LISTA DE CAPÍTULOS

LA APARICIÓN SORPRESIVA DE BLAVATSKY EN LA LOGIA DE LONDRES EN 1884



Blavatsky mencionó que el 5 de abril de 1884, mientras que ella se encontraba en Paris, recibió órdenes de su Maestro de ir a Londres, y el día 7 se presentó de manera sorpresiva en una reunión de la Logia de Londres donde se estaba llevando a cabo un debate acerca del rumbo que tenía que tomar la rama teosófica de Inglaterra; y aquí les voy a recopilar los testimonios que he encontrado sobre ese evento:




TESTIMONIO DE HENRY OLCOTT

El coronel Olcott fue el primer presidente internacional de  la Sociedad teosófica de Adyar:

« Yo y H.P. Blavatsky estábamos en Paris. Me separé de H.P.B. el 5 de abril y tomé el tren para Londres con Mohini Catterji, debido a que me era necesario allanar las dificultades que se se estaban produciendo en el seno de la Rama Londres entre la señora Ana Kingsford, el señor Eduardo Maitland y sus amigos por una parte, y el señor Sinnett con el resto de los miembros por la otra, respecto al tema del valor relativo de la enseñanza inda y de la doctrina cristiano-egipcia que ella preconizaba.

Como la Logia amenazaba dividirse en dos bandos y mi misión era prevenir ese inconveniente, envié desde Niza una circular a todos los miembros inscritos en la Logia pidiéndoles que me escribiesen confidencialmente a París, cada uno por separado, lo que pensaban de la situación.

Llevaba dichas cartas conmigo en el tren para leerlas, y justamente leía un pasaje de la del Sr. Beltrán Keightley, en la cual él expresaba su firme convicción de que los Maestros arreglarían aquello del modo mejor, cuando de pronto cayó del techo del vagón una carta sobre la cabeza de Mohini.

Era de letra de K.H., dirigida a mí y contenía los consejos necesarios para zanjar la dificultad. Se podría decir que llegaba respondiendo a la fiel confianza del corresponsal cuya carta yo leía.

Quisiera que todos en la Sociedad supieran en qué grado es cierto que esos Grandes Hermanos que están detrás de nosotros nos siguen con un ojo vigilante a los que entre nosotros trabajan con energía e intención desinteresada y pura. Nada puede existir más reconfortante que saber que nuestros esfuerzos no son vanos y que nuestras aspiraciones no quedan ignoradas.

Como todos los desacuerdos de ese género, el de la Logia de London tendía a crecer y aumentar hasta producir una ruptura en aquel grupo que en otro tiempo era armónico.

Era menester darle un fin a esa disputa –si era posible– y tal fue el asunto principal que me llevó a Londres. Si yo hubiese sentido la más ligera duda, ésta hubiera sido disipada por una carta que recibí por medio de un fenómeno en mi camarote a bordo del Shannon la víspera de mí llegada a Brindisi, y de la cual doy el extracto siguiente:

« Sea perfectamente dueño de sí mismo para poder adoptar el buen partido en este enredo occidental. Vigile su primera impresión. Sus errores provienen siempre de que usted descuida esta precaución; no se deje influenciar por sus predilecciones, sus sospechas, sus antipatías.

Se han producido entre los miembros, tanto en París como en Londres, desacuerdos que ponen en peligro al movimiento, trate de disipar esos errores lo mejor que pueda haciendo un llamamiento a los sentimientos de fidelidad de todos, a la causa de la verdad, si no a la nuestra.

Haga sentir a todos que nosotros no tenemos favoritos y que no tenemos preferencias por determinadas personas, sino que sólo tomamos en cuenta los actos y a la humanidad en general. »
. . .

Al siguiente día habría de llevarse a cabo la elección anual de cargos para la Logia de Londres, de suerte que no había tiempo que perder. Ofrecí a la señora Kingsford extenderle una carta constitutiva para que formase una Rama suya que llevaría el nombre de Hermética: antes discutí el asunto con el señor Massey, amigo sincero suyo y mío.

Este ofrecimiento fue aceptado, y la elección se hizo sin obstáculos. Resultó electo presidente el señor G.B. Finch, vicepresidente y secretario el señor Sinnett, y la señorita Arundale tesorera.

Se iba haciendo todo muy bien, según la costumbre, cuando de pronto la entrada sensacional de H.P.B. interrumpió las operaciones. Yo la había dejado en París, pero ella había acudido sorpresivamente para asistir a esa reunión. »
(Viejas Hojas de un Diario II, cap. 8)






TESTIMONIO DE FRANCESCA ARUNDALE

Francesca Arundale fue una teósofa inglesa que estuvo presente en esa reunión.

« Fue en abril de 1884 cuando conocí a Madame Blavatsky . . . Recuerdo bien su llegada de París y su aparición inesperada en una reunión de la Logia de Londres de la Sociedad Teosófica que se estaba celebrando en Lincoln's Inn. La impresión que su notable personalidad me causó a mí y a los demás nunca se ha borrado de mi memoria. »
(En Memoria de HPB, p.69-73)






TESTIMONIO DE BERTRAM KEIGHTLEY

Bertram Keightley fue un teósofo inglés y él estuvo presente en ese acontecimiento:

« Mi primer encuentro con HPB tuvo lugar en una importante reunión de la Logia de Londres perteneciente a la Sociedad Teosófica que tuvo lugar en las habitaciones del Sr. Hood en Lincoln's Inn y en donde de repente Blavatsky y de la manera más inesperada hizo su aparición, habiendo venido en un momento desde París en obediencia a esa voz cuyas directivas siempre fueron para ella su ley absoluta. »
(En Memoria de HPB, p.90-93)






TESTIMONIO DE ARCHIBALD KEIGHTLEY

Archibald Keightley era sobrino de Archibald, también fue un teósofo inglés y también estuvo presente en ese evento:

« Fue en la primavera de 1884 cuando la vi por primera vez. Yo estaba entonces en vísperas de unirme a la Sociedad Teosófica, o acababa de hacerlo, y asistía a una reunión de la Logia de Londres celebrada en Lincoln's Inn, con el propósito de resolver bajo la presidencia del Coronel Olcott ciertas diferencias entre los puntos de vista orientales y occidentales sobre la Teosofía.
 
Durante esa reunión noté particularmente que una dama algo corpulenta entraba silenciosamente en la habitación y se sentaba cerca de la puerta. No ocurrió nada hasta que se hizo alguna mención de lo que había hecho Madame Blavatsky, entonces esta dama comentó en voz baja: "Así es", y después de eso se produjo una gran expectación y se la llevaron a la cabecera de la sala, mientras que la reunión rompió en confusión.
 
Parecía que Madame Blavatsky había encontrado imperiosamente necesario asistir a esa reunión; ella había partido de París sin equipaje ni acompañante; y de hecho había llegado en el tren exprés y había seguido su instinto oculto al guiarse hacia el lugar donde se celebraba la reunión de la que ella no tenía la dirección. Y como Madame Blavatsky regresó a París al día siguiente (o al siguiente) no tuve la oportunidad de conocerla en esa ocasión. »
(En Memoria de HPB, p.55-58)



En otro artículo el señor Archibald dio más detalles:

« La primera vez que vi a la Sra. Blavatsky fue en 1884, poco después de unirme a la Sociedad Teosófica. Se había convocado una reunión en las habitaciones de un miembro en Lincoln's Inn.

El motivo de la reunión residía en las diferencias de opinión entre el Sr. Sinnett, por un lado, y la Sra. Kingsford y el Sr. Maitland, por el otro.

El coronel Olcott presidía la reunión e intentó conciliar las diferencias, pero sin éxito. Junto a él se sentaron las partes en pugna, Mohini M. Chatterji y una o dos personas más, frente a una sala larga y estrecha que estaba casi llena de miembros de la Sociedad Teosófica londinense.

La disputa continuó, acalorada, y la sala se llenó poco a poco; el asiento a mi lado lo ocupaba una señora corpulenta que acababa de llegar, casi sin aliento.

En ese momento, alguien en la cabecera de la sala aludió a alguna acción de la Sra. Blavatsky, a lo que la señora corpulenta confirmó con las palabras: "Así es".

En ese momento la reunión se disolvió en un caos. Todos corrieron hacia la corpulenta dama, mientras Mohini llegaba a sus pies de rodillas.

Finalmente la llevaron al fondo de la sala donde los "dioses supremos" habían sido entronizados, exclamando y protestando en varios idiomas en la misma frase, y la reunión intentó continuar. Sin embargo tuvo que levantarse, y que yo sepa, nunca volvió a reunirse.

Al día siguiente me presentaron a Madame Blavatsky, quien era mi corpulenta vecina de la reunión. Su llegada fue totalmente inesperada y su salida de París, según me contó mucho después, solo se organizó "bajo órdenes" media hora antes de partir.

Ella llegó a Charing Cross sin saber el lugar de la reunión, solo sabiendo que tenía que asistir.

    -   "Seguí mi olfato oculto", me dijo.

Y así fue desde la estación hasta Lincoln's Inn y encontró el camino a ese lugar a pie.

Su llegada fue singularmente oportuna, pues disolvió una reunión que se negaba a ser pacífica, a pesar de todo el aceite que el coronel Olcott vertía en sus aguas turbulentas.

Madame Blavatsky regresó a París casi de inmediato y no la volví a ver hasta que regresó a Londres para alojarse en Elgin Crescent. »
(Theosophical Quarterly, octubre de 1910, p.109-122)










EL INFORME DE LA SPR CONTRA BLAVATSKY ANALIZADO POR EL CORONEL OLCOTT



La Sociedad para las Investigaciones Psíquicas de Londres (S.P.R.) a finales de 1884 publicó un reporte conocido como "El Informe Hodgson" donde acusó a Blavatsky de ser una estafadora.

Y a continuación les voy a transcribir lo que el coronel Henry Olcott en su obra "Las Viejas Hojas de un Diario" escribió acerca de esa acusación contra Blavatsky perpetrada por la S.P.R.:



Al inicio la S.P.R. era amical

El 16 de abril de 1884, asistí a una cena dada en mi honor en el Atheneum Club por el señor W.H. Coffin, de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, quien invitó para encontrarse conmigo a los señores: W. Crookes, el profesor W.F. Barret, el coronel Hartley, H.J. Wood, A.P. Sinnett, F. Podmore, E. Pease, Rev. Dr. Taefel, F. W. H. Myers y Ed. Gurney.

¡Ciertamente una brillante asamblea de sabios y escritores!

Era esto en los días anteriores al ataque de los Misioneros y los Coulomb, cuando la Sociedad Teosófica no había sido aún puesta en cuarentena y H.P.B. todavía no había sido declarada por la S.P.R. como la charlatana más destacada y peligrosa de nuestra época.

(Capítulo II-8)





Reflexión de Olcott sobre el Informe de la S.P.R.

Dos corrientes distintas y bien diferentes, del Karma de la Sociedad Teosófica, convergían en aquel tiempo hacia nosotros que no sospechábamos nada de su futura importancia.

Una de ellas era el resultado de mi especial misión a favor de los budistas de Ceylán, que motivó mi viaje a Europa, y la otra era el haber establecido contacto con la Sociedad para las Investigaciones Psíquicas de Londres.

La primera corriente, de naturaleza favorable, nos dio honor y colmó de alegría a todo un pueblo. La segunda perjudicó a la reputación de la S.P.R., nos causó grandes dolores inmerecidos, empeñó nuestra buena fama e hirió el corazón de H.P.B., la gran servidora ignorada de nuestra raza. Esta corriente se presenta la primera cronológicamente, y nos ocuparemos, ante todo, de ella.

Hubo un comienzo de relaciones entre nosotros y la S.P.R.; por nuestra parte, entera cordialidad y sin desconfianza; aparentemente por su parte una simpatía igual; agradables reuniones en casa de sus principales miembros, y finalmente un consentimiento de mi parte para ser examinado por una comisión de la S.P.R.

Nuestro cielo era del más puro azul sin que la menor nube anunciase la tempestad que se preparaba. Alegres en verdad, fueron aquellos días de París y de Londres; H.P.B. y yo estábamos llenos de entusiasmo.

El 11 de mayo de 1884 comenzaron mis sesiones con los señores F.W.H. Myers y J.H. Stack. Un taquígrafo recogía las preguntas y las respuestas. El informe fue publicado en diciembre de 1884 en un folleto de 130 páginas (confidencial y reservado para los miembros de la S.P.R.) conteniendo también los testimonios de Mohini Chatterji y 42 apéndices documentales.

La investigación versaba sobre las apariciones de fantasmas de personas vivas, la proyección y la constitución materiales del doble humano, las visitas hechas a los testigos por Adeptos o Mahatmas vivos, los aportes de objetos ponderables, las campanas astrales, la llegada en forma fenoménica de documentos escritos, la precipitación de escritura de los Mahatmas en cartas selladas de corresponsales ordinarios durante su transporte por el correo, el regalo de flores por el doble de un Adepto a un grupo de observadores, etc.

Me parece que la lectura del informe demostrará a todos los lectores el perfecto candor, la franqueza, y la evidente buena fe de los testigos, así como la amplia corroboración de los documentos presentados por nosotros a la comisión. Pero seria menester haberse encontrado en nuestro lugar para comprender nuestros sentimientos, cuando más tarde la Sociedad de Investigaciones Psíquicas comenzó sus despiadados ataques contra H.P.B., nuestros Maestros y contra nosotros mismos.

Habíamos expuesto toda una serie de experimentos personales que para nosotros tenían el carácter más sagrado, y eso sin que de ello hubiéramos de recoger ninguna ventaja ni provecho, sino tan sólo a fin de que nuestro testimonio viniese a ayudar la causa de la ciencia espiritualista y a reconfortar a otros interesados menos favorecidos que nosotros.

Comparecimos ante la comisión sin preparar nuestro asunto, contentándonos con responder a las preguntas que nos dirigían, y de esa manera nos habíamos puesto a la merced de personas que no compartían nuestros entusiasmos, y que además abrigaban la preconcebida idea de criticar, analizar nuestras declaraciones, descubrir en ellas contradicciones, y que en el pronunciamiento de su juicio final se mostraron sin consideraciones para nuestros sentimientos, escépticos en lo tocante a nuestros motivos, y completamente despiadados.

Pero aún hay algo peor, eran personas incompetentes, sin experiencia de las leyes psíquicas, extraviadas por las conclusiones de uno de sus agentes, el doctor Hodgson, al que enviaron a la India para verificar nuestras afirmaciones y recoger testimonios, igualmente engañados por el informe absolutamente incompetente de un perito calígrafo; se situaron ante la posteridad como virtuosos acusadores de una mujer, H.P.B., que jamás hizo daño a nadie, ni sacado ningún provecho de los servicios que hizo al Mundo; no obstante, no vacilaron en infamarla diciendo que ella era “uno de los impostores más completos, más ingeniosos y más interesantes que se hayan conocido”.

(Véase 'Report of the comite appointed to investigate phenomena conected with the Theosophical Society' por los señores: E. Gurney, F.W.H. Myers, F. Padmore, H. Sidgwick y J.H. Stack, 1885.)

Este segundo informe fue recibido por la pobre H.P.B. en el que creímos ser su lecho de muerte, y casi la mató. Ella escribió con lápiz azul en el ejemplar que en este momento tengo ante mí, estas tristes palabras:

« La señora Blavatsky, que pronto morirá porque está condenada, responde lo siguiente a sus amigos de la S.P.R.: después de mi muerte, esos fenómenos que son la causa directa de mi fin prematuro, continuarán más que nunca. Pero muerta o viva, imploro a mis hermanos y amigos que no los comuniquen al público; que jamás sacrifiquen su tranquilidad y su honor para satisfacer la curiosidad del público bajo pretexto de ciencia.

Leed este libro; nunca, en el curso de mi triste y larga vida, he visto tantas sospechas despreciativas y fuera de lugar, arrojadas a la cabeza de una mujer inocente, como en estas páginas publicadas por pseudo amigos.

H. P. Blavatsky.
Adyar, 5 de febrero de 1885, en mi lecho de muerte. »


Ella agrega que no me perdonará jamás el haber “llamado la atención de los sabios aficionados de la S.P.R. sobre nuestros fenómenos”, lo cual era un poco duro para mí, dado mi papel inocente en todo este asunto. Yo no conocía nada que debiera mantenerse oculto, no sospechaba ninguna mala fe en nadie, y estaba dispuesto a dar todas las facilidades a quienes desearan profundizar los hechos.

Esto es lo que netamente demuestra el informe del doctor Hodgson sobre su investigación en la India como agente especial de la S.P.R. Dice de mí en la página 311:

« Su buena fe está demostrada por su prisa para facilitarme extractos de su propio diario, y las facilidades que me dio para examinar documentos importantes que tenia en su poder.

Además me ayudó en todo lo que pudo para recoger los testimonios de los indígenas. Hasta el punto de que habiendo dicho que me parecía que el señor Damodar intervenía indebidamente en el interrogatorio de un testigo, poco después de mi llegada a la India, me pidió que no vacilase en llamar aparte a los testigos para interrogarles, y tomó medidas para facilitármelo. »



Ahora bien, hay aquí varios puntos que no habrán de perderse de vista en la revisión de la condena general contra la señora Blavatsky y del descrédito vertido sobre sus fenómenos por el doctor Hodgson y sus colegas de la S.P.R.:

1° La comisión de Londres no juzgó una causa preparada y defendida; el señor Sinnett, Mohini y yo, habíamos simplemente respondido de pronto a las preguntas que nos hicieron, sólo basándonos en nuestros recuerdos y sobre acontecimientos de los cuales algunos habían tenido lugar años antes.

Cuando se produjeron estos incidentes con la S.P.R., no habíamos tomado medidas exactas, ni consultado los péndulos, ni cosido a H.P.B. dentro de un saco y tampoco la habíamos atado a la silla con cuerdas selladas como se hace con los médiums.

Menos todavía habíamos pensado en molestar a los augustos personajes que se dejaban ver un instante, ni en decidir que cambiaran de sitio, que se pusieran aquí o allí, ni en rogarles que se dejasen pesar, pellizcar o dar vueltas para aseguramos de su realidad. Nunca oí yo decir que nadie haya tratado así a personajes santos.

De suerte que sencillamente facilitamos los manejos de una comisión que no se preocupaba de nuestras intenciones ni opiniones respecto a nuestros Maestros vivientes, sino que como principal objeto perseguían el de arruinar a una gran Sociedad rival, desembarazándose de ella para reinar en su lugar. Al menos esto es lo que parece resaltar de todo el informe.


2° Cuando más tarde, en la India, se procedió al interrogatorio de los indos y otros testigos del país, que habían firmado los certificados publicados en 'The Theosophist', en 'Hints on Esoteric Theosophy' de A. O. Hume, y en otras publicaciones, se hizo resaltar expresamente todas las contradicciones, sin tener en cambio ninguna cuenta:

a) de la completa inexperiencia de los asiáticos en asuntos de métodos de investigaciones psíquicas;

b) de su incapacidad mental para repetir exactamente sus observaciones e impresiones del momento en que se habían producido los fenómenos, sin que hubiese tomado en dicho momento ninguna precaución, sin tomar previas medidas ni tener cuidado de los detalles. Porque nadie había pensado entonces que tendría que hacer memoria del hecho al cabo de cuatro o cinco años, o más aún.

Un investigador experimentado hubiera comprendido al primer golpe de vista que en tales circunstancias las contradicciones eran inevitables y que no podía esperarse conseguir recuerdos muy precisos. Cualquier observador imparcial de los círculos espiritistas sabría eso.

Yo mismo he acompañado al difunto Dale Owen, a Epes Sargent y a otros hombres igualmente honrados e instruidos, a sesiones donde me demostraron que eran incapaces de observar con exactitud. Entonces, ¿qué puede esperarse de indos que no tenían la menor experiencia personal de esa clase?


3° La principal acusadora de la señora Blavatsky fue la señora Emma Coulomb, y del valor moral de ésta, puede juzgarse por la declaración que hizo a los misioneros de que ella había tenido siempre conocimiento del carácter fraudulento de los fenómenos de H.P.B. Y le había servido deshonrosamente de cómplice.

Podrían obtenerse de ella datos interesantes informándose por las damas del harem real de El Cairo.


4° Las pretendidas cartas de H.P.B. a la señora Coulomb no me han sido enseñadas nunca por nadie, aunque hubieran podido hacerla con facilidad; esto no prueba nada en favor de su autenticidad.


5° El perito calígrafo que declaró que las cartas de K.H. y otros Mahatmas habían sido escritas por H.P.B. (basándose en ciertos parecidos de esas letras con la suya) y en cuya opinión la S.P.R. se fundó para acusarla, es célebre por haber afirmado, después de un análisis, que “las falsificaciones de Pigot” eran cartas auténticas del señor Pamell. No obstante, el falsario se suicidó más tarde en la prisión, después de confesar que él las había escrito.

Además, el principal perito de la Alta Corte de Berlín, ha dado una opinión diametralmente opuesta. El señor G. Gebhard, cónsul de Persia, le dio para que estudiase cartas de H.P.B. y de K.H., e informó por escrito que “era imposible que ambas cartas hubieran sido escritas por la misma mano”. (Ver Theosophist, junio de 1886, suplemento).


6° Aunque el parecido entre la escritura de la señora Blavatsky y las de los Maestros hubiera sido más grande aún, esto no habría sido una prueba de fraude, porque según lo sabe el último principiante en investigaciones psíquicas, cualesquier mensaje psíquico, ya sea escrito en una pizarra encerrada, en un papel puesto sobre el suelo, o en el techo, o a la distancia que sea, se parece siempre a la escritura del médium.

Esta regla se aplica a todos los agentes por medio de los cuales se transmiten mensajes psíquicos por escrito.

Ni el doctor Hodgson, ni sus colegas, ni sus infalibles “peritos” parecen haber conocido ese hecho elemental, pero eso no les ha impedido que juzgasen con injusticia y crueldad a una mujer sobre la cual se encarnizaron con sus garras como los lobos sobre una osamenta.

Quisiera contenerme en cierta moderación, pero esto es muy difícil cuando pienso en la injusticia de que fue víctima mi antigua colega.

Compararé la actitud de la comisión de la S.P.R. a una reunión de hombres capacitados e instruidos, pero cegados por al farisaísmo hasta el punto de no poder percibir los hechos tal como son, y que no temen poner con violencia sus manos sobre la reputación de una persona que tenía derecho, según los principios de toda justicia humana, al beneficio de la duda.

Hace poco tiempo, el venerable editor de 'Light' (número de noviembre del 1897) ha trazado el retrato del señor Podmore de un modo que demuestra cuán débiles eran las probabilidades de que H.P.B. fuese tratada con justicia por esa comisión de la S.P.R.:

« Paciente, tomándose un trabajo increíble, con un ojo de lince para descubrir una paja, y con una habilidad no menos asombrosa para hacer descarrilar un incidente, arrojando al tren que sube a la vía descendente.
. . .
El señor Podmore es incrédulo con entusiasmo. Tiene de antemano fuertes prejuicios contra todas las cosas espirituales, y se entrega por entero a su tarea: ahora bien, esta consiste en descubrir agujeros y taparlos con lo que se halla al alcance de su mano; y en caso de no hallar nada substancial para hacerlo, no le falta jamás una provisión de insinuaciones, suposiciones gratuitas y atrevidas afirmaciones. Pero, un pasaje del fin del libro nos da la clave de su actitud. ... "Ciertamente tenemos que admitir algo anormal en alguna parte" —dice–.

Es más sencillo creer que el médium es de una falta de honradez anormal, que suponer en él unos poderes psíquicos anormales. »

¿Qué consideraciones han tenido con H.P.B.?

En vano se busca en su informe la menor traza de ellas.


7º El doctor Hodgson, el agente-detective enviado por la S.P.R. a la India para sacar a luz la verdad, se ha convertido más tarde en espiritista convencido, hasta el punto de que declaró auténticos los fenómenos de la señora Piper, médium, después de haberlos estudiado por espacio de seis años.

En sus primeros tiempos, empleaba catorce horas para redactar el informe de una sola sesión de escritura sobre pizarra, es decir, en los tiempos en que era tan escéptico e incompetente en cuestión de “poderes psíquicos” como siguió siéndolo el señor Podmore.

¡Qué tristeza da pensar hasta qué punto su informe acerca de H.P.B. hubiera resultado diferente, si él hubiese sido un observador competente en hechos psíquicos! ¡Qué tristeza, porque en tal caso se le habría podido hacer justicia, ahorrándole años enteros de inmerecidos sufrimientos!

Todo el informe del señor Hodgson demuestra hasta qué grado su ánimo era entonces el mismo del señor Podmore; un solo ejemplo bastará para ilustrar su negatividad:

El señor S. Ramaswamier, secretario del Juzgado de Tinnevelly, en la Presidencia de Madrás, encontró a mi Gurú a caballo en la región de Sikkim y sostuvo con él una larga conversación que reprodujo extensamente en 'The Theosophist' de diciembre de 1882.

Respecto a eso, el doctor Hodgson dice: “No veo nada inverosímil en suponer que el papel del Mahatma era desempeñado por uno de los cómplices de la señora Blavatsky”.

¡Como si una mujer sin dinero hubiera podido pagar un ejército de impostores repartido por toda la extensión de la India, y hasta en Sikkim!


8º El testimonio de la familia de H.P.B. prueba que en su presencia se produjeron desde su infancia raros fenómenos, y otros del mismo género han tenido lugar ante mí y ante numerosas personas, en América y en la India, mucho tiempo antes de que los Coulomb aparecieran en escena, y en circunstancias en las cuales la teoría de la mala fe o de las complicidades es inaplicable.

Considero que esto debería pesar fuertemente sobre la opinión pública, pero por desgracia la comisión de la S.P.R., en medio de su ignorancia y de su falta de experiencia, dudaba de la posibilidad de semejantes fenómenos, y –según lo dice Podmore en el párrafo antes citado–, como era menester admitir algo de anormal en alguna parte, era más sencillo creer que el médium poseía una anormal falta de honradez que suponer en él la posesión de poderes psíquicos anormales.

Que el lector reflexione un momento y verá cómo era imposible que los miembros de la comisión fuesen calificados para dictaminar sobre fenómenos de la clase de los producidos por H.P.B.

Se ha visto, tanto en Europa como en América, una buena cantidad de médiums, pero ningún Adepto de las ciencias psíquicas ha aparecido después de Cagliostro y del conde de Saint Germain.

Entonces,

¿A qué serie de fenómenos verificados podía ser comparada la de H.P.B. para apreciarla?

En toda la esfera de las investigaciones científicas, ninguna otra rama como la de la física trascendental, exige del experimentador tanta penetración intuitiva y capacidad para pesar delicadamente los hechos, un conocimiento tan profundo del hombre bajo sus aspectos físico, mental y espiritual, una familiaridad tan grande con las antiguas escuelas filosóficas y de Ocultismo, tanta memoria para recordar los poderes destacados de los Adeptos, y tales dotes como se necesitan para poder verificar experimentalmente y de primera mano el número y manera de obrar de las fuerzas sutiles de la Naturaleza.

¿De qué modo los señores Myers, Gurney, Podmore, Stack, Sidgwick y Hodgson se hallaban especialmente capacitados para efectuar esa investigación?

¿Qué peso tiene su fallo?

Se desprecia la crudeza de las opiniones que un comerciante sin instrucción expresa sobre astronomía, matemáticas, simbología, la supervivencia del espíritu, o sobre otros grandes asuntos que no conoce.

¿Pero en qué se diferencia de aquellos aficionados de la psicología práctica que tampoco se hallaban calificados para emitir un juicio equitativo acerca de los poderes Psíquicos de H.P.B.?

Estaban tan autorizados para ello como nuestro tendero de ultramarinos, el sastre, o el fabricante de crema para el calzado.

¿Puede creerse que si la S.P.R. hubiera tenido necesidad de procurar convertir al público a teorías contrarias a la corriente opinión, o a cualquier nuevo aspecto de un error antiguo, como por ejemplo de la teoría geocéntrica, hubiese presentado con tanta negligencia su causa y habría corrido el más ligero riesgo de incurrir en la censura de la posteridad más avisada?

Pero la tentación de conseguir el descrédito de una personalidad peligrosa, tachándola sencillamente de notoria impostura, haciendo un llamamiento a la ignorancia popular y a los prejuicios del público, era demasiado fuerte para poderla resistir; lanzaron la calumnia y pasaron, dejando el envenenado dardo en el corazón de aquella pobre taumaturgo imprudente [Blavatsky], impulsiva, que se sacrificaba por su raza.

Tuvieron su día de triunfo, mas la divina justicia vengará, sin embargo, su inexorable veredicto.


A pesar de todo lo que hayan podido hacer los otros amigos de H.P.B., yo he tratado siempre de presentarla como una persona natural y no sobrenatural. He hecho todo lo posible relatando mis observaciones de sus fenómenos para decir la verdad sencilla y presentarlos sin prejuicios. Me atuve siempre a esa manera de obrar, a pesar de la oposición de muchos de mis colegas, que hubiesen querido ver que ocultaba sus debilidades.

Me importaba poco lo que pensasen de mí; tenía que cumplir un deber para con mi bienhechora, mi amiga, y cofundadora de la Sociedad Teosófica. Creo haberlo cumplido mejor diciendo la verdad, sin agregar nada favorable ni ocultar nada desagradable. He presentado a H.P.B. en los diferentes aspectos de su carácter, los unos casi angélicos, mas los otros diametralmente opuestos.

Con frecuencia me han preguntado en mis giras de conferencias por lejanos países, qué tenía yo que decir en su defensa, como respuesta a las acusaciones de los Coulomb y de Hodgson.

He respondido siempre que dichas acusaciones no se habían formulado nunca con justicia, sino de una manera ligera y poco convincente; que para mí tenía el convencimiento de haberle visto producir tantos fenómenos en circunstancias tales que no se prestaban a la duda, que me hallaba convencido de que ella era una gran iniciada capaz de manejar las fuerzas ocultas de la Naturaleza.

Pero que a pesar de todo, aunque hubiesen de reconocerse como probadas todas las acusaciones dirigidas contra sus fenómenos, sin embargo las  enseñanzas que nos ha legado bastan para hacer de ella una bienhechora de la humanidad y para ser acreedora del ferviente agradecimiento de millares de hombres y mujeres a quienes sus libros han señalado el camino de las cumbres de la verdad espiritual.

Y he emplazado a los que me habían formulado la pregunta antes dicha para que indicaran públicamente a aquel de los superficiales acusadores de la señora Blavatsky que pudiese reclamar sus derechos a la menor parte del amor y gratitud que ella recibía, por lo que él había hecho por el bien público.

Nunca dejaron de aplaudirme mis oyentes, porque en el fondo de la humana naturaleza hay un apasionado amor por la justicia, y eso es lo que lavará la mancillada reputación de H.P.B.

En resumen, todos creemos instintivamente en el Karma, y en lo que respecta a la víctima de la S.P.R., ahora ella [Blavatsky] está fuera del alcance de sus ataques y puede sonreír ante sus maliciosos esfuerzos contra ella. Su Karma la sometió a ese aplastante cúmulo de tristezas, pero la prueba ya pasó y ahora ella puede “saber cuán sublime es permanecer fuerte en el dolor”.

(Capítulo II-9)





La S.P.R. acusó a Blavatsky de escribir las cartas de Kuthumi

Entre Kuthumi y Damodar se establecieron estrechas relaciones de maestro a discípulo, y Damodar se dedicó por entero al adiestramiento psíquico llevando un régimen estricto para ello: reservando horas especiales para la meditación, cultivando el espíritu de sacrificio y ocupándose día y noche hasta el límite de sus fuerzas, en los trabajos del cargo oficial que le di en la Sociedad Teosófica.

Kuthumi le ordenó que me acompañara en la gira que hice al norte de la India en 1883, y durante todo el viaje se manifestaron numerosas pruebas de los progresos que Damodar hacía en su desarrollo espiritual.

Recuerdo que me sorprendió, la noche de nuestra llegada a Cawnpore, transmitiéndome verbalmente un mensaje de Kuthumi, en respuesta a mis dudas sobre lo que yo debía hacer en cierto caso que se acababa de producir, y diciéndome que hallaría escrito eso en una carta encerrada en mi escritorio, del cual yo tenía la llave en mi bolsillo, de donde no había salido en todo el día.

Fui a abrir mi escritorio y encontré allí la carta anunciada, que debo recalcar, era de la letra que más tarde, los "sabios" de la S.P.R. juzgaron, según el "infalible" señor Netherclift, ser producto de H.P.B, pero que era del Maestro Kuthumi.

Y como entonces H.P.B. y yo estábamos separados por una distancia de cinco días en diligencia, no había lugar para la hipótesis de un fraude.

(Capítulo III-3)


Observaciones

Los miembros de la S.P.R. arguyeron que Damodar era un cómplice de Blavatsky, pero esa teoría se desmorona debido a que también hubo personas que recibieron cartas del maestro Kuthumi aunque en ese momento Blavatsky y Damodar se encontraban al otro lado del mundo.

Como por ejemplo la carta que recibió el Dr. Wilhelm Hübbe-Schleiden el 1 de agosto de 1884, cuando él y el coronel Olcott viajaban en el tren de Elberfeld a Dresde, en Alemania.

Y entonces los miembros de la S.P.R. van a arguyir que el coronel Olcott también era un complice, pero esa teoría se desmorana debido a que la tía de Blavatsky también recibió una carta del maestro Kuthumi en 1870 en Odesa, cuando en ese entonces Olcott estaba en los Estados Unidos, Blavatsky estaba en el Tibet y Damodar estaba en la India.

Pero entonces los miembros de la S.P.R. van a arguyir que la tía de Blavatsky también era un complice, pero esa teoría se desmorana debido a que Annie Besant también recibió una carta del maestro Kuthumi en 1900 en Londres, cuando en ese entonces Blavatsky ya había fallecido, su tía seguía viviendo en Odesa, Olcott estaba en la India y Damodar había desaparecido.

Pero entonces los miembros de la S.P.R. van a arguyir que Annie Besant también era un complice, etc.

Y ese es el detalle: a menos de que todas las personas de esa época que recibieron cartas de los maestros, o aseguraron haber visto a los maestros Kuthumi y Morya, hayan sido cómplices (y estamos hablando de un centenar de testigos lo cual hace extremadamente poco probable que eso haya sido posible), entonces la explicación más tangible es que los maestros transhimaláyicos si existen.

Pero los materialistas acérrimos no pueden aceptar esa realidad porque entonces se les derrumba su creencia de que solo existe el mundo físico, y al igual que los creyentes fanáticos ellos lucharán por su creencia de manera irracional.





El desdoblamiento astral de Damodar

En Moradabad, Damodar me dio otra prueba de su poder recientemente adquirido, su capacidad de viajar en su doble astral. Él fue a Adyar, habló con H.P.B., oyó la voz de un Maestro que daba un mensaje para mí, y pidió a H.P.B. que me telegrafiase el resumen de todo eso para probarme la verdad de lo que él me afirmaba.

Al regresar de su viaje astral me contó su viaje nocturno, dictó el mensaje tal como él lo había oído, y todos los que se hallaban en mi habitación firmaron un acta de su relato.

Al día siguiente por la mañana, el cartero me trajo el esperado telegrama de H.P.B., como es costumbre en la India para los telegramas “diferidos”, y este corroboraba por completo el mensaje dictado por Damodar, y los testigos presentes firmaron otra vez, pero al dorso del mismo telegrama.

Sin embargo la S.P.R. ha hecho todo lo posible para dejar sentado en este caso el poco valor del testimonio de Damodar y mi falta de sentido común, pero yo presento honradamente los hechos tal como tuvieron lugar, y no me inquieto en absoluto de la opinión de los incrédulos.

(Capítulo III-3)


Nota

El comportamiento de los materialistas fanáticos siempre es el mismo: no analizan seriamente sino que solo rechazan cualquier fenómeno paranormal asegurando que es un fraude; y aunque la mayoría lo son, hay un pequeño porcentaje que probablemente si son verdaderos.









RICHARD HODGSON ESCRUTADO POR EL CORONEL OLCOTT



Richard Hodgson fue el individuo que la Sociedad para las Investigaciones Psíquicas de Londres (SPR) envió a la India para que él investigara los fenómenos paranormales que se habían producido en la Sede Central de la Sociedad Teosófica, ubicada en Adyar, Madrás.



Argumento de Hodgson contra el testimonio de Ramaswamier

Acerca de la respuesta que el señor Hodgson tuvo sobre el encuentro que el brahmán S. Ramaswamier aseguró haber tenido con el maestro Morya, el coronel Olcott en su libro "Las Viejas Hojas de un Diario II" comentó lo siguiente:

« Todo el informe del señor Hodgson demuestra hasta qué grado su ánimo era entonces el mismo que el del señor Podmore [o sea despreciar a Blavatsky sin investigar con seriedad]; y un solo ejemplo bastará para demostrárselos:

El señor S. Ramaswamier, secretario del Juzgado de Tinnevelly, en la Presidencia de Madrás, encontró a mi Gurú [el maestro Morya] a caballo en el reino de Sikkim y sostuvo con él una larga conversación que posteriormente se reprodujo extensamente en la revista The Theosophist de diciembre de 1882.

Pero respecto a eso, el doctor Hodgson simplemente replicó:
 
-       “No veo nada inverosímil en suponer que el papel del Mahatma fue desempeñado por uno de los cómplices de la señora Blavatsky.”

¡Como si una mujer sin dinero hubiera podido pagar un ejército de impostores repartidos por toda la extensión de la India, y hasta en el reinado de Sikkim! »
(Capítulo 9)



Observación

Un verdadero investigador analiza y evalúa las diferentes posibilidades, pero en cambio el señor Hodgson sistemáticamente rechazó todos los testimonios a favor de Blavatsky arguyendo que: o que los testigos eran cómplices de Blavatsky, o que habían sido embaucados por cómplices de Blavatsky.

Pero eso no es investigar con seriedad, sino descartar de manera burda cualquier prueba que contradijera la creencia materialista y ya preconcebida del señor Hodgson de que Blavatsky era una charlatana.






Hodgson acusó neciamente a Blavatsky de ser una espía rusa

Posteriormente el coronel Olcott en su libro "Las Viejas Hojas de un Diario III" relató lo siguiente acerca del comportamiento del señor Hodgson:

« El señor Hodgson de la SPR se hallaba todavía en Madrás cuando me enteré de que en una cena anglo-inda él había expresado su convicción de que HPB era una espía rusa; fui a verle con el señor Cooper Oakley para aclarar ese asunto.

La explicación fue tan clara por ambas partes que regresamos con la impresión de que el señor Hodgson consideraba aquella acusación tan pueril y sin fundamento como la juzgábamos nosotros mismos. No obstante él mantuvo e incorporó esa cruel calumnia en el informe presentado a sus colegas de la SPR.

Esto me quitó toda consideración hacia él porque era golpear a una pobre y vieja mujer que jamás le había hecho el menor mal.

Me causó dos días de intensas torturas morales, declarando que Hurrychund Chintamon, de Bombay, le había mostrado una carta de HPB escrita en Nueva York, en la que ella le decía que yo me hallaba de tal modo bajo su influencia hipnótica, que ella podía hacerme creer todo lo que ella quisiera con sólo mirarme a la cara.

Yo comprendía lo que tal afirmación, por absurda e infantil que fuese, podría llegar a ser en manos de nuestros enemigos, pero si bien poco me importaba lo que pudiesen hacer, me dolía en el corazón que H.P.B., de quien yo había sido un amigo fiel en todas las circunstancias, hubiera cometido conmigo esa traición y con el único objeto, según parece, de halagar su propia vanidad. »
(Capítulo 16)



Observación

Aquí vemos una vez más la falta total de imparcialidad por parte del señor Hodgson quien imperturbablemente rechazaba todo argumento a favor de Blavatsky y aceptaba sin ni siquiera cuestionarlo todo argumento en su contra.

Y también se percibe la testarudez de querer imponer su creencia ya preconcebida: en este caso de que Blavatsky era una espía rusa, a pesar de que gente que conocía muy bien a Blavatsky le explicaron que eso no era cierto, y a pesar de las pruebas que muestran de que esa creencia era falsa. 







CONCLUSIÓN

Este es un ejemplo más que les muestra a qué punto el señor Richard Hodgson fue un pésimo investigador y a qué grado su informe es malicioso.