LISTA DE CAPÍTULOS

LOS PRIMEROS ENCUENTROS QUE OLCOTT TUVO CON BLAVATSKY



(Este es el primer capítulo del libro "Las Viejas Hojas de un Diario I" de Henry Olcott, y en morado añadí mis comentarios.)



Puesto que debo de narrar la historia del nacimiento y de los progresos de la Sociedad Teosófica, debo comenzar por el principio y decir cómo se encontraron sus dos principales fundadores.

Fue un incidente muy prosaico, yo dije: “Permítame, señora”, ofreciéndole lumbre para su cigarrillo.

Así nuestra relación comenzó por el humo; pero salió de ella un gran fuego que aún no se ha extinguido. Y las circunstancias que nos acercaron son bastante curiosas, como a continuación voy a demostrarlo, aunque en parte ya han sido publicadas.




Cómo Olcott se interesó por el espiritismo

Un día del mes de julio de 1874, yo me encontraba sentado en mi estudio y reflexionando sobre una causa importante para la cual la Municipalidad de Nueva York me había retenido, cuando de pronto me vino a la cabeza la idea de que desde hacía años yo no me había ocupado del movimiento espiritista.

Ignoro qué asociación de ideas me hizo pasar así de la construcción mecánica de los contadores de agua al espiritismo, pero sea como fuere, fui hasta la esquina de mi calle a comprar un ejemplar de la revista espiritista estadounidense "The Banner of Light" (El estandarte de la luz).

En él leí el relato de ciertos fenómenos increíbles; por ejemplo, solidificaciones de fantasmas que decían se producían en una granja de la ciudad de Chittenden, en el Estado de Vermont, a varios centenares de millas de Nueva York.

Inmediatamente me di cuenta de que si era en realidad posible que los asistentes hubieran podido ver y aun tocar a parientes difuntos que hubiesen hallado el medio de reconstituir sus cuerpos y sus ropas de modo tal que llegasen a ser momentáneamente sólidos, visibles, tangibles y con la facultad de hablar, esto constituiría el hecho más importante de la ciencia moderna.

Así, pues, me determiné a ir allá para ver eso yo mismo. Fui y encontré confirmado lo dicho por esa revista; me quedé tres o cuatro días y volví a Nueva York. Escribí para el periódico The New-York Sun una memoria de mis observaciones que fue reproducida casi en el mundo entero, por lo graves e interesantes que los hechos parecieron.

Y el editor del periódico The New-York Graphic me propuso financiarme para que volviera a Chittenden con un artista que tomaría apuntes dibujados a mis órdenes, y examinar a fondo el asunto.

El tema me interesaba tan profundamente, que tomé las necesarias disposiciones para poner en orden mis compromisos profesionales, y el 17 de septiembre me encontré nuevamente en la Granja de los Eddy, llamada así a causa de la familia que la poseía y ocupaba.

Si la memoria me es fiel, pasé una docena de semanas en esa casa misteriosa, en medio de fantasmas y de las experiencias del más extraordinario carácter.

Durante ese tiempo aparecían dos veces por semana en el Daily Graphic mis cartas sobre los espíritus de los Eddy, ilustrados por el artista, el señor Kappes, con croquis de espectros vistos por él, por mí y por todas las personas (a veces 40 personas) presentes en la sala de las sesiones.

He descrito en mi libro "Gente del otro mundo" todos esos fenómenos y todas las condiciones que inventé y puse en práctica para impedir los fraudes.

La publicación de estas cartas fue lo que atrajo a la señora Blavatsky a Chittenden y nos hizo entrar en relación.





Olcott conoce a Blavatsky

Recuerdo esta primera entrevista como si fuese ayer; por otra parte ya he contado los principales detalles en mi libro a partir de la página 293 y siguientes.

Era un día de sol que alegraba hasta aquella vieja casa sombría. Está situada en una región encantadora, un valle bordeado de alturas verdes que se unen a las montañas coronadas de bosques hasta su cima.

Era la época del estío indio, en que toda la comarca se envuelve en una gasa azulada como lo que ha dado su nombre a los montes “Nilgiri”, y el follaje de las hayas, de los castaños de Indias y de los arces, herido por las primeras heladas, había pasado del verde a un mirífico oro y púrpura que transformaba el paisaje entero en una tapicería principesca. Es preciso ir a América para ver el esplendor otoñal en toda su perfección.

Se comía a mediodía en la casa de los Eddy, y fue desde la puerta de su comedor incómodo y desmantelado, que Kappes y yo vimos por vez primera a la señora Blavatsky, llegada poco antes de mediodía con una canadiense francesa, y que ya estaba sentada a la mesa al entrar nosotros.

Mis miradas fueron atraídas ante todo por una camisa roja a lo Garibaldi, que llevaba puesta y que resaltaba vivamente sobre los sombríos colores próximos.

Ella en ese entonces tenía sus cabellos cortos que no le llegaban a los hombros, y eran finos como la seda y rizados hasta la raíz, como el vellón de un cordero de Cotswold.

Tales cabellos y la camisa roja llamaron mi atención antes de fijarme en su cara. Ésta corresponde a un rostro kalmuko, macizo, que anunciaba fuerza, cultura y autoridad, en tan notable contraste con las caras vulgares que la rodeaban, como el de su camisa roja con los grises y blancos de las paredes, muebles y trajes incoloros de las otras personas.

Toda clase de desequilibrados iban y venían continuamente a casa de los Eddy para ver los fenómenos, y yo pensé que esa excéntrica era de la misma naturaleza.

Me detuve en el umbral para decir a Kappes:

    -  “¡Pero, mire ese ejemplar!”

Fui a sentarme bien enfrente de ella para entregarme a mi estudio favorito de los caracteres. (1)

Las dos señoras hablaban en francés, sin decir nada de particular, pero pronto distinguí en su acento y en la rapidez de su dicción, que si no era una parisiense, por lo menos conocía perfectamente el francés.

Terminada la comida, ellas salieron juntas de la casa. La señora Blavatsky lio un cigarrillo y yo le ofrecí fuego para iniciar una conversación. Y habiendo yo dicho mi frase en francés, la conversación siguió en ese idioma.

Ella me preguntó desde cuándo estaba yo allí y qué pensaba yo de los fenómenos, manifestándome que ella había sido atraída a Chittenden por las cartas publicadas por el Daily Graphic, que el público seguía tan apasionadamente que con frecuencia era imposible encontrar un solo ejemplar del diario en las librerías una hora después de su publicación, y que ella había pagado un dólar por el último número.

Ella me dijo:
 
-        “Dudaba en venir aquí temiendo encontrar al coronel Olcott.”
 
-        “¿Por qué ese temor de él, señora?”, le pregunté.
 
-        “¡Oh! Es que tengo miedo que hable de mí en sus artículos.”

Le dije que podía estar completamente tranquila, que estaba bien seguro de que el coronel Olcott no hablaría de ella, si ella no lo deseaba, y me presenté.

En seguida fuimos los mejores amigos del mundo; nos parecía pertenecer al mismo ambiente, ambos cosmopolitas, librepensadores y en la más estrecha comunión el uno con el otro que con el resto de la compañía, aunque allí había personas muy bien y muy inteligentes.

Era la llamada de nuestra común simpatía por el lado superior y oculto del hombre y la Naturaleza; la atracción de las almas y no de los sexos.

Jamás, ni ella ni yo, ni entonces ni más tarde, tuvimos la sensación de que el otro era de un sexo diferente; éramos camaradas, nos mirábamos como tales y nos llamábamos así.

Gentes malvadas trataron de insinuar de tiempo en tiempo, que estábamos unidos por un lazo más íntimo, así como acusaron a esa pobre H.P.B., sin atractivos y perseguida, de haber sido la amante de otros varios personajes, pero ningún espíritu sano podía conservar esta opinión, después de haber pasado algunos momentos en su compañía; de tal modo sus miradas, palabras y acciones, demostraban su asexualidad.

(Los iniciados avanzados deben permanecer castos, Blavatsky afirmó que ella fue virgen toda su vida, y los datos históricos van en ese sentido.)

Conservo mi opinión a pesar de la pretendida confesión de mala conducta en su juventud, sacada de ciertas cartas suyas a un ruso y publicadas recientemente por este en su libro "Una moderna sacerdotisa de Isis". Y en resumen, creo fundado mi juicio, y falsas sus pseudo-revelaciones; puras bravatas suyas.

(Ese ruso fue Vsevolod Sergeyevich Solovyov y en el blog les he demostrado que por malignidad él inventó muchas calumnias contra Blavatsky.)

Paseándonos, conversábamos de los fenómenos de los Eddy y de los de otros países; percibí que ella era una gran viajera que había visto muchas cosas ocultas y adeptos de las ciencias herméticas, pero no hizo entonces ninguna alusión a los sabios del Himalaya ni a sus propios poderes.

Ella habló de las tendencias materialistas del espiritismo americano, que no era más que una especie de abuso de fenómenos, acompañado de indiferencia filosófica.

Sus modales eran amables y cautivadores, sus críticas sobre los hombres y las cosa, eran originales y mordaces. Se tomaba un particular interés en hacerme expresar mis ideas sobre las cosas espirituales y demostraba placer al descubrir que indistintamente yo había seguido el mismo orden de ideas ocultas que ella. Hablaba más como espiritista refinada que como mística oriental.

Por mi parte, yo entonces no sabía nada o casi nada de la filosofía del Oriente y ella, por lo pronto, guardó silencio sobre ese tema.





Los fenómenos que producían los hermanos Eddy

Las sesiones de Guillermo Eddy, el principal médium de la familia, tenían lugar cada noche en el gran salón del primer piso, situado encima del comedor y la cocina, en un ala de la casa.

Él y su hermano Horacio eran arrendatarios activos; Horacio se ocupaba de los trabajos del exterior, y Guillermo desde que tantos curiosos les llegaban de todas las regiones de los Estados Unidos, hacía la cocina.

Los dos eran pobres, sin instrucción y llenos de prejuicios; a veces poco corteses con sus huéspedes inesperados.

En el extremo del salón de las sesiones espiritistas, la gran chimenea de la cocina subía hasta el techo. Entre ella y la pared del Norte, había un estrecho gabinete de la misma profundidad que la chimenea de 78 cm en el que Guillermo Eddy se sentaba esperando los fenómenos.

No parecía ejercer sobre ellos ningún control, sino que simplemente se sentaba, esperando a que se produjesen con intervalos irregulares. Una cortina tendida ante la abertura, sumergía al gabinete en una profunda oscuridad.

Poco después de la entrada de Guillermo en el gabinete, la cortina era descorrida y se veía salir la apariencia de un muerto, hombre, mujer o niño –algo como una estatua animada– momentáneamente sólida y material, pero pronto desvanecida en la nada o la invisibilidad.

Así, los espectros se disipaban ante los mismos ojos de los espectadores.





Los fenómenos que se produjeron con Blavatsky

Hasta el día de la llegada de H.P.B., las apariciones habían sido siempre de indios pieles rojas, o de americanos, o europeos más o menos semejantes a los concurrentes.

Pero desde la primera noche de su residencia, tuvimos espectros de otras nacionalidades: un criado georgiano, un mercader musulmán de Tiflis, una campesina rusa, etc.

Otra noche apareció un caballero kurdo, armado de su cimitarra, pistolas y una lanza; después un hechicero negro africano, horriblemente feo, que tenía el aire de ser el diablo en persona y que llevaba como corona cuatro cuernos de oryx (que es un antílope africano) de los que le colgaba campanillas y una rendija de vivos colores atada alrededor de su cabeza; y finalmente un europeo condecorado con la cruz y el collar de Santa Ana que la señora Blavatsky reconoció ser su tío.

Tales apariciones en la casa de esos pobres y casi ignorantes arrendatarios del Vermont, que no tenían ni el dinero para comprar accesorios de teatro, ni la experiencia necesaria para usarlos si los hubiesen poseído, ni el sitio para actuar con ellos, parecieron a todos los testigos una prueba cierta de la realidad de esos fenómenos.

Y muestran también qué atracción ejercía la señora Blavatsky sobre las sombras de lo que los asiáticos llaman el Kama-Loka.

Mucho después supe que ella misma los había evocado usando sus propios poderes desarrollados. Ella misma lo ha afirmado en una nota de nuestro Álbum de recortes vol. 1, al lado de un artículo de la revista espiritista Spiritualist de Londres de enero del 1875.





Reminiscencias de Blavatsky

Durante su residencia en Chittenden, ella me contó varios incidentes de su vida, y particularmente que había asistido en calidad de voluntaria con otras señoras, a la sangrienta Batalla de Mentana, con el ejército de Garibaldi.

Ella me mostró para confirmar esta historia, su brazo izquierdo partido en dos sitios por un sablazo y me hizo tocar una bala aun alojada en los músculos de su hombro izquierdo y otra en una pierna.

Y me mostró también; justamente debajo del corazón, la cicatriz de un golpe de estilete; esta herida se reabrió algo en Chittenden y ella me la mostró para consultarme.

Luego, entre los singulares relatos de peligros y de aventuras, me contó la historia del hechicero-fantasma coronado con cuernos de oryx, que ella había conocido vivo y produciendo fenómenos muchos años antes en el alto Egipto.





Explicaciones de Blavatsky sobre los fenómenos

H.P.B. hizo lo posible para hacerme dudar del valor de los fenómenos de Guillermo Eddy como pruebas de que los espíritus se materializan y ella me explicó que en caso de ser auténticos, no podían ser más que el doble del médium que se desprendía de su cuerpo revistiéndose de apariencias diversas, pero yo no podía creerla.

Yo sostenía que las formas eran de tallas, grueso y especies demasiado variadas para no ser más que transformaciones de Guillermo Eddy; y que debían ser, en realidad, como parecía, los espíritus de personas muertas.

Nuestras discusiones no dejaban a veces de ser acaloradas, porque yo no había entonces estudiado bastante a fondo el asunto de la plasticidad del doble humano para medir la fuerza de sus indicaciones.

En cuanto a la teoría oriental de la maya (la ilusión) yo no conocía al respecto ni una palabra. Pero como ella misma me lo remarcó, ella se convenció de que yo no aceptaba nada con los ojos cerrados y de que no renunciaba fácilmente a los hechos establecidos o que yo consideraba como tales.

Nuestra intimidad crecía de día en día, y al partir de Chittenden, ella había adoptado el apodo de Jack que yo le había puesto y se sirvió de él para firmar las cartas que escribía desde Nueva York.

Nos separamos como buenos amigos que no desean más que continuar unas relaciones tan agradablemente iniciadas.





Blavatsky le presenta a Olcott el espíritu de John King

Terminadas mis investigaciones, volví a Nueva York en noviembre de 1874 y fui a visitarla a su demora que en ese entonces se encontraba en plaza Irving número 16, donde me dio varias sesiones de espiritismo por medio de mesas giratorias y de golpes dados deletreando una especie de mensajes que procedían en su mayor parte de una inteligencia invisible que decía llamarse John King.

Este seudónimo es familiar a todos los que frecuentaban las sesiones espiritistas hace unos cuarenta años. Apareció primeramente en 1850 en la “cámara de los espíritus” de Jonatam Koons, de Ohío, y se presentó como jefe de una o varias tribus de espíritus.

Más tarde dijo ser el alma de Sir Enrique Morgan, el célebre filibustero, y como tal se me presentó a mí.

En Filadelfia me mostró su cara encuadrada en un turbante, cuando mi investigación emprendida sobre los Holmes, conjuntamente con el difunto y respetable Roberto Dave Owen, el general F. J. Lippitt y la señora Blavatsky (ver People of the other World, 2da parte), y me habló y  me escribió con cierta frecuencia. Tenía una escritura de otros tiempos y se servía de antiguas expresiones raras.

Entonces yo creía en el verdadero John King porque me parecía que su existencia me era probada con toda la certeza que fuese posible desear. Pero ahora que he visto lo que H.P.B. era capaz de producir en materia de maya (ilusión hipnótica) y de dominio sobre los elementales, estoy persuadido de que ese John King era un elemental burlón que ella manejaba como un fantoche con el fin de llevar a cabo mi educación.

Entendámonos bien; los fenómenos eran reales, pero no producidos por un espíritu humano desencarnado. Después de escrito esto, he hallado la prueba de ello escrito por su mano en nuestro Álbum de recortes vol. 1.

Ella hizo durar la ilusión durante meses (ya n o me acuerdo cuántos) y vi una cantidad de fenómenos atribuidos a John King; por ejemplo, toda esa serie notable ejecutada en casa de los Holmes, en Filadelfia, y la que tuvo lugar en casa de la misma H. P. B, como lo he dicho antes.

John King se presentó primeramente como una personalidad independiente, después como el mensajero y servidor, nunca como igual, de adeptos vivos, y finalmente como un simple y puro elemental, del que H.P.B. y otro experto en la materia, se servían para hacer milagros.





Blavatsky inicialmente defendió el espiritismo

Inútil sería negar que durante los primeros tiempos de su residencia en los Estados Unidos ella se declaró espiritista y defendió ardientemente al espiritismo y sus médiums contra los ataques de todos sus enemigos.

Sus cartas y artículos en diferentes diarios ingleses y americanos lo demuestran con evidencia. Entre numerosos ejemplos, citaré éste:

« En resumen no he hecho más que mi deber ante todo para con el espiritualismo que he defendido lo mejor que pude contra los ataques de la impostura oculta con la máscara demasiado transparente de la ciencia, y después para con dos pobres médiums calumniados y sin defensa.
...
Pero me veo obligada a confesar que no creo en realidad haber hecho gran bien al espiritualismo … lo reconozco con gran tristeza de corazón, porque comienzo a creer que no tiene remedio.

Desde hace más de quince años, combato por la santa verdad, he viajado y la he predicado –aunque no haya nacido para hablar en público– desde las nevadas cimas del Cáucaso hasta las llanuras de arena del Nilo. He probado su realidad por experiencia y por persuasión.

Por el espiritualismo he abandonado mi casa y mi vida fácil en una sociedad culta y he llegado a ser una errante por el Mundo. Ya había visto realizarse mis esperanzas bastante más allá de mi más optimista deseo, cuando mi mala estrella me condujo a América.

Teniendo a este país por la cuna del espiritualismo moderno, acudí de Francia con algo del entusiasmo del musulmán cuando se acerca al lugar del nacimiento de su profeta”, ... »
(Carta de H.P.B. al Spiritualist, publicada el 3 de diciembre de 1874)





El motivo por el que Blavatsky inicialmente defendió el espiritismo

Los dos infortunados médiums de los que ella habla, eran los Holmes, de cuyo valor moral nunca tuve muy buena opinión. No obstante en presencia de H.P. Blavatsky y en condiciones impuestas por mí, he sido testigo en compañía del difunto Roberto Dale Owen y del general Lippitt, de una serie de fenómenos mediúmnicos absolutamente probados y satisfactorios.

Yo inicialmente desconfiaba un poco, pensando que tal vez fuese H.P.B. quien suministraba el poder necesario para su ejecución y que los Holmes solos no hubieran podido presentar más que fraudes, o nada.

Pero ahora buscando en los viejos Álbumes de recortes encuentro de letra de H.P.B. el siguiente memorándum que evidentemente destinaba a la publicación después de su muerte.


« Nota importante.

Sí, siento confesar que tuve que identificarme con los espiritistas en el momento en que los Holmes fueron vergonzosamente desenmascarados. Me era necesario salvar la situación. Yo había sido enviada de Francia a América para probar la realidad de los fenómenos y la falsedad de la teoría espiritista de los espíritus. Pero ¿cómo lograr el éxito?

No quería que todo el mundo supiera que yo podía producir esas mismas cosas voluntariamente. Había recibido órdenes en contra, y sin embargo era menester que mantuviese viva la fe en la realidad, autenticidad y posibilidad de los fenómenos en el corazón de aquellos que se habían convertido del Materialismo al Espiritismo, pero que volverían a su escepticismo después del descubrimiento de tanto fraude.

Por eso, reuniendo algunos fieles, fui a casa de los Holmes, y ayudada por M… [Morya] y sus poderes, evoqué de la luz astral las figuras de John King y de Catalina King; y produje fenómenos de materialización dejando creer a la masa de los espiritistas que la señora Holmes era el médium.

A ella le dio un miedo horrible al ver que esta vez la aparición era verdadera.

¿Hice mal?

El mundo no está todavía preparado para comprender la filosofía de la Ciencia Oculta; que sepa, por lo pronto, que existen seres de un mundo invisible, “espíritus” de los muertos o elementarios, y que el hombre posee poderes ocultos que pueden hacer de él un dios en la Tierra.

Cuando yo haya muerto, se apreciará tal vez mejor el desinterés de mis intenciones. He dado mi palabra de conducir los hombres hacia la Verdad durante mi vida, y sostendré esa palabra. Que me insulten y me desprecien, que unos me traten de médium y de espiritista, y otros de impostora; llegará un día en que la posteridad me conocerá mejor. ¡Oh! ¡Pobre mundo, tan torpe, tan malo y tan crédulo! »


Así todo queda explicado: ella había sido enviada a América para difundir el Espiritualismo oriental o Brahma Vidyâ (el conocimiento divino) e implantarlo en lugar del Espiritismo occidental más grosero.

Pero Occidente no estaba aún preparado para recibirlo, y su primer deber fue defender los fenómenos reales del “círculo” contra el enemigo jurado y activo de las creencias espirituales: o sea la ciencia física, materialista, intolerante con sus jefes y todos sus adherentes.

Por lo tanto, lo esencial era detener el escepticismo materialista y fortificar las bases espirituales de las aspiraciones religiosas.

Esta es la razón de que en la hora de la batalla, ella se situase con los espiritistas americanos, y por algún tiempo hiciese causa común con ellos.

Sí, la posteridad le hará justicia.





El control que Blavatsky tenía sobre los elementales

Quisiera recordar cuál fue el primer fenómeno que ella manifestase ser producido tan sólo por su voluntad, pero no puedo. Debió ser poco después de haber comenzado a escribir "Isis Develada", y tal vez éste:

Después de mudarse del número 16 de la plaza Irving y de haber hecho una visita a unos amigos en el campo, ella alquiló por algún tiempo un piso en otra casa de la plaza Irving, muy cerca del Lotos Club y del mismo lado de la calle.

Allí fue donde, más tarde, tuvo lugar la reunión amistosa en la que yo propuse la formación de la futura Sociedad Teosófica.

Uno de los concurrentes era un artista italiano, antiguo carbonario, el señor B.

En su primera visita yo estaba sólo con ella en el salón. Hablaron de asuntos italianos, y de pronto él pronunció el nombre de uno de los más grandes Adeptos. Ella se sobresaltó como si hubiese recibido una descarga eléctrica, le miró fijamente en los ojos y dijo en italiano:
 
-        “¿Qué hay? Estoy preparada.”

Él fingió no prestar atención, pero la conversación giró desde ese momento hacia la Magia, los magos y los Adeptos.

El señor B se levantó, abrió una ventana, hizo unos pases al exterior y de pronto una mariposa blanca entró en la habitación y voló hacia el techo.

H.P.B. rio sin malicia y dijo:
 
-        “Es encantador, pero yo puedo hacer otro tanto.”

Ella  también abrió la ventana, hizo los mismos signos y apareció una segunda mariposa blanca que subió hasta el techo como la otra, la persiguió a través del salón jugando con ella de tiempo en tiempo, la empujó hacia un rincón y frrt… las dos mariposas desaparecieron al mismo tiempo mientras nosotros las mirábamos.
 
-        “¿ Qué quiere decir eso?”, pregunté yo.
 
-        “¡Oh nada!, simplemente que el señor B puede transformar un elemental en mariposa y yo también.”

Esos insectos no eran más que una ilusión.


Recuerdo otras pruebas de su control sobre los elementales, que los indios llamarían Yakshini Vidyâ (que traducido del sanscrito significa literalmente "Conocimiento de los elementales"). 

He aquí una de las primeras: una fría noche de invierno, en que varios pies de nieve cubrían el suelo, habíamos trabajado en su libro Isis hasta una hora muy avanzada en su piso de la calle Treinta y cuatro.

Yo había comido cosas saladas en la cena y sintiendo sed, dije como a la una de la mañana:
 
-        “Sería delicioso tener unas uvas de invernáculo.”
 
-        “Ya lo creo –ella contestó– es preciso tenerlas.”
 
-        “Pero los comercios ya están cerrados y no podemos comprarlas”, clamé yo.
 
-        “No importa, las tendremos a pesar de eso”, ella me contestó.
 
-        “¿Pero como?”, le pregunté.
 
-        “Usted lo verá, si quiere tan sólo achicar un poco la luz del gas sobre la mesa delante de nosotros.”

Di vuelta a la llave, y sin querer apagué la luz.
 
-        “No hace falta tanto”, dijo ella; “no tenía usted más que disminuir un poco la luz. En fin, enciéndala en seguida.”

Había una caja de fósforos a mi alcance, y en un momento ya tuve encendida la luz.
 
-        “¡Mire!”

Exclamó ella señalando una estantería para libros que se hallaba en la pared, frente a nosotros. Y con gran sorpresa de mi parte, dos grandes racimos de buena uva negra de Hamburgo colgaban de las perillas de cada extremidad de uno de los estantes, y en seguida nos las comimos.

Cuando le pregunté qué procedimiento había usado, ella dijo que era la obra de ciertos elementales sometidos a su poder, y todavía dos veces más, mientras seguimos viviendo en la “Lamasería”, ella repitió ese fenómeno y nos procuró frutas para refrescar mientras trabajábamos en Isis.





Olcott conoce a los Adeptos

Poco a poco, H.P.B. me dio a conocer la existencia de los Adeptos orientales y sus poderes, y me dio la prueba de los suyos con una multitud de fenómenos.

Primeramente, como ya lo he dicho, los atribuía a John King, y fue gracias a su pretendida complacencia que yo entré en correspondencia personal con los Maestros. He guardado muchas de sus cartas, sobre las que yo mismo anoté la fecha de su recepción.

Durante años, casi hasta mi partida de Nueva York para la India, fui discípulo de la sección africana de la Fraternidad Oculta, pero más tarde fui transferido a la sección inda, a cargo de otro grupo de Maestros; esto fue cuando un maravilloso cambio psico-fisiológico tuvo lugar en H.P.B., del que no tengo el derecho de hablar y que nadie hasta ahora ha sospechado, ni aun entre aquellos que se figuran haber poseído más su intimidad y confianza.

Porque aquí puede decirse, no hay ni ha habido nunca más que una alianza o Fraternidad altruista en el mundo entero, pero está dividida en secciones, según las necesidades de la raza humana en sus diferentes grados de evolución.


El centro radiante de esta fuerza bienhechora se desplaza según los tiempos. Invisible, insospechada como las vivificantes corrientes del Akasha (la substancia primordial) pero igualmente indispensable al bienestar espiritual de la Humanidad, su energía combinada y divina se mantiene de edad en edad y refresca en la Tierra al pobre peregrino que se esfuerza hacia la Realidad Divina.

El escéptico niega la existencia de esos Adeptos porque no los ha visto, no ha hablado con ellos, y porque la historia no ha registrado su intervención oficial en los acontecimientos nacionales.

Pero millares de místicos, iluminados y filántropos de todas las épocas, a quienes la pureza de su alma ha elevado de las brumas físicas a la claridad de la conciencia espiritual, los han conocido, y en diversas ocasiones ellos han entrado en relaciones directas con las personas que se dedican o tratan de dedicarse al servicio de la fraternidad humana.

Algunos de ellos, a veces muy humildes y en apariencia indignos como nosotros los jefes del movimiento de la Sociedad Teosófica, han sido favorecidos con su simpatía y han recibido sus instrucciones

Unos discípulos, como H.P. B. y Damodar, han tenido sus primeras visiones desde su juventud; mientras que otros los han encontrado bajo extraños aspectos en sitios imprevistos; yo les he sido presentado por H.P.B. por un intermediario que mis precedentes experiencias me hacían más comprensible, un pretendido espíritu manifestándose por un médium.

El espíritu de John King me hizo conocer cuatro Maestros: un copto, un representante de la escuela neoplatónica de Alejandría, otro muy elevado, como un Maestro de Maestros que era veneciano, y un filósofo inglés desaparecido del mundo, pero aún no fallecido...

El primero fue mi primer Gurú (maestro espiritual) hombre de una rigurosa disciplina y de un viril esplendor de carácter.

Pasando el tiempo, supe por ellos mismos que H.P.B. era su fiel servidora, aunque su particular temperamento y su idiosincrasia, la hacían demasiado antipática a algunos para permitirles trabajar con ella.

Esto parecerá menos raro si se recuerda que cada individuo, Adepto o laico, evoluciona según un determinado rayo del Logos y se halla en simpatía con las almas que dependen de ese rayo, y tal vez en antagonismo en el plano físico con entidades procedentes de otro rayo. Y he ahí, probablemente, la última ratio de lo que se llama antipatía o simpatía magnética, áurica o psíquica.

Sea cual fuere la razón, había Maestros que no podían trabajar con H.P.B. Varios, en cambio, la utilizaban y entre ellos hay algunos cuyos nombres nunca han sido pronunciados, pero con los cuales yo tuve mucho que hacer en los comienzos del movimiento de la Sociedad Teosófica.





Los maestros le ordenan a Blavatsky ir a Nueva York

H.P.B. me contó, entre otras cosas, cuando ya estuve preparado para conocer la existencia de la Fraternidad y de las relaciones que con ellas mantenía, que ella había llegado a París el año anterior (1873) con la idea de establecerse allí por algún tiempo bajo la protección de uno de sus parientes, que vivía en la calle de la Universidad, pero que un día recibió de los “Hermanos” la orden terminante de ir a Nueva York a esperar instrucciones.

Al día siguiente ella partió sin más dinero que el de su pasaje. Escribió a su padre para que le enviase fondos a cargo del cónsul ruso en Nueva York, pero esto tenía que tardar algún tiempo, y como el cónsul se negó a darle un préstamo, ella tuvo que trabajar para vivir.

Me dijo que había alquilado un alojamiento en uno de los barrios más pobres de Nueva York –calle Madison– y ganaba su pan haciendo corbatas o flores artificiales (no lo recuerdo bien) para un excelente comerciante judío.

Ella hablaba siempre de ese buen hombre con reconocimiento. Las instrucciones no llegaban, y el porvenir era un libro cerrado.

Hasta que al año siguiente, en octubre de 1874, ella recibió la orden de ir a Chittenden para encontrarse con el hombre que debía ser su colega para una gran obra; y ese hombre era yo.

Los amigos íntimos recordarán su relato de la historia de su repentina partida, obedeciendo órdenes, de París para Nueva York.

El Sr. Sinnett lo menciona en su libro "Incidentes de la vida de la señora Blavatsky" (página 146), y ha sido publicado en otras partes. Pero esas personas no lo han sabido sino mucho tiempo después y sus enemigos podrían decir que fue una invención tardía, una mentirilla acoplada a una pequeña farsa subsiguiente.





El testimonio de Ana Ballard

La casualidad (si es una casualidad) me ha traído justamente en el momento en que escribo estas páginas, la corroboración de un apreciable elemento de prueba.

Una dama americana, la señorita Ana Ballard, periodista antigua, miembro vitalicio del Club de la Prensa de Nueva York, que tuvo trato profesional con H.P.B. desde la primera semana de su llegada a Nueva York, vino a pasar una temporada en Adyar.

En el curso de la conversación, entre otros hechos menos importantes, la señorita Ballard citó dos que le rogué me diese en seguida por escrito, a saber:

que H.P.B., a quien había encontrado en un sórdido alojamiento, le había dicho que súbita y repentinamente había dejado París de un día para otro,
y también que H.P.B. había visitado el Tíbet.

He aquí las propias palabras de la señorita Ballard:


« Adyar, enero 17 de 1892.

Querido coronel Olcott:

Conozco a la señora Blavatsky desde hace mucho más tiempo del que usted piensa. La vi en Julio de 1873 en Nueva York, cuando no hacía aún una semana de su desembarco.

Entonces era yo cronista del New-York Sun y se me había encargado un artículo sobre Rusia. Durante mis investigaciones sobre ese tema, un amigo me hizo saber la llegada de esta dama rusa y fui a verla; así comenzaron mis relaciones con ella que duraron varios años.

Desde mi primera visita me dijo que no había tenido la menor idea de dejar París para venir a América hasta la noche de la víspera de su partida; pero no me dijo por qué partió ni lo que la hizo partir.

Recuerdo perfectamente el aire de triunfo con que me dijo:

   -   “He estado en el Tíbet”.

Entonces no pude comprender el motivo por el cual ella diese más importancia a ese viaje que a los que decía haber hecho por Egipto, la India y otras partes, pero siempre lo decía con mucho énfasis y animación. Ahora sé el por qué.

Ana Ballard. »

(El motivo por el que Blavatsky estaba muy orgullosa de haber estado en el Tíbet es porque en ese entonces ese país estaba prohibido para los occidentales.)

A menos que se crea a H.P.B. capaz de haber previsto que la señorita Ballard me daría este testimonio en la India, diez y nueve años más tarde, el lector de buena fe convendrá que las declaraciones que hizo a la primera persona que conoció en Nueva York en 1873, corroboran firmemente las que después hizo a un gran número de personas, respecto a los dos puntos más importantes en la historia de sus relaciones con el movimiento teosófico:

1) Su preparación en el Tíbet.

2) Su viaje a América en busca de aquel cuyo karma unía a ella como coautor para poner en movimiento esta gran ola social.





La sociedad que Blavatsky fundó en el Cairo

Ella había hecho un intento, que fracasó, de fundar una especie de Sociedad de Espiritismo en El Cairo, en 1871 (Ver el libro "Alrededor del Mundo" de Peebles, pág. 315, y por Sinnett, op. cit., pág. 131 y siguientes), basándose sobre fenómenos.

Fue un fiasco lamentable que la cubrió de ridículo, porque no tuvo a mano los colaboradores requeridos. No obstante, ella produjo fenómenos mágicos de los más extraordinarios, con la ayuda de ese mismo copto y de otro Adepto que yo conocí más tarde. (2)

Parece que hubo entonces una loca prodigalidad de poder y energía psíquica, y que esto indicaba otra cosa bien distinta de la infalibilidad personal o la inspiración divina. Nunca he podido comprender eso.





Acerca de la Sociedad Teosófica

En cuanto a la Sociedad Teosófica, todo tiende a hacer ver que su evolución ha sido gradual, dirigida por las circunstancias y el resultado de fuerzas opuestas, que ha pasado por caminos, ya floridos, ya ásperos, y que su prosperidad ha dependido de la sabiduría o la tontería de su dirección.

Su orientación general y sus ideas motrices se han conservado idénticas, pero su programa se ha modificado, ampliado y mejorado, a medida que nuestros conocimientos crecían y que la experiencia sugería su utilidad.

Todo me demuestra que el movimiento es tal y como había sido preparado de antemano por los sabios que lo vigilan, pero que todos los detalles eran dejados a nuestros personales esfuerzos.

En caso de fracaso por la parte nuestra, otros habrían heredado nuestra oportunidad fallada, así como yo sucedí a los del grupo que fracasó en El Cairo en 1871.

A propósito del crecimiento de nuestros conocimientos, mirando hacia atrás, puedo constatar la continuada expansión de mis propias ideas, un sentimiento más profundo de la verdad y una mayor capacidad para asimilar y difundir ideas. Mis artículos publicados y mis cartas escritas entre 1871 y 1878, lo prueban claramente.

Cuando yo era inmaduro en Ocultismo hablaba como un niño de una manera frecuentemente dogmática y como un novicio pretencioso.

H.P.B. nunca me dijo en esos primeros tiempos nada que pudiese hacerme pensar que ella hubiera recibido la menor indicación de nuestras futuras relaciones, ni de lo que debería ser la Sociedad Teosófica hasta el momento en que ella fue enviada a encontrarme en Chittenden.

Como lo he dicho antes, por ella misma sabemos que fue enviada de París a Nueva York por el interés del Espiritualismo, en el mejor sentido de la palabra y antes de nuestro encuentro, ella había asistido a sesiones y frecuentado médiums sin manifestarse nunca en público.

En mayo de 1875, yo ensayé organizar con su concurso un círculo privado de investigaciones, con el nombre de Club de los Milagros.

Ella habla así de esto en su primer Álbum de recortes:

« Una tentativa, según orden recibida de T. B. (un Maestro) por intermedio de P. (elemental que hacía de John King). Orden de comenzar a decir la verdad al público sobre los fenómenos y los médiums.

Ahora mi martirio va a comenzar. Tendré a todos los espiritistas en contra, más los cristianos y los escépticos.

Que tu voluntad sea hecha. ¡Oh M.!

H.P.B. »


Nuestro proyecto era cerrar las puertas a todo el mundo, salvo a los miembros del Club, que deberían mantener secreto el lugar de las reuniones.
 
-        “Todas las manifestaciones, incluso las materializaciones, se producían en plena luz, sin gabinete”. (Spiritual Scientist del 9 de mayo de 1876).

Si se tomase esta nota de H.P.B. al pie de la letra, parecería que nunca hubiese habido Sociedad Teosófica, si el médium destinado al Club de los Milagros no nos hubiera abandonado, impidiéndome de ese modo terminar su organización.

(Blavatsky no estuvo muy interesada en el Club de los Milagros que fue sobre todo una organización impulsada por el coronel Olcott quien en ese entonces todavía seguía estando muy cautivado por el espiritismo.

Y el maestro Morya indicó que ya estaba previsto que la Sociedad Teosófica se fundaría en Nueva York en 1875, y que Olcott sería su presidente y Blavatsky su mensajera.) 





Coincidencias numéricas

Del libro del señor Sinnett extraigo la coincidencia de que ella llegó a Nueva York el 7 de Julio de 1873, es decir, el séptimo día del séptimo mes de su 42vo año (6x7), y que nuestro encuentro no se efectuó hasta que yo alcancé mis cuarenta y dos años.

Además, agregaré que ella murió en el séptimo mes del 17º año de nuestro parentesco teosófico.

Unid a esto el hecho reciente que últimamente publiqué en la revista Theosophist que la señora Besant solicitó de H.P.B. su admisión en la Sociedad Teosófica el séptimo mes del 17º año después de su ruptura final con la comunión cristiana, y tendréis una bonita serie de coincidencias notables.

(Estas coincidencias con los números 7 y 17 hicieron que el coronel Olcott previera que él moriría en día 7 o 17, y en efecto él murió el 17 de febrero de 1907, y la suma de las cifras de ese año da también 17.)






Notas de Olcott

1) Ella se describe a sí misma de la siguiente manera en una polémica:

“Una mujer vieja, de cuarenta, cincuenta, sesenta, noventa años, poco importa cuántos. Una mujer vieja cuyos rasgos kalmuko-buddho-tártaros no fueron nunca hermosos, ni en su juventud: una mujer cuyo mal aspecto, sus modales de oso y sus costumbres masculinas son a propósito para asustar a todas las hermosas damas bien encorsetadas y bien cinchadas.”

(Ver su carta 'El Knout' al R. P. Journal del 6 de marzo de 1878).


2) Ver un artículo publicado en el Frank Leslie's Popular Magazine de febrero del 1862, ilustrado con fantásticos grabados, pero que entre muchas mentiras decía algunas cosas ciertas.

Su autor, el doctor A. L. Rawson, cita el fracaso en El Cairo de la formación de una sociedad de investigaciones ocultas, y dice que “Pablo Métamon, un célebre mago copto, que poseía varios libros muy curiosos de fórmulas astrológicas, de encantos mágicos y de horóscopos, y tenía verdadero placer en mostrarlos a las personas convenientemente recomendadas”, había aconsejado esperar.

El doctor Rawson dice que H.P.B. había dicho a la condesa Kazinoff “que había penetrado por lo menos en uno de los misterios del Egipto, y lo había probado sacando una serpiente viva, de un saco oculto en los pliegues de su vestido”.

He sabido por un testigo ocular, que durante la residencia de Blavatsky en El Cairo, los fenómenos más extraordinarios se producían en las habitaciones donde ella se hallaba: por ejemplo que una lámpara se levantó de la mesa en que estaba colocada, y por el aire se trasladó a otra, como si alguien la hubiese llevado; que ese mismo copto misterioso desapareció de pronto del sofá en que estaba sentado; y otras maravillas, pero no milagros, puesto que la ciencia enseña ahora la posibilidad de la inhibición de los sentidos de la vista, el oído, el tacto y el olfato, por sugestión hipnótica.

Sin duda alguna una sugestión de esta clase hizo ver a los asistentes la lámpara en movimiento por el espacio, pero no la mano que la llevaba, y les hizo creer en la desaparición del copto. Era lo que H.P.B. llamaba “una prueba psicológica”, pero no por eso dejaba de ser un hecho real y científicamente importante.

Los sabios afirman la verdad de la inhibición, pero confiesan su  ignorancia acerca de su mecanismo. Los doctores Binét y Feré, en su célebre obra El Magnetismo Animal, dicen:

“¿Cómo ha producido el experimentador ese fenómeno curioso? No sabemos nada de ello. Registramos tan sólo el hecho externo, o sea que cuando se asegura a un sujeto sensitivo que un objeto presente no existe, esta sugestión tiene por efecto directo o indirecto, la producción en el cerebro del sujeto, de una anestesia local, correspondiente al objeto designado. ¿Pero, qué es lo que sucede entre la sugestión verbal que es el medio, y la anestesia sistemática, que es el resultado?… Aquí las leyes de la asociación, que tanto nos ayudan para resolver los problemas psicológicos, nos fallan.”

¡Pobres principiantes! No ven que la inhibición obra sobre el hombre astral, y que los magos orientales son más fuertes que ellos para producir pruebas psicológicas, sencillamente porque conocen más psicología y llegan hasta Aquel que contempla a este triste mundo ilusoria a través de las ventanas del cuerpo; al suspender los nervios telefónicos, es como si se cortasen los hilos eléctricos, no puede transmitirse ningún telegrama.

(Observación de Cid: esos fenómenos pudieron haber sido producidos hipnotizando la mente de quienes los vieron, pero también pudieron haber sido producidos por medio del doble astral: la lampara fue tomada con una mano astral, la cual se densificó lo suficiente para poder agarrar esa lámpara, pero se mantuvo imperceptible de la vista humana; y el copto pudo haberse sentado con su doble astral, el cual lo densificó lo suficiente para hacerlo visible, y después lo desvaneció.)















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