(El siguiente artículo fue escrito por
Serapeum y le agradezco mucho que nos lo haya enviado.)
El buddhismo especulativo abarca cuatro sistemas de
opinión muy distintos respecto al origen del mundo, la naturaleza de una causa
primera y la naturaleza y el destino del alma.
Estos sistemas se denominan, a partir del principio
diagnóstico de cada uno; Swábhávika, Aiswarika, Yátnika y Kármika; y cada uno
de ellos a su vez admite varias subdivisiones.
En este artículo nos concentraremos en el sistema de los
Swábhávikasya que es el sistema que el Mahatma Kuthumi le recomienda estudiar al
señor Hume en una de sus cartas. Y para saber de qué trata la doctrina de los Svabhavikas
también recurriremos a Brian Houghton Hodgson un naturalista y etnólogo que
trabajó en la India Británica durante el siglo XIX.
En uno de sus escritos titulado “Ensayos sobre las
lenguas, la literatura y la religión de Nepal y Tíbet”, él explica este
particular sistema filosófico buddhista.
Los Swábhávikas niegan la existencia de la
inmaterialidad; afirman que la materia es la única sustancia, y le dan dos
modos, llamados Pravritti y Nivritti, o acción y reposo, concreción y
abstracción. La materia misma, dicen, es eterna (aunque infinitamente atenuada
en Nivritti); y también lo son las potencias de la materia, que poseen no sólo
actividad, sino inteligencia.
El estado propio de existencia de estas potencias es el
de reposo y de abstracción de todo lo palpable y visible, (Nivritti), en cuyo
estado están tan atenuadas por una parte, y tan investidas de infinitos
atributos de poder y habilidad por otra, que sólo les falta la conciencia y las
perfecciones morales para convertirse en dioses.
Cuando estas potencias pasan de su estado propio y
duradero de reposo a su estado casual y transitorio de actividad, entonces
todas las bellas formas de la naturaleza o del mundo pasan a existir, no por
una creación divina, ni por el azar, sino espontáneamente; y todas estas bellas
formas de la naturaleza dejan de existir cuando las mismas potencias vuelven a
pasar de este estado de Pravritti o actividad, al estado de Nivritti o reposo.
Ahora, si nos referimos a las cartas de los Mahatmas,
podemos ver que el Maestro Kuthumi respalda esta concepción en una de sus
misivas a Hume:
« Para comprender mis respuestas, ante
todo tendrá que considerar la Esencia eterna, el Swabhavat, no como un elemento
compuesto al que usted llama espíritu-materia, sino como el elemento único para
el cual el idioma inglés no tiene ningún nombre. Es, a la vez, pasivo y activo,
Esencia-Espíritu puro en su condición de carácter absoluto y en reposo; materia
pura en su estado finito y condicionado — al igual que un gas imponderable, o
como ese gran desconocido al que la ciencia se ha complacido en llamar Fuerza.
Cuando los poetas hablan del "océano sin orillas de
la inmutabilidad", no debemos considerar esta expresión más que como una
divertida paradoja, ya que nosotros sostenemos que no existe la inmutabilidad
—al menos no en nuestro sistema solar.
La inmutabilidad —dicen los teístas y los cristianos—
"es un atributo de Dios", e inmediatamente dotan a ese Dios con toda
cualidad y todo atributo mudable y variable, habido y por haber, y creen haber
resuelto lo insoluble y haber descubierto la cuadratura del círculo.
A esto contestamos que si eso a lo que los teístas llaman
Dios, y la ciencia "Fuerza" y "Energía Potencial", se
convirtiera en inmutable, aunque fuera por un solo instante, aún durante el
Maha-Pralaya, período en el que incluso Brahm, el arquitecto creador del mundo
se dice que se ha sumido en el no-ser, entonces no podría existir ningún Manvántara
y sólo el espacio reinaría inconsciente y supremo en la eternidad del tiempo. »
(K.H, Carta N°11)
Es así que la revolución de los estados de Pravritti y Nivritti
es eterna, y con ellos giran la existencia y la destrucción de la naturaleza o
de las formas palpables. Los Swábhávikas están tan lejos de atribuir el orden y
la belleza del mundo a la ciega casualidad, que son particularmente aficionados
a citar la belleza de la forma visible como prueba de la inteligencia de los
poderes formativos; e infieren su eternidad de la eterna sucesión de nuevas
formas. Pero insisten en que estos poderes son inherentes a la materia, y no
impresos en ella por el dedo de Dios, es decir, de un ser absolutamente
inmaterial.
« Mientras tanto, podemos decir que es
el movimiento el que gobierna las leyes de la naturaleza, y que las gobierna
como el impulso mecánico que se da a las aguas que corren, el cual las
empujará, ya sea en línea directa o bien a lo largo de centenares de canales
laterales que puedan ir encontrando en su camino, y tanto que estos canales
sean surcos naturales o canales preparados artificialmente por la mano del
hombre. Y sostenemos que dondequiera que haya vida y existencia, y por más
espiritualizada que sea una forma, no hay lugar para un gobierno moral, y mucho
menos para un Gobernador moral — ¡un Ser que, al mismo tiempo, ni tiene forma
ni ocupa espacio! »
(K.H, Carta N°22)
Las formas inanimadas pertenecen exclusivamente a
Pravritti, y por lo tanto son perecederas; pero las formas animadas, entre las
que el hombre no se distingue suficientemente, se consideran capaces de
asociarse por sus propios esfuerzos al estado eterno de Nivritti.
Su felicidad en este estado consiste en el reposo o la liberación
de una migración que de otro modo, se repetiría sin cesar a través de las
formas visibles de Pravritti.
Los hombres están dotados de conciencia, y por lo tanto
de la dicha eterna del descanso de Nivritti, como del dolor incesante de la
actividad de Pravritti. Pero aquellos hombres que han ganado la eternidad de Nivritti,
no son considerados como gobernantes del universo, que se gobierna a sí mismo;
ni como mediadores o jueces de la humanidad que aún queda en Pravritti.
Porque las nociones de mediación y juicio no son
admitidas por los Swábhávikas que sostienen que cada hombre es el árbitro de su
propio destino, siendo el bien y el mal en Pravritti, por la constitución de la
naturaleza, indisolublemente ligados a la bondad y a la desgracia; y la
adquisición de Nivritti siendo, por la misma ley inherente, la consecuencia
inevitable de tal ampliación de sus facultades, por la abstracción habitual,
que permitirá a un hombre conocer lo que es Nivritti.
Saber esto es convertirse en omnisciente, en un Buddha.
De la descripción anterior se desprende que los
principios más importantes de los Swábhávikas son la negación de la
inmaterialidad y la afirmación de que el hombre es capaz de ampliar sus
facultades hasta el infinito.
El fin de esta ampliación de las facultades humanas es la
asociación al descanso eterno del Nivritti, cuyo valor se discute; y los medios
para ello son el Tapas [austeridades] y Dhyana [meditación].
Por el primero de estos términos, los Swábhávikas
entienden, no la penitencia, ni el dolor corporal auto-infligido, sino el
rechazo perfecto de todas las cosas exteriores (Právrittika). Y por el segundo
entienden la pura abstracción de la mente.
Con respecto a la física, los swábhávikas no rechazan el
diseño o la habilidad, sino un diseñador, es decir, un ser único, inmaterial y
autoconsciente, que dio existencia y orden a la materia por voluntad.
Admiten lo que llamamos las leyes de la materia, pero
insisten en que esas leyes son causas primarias, no secundarias; son inherentes
eternamente a la materia, no impresas en ella por un creador inmaterial.
Consideran que la creación es una espontaneidad, resultante de los poderes que
la materia ha tenido desde toda la eternidad, y que tendrá por toda la
eternidad.
Así, con respecto al hombre, admiten las facultades
intelectuales y morales, pero niegan esa esencia o ser inmaterial al que
atribuimos esas facultades. La causalidad animada e inanimada, la atribuyen por
igual al propio vigor de la naturaleza, o Swábháva [Svabhâva].
Es probable que el sistema Swábhávika sea la escuela más
antigua de la filosofía buddhista; pero esa escuela se ha dividido, desde los
primeros tiempos en dos partidos: uno llamado simplemente Swábhávikas, cuyos
principios fueron expuestos más arriba, y el otro denominado PrájnikaSwábhávikas,
de Prajna, la sabiduría suprema, es decir, de la naturaleza [Adi-Buddhi].
Los Prájnikas coinciden con los Swábhávikas en considerar
la materia como la única entidad, en investirla de inteligencia así como de
actividad, y en darle dos modos, el de acción y el de reposo. Pero los
Prájnikas se inclinan a unificar los poderes de la materia en el estado de Nivritti;
a hacer de esa unidad, la “deidad”; y a considerar el summum bonum del hombre como una absorción específica y cierta en Prajna,
la suma de todos los poderes, activos e intelectuales, del universo.
Y sobre este asunto el maestro Kuthumi escribió:
« La característica peculiar del poder
involuntario de la mente infinita —a la que nadie podría jamás pensar en llamar
Dios— es el estar eternamente evolucionando, haciendo que la materia subjetiva
se convierta en átomos objetivos (tenga usted la bondad de recordar que los dos
adjetivos sólo se usan en sentido relativo) o materia cósmica, para
desarrollarse posteriormente en formas. Y además, es el mismo poder
involuntario mecánico el que vemos tan intensamente activo en todas las leyes
establecidas de la naturaleza —el cual gobierna y controla lo que se denomina
el Universo o el Cosmos.
Hay algunos filósofos modernos que desearían probar la
existencia de un Creador a partir del movimiento. Pero nosotros decimos y
afirmamos que ese movimiento —el movimiento perpetuo universal que jamás cesa,
que jamás disminuye ni aumenta su velocidad, ni siquiera durante los intervalos
entre los pralayas o "noches de Brahma", sino que sigue como un
molino en marcha, tanto que tenga algo que moler o no (porque el pralaya
significa la pérdida temporal de toda forma pero no significa en absoluto la
destrucción de la materia cósmica, que es eterna) — pues bien, nosotros decimos
que este movimiento perpetuo es la única Deidad, eterna e increada que somos
capaces de aceptar. »
(K.H, Carta N°22)
Y para concluir, también podemos ver como Helena
Blavatsky explica que este sistema enseña lo mismo que la Doctrina Secreta
[Gupta-Vidya]:
« La doctrina esotérica enseña, lo
mismo que el buddhismo y el brahmanismo, y aun la Kábala, que la Esencia una,
infinita y desconocida, existe en toda eternidad, y que es ya pasiva, o ya
activa en sucesiones alternadas, armónicas y regulares. En el poético lenguaje
de Manu, llámase a estas condiciones los Días y las Noches de Brahmâ. Este
último está “despierto” o “dormido”.
Los svâbhâvikas, o filósofos de la más antigua escuela
del buddhismo, que todavía existe en Nepal, especulan únicamente sobre la
condición activa de esta “Esencia” a la cual ellos llaman Svabhâvat, y
consideran como una necedad el teorizar acerca del poder abstracto e
“incognoscible” en su condición pasiva. De aquí que sean llamados ateos por los
teólogos cristianos y por los sabios modernos; pues ni unos ni otros son
capaces de comprender la lógica profunda de su filosofía.
Los primeros no consentirán otro Dios más que la
personificación de dos poderes secundarios que han dado forma al Universo
visible, y la cual ha venido a ser el Dios antropomórfico de los cristianos —el
Jehovah masculino, rugiendo entre truenos y rayos—. A su vez, la ciencia racionalista
considera a buddhistas y a svâbhâvikas como los “positivistas”
de las edades arcaicas.
Si consideramos la filosofía de estos últimos sólo bajo
uno de sus aspectos, pueden tener razón nuestros materialistas en su manera de
considerarla. Sostienen los buddhistas que no hay Creador, sino una infinidad
de poderes creadores, que colectivamente forman la eterna substancia, cuya
esencia es inescrutable; y de aquí que no sea objeto de especulación para
ningún filósofo verdadero.
Sócrates rehusaba invariablemente discutir acerca del
misterio del ser universal, y sin embargo a nadie se le ocurrió acusarle de
ateísmo, excepto a aquellos que deseaban su muerte.
Al inaugurarse un período de actividad —dice la Doctrina
Secreta— tiene lugar una expansión de esta Esencia Divina de fuera hacia adentro
y de dentro hacia afuera, con arreglo a la ley eterna e inmutable, siendo el
último resultado de la larga cadena de fuerzas cósmicas, puestas así en
movimiento progresivo, el universo fenomenal y visible.
Del mismo modo, cuando sobreviene la condición pasiva,
tiene lugar una contracción de la Esencia Divina, y la obra previa de la
creación es gradual y progresivamente deshecha. El universo visible se
desintegra, sus materiales se dispersan, y solitarias “tinieblas” es lo único que
incuba una vez más sobre la faz del “abismo”.
Empleando una metáfora de los libros secretos, que
explicará la idea de un modo más claro, una espiración de la “esencia
desconocida” produce el mundo; y una inhalación es causa de que desaparezca. Y
este proceso ha tenido lugar de toda eternidad, y nuestro Universo presente es
solamente uno de la serie infinita que no ha tenido principio ni tendrá fin. »
(Isis sin Velo II)
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