no estaban disponibles en Nueva York (que es la ciudad donde ella estaba escribiendo esa obra), y también citó de otros libros que ella no poseía, pero que se descubrió posteriormente que si contenían en la página, capítulo y versículo mencionado las palabras que ella había citado.
 
 
~ * ~
 
No habiéndola visto durante los últimos ocho años, ha habido tiempo suficiente para olvidar la impresión que en ese momento me causaron sus poderes mágicos, pero también para poder ofrecer una opinión basada en un juicio sereno, lo que no era posible en ese entonces a causa de las muchas cosas extrañas que vi y escuché.
 
 
 
Nota: Radha Burnier mencionó otro fenómeno que presenció Isabelle:
 
En una ocasión, cuando la Sra. Mitchell sostenía una banda de oro simple llamada "Anillo rosa", HPB le hizo cerrar los dedos alrededor del anillo y, unos momentos después, aparecieron tres pequeños diamantes en él. ("El anillo de sello de HPB", The Theosophist, junio de 2001, p.367-369)
 
 
 
 
 
Descripción del departamento de Blavatsky
 
Su apartamento estaba lejos de ser un lugar de lujo, como hubiera sido posible. Dos ventanas en la avenida y una en una calle transversal iluminaban la habitación, pero la mitad inferior de cada ventana era de vidrio azul.
 
El suelo estaba cubierto por una estera barata sobre la cual ella había colocado varias alfombras de piel. Su lugar en la habitación estaba detrás de un escritorio de oficina ordinario, en un sillón giratorio detrás del cual no se permitía que nadie caminara, pero alrededor de la habitación había muchos sillones para sus constantes visitantes.
 
Estos visitantes consistían principalmente de profesores, maestros, abogados, comerciantes, clérigos; algunos iban solo por curiosidad, pero muchos de ellos iban en busca de conocimientos, conocimientos que ella sabía impartir si le agradaban.
 
Hojas de palmera, peluches, espejos, grandes y pequeños estaban sujetos por todas partes; pero no había ni un ápice de nada que pudiera asombrar o perturbar al más incrédulo de sus invitados.
 
 
 
 
Encuentro con una Adepta
 
Un día Blavatsky estaba sentada junto a su mesa cuando sonó el timbre de la puerta, e inmediatamente pasó por el pasillo privado una figura que parecía deslizarse en lugar de caminar. Ella se volvió hacia mí y dijo:
 
-        "Has deseado ver a uno de los adeptos y tu deseo se va a realizar, pasa por la habitación de la izquierda y mira hacia adentro".
 
Así lo hice y vi la figura de una mujer sentada junto a una mesa. Ella tenía un sombrero de paja sujeto por una cinta rosa que estaba atada debajo de su barbilla y sus hombros estaban envueltos en un chal de manta a cuadros. Eso fue todo lo que reuní en una mirada apresurada porque toda mi atención fue absorbida por un par de ojos negros como el carbón que tenían en sus profundidades una expresión tan extraña y sobrenatural, que los ocho años que han pasado desde entonces no han podido borrar de mi mente la enorme impresión que esos ojos me provocaron.
 
 
 
 
 
 
LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS QUE BLAVATSKY Y OLCOTT
SE FUERON DE LOS ESTADOS UNIDOS
 
En 1879 Blavatsky y Olcott se mudaron a la India y ese mismo año establecieron la revista The Theosophist, Isabelle se suscribió a esa revista desde su primer número.
 
Su esposo William Mitchell murió en 1882 y fue enterrado en el cementerio de Rosedale en Orange, Nueva Jersey, cerca de su casa.
 
La teósofa Laura Carter Holloway le pidió a su amiga Isabelle que contribuyera con The Home Library Magazine en 1887.
 
Se registra que la Sra. Mitchell se convirtió en miembro de la Sociedad Teosófica el 24 de diciembre de 1890, aunque claramente ella estuvo activa en esta organización desde sus inicios.
 
 
 
Encuentro con su hermano en Europa
 
En 1895 (cuatro años después que Blavatsky había fallecido) Isabelle visitó a su hermano Henry en Londres y viajaron juntos a París y Berlín, asistiendo a una sesión de espiritismo en el palacio de la condesa de Caithness.
 
Sobre este encuentro el coronel Olcott escribió:
 
Tuve la alegría de reencontrarme con mi hermana, después de varios años, la que fue tan amable y considerada con HPB durante los tiempos de la antigua Lamasería en Nueva York.
 
Fue un cambio delicioso poder apartar los pensamientos del presente y recordar los días de nuestra juventud y los muchos años de nuestra vida feliz familiar con nuestros nobles padres.
 
La llevé a varios lugares interesantes en Londres y sus alrededores, a menudo con la Dra. Mary Weeks Burnett, y una o dos veces con Madame Le Roux, una monja francesa, quien es la madre superior de un convento español, que se había convertido a la Teosofía después de una lectura atenta de nuestra literatura, complementada con los persuasivos argumentos de mi amigo el señor Xifré.
. . .
Un día llevé a mi hermana a Maskeleyn & Cook y vi ese infame libelo sobre nuestra Sociedad Teosófica, la obra de teatro “Bujería Moderna” de la que ya he hablado.
 
Como Isabelle tenía un fuerte apego personal hacia HPB y se había entablado una amistad duradera entre ellas, ella estaba tan indignada como yo al ver a nuestra amiga mutua caricaturizado de una manera tan imperdonable.
 
Richard Harte, que era un conocido de Nueva York de mi hermana y de mí mismo, vino a cenar el 16 de julio y discutió metafísica en su estilo excéntrico habitual, con el Sr. Mead, la Sra. Mitchell, el Dr. Weeks Burnett y yo.
 
El día 17 llegó de España, vía París, mi amigo Xifré, y encantó a nuestras señoras con su acabada cortesía y alegre conversación.
 
Durante los diez días que el Dr. Burnett, mi hermana y yo estuvimos juntos, hicimos mucho turismo y aprovechamos todas las oportunidades para obtener información sobre la ciencia hipnótica y la fase de la terapéutica en la que se especializó el profesor Charcot en La Salpétrière. (Las Viejas Hojas de un Diario V, cap. 27, p.361-373)
 
 
 
 
 
SU FALLECIMIENTO
 
Isabelle murió a la edad de 61 años el 1 de junio de 1896 en Orange, Nueva Jersey, y fue enterrada con su esposo.
 
 
 
 
 
 
 
Fuentes:
 
https://theosophy.wiki/en/Isabelle_Olcott_Mitchell
https://esoterismo-guia.blogspot.com/2021/04/blavatsky-por-belle-olcott-mitchell.html
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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